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Harry Potter/Harry Potter/Harry Potter

Continuación de Kink Week IV. Día 23. Tríada.


—Harry, ¿estás escuchándome? —dijo Angelina.

Su compañera de escuadrón estaba insistiendo en algo, probablemente importante.

Pero no, lo cierto era que Harry no estaba escuchándola, su mente estaba en otro sitio. Era 31 de octubre, la peor noche para un auror de guardia.

Harry, con su estatus de héroe de guerra, solía librarse de los peores turnos, y no era algo que terminara de gustarle.

Pero desde hacía tres años esa noche era sagrada, y no veía la hora para irse de allí.

La noche de Halloween siempre acumulaba el mayor número de arrestos, apariciones y accidentes de todo el año.

Mucho debido a que era una noche especial para todas las criaturas que no deberían andar por la tierra, otro tanto por la estupidez de la especie humana, especialmente la mágica.

Un grupo de jóvenes magos habían invocado un Morsmordre.

Les pareció divertido, y ahora parecían acojonados ante el hombre que acabó con Voldemort, el mísmisimo auror que había luchado contra él en el Ministerio y lo había destrozado.

—Solo queríamos asustar a nuestros amigos, señor Potter.

Harry los miró, sí parecían arrepentidos, y él debía estar asuntándolos aún más con su varita levantada.

—Harry, ha sido solo una travesura, baja la varita.

Aquello era lo que había tenido que estar diciendo Angelina, pero a Harry le costaba centrarse.

—Llévalos al cuartel, yo tengo que irme —dijo Harry, pero no se quedó a esperar lo que dijera su compañera de patrulla, se desapareció dejándola estupefacta.

Harry no era así. Todos sabían que Harry no era así.

Si la desaparición y reaparición hubiera podido ser más rápida, Harry aún hubiera querido llegar antes.

Su casa en Godric Hollow estaba a oscuras, sus padres no vivían muy lejos. Hacía meses que no los veía, debería pasarse a visitarles, pero eso era solo un pensamiento demasiado lejano en esos momentos.

No se quitó las botas llenas de barro, ni la capa, corrió a través de su propia vivienda hasta llegar a una puerta cerrada, siempre estaba cerrada.

Pero alguien la abrió desde dentro.

Harry sonrió cuando su otro yo, uno que apenas y tendría 20 años se arrojó a sus brazos arrastrándolo al interior de aquella sala.

El Harry auror lo besó, lo besó tan fuerte y tan necesitado que hizo gemir a su versión de otra realidad que aún tenía su rostro cruzado por una cicatriz en forma de rayo.

—Os he echado tanto de menos —dijo separándose a penas.

Allí también estaba su otra versión, una que ya peinaba unas discretas canas, Harry sabía que no para todos había pasado la misma cantidad de tiempo. Y que el Harry oscuro había invertido mucho tiempo buscándolos y haciendo de aquella habitación una realidad.

Godric Hollow era un enorme portal, y el Harry oscuro había creado su propia puerta de acceso.

Se acercó hasta él, y se abrazaron descansando el uno en el otro.

El Harry más joven se acopló a aquel abrazo, y los tres suspiraron aliviados.

Un año completo, y solo tenían esa noche, una única noche al año para poder verse, contarse lo que a nadie más podían confesar, para los besos, los abrazos, las caricias.

Harry no quería pensar en el mañana, cuando despertara solo, aún sintiéndolos con él, pero solo.

Como aquella vez en el Ministerio cuando descubrió que el modo de salir de aquel lugar había sido perderlos.

Después de aquello, todo fue Historia. Mató a Voldemort, la vida volvió a ser cómoda, sin la amenaza latente de un demente queriendo dominar el mundo, o al menos, eso fue lo que la población mágica sintió.

Lo que Harry sentía era muy distinto, porque casi era incapaz de sentir algo. Como si se hubiera sobreexpuesto a demasiada sensibilidad y la vida no pudiera ya tocarle.

