Bueno, me he decdido al volver al escribir… en español y sobre un juego que pocos conocen. Esto va a ir de maravilla. Tuve un ataque de inspiración y decidí seguir con mi idea para ver hasta donde llega. Por cierto, me di cuenta de que le di al personaje principal el mismo nombre que mi nombre de usuario. No me di cuenta hasta ahora, pero he hecho lo posible para hacer que no sea un self-insert. El lector siéntase libre de juzgar. Sin más que añadir: adelante.

Disclaimer: Toukiden es propiedad de sus legítimos dueños. No poseo ni reclamo ningún derecho sobre la franquicia o sus personajes.


I – Comienza Una Nueva Leyenda

Miyabi, o Gracia como decían los extranjeros. Como cualquier otra región del Otro Mundo era imposible saber la hora por la luz, en este caso siempre la misma melancólica iluminación del ocaso. Desde el peñasco podía ver en todas direcciones, apreciando las grandes cascadas que descendían de las montañas, formando lagunas escalonadas, salpicadas de plantas gigantes que crecían aquí y allá entre las rocas. Ōka aferró la empuñadura de su arma con fuerza y frunció el ceño.

La joven tenía una katana de color plateado y azul en su costado, vestía una falda corta de color purpura y una camisa color claro bajo una chaqueta dorada. Su hombro izquierdo estaba decorado con plumas y su cabello marrón estaba recogido en una pequeña trenza que caía a un lado y una cola larga que venía a sus espaldas, para que no le estorbase, sujeta por un simple adorno cubierto de flores de cerezo. Sus piernas tenían un par de botas de cuero largas que le llegaban hasta los muslos, completadas con rodilleras metálicas. Su frente tenía una simple diadema dorada, con una única joya colgando del centro, de un color rojo como sus ojos. Ōka se dio cuenta de la fuerza con la que sujetaba su katana hasta que Ibuki hablo a sus espaldas.

—Esa es una expresión demasiado triste para una chica tan hermosa—dijo él caminando hasta colocarse a su lado.

Ella reprimió un suspiro y levanto la mirada. En la distancia volaba una enorme sombra, supuso que sería un Oni, pero no podía distinguirlo. Ella conocía esta zona, o lo había hecho. Cuando era niña su hermana y ella solían jugar allí todo el tiempo. Antes de irse a la Montaña Sagrada… antes de que llegaran ellos y dejaran que el Otro Mundo se esparciera como una plaga.

—Hace solo unos meses esta zona era un bosque frondoso y verde—dijo ella finalmente, mirando hacia el paisaje otra vez—nadie lo creería viéndolo ahora.

Debajo de ellos había movimiento. Entre las hojas de las plantas caminaban varias figuras pequeñas, con una mucho más grande en el centro. Los pequeños eran Diablillos, seres del tamaño de niños y proporciones de monos, con brazos largos terminados en garras y cabezas rematadas en un único cuerno. Pero él que venía detrás era un Kazekiri, una criatura mucho más peligrosa. Este era del tamaño de una casa pequeña, con una forma que recordaba a un león, pero con la piel escamosa y dorada, su cola terminaba en una maza de hueso y su cabeza estaba adornada con cuernos afilados en vez de una melena.

—Si dejamos que los Oni hagan lo que quieran entonces el mundo estaría acabado de verdad—dijo Ibuki inclinándose para ver mejor al grupo. Tomo la lanza que tenía a su espalda con una mano y la desato, apuntándola hacia abajo—pero se supone que nosotros los Asesinos estamos para evitarlo ¿no?

—Sí… tienes razón—admitió Ōka, asintiendo. Desenvaino su espada lentamente, sujetando la vaina con la mano izquierda.

Ella fue la que dio el primer paso, pero Ibuki la siguió rápidamente. Los dos saltaron hacia el grupo de Oni, usando la gravedad para impulsarse. El Kazekiri los escucho o puede que solo tuviera un buen instinto porque alzo la vista hacia ellos. La bestia lanzo un rugido, tratando de reorientarse para enfrentarlos, pero era demasiado tarde. Ōka levanto la katana sobre su cabeza y golpeo hacia abajo justo cuando pasaba junto a la cabeza del Oni. Apeas sintió la resistencia de la carne y la piel hasta que la hoja chocó con el hueso, hundiéndose sin cortarlo. Ōka uso las piernas para absorber el impacto, sujetando su arma con firmeza, sus rodillas se doblaron, resintiendo el esfuerzo un poco, pero pudo vencer la inercia y empujar, alejándose del Kazekiri.

Ibuki cayó solo un segundo después que ella. Su lanza fue la que dio el golpe de gracia, penetrando la cabeza del Oni mientras este aún rugía de dolor. Pero la amenaza ahora eran los Diablillos que, recuperándose de la impresión, intentaron atacarlos. Ōka hizo un giro hacia ellos, cortando a los primeros que tuvieron el valor para atacar primero. Sus cuerpos no ofrecieron resistencia y los pudo cortar limpiamente por la mitad, haciéndoles caer en una explosión de sangre purpura. Detrás de ella pudo escuchar los gritos agónicos de los otros Diablillos cuando Ibuki acabo con ellos, luego de sacar su lanza del cadáver del Kazekiri. Todo el ataque no les había llevado más que unos pocos segundos.

—Tengo que volver a la aldea—dijo Ōka limpiando la katana de sangre y envainándola nuevamente—tú puedes terminar aquí.

—Ah sí, escuche que hoy tenía que llegar otro recluta—dijo Ibuki encogiéndose de hombros—esperemos que este si valga la pena conservarlo.


El mundo era un vacío oscuro donde no existía nada excepto ellos. Figuras que se movían en las sombras, iluminando la inmensidad solo cuando hablaban, como si sus voces llenaran todo el lugar. Sus ropas y apariencias eran diferentes, pero resultaban vagamente familiares, como si él los conociera de algo. Aunque no podía identificarlos en la maraña del sueño.

