Las seis (veinte, de hecho) etapas de la separación
Sumario: Dicen que hay seis etapas que debes vivir tras separarte de alguien a quien amabas. Pero las de Draco incluyen a su enemigo y de pronto todo es un poco confuso.
Género: Hurt/comfort. Romance (lento).
Claves: Drarry/Harco, sexto año. Voldy ya no está, digamos que le han ganando en el Ministerio en quinto año. Puedes llorar, pero hay final feliz.
Disclaimer: la última vez que revisé, HP todavía le pertenecía a la Innombrable.
Etapa 14: Te ocupas de otras cosas
Harry sacó la cabeza de la capa de invisibilidad y puso el índice sobre sus labios cuando Draco dio un brinco.
Otra vez era su ronda nocturna y llevaba una lámpara en una mano. Harry le sonrió y lo invitó a acercarse.
—No puedo estar saltándome mi turno cada vez que vienes, Potter —alegó Draco, después de meterse dentro de la capa de invisibilidad.
Apenas cabían, y debido a la estatura de Draco, había que agacharse y quedarse muy pegados. Harry rodó los ojos.
—Ah, ¿entonces no vienes?
Draco apretó los labios y le dio una mirada de ojos entrecerrados.
—¿A dónde? —preguntó con cierta curiosidad.
Entonces Harry volvió a sonreír.
—Oí por ahí que Umbridge estará de visita mañana en el colegio. Sólo un día, todo el día…
—¿Y qué tienes en mente?
—Nada muy malo —Harry adoptó su expresión más inocente, una que no sabía que lo volvía casi idéntico a su padre justo antes de meterse en problemas.
Draco lo observó con clara sospecha.
—No tengo mucha confianza en que seas lo bastante responsable para plantearle una bienvenida adecuada a nuestra distinguida invitada —mencionó Draco—, y claramente yo soy el responsable entre los dos, entonces…
—¿Entonces…?
—Es mi deber comprobar que lo que planees esté dentro de las normas que estas cosas requieren.
—¿Y cuáles son esas normas?
—Principalmente que no sepan que tú lo hiciste —Ahí, Draco también sonrió.
—Sabía que podía contar contigo —Harry se rio.
—Estuve todo el quinto año aguantándola de cerca, Potter. No tienes ni idea del martirio que fue…
Bueno, nadie se daría cuenta si dejaba su turno por un rato.
Salieron del colegio bajo la capa y utilizaron el pasadizo que llevaba a la Casa de los Gritos. Una vez allí, Harry dobló la capa y la metió dentro de su ropa y Draco escudriñó el lugar con atención, en especial las marcas de garras en el suelo y las paredes.
Harry agarró su brazo para que no se distrajese. Otra noche le contaría la historia de la casa. No esa.
Esa noche, tenían poco tiempo y mucho que hacer.
Los gemelos dejaron la entrada trasera de su tienda abierta para esta ocasión especial y le dijeron que, si era para esa bruja, tomasen todo lo que pudiesen cargar. Draco estuvo encantado cuando se lo informó en medio de la tienda de bromas.
—Oh, hay mucho que quiero probar, hay tanto que puedo hacer aquí…—Draco incluso se arremangó las mangas frente a la mirada divertida de Harry—. ¿Qué? Déjame en paz. No sabes lo escasas que son las oportunidades que tienes para gastar bromas cuando eres sangrepura, Slytherin y Prefecto.
—Pues yo recuerdo una muy buena en el cuarto año…
Draco no pudo evitar sonreír y realizar una reverencia elegante, similar a la de las bailarinas, para un público invisible.
—Y todo en una noche. No te olvides que los hice en una noche.
Harry se acercó a un estante y observó su contenido. Draco se paró junto a él e hizo lo mismo.
—¿Y qué crees que podamos hacer esta vez?
Trabajar con Potter era una experiencia de lo más interesante. Se apropiaron de una mesa, la vaciaron y empezaron a colocar encima diferentes elementos. Pociones, tubos de pigmentos, juguetes, golosinas, bolsas de té de la risa.
Harry era muy bueno para tareas prácticas. Bastaba con un par de instrucciones precisas y conseguía un resultado bastante decente. Draco no diría que "perfecto", se negaba a admitirlo, pero sí que le soltó un "buen trabajo, Potty" sin darse cuenta después del tercer frasco de mezcla que revisaba y encontraba en buenas condiciones.
Le agradó la sonrisita que le devolvió en respuesta.
Una vez que tuvieron listo su "botín", recogieron la mesa y dejaron una nota para los gemelos con la lista de lo que usaron. Harry puso unos galeones abajo, a pesar de que ellos le dijeron que no hacía falta, porque sabía cuánto se esforzaban con su tienda y a la bóveda Potter no le faltaban monedas.
Regresaron corriendo a través de la noche y luego por el pasaje por el que salieron. Usaron el mapa y la capa para no ser atrapados mientras colocaban en su posición todo lo que debiese ser preparado de antemano, como el nuevo "respaldo" pintado por Draco en la silla que usaban los invitados temporales del colegio.
Una vez que todo estuvo preparado, Harry lo acompañó a las mazmorras.
