«Y por cierto, todo en la vida se puede escribir acerca de si uno tiene las agallas salientes a hacerlo, y la imaginación para improvisar. El peor enemigo de la imaginación es la duda.»
—Sylvia Plath.
Jamás entendí del todo cómo fue que la conoció. Lo único que supe fue que había sido después de la batalla en Karakura, a causa de ciertas patrullas que le mandaron hacer a ella y su escuadrón para buscar a los Arrancar que hubieran quedado —o más bien buscar y eliminar a enemigos sobrevivientes—, ella tuvo que visitar mucho el mundo de los vivos así como pasar mucho tiempo en el mismo. Para mi gran deleite porque me permitía verla sin estar ambas cargadas de preocupaciones o sin tener la sombra de una guerra sobre nuestras cabezas —al menos por ese momento—, me permitiría divertirme con ella, tratar de hacerla sonreír, reírme con esa timidez que sólo a mí solía mostrarme o sencillamente disfrutar el silencio con ella.
No puedo decir que ella estaba distante, o que se comportaba fría conmigo, porque no era eso. Lo que provocó en mí una especie de alarma, un sentimiento desagradable de que me estaban alejando de ella fue el hecho de que ella cada vez salía más sola, y no era por una patrulla porque ni siquiera llevaba su zampakuto en varias ocasiones. Estas extrañas salidas empezaron desde la segunda semana que ella pasó en Karakura, y cuando empecé a preocuparme de verdad y le pregunté directamente a dónde iba si no era a una misión ella me contestó con simpleza.
—Voy a ver a alguien, Yoruichi-sama —mientras lo decía ella tan sólo arreglaba un bolso sin siquiera mirarme.
—¿A quién? ¿Vas a ver a Hachigen? —pregunté yo sabiendo que desde que la ayudó en la batalla contra los Espadas y desde que sus compañeros fueron ascendidos a capitanes ella iba a verlo de manera bastante esporádica, cómo intentando disimular que iba a visitarlo a él.
—No, usted no la conoce —esta vez ella si me miró a los ojos mientras se colocaba el bolso al hombro, pero luego se giró para dirigirse a la puerta.
«¿Es una mujer?»
—¿Es mujer? —pregunté en voz alta arqueando una ceja, ese ardor en mi estómago que me gritaba que tengo que impedir algo se hacía más pronunciado y me hacía hacer una mueca.
—Sí, y me espera en el parque —ella me sonrió—. Le prometo que cuando regrese seré toda suya, Yoruichi-sama.
Aunque su promesa y su sonrisa me calmaron un poco, porque sé que ella siempre cumple su palabra, no pude quitarme de la cabeza el deseo de saber a quién estaba viendo con tanta frecuencia sacando parte de su tiempo libre. Ella jamás ha sido del tipo que se cita sin pensar con cualquier persona que se encuentra afuera y menos tantas veces seguidas. Debería haber sido una persona con la que congenió de manera especial... O una persona que la estaba amenazando o aprovechándose de ella.
La idea de que la estuviesen chantajeando me paralizó, puesto que le agregaba veracidad el hecho de que no me hubiese querido decir el nombre de la mujer, que no me mirase cuando iba a verla y sencillamente la conozco. Ella tiene ese mal hábito de querer ocultarme a mí cuando le está pasando algo malo, pues nunca le ha gustado compartirme sus preocupaciones al sentirse indigna de las mías. No negaré que me dolía y me sigue doliendo que esa adoración que me expresa le impida confiar en mí... Pero supongo que no puedo juzgarla por mantener sus distancias conmigo.
Si bien la herida ha cerrado, la cicatriz sigue ahí, fea, irregular y brutal. Y jamás se desvanecerá del todo.
