Cuando el tren finalmente paró ya estaba todo oscuro fuera, aunque a decir verdad, Inglaterra llevaba meses sumida en una oscuridad que parecía interminable. Ginny Weasley tomó su baúl con más brusquedad de la que debía y bajó al andén seguida de cerca por Neville y Luna. Después del incidente inicial con los mortífagos, el humor de la pelirroja no había mejorado, y Neville había decidido alejar a su temperamental amiga del resto de sus compañeros, así que ellos tres se habían ido a un compartimento aparte para intentar calmar el genio de la pelirroja.
Lo primero que sintió Ginny fue la lluvia azotando su cuerpo cruelmente, y lo segundo la ausencia de la característica voz de Hagrid recibiendo a los alumnos de primero. Ya había sucedido antes, en su cuarto año cuando Dumbledore lo envió en una misión, pero ahora era distinto. Dumbledore estaba muerto, aún después de dos meses le costaba pensar en ese hecho y todo lo que implicaba, y Hagrid no volvería a dar clase en Hogwarts.
Sin darse cuenta se había quedado mirando al lugar donde Hagrid solía esperar a los novatos, desde ahí unos ojos negros, pequeños, apagados y malignos le devolvía la mirada. Incluso desde esa distancia Weasley podía sentir el desprecio que desprendían, pero no le pudo importar menos. Solo se movió cuando sintió como Neville tiraba de ella en dirección a los carruajes. Para cuando el inusual trío llegó a donde debían tomar los carruajes solo quedaban ellos y un grupo de hufflepuff de séptimo. Todos estaban empapados de pies a cabeza, pero a ninguno parecía importarle ese hecho, pues no habían sacado las varitas para protegerse.
Ginny tuvo que contener un grito cuando vio el siguiente carruaje llegar, noto que al igual que ella varios compañeros se tensaban y miraban pálidos al animal que tiraba del carro. Desde hacía años la pelirroja sabía que los carruajes no se movían por ningún hechizo o se movían solos, ser amiga de Luna implicaba conocer la verdad hacía tiempo. Pero saber una cosa y verla por ti mismo no era igual, y no fue hasta el fin de curso pasado que Ginny pudo verlos por primera vez. Aún recordaba el espasmo que le había recorrido el cuerpo al ver a esas oscuras criaturas, similares a huecos y huesudos caballos alados, en la linde del bosque.
Con tan solo quince años Ginny Weasley había sido testigo de un asesinato. Había visto a un hombre caer con mortíferas consecuencias bajo la maldición imperdonable más letal, y a decir verdad Ginny agradeció que fuese ese hombre quien estuviera muerto y no alguien más. La pelirroja aun recordaba con escalofríos la impotencia que había sentido al ver el rayo verde letal dirigirse hacía su antiguo profesor, Remus Lupin. Ginny había desarrollado un cariño profundo por ese hombre, y no creía haber soportado verlo morir. Por suerte los instintos más animales de Remus le llevaron a reaccionar a tiempo, evitando la maldición asesinada por milésimas. Y esta fue a dar a la espalda del mortífago. A veces Ginny pensaba en que debería sentirse mal por lo ocurrido ese día, pero no lo hacía, Gibbon se merecía lo que le ocurrió.
La pelirroja se estremeció al acordarse de todo lo sucedido aquella noche y las catastróficas consecuencias que había acarreado, decidió salir de sus recuerdos y centrarse en analizar a los dos tejones presentes. En su carruaje se habían subido a parte de ellos tres, dos hufflepuffs de séptimo Hannah Abbott y Ernie Macmillan. Ginny conocía a ambos del ED y le caían muy bien, además Neville hablaba maravillas de ellos siempre y Hermione tampoco se quedaba corta. Pero los dos tejones habían cambiado mucho ese verano. Su propia voz resonó cruel y sarcástica en su cabeza acompañada de una risa, ¿qué esperaba? ¿que la gente no cambiará? ¡Si, claro!