¿Este es el elegido?

Sí, este es el correcto.

¿Duerme?

Así parece.

Estaban hablando de él ¿no sabían que los estaba escuchando? Parecía ser como si no les importara, aunque no sentía indiferencia de su parte, era más como un anhelo. Las figuras eran poderosas, pero ellas querían algo de él. No podía ni siquiera empezar a imaginar que era, y no podía preguntar, solo escuchar.

Quizás sea el momento de soñar. Pero necesitamos estar seguros.

Sí, eso creo.

Entonces hagámoslo, un sueño de una batalla del pasado.

Un sueño de una catástrofe del futuro.

Eso lo hizo alarmarse un poco, pero las voces se arremolinaron alrededor de él, hablando con una única voz que resonó en aquel vacío.

¿Pondrías ser tú quien cargue con nuestras esperanzas?


Él abrió los ojos de golpe y su mirada se encontró con la de unos ojos grandes y cafés, en un fondo amarillo. La impresión le hizo ponerse de pie de un salto y el dueño de esos ojos soltó un chillido de sorpresa, cayendo hacia un costado mientras el hombre se alejaba dando un par de pasos hacia atrás, luchando por no soltar un grito. Rápidamente miro a su alrededor, pero el día parecía casi inocentemente tranquilo, los rayos del sol caían sobre el camino a través de las hojas del bosque y una brisa suave mecía las ramas, no había señal de vida aparte de él y el ser que lo despertara.

—No deberías asustar a los viajeros así—masculló él frotándose los ojos y dejándose caer junto a sus escasas pertenencias. Ahora recordaba haber tomado una pausa para comer, deteniéndose entre las raíces de un árbol junto al camino, pero no supo cuándo se había quedado dormido. Era arriesgado hacer algo así, más en solitario. Y ese sueño… sacudió la cabeza, apenas podía recordar nada excepto una vaga sensación de miedo. Suspiro y giro la cabeza para observar a su inesperado despertador—quizá fuera una suerte que me encontraras… ¿no sabrías decirme donde estoy por casualidad?

No obtuvo más respuesta que una inclinación de cabeza, pero tampoco esperaba mucho. El ser con el que hablaba era un Tenko, un pequeño animalito parecido a un zorro, pero con dos colas en vez de una. Este ejemplar en cuestión tenía el pelaje blanco, excepto por la punta de sus colas, orejas y patas, que tenían un color rojo intenso. Además, tenía una mancha en la cabeza en forma de triángulo de color azul, dándole una apariencia muy peculiar. Los Tenko era muy comunes en Midland, pero usualmente vivían cerca de bases o villas, rara vez se los encontraba vagabundeando por los caminos.

Decidió tomarlo como una buena señal y se giró para buscar la carta en su bolsa. La había leído lo suficiente para memorizarla, pero quería chequear las indicaciones nuevamente. El Tenko bien podría venir del lugar al que él se dirigía. La encontró sin problemas y la saco, leyéndola nuevamente.

De: Cuartel General de los Asesinos, Montaña Sagrada

Para: John Sansker

Directiva de la Montaña Sagrada

John Sansker, por la presente se le informa que a partir de ahora queda asignado a la Aldea de Utakata. Deberá reportarse a sus superiores con la mayor brevedad posible y asumir su lugar en las fuerzas de defensa de la región.

Utakata es un lugar clave en las líneas frontales de nuestra guerra contra los Oni en Midland. Esperamos que cumpla su deber con la mayor dedicación hacia nuestra causa.

Que la luz de los héroes ilumine siempre su camino.

Lo hacía sonar tan fácil y sencillo. Sansker hizo una mueca. Pronto serían dos años desde que llegara a Midland. Solo uno desde que se alistara con los Asesinos en la Montaña Sagrada. Y apenas una semana desde que empezara su viaje. Lamentablemente había tenido que dejar el caballo en la última aldea, ya que solo era un préstamo. Lo único que tenía era la ropa que llevaba puesta, su bolsa con algunas escasas pertenencias y las armas que le dieran después de su instrucción. El Tenko pareció encontrar esa ultimas interesantes porque comenzó a mordisquear la vaina de su espada como si quisiera comérsela.

—Oye, deja eso—dijo Sansker estirando la mano para recuperar el arma y ponérsela al hombro nuevamente, junto con el escudo. El peso de ambos le hizo sentir seguro pero el Tenko se lo quedo mirando—si tienes hambre lo siento, me acabe las provisiones.

Y no tenía tiempo para jugar. Mirando el cielo era medio día, tenía que llegar a Utakata antes de que callera la noche. Tomo su bolsa del suelo, pero el Tenko seguía mirándolo, sentándose sobre sus patas traseras como si esperara algo. Casi parecía estarle sonriendo. Sansker suspiro, derrotado y abrió su bolsa, sacando la cantimplora y un pequeño tazón de madera

—Bueno, toma un poco de agua, total no creo que me haga falta—dijo vertiendo lo que quedaba de agua en el tazón. En realidad, tenía razón, si la noche lo sorprendía en el camino, un trago de agua no haría mucha diferencia. Aun así, el Tenko lo aprecio y comenzó a tomar con entusiasmo. Sansker le dedico una media sonrisa y se puso de pie, alejándose con paso tranquilo.

El camino de tierra que seguía era muy diferente a los caminos pavimentados de su tierra natal. También era más estrecho, pensado para el tránsito de personas y carretas. Lo que no hubiera dado por un tren o un bote a vapor. La vida en Midland no era mala, los locales eran bastante cordiales y si tenías la disposición de hacer tu parte las cosas eran llevaderas. Pero no era un hogar. Sansker siempre sería un extranjero a los ojos de todos. Sus ropas, su acento y sus expresiones eran las de alguien ajeno y aunque cordiales, los locales no te dejaban olvidarlo. La Montaña Sagrada, Utakata… no creía que fuera diferente.