Intentó convencerse que lo que había vivido no era real, que aquel encuentro a tres, había sido producto de una sala mágica que le había hecho alucinar.

Que esos dos Harrys no habían existido nunca.

Y durante unos meses lo creyó, se autoconvenció. Daban igual los sueños con ellos, la felicidad que sentía al volver a verlos aunque solo fuera en ese lugar de su mente.

Y llegó la nueva fama, la gente, y se sumergió aún más en su trabajo.

Sus amigos lo notaron distinto, pero lo asumieron al haber acabado con su enemigo declarado.

Le hubiera encantado decir que su vida fue a mejor, pero no fue así, se estaba hundiendo en una especie de negación.

Fue cuando el Harry oscuro lo encontró, enredado en cuerpos que ni conocía, mujeres bonitas por las que no sentía nada.

Harry pensó que lo estaba soñando, que él había aparecido de nuevo en uno de ellos, pero este Harry había madurado, su pelo engominado peinaba algunas canas, sus ojeras eran mucho más profundas, y su rostro completamente serio.

Harry salió de la cama donde había estado envuelto en cuerpos que no le hacían sentirse vivo.

—¿Eres tú? —Harry tenía miedo de tocarlo, no quería comprobar que era solo un sueño.

Pero el Harry oscuro al otro lado le abrazó y sintió esa conexión entre ellos, la sensación que no había sido capaz de emular en sus fantasías.

Un toque desde su interior hasta fuera. Una caricia imposible.

Y lo notó temblar en sus brazos, Harry oscuro estaba llorando, y eso le hizo saber que era cierto.

Le había encontrado, le había encontrado de verdad.

Dar con su versión más joven y dañada le llevó más tiempo, y cuando lo hicieron sus corazones se estrujaron.

No parecía mucho mayor que ese adolescente que encontraron en el Ministerio, estaba presa de algún tipo de poción que lo dejaba en un sueño inquieto, estaba demacrado, pareciendo casi insignificante.

Harry sabía que solo contaban con un par de minutos, pero se acercó hasta él y lo tomó en sus brazos, las boqueras blancas y secas, las legañas cerrando sus ojos no impidieron que le viera, que le sonriera.

—Ya estamos aquí, ya estamos contigo.

Harry sonrió y lloró, pero no les creyó, había imaginado demasiadas veces algo similar, ya no creía en su mente rota.

Saber que necesitarían un año completo para volver a él le destrozó, pero su otro Harry, el oscuro usó algo en el joven. Vio los hilos negros introducirse dentro de su oído, cubrir sus ojos y desaparecer dentro de él.

—No podemos hacer nada más por él de momento —dijo, acariciando su pelo sucio—. Resiste, pequeño, volveremos a por ti.

Harry sintió como era arrastrado, arrancando al más joven de sus brazos, sus labios aún notaban la fiebre en su frente.

Y de nuevo estaba solo, año tras año, las tres versiones se encontraban en esa noche.

—Necesitamos el mismo lugar en las tres realidades —dijo Harry oscuro.

Y fue así como acordaron comprar la misma casa en Godric Hollow, una que aún no existía en la realidad del Harry más joven, una a la que el auror no había querido mudarse, era demasiado grande para él solo.

Y una que solo eran ruinas que el oscuro tuvo que reconstruir para crearle un hogar a los tres.

Y así pudieron pasar una noche, la de Halloween, la de Samhain, completa los tres juntos, como esa misma.

Harry tomó el rostro del más joven de nuevo, ya no quedaba en él nada del ser destrozado y drogado de la primera vez. Aún no sabía lo que le había hecho el oscuro, pero lo había salvado.

En el abrazo que los tres se daban salieron manos para acariciarse, labios para besarse.

Sabían lo que pasaría una vez se unieran como la primera vez, por lo que siempre trataban de postergarlo casi hasta la llegada del alba. Pero esta vez el auror había sido retenido demasiado tiempo.