La rubia se veía demacrada, había adelgazado perdiendo esa característica redondez y sonrojo infantil en sus mejillas, hasta que sus pómulos ahora destacaban prominentemente en sus mejillas. Sus ojos marrones estaban enrojecidos y opacados por la tristeza y a pesar de volver de verano su color de piel tenía un tono enfermizo, Ginny se sintió enfermar ante la excesiva delgadez y palidez de la siempre alegre y sonriente Hannah Abbott. Parecía enferma. La gryffindor recordó que la última vez que había visto a Abbott fue cuando esta se había visto obligada a dejar Hogwarts el curso pasado después del brutal asesinato de su madre a manos de mortífagos. Lo más probable es que la rubia no hubiera tenido intención de volver a Hogwarts ese curso tampoco, y que sólo había vuelto por la nueva ley que les obligaba a todos a asistir. Hannah tenía que estar destrozada y como muchos de ellos debía de temer por la vida de sus seres queridos, más ahora que solo le quedaba su padre. La pelirroja se preguntaba si aún seguiría vivo con ese nuevo régimen, después de todo se había casado con una "sucia muggle."
Ernie Macmillan no tenía mucho mejor aspecto que su amiga, siempre había sido alto, aunque no tanto como Ron, y de complexión fuerte. Pero ahora el hufflepuff se encontraba retraído sobre sí mismo habiendo perdido parte de su fornidez antigua. Su pelo rubio, antes siempre, perfectamente peinado y brillante, se había opacado y perdido su color dándole un aspecto sucio, sus ojos azules ya no brillaban con orgullo o pomposidad como antaño, y aunque no tenía el color enfermizo de Hannah su piel blanca se veía demasiado pálida. Ginny recordaba haber escuchado en "Pottervigilancia", como la familia Macmillan había sufrido un ataque tras negarse a posicionarse en favor de Voldemort y sus seguidores, a pesar de ser una de las familias sangre puras más antiguas y prominentes del país. Le sonaba que no había habido muertos, pero por desgracia sí algún herido grave. Ahora los Macmillan habían entrado en la lista de traidores a la sangre oficiales, donde los Weasley figuraban desde hacía siglos.
Estaban a pocos metros de las verjas del castillo y Ginny se había vuelto a perder en sus pensamientos, intentando retrasar y alejar de su mente la imagen que se cernía imponente e inminente sobre ellos. Por primera vez en su vida, deseo no llegar nunca al castillo, desde que tenía memoría había sido la cosa que más ansiaba, pero todo había cambiado muy rápido. Suspiró, no estaba preparada para dejar de ver Hogwarts como su segundo hogar, la tristeza la invadió ante la realidad de saber que no sería igual. ¿Pero cómo iba a serlo si un asesino ocupaba el asiento del director? Un susurro la sacó de sus pensamientos.
- ¿Es verdad lo que dicen? -Sintió un escalofrío al escuchar la voz de Hannah, era hueca vacía sin rastro de vida en ella, todos los ojos se posaron en la chica. -Que los mortífagos han parado el tren para revisar que no estuviera Potter o alguno de sus amigos.
Los tres amigos se tensaron y se miraron entre sí, finalmente Neville tomó el liderazgo y contestó con un asentimiento.
- Bien, me alegro de que no encontraran nada -dijo ella, y cerró los ojos con cansancio apoyando su cabeza en Ernie -espero que Potter les cause 1/10 del dolor de cabeza que me producen ellos a mí.
- ¿Por qué dices eso? -Se atrevió a preguntar Ginny, la rubia la miró con sus ojos marrones.