Sansker casi deseo haberse rehusado cuando le dieron esa carta. Pero la verdad era que no tenía a donde ir. Y tenía una cierta sensación de obligación después de que ellos lo ayudaran. Los días después de llegar fueron terribles. Supuso que si tenía que estar aquí bien podría hacer algo útil. Se rio en voz baja, dudaba que los Asesinos fueran a poner eso en un cartel de reclutamiento. Aunque claro, ellos no usaban esas cosas. Sansker sacudió la cabeza, intentando despejarse de pensamientos tan grises. Pronto el camino comenzó a ensancharse y pudo ver que la ruta parecía mucho más transitada, con huellas y rastros de personas y animales. Ya estaba cerca.


La Aldea de Utakata estaba localizada en un pequeño valle, rodeado de un bosque verde. El lugar de la aldea en si estaba protegido por el valle, en la cima del cual se alzaban las Piedras Espirituales, grandes rocas con diversos símbolos tallados en su superficie que rebozaban de poder. Además de estar marcadas por shimenawa, las cuerdas de paja de arroz que se utilizaban para marcar lo sagrado en Midland. El resto de la aldea se extendía dentro del valle, a cuyo centro crecía un gran árbol sagrado, donde se congregaban los edificios principales: el salón de los Asesinos, la forja, el mercado y el templo. Las casas estaban dispuestas alrededor y el resto del espacio lo ocupaban las plantaciones de arroz y otros productos que alimentaban a los pobladores.

La aldea tenía una vida relativamente tranquila, aunque recientemente había recibido refugiados de la Aldea de Akatsuki, pero la mayoría se integraron rápidamente. Aun así se notaban cierta tensión en el aire. Ōka podía sentirlo incluso en el jefe Yamato. Normalmente el líder de la aldea caminaba con un paso seguro y relajado, incluso dedicaba tiempo para atender los asuntos de la aldea, pero ahora pasaba casi todo su tiempo en la central de los Asesinos, dirigiendo a los exploradores, recibiendo reportes y despachándolos en misiones. Los Oni y sus acciones consumían todo su tiempo.

Yamato era el jefe de la aldea de Utakata. Tenía 50 años y había luchado durante del Despertar, 8 años antes, donde perdiera su ojo izquierdo, que cubría con un parche negro con el símbolo de los Asesinos, el Ojo de la Verdad, en dorado directamente en el centro. Vestía un kosode y hakama negros con adornos rojos en los extremos, encima del kosode tenía una chaqueta de mangas cortas y unos brazales de armadura que eran, junto a su katana, los únicos aspectos de su vida militar de los que no se desprendía. La espada en cuestión era una hoja de extrema calidad, enfundada en una vaina roja.

Yamato estaba junto a Ōka, ambos esperando en la recepción del centro de Asesinos, que quedaba en la entrada propiamente dicha de la aldea. Esta se comunicaba con el exterior del valle a través de un puente de cuerdas que ingresaba en una pequeña caverna que llegaba al exterior. Era una defensa, pero insuficiente si los Oni alguna vez llegaban a superar a los Asesinos, Ōka sabía que apenas compraría segundos, si acaso. Pero lo que esperaban hoy eran los refuerzos de la Montaña Sagrada. Solo un recluta, pero sin duda traería un mensaje de los superiores y, con suerte, alguna idea de cuando llegarían los refuerzos.

—Aquí viene—dijo Yamato.

Ōka asintió y miro hacia la entrada. Los vigías lo habían visto llegar desde la distancia, pero como lo esperaban se limitaron a dejarlo pasar luego de dar el mensaje. El hombre que entro por el puente no era exactamente lo que ella esperaba de un 'recluta'. Era mayor que ella, aunque no tanto como Yamato, tenía el cabello negro corto y unos grises, apagados. Vestía de negro, sin ninguna clase de adorno, y sus ropas eran extrañas, pesadas. Llevaba un largo abrigo de cuero que le llegaba hasta los tobillos, y su calzado eran unas botas de aspecto pesado con hebillas metálicas. A pesar de ser verano tenía guantes puestos y en su espalda cargaba una espada de estilo occidental con escudo, un arma rara entre los Asesinos en Midland.

—Ahí estas… te he estado esperando—dijo Yamato adelantándose para saludar al recién llegado—debes ser nuestro nuevo recluta. Yo soy Yamato, el jefe de esta aldea y líder de los Asesinos, como tal te doy la bienvenida. Ella es Ōka, será quien te muestre la aldea y te pondrá al tanto de todo.

—Un placer conocerlos—dijo el hombre asintiendo con la cabeza, aunque sus ojos no demostraron mayor interés—mi nombre es John Sansker.

—Parece que sabes manejarte en batalla, eso es bueno—dijo Ōka devolviéndole el gesto.

—Hemos preparado un alojamiento para ti—dijo Yamato—ve y asiéntate primero, ya hablaremos sobre tus deberes más adelante. Ōka, muéstrale el camino.

—Sí señor—dijo ella inclinándose y haciéndole un gesto al recluta—sígueme.

El tal Sansker lo hizo y juntos salieron del centro de recepción. El edificio era el más grande de la aldea, y estaba decorado con la cabeza de un Oni tallada en madera. La salida llevaba a unos escalones de piedra que conducían al siguiente 'nivel' donde estaba la calle principal de la villa y los otros edificios importantes. Ōka decidió que sería mejor empezar por allí ahora que tenían el dominio de la zona desde su posición.