Varias veces se me pasó por la cabeza la idea de seguirla, no sería la primera vez que la sigo a escondidas para averiguar qué trae entre manos. Pero esta vez me detenía algo que me costaba un poco nombrar en su momento, algo bastante similar al temor de seguirla y que me doliese lo que encontraría. Cosa que realmente no entendía porque yo no le temo a la muerte, menos al dolor físico o a ser herida, por mucho tiempo me odié a mí misma por sentirme de esta manera, por andar "temiendo" lo que sea que me fuese a encontrar si se me ocurría seguir a Soi Fong a sus citas con aquella extraña.
Para bien o para mal, no fue necesario seguir a Soi Fong, porque no pasó demasiado tiempo para finalmente darle una cara a esa mujer con la que Soi Fong se veía.
Fue literalmente una especie de accidente. Por primera vez Soi Fong me había pedido ir también al parque en el que, según había dicho solía encontrarse con esa extraña. No tardé nada en llegar y la verdad es que la primera impresión... Decir que fue mala sería un eufemismo.
Encontré a Soi Fong entre los árboles y pequeñas estatuas que había en el parque: Estaba abrazada a una chica bastante más alta que ella y mientras esta parecía pelear para acercarse más a ella de ser posible, Soi Fong forcejeaba para soltarse y le decía que parara. Lo que se sintió como un golpe en el estómago para mí fue el hecho de que Soi Fong lo decía entre risas, se reía de manera completamente despreocupada, hacía evidente que no se daba cuenta de que yo estaba ahí.
Soi Fong no dejaba que casi nadie la tocase con tanta confianza y siguiese consciente.
Ambas parecieron notar mi existencia después de un rato —que se sintió como una eternidad para mí— y mientras que Soi Fong de repente se congeló y colocó una expresión avergonzada, la chica de tez pálida y afilados ojos azul oscuro sólo sonrió de una forma extraña y posó una de sus manos sobre el cabello de Soi Fong. Soi Fong en seguida se separó de la fémina como si su toque le ardiera.
—¡Yoruichi-sama! ¿Cuánto tiempo lleva ahí? —preguntó ella mirándome con nervios, y esa frase suya sin querer se sintió como otro golpe para mí.
—Poco tiempo —dije esperando no sonar muy seca.
—Discúlpeme, la señorita —puso énfasis en la palabra señorita y miró con reproche a la extraña que la acompañaba, que le sonrió de una manera que pretendía ser inocente— me tenía muy distraída y no me di cuenta de su presencia.
—Lo noté —contesté disimulando bastante bien mi negativo humor— ¿Quién es ella? —señalé con la barbilla a la mujer de rizado cabello oscuro como el de Soi Fong, que me devolvía la mirada casi desafiante.
Soi Fong parpadeó dos veces y luego dio una especie de salto: —¡Oh cierto! Disculpe... Yoruichi-sama ella es Mei Ling, una amiga muy preciada que hice, Mei-chan, ella es mi antigua maestra Shihouin Yoruichi-sama.
«¿Mei-chan?»
—Un placer conocerte, Shihouin-san —esa mujer se acercó sólo unos pasos a mí y me ofreció una sonrisa amable, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos.
—El placer es mío, Ling —me pregunté si soné muy cortante, aparte de que ni siquiera le devolví la sonrisa, puesto que Soi Fong me miró con débil preocupación, se aclaró la garganta incómoda.
—Mei-chan estuvo mucho tiempo diciéndome que quería conocerla, Yoruichi-sama —dijo Soi Fong, aunque no le presté demasiada atención—. Ella y yo encontramos algo mientras paseábamos por aquí y quería mostrárselo, ven.
Ella hizo un gesto y se dio la vuelta para comenzar a alejarse; esa mujer y yo nos quedamos atrás y volví a enfrentar mi mirada ámbar con la zafiro de ella. Me observaba con una postura correcta y sus manos tras la espalda... Parecía retarme de alguna manera, y cuando sintió mi mirada ella cerró los ojos un momento sin dejar de sonreírme y volvió a abrirlos. Como una niña que ha destrozado algo pero intenta apelar a su inocencia con una sonrisa.
