Capítulo 1
─ ¿Sansa?
La voz de Jon Snow hizo sobresaltar a la mujer junto a la ventana.
Una mujer, sí, porque había dejado de ser una niña hacía mucho tiempo.
Había perdido la noción del tiempo mientras miraba cómo la nieve se acumulaba en el patio de armas, exactamente en el lugar donde la batalla de los bastardos había concluído.
Sólo habían pasado dos días, menos de cuarenta y ocho horas del suceso, y los sirvientes habían comenzado a recoger los escombros, las flechas rotas, los escudos y las espadas que los soldados habían dejado durante el enfrentamiento. Los cuerpos ya no estaban ahí, pero la tierra y la nieve seguía manchada de sangre.
Parecía difícil de asimilar, incluso después de haber matado ella misma a Ramsey. Le había prometido que sería olvidado en todos los sentidos y pensaba cumplir esa promesa, pero seguía siendo tan… irreal.
Su hogar, su casa, su estandarte. La seguridad y el conocimiento de que nadie podría intimidarla nunca más, sin importar cuán horrendas se pusieran las cosas.
Pero lo mejor -y lo más extraño-, era que el hombre que ahora intentaba devolverla a la realidad podía entender su aturdimiento mejor que nadie.
Lentamente él se acercó a su lado, sonriéndole con cálida timidez. Ya no poseía la incomodidad de antaño, cuando ninguno de los dos sabía cómo comportarse cuando estaban solos, sino que parecía hacer un mayor esfuerzo por demostrarle su afecto.
─ ¿Estás bien?
Con una pregunta tan simple, Sansa no era capaz de encontrar una respuesta sincera, así que le sostuvo la mirada sin apenas cambiar de expresión.
─ No lo sé. ─Admitió.─ Mi necesidad de recuperar Winterfell era mucho más grande que la esperanza de lograrlo. Ha pasado tanto tiempo desde que dejé de pensar cómo sería volver a nuestro hogar que…
─ ¿Te ha pillado desprevenida? ─Sugirió Jon después de un largo silencio. Sansa asintió y finalmente apartó la mirada. Jon volvió a sonreír, aunque con los rasgos maduros de su rostro, se trataba más de una mueca irónica.─ Llevo años sin espabilar, si te soy honesto, así que entiendo la sensación. Tú has sido mucho más resiliente que yo respecto a los cambios.
Sansa ya no se sonrojaba ante los halagos. De hecho, si no fuera Jon quien se lo entregara, su primera acción sería ponerse a la defensiva y asumir el falso papel de una dama agradecida sólo para salvar el pellejo.
Pero era Jon.
Y Jon era… era el más parecido a su padre. Incluso más que Robb y Arya. Y definitivamente más que ella. Jamás entregaría un cumplido para sus propios beneficios; a decir verdad, Sansa empezaba a creer que Jon era incapaz de usar cualquier tipo de política, incluso si su vida dependiera de ello, lo que por otro lado le provocó una punzada de ansiedad. Ojalá Jon pudiera manejar la política.
Pero su franqueza le quitó un enorme peso de los hombros. Él realmente pensaba que ella podía sobreponerse a todo el infierno que había vivido, y más que eso, sería capaz de recuperar lo que siempre debió ser suyo. Una vida en el Norte.
─ Hay muchas cosas que hacer. ─Sansa asintió en un recordatorio a sí misma, tras lo cual soltó un largo suspiro para luego apartarse de la ventana.─ Si me quedara aquí todo el día reflexionando en los acontecimientos de los últimos años y cómo todo ha cambiado, el invierno llegaría sin que me diera cuenta.
─ Me recuerdas un poco a tu madre cuando hablas así. ─Reconoció Jon en voz baja y con una sonrisa.─ Tan habituada a las responsabilidades domésticas.
Sansa lo miró, preguntándose si eso era algo bueno.
Desde que tenía uso de razón, su madre siempre fue su precedente. Había sido su modelo a seguir para todo; desde la predilección por los nuevos dioses hasta el estilo y las costumbres del Sur. Todos decían que Sansa tenía muy poco del Norte, lo que en aquel entonces le parecía estupendo.
Pero en aquel entonces, guiada por el afecto de una madre sureña, lo único que Sansa quería era ser la esposa perfecta. Y una esposa perfecta se adaptaba a su marido, olvidando todo lo que alguna vez había sido suyo.