—Bienvenido a la Aldea de Utakata. En esta zona encontraras el templo, la forja, el salón de recepción y los baños termales—dijo—el templo es atendido por Shikimi, nuestra sacerdotisa local. La forja la maneja Tatara, nuestro herrero, si necesitas mantenimiento de equipo o cualquier cosa con metal, él puede encargarse. Los baños están abiertos al público, pero hay horarios diferentes para hombres y mujeres.

—Entiendo…—dijo Sansker mirando alrededor—parece un lugar bastante… apacible.

—Lo es, y usualmente se mantiene así—respondió Ōka—pero ahora servimos con la vanguardia en la guerra contra los Oni. Una vez que te acomodes quizás sería bueno que recorrieras un poco, pero vamos, te mostrare tu nuevo hogar.

Ōka noto una breve expresión pasar por el rostro de Sansker al mencionar la palabra 'hogar' pero decidió no preguntar. Todos tenían sus secretos y su pasado, no era correcto ponerse a husmear sin cuidado. Los dos descendieron los escalones y comenzaron a caminar entre la gente. Algunos aldeanos les dedicaron una mirada curiosa por la novedad, pero nadie los intercepto. Sansker miraba a todas partes, con una curiosidad bastante fuera de lugar en un hombre de aspecto tan serio.

—No soy nativo de Midland o Japón—dijo al notar la mirada de Ōka—originalmente vengo del Oeste. Solo llegue hace relativamente poco. Esto es algo nuevo para mí.

— ¿Del Oeste? Escuche que las cosas fueron bastante mal por allí. Me alegra que pudieras salir con vida—dijo Ōka, asintiendo. Eso explicaba algunas cosas. Sansker era un refugiado, no algo infrecuente en esos días, pero sin duda te marcaba. Ella suavizo su expresión—No te preocupes, te acostumbraras en seguida.

—Supongo que sí…—dijo él sin mucha energía.

—En fin…—dijo Ōka aclarándose la garganta y deteniéndose junto a una de las cabañas—esta es tu casa. Cuando escuchamos que vendrías la acondicionamos y reparamos lo mejor que pudimos… costó mucho trabajo ¿sabías? —él se puso tenso, pero Ōka sonrió y sacudió la cabeza antes de que dijera nada, riéndose suavemente—fue solo una broma. Deberías aprender a relajarte ¿entramos?

Ella abrió la puerta, deslizándola a un lado, y Sansker entro detrás de ella. La casa no era demasiado grande, tenía dos entradas con la segunda dando al patio, y dos ventanas que consistían en tablas que se mantenían abiertas con un palo. El centro tenía un pequeño hogar para encender fuego, una mesa para documentos al costado y un armario en la pared del fondo, hecho con muchas gavetas y cajas como si lo hubieran ido ampliando según surgiera la necesidad. El 'dormitorio' propiamente dicho estaba en el costado opuesto a la mesa, metido en un anexo pequeño donde apenas cabía la cama y algunos artículos de primera necesidad.

—Esta casa ha estado abandonada por un buen tiempo. Puedes considerarla como tuya—dijo Ōka deteniéndose en el recibidor invitando a Sansker a pasar adelante—Deberías tener lo básico, pero puedes chequear para estar seguro.


John asintió y entro en la casa. La estructura era vieja pero sólida, hecha con madera resistente. Dejo su bolsa a un costado de la cama y paseo los ojos por el resto de la única habitación que tenía. No era lujosa, pero tener un espacio propio era mejor que las barracas en la Montaña Sagrada. El hogar en el centro tenía unas pequeñas piedras de carbón y varios tapetes para sentarse a su alrededor. Supuso que sería un poco frio durante el invierno.

—Nuestras líneas de suministro han tenido problemas, así que no siempre podemos recibir todo lo que necesitamos, pero tendrás que acomodarte como todos los demás—continuo Ōka. La joven parecía amable y no había hecho muchas preguntas así que Sansker considero que lo mínimo que podía hacer era prestarle atención— ¿Estas listo para seguir con el tour? Deberíamos ir a…

El sonido de una campana metálica la interrumpió y Sansker vio como su expresión cambiaba, poniéndose bastante seria de pronto. No era de esperarse, era el mismo sonido que usaban en la Montaña Sagrada para indicar peligro. Y en esos días eso solo significaba una cosa: Oni.

— ¡Un ataque! Lo siento, tendremos que hacer esto después—dijo Ōka poniendo una mano en la empuñadura de su espada—Sígueme, parece que tendrás que luchar por la aldea antes de poder conocerla a fondo.

Ōka no espero una respuesta suya y se dio la vuelta para regresar a la recepción. Sansker solo tardo un segundo en seguirla, pero la joven logro sacarle ventaja, corriendo a toda velocidad. En la aldea la gente, que también había oído la alarma, se movía rápidamente para regresar a sus hogares, pero tenían la presencia de mente para dejar el centro del camino despejado así que Ōka y él pudieron regresar hasta el centro de los Asesinos sin problemas. Claramente estaban acostumbrados a tales situaciones. Yamato los estaba esperando, como si no se hubiera movido, con los brazos cruzados.

—Lo siento jefe, llegamos tarde—dijo Ōka deteniéndose frente a Yamato— ¿Qué es lo que sucede?

—Un grupo de Oni pequeños viene directo hacia la aldea. Tenemos que interceptarlos—dijo Yamato con seriedad, volviéndose hacia él—Sansker, sé que acabas de llegar, pero tendrás que ir también. Ve con Ōka y destruye o aleja a los Oni de Utakata.

—Entiendo—respondió Sansker simplemente. Yamato se lo quedo mirando, como si estuviera midiéndolo, pero su expresión era indescifrable ¿dudaba que fuera capaz? ¿O es que no confiaba en él? Le sostuvo la mirada por lo que pareció una eternidad hasta que el jefe le dedico una sonrisa ligera y sacudió la cabeza.