Sentí que ella me había perjudicado de alguna manera.
—¡Mei Ling!
La llamó primero a ella, estaba enojada.
¿Se la podía culpar? No debe ser muy bonito verme sujetando a su maldita amiga por la pechera de su vestido —a punto de arrancárselo— así como tratando de golpearla mientras ella me sujeta dolorosamente del pelo y parece tener toda la intención de apartarme de una bofetada.
Ella corrió hacia nosotras que no dejamos nuestra posición observándola, pero sus ojos los mantenía fijos en esa intrusa, evidentemente la veía con claro reproche y quizá hasta decepción. Y la verdad no pude evitar sentirme bien cuando la miraba de esa manera. Me brindaba una especie de confort saber que ella seguía adelantándose para defenderme de quien sea. Que no me había dejado de lado.
Pero todo se arruinó al notar que esa chica no le tenía miedo, como si supiera que Soi Fong por muy enojada que estuviese no le iba a hacer daño.
—Suéltala —espetó con tono severo, el mismo que le solía dirigir a sus subordinados.
Pero en lugar de soltarme y retroceder como lo haría cualquier persona que valore su vida, Ling tiró con más fuerza de mi cabello obligándome a echarme para atrás, mirando a los ojos a Soi Fong como si estuviese retándola. Soi Fong sujetó con una de sus manos la muñeca de ella y sin dejar de mirarla, la apretó a modo de advertencia.
—Suéltala —volvió a exigir con tono más peligroso y ambas se miraron fijamente unos momentos.
Sentí alivio cuando Ling aflojó la mano y finalmente soltó mi cabello, y no pasó ni siquiera un segundo cuando Soi Fong tiró de su muñeca para obligarla a seguirla. Por las quejas de Ling diciendo que le dolía supuse que Soi Fong estaba molesta en verdad, de nuevo, me sentí bien por muy feo que esto sonase. Pero no lo suficiente como para sonreír, mis piernas se movieron por sí solas dirigiéndose a donde ambas mujeres habían desaparecido y me acerqué lo suficiente como para notar que ambas estaban discutiendo.
—¡Ella me golpeó primero! —exclamó Ling, a lo que yo fruncí el ceño. Ella sabía muy bien que la había golpeado porque ella comenzó a atacarme con su lengua tan venenosa que me sorprendía y a meterse con temas demasiado delicados para mí y para la propia Soi Fong. No estaba contando la historia completa.
—No me interesa quién empezó —respondió Soi Fong con dureza.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones de su lado? —reclamó Ling agitada.
—¿A qué te refieres?
—"¡Mei Ling!" —la chica de ojos azules profundizó su voz imitando el grito anterior de Soi Fong— Sólo me gritaste a mí.
Soi Fong no contestó en seguida, sino que se acercó con lentitud aterradora a la chica. Un acto hecho sólo para intimidarla.
—Te guste o no, Mei-chan. Yoruichi-sama es alguien muy importante para mí —dijo en voz baja, cosa que sólo hacía la situación más peligrosa—. Y espero que como tal la respetes... No eres el único punto en mi vida, Mei... Y aunque lo fueras no te permitiría esta clase de comportamiento.
Vi la expresión de esa mujer. Se notaba que quería replicar algo, pero esta vez parecía notar que no es buena idea colmar la paciencia de Soi Fong, por lo que se queda callada.
¿Fue malo que sonriera al verla defenderme precisamente de ella? Era una especie de prueba de que estaba equivocada con respecto a lo que me dijo antes de que empezásemos a golpearnos.
—Que hayas sido bienvenida de vuelta a su vida no significa que aún te necesite en ella.
—¿Qué sabes tú de ella? ¿Qué sabes tú de mí? —le había preguntado mientras mi sangre empezaba a calentarse.
