"Cada hombre es una criatura del tiempo en el que vive."

—Voltaire.

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Años antes...

Era noche fría. La nieve caía lentamente, tiñendo de blanco la tierra donde estaba sentado. Después de una tormenta que los azotó durante varios días, el frío se instaló en la ciudad.

Levi intentaba capturar los copos que el cielo le regalaba. Estaba embelesado y ansioso. El vapor de su respiración era lo que más lo entretenía mientras estaba afuera. Sonreía y se impacientaba al mismo tiempo.

"Tengo frío, pero sé que si entro..."

El niño bajó la cabeza al recordar cuán impotente se sentía. Tan pequeño, delgado y frágil. Por más que intentara cambiar la realidad, no podía hacerlo.

¿De qué manera podría demostrar su cólera ante la injusticia?

Tras el ensordecedor silencio, el sonido de la puerta de su casa invadió su sentido auditivo. Esta rechinaba tan furiosamente que lo exaltó.

Definitivamente, alguien la había azotado, denotando el enfado sobre ella.

Levi alzó la vista y se topó con un hombre que lo miraba con repulsión, con claros deseos de desquitarse con él.

Caminaba lentamente mientras subía la cremallera de su pantalón. Enarcó una ceja y escupió a escasos metros de él.

—Niño asqueroso... —murmuró.

El pequeño optó por ignorarlo una vez más. No obstante, su paciencia estaba pendiendo de un hilo.

Lo siguió con la mirada y observó que el tipo era un hombre de buena posición económica. A metros de su casa, había estacionado su lujoso automóvil último modelo. Subió en él y se alejó a gran velocidad.

La nieve le impidió ver más lejos, sembrándole una inquietante intriga.

—Levi, cariño... —su madre se encontraba en la ventana llamándolo— No te quedes ahí, ven adentro.

El pequeño volteó en su dirección y sus miradas se cruzaron. Ella parecía mucho más angustiada. Suspiró y se levantó, barriendo los rastros de nieve sobre él.

El frío y la humedad comenzaban a traspasar su desgastada ropa. Sin embargo, cada vez que ese hombre visitaba a su madre, prefería salir afuera, tomar frío y pensar cómo darle su merecido por ser tan grosero e ingrato.

Levi caminó hasta la entrada de su hogar y su madre lo recibió con un abrigo.

Luego cerró la puerta y colocó el seguro.

El pequeño miró a su madre y notó un detalle en su cuerpo que lo molestó por demasía.

—Mamá... —ella no lo veía directamente a los ojos. Ya sabía que su hijo volvería a reprocharle por los sucesos con su "acompañante" —¿Por qué permites que ese tipo siga viniendo a nuestra casa?

—Levi, tú no entiendes. Eres pequeño y hay muchos asuntos que los adultos... —Kuchel se dirigió al baño para borrar los rastros de la decepción.

—¡No soy un maldito niño! Tengo 12 años y sé perfectamente que él se aprovecha de ti, de tu bondad, de tu casa y de tu cuerpo... —Levi perseguía a su madre a donde quiera que iba, reprochándole nuevamente por la presencia del hombre.

—¡LEVI! —Kuchel volteó a verlo directamente a los ojos. Ambos se encontraban en la puerta de la habitación del pequeño. Allí, él notó unos pequeños moretones y marcas en su cuello—¡VE AL CENTRO Y CÓMPRATE LO QUE TÚ QUIERAS! —sujetó las manos del niño y le colocó varios billetes arrugados y abollados.

Levi miró fijamente cada uno de ellos y los arrojó al suelo. Su rostro se tensionó y su mirada se tornó sombría.

—¡ES DINERO SUCIO! ¿CÓMO PUEDES DAÑARTE TANTO POR ESTO? —gruñó y tironeó de su propio cabello— ¿ES QUE ACASO NO ES SUFICIENTE LO QUE TRABAJO? NO QUIERO VERTE SUFRIR POR UNAS MIGAJAS, ¿ENTIENDES?

Las lágrimas de Kuchel eran la debilidad de su hijo. Ella intentaba ocultarlas, pero que él mismo le dijera lo que pensaba era demasiado fuerte.

Su corazón y su alma se resquebrajaba lenta y tortuosamente.

