La mayoría de sus patrullajes terminaban antes de medianoche. No porque su área fuera menos peligrosa que el resto o porque poseyera algún tipo de privilegio para dormir las 8 horas requeridas para cualquier adulto funcional. No, nadie en la familia tenía esa clase de consideración, ni siquiera Bruce.

La razón solía ser que, a diferencia de East End y el Callejón del Crimen, su barrio no estaba bajo el control de las grandes mafias de Gotham. No estaba tan cerca del centro para tentar a los ladrones más experimentados ni poseía centros o fábricas que pudieran beneficiar a los contrabandistas, así que la mayor población de crímenes en esa área se limitaba a asaltantes de poca monta y ladrones oportunistas.

Siendo el mismo barrio donde Stephanie Brown había crecido, era casi sorprendente verlo desde el otro lado de la moneda.

Cuando era una niña, débil y demasiado pequeña para defenderse a sí misma, salir a comprar leche parecía el infierno. Los drogadictos apilados en la boca de los callejones, los exhibicionistas, las prostitutas, los asaltantes listos para vaciar la caja registradora del almacén donde ella conseguía la leche… Parecía el lugar más peligroso del mundo.

Ahora, vestida con el manto de Batgirl, sabía que no era así exactamente.

La mayoría de la delincuencia se debía a problemas sociales y no a verdaderas mafias y grupos criminales; no a monstruos y supervillanos como los que Batman y Robin combatían en el centro.

No era una buena noticia tampoco, porque no eran cosas que pudieras solucionar pateándole el trasero al Acertijo.

Stephanie lidiaba con vagabundos a quienes debía enviar a albergues para salvarlos del frío; con niños que escapaban de orfanatos y de hogares disfuncionales; con mujeres que sólo intentaban ganarse la vida y con jóvenes que recurrían a las drogas como método de escape de una realidad insostenible.

Y bueno, a los exhibicionistas y asaltantes sí les pateaba el trasero. Y duro.

Esa era la clase de patrullaje que esperaba la noche del miércoles, tomando en cuenta que al día siguiente tenía clase de inmunología y debía presentar un ensayo sobre los anticuerpos. Vigilaría, acompañaría, protegería y patearía uno o dos traseros. Luego iría a terminar el maldito ensayo y dormiría un poco.

Sin embargo, algunos chicos malos no estaban tan de acuerdo con su plan.

Batgirl había estado vigilando en secreto a una pandilla de adolescentes que acostumbraba vandalizar el vecindario. Aunque conocía a algunos de ellos y sabía que no eran malos chicos, todos tenían suficientes problemas en casa (y con la policía) para recurrir a las drogas de vez en cuando. Stephanie deseaba ayudarlos dentro de sus posibilidades, incluso si debía tener mano dura con ellos si se les pasaba la mano.

Pero esa noche ellos no estaban solos.

A sus reuniones de "toma una cerveza y un porro de marihuana" se habían unido dos sujetos extraños, mayores y con aspecto de que sus peores delitos no eran la vagancia. Uno de ellos era joven y bien parecido, casi carismático, pero su acompañante (guardaespaldas, parecía) rondaba los cuarenta y una fea cicatriz le cruzaba el ojo izquierdo y la mitad de la cara. Conversaban con los chicos como si fueran amigos, y claro que ellos no parecían medir el peligro, como si pensaran "vale, somos mayoría y tenemos navajas en las botas, tenemos la ventaja". Pero Steph tenía suficiente experiencia con chicos realmente malos para saber que algo no iba bien.

Eran mafiosos, de los duros.

El más joven se reía con los muchachos, pero luego de un rato, cuando llegaron otros dos "pesos pesados", se puso un poco más serio.

Stephanie deseó estar un poco más cerca para saber de qué hablaban, y por qué de repente las caras de los adolescentes habían cambiado, viéndose inseguros y confundidos.

— Ah, sí. He oído de ustedes. —Exclamó lo suficientemente alto uno de los chicos, sonriendo. Sus amigos lo miraron con curiosidad y él les regresó la mirada.— ¿No han escuchado? Mi tío me dijo que han reabierto el "paso de Harley" en los muelles.

Stephanie abrió mucho los ojos.

Ella saltó tan silenciosa como pudo hacia las escaleras de incendios junto al callejón, sin llamar la atención de los sujetos.

"El paso de Harley" era un sitio en los muelles del río norte, en Gotham Heights que había sido muy utilizado por los lacayos de Black Mask, cuando aún gobernaba Gotham. Uno de sus tenientes más poderosos lo había llamado así porque tenía un fuerte crush con Harley Quinn, aunque ella lo había despreciado un montón de veces hasta el punto de mandarlo al hospital.

