Hola!

¿Le damos un poco de tensión a esto? ;)

Humo

Cuando dos semanas más tarde Draco puso de nuevo el giratiempo alrededor de su cuello algo había cambiado.

Puede que él no tuviera el portentoso cerebro de Granger pero era inteligente, nunca había sido ningún idiota y también era brillante. Sabía que había algo distinto, que ese ímpetu, esa necesidad tan indomable que le impelía a regresar y recuperar a Astoria, se había atenuado. Seguía allí, latente, pero era mucho menos apremiante.

Que Merlín le perdonara porque incluso se había planteado la posibilidad de no hacer nada, de dejarla ir, de asumir, de soltar, de aprender a vivir con la ausencia, de pasar la página.

Sabía que si Tori estuviera allí le diría que siguiera adelante, le diría que las cosas pasan por algo y que cambiar el pasado no era la solución, le empujaría a utilizar lo que había aprendido para curar a otros en su misma situación.

¿Sería eso lo correcto? ¿Utilizar la cura para ayudar a otras personas cuándo él no había podido curar a la única que había querido?

Draco no era el mejor tomando el camino correcto y, aunque algo en su fuero interno le decía que lo adecuado era guardar el giratiempo y hacer lo que Tori habría querido, el egoísmo intrínseco de él ganó de nuevo la mano, una vez más.

Cuando el mundo dejó de girar y apareció en la sala de costura de la mansión, cerró los ojos y se tocó la boca del estómago, frotando para intentar desatar el nudo de angustia que se había cerrado allí.

Toda la certeza, toda la seguridad y todo el convencimiento que siempre había tenido se tambalearon durante un par de segundos.

No podía flaquear, tenía que hacerlo, se lo debía a Astoria.

Ella lo sacrificó todo por él. Su apellido, su buen nombre, su estatus… Podría haberse casado con cualquier mago que no hubiera caído en desgracia tras la guerra, con cualquier otro que no fuera un paria social que la arrastrara hacia el declive. Durante mucho tiempo no recibieron invitaciones a fiestas, la gente les daba la espalda o se cruzaba en la calle para no hablar con ellos e incluso su propia familia no había estado feliz con el enlace por lo que hasta las navidades eran algo solitario para ambos.

Pero Astoria jamás se había quejado, nunca había deseado otra cosa que no fuera su compañía y miraba a todos con la cabeza en alto, como si ser su esposa fuera algo de lo que sentirse orgullosa.

Sí. Él le debía todo y tenía que salvarla. Por ella, por él, por Scorpius.

Salió de la mansión y, una vez más, se apareció, aquella vez en Hogsmeade, dónde Astoria había ido a comprar chocolates de Honeydukes y ver a una de sus primas pequeñas que estaba cursando el último curso en Hogwarts. Ese día él se había quedado con un pequeño Scorpius de cinco años en la mansión, enseñándole a volar con su pequeña escoba de juguete.

Cuando llegó la vio entrar en las Tres Escobas con Evelyn y decidió esperar a que la joven se marchara para poder abordarla sin testigos.

Aunque era otoño hacía bastante frío así que se arrebujó en su túnica y se escondió en un lateral del horroroso salón de té de Madame Pudipié.

—¿Está todo bien?

Todo su cuerpo se puso rígido cuando escuchó la voz de Granger a su espalda.

¿Por qué coño tenía que encontrarse a aquella bruja en cada uno de los malditos viajes al pasado que realizaba? ¿Era acaso un mensaje divino que le estaba avisando de que aquello no estaba bien? ¿Sería posible que el universo le tratara de advertir de las consecuencias que tenía al jugar con el tiempo? ¿Por qué si no siempre le sorprendía?

—Sí —respondió con algo de brusquedad.

Casi se sorprendió de verla tan similar a la Hermione Granger con la que había comido dos semanas atrás, con la mujer que le había acariciado la mano ofreciéndole su amistad, de alguna extraña forma. En aquella ocasión, por suerte, no estaba embarazada ni tampoco lloraba, lo que supuso era todo un adelanto, habida cuenta de las circunstancias.