—Tienes una buena mirada, pero necesito que me pruebes que eres digno de llamarte Asesino—dijo Yamato—para proteger al mundo tenemos que ser los demonios que matan demonios ¡Vayan, y regresen con vida!

Ese era el llamado de los Asesinos, recordó Sansker. Desde el Despertar hacía 8 años, no dejaban de luchar contra los Oni de manera constante. Cada paso que cedían era terreno que los demonios devoraban, sumiéndolo en el Otro Mundo. Cada vida perdida ante ellos era un alma más que atrapaban para alimentar su poder. Y solo los Asesinos podían detenerlos. Al menos en eso Sansker no tenía problemas con ellos. Tanto él como Ōka saludaron, chocando su puño derecho con la palma izquierda e inclinándose ligeramente hacia adelante. Acto seguido ambos salieron hacia el puente. Sansker dejo que la joven tomara la delantera, ya que no conocía el camino.

—Lamento que esto pase tan rápido—dijo Ōka mientras corrían—normalmente dejamos que los nuevos se acostumbren antes de salir, pero últimamente no tenemos descanso.

— ¿Han ocurrido más ataques de lo normal?—preguntó Sansker.

—Así es, varias aldeas han caído así que ahora nos toca a nosotros defender el frente—respondió Ōka. Su voz se volvió más dura, con un tono tan firme como el acero—pero no vamos a rendirnos. Utakata no caerá mientras estemos allí para defenderla.

Sansker resistió el impulso de comentar que los Asesinos de las otras aldeas probablemente habían dicho lo mismo. Ōka luchaba por su hogar y su gente, dándole una determinación de la cual él carecía. No sería justo mofarse, aunque en el fondo no pensaba que fuera a cambiar mucho. Lo más probable es que los Oni sobrepasaran Utakata tarde o temprano, y nada de lo que él hiciera o dijera cambiaría ese destino.

Tan pronto como salieron de la cueva Ōka salto para pasar por encima de los árboles y poder seguir el camino sin tener que tomar las curvas. Sansker la siguió, con un poco menos de gracia, pero siendo capaz de mantener el ritmo. Un Asesino estaba en sintonía con el reino espiritual, alma y cuerpo cooperaban para llevarlos al límite, permitiéndoles obtener capacidades sobrehumanas. Los mejores unían su alma a la de los héroes del pasado, espíritus poderosos llamados Mitama. Solo los Asesinos o las mikos podían verlos, y poder detectar tales cosas era un requisito para el entrenamiento. Le llamaban el Ojo de la Verdad, la capacidad de ver el mundo espiritual. Ōka claramente hacia comunión con una Mitama, pero estaba probándolo, seguramente quería ver que tanto podía hacer.

—Estamos cerca… cuando entremos al Otro Mundo vigila el nivel de miasma, no te presiones más allá de tus limites, retrocede si piensas que es necesario—le advirtió Ōka sin volver la mirada—Lo más importante es seguir con vida para luchar otro día.

Sansker asintió, recordando el entrenamiento básico en la Montaña Sagrada. El Otro Mundo apareció frente a ellos casi sin aviso, excepto por el olor dulzón de carne podrida que marcaba el miasma de los Oni. El bosque desapareció y Sansker se vio corriendo por un pequeño riachuelo a la luz del atardecer, con plantas gigantes y construcciones antiguas salpicando la zona donde antes solo veía árboles. El área estaba saturada de miasma, tanto que el tiempo y el espacio habían quedado distorsionados. Ahora era el Otro Mundo, la Era de Gracia, por siempre bajo la luz dorada del crepúsculo. Y donde había miasma habían…

— ¡Oni!—exclamo Sansker al verlos, pero Ōka fue mucho más rápida y su arma ya estaba dejando la vaina mientras él apenas tomaba la empuñadura de su espada.

Los dos doblaron una curva, pasando bajo un arco de roca, siguiendo el flujo del riachuelo y se encontraron de lleno con el grupo en cuestión. Al menos tres docenas de Diablillos. Estos seres tenían el tamaño de un niño, pero con las proporciones de un mono, brazos largos terminados en garras y una piel escamosa de color purpura oscuro. Sus ojos eran de un amarillo brillante y sus bocas estaban llenas de colmillos, un único cuerno remataba sus cabezas.

Ōka abrió el combate, decapitando a tres Diablillos solo al desenvainar el arma. Su katana era una hoja magnifica, hecha a la medida, y ella la movía con una habilidad que igualaba su elegancia. Ōka atravesó directo hacia el centro del grupo, cortando otros 3 Oni antes de los otros intentaran atacarla. Sansker, que venía unos pasos detrás tomo ventaja y descargo un golpe contra el primer Diablillo, que había girado la cabeza para seguir el movimiento de Ōka. Su espada era una simple hoja de acero templada con sangre de Oni, fuerte y resistente, pero carente de los adornos o detalles de la katana que blandía su compañera, pero aun así Sansker sintió la cabeza del Oni partirse en dos bajo la fuerza del golpe. Recordando el entrenamiento puso su escudo hacia adelante, y atajó a otro Diablillo que intento saltarle encima.

Movimiento, esa era la estrategia al enfrentarse a Oni pequeños. Ellos tenían los números y aunque débiles, podían abrumar a los Asesinos. El secreto era moverse, controlar el espacio y mantenerlos a raya. La espada para cortar, el escudo para golpear y bloquear. La idea era hacer un movimiento fluido y constante, pero Sansker tuvo que improvisar cuando otros tres Diablillos intentaron saltarle encima. arremetió con el escudo, haciendo un arco con la espada que golpeo a otro Oni y lo arrojo hacia atrás derramando sangre purpura, pero cuando quiso continuar con otro paso los Diablillos tiraron sus manos hacia él y trataron de sujetar su escudo para arrancárselo de las manos. Ōka apareció por detrás de ellos y los ataco, su katana atravesó a los dos que intentaban desarmarlo y él pudo recuperar el uso del escudo.