El paso había cambiado de dueño varias veces, pero hasta donde Steph sabía, llevaba cerrado más de un año.

— De ningún modo. —Exclamó otro de los chicos, como haciendo eco de sus pensamientos. Jaime Rodriguez, él le caía bien.— El paso lleva cerrado una eternidad. Mi mamá me dijo que haría falta mucho más que El Pingüino para reabrirlo.

Tu mami es lista, pensó Steph. Mientras, el mafioso cara bonita se echó a reír.

— Le dan demasiado crédito. —Les dijo, con esa cara de -aquí no pasa nada malo.— El paso de Harley no le pertenece a nadie en particular, ni siquiera a la policía portuaria de Gotham. Hemos estado enviando algunas cosas aquí y allá, pero nos hacen falta manos.

Una alarma se encendió en la cabeza de Steph.

Demasiado crédito su trasero.

Batman había tumbado al teniente de Black Mask, pero cuando otros mafiosos intentaron hacerse con el control del paso, Red Hood había comenzado una cacería, mandando el mensaje de que el paso no volvería a abrir a menos que él mismo decidiera usarlo.

Red Hood.

¿Podía ser Jason el responsable de la reapertura del Paso de Harley?

Como fuere, le preocupaba que alguien capaz de traficar por aquellas zonas del río estuviera reclutando adolescentes en su vecindario.

El impulso de saltar e impedir que cualquiera de los chicos fuera arrastrado con ellos fue casi imposible de frenar, pero se obligó a esperar y observar. Algo que su breve tiempo como Robin le habían enseñado (y las innumerables discusiones con Bruce y Tim) era a cuidar su impaciencia para obtener mejores resultados. Parte del entrenamiento de Bruce fue reforzado por Barbara, y entre tantas lecciones, hubo varias que le decían que el trabajo de reclutamiento era sólo la punta del iceberg, sólo debajo de la compra y venta.

Si realmente quería evitar que esos bastardos involucraran a los niños de su barrio en actividades delictivas de alto rango, tenía que averiguar más de sus movimientos y del trasfondo de su tráfico.

Las charlas no se alargaron mucho más después de eso. La mayoría de los chicos de la pandilla accedieron a ir con el cara bonita, que luego ella descubrió que se llamaba Randall Herons. Afortunadamente, unos cuantos rechazaron la oferta con toda clase de excusas, entre ellos Jaime Rodriguez.

— Oracle, ¿me copias? —Stephanie habló a su intercomunicador. Últimamente no requería asistencia de Barbara, pero de todos modos mantenían abierta la comunicación.

— Te escucho, Batgirl. —Respondió la metódica voz de su mentora.

— Estoy en seguimiento de una escoria mafiosa. —Dijo mientras bajaba de las escaleras contra incendios. Su motocicleta estaba cerca y sería mejor seguirlos desde tierra.— Creo que se dirigen a los muelles.

— ¿Sabes quienes son?

— El líder… Creo que se llama Randall Herons. —Stephanie se sintió desconcertada cuando Barbara guardó silencio. Siempre era un misterio lo que hacía detrás de la computadora, pero con el tiempo había aprendido a leer sus silencios. Luego de alcanzar su vehículo, aceleró a una distancia prudente de la camioneta a la cual habían subido a los chicos.— ¿Todo bien, Oracle?

— Ten cuidado. —Le advirtió Babs, luego de una tensa pausa.— Anthony Herons se volvió el líder del cartel de los Narrows recientemente. Randall debe ser familiar suyo.

— Entendido.

Bueno, eso explicaba bastante.

Era como si Herons estuviera celebrando la fundación de su nueva cadena de restaurantes, sólo que la campaña de recursos humanos consistía en pillar a los chicos más necesitados y meterlos en el jodido mundo de la mafia, donde cualquier error podía pagarse con un tiro entre las cejas.

El viaje no fue demasiado largo. Entre los Narrows y los muelles del río norte no había tanta distancia. La medianoche pasó y de algún modo, la oscuridad se hizo más densa a medida que se acercaban a las dársenas, igual que el frío y la humedad.

Sabiendo a dónde se dirigían, Steph se adelantó y aparcó a unas calles, acechando entre las sombras y colgándose de la cornisa de uno de los grandes almacenes que flaqueaban los muelles. Desde ahí pudo observar cuando la camioneta oscura (y blindada) aparcó con descuido. El largo malecón estaba desierto, con excepción de algunas embarcaciones privadas; a diferencia del sur de la ciudad, como el distrito comercial, estos muelles no acostumbraban recibir grandes buques de carga, sino pequeños yates recreativos.