- Porque ultimamente tengo unas jaquecas horribles que no me dejan hacer nada -respondió con simpleza. -Y sé que Potter no se puede estar quieto, tarde o temprano volverá para plantar cara con Weasley y Granger a su lado, como siempre
Se quedaron en silencio nuevamente, asimilando lo que había dicho Hannah, Ginny sabía que la rubia tenía razón. Ninguno de sus tres amigos huiría y abandonaría el mundo mágico a su suerte, es más ella sabía que ahora mismo estaban en una misión ultra secreta y mortalmente peligrosa, pero eso no lo podía saber nadie más, ni siquiera Neville o Luna. La gente tenía que creer las mentiras que habían creado.
- Abbott no es por decepcionarte, pero no creo que eso pase -le costaba mantener la voz firme sabiendo que estaba mintiendo descaradamente a una chica que necesitaba esperanza, todos los ojos se habían posado en ella ahora. -Mi hermano está en casa enfermo con spattergroit, Hermione si es tan lista como siempre ha demostrado habrá desaparecido antes de… -se aclaró la garganta para seguir hablando -hace meses que no sé nada de ella, y Harry. No sé donde está, nadie de mi familia le ha visto desde junio. Pero cuando mis padres fueron a su casa a buscarlo se la encontraron vacía, no había nadie, ni…
Se obligó a parar antes de empezar a creerse ella misma sus mentiras y romper en lágrimas, sabiendo que solo parte de su historia era cierta. En el carruaje los dos hufflepuff parecían asimilar las palabras de la pelirroja, y Ginny notó como la esperanza desaparecía de Ernie para ser sustituida por la desolación. Pero sorprendentemente Hannah se negó a dejarlo ir.
- Si Harry estuviera muerto -pronunció esas palabras con lentitud -ya lo sabriamos, los mortífagos habrían lanzado una fiesta por todo lo alto y expuesto su cadáver de forma grotesca y desalmada.
- Yo no he dicho que esté muerto, simplemente que nadie sabe dónde está -replicó Ginny -y que esta vez, Ron y Hermione no están con él.
- No creo que Ron esté realmente enfermo -insistió la rubia.
- Pues lo está -refutó Ginny, empezando a sentirse frustrada. Hannah negó con la cabeza.
- De ser así tú estarías mucho peor -dijo la hufflepuff suavemente, mientras la miraba con una sonrisa triste en sus labios - spattergroit es una enfermedad prácticamente incurable y altamente mortífera. Nadie puede estar tan bien cuando sabe que sus seres amados van a morir.
- ¿Quién dice que Ron tenga spattergroit no es mejor que lo que tú sugieres? -Replicó Ginny. -¿Acaso crees que es más facil sobrevivir eso que spattergroit?
El silencio volvió a invadir el carruaje, Ginny sabía que lo que había dicho era mentira pero sin embargo la última afirmación de Hannah resultó un golpe. Ella no estaba bien, ¿cómo iba a estarlo? Puede que Ron no tuviera spattergroit, pero lo que estaba haciendo era mucho más peligroso y Hermione y Harry iban con él. Por suerte solo tuvieron que esperar un minuto más hasta llegar a las escaleras principales de la entrada a Hogwarts, y bajarse del carruaje, el aire frío congeló sus lágrimas al instante. No iba a llorar, no lo haría.
En la puerta, guardándola como centinelas, estaban Filch y un hombre que Ginny recordaba haber visto el año pasado durante la batalla de la torre de astronomía. Con los mismos ojos pequeños, negros y llenos de maldad que le habían devuelto la mirada en el andén de Hosgmeade. Inmediatamente nada más bajarse del carruaje los ojos del hombre se posaron en ella, ignorando este hecho Ginny avanzó por las escaleras arrastrando su baúl.
Ese mortífago regordete, se abría paso entre los estudiantes que se movían ante la imagen aterradora que proyectaba, la pelirroja, Neville y Luna no necesitaron hablar, para los tres estaba claro que el hombre se dirigía a ellos y todos aceleraron el ritmo para no ser alcanzados y poder refugiarse en el Gran Comedor. Pero cuando Ginny apoyó el pie en el último escalón sintió como alguien tiraba de su pelo con fuerza, y aguantando el grito de sorpresa, dolor e ira que llegó a sus labios, se vio obligada a retroceder. El hombre la forzó a girar en su dirección quedando de frente, los alumnos a su alrededor se habían parado, y con una distancia prudente observaban la escena curiosos.