No tuvo tiempo de decir nada, los otros Diablillos se habían dispersado a su alrededor y comenzaban trataban de buscar una apertura en las defensas. Sansker golpeo a uno de los demonios con el borde de su escudo cuando intento morderlo por la espalda. El escudo era de madera, reforzado con un marco de hierro temperado en la misma sangre Oni. Solo armas imbuidas con el poder de esas criaturas podían dañarlas. "Es como aquel entonces, pero ahora si puedo luchar" pensó Sansker colocándose en guardia. Ōka se puso a su espalda. Todo Asesino estaba entrenado para luchar en grupo o en solitario, pero era más útil tener compañía.

—Nada mal para un recluta—dijo Ōka con cierto orgullo en la voz—no es la primera vez que peleas con Oni, ¿verdad?

—No, ya lo había hecho antes—admitió Sansker—Pero la última vez no fue muy bien

—Sobreviviste, eso es suficiente en este mundo—replicó Ōka—vive y lucha otro día, eso es lo único que podemos hacer.

Sobrevivir, eso era lo único que sabía hacer. Sansker corto a otro Diablillo que intento cerrar distancias. Su estilo era más pesado y defensivo, así que reaccionaba a los ataques. Entre él y Ōka ya habían disminuido el grupo a solo un puñado de sobrevinientes que mantenían las distancias. Normalmente Oni de ese tamaño huían al ver que la batalla se tornaba en su contra, pero estos seguían allí ¿por qué? Ōka corto a otros dos y ahora solo quedaban tres. Sansker se hizo a un lado para cortarles la retirada, atrapándolos entre los dos, pero en ese momento escucho una voz que le hizo detenerse.

¡Cuidado!

Sansker parpadeo y miro a su alrededor, intentando descifrar de dónde venía. Ōka, que aparentemente no escucho nada, avanzo hacia los Diablillos, la hoja de su katana hizo un arco, y justo en ese momento fue que él pudo verlo. Debajo de Ōka, la tierra comenzó a partirse, pero no por el peso de sus pasos. Sansker se concentró para usar el Ojo de la Verdad y ver en el reino espiritual. Apenas tuvo tiempo de advertirle.

— ¡Por debajo!—gritó.

Ōka corto a los Diablillos que quedaban, pero su grito debió llegarle porque intento saltar lejos de allí. La tierra cedió por completo debajo de ella y una sombra negra enorme surgió del agujero, esparciendo polvo y piedras por todas partes. El cuerpo de Ōka pareció brillar con una energía rojiza cuando ella activo el poder de su Mitama. El Oni que surgió de la tierra atacó con unas pinzas largas, como las de una mantis, y se escuchó un fuerte sonido metálico cuando la joven Asesina bloqueo el golpe, pero el impacto la arrojo hacia atrás, obligándola a girar en el aire para intentar controlar su aterrizaje. Sansker levando su escudo colocando la espada sobre el borde, asumiendo la posición de guardia.

Era un Mifuchi, un Oni enorme con un cuerpo de araña y la cabeza de un león, sobre sus 'hombros' le crecían dos largas patas con garras largas y afiladas en forma de hoz. A diferencia de los Diablillos este era un ser mucho más inteligente y peligroso, sí recordaba bien el entrenamiento era mejor enfrentarlo con un grupo de al menos 4 Asesinos experimentados. Pero dudaba que el Mifuchi fuera a ser tan amable como dejarlos irse para buscar refuerzos. Ōka logro recuperarse y blandir su arma, pero no podía reunirse con él, ya que el Oni estaba entre ellos moviéndose sobre sus 8 patas mientras decidía a cuál atacar primero.

El Mifuchi finalmente tomo una decisión y se lanzó contra Ōka. Sansker apenas pudo seguir el movimiento del Oni a pesar de que tenía el tamaño de un peñasco. El cuerpo de Ōka aún resplandecía con esa energía rojiza y ella pudo esquivarlo fácilmente saltando sobre el cuerpo del Oni y desviando sus garras con dos movimientos de espada, rematando un corte sobre el abdomen abultado de Mifuchi que rugió de dolor y se alejó para dar la vuelta. Ōka aterrizo a su lado.

— ¡¿Cómo es que nos tendieron una emboscada?! No te le acerques, es demasiado para un novato—dijo Ōka colocándose a su lado y mirándolo por un instante—Voy a intentar detenerlo, tú regresa a la aldea y pide ayuda.

Sansker no pudo responder porque un chorro de líquido blanco y pegajoso paso junto a él, haciéndole dar un paso hacia atrás. Ōka no tuvo tanta suerte y la masa viscosa le cayó como una red, atrapándole los brazos y piernas. Ella comenzó a intentar liberarse, pero no podía blandir su espada y allí donde agarraba esa masa se quedaba pegada, lo que era peor el líquido le cubría las botas y ahora estaba anclada al suelo.

— ¡¿Qué diablos?!—exclamo Sansker intentando ayudar. Pero Ōka se movía demasiado como para que pudiera cortar esa sustancia con la espada y tratar de agarrarla solo haría que se quedaran pegados ambos.

—Tela de araña… ¡Esto era lo único que faltaba!—masculló Ōka mirando la tela con asco. Un ruido los hizo volver a mirar. El Mifuchi aún seguía por allí y parecía dispuesto a aprovecharse que una de sus presas no podía moverse. La araña gigante comenzó a acercarse, sus garras en forma de hoz chasqueando amenazadoramente— ¡Maldita sea! Tienes que huir ¡Vete!