─ Mi madre fue una mujer maravillosa… pero no estoy segura de que quiera seguir su ejemplo nunca más. ─Al decirlo, apenas en un murmullo, se dio cuenta que estaba haciéndole una gran confidencia a Jon. Y él lo supo también, abandonando la sonrisa por un gesto más compasivo.─ La extraño muchísimo, pero ayer, cuando colgaron de vuelta el estandarte de los Stark, sólo pude pensar en todo el tiempo que no pasé con papá. Que yo no… me sentía una norteña.
Jon se tensó a su lado.
Una de las razones por las que habían sido tan ajenos durante la infancia era, precisamente, que Sansa había pasado demasiado tiempo con su madre para poder familiarizarse con Jon. No es que se hubieran odiado, pero a Catelyn no le complacía que Sansa se relacionara con su hermano bastardo más de lo estrictamente necesario.
Pareciendo mezquino mencionarlo ahora, Jon prefirió no decir nada al respecto.
Pero Sansa había aprendido a leer las expresiones de la gente y Jon era un auténtico libro abierto.
─ Tampoco pasé mucho tiempo contigo. ─Dijo ella con una voz suave, ganándose una mirada recelosa de su hermano.─ Hubiese sido lindo que te unieras a Robb y a mí cuando jugábamos al príncipe que rescataba a la princesa de la torre.
─ Rickon era el dragón. ─Recordó Jon con una sonrisa nostálgica.─ No me hubiera atrevido a intentar unirme a ustedes. Lady Catelyn se hubiera vuelto loca.
─ Sí. ─Admitió Sansa con una risita.─ Pero igual hubiera sido bueno. Mi madre no debió tratarte como te trató.
Se hizo un silencio pesado entre ambos. Jon cerró los ojos, preguntándose cómo después de tanto tiempo aún podía sentir las espinas de aquella distinción que lo separaba de la familia Stark. Años atrás, Tyrion Lannister le había ayudado a superar el complejo de ser un bastardo y utilizarlo a su favor, pero ahora, con Sansa a su lado, parecía resurgir el temor de no ser lo suficientemente Stark.
─ Tienes razón sobre que no tenemos mucho tiempo para pensar en estas cosas. ─Dijo él después de un rato, ya sin atreverse a mirarla.─ Sólo quería asegurarme que estabas bien, después de… ─Jon hizo una pausa y luego bufó. Ni siquiera valía la pena mencionar su nombre.─ Como sea. Debo hablar con Sir Davos para hacer el recuento de los caídos. Tenemos que reorganizar nuestras fuerzas y sólo pensar en cómo alimentaremos a los sobrevivientes me está dando dolor de cabeza.
Sansa no quería dejar pasar el hecho de que Jon se sentía incómodo recordando los viejos tiempos en Winterfell, cuando ellos no eran tan cercanos, pero decidió que valía la pena retomar esa conversación en otro momento.
Sus sentimientos podían esperar. Los hombres que casi habían muerto apenas dos días atrás, no.
─ Ocúpate de todo lo que respecta a los soldados. ─Ella le dijo, más seria que antes, recuperando esa fría templanza que había adquirido en parte gracias a las experiencias con Lord Baelish y Ramsey Bolton.─ Yo me encargaré del castillo. Hablaré con los sirvientes que dejaron los Bolton y veré en qué condiciones están las alacenas.
Jon no supo qué decir al principio.
Aunque había sido Lord Comandante en el Muro apenas unas semanas atrás, debía reconocer que no tenía ni idea de cómo administrar la parte más doméstica de una fortaleza.
Winterfell no era el Castillo Negro, donde los hombres podían soportar sus días con pan, cerveza rancia y un mínimo de calefacción.
Sería una mentira decir que no le hacía falta una mano con esas cosas, pero, aún así, parecía injusto delegar tanta responsabilidad en Sansa, después de que ella pasara por tantos infiernos antes de volver a casa.
─ Jon. ─La vio fruncir el ceño cuando él no respondió.
─ Veré cómo ocuparme de todo, Sansa. ─Le dijo, sintiéndose abrumado e impotente.─ Sólo necesito tiempo.