El por qué el Paso de Harley era tan atractivo, podía deberse a la escasa vigilancia en en las dársenas, ya que muchos millonarios en Gotham pagaban pequeñas fortunas para mantener el lugar tranquilo y privado.

Un arma de doble filo, incluso si nadie intentaba robar sus costosos yates de fin de semana.

Para desagrado de Stephanie, aunque no para su sorpresa, más y más chicos fueron reunidos en uno de los espacios principales del Paso, donde estaba estacionado un barco de tamaño regular, de apariencia elegante y costosa. Randall Herons charlaba animadamente con los adolescentes reclutados, la mayoría de ellos de los Narrows, pero los demás gangsters no tenían un aspecto tan amistoso. Iban de aquí para allá transportando cajas de buen tamaño al interior de algunos camiones, lanzando miradas despectivas a los niños aterrorizados.

Stephanie sabía que para muchos de ellos, dar marcha atrás y sobrevivir la noche sería casi imposible. Estaban ahí y serían la mano de obra de Herons.

La rabia seguía bullendo a través de su pecho, con la consciencia de que había pillado el resurgimiento del Paso de Harley con una basura mafiosa como Anthony Herons al mando. Y esa basura estaba usando a los niños de su barrio, quizá sabiendo que serían reemplazables ante cualquier inconveniente.

Incluso si mantenerse al margen de la operación podría ofrecerle más respuestas sobre las rutas de comercio de Herons, así como sus socios y la naturaleza de los productos que traficaba, Steph se sentía superada.

— Batgirl, cálmate. —La voz de Barbara sonó en su oído sin previo aviso. Seguramente era capaz de leer sus signos vitales a través del traje y por tanto, la alteración de su ritmo cardíaco.— Manten la mente fría. Necesito que me reportes todo lo que veas y sigas a Randall.

Stephanie tensó su mandíbula, tomando aire antes de concretar un simple "entendido".

Los adolescentes fueron lentamente divididos según las necesidades de Randall. Algunos (Los mayores y más fuertes) fueron asignados a los camiones y otros, la mayoría, fueron enviados a los almacenes del puerto. Randall tomó a tres chicos y los llevó por su cuenta, al barco que probablemente sería su centro de operaciones.

Habían dos guardias armados en la cubierta de la proa a los cuales, por mucho que quisiera, no podría derribar sin hacer un poco de ruido.

Steph se aproximó desde el embarcadero, saltando a cubierta y usando la misma camiseta de uno de los guardias para amordazarlo. Apenas comenzó a resistirse y su compañero se hizo consciente de su llegada, Steph pateó con fuerza la cara del segundo guardia. La rapidez nunca había sido su fuerte, pero logró desarmarlos antes de que alguno pudiera disparar sus armas. Fue inevitable el enfrentamiento físico; uno de ellos la tomó del cabello y le acertó un golpe terrible en la parte posterior del cuello, pero ella se sobrepuso al dolor y con un cable de su cinturón multiusos, ató a ambos del brazo y los lanzó contra la barandilla, dándoles el golpe de gracia para noquearlos.

Adolorida pero funcional, corrió a la parte trasera. Otro guardia vigilaba la popa, pero parecía ligeramente distraído mirando la profundidad de las dársenas. Stephanie aprovechó y llegó por su espalda, derribándolo, lanzando su arma al río y finalmente dejarlo inconsciente.

Nadie salió del interior del barco disparando, así que dedujo que el ruido no había sido lo suficientemente alto para llamar la atención.

El interior del barco no era muy espacioso, pero jodidamente lujoso. No había necesidad de saber de barcos para reconocer el detalle de las molduras de acero y los paneles de caoba fina.

En el pasillo, le sorprendió encontrarse a uno de los adolescentes de antes.

— ¡Bat-!

Stephanie le cubrió la boca y le lanzó una mirada de advertencia.

— Estos tipos son realmente peligrosos. —Le dijo apenas en un susurro, haciendo un gesto hacia la salida.— Vuelve a casa.

El chico asintió con una mirada aterrorizada. Ella no sabía si le temía a ella o a los hombres que lo habían convencido de ir ahí, pero supuso que el miedo sería un gran aliado en esa situación.

Apenas lo soltó, él salió corriendo hacia cubierta.

