Personajes: Rose, Bill y Harry


— ¿Cómo conociste al tío Harry?

Bill parpadeó un momento, desconcertado. Su sobrina Rose era un sin fin de palabras que no terminaba nunca, pasaba de un tema a otro y hacía preguntas con la naturalidad que tienen los niños de ocho años. Después de unos cuantos años fuera de casa, le estaba costando un poco acostumbrarse a hablar con sus sobrinos y esa en concreto le habían avisado que era un cruce terrible de la insaciable curiosidad de Hermione y la inquieta sangre Weasley.

— ¿Por qué quieres saberlo? —inquirió, sentándose junto a ella en el sofá.

— Porque cuando le pregunto a papá o a la abuela apretan los labios así —La niña convirtió sus labios en una pálida línea recta— y cambian de tema.

Por un momento Bill se preguntó cómo Harry había convencido a su quisquilloso hermano para que les dejara cuidar de Rose mientras pasaban dos días visitando a sus padres con Hugo.

— Conocí a Harry cuando tenia quince años. Él era el mejor amigo de tus padres, venía mucho a casa de los abuelos.

— Pero tú eres más grande.

— Si. Yo entonces trabajaba en Egipto, había oído hablar mucho de él a mis hermanos y a mis padres, pero no lo conocía en persona. Me cayó bien.

— A mi también me cae bien. Y a mamá.

Su tío sonrió en respuesta. Hermione se había mantenido fiel a Harry todos esos años, y por ende a él.

— ¿Y os hicisteis novios?

— No, no —rio Bill—, eso pasó un poco más tarde. ¿Ves esta cicatriz? —le dijo, girándose pare enseñarle la cicatriz que ocultaba en parte con el pelo.

— Te atacó un hombre lobo, la tía Ginny me lo dijo.

— Exacto. Yo iba a casarme.

La niña asintió, con pesto sabiondo, y Bill tuvo claro que conocía toda la historia.

— Con la lagarta francesa.

— Eso no se dice, Rose —le renegó, moviendo el dedo negativamente delante de su cara.

— Así la llamó la tía Ginny —contestó la niña sin arrugarse.

— Sigue sin estar bien —insistió—. Fleur decidió que no quería seguir adelante y yo me puse muy triste porque la quería. Esa noche la pasamos los dos en la enfermería y Harry tampoco estaba muy bien, así que nos pusimos a hablar. Y me gustó, mucho, pero no sé lo dije a nadie.

— ¿Por qué?

— Porque era un mal momento. Harry era muy joven pero tenía una gran responsabilidad. ¿Te han hablado tus padres de la guerra?

— Un poco —respondió Rose, removiéndose un poco en su asiento—. Les dieron una medalla a los tres.

— Es cierto. Fueron muy valientes. Cuando todo eso acabó, yo tenía que volver a Egipto. Y le pedí a Harry que viniera conmigo.

— ¿Por eso se enfadaron papá y la abuela? ¿Porque te lo llevaste lejos?

— Se enfadaron porque no se lo dije a nadie. Nos fuimos sin despedirnos.

— ¿Por qué?

Bill sonrió, triste.

— Porque en ese momento pensé que era lo que Harry necesitaba. Él estaba triste y yo creí que salir de Inglaterra le iría bien. Pero como no se lo dijimos a nadie, ellos pensaron que nos íbamos porque no les queríamos, ¿me entiendes?

La niña asintió.

— ¿Y os hicisteis novios entonces?

— Tardamos un poquito —le explicó, haciendo poniendo los dedos como si mostrara algo pequeño—. Harry no estaba seguro de si le gustaban los chicos y a me preocupaba lo triste que el parecía siempre. Pero un día empezó a sentirse mejor y me invitó a cenar.

— ¿Le diste un beso esa noche? —preguntó Rose, emocionada.

— Sí. Y me hizo sentir muy bien. ¿He resuelto todas tus dudas?

Rose asintió, despacio.

— ¿Pero aún así vas a preguntarle a Harry? — adivinó.

— Mamá siempre dice que hay que escuchar las dos versiones de una historia antes de formarse una opinión —contestó, sabihonda.

— Muy propio de tu madre —rio Bill—. Tiene razón. El tío Harry habrá acabado ya en la cocina, ¿qué tal si le ayudas a poner la mesa mientras yo me doy una ducha rápida?

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— Tío Harry, ¿cómo conociste al tío Bill?

Harry dejó sobre la mesa los cubiertos y miró a la pequeña, sentada muy recta en una silla, una postura que le recordó inevitablmente a la Hermione de once años.

— Ha pasado mucho tiempo, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer —le respondió, con sus maneras amables—. Salí una tarde de la chimenea de casa de los abuelos y allí estaba sentado a la mesa de la cocina con el tío Charlie. Yo no había visto a alguien tan guay nunca, Rosie. Era tan alto, tenía una sonrisa increíble, el pelo largo y un pendiente en la oreja. Entonces no lo entendí, el motivo de que me faltara un poco al aire al conocerlo —le explicó cómplice, sentándose en la silla junto a ella.

— El tío es muy guay. Más que papá, pero no se lo cuentes —le dijo la niña, bajando la voz en un susurro cómplice.

— Te guardaré el secreto, no te preocupes.

— Me ha dicho que tardó mucho mucho en decirte que le gustabas.

Su tío asintió, mientras enderezaba los cubiertos y colocaba las servilletas.

— Después de la guerra, yo estaba deprimido— le explicó, con la mirada puesta en sus propias manos—. ¿Sabes lo que es?

— Que estabas muy triste y no estabas seguro de que te gustara tu vida.

— Algo así. Me fui a Egipto con el tío Bill y empecé a estudiar para ser rompedor de maldiciones como él, porque me gustaba mucho su trabajo.

— ¿Y eso te hizo sentir mejor? —preguntó esperanzada.

— Sí. El trabajo me ayudó, la gente nueva me ayudó. Aquí todo me recordaba a la guerra y todo lo que habíamos perdido. Y después de unos meses me di cuenta de que esar con Bill también ayudaba. Me gustaba mucho y también me daba miedo.

Rose frunció el ceño, sin entender.

— ¿Por qué?

— Porque era extraño para mí que me gustara, cuando estábamos en el colegio me gustaba la tía Ginny. Y porque en ese momento yo solo lo tenía a él, no quería equivocarme y perderlo.

— Pero cambiaste de opinión.

Harry sonrió de nuevo de esa forma que a Rose le parecía tan cálida, y asintió.

— Un día, quedamos a tomar un café. Yo llegué antes y lo vi venir a través del escaparate. Me pareció guapísimo y cuando me sonrió deseé que lo hiciera más a menudo.

— ¿Y qué hiciste? —preguntó la niña, genuinamente interesada, apoyando los codos en la mesa y con las manos bajo la barbilla como una pequeña Hermione.

— Le invité a cenar —contestó Harry, mirando a Bill, apoyado en el marco de la puerta, con esa sonrisa que le había conquistado con quince años — y cuando me dio un beso al dejarme en la puerta de mi piso esa noche supe que querría que me diera muchos más en el futuro.

Rose dio un par de palmadas de entusiasmo cuando su tío Bill entró en la cocina con dos largas zancadas y besó a su tío Harry. Al fin y al cabo era una historia con final feliz y a ella le gustaba cuando en los libros era así.


Día 11, ya hemos pasado el primer tercio del mes. No había escrito nunca a estos dos como pareja y me ha gustado la experiencia. Si vais al libro, veréis que efectivamente cuando Harry ve a Bill por primera vez da la sensación de que tiene un crush brutal (cuarto libro, justo antes de ir a la final del mundial de quidditch).