─ Las personas que dependen de ti no tienen tiempo. ─Ella le recordó, y un orgullo que parecía haber perdido por las constantes humillaciones resurgió con fuego en sus ojos azules.─ Este también es mi hogar, Jon. Es mi responsabilidad.
Ella tenía razón.
Aunque Jon quisiera permitirle tomar un respiro, el hecho es que la necesitaba si quería recuperar el Norte de verdad. Y, viéndolo de otra manera, Sansa necesitaba al Norte tanto como él.
─ De acuerdo. ─Suspiró, sonriendo con cierto pesar.─ Reunámonos en la cena para discutir lo que hace falta, después de hacer el recuento. Es probable que no tengamos toda la información hasta dentro de unos días, pero si necesitas cualquier cosa, no dudes en pedirla.
Sansa recuperó el buen ánimo, sonriendo como no lo había hecho en muchísimo tiempo.
─ Lo mismo digo.
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Para cuando llegó la hora de la cena, Jon deseó poder arrancarse los pies y no tener que caminar durante un mes entero, aunque sabía que el verdadero problema residía en su corazón y no tanto en su cuerpo.
Lo que venía después de una batalla podía ser incluso peor que la pelea en sí, haciendo el recuento de los caídos y de los heridos, calculando cuántas pérdidas tendrían al final de la semana, cuando los enfermos no pudieran soportar la fiebre y el hambre.
Muchos hombres, en especial los mal llamados salvajes, dormían en campamentos fuera del castillo pero dentro de la seguridad que ofrecían las murallas de la fortaleza. Ya no quedaban suficientes soldados para decir que estaban abarrotados, pero el cansancio y la pena por la violencia vivida estaba únicamente contrarrestada por la felicidad que suponía tener de vuelta a un Stark en Winterfell.
Jon sabía que los Bolton, aunque norteños, habían despertado aversión entre la gente de a pie, luego de que se supiera de su papel en la boda roja y su alianza con los Lannister.
Ahora todos guardaban la esperanza de recuperar la paz que les había sido arrebatada tras la marcha de Ned Stark, y esa independencia que les había sido prometida por el último rey del Norte, su hermano Robb.
Había cierta expectativa en el aire y Jon podía sentirla mientras caminaba a través de los campamentos.
Tormund se acercó a él casi al finalizar la tarde. Llevaba varios vendajes aquí y allá y uno de sus ojos estaba tan hinchado que no podía ver. Aún así, conservaba su peculiar y aterradora sonrisa, dándole una fuerte palmada en la espalda cuando lo encontró.
─ Debo reconocer que los malditos sureños son más brutales de lo que esperaba.
─ Ya te dije que no somos sureños. ─Jon gruñó, más por el hecho de que apenas podía andar que por el comentario del pelirrojo.
─ Ese tipo Ramsey estaba loco. ─La mirada de Tormund se ensombreció. A veces parecía estar chiflado, pero era entendible después de tantas batallas cruentas como la de dos días atrás.─ Quiero decir, loco de verdad. Siempre creí que conocía la maldad en los ojos de un hombre, hasta que vi a ese sujeto.
─ Sí.
Y ese hombre había sido el esposo de su hermana durante meses, tomándola como su propiedad. Compartiendo su cama.
Aunque Sansa no le había dado los detalles del abuso al que fue sometida, Jon había podido ver el cambio en sus ojos cuando pensaba en la bestia con la que había compartido la cama.
La simple idea de que alguien pudiera hacerle daño le enfermaba, pero no conocer ni siquiera una fracción de los hechos hacía que toda su visión se tornara roja.
Igual que cuando alcanzó a Ramsey y lo golpeó más de veinte veces en la cara.
─ Casi parece injusto no poder matarlo más de una vez. ─Reconoció con la voz áspera, escuchando a Tormund tararear en acuerdo antes de marcharse con los suyos.
Jon suspiró y se dirigió al comedor del castillo.
Estaba tan cansado y hambriento que no notó la ausencia de sirvientes hasta que estuvo frente a su hermana.
─ ¿Sansa?
Ella estaba sola, delante de dos platos de sopa que debían llevar un buen rato servidos en la mesa, pues habían dejado de humear. Parecía demasiado ocupada leyendo una pila de papeles para darse cuenta que su comida se enfriaba, pero no lo suficiente para no notar su presencia.