—Todo lo hago por ti... —musitó y se acercó a su hijo. Los sollozos eran contagiosos entre ellos— Por favor, cariño. Ve al centro y cómprate algo que te guste—levantó algunos de los billetes y se los colocó en las manos—. Yo te esperaré aquí con la cena lista.

Levi siempre volvía vulnerable ante ella. Aunque se enfureciera por ese trabajo que dañaba su moral, su cuerpo y dignidad; su madre lo era absolutamente todo en su vida.

—Está bien, pero no iré por algo para mí—resopló y volteó a ver hacia la cocina. Recordó que su heladera estaba completamente vacía, lo cual hizo que comenzara a dudar—. Iré por algo para comer. No quiero disfrutar de esto cuando tú eres quien se expone para ganarlo— respondió con resignación.

Kuchel sujetó las mejillas de Levi y las estiró ligeramente. Secó sus lágrimas y le regaló una tierna sonrisa.

—Está bien, cariño. Acepto tu idea—el ambiente había cambiado drásticamente para ella, mas no para él.

Levi esperó a que su madre lo soltara y comenzó a caminar en dirección a la salida. Antes de irse, su madre volvió a llamarlo. Él volteó y ella dijo: —Te amo, Levi.

Él simplemente sonrió y giró su rostro para ocultar su sonrojo.

Cerró la puerta y soltó un pesado suspiro.

Exhaló cada gramo de impotencia que cargaba dentro. Su madre se esforzaba al punto de jugar con fuego, quemarse y tratar sus heridas en soledad. Levi conocía sus manías, ya que él hacía lo mismo cuando se metía en problemas.

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Recorrió las solitarias calles con prisa. El frío cada vez calaba más sus huesos. Estaba mareado y el hecho de no haberse alimentado desde hace un día estaba afectándole más de la cuenta.

Debía mantenerse firme y regresar a su hogar con algo delicioso para compartir.

Su madre merecía una vida mejor, lejos de la maldad de los suburbios y de la rudeza de la alta sociedad.

Se detuvo a descansar y regular su respiración. Estaba cada vez más desorientado.

Su cabeza estaba a punto de explotar y su vista se nublaba.

—¡Pero miren a quién nos encontramos hoy! —el tono de voz sarcástico le devolvió parte de su energía perdida —La ratita de la alcantarilla apestosa—aquel horrible apodo de los ladrones de los barrios bajos era motivo suficiente para que Levi se volviera a levantar —¿Qué pasó hoy? ¿Tu mamita te echó para follarse a otro ricachón a cambio de unas monedas? —el joven que se burlaba de la realidad de Levi era mucho más grande que él, no sólo físicamente sino de edad —Si le doy 10 billetes, ¿me la chupará rico o son sólo suposiciones?

De pronto, una fuerza descomunal invadió el cuerpo de Levi, lo cual instó a arrojarse contra el adolescente tratando de golpear su rostro. Al fallar y caer, éste junto a sus dos amigos comenzaron a reírse de él y a burlarse por su patética situación. Su cuerpo no respondía, no tenía la suficiente energía ni fuerza para luchar.

Pero tampoco se dejaría vencer fácilmente.

—¿Qué pasa? ¿No quieres que un joven apuesto como yo sea quien se acueste con tu madre? —espetó con desdén.

Levi comenzó a reír a carcajadas, desconcertando a los presentes.

—¿Qué carajo le sucede a esta ratita? —inquirió otro de los jóvenes, preguntándole a quien había molestado inicialmente al niño.

—Quién sabe. Es un pobre mediocre... —cuando los jóvenes procedieron a retirarse del lugar, la risa maquiavélica de Levi los detuvo. Voltearon en su dirección y notaron que también se había levantado del suelo— Bueno, a lo mejor quiere decir algo más, ¿verdad?

Cuando se acercó hasta Levi, él esbozó una sonrisa forzada y malévola.

Aunque su cuerpo tiritara, él no daría el brazo a torcer.

—Tienes razón, ¿sabes? —comenzó diciendo en un tono sereno— Mi madre hará favores sexuales a cambio de dinero, no lo niego—bajó un segundo la mirada y luego la llevo hasta el altanero rostro del joven—. Pero la tuya los hace gratis y a cuanto vagabundo se cruce en su camino, me consta lo zorra que resultó ser...

Levi sabía perfectamente muchos secretos de los suburbios. Era cierto que la madre de aquel joven era considerada una mujer muy "coqueta" hacia cualquier hombre, no importaba su estatus social, sino que satisficiera sus más bajos y oscuros instintos carnales.

