-Oye, ya deja de lloriquear. Todos sabíamos que eventualmente pasaría esto-se quejó cansada del incesante llanto del desorientado chico.

-Está embarazada!-chilló él nuevamente

Ukyo golpeó con su espátula la plancha donde preparaba aquel okonomiyaki de camarones.

-Por supuesto que lo está, tonto, llevan casados cuatro años, que esperabas?!-gritó fastidiado.

-Pero yo...-intentó refutar Ryoga

-Cierra la boca!-ordenó la cocinera-Esos dos se quieren, ya superalos!

Ryoga finalmente prestó mayor atención a la persona frente a él.

Sí, ella tenía razón. Hace mucho tiempo que Akane y Ranma habían unido sus vidas, pero aún así el anuncio de la llegada del anhelado heredero se sintió como una puñalada en su enamorado corazón al enterarse.

Miró con detenimiento a la cocinera. La chica estaba intentando no quebrarse ante la noticia que él mismo le había dado.

-Entonces, dices que ya no te importa?-preguntó limpiando las lágrimas de su rostro.

Ukyo mordió su labio inferior y acto seguido se obligó a sonreír.

-Ya no me importa-respondió volviendo a concentrarse en el okonomiyaki en la plancha

La silla en la que estaba sentado hizo un ruido metálico al levantarse tan bruscamente.

Abrazó a la chica y acarició su cabello durante algunos segundos tratando de recomfortarla y él podría jurar que algunas lágrimas mojaron su ropa.

El olor a quemado llegó pronto a sus fosas nasales. Ukyo se separó de él y retiró la masa de la plancha caliente.

-Eres muy fuerte, Ukyo-se encontró diciendo a espalda de la chica.

-No es eso. Es solo que no tiene caso insistir o lamentarse. Siéntate, prepararé otro para tí.-respondió la chica.

Ella tenía razón, era hora de renunciar a su amor adolescente.

No tenía ni la menor idea de en cual playa de Japón estaban, pero le alegraba haber encontrado a la cocinera. Al menos así habían podido apoyarse mutuamente.