El Mifuchi lanzo un rugido y ataco, lanzando sus garras hacia adelante para empalarlos a ambos, mientras Ōka aún le gritaba que se fuera.

Sansker sintió como si estuviera repitiendo una escena de una vida pasada. Hacia 8 años, durante el Despertar… Sansker estaba en la misma situación. Un Oni que venía a la carga, un compañero de armas que le gritaba que huyera. Aquel día lo hizo, no tuvo opción. El ser que los atacaba era invencible. Balas, bombas y cañones solo rebotaban contra la armadura negra y dorada. Sansker había visto la muerte en aquella criatura y corrido por su vida. Nadie más pudo salvarse. Solo él, quien luego vagabundeo hasta que llego a Midland. Sobrevivir, eso era lo único que había hecho ese día. Lo único que venía haciendo desde hacía 8 años. Podía correr y continuar otro día, pero ¿para qué? Ahora que podía luchar contra los Oni, no pensaba darles la espalda.

Todo el entrenamiento en la Montaña Sagrada siempre le advirtió que no podía competir con un Oni en fuerza bruta. Sus armas eran la velocidad, la agilidad y sus compañeros. Pero los instructores no podían predecirlo todo. Sansker apretó las manos para sujetar adecuadamente sus armas y avanzo para contra el Mifuchi de lleno. Coloco su escudo sobre la cabeza y se agacho, pasando justo por debajo de las garras y estrellándose justo contra el rostro de la criatura. Su espada se hundió a un lado, arrancando uno de los colmillos del costado del arácnido y el escudo se enterró contra el otro colmillo, evitando que lo empalara. Aun así el impulso del Oni lo hizo retroceder, sangre negra borboteando de la herida del Mifuchi mientras este rugía frente a Sansker intentando morderlo o arrollarlo. Él sintió como sus pies se deslizaban hasta que logro encontrar el agarre para detenerlos a ambos en seco, su rosto a solo unos centímetros de las mandíbulas que trataban de despedazarlo.

— ¡¿Huir?! Comparado con hace 8 años esto apenas es el calentamiento—gruño Sansker empujando con todas sus fuerzas, hundiendo su espada hasta la empuñadura en la carne del Mifuchi—Comparado con él… ¡Tu ni siquiera me das para el arranque!

A pesar de sus palabras podía sentir como el Oni estaba ganando terreno, sus brazos ardían por el esfuerzo de no soltar sus armas y mantener al demonio a raya. Pero era demasiado tarde para intentar hacer algo, en el momento que tirara de su espada o escudo, el Mifuchi lo cortaría en pedazos.

— ¡Aguanta, lo tengo!—exclamo Ōka detrás de él. Sansker sintió como la Asesina se movía sobre él y descargaba un golpe directo al rostro del Oni.

El demonio soltó un rugido de rabia, vomitando sangre purpura sobre Sansker que se mantuvo firme hasta que la araña se quedó rígida y su cuerpo cayó sobre su abdomen, dando un fuerte golpe como si fuera un peso muerto. Él se hizo para atrás, liberando su arma y respirando agitadamente. No se había dado cuenta de lo mucho que se esforzó hasta que dejo de estar tenso.

—Eso fue muy valiente, y muy arriesgado—dijo Ōka lanzando un suspiro y envainando su arma. Salto desde la espalda del Oni. No parecía enojada, solo preocupada—te agradezco la ayuda, pero no tendrías que haber hecho eso. Hubiera podido liberarme antes de que nos alcanzara. Te pusiste en riesgo innecesariamente.

—No tuve tiempo para pensarlo—dijo Sansker mirando su espada, ahora empapada de sangre—no me gusta retirarme… lo hice una vez, y fue suficiente.

—Eso que dijiste sobre…—empezó Ōka, pero una luz azul la interrumpió.

Del cuerpo del Oni surgió una esfera de color azul intenso, del tamaño de un balón. Sansker parpadeo, ya que pudo jurar que veía una figura fantasmal formándose alrededor de la esfera. Era un hombre joven, con unas ropas y armadura antiguas de color rojo y dorado, en su costado sostenía una katana y en su cabeza un casco de forma cónica.

Finalmente alguien me ha sacado de esa horrible prisión de oscuridad eterna—dijo el hombre estirándose y sonriendo abiertamente. Su voz sonaba igual que la que le avisara del ataque sorpresa—sabía que eras el correcto. Mi nombre es Minamoto no Yorimitsu, en agradecimiento por tu ayuda permíteme que viaje contigo. Eres bueno, pero necesitaras ayuda para llegar a donde tienes que ir.

La figura del hombre regreso a la esfera que se movió por el aire hasta plantarse en el pecho de Sansker. Hundiéndose dentro de él y haciéndole sentir como la presencia del hombre se unía a la suya, ayudando a su cuerpo a recuperarse de la fatiga y las pequeñas heridas que tenía.

—Una Mitama en tu primera misión…—dijo Ōka cruzando los brazos—Nunca había oído hablar de algo así ¿sabes lo que esto significa?

— ¿Suerte de principiante?—preguntó Sansker sacudiendo la cabeza.

—Significa que eres un verdadero Asesino. Solo alguien con el don puede hacer comunión con las Mitama. Ellos son los espíritus de los héroes del pasado, su ayuda es la que nos da el poder para luchar contra los Oni—replicó Ōka—Es tu primera misión, pero luchaste contra un Oni gigante y formaste un vínculo con una Mitama. Tienes un talento extraordinario. Debes estar orgulloso.