Él la había visto tener relaciones sexuales dentro de su automóvil, corrompiendo por primera vez su inocencia visual y mental.

A partir de ese entonces, no puede olvidar esa escena.

—¡¡Rata apestosa!! —el muchacho intentó golpearlo, pero gracias a los reflejos de Levi, pudo esquivarlo.

No obstante, la cobardía y la ilegalidad callejera era moneda corriente.

Los dos muchachos que estaban allí atraparon desde atrás a Levi, impidiendo que pudiera defenderse. Sujetaron sus brazos y piernas con suma fuerza.

—¡SUELTENME, DESGRACIADOS! —los jóvenes reían descaradamente ante la impotencia del niño. El que se vio aludido a la verdad caminó hasta él y le propinó varios golpes en su abdomen.

De inmediato, aquella fuerza adquirida fue desvaneciéndose junto con su conciencia.

—¡¡VAMOS!! DI NUEVAMENTE LO QUE ACABAS DE DECIR, MALDITA BASURA—cada golpe arrancaba un poco más su fuerza. En ese momento, su cuerpo se volvió vulnerable a cualquier remate, lo cual no podía esquivar.

Los jóvenes estaban dispuestos a eliminarlo. No cabía duda que Levi era un potencial niño con fama de soberbio ante los bravucones.

—Oi, Oi... —una voz grave se presentaba en el lugar, captando la atención de los muchachos presentes —¿No creen que están pasándose con ese niño? Véanlo, está moribundo y ustedes aquí perdiendo el tiempo con ese cadáver... —espetó el sujeto, caminando hacia la escena —¿No les parece un poco problemático el hecho de que si lo asesinan, sus padres sabrán qué sucedió y los enviará a escuelas religiosas para expiar sus pecados?

Los jóvenes que estaban sujetando a Levi lo arrojaron al suelo y salieron corriendo ante la idea del sujeto.

La escuela religiosa era un cruento castigo para los niños de la alta sociedad. Una institución castradora en todos los sentidos.

El hombre, al ver que el principal agresor aún permanecía allí observando a Levi, se ubicó a su lado y añadió: —A ti no te afecta la idea, ¿Cuál es la razón?

—Ese estúpido niño se atrevió a insultar a mi madre... —masculló e intentó patearlo, aprovechando su estado inconsciente,mirándolo con desdén.

Sin embargo, el nuevo actor de la obra detuvo su pie antes que impactara contra el pequeño.

—Vete de aquí o yo mismo te enseñaré a pelear limpio, basura—amenazó y observó cómo el muchacho redoblaba la apuesta al sacar una navaja. El hombre esbozó una sonrisa malévola y enarcó una ceja. Quitó el sombrero de su cabeza y lo arrojó al suelo —Veo que quieres jugar... —suspiró e hizo sonar los dedos de su mano— ¡Pues, comencemos!

El hombre se lanzó contra el muchacho, sujetándolo de la muñeca y presionándolo, de modo que terminó soltando la navaja. El adolescente, adolorido ante la descomunal fuerza del desconocido, procedió a llorar.

De esa manera, el ganador de aquella disputa levantó la navaja y la apuntó hacia su garganta.

—Escúchame una cosa, mocoso malcriado, vuelves a tocarle un pelo a ese niño, seas tú o los idiotas de tus amigos y les juro que les tatuaré mi nombre en su piel con esta asquerosa navaja... —asustado, el joven aprovechó el instante en que fue liberado y corrió a toda velocidad, tropezando en el camino.

El hombre guardó la navaja en su bolsillo y chasqueó la lengua. Caminó hasta Levi y lo miró.

Su estado era deplorable. Realmente no sabía cómo revertir la situación por la que estaba pasando.

—Oi, despierta—Él se agachó y palmeó su mejilla mientras lo llamaba—. Mocoso, ve a tu cama a dormir.

Levi escuchó aquella conocida voz y parpadeó lentamente. Su cuerpo le dolía más de la cuenta y el mareo aún persistía.

Se esforzó para abrir sus ojos y sonrió al comprobar quién era.

—Kenny, has regresado... —musitó y trató de levantarse a pesar de sus molestias corporales— Tú...

—Levántate y vamos a casa. Kuchel se preocupará cuando te vea en ese estado—Kenny se levantó y caminó hasta donde se encontraba tirado su sombrero. Lo tomó entre sus manos, lo sacudió y se lo colocó.

