Hola a todos. Bienvenidos a mi segundo fanfic.

Avatar: La Leyenda de Aang no me pertenece.


Lo sabía.

Ella lo sabía.

¿Cómo lo supo? Eso es lo único que queda en incógnita. Pero ¿a quién le importa?

Una sonrisa apareció en sus labios y se llevó las manos al rostro con gran emoción, como si volviera a ser aquella jovencita de 14 años, soltando un gritillo de felicidad.

Katara bajó de su cama para empezar el día. Se aseó y se vistió con su vestido favorito. Tomo su larga cabellera e hizo el mejor peinado que se le ocurrió: con el que conoció a Aang aquel día cuando lo rescató del iceberg.

Aang había fallecido hace ya casi 25 años y el mundo tenía un nuevo Avatar. Katara siguió con su vida como le prometió a su esposo, disfrutando cada momento que podía. Katara lo hizo al pie de la letra, llorando cuando el recuerdo y la nostalgia la abrazaba pero dejandola ir cuando sentía que era tiempo de seguir disfrutando las bellezas de la vida.

Sin embargo nunca se había sentido tan plena, tan llena, tan feliz en dos décadas. No malinterpreten, ama la vida como a sus hijos y a sus nietos, junto a sus viejos amigos,y las risas no faltaban en su día a día. Risas genuinas. Pero había un no sé qué en esta sensación.

Bueno, Katara si sabía qué.

Salió de su habitación. Hace unas semanas que se estaba quedando en la Isla del Templo del Aire con Tenzin y su familia. Kya y Bumi también estaban ahí, pues pronto iban a celebrar un evento. Zuko y Toph accedieron a quedarse también.

Una suave risa se escapó de ella, cómplice ante el recuerdo de la razón de su felicidad. Todos estaban aquí, no podía ser más perfecto.

Entró al comedor, dispuesta a sentarse en su sitio en la mesa. Ikki, Jinora, Meelo y Rohan la saludaron con un alegre -¡Buenos días, abuela!.-

Toph solo asintió en forma de saludo, la habían levantado temprano para desayunar. Zuko la miró con una leve sonrisa, deseandole buen día.

-Buenos días, madre.- saludó Tenzin. Kya y Bumi le siguieron. Peema apareció desde la cocina para servirle el desayuno con una sonrisa amable.

-Buenos días a todos.- dijo Katara.

-¿Dormiste bien, madre?.- consultó su hijo menor. Katara posó su mano en la de su hijo.

-Mejor que nunca, hijo.- contestó. Todos notaron el buen humor en ella.

Ese día era el mejor de los días y lo iba a gozar como nunca.

(...)

Toph y Katara recorrían las grandes galerias del Templo, se acusaban una a la otra sobre las millones de bromas que hicieron durante su vida. Aún a día de hoy tenian ese espíritu de competencia y rivalidad entre ellas.

-¿Y recuerdas cuando discutiamos esos días en la Nación del Fuego porque estafabas a la gente?.- recordó Katara entre risas.

-¿Cómo esperas que lo olvide? Eras muy maternal y me sermoneabas todo el tiempo.- dijo Toph.- Por favor, Katara, no puedes negar que era una idea grandiosa ¡Recolectamos todo ese dinero fácil y Sokka lo uso para hacer esa enorme armadura a Appa!.-

-Y compró un halcón mensajero.-

-¡Ese maldito halcón!.- hizo memoria la maestra tierra.,- Intentó reconciliarnos enviandote una carta supuestamente escrita por mí. Por los espíritus, Sokka. ¡Soy ciega!.- dijo mientras estiraba sus párpados, resaltandolo.

Ambas no pudieron contener las risas. Tomaron aire las dos y detuvieron su caminata.

Katara suspiró.

-Qué gran vida ¿no lo crees?.-

-Sí...- dijo Toph.- Quieres decirme algo, ¿no es así?.-

Katara la miró sorprendida.

-¿Cómo...-

-Soy la mejor maestra tierra y metal del mundo, Reina azucarada, pero también soy tu amiga desde hace tiempo. Creo que ya he llegado a conocerte al menos un poco.- dijo Toph orgullosa. La maestra agua sonrió.