─ Ah, sí. ─Sansa lo miró, distraída, y señaló el asiento delante suyo.─ Ven, siéntate a comer… Oh, mierda.
Jon jamás pensó que llegaría el día en que su media hermana, la más parecida a Catelyn Tully, tan llena de gracia y refinamiento, se olvidaría de los modales y soltaría una vulgaridad más propia de marineros y soldados de poca monta.
Una vez más, Jon tuvo la sensación de que estaba frente a una persona completamente distinta.
─ Se ha enfriado. ─Ella miró los platos con un ceño que apenas podía afectar las facciones perfectas de su rostro.─ Lo lamento, me distraje con esto…
─ No, no. ─Jon se apresuró a sentarse a su lado, tomando el cuenco de sopa entre sus manos.─ Está bien. Debí haber llegado más temprano. En el Muro nadie puede exigir una comida caliente si llega tarde.
─ Pero ya no estás en el Muro. Mereces un plato de comida caliente a la hora que te plazca. ─Replicó ella con algo parecido a una sonrisa. Luego suspiró, llevándose una mano a la cabeza.─ Por desgracia, ahora mismo no es posible. He tenido que cocinar yo y me temo que calentarlo a estas alturas me llevaría… bueno, demasiado tiempo para que valga la pena.
─ ¿Has cocinado tú? ─Jon no pudo contener el tono de incredulidad en su voz, aunque apenas se notó el temor en su mirada. ¿Sansa sería capaz de cocinar algo comestible?
─ Despaché a todos los sirvientes hace un rato. ─Le explicó ella, un poco a la defensiva.─ A todos menos a los que sirvieron a nuestro padre antes que a los Bolton, los cuales eran pocos, por desgracia. No quedó nadie en la cocina.
Jon volvió a sorprenderse, sin entender de inmediato la lógica detrás de esa decisión.
─ ¿Por qué despedirlos? Aunque sirvieran a los Bolton, eran norteños como todos los demás. Su lealtad está con los Stark.
─ ¿Lo está? ─Sansa le lanzó una mirada helada que lo incomodó. Ya se había percatado del cambio físico en su hermana, pero el cambio en su mirada era simplemente aterrador. Ya no quedaba nada de esa niña soñadora que más que otra cosa anhelaba casarse con un príncipe en el Sur.─ Theon Greyjoy tomó Winterfell e hizo creer a todos que mató a nuestros dos hermanos pequeños, y nadie fue capaz de detenerlo. Luego Ramsey Bolton se adueñó del castillo y, cuando Little Finger me trajo como su moneda de cambio, nadie me juró lealtad por encima de los Bolton.
─ Me cuesta creer que nadie te ofreciera un grado de amabilidad. ─Murmuró Jon, aturdido por las palabras de la pelirroja.
Seguía pareciendo algo imposible…. una Stark siendo prisionera en Winterfell.
Sansa bajó la mirada a su plato de sopa, el cual comenzó a revolver sin mucho ánimo.
─ Hubo amabilidad y miradas de remordimiento. ─Admitió después de un rato, aunque la dureza no había abandonado su expresión.─ Sé que muchos de los sirvientes deseaban ayudarme, pero… ¿Cómo estar segura, Jon? ¿Cómo confiar que no nos darán la espalda de nuevo? Yo estuve viviendo un infierno en mi propia casa, en mi vieja habitación, preguntándome por qué ninguna de estas personas me ayudaba.
Jon no dijo nada, incluso cuando podría haber argumentado que en aquel tiempo, todos creían que ya no quedaba ningún Stark en el mundo además de ella misma, y que los Bolton eran lo bastante aterradores para desmotivar cualquier rebelión.
No podía culpar a los sirvientes por su miedo… pero tampoco a Sansa por perder la confianza ciega.
─ ¿Qué harás con la servidumbre del castillo, entonces? ─Le preguntó con suavidad, acercando su propio plato e inspeccionando su contenido.
Ella le sostuvo la mirada un momento que parecía interminable, hasta que suspiró de nuevo.