Neville rápidamente extrajo su varita y la apuntó al mortífago, al igual que Luna, este los miró con sorna mientras ejercía más fuerza sobre el pelo atrapado de Ginny obligándola a doblarse un poco.
- ¡Sueltala! -La voz de Neville sonaba firme y tranquila.
- Nadie me da órdenes niñato, y guarda eso antes de pagarlo caro -el rubio no hizo caso si no que elevó más su varita.
- ¡Sueltala! -Repitió.
- Neville… -en la voz de Ginny había advertencia, y con un movimiento brusco soltó el agarre que tenía el mortífago sobre su pelo.
A regañadientes el rubio bajó la varita, pero no la guardó entre los pliegues de su túnica, la mantuvo apuntada al hombre al igual que Luna. Ninguno de los dos apartaba los ojos de su amiga, la tensión se veía en cada músculo de su cara y se podía percibir saliendo de todo su cuerpo.
- Tu vienes conmigo Weasley -dijo el hombre con dureza.
- Ni hablar -volvió a hablar Neville -ahora es la selección y no hemos hecho nada.
- Callate Longbottom -gritó el hombre furioso, los ojos de Neville se abrieron con sorpresa -¿por qué ese es tu apellido, no? -Tanteó el hombre con burla en su voz, y una sonrisa cruel, esta desapareció para ser sustituida por una mueca de ira. -Nadie me cuestiona niñato. A mi hermana y a mí nos han puesto a cargo de la disciplina de este colegio. Mocoso no querrás ser el primero en probarla.
Ante la amenaza Neville se iba a lanzar sobre él para rebatir ese punto, pero el suave aunque firme agarre de Luna y la mirada de Ginny llena de advertencia le refrendaron. La llegada de una tercera persona hizo que Longbottom desviara la atención del mortífago que tenía delante.
- ¿Qué está pasando aquí?
- Nada que te importe vieja -los gryffindors que había alrededor que hasta ahora se habían mantenido callados y tensos, se enfadaron y empezaron a murmurar furiosos como un enjambre de abejas.
La profesora no pareció inmutarse ante el apelativo despectivo y mantuvo su postura siempre firme.
- De hecho, su hermana me ha mandado a buscarlo porque se retrasa en… -miró despectivamente de arriba abajo al hombre, para concluir, -su nueva función...
- Bien, díle a Alecto que ahora se encarga ella de la selección -dijo el profesor mientras tomaba fuertemente una de las muñecas de Ginny. -Yo ahora tengo otras cosas que hacer.
- ¿Algo más importante que cumplir con su obligación? - McGonagall no parecía dispuesta a dejarle irse con su alumna, y aunque Ginny no quería no pudo evitar tener un poco de esperanza.
- Efectivamente -confirmó el hombre con una sonrisa repugnante en la cara.
- ¡No puede...! -La jefa de los leones ya había tenido suficiente, y furiosa -y asustada- empezaba a perder su temperamento siempre frío.
- Puedo y lo haré -dijo mientras la empujaba y avanzaba dentro del castillo arrastrando a una Weasley reticente. -Esto son asuntos que no le conciernen a nadie en este castillo, salvó a Snape, a Alecto, y a mí, y Weasley tendrá que responder quiera o no.
Al oír esas palabras, todos los presentes se tensaron, la profesora McGonagall veía todo impotente. Pero los alumnos no estaban dispuestos a colaborar en lo que fuera que los Carrow tuvieran entre manos, puede que fueran las respuestas de Neville las que les habían influido valor, o quizá la determinación en los ojos de Ginny. Pero en lugar de abrir hueco al profesor, los alumnos se apretaron entre sí, impidiendo el paso del hombre para que no se llevara a la menor de los Weasley. Ginny con su carácter fuerte y divertido, su actitud positiva y alegre y su predisposición a ayudar al resto, a no juzgar a nadie y defender lo que creía injusto, se había hecho altamente popular en Hogwarts y era apreciada por muchos. Los oscuros y pequeños ojos del hombre se movían desquiciados buscando un hueco, y en su mano derecha sujetaba su varita apuntando a la marea de estudiantes.