-Si, es cierto.- dijo retomando su andar.- Pronto... me iré.-

Toph la siguió cabizbaja. Sabía perfectamente a lo que se refería.

-Entiendo.- dijo.- Y creo que estas muy emocionada, tus latidos me han estado volviendo loca desde temprano.-

Katara atinó a reir levemente

-Sí, lo siento por eso.-

-No te preocupes, ya me estoy acostumbrando.- dijo la maestra tierra sin darle mucha importancia. Se detuvo nuevamente. La ojiazul también lo hizo.

Quedaron en silencio por unos momentos. Se posicionaron frente a frente. De pronto ya no eran las ancianas heroes de guerra, abuelas y madres, una la mejor maestra tierra del mundo, creadora y primera maestra del metal control, y ex Jefa de Policia de Ciudad República y la otra gran Maestra Agua de la Tribu Agua del Sur, esposa del Avatar anterior y maestra del Avatar actual. Ahora eran Toph Beifong y Katara de la Tribu Agua del Sur. Eran aquellas niñas de 12 y 14 años que viajan con sus amigos por el mundo para detener la guerra. Eran simplemente ellas, dos niñas que se convirtieron en mejores amigas.

-¿Estas molesta?.- preguntó Katara.

-No, para nada.- contestó tranquila Toph.- Solo... quiero agradecerte.-

-¿Agraderme? ¿Por qué?.-

-Por ser mi amiga.- dijo limpiándose las primeras lágrimas que escapaban de sus ojos.- Y por cuidarme, por preocuparte por mí aunque yo no lo quisiera, por estar ahí cuando estaba molesta y cuando estaba triste. Por ayudarme con mis padres...- más lágrimas amenazaban con salir..- cuando me ayudaste a criar a Lin y Suyin, porque viajamos juntas con Aang, Sokka y Zuko. Por todas las aventuras y...-

Katara estaba conmovida y de sus ojos también salian lágrimas. Con su mano sobre sus labios intentaba acallar los sollozos.

-... gracias por no irte como los demás. Gracias por venir a despedirte de mí.- dijo finalmente antes de soltar los primeros sollozos, hasta que sintió a su amiga abrazándola con fuerza. Toph le correspondió

-Oh, Toph.- logró decir Katara.- Gracias a ti, por ser la mejor amiga de todas, y por ser mi eterna rival de bromas.-

Toph rió entre lágrimas.

-Siempre fue un gusto, reina azucarada.- contestó.- Ten un buen viaje, disfrutalo mucho, pero no te diviertas demasiado sin mí.-

Ahora era Katara quién reía entre lágrimas.

-Lo prometo.-

Siguieron disfrutando las primeras horas del día, como aquellas jovenes Toph y Katara.

(...)

Zuko le sirvió una taza de té de jazmin.

-Te agradezco, Zuko.- dijo Katara antes de tomar un sorbo.

-Es tan bueno como el de mi Tío Iroh.- bromeó Zuko. Katara casi se ahoga por la mala broma y rieron por un rato.

-Él en verdad preparaba los mejores té del mundo.-

-Sí, lo sé.- contestó el ex Señor del Fuego.- Tantos años siguiendo la misma receta que me heredó y, aunque es bueno, nunca logré que tenga el mismo sabor que el de él.- suspiró

-Tal vez, le falte algo de eso.- mencionó Katara mirándolo de reojo con una sonrisa.

Zuko la miró curioso

-¿Eso?.- consultó

-Sí, ya sabes, el ingrediente secreto...-

-¿Cuál es?.- siguió insistiendo Zuko.

-¿No sabes cuál es?.- fingió sorpresa Katara.-Bueno, no me extraña, siempre lo buscabas y no lo encontrabas.- jugaba Katara. Zuko empezaba a perder la paciencia. Finalmente cedió.- Algo que encontraste al final... honor.-

Zuko la miró perplejo. Katara ríó tapandose los labios con una mano ante la expresión de su amigo. Finalmente este rodó los ojos y también soltó una leve risa.

