Duende
Hermione miró su agenda y comprobó que esa misma tarde tenía una reunión con el nuevo director de Gringotts. Aquel duende le recordaba mucho a Griphook, tanto fisicamente como en su forma de ser, maliciosa y tramposa.
Desde que trabajó al terminar Hogwarts en el Departamento de Control y Regulación de Criaturas Mágicas, se había dado cuenta de qué gran verdad había en las palabras de Bill Weasley cuando les avisó que no se podía confiar en la palabra de un duende.
Si bien eran los mejores haciendo negocios y guardando las cámaras de Gringotts, había que tener mucho cuidado en sus tratos con ellos, algo que Harry, Ron y ella habían aprendido de la peor forma posible.
Decidió que saldría a comer, recargaría las pilas y volvería a enfrentar al duende con el estómago lleno y con optimismo. Había que hablar sobre las mejoras que el banco quería llevar a cabo y los permisos necesarios que requeriría la obra.
Salió del Ministerio y se dirigió a un pequeño restaurante relativamente nuevo que había abierto Susan Bones en el Callejón Knocturn, un lugar que, desde la guerra, había cambiado considerablemente.
Hermione adoraba ese lugar, tenía una carta extensa, además Susan se había casado tiempo atrás con un mago italiano y, después de años viviendo en Roma, habían decidido mudarse a Londres donde habían abierto el restaurante dejando el que tenían en Italia en manos de su cuñado y su cuñada.
Había sido un éxito desde que abrió sus puertas.
Se sentó en la mesa de siempre y pidió una copa de vino blanco, una piadina y unos spaguetthi all´Amatriciana.
Sacó un libro mientras esperaba a que le trajeran la comanda y, ni bien había leído una página una sombra cayó sobre ella.
—¿Acompañada? —preguntó la voz de Malfoy que últimamente conocía demasiado bien.
—No —respondió sin dejar de mirar el libro.
—Perfecto —se sentó en la silla frente a ella sin ser invitado y solicitó a la camarera que se acercara — tomaré otro vino, como la señora, una piadina y unos spaguetthi all´Amatriciana.
Cuando la camarera se fue Hermione le contemplaba con la boca abierta.
No sabía qué le había sorprendido más, si la poca vergüenza con la que se había autoinvitado a su mesa o que hubiera pedido exactamente lo mismo que ella para comer.
—¿Qué haces aquí, Malfoy?
—Comer —dijo agradeciendo a la camarera la bebida —en buena compañía, déjame decirte, algo que no hubiera creído posible veinte años atrás.
Hermione puso los ojos en blanco y tomó un trago de su vino, pensando que tal vez lo mejor que podía hacer en compañía de aquel hombre era beber. Luego recordó la forma en la que había vuelto a entrar en su vida y alejó la copa de ella todo lo posible.
—¿Lo has usado de nuevo? —preguntó finalmente.
—Te morías de ganas de hacerme la pregunta ¿Verdad? —dijo él con media sonrisa —la curiosa Hermione Granger, adicta a saberlo todo.
—Sí, como tú digas pero ¿Lo has hecho?
La camarera interrumpió la conversación poniendo las piadinas en la mesa. Draco la miró y alzó una ceja sin decir nada.
—¿Has comido antes aquí? —preguntó cortando un trozo y mordiéndolo con deleite.
—Sí —Hermione también probó su entrante y suspiró de contento —el restaurante es de Susan Bones y su esposo, han vivido en Roma durante años y ha venido hace relativamente poco a Londres.
—¿Hufflepuff, pelirroja, siempre pegada a Abbot y MacMillan?
—Esa misma.
—No lo sabía —dijo disfrutando de su comida como un niño pequeño —pero esto es bueno. No sabía que existía este pequeño restaurante.
—¿Por qué no es lujoso, ostentoso y lleno de glamour?
En lugar de molestarse él solo le guiñó un ojo
—Más o menos —cuando terminó la piadina se limpió los labios con elegancia y volvió a colocar la servilleta sobre sus piernas —se acaba de convertir en uno de mis restaurantes favoritos —dijo.
—Espera a probar la pasta. Si no conocías este lugar he de entender que me seguías.
—Sí —respondió sin vergüenza ninguna —de lo que me alegro, visto lo visto. Siempre he querido ir a Roma —soltó sin saber muy bien por qué lo había dicho.
—¡Yo también! —exclamó ella como si no fuera extraño que Draco Malfoy compartiera aquella información con ella —nunca he encontrado el momento. Debe ser una ciudad preciosa. Susan tiene fotos por todo el local y cada vez que vengo salgo pensando en lo mucho que quiero conocerla.
Draco la miró con un gesto extraño en el rostro que se acentuó aún más cuando se dio cuenta de que ambos habían pedido el mismo plato de pasta.
—Pruébala —dijo Hermione con una sonrisa maliciosa —nunca has probado unos spaguetthi más maravillosos.
Él no pudo más que estar de acuerdo con ella. Disfrutó de la deliciosa comida hasta que la mujer volvió a preguntar.
—¿Has vuelto a usar el giratiempo? ¿Por eso me seguías?
—No exactamente —respondió sin estar seguro de qué podía o no decirle o, más bien, qué se atrevía o no a decirle.
Aquella bruja le había pegado una hostia en tercer año que le había hecho comprender que las mujeres no eran, ni de lejos, el sexo débil, ahora era una heroína de guerra, la bruja más prominente de su generación y la jodida Ministra de Magia. No, no podía meter la pata y debía cuidar muy bien sus palabras.
—¿No exactamente? —dejó el tenedor sobre el plato y le miró con aquellos ojos castaños que parecían los de una legeremante que estuviera viendo su misma alma.
De nuevo su mente regresó a aquella noche cuando la tuvo en su cama, la forma en la que ella lo miró mientras cabalgaba sobre su cuerpo, con esos mismo ojos velados de deseo y esos labios, ahora fruncidos en una mueca de censura, entreabiertos mientras gemía cada vez que él embestía en su cuerpo.
Carraspeó cuando una inoportuna y nada bienvenida erección se empujó contra su pantalón.
—Usé el giratiempo tal y como me dijiste y tenías razón, llegué al momento exacto pero finalmente no hablé con ella.
La bruja pareció repentinamente interesada y ¿Aliviada?
—¿Por qué?
—No lo sé —frunció el ceño mirando hacia una de las paredes llena de fotografías de Italia —No estoy seguro
—Malfoy —ella estiró la mano sobre la mesa y la puso sobre la suya, mucha más grande y pálida —no voy a volver a decirte lo que creo porque he pensado mucho en ello y es una decisión tan personal que yo… —tragó saliva nerviosa —sé que nunca hemos sido amigos y que el pasado entre nosotros está lleno de —hizo un gesto de impotencia —en fin, ha llovido mucho desde entonces, si necesitas hablar, a veces es más fácil desahogarse con un desconocido que con un amigo.
Él levantó el rostro mirándola con fijeza ¿Sería posible que ella recordara? Para él habían pasado menos de cuarenta y ocho horas pero ¿Cuántos años habían transcurrido para Hermione? ¿Once?
Ella sonrió y Draco se dio cuenta de que sí, ella recordaba. Y no supo que pensar al respecto.
Miró aquella pequeña mano de piel tostada y uñas cortas y sintió el impulso de girar la suya para entrelazar los dedos con los de la mujer. Por suerte recapacitó en el último segundo y simplemente la miró con una sonrisa torcida.
—Lo tendré en cuenta.