—No parece que esté todo bien— dijo ella repitiendo las palabras que Draco le había dicho cuando la encontró en aquel recodo del callejón Diagon.

—Todo está bien, Granger.

—De acuerdo —respondió la bruja ladeando la cabeza —¿Qué haces por Hogsmeade?

—Recados —replicó con aspereza —¿Y tú?

—Vine a ver a Neville. Es profesor de Herbología en Hogwarts. Además aproveché para tomar el té con Minerva ¿Has regresado alguna vez al colegio?

—No

—Quizás deberías hacerlo

Él solo levantó una ceja.

—Me has recordado que yo también tenía algunos recados que hacer en el Callejón Diagon, ya me iba cuando te vi. Pero supongo que podría comprar las plumas aquí. ¿Quieres venir?

—No—la rudeza con la que lo dijo hizo que la castaña abriera un poco más los ojos y asintiera, sin duda arrepentida del impulso de hablarle y preguntarle si todo estaba bien —Gracias por preguntar—añadió con más suavidad cuando ella se daba la vuelta para marcharse.

Aquellos orbes castaños le miraron y durante un infinitesimal segundo el mundo de Draco basculó. Tragó saliva y frunció el ceño al verla sonreír y marcharse.

¿Qué cojones estaba mal en él? ¿Qué le estaba pasando con Granger? ¿Por qué le afectaba así? Siempre había pensado en ella como en una persona fuerte, independiente, que no necesitaba a nadie, metódica, terriblemente inteligente, pedante y con aires de superioridad. Pero desde que algo más de un mes atrás había entrado de nuevo en su vida todo lo que alguna vez había dado por hecho sobre ella estaba resultando erróneo.

Era fuerte, pero esas miradas, esas lágrimas, esa forma de morderse el labio inferior cuando algo le preocupaba o se sentía triste, despertaban en él un instinto de protección que nunca antes había sentido. Era independiente pero a veces, como la noche en la que hablaron durante horas bebiendo tequila, había vislumbrado soledad en sus ojos. Sabía qué era lo que veía porque lo observaba en su reflejo cada mañana y tenía que retener las irreprimibles ganas de abrazarla y acompañarla, de decirle que él la ayudaría a ahuyentar la soledad.

Estaba enfermo. ¿De qué otro modo podría ser normal todo aquello?Sí, hacía mucho tiempo que habían dejado de ser niños pero aún así parecía algo tan absurdo que el mundo entero pensaría que era una maldita broma.

Claro que, tampoco nadie creería que habían pasado la noche más caliente de la historia los dos juntos.

La puerta de Las Tres Escobas se abrió y Draco se apartó de la pared al ver a Tori y a Evelyn salir y dirigirse hacia Honeydukes. Estaba a punto de ir tras ellas cuando un olor a quemado le distrajo.

—¡Merlín! —masculló golpeándose la frente —el ataque a la Tienda de plumas Scrivenhaft.

¿Cómo se le había pasado por alto algo así? ¿Cómo no lo había recordado?

La última facción de mortífagos a la que Potter llevaba años persiguiendo atentó en Hogsmeade ese día. Entonces recordó yo también tenía algunos recados que hacer en el Callejón Diagon, ya me iba cuando te vi. Pero supongo que podría comprar las plumas aquí.

—Oh no, no ¡Mierda!

Salió corriendo, tan rápido como pudo hacia la tienda de plumas y maldijo al ver una columna de humo elevándose desde su ubicación.

¿Acaso Granger no le había advertido? ¿Había cambiado la historia? ¿Había ido ella a la tienda de Scrivenhaft en lugar de al Callejón Diagon por culpa de su presencia en Hogsmeade?

Jamás, ni aunque viviera cien vidas, podría perdonarse si algo le pasaba a la bruja por su culpa.