-Muy graciosa.- dijo tomando un sorbo de su té.

-No pude evitarlo, discúlpame.- dijo Katara reincorporándose. Ambos compartieron una mirada seria por un momento para luego volver a reir.

-Y pensar que antes fuimos enemigos.- comentó Zuko.- A veces siento nostalgia de esas épocas.-

-¿Te estas volviendo malo y quieres volver a perserguirnos por el mundo?.- arqueó una ceja Katara. Zuko rió.

-No, no es eso. Sino a la época antes de, ya sabes, ser el gran Señor del Fuego, el Avatar, la gran Maestra Agua Katara, y todo eso. Cuando éramos solo... niños.-

-Adolescentes.- corrigió Katara en broma. Zuko bufó.

-Sí, eso.- contestó.- ¿Y tú?.-

-Sí... yo también.- tomó otro sorbo.

El silencio reinó por unos minutos.

-Tengo algo que decirte.- dijo Katara, mirandolo. Zuko le correspondió la mirada.

-Adelante.-

-Hoy es mi último día de vida.- dijo Katara con una sonrisa triste. Ella no se sentía triste pero el momento y los recuerdos le causaban nostalgia. Zuko la miró serio.

Soltó un suspiro, procesando las palabras de su amiga.

-¿Cómo lo sabes?.- preguntó Zuko.

-Supongo que... sólo lo sé.- dijo Katara jugando con su taza de té. Le faltaba poco para terminar.

-Entiendo...- dijo Zuko. Tomó su taza e hizo el gesto de brindis.- Bueno... me da gusto ser tu compañia en tu último té.-

Ambos sonrieron.

-Es un honor, Zuko.- dijo chocando su taza con la de Zuko para brindar.

-Oh, por favor, Katara. Insisto, el honor es TODO mío.- dijo antes de tomar lo último del contenido caliente en su taza.

No pudieron evitar reirse.

Katara terminó su último sorbo de té.

(...) La maestra agua pasó el resto de la mañana jugando con sus nietos, los dos menores se desvivian por mostrarle los nuevos movimentos de aire control que habian dominado. Jinora e Ikki escuchaban las historias que le contaba su abuela sobre su abuelo Aang, desde lo romántico que era hasta lo gracioso y tontorrón que nunca dejó de ser del todo.

Después del almuerzo fue a las aguas termales del templo con su hija Kya, y disfrutaron una tarde de chicas, de madre e hija.

Al atardecer lo disfrutó con su hijo mayor. Bumi adoraba hablar con su madre y ésta le decía lo orgullosa que estaba de él. Cómo le recordaa a su hermano Sokka, y él disfrutaba esa comparación. Desde niño fue muy unido a su tío, quien le enseñó las maravillas de ser un no maestro.

En la noche, sentada en el jardin con Tenzin admiró las estrellas y el paisaje nocturno que ofrecía Ciudad República.

-Es hermosa.- dijo Katara. Las luces combinaban con el cielo estrellado de la noche y la gran luna llena que adornaba el paisaje.

-Aunque todavía falta que sea perfecta.- dijo Tenzin soltando un suspiro.

-No te preocupes tanto por eso, hijo. Hay perfección incluso en lo que parece ser imperfecto.- dijo con dulzura.- No te esfuerces tanto, y no seas tan duro contigo mismo. Deja que tus problemas fluyan como una hoja en el viento.-

Tenzin la miró reconfortado. Su madre siempre sabía qué decir cuando lo necesitaba. Katara apoyó una mano sobre su mejilla.

-Estoy muy orgullosa de ti y de tus hermanos.- dijo

Katara. Lo mismo le habia dicho a sus dos hijos mayores.

-Gracias mamá. Y nosotros de ti.- dijo tomando la mano de su madre.

Ambos siguieron observando la noche por unos momentos más.

(...)

Entró a su habitación con la sensación de haber vivido más que en toda su vida. Estaba cansada pero de esos agotamientos que se tienen después de haber experimentado un gran día.