─ Es cierto que no todos los norteños nos dieron la espalda. En realidad, diría que son pocos los que podrían guardar su lealtad con la insurgencia de los Bolton. ─Reconoció, observando la expresión de Jon cuando finalmente probó su sopa. Verle contener una mueca de desagrado la hizo sonreír.─ Mañana a primera hora hablaré con los sirvientes que dejé en sus puestos. Abriré una convocatoria para quienes deseen venir a solicitar trabajo en el castillo, dando preferencia a aquellos que ya hubieran servido a los Stark o, cuando menos, no tengan ninguna relación con los Bolton.
Jon asintió, sabiendo que era bastante razonable dadas las circunstancias y suponiendo que eso le daría la oportunidad a Sansa de reconstruir la confianza en su hogar ancestral.
Después de una cena fría y sin mucho sabor, Sansa compartió con Jon el reporte que había estado escribiendo antes de que él volviera. Lo puso al tanto de todos los puestos que habían quedado desocupados en el castillo, así como aquellos que aún disponían de personal.
También había echado un vistazo al estado de la despensa, pero no tendría un reporte tan detallado sino hasta después de algunos días, queriendo asegurarse con sus propios ojos que todo estuviera en su lugar y hubiera suficientes mantas y leña para los soldados que montaban el campamento afuera.
Luego fue el turno de Jon, quien se sintió un poco avergonzado de no llevar las cuentas tan exactas como Sansa.
Sabía cuántos soldados yacían heridos y cuántos morirían en una semana si no recibían pronto cobijo, medicinas y comida caliente. Por desgracia, aún no tenía ni siquiera un aproximado de cuántos hombres habían muerto por él en la batalla de los bastardos.
─ No hay suficientes hombres para recuperar los cuerpos. ─Dijo en un suspiro cansado, pasándose los nudillos por las sienes, como si así pudiera aliviar la frustración de sus circunstancias.─ Tan sólo tratar de imaginar el número de muertos es…
─ Innecesario. ─Le interrumpió Sansa.
Jon levantó la mirada con una expresión huraña y ofendida.
─ Es importante. ─Casi gruñó.─ Todos esos hombres eran importantes. La mayoría tenía familias, esposas e hijos. Yo no sólo puedo olvidarlos y…
─ Nadie te pide olvidarlos, Jon.
Se sostuvieron la mirada, enfrentados y cautelosos, y no por primera vez en el día Jon deseó tener a Robb a su lado. Él habría sabido reconfortar a Sansa y hacerla sentir a salvo a su lado.
─ ¿Y qué me pides? ─Suspiró, agotado y molesto, llevándose una sorpresa cuando ella alcanzó su mano entre las suyas, estrechándola con una ternura inesperada.
Sus ojos azules eran de hielo, pero se percibía una emoción salvaje que le suplicaba confiar en ella.
─ Te pido que guardes toda tu energía para los vivos. ─Murmuró, suspirando a mitad de una pausa.─ Es verdad, todo esto es abrumador. Sólo pensar en ello me pone mal, pero tiene que hacerse. ─Con otra pausa, incluso más larga y densa que la anterior, Sansa tensó los labios en una línea fina y pálida.─ Desde la muerte de Ramsey, yo… ha sido como despertar de una horrible pesadilla. ¿Has sentido alguna vez que no eres dueño de tu propio cuerpo, como si… como si fueras una marioneta consciente pero sin voluntad propia?
Jon asintió, conteniendo el impulso de llevarse la mano libre al pecho, donde sabía que estarían todavía media docena de cicatrices. Una de ellas había acertado de lleno en el corazón. ¿Cómo podría sentirse una persona real después de algo así?
Y Sansa… ¿Era así cómo se sentía?
─ Desde que papá murió y Arya desapareció… ─La escuchó hablar cada vez más bajo, hasta que su voz no fue nada más que un susurro quedo.─ Desde que la noticia de la Boda Roja llegó a King's Landing… Ha sido como si el mundo y las personas en él dejasen de ser reales. Como si todo fuera parte de una absurda y horrible obra de teatro. Y cuando llegué a Winterfell y creí que obtendría un poco de normalidad, supe que las cosas siempre podrían ponerse peor.
El corazón de Jon, que seguía latiendo gracias a la magia de la sacerdotisa roja Melissandre, se contrajo con un dolor que no había experimentado ni siquiera en Castle Black, cuando fue traicionado por sus hermanos de la Guardia Nocturna.
Él tomó las manos de Sansa entre las suyas, guardando su calor, y la miró con una seriedad mortífera.