—Quería comprarle algo delicioso, pero me topé con esos idiotas—finalmente, Levi se paró y resopló. Llevó una mano a su abdomen y frunció el ceño —¿Quieres acompañarme?

—He traído muchas cosas—exclamó y le señaló una valija que había dejado algunos metros atrás— ¿Puedes caminar, Levi?

—No me subestimes, Kenny. Aunque me apaleen, siempre me levantaré solo—respondió y sacudió la nieve de su cuerpo.

—Entonces regresemos... —Kenny tomó la valija y caminó con cierta prisa, adelantándose al pequeño. Luego se detuvo y volteó. Con su mirada fija en el niño, exclamó: —Y ya puedes decirme tío. Aunque parezca un lobo rabioso, no te haré daño.

El aludido rió y se acercó hasta él. Cruzó sus brazos y suspiró.

—Me cuesta decirte tío, así que seguiré llamándote Kenny—respondió.

—Como gustes, mocoso insolente.

El retorno a casa sería muy complicado. Levi aún estaba débil, pero su fuerza de voluntad era tan fuerte que no le importaba sacrificar su energía para no demostrar su debilidad.

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El clima se había complicado y la nieve comenzaba a estorbar al momento de caminar.

El viento soplaba con más fuerza de lo habitual y su respiración se tornaba pesada.

Levi llevó una mano a su frente y cubrió su campo visual para comprobar cuán cerca estaban.

Al ver las luces encendidas, la energía volvió a él. Sonrió y volteó a ver a Kenny.

—¡Hemos llegado! —sin pensarlo, Levi corrió hasta su hogar, dejando atrás a su tío.

La visita de Kenny siempre suponía una buena noticia para Kuchel. Que él estuviera junto a ella y su hijo significaba un mes de compañía dentro de esa maldita realidad.

—¡Mamá! —entró corriendo y gritó —¡No tienes idea a quién me encontré en el camino! —fue hasta la cocina y resbaló.

Golpeó su cabeza contra la pared y gruñó al recordar que su abdomen aún le molestaba.

Al levantar sus manos del suelo, notó un frío líquido que escurría de ellas. Su corazón palpitaba lentamente. Sus oídos no cumplían su función correctamente.

Sus labios temblaban ante el ambiente denso.

Su mirada estaba colmada de pavor. Su vista fue inspeccionando lentamente el lugar y la realidad era aún más cruenta de lo que esperaba.

Junto a la cocina yacía su madre, con un extraño rostro de dolor y angustia. En su cuerpo tenía clavado varios de los cuchillos con los que comían y la sangre la rodeaba por completo.

—Ma... —el temor a perderla siempre fue algo que lo invadió, pero aquello no se trataba de un sueño— ¿Por qué...?

El pánico tomó por completo su cuerpo. Las náuseas eran descontroladas y el dolor, indescriptible.

Escuchó pasos y volteó a ver en dirección a la entrada de la cocina. Allí vio a un hombre a punto de tomar su vida.

Él traía en sus manos una navaja y cuando se dispuso a lanzarse contra Levi, fue rápidamente asesinado frente a él.

La sangre del tipo empapó su rostro. Esa cocina era un río de tragedias que rodeaban a Levi.

Al caer el cuerpo del invasor, notó la presencia de Kenny. Él se mostró preocupado y acongojado ante la escena.

—Vámonos de aquí, Levi. Es peligroso... —Kenny tomó la mano de su sobrino y lo arrastró fuera de allí.

Atónito, perturbado y sin saber cómo expresar lo que sus ojos estaban viendo, él simplemente se limitó a temblar.

—Esos bastardos, me la pagarán... —murmuró Kenny y alzó a Levi, ubicándolo sobre su hombro.

Se dejó caer en la angustia. Ya nada tenía sentido sin su presencia.

Estaba arrepentido de muchas cosas.

Pero lo estaba más al no decirle cuánto la amaba y cuán agradecido estaba por darle la vida.

—Mamá, yo...—murmuró mientras sentía nuevamente el frío sobre su piel— Juro que encontraré al que te hizo eso...

Este fue el inicio de una trágica existencia. La pérdida de su madre fue el detonante para cambiar completamente su vida.

A partir de ese momento, Levi Ackerman no volvería a ser el mismo.