Su pie seguía moviéndose rítmicamente sin que él pudiera controlarlo.
Estaba más que nervioso y no podía dejar de repasar mentalmente las palabras correctas que les diría después de tantos años.
Más de una década era mucho tiempo. Quizás ellos no lo reconocerían. Quizás solo habían accedido a reunirse con él por salir de aquello rápido.
Frotó sus manos, lleno de ansiedad. El reloj en su muñeca marcaba las 3:05 de la tarde.
Se habían citado a las tres en punto.
Ellos no vendrían.
El corazón se le arrugó de dolor y nostalgia.
Kagome e InuYasha habían sido lo más cercano a una familia durante su dura infancia en el orfanato.
Aunque Inu solía darle coscorrones de vez en vez, era el mejor hermano mayor que pudo encontrar en aquel lugar.
Y Kagome, ella era la chica más increíble. No era huérfana como ellos. Su familia vivía en el templo, a dos calles del orfanato. Ella solía llevarles útiles escolares y comida.
Cuantos hermosos dibujos no había él coloreado!
InuYasha y Kagome eran adolescentes de 17 años y estaban muy enamorados. Él, que apenas era un niño de 7 años, era como el hijo de ambos.
Todo era tan divertido estando con ellos...hasta que un día él fue adoptado. Su nueva familia se lo llevó lejos, al extranjero. Los Smith eran buenas personas, pero para él fue como decirle adiós a sus verdaderos padres.
En cuanto pudo se puso en contacto con Kagome a través de un perfil falso en redes sociales, para evitar que sus padres adoptivos lo supieran pues no quería lastimarlos.
Así fue como se enteró de que ella e InuYasha estaban casados y tan pronto como alcanzó la mayoría de edad viajó de regreso a Japón.
Sus ojos estaban a punto de nublarse con lágrimas cuando escuchó sus voces.
-Oh, por Dios!-exclamó Kagome- Shippo, eres tú?
-Claro que es él-resongó InuYasha-Tiene la misma cara de tonto, solo creció un poco-se burló
-Kagome, InuYasha, creí que no vendrían-lloriqueó abrazándolos con los ojos inundados en llanto
-Lo siento-se disculpó Kagome sentándose a su lado-el taxista nos dejó a dos calles de aquí.
-Oye, enano, por qué tienes que ser tan dramático?-se quejó Inuyasha
-Los eché mucho de menos-respondió entre hipos.
-Nosotros igual-los escuchó decir. Kagome se apresuró a limpiarle el llanto que para ese instante bañaba su rostro.
-Te quedarás en Japón-preguntó Inu una vez el reencuentro dio paso a la conversación
-Sí, eso quiero-respondió abrazado a Kagome como cuando era niño
-Entonces, quédate en casa con nosotros. Será divertido-sugirió la pelinegra
-Sí, quédate-la secundó Inuyasha.
Volver a estar con ellos lo hizo muy feliz, lo hizo sentirse en casa finalmente y pronto la noticia de que Kagome estaba embarazada alegró su familia.
-Oye, Shippo-Había dicho durante el desayuno-tengo algo importante que decirte
-Claro, dime-respondió él dejando de comer para prestarle atención
-Sabes, que Inu y yo te queremos como a un hijo, verdad?
Él asintió sin decir nada más. Temiendo ser echado o algo así.
-Pues bien, enano-habló está vez Inuyasha-Más te vale que seas un buen hermano mayor.
Shippo pareció no entender lo que ambos intentaban decirle.
-Estamos embarazados!-anunció feliz Kagome.
Moroha fue el nombre que la niña recibió y no es por que él fuera un hermano orgulloso, pero era la bebé más linda del mundo.
Además, él mismo se encargó de decorar la habitación de Moroha con coloridos paisajes pintados en la pared.
InuYasha, Kagome, Moroha y él estaban juntos, siendo familia.
Sí, finalmente estaba en casa.