─ Ramsey está muerto. ─Le recordó. Por alguna razón tenía que recordarlo.
Pero ella sonrió con un optimismo inesperado.
─ Lo sé. ─Sansa suspiró, acariciando sus nudillos a través de los guantes de cuero.─ Esta mañana, cuando me encontraste mirando por la ventana, me hiciste despertar de ese desagradable sueño por fin. Estoy cansada, molesta y dolida… Pero por primera vez en años, me siento viva y en control de mi propio cuerpo. Y eso es gracias a tí.
¿Por haberla llamado por su nombre aquella mañana?
Viéndolo así… Ella lo había hecho despertar de su propia pesadilla semanas atrás, cuando corrieron a encontrarse a mitad del patio de armas de Castle Black. Cuando Sansa le permitió abrazarla, cuando lo rodeó con sus brazos, estrechándolo con todas sus fuerzas.
Dioses, cómo quería abrazarla de nuevo en ese momento.
Pero Sansa seguía al pie de sus palabras, apartando sus manos como si temiera sumirse de nuevo en una fantasía para recuperar el aliento.
─ Tendremos tiempo para procesarlo, supongo. ─Ella le dijo con suavidad.─ La guerra, la batalla de los bastardos… Todo a su tiempo. Pero ellos nos necesitan ahora mismo, porque-
─ El invierno se acerca. ─Concluyó Jon, casi sonriendo, disfrutando sinceramente cuando su hermana asintió con un brillo cálido en sus ojos azules.─ Entiendo.
Y lo hacía, aunque no creía poder ser tan pragmático como Sansa.
Nunca esperó que su soñadora hermana menor llegara a decirle, casi como un tutor que mantiene despierto a su perezoso alumno, que tenían trabajo que hacer. Pero tal y como estaban las cosas, agradeció a los dioses tenerla a su lado para ello.
Decidiendo que las minucias domésticas podrían esperar hasta que los vasallos enviaran nuevos trabajadores al castillo, ambos recogieron sus cosas y abandonaron el amplio y vacío comedor.
La noche pasada, Jon había dormido en una tienda del campamento con Tormund, Sir Davos y otros soldados. Hasta ese momento no se había preguntado dónde diablos había descansado Sansa.
─ Um… ¿Irás a tu vieja habitación? ─Le preguntó un tanto incómodo, dispuesto a escoltarla y, de ser necesario, montar guardia fuera de su puerta.
Ya que lo pensaba mejor, no era buena idea que su hermana se quedara sola con tantos soldados y hombres libres andando por ahí.
Ella lo miró y rápidamente apartó la mirada.
─ La vieja habitación de Arya estaba desocupada. ─Le explicó, señalando sin mucho afán el pasillo de las habitaciones familiares. Un área que le traía a Jon viejos y agradables recuerdos, excepto cuando tenía la mala suerte de cruzarse con Lady Stark.─ Estaré durmiendo ahí hasta que lleguen nuevos sirvientes, pero…
Jon esperó a que Sansa completara lo que tenía que decir, pero ella se abstuvo. En su lugar, se llevó una mano al cuello, masajeando lo que debía ser un nudo muscular persistente, y luego sacudió la cabeza en un gesto despreocupado.
─ Descansa, Jon.
─ Voy a montar guardia fuera de tu puerta. ─Él le dijo de inmediato, consiguiendo que ella lo mirara con un profundo ceño fruncido.─ Hay demasiados hombres en los alrededores. Preferiría que no estés sola.
Sansa abrió la boca para decir algo, pero una vez más se quedó sin palabras.
─ Podemos discutirlo mañana. ─Asintió después de un rato, razonando que ambos estaban demasiado cansados para organizar nada en ese momento. Ambos anduvieron por el pasillo, hasta encontrar la habitación de Arya.─ Yo… sólo no quiero que estés incómodo.
─ No es nada. ─Dijo él, sonriendo cuando Sansa le lanzó una mirada escéptica.─ En serio.
Claro, había sido un vigilante nocturno. Guardar la puerta durante una noche sería pan comido.
─ Descansa.
Sansa asintió y, antes de que se diera cuenta, ella se inclinó para besar su mejilla.
─ Tú también, Jon.
Y él se quedó ahí afuera, solo en el pasillo, preguntándose si en serio había despertado del sueño de la muerte.