Sansker guardo silencio y limpio la hoja de su espada, quitándole la espesa sangre purpura del Oni ¿Orgulloso? No se sentía así, solo había tenido el impulso de atacar. Por todo lo que sabía podría haber sido asesinado en dos segundos ¿acaso buscaba morir? Sansker toco su pecho, sintiendo la presencia de la Mitama en su interior. No, no había sido un pensamiento suicida, solo sintió que tenía que hacer algo y lo hizo. Puso la espada de regreso en la empuñadura y la coloco a su espalda con el escudo. Quizás su tiempo en Ukataka fuera a ser más interesante de lo que había esperado.


Para cuando regresaron a la aldea estaba anocheciendo. Yamato seguía en el puesto de mando como si estuviera anclado en la sala, Ōka sonrió ligeramente y le asintió, mientras que Sansker solo saludo con una inclinación de la cabeza.

—Bienvenidos—dijo Yamato—me alegra ver que ambos están bien. Lamento que todo se moviera tan rápido, Sansker. Estoy seguro de que estas cansado. Por hoy puedes retirarte, Ōka continuara instruyéndote mañana.

—Gracias, señor—dijo Sansker. Le hizo una breve inclinación y se alejó de ellos, caminando lentamente.

Ōka lo siguió con la mirada. Yamato no lo había mandado lejos porque deseaba que descansara, él quería hablar con ella a solas. Quizás tuvieran noticias de la Montaña Sagrada y los refuerzos prometidos. Ōka espero hasta que el jefe tomara la palabra.

—Deduzco que la misión fue un éxito, pero ¿no fue demasiado para un grupo de Oni menores? —pregunto Yamato.

—Fuimos emboscados, señor—dijo Ōka—recibimos el ataque de un Mifuchi que comandaba a los Diablillos. Pero gracias al recluta fuimos capaces de derrotar a todos los Oni sin problemas.

Ōka procedió a contarle lo sucedido a Yamato. Incluyendo la emboscada y el hecho de que Sansker recuperara una Mitama del Oni caído.

— ¿Lucho contra un Mifuchi y gano? vaya, puede que tengamos a un prodigio entre nosotros—el único ojo de Yamato se abrió con sorpresa, pero su expresión se volvió más seria y sombría cuando continuo—Me temo que Sansker es todo lo que la Montaña Sagrada puede enviarnos.

— ¿No podemos esperar más refuerzos?—preguntó Ōka incrédula.

—Correcto. Me informaron que tendremos que arreglárnoslas con nuestras fuerzas actuales—dijo Yamato.

— ¿Acaso la Montaña Sagrada no entiende nuestra situación? Es igual que cuando destruyeron la aldea de Houzuki…—dijo Ōka apretando los puños y tratando de contener su ira— ¡¿Acaso piensan abandonarnos para que muramos también?!

Yamato cerro el ojo y Ōka se horrorizo al darse cuenta de que casi había gritado. Estaba segura de que los ayudarían. Incluso con todos los problemas de la Montaña Sagrada ellos velaban por los suyos ¿no? Ōka relajo las manos y bajo la vista.

—L-lo siento, no debí…—murmuro Ōka intentando controlarse. No era culpa de Yamato y gritar no cambiaría las cosas.

—No te preocupes—dijo Yamato—ellos están reservando sus fuerzas por si acaso fueran atacados directamente. Incluso si eso significa dejar que Utakata sea destruida.

—Así que solo se preocupan por ellos mismos…

—Trata de verlo desde su punto de vista—replicó el jefe de la aldea con tono conciliador—lo que paso hace 8 años no puede permitirse otra vez. Tenemos suerte que nos mandaran un recluta. Cuídalo bien, Ōka. Quizás no tengamos cantidad, pero tenemos calidad.

—No es que tengamos otra opción—dijo Ōka dando un suspiro.

—Pero…—Yamato sonrió a pesar de todo, mirando hacia el camino por el que el nuevo recluta se había marchado—esa mirada… y que pueda luchar así… creo que Sansker podría convertirse en algo especial.

Ōka guardo silencio. Un recluta, por más bueno que fuera, no sería suficiente para mejorar las cosas. Pero el jefe Yamato parecía convencido. Ōka deseo poder compartir ese sentimiento. No se había sentido tan impotente en mucho tiempo.


Esa noche, una vez más, regreso al vacío, pero en esta ocasión solo había una presencia y pudo reconocerla sin problemas. Era Minamoto no Yorimitsu el que había liberado del Oni. El guerrero parecía bastante contento y sonreía abiertamente mientras le hablaba.

Te agradezco que me liberaras—dijo Minamoto—la verdad es que yo fui uno de los primeros Demonios que Matan Demonios. Si tan solo pudiera mostrarte la vez que mate al Oni Shuten-Douji… la idea de volver a luchar contra esas bestias me llena de alegría.

Sansker frunció el ceño. Si la historia de Minamoto no Yorimitsu era cierta entonces él había ganado la lucha contra el Oni ¿Cómo había terminado en el estómago de otro de esos demonios?

Sí, lo sé. Fue bastante confuso—dijo él como si escuchara sus pensamientos—justo acabe con el Shuten-Douji y otro Oni me ataco por la espalda, infligiéndome una herida mortal. Mi alma se separó de mi cuerpo y vagabundeo por allí, hasta que esa araña me encontró y me devoró. Esta es la mayor vergüenza de mi vida, pero al menos ahora puedo ayudarte y darte mi poder para que luches contra los Oni.

En la distancia comenzaron a brillar otras luces, presencias tan fuertes como la de Minamoto no Yorimitsu, pero distantes y difusas, como si las estuviera viendo a través del agua. Sansker pensó que igual resultaban familiares ¿no había soñado con algo así antes?

Siento la presencia de mis camaradas—dijo el guerrero—son héroes poderosos y te serán de ayuda. Sé que pronto estarán a tu lado. No temas, incluso en la noche más oscura, seremos tu fuerza. Nos tendrás a tu lado hasta que el mundo entero se convierta en polvo.