No fue hasta que McGonagall, hizo un movimiento de cabeza, que los alumnos reticentes empezaron a separarse para que pudieran pasar. La jefe de gryffindor había visto la determinación en su alumna, además sabía de lo que era capaz ese hombre, no dudaría en atacar a los alumnos de ser necesario. Y aunque McGonagall hubiera dado lo que fuera porque dejará a la menor de los Weasley ir, sabía que no podía hacer nada para impedirlo. La profesora, detestaba la idea de dejar a Ginny sola con él, pero se forzó a recordar que esa niña era mucho más fuerte de lo que cualquiera pudiera creer.
Ginny podía verlo en sus caras, mientras el hombre se abría paso arrastrándola a la fuerza. ¿Acaso la matarían allí mismo? Pensaban muchos de ellos, era sabido por todos que Ginny Weasley y Harry Potter habían salido el año anterior. O puede que solo lo hicieran porque su familia apoyaba públicamente a Harry Potter y lo consideraban uno más. Entonces, ¿acaso usarían a la chica Weasley como rehén? ¿o quizá como ejemplo?
Ginny se vio obligada a seguir al profesor debido a la fuerza que ejercía este en su muñeca, no iba a mentir estaba asustada, pero no lo demostraría. Tampoco iba a dejar que nadie saliera lastimado por su culpa, además sabía que pasara lo que pasara no podía tocarla, después de todo era sangre limpia. Solo esperaba que su carácter volátil no la traicionara antes de tiempo. Siempre había sido así, la única vez que su temperamento la había abandonado y se había vuelto débil fue cuando tenía 11 años, y ¡jamás volvería a pasar algo así!
Cuando llegaron frente al aula de DCAO el hombre la soltó y de un empujón fuerte la obligó a pasar dentro y continuar hasta el fondo del aula, donde estaba su despacho. Una vez dentro él se sentó, pero ella permaneció de pie no dispuesta a quedarse mucho ahí.
- ¿Dónde está? -Escupió el hombre mirándola furioso.
Ginny se obligó a no demostrar ninguna emoción en su rostro.
- No sé de qué me habla -dijo desafiante, era valiente no estúpida y ni se le había pasado por la cabeza no tratarle de usted.
- Potter ¿dónde está?
- Hace meses que no lo veo, desde el treinta y uno de junio.
- Los dos sabemos que eso no es cierto -dijo él, con una sonrisa burlona formándose en sus labios -¿o acaso has olvidado el 27 de Julio?
Se obligó a mantener la compostura, pero le costaba horrores, tenía que haber sabido que ese hijo de puta estaba esa noche. Esa noche en la que toda su familia menos su madre, Charlie y ella estaban en peligro mortal, esa noche en la que todos sus seres queridos se habían jugado la vida, esa noche en la que Moody murió, en la que George perdió una oreja y Harry pudo escapar por los pelos nuevamente de Voldemort. Sin embargo, eso era lo que él quería que reconociera que Harry había estado en la Madriguera, que había salido del número 4 de Privet Drive. Ella no le daría esa satisfacción.
- ¿Qué ocurrió? Yo no recuerdo nada especial, solo preparativos de boda -respondió ella con fingida inocencia -esa que sus amiguitos interrumpieron seis días más tarde.
Ginny sabía que no debería haber dicho las últimas palabras, pero no había podido resistirse. El hombre pareció dudar momentáneamente, pero unos segundos más tarde una sonrisa macabra se formó en sus labios. Una sonrisa que a la pelirroja le recordó demasiado a Bellatrix Lestrange, Ginny tuvo que reprimir un escalofrío.