Stephanie podía escuchar el murmullo de las voces. Tras una puerta, Randall Herons charlaba con los chicos que quedaban. Hombres armados a cada lado de él, como para reforzar su imagen intimidatoria.

— Hay mucho trabajo por aquí, como les dije. —Hablaba como uno de esos vendedores de empresas piramidales, con una enorme sonrisa.— Pero ya saben, se hace más dinero cuando aportan al negocio, no sólo levantando cajas.

Cuando Steph se atrevió a asomarse un poco más, vio que junto a Randall había un maletín abierto, con paquetes de color blanco en el interior.

Cocaína.

— Algunos de sus amigos fueron muy tímidos el día de hoy. —Añadió Randall, casi con tristeza.— Pero quizá puedan convencerlos de trabajar en los Narrows, sólo… Ya saben, entregando la mercancía a quien esté interesado en ella. Supongo que hace tiempo que no tienen un proveedor decente por allá.

La expresión burlona de Randall encendió otra vez a Stephanie. Antes de que pudiera evitarlo, pateó la puerta y entró a la pequeña cabina como una furia de la naturaleza.

— ¡Batgirl! —Exclamó uno de los chicos, justo antes de que los guardias de Randall amartillaran sus armas.

— Lamento mucho interrumpir su pequeña reunión. —Ironizó Stephanie, sacando de la correa de su pierna dos batarangs.— Pero siempre soy una molestia cuando reclutan niños de mi territorio.

Antes de que los guardias pudieran disparar, Stephanie disparó los batarangs al cañón de las armas, provocando unas pequeñas explosiones. Los guardias maldijeron en voz alta y soltaron las armas.

Randall había cerrado el maletín, buscando alguna salida por la cual escabullirse.

— ¡Salgan del barco! —Steph les ordenó a los chicos. Ellos obedecieron con una mezcla de miedo y alivio y ella concentró su atención en los mafiosos.— No tienes a dónde ir, Randall.

El cara bonita parecía preocupado, pero entonces un movimiento brusco agitó el barco, y fue cuando Stephanie se dio cuenta que alguien había subido las anclas para zarpar.

La expresión de Randall cambió a una de suficiencia.

— Creo que olvidas que ésta es mi via de escape, Batgirl.

Los guardias se lanzaron contra ella, cada uno añadiendo otra futura magulladura a su cuerpo. Parecía como si Herons eligiera a sus matones en base al peso de sus puños, pues cada golpe sacudía el cuerpo de Stephanie como un saco de box.

Aún así, pudo derribarlos, igual que a los tipos de cubierta. Eso debería haber borrado la estúpida sonrisa de Randall, pero no lo hizo.

Entonces Stephanie sintió algo duro y caliente presionando contra la parte trasera de su cráneo.

— ¿Qué haces aquí, Batgirl, molestando a mi sobrino favorito?

Anthony Herons apuntaba a su cabeza con una pistola de alto calibre.

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.

.

Habían pasado varios meses desde que Jason Todd, alias Red Hood, había "hecho las paces" con su familia, lo cual era una manera muy agradable de decir que ya no intentaba matar a sus hermanos y que ya no sacaba sus armas cada vez que Batman andaba cerca. Sin embargo, las cosas seguían un poco tensas entre ellos, especialmente con Bruce, quien Jason sabía que le seguía la pista como si evaluara si seguía siendo un peligro.

Jason había pasado por mucha mierda, y no estaba listo para asegurar que no mataría a nadie de nuevo. Sobre todo porque creía, en el fondo de su corazón, que ciertas personas merecían la muerte.

Aún así, Jason había probado no ser completamente ajeno a la familia, como aquella vez que le echó la mano a Batman cuando las cosas se le estaban yendo de las manos con Bane, o ese otro día que Poison Ivy casi se había deshecho de la pequeña plaga que era Damian.

Sin ser demasiado explícitos, Barbara y Jason habían acordado mantenerse en comunicación. Ella le había dado un comunicador con la frecuencia de la familia, y él había prometido acudir siempre que fuera algo importante.

Esto era muy, muy importante.

Barbara no lo había llamado desde entonces y ahora lo hacía, después de medianoche. Él apenas gruñó una respuesta cuando creía que podría volver a casa temprano, después de una larga noche de patrullaje.

Sin embargo, supo que se trataba de algo serio cuando Oracle le pidió ir a los muelles de Gotham Height. No le sorprendió cuando su amiga le dijo que Batgirl había ido a investigar la reapertura del Paso de Harley, pero sí lo hizo apretar el acelerador de su motocicleta.