—Lo suficiente para advertirte que si le provocas daño yo misma buscaré la forma de desaparecerte.
Como si no fuese suficiente que esa chica me echase en cara mis errores cada vez que tenía la oportunidad, tuvo que encontrar otra manera de castigarme sin siquiera buscarlo. Tuvo que castigarme acercándose cada vez más a Soi Fong, delante de mis narices, sin que yo pudiese hacer nada para impedirlo o siquiera quejarme.
Ella, Soi Fong, tuvo que castigarme permitiendo que ella se quedase a su lado.
Soi Fong me permitía pasar el rato con ellas, lo hacía con la evidente esperanza de que el primer desliz que hubo entre nosotras —el primero de unos más de los que me gustaría admitir— fuese olvidado y empezásemos a llevarnos bien —pues en lo que a ella le concierne. Yo tengo la capacidad de llevarme bien con todo el mundo—. Pero con cada salida a la que era invitada más aislada me sentía, sentía que no pertenecía ahí, que no era más que una espectadora del vínculo de ellas dos que crecía cada vez más —aumentando exponencialmente tras sobrevivir a la guerra contra los Quincy y haber perdido a Unohana—. Era mejor dicho una tortura psicológica para mí, ver a esa mujer atravesando barreras de Soi Fong que yo siempre quise derrumbar, sacando lados de mi abeja que sé que por sí misma jamás me habría dejado ver.
Lo sentía tan injusto, pero al mismo tiempo mi consciencia no me dejaba en paz, siempre recordándome que yo no merecía ver esas facetas de mi abeja. No después de la terrible herida que le infligí a su alma, a su corazón y su fe en mí.
Sí, todavía me defendía cuando Mei Ling intentaba meterse conmigo, pero no podía evitar sentirla tan lejos de mí. Cada vez que se reía a carcajadas junto a Mei Ling —no sabía que sus carcajadas fuesen tan agudas y altas, y aún así tan adorables— sentía que era todo un espectáculo para hacerme sufrir, un engaño para condenarme por haberla dejado atrás una vez faltando a nuestro pacto. Cuando dejaba que Mei Ling la abrazase, le peinase el flequillo e incluso le besase las mejillas y frente realmente prefería creer que se estaban burlando de mí a mirar la realidad y ver que Soi Fong estaba abriéndose con otra persona más de lo que alguna vez podría haberse abierto conmigo.
¿Así se sintió ella cuando creyó que había preferido a Kisuke por sobre ella?
—¡Basta, Mei! ¡Te lo advierto! —por más que quiere sonar molesta, las carcajadas no le dejan. Aprieto el puño.
Estoy cada vez más segura de que me hacen esto a propósito. Pienso mientras las miro desde la puerta de la habitación de la tienda en la que Soi Fong se hospeda, y la ha traído a ella: Ambas están tumbadas sobre el suave futón y Mei Ling la sostiene del cuello con un brazo —teniendo la espalda de Soi Fong demasiado apegada contra su pecho generoso para mi gusto— mientras que con la otra parece hacerle cosquillas en los costados, Soi Fong se retuerce de risa tratando de escapar y la sonrisa de esa chica que la retiene hace que parezca que se siente en el mismo paraíso.
Mientras miro eso no puedo evitar preguntarme por qué Soi Fong no se ha soltado aún, es obvio que es dos o más veces más fuerte que Mei Ling y sin problema podría romperle la mano, arrojarla al otro lado de la habitación, cualquier cosa. Pero sigue ahí, haciéndose la indefensa ante las largas uñas de esa chica haciéndole cosquillas.
Kisuke no me apoya para nada.
—¿Ya has conocido a Ling-san, Yoruichi-san? Es una chica encantadora —dice mientras que como siempre, se cubre con su abanico la mitad del rostro—. Y me atrevo a decir que también muy hermosa.
—Su cabello es hermoso —la voz susurrante de Ururu ¿Tiene que hablar precisamente para decir eso?
