Decía Erich Fromn que el primer paso a dar para enamorarse era tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir. Para aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería.
Y sin embargo, no existe nadie que nos enseñe los pasos a seguir para adentrarnos en dicha materia, ni muchos menos cómo tener éxito en esta. Únicamente podemos contar con nuestras propias máximas de experiencias.
Una última mirada a aquellos árboles de cerezo que se encontraban en flor antes de adentrarse al que sería el lugar donde más tiempo permanecería durante los próximos tres años, lugar en el que se sentiría a la vez la persona más afortunada y las más desdichada del universo. Pero eso ella aún no lo sabía.
Preparatoria Kainan podía leerse en la fachada de aquel imponente edificio, no podía decirse que sintiera miedo, ese sentimiento había desaparecido de su sistema hacía un tiempo. Pero sí podría catalogar su estado actual en el de nerviosismo. No nervios por caer bien y conocer gente nueva, ni quiera nervios por lograr mantener sus altas calificaciones y lograr el mejor expediente, sino nervios ante lo desconocido. Hacía mucho que no se encontraba frente a una situación de tal incertidumbre.
Desde que fue aceptada su solicitud de entrar en Kainan y adquirió el estatus de becada, había decidido que su paso por allí sería discreto, se equivocaba sin duda. Pero eso ella aún no lo sabía.