—Aquí está bien-
—Hasta la puerta. Te pueden ver si andas por ahí solo —alegaba Harry, por lo que sí, lo dejó sólo cuando la puerta de la Sala Común ya estaba abierta.
Draco lo "despachó" con un gesto y escuchó un bufido de risa, seguido de un "descansa, Malfoy".
Observó el lugar por el que desapareció de nuevo con la capa durante unos segundos con una sonrisita. Luego recordó entrar deprisa, en caso de que a Snape le diese por tener una de sus caminatas nocturnas en que parecía otro de los fantasmas del colegio.
No durmió demasiado por la hora que era, pero a la mañana siguiente, se levantó lleno de energía y Blaise le dio una mirada extrañada. Draco sólo se rio y le dijo que habría un gran espectáculo ese día.
Anunciaron la visita de Umbridge durante el desayuno. La mayoría se quejó en voz baja y empezaron a poner mala cara. Nadie la extrañaba en lo más mínimo, a excepción quizás del conserje.
Umbridge estuvo carraspeando un par de veces de esa forma tan molesta en que lo hacía para llamar la atención, pero Dumbledore les pidió que comiesen y la ignoró. Una muy indignada bruja vestida de rosa entonces tomó asiento en el puesto designado a los invitados.
Y allí comenzó todo.
Lo que Draco utilizó para pintar el respaldar que le pusieron a la silla fue una mezcla entre el color más próximo al respaldar real y un líquido que encontró en la tienda de bromas que se usaba como un imán, sólo que no de metales, sino de piedras. Todavía estaba húmeda y se pegó a su ropa.
Durante todo el día, Umbridge estuvo caminando por ahí con la pintura en la ropa haciéndole resistencia, lo que dificultaba su movimiento, e incluso quedándose pegada a la pared cuando giraba en una esquina, sin tener ni idea de lo que pasaba. Nadie le decía nada, sólo la oían quejarse e intentaban no reírse de forma demasiado obvia.
Entre lo que prepararon, también estaba el ingrediente que le pidieron a los elfos que pusieran en su plato, que le dejó un aliento tan insoportable que nadie podía permanecer cerca de ella, pero que la misma Umbridge no podía percibir. Y la cubeta de pintura mágica que le cayó encima cuando intentó entrar a su antigua oficina y que le tiñó la ropa del color verde de los sapos, con un efecto tan fuerte creado por Fred y George que, incluso si se cambiaba, la nueva ropa también se pondría de ese color a lo largo del día, por lo que la vieron vagar por ahí con prendas medio verdes y medio rosas, rosa de nuevo, luego otra vez por completo verde.
Como a pesar de todo esto, todavía creía que tenía algún derecho a regañar a los estudiantes, Draco visitó la cocina de nuevo y les recordó a los elfos el trato que hicieron con Harry. Él los había convencido de que estaban cuidando de los estudiantes al enfadar a Umbridge y los elfos lo aceptaron como la verdad porque recordaban su mal comportamiento con todo ser viviente en el colegio.
Durante el almuerzo, la bebida de Umbridge tuvo una poción que hizo que cada carraspeo y cada vez que elevaba la voz o la agudizaba para regañar a alguien, sólo le saliese el sonido de un sapo. Su cuello incluso se hinchaba como el de uno antes de emitirlo.
Hasta McGonagall tuvo que cubrirse la boca con las manos para no hacer tan obvio que se estaba riendo.
De esa manera, una muy enfadada bruja de ropa verde se quedó pegada a una pared a media tarde, croando como una rana al querer gritar por ayuda y amenazar a todos en el colegio, y como no podían evitar ponerse nostálgicos, agregaron algunos fuegos artificiales que la empujaron sin quemarla (bueno, tal vez un poquito), en honor a la despedida de los gemelos, y también apareció uno de los centauros en la entrada del colegio, porque casualmente tenía una reunión con Dumbledore de la que el mago no sabía hasta entonces.
Una muy horrorizada Umbridge huyó del centauro, perseguida por fuegos artificiales mágicos y croando, mientras el centauro adoptaba una expresión de absoluta confusión (este en particular ni siquiera la conocía) y Dumbledore lo invitaba a su oficina para que pudiesen hablar de lo que fuese que debían hablar, ignorando por completo que no fue él quien concertó esa reunión.
Draco notó que Harry le sonreía al director y este sólo se acomodaba sus lentes y seguía caminando con el centauro, sin hacer ademán de brindarle alguna ayuda a la bruja enviada por el Ministerio.
Bueno, era difícil esperar que les tuviese gran afecto después de la última vez que quisieron arrestarlo.
Draco observó la huida de Umbridge desde una de las ventanas. Corría por el bosque hacia Hogsmeade sin parar de croar y se tropezaba por el "imán" de piedras.
Harry apareció a su lado, deslizándose fuera de la capa de invisibilidad, y contempló ese espectáculo tan lamentable durante unos segundos.
—¿Crees que exageramos un poco? —preguntó, aunque estaba bastante divertido con todo.
—Mira tu mano —Draco lo vio de reojo— y después repítete la pregunta.
Harry se fijó en las palabras en el dorso de su mano y luego asintió.
—Sí, pudimos ser peor.
—Fuimos piadosos —aceptó Draco, asintiendo—, tan piadosos…
Ambos contuvieron la risa.