Estaba feliz, muy contenta. Habia realizado todo lo que quería.

Rió con Toph.

Tomó té con Zuko... y le gastó una buena broma sobre su honor. Bueno... a él se le ocurrió una mejor.

Admiró a sus nietos menores y disfrutó de contarles a sus nietas mayores sobre lo maravilloso que fue su abuelo.

Disfrutó a su hijo mayor recostados en el césped y recordando sus viejas travesuras, muchas inspiradas en Sokka y apoyadas por Aang.

Se relajó con Kya y pudieron pasar hermosos momentos madre e hija. Su pequeña niña.

Soltó la carga que Tenzin aún llevaba y lo ayudó a tener paz, dejandole sus enseñanzas.

Y finalmente, se acercaba la hora.

Con su vestido favorito aún puesto se miró en el espejo. Se acomodó un pequeño mechón de pelo detras de la oreja.

Perfecta.

Bailó por la habitación, dando giros con gracia y tarareando una melodía. El instante tan deseado estaba llegando. Un escalofrío recorrió cada parte de su ser, sintiendo la emoción. Se detuvo cuando vio la luz de luna.

Miró por la ventana. La estatua de Aang en la bahía Yue era imponente, iluminada desde la base. El rostro de un joven maestro aire, aquel niño tontorrón del iceberg, serio. Hizo una pequeña mueca. Se veía muy guapo y digno como Avatar pero Aang era mucho más ocurrente y alegre que esa estatua.

Su esposo era el mejor hombre del mundo y el más divertido. Sonrió nuevamente cuando recordó el paseo en pingüino en el Polo Sur el día que se conocieron.

Miró la luna por última vez y a Ciudad República, despidiéndose con amor.

Se acostó en la cama y se cubrió con la manta, cuidando de no arrugar mucho su vestido. Apoyó suavemente la cabeza en la almohada.

Cerŕó lentamente los ojos y con un bajo susurró dejó que el sueño la abrazara.

-Gracias...- dijo.

Y con un suspiro, su corazón dejó de latir.

(...)

Risas resonaban en sus oídos. Intentó abrir los ojos pero un sol cegador se lo impedia.

Las risas continuaban. Ese sonido lo conocía perfectamente.

-¡Katara! Abre los ojos, Katara.- escuchó.

Y entonces lo supo.

Abrió los ojos lentamente y frente a ella se encontraba aquel niño de 12 años que tanto amaba, extendiendo los brazos dándole la bienvenida.

Vio su cuerpo. Volvía a tener 14 años, vestida con un lindo y sencillo vestido azul.

Al fin.

Miró nuevamente a su amado y se abalanzó hacia él entre lágrimas de felicidad.

-¡Aang!.- dijo con alegría.-¡Eres tú, Aang! Realmente eres tú, estoy contigo.-

-Sí, soy yo, Katara.- dijo Aang abránzandola con fuerza y hundiendo su rostro en su cuello.- Te extrañe muchísimo, amorcito.-

-Y yo a ti.-dijo sin parar sus lágrimas. Una sonrisa enorme adornaba su rostro.

Se miraron por un tiempo sin separarse. Un tiempo que parecieron horas y a la vez segundos.

-Te amo, Aang.- dijo Katara

-Te amo, Katara.- contestó Aang con una gran sonrisa

De pronto la tomó de la mano y corrieron por una gran pradera. Katara lo seguía. Las risas se escuchaban en el lugar, solo ellos dos, solos en el mundo.

Las risas de dos jóvenes enamorados.

Porque una vida no era suficiente. Su amor iba más allá de la muerte.

-Fin-


¿Qué les pareció?

Con esta historia quise lograr transmitir una versión más alegre ante la muerte.

La muerte es un acontecimiento muy importante en la vida. Tenemos muchos de esos: nacimientos, bodas, etc. Entonces, como todo acontecimiento importante, no creo que lamentarse sea lo apropiado ¿no sería mejor prepararse para el gran día y disfrutarlo?

Esa fue mi idea base para relatar esta versión del fallecimiento de Katara.

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¡Gracias por leer!