- Supongo que fue en esa boda en la que tu hermano enfermó -los ojos negros de él estaban clavados en ella con frívolo placer.
- No lo sé -Ginny apretó los labios.
- Debe ser, sí… -continuó el hombre -porque varios de los asistentes confirmaron haberle visto -la pelirroja se tensó en su sitio -a pesar de que luego cuando registramos la casa no había ni rastro de él.
- Se debieron equivocar -contestó fríamente.
- ¿Estas diciendo que había más gente escondida en esa casa Weasley? -Parecía completamente esperanzado ante la posibilidad, y Ginny no pudo evitar la sonrisa cruel que se dibujó en sus labios.
- No, -afirmó -estoy diciendo que creo que no saben contar, todos mis hermanos son pelirrojos y tengo seis. Pero quizá sean muy estúpidos para comprenderlo...
El hombre salió bruscamente de detrás de su escritorio y se abalanzó sobre ella con la varita apuntando al pecho, directamente sobre el corazón de la pelirroja.
- ¿Cómo te atreves? -La rabia estaba presente en cada letra y algunos escupitajos habían caído sobre el rostro de la gryffindor, quién se los limpió con asco.
- Me atrevo -el desafío brillaba en los ojos chocolate de ella.
Con un rápido movimiento el mortífago apuntó su varita a la cara de la pelirroja, y esta sintió como si un cuchillo hubiera pasado sobre su mejilla izquierda. La sensación de la sangre caliente y espesa cayendo por su pómulo la alertó de que le había hecho un corte con su varita. El estupor nubló su cara, ¿de verdad la acababa de atacar un profesor? Pensaba para sus adentros la gryffindor. Pero la respuesta lógica era que sí, aunque sus padres se lo habían advertido, aunque se habían mostrado reticentes a que volviera ese curso a pesar de la ley. Ginny no había asumido del todo lo peligroso que sería Hogwarts ese año, más si tu apellido era Weasley.
- Creo que así aprenderás a respetar a tus superiores -Ginny apretó la mandíbula fuerte para que nada más se escapara de sus labios -espero que no lo olvides para la próxima vez. Puedes irte.
Ginny procuró mantener un paso normal mientras se dirigía a la puerta del despacho y la abría, mantuvo ese mismo paso hasta doblar la primera esquina. Y entonces empezó a correr lo más lejos posible de ese sitio, con cada zancada sentía las gotas resbalar por su mejilla hasta perderse en la línea de su mandíbula y continuar por el cuello. Por fín alcanzó el pasillo que terminaba en el Gran Comedor, y entonces frenó en seco, recuperó el aire que su pequeña carrera le había robado y se limpió los rastros de sangre con la manga.
La herida en su mejilla por supuesto aún no se había cerrado, pero un poco de sangre había coagulado sobre la misma evitando que más gotas se deslizaran por su cara. Ginny entró en el Gran Comedor con un paso tranquilo, fingiendo una calma que no sentía, pudo notar todos los ojos sobre ella y como muchos susurraban asombrados y asustados al ver la herida. Enseguida la pelirroja localizó a Neville sentado juntos a Seamus, Parvati y Lavender, el rubio había abierto sus ojos con sorpresa y apretaba los dientes enfadado. En silencio, Ginny, tomó asiento a su lado, y con un gesto de cabeza evitó que este o cualquiera de los otros tres hablara. Parvati sentada frente a ella estiró la mano por debajo de la mesa agarrando la rodilla de la pelirroja dándole fuerzas.
Entonces con valor la pelirroja alzó sus ojos chocolate y los clavó en el centro de la mesa de profesores, desde la silla alta y central le devolvía la mirada, vacía e indiferente Snape. Los dos pares de ojos se cruzaron, uno totalmente impertérritos y otros llenos de desafío, odio y asco.