No quiero oír nada, no tengo ganas de oír como hablan (halagan) del cabello, la piel o la figura de esa intrusa. Sin molestarme en contestar —sabiendo que no sacaré nada agradable—, me meto a mi habitación y cierro la puerta de un portazo. Ni siquiera me importa preocupar a mi amigo o a su pequeña ayudante.
No me quiero quedar aquí, la atmósfera de la tienda me asfixia estando ella presente, por lo que me transformo en gato y escapo por la ventana.
Hace años que no me siento de esta manera; desde que soy una niña y mi familia no parecía darse cuenta de mi existencia a no ser que les conviniera, desde un siglo atrás que me separé de la abejita que se hizo un hueco irreparable en mi corazón y cuyo recuerdo era lo que me daba fuerzas para seguir avanzando. El corazón me duele tanto que quiero arrancármelo al pensar que la estoy perdiendo a manos de una intrusa que apareció hace menos de dos años y llegó a un lugar al que yo no he podido entrar aún. Está alcanzando un lugar que siempre creí que sería mío para siempre, pero no es así.
Agradezco no estar en mi forma de gato, puesto que en esta forma no puedo llorar y no pueden leer en mis expresiones cuando estoy asustada o sufriendo.
Y lo peor es que sé que ni siquiera tengo derecho a quejarme por ello. Pues sé que sufrió por mi culpa, es natural que no confíe en mí como alguna vez lo hizo. Y aunque el incidente de hace cien años nunca hubiese ocurrido dudo que aún así ella hubiese decidido soltarse conmigo.
Me maldigo por sentirme de esta forma porque yo no soy así; yo no soy alguien que calla, que se paraliza ante el miedo, yo no soy alguien que ve una batalla perdida antes de pelearla.
El amor no hace sino complicarlo todo.
Cargo promesas rotas, cargo un lazo remendado que tengo demasiado temor de terminar de destruir, llevo encima sentimientos que nunca pedí percibir y que me detienen la mano. Me costó demasiado ganarme de nuevo la fe, el cariño y el perdón de Soi Fong y una sola frase puede terminar jodiéndolo todo.
«Aún la quiero, pero no la amo, Yoruichi-sama... No puedo amar a alguien que no sé si regresará.» Esa posible respuesta suya resuena en mi cabeza, martillea tanto que me causa dolor.
Siento que me muero, siento que los celos que nunca antes conocí me están devorando viva, pero no correré el riesgo de demoler nuestro lazo y tal vez hasta hacerla mi enemiga contándole de mis sentimientos, quejándome de esa chica que siento que la guiará por un mal sendero. Por el bien de las dos, callaré. Ambas saldremos heridas si esto sale a la luz, como dije, siento que me marchito por dentro, pero la tendré a mi lado, podré sonreír con ella aunque tenga que acostumbrarme a otra persona que por su mirada, percibo que también quiere tener a esa rígida abejita para sí.
La quiero tanto que si lo mejor para ella es que me trague todo esto, lo haré.
Es lo mejor, lo siento. Pero no por ello deja de doler horrores.
¡Sí! ¡Metí una OC en una historia YoruSoi! Denme sus derechos ahre.
Realmente no tenía la intención de hacer esta historia, el canon original de Mei en Bleach proponía que Mei y Soi únicamente fuesen mejores amigas —cariñosas y sobreprotectoras como el carajo, pero sí, sólo amigas—. Los que me metieron esta idea fueron unos amigos que dijeron que Mei y Soi tenían buena química y pensé "Wueno vamos a usarlo", luego de leer un fanfic en inglés llamado Dance Little Liar (está en ) en la que Soi sufre porque Yoru malabarea entre ella y Urahara se me ocurrió esta historia. Aparte de que hacer sufrir a Yoruichi es mi placer culpable XD.
Espero lo hayan disfrutado.