Había oído rumores sobre la reapertura del paso y había estado investigando desde hacía semanas a Anthony Herons. El bastardo se había creado un nombre desde lo más bajo de la escoria de El Pingüino, y se decía que deseaba crear una pequeña mafia al estilo italiano en la parte norte de la ciudad, reclamando el territorio que alguna vez había pertenecido a Roman Sionis.

En contra de lo que pensó en un inicio, Herons no era tan fácil de eliminar. Tenía un sistema de escape increíblemente eficiente y, por mucho que lo intentaba, no lograba pillar ni la mitad de sus cargamentos.

Confirmar que utilizaba el paso de Harley como punto de partida para sus envíos podía ser una buena noticia, pero cuando arribó al lugar, supo que había problemas.

Dos pesados camiones de carga arrancaban para huir de los muelles, y Jason estuvo a punto de perseguirlos hasta que encontró a un montón de chicos, ninguno mayor de edad, corriendo hacia él.

— ¡Red Hood! —Exclamó uno de ellos, reconociéndolo por el casco rojo.

— Vayan a casa ahora mismo. —Les advirtió Jason con furia, y la mayoría de ellos no se detuvo para que lo repitiera. Sin embargo, un chico moreno se acercó a su moto, con expresión preocupada.— ¿No me oíste, niño?

— Creo que Batgirl está en aprietos. —Le dijo el joven, señalando uno de los espacios del embarcadero.

Un yate lujoso se preparaba para zarpar, con sujetos armados organizándose sobre la proa.

Jason supo que no podía esperar ni un segundo más, y con la decisión de un hombre que había superado el miedo a la muerte, aceleró a fondo y su motocicleta atravesó el muelle y voló sobre la cubierta del barco. Alguien gritó cuando Jason saltó y rodó, la moto estrellándose contra la barandilla en un estruendo.

— ¡Es Red Hood!

Jason no estaba de humor para regodearse de su reputación, así que sólo se puso de pie y sacó sus armas de las correas alrededor de sus muslos. Con la puntería que había desarrollado en los últimos años (en parte gracias a Roy), no fue demasiado difícil neutralizar a los bandidos con heridas no letales en piernas y brazos.

Un estremecimiento de anticipación le recorrió la columna cuando escuchó otros disparos, no suyos, dentro del barco.

Jason se agachó a tiempo cuando una bala atravesó una ventana de fibra de vidrio, cubriéndose cuando los cristales volaron en todas las direcciones. La adrenalina lo disparó hacia adentro, estrellando la cara de un tipo contra un panel de madera del pasillo. Sin importarle una mierda el rastro de sangre que dejaba atrás, siguió avanzando, cuando escuchó un grito desgarrado que le heló la sangre.

La voz femenina que podía reconocer, aunque no se hubieran hablado muchas veces en el pasado.

Todas esas veces que pensó que Bruce tenía razón acerca de matar, sobre que nada justificaba el asesinato y ninguno de ellos era quién para elegir quién vivía y quien moría… Bueno, todas esas reflexiones se fueron a la mierda cuando encontró a Anthony Herons sujetando a Batgirl, Stephanie Brown, como si no fuera más que una muñeca rota.

Jason observó el cuerpo de la muchacha, inclinado hacia atrás, en una posición incómoda, mientras la mano de Herons apuñalaba su costado con un cuchillo bañado de sangre.

Herons levantó la mirada y le sonrió. Y de pronto Jason veía todo rojo.

Su arma apuntó a su cabeza antes de que siquiera pudiera pensarlo, pero Herons parecía divertido con la situación.

— Ella o yo, vigilante. —Fueron sus sedosas palabras, apretando el puñal hasta arrancarle a Stephanie un gemido lastimero.

Jason actuó por instinto. Aunque estaba furioso y sediento de sangre, bajó sus armas y corrió hacia ella, dándole el tiempo y el espacio a Herons para huir.

Stephanie gimió más alto, con el dolor pintado en su rostro. Se notaba que le costaba respirar, pero cuando Jason apartó su capa y echó un vistazo, comprobó que el cuchillo no estaba a la altura de los pulmones. Aún así, no sabía qué tan grave era la herida, si había perforado el hígado o algo más, de modo que no se arriesgaría a retirar el puñal ahí mismo.

— ¿Red… Hood? —Ella susurró, su voz temblorosa por el shock.

Él asintió una vez, levantándola en brazos.

— Tranquila, Batgirl. Te tengo.

Ella lo miró a duras penas, con la sombra del dolor en los ojos azules. Pero, como si confiara en su palabra, se dejó ir hacia la densa y reconfortante inconsciencia.