—No puedo esperar, os necesito —les dijo a ambos él.

El más joven, ahora saludable, con esa cicatriz que le hería pero que había aceptado en llevar con orgullo asintió.

Su versión más madura, ahora levemente despedida, parecía relajada, algo que dudaba fuera en su realidad, también asintió. Y los tres se desnudaron, reconociéndose. Los mismos cuerpos, pero con mapas distintos sobre su piel. La tersura llena del joven, la dureza del mayor, la vigorosidad del auror.

Los tres eran perfectos, y estaban juntos.

El auror emuló la postura en la que acabaran en el Ministerio, en medio, entrando en el cuerpo más joven que le suplicaba por más, y siendo penetrado por el hombre en el que algún día podría convertirse. Pleno, sabiendo que aunque solo fuera una vez al año, ellos eran suyos y él era de ellos.

Una relación más allá del amor, más allá de la confianza. Harry supo que jamás se enamoraría de otra persona, que no había un futuro con una familia propia, que jamás renunciaría a ellos y no viviría una mentira el resto de los 364 días del año.

—Os quiero —gimió cuando llegó a su culmen, arrastrando a los otros dos.

Cerró los ojos, sabía que cuando los abriera ellos ya no estarían, un año más de soledad. No quería abrirlos porque las lágrimas se arrastrarían por su rostro como siempre.

Pero sintió unos labios en su cuello, allí donde se había cobijado su versión más joven, Harry abrió rápidamente los ojos, seguía allí, sus ojos verdes lo miraron ilusionado. Las manos que irradiaban magia lo tenían tomado del pecho por detrás.

—No vamos a irnos. —Le besó justo en el sitio donde el Harry de la cicatriz le había besado— No vamos a volver a renunciar a esto.

—Pero… —Harry tomó las manos del mago oscuro apresándolo, sosteniéndose a sí mismo.

—No volveremos a nuestras realidades, allí no hay nada que queramos, y aquí, estás tú. —No se habían desacoplado, y el miembro del auror se inflamó de nuevo entre las nalgas del más joven, en un suave movimiento.

A su espalda estaba siendo acariciado y sostenido, amado, por siempre y para siempre.


Harry había tomado la decisión completamente consciente, matar a Voldemort había tenido un coste tan alto, tanto que en su realidad no quedaba ninguno de sus seres queridos.

Hermione, Ron, Neville, Luna, Sirius, Remus, Dumbledore, casi todos los Weasley, todos habían muerto.

Nada ni nadie, solo, y solo se había mantenido a base de pociones que compraba por el triple de su precio. Le daba igual, y entonces aparecieron ellos, ellos de verdad, y nos las versiones que su mente destrozaba creaba, una donde le amaban, otra, mucho más crueles donde le rechazaban.

364 días sin ellos, cuando su versión oscura le contó sus avances, Harry estaba dentro, le daba igual dejar esa realidad. Le daba igual cualquier cosa por poder estar con ellos más de unas pocas horas al año.

Esa mañana se levantó nervioso, la poción multijugos estaba lista, y Harry iba a conocer a sus padres, esos padres que podría haber tenido, aunque sabía que no habían sido los suyos.

El auror, le besó, usurpar su identidad aún le parecía ilícito. Pero era imposible que tres versiones de sí mismo pulularan por la misma realidad, era simple protección.

Tomó la poción recordando porque pocos la tomaban, era realmente asquerosa y a pesar de que su aspecto era similar, aún se sintió morir por los cambios.

Su rostro liso y perfecto, sin rastro de la monstruosa cicatriz, no podían evitar replicar su expresión, la que su verdadera versión tenía.

—Tienes que relajar un poco los hombros —le acarició la parte superior el auror, mientras le sonreía.

Harry asintió, pero buscó un abrazo, no quería hacer aquello solo, pero no podía presentarse con ninguno de ellos.

Salió por la puerta, solo eran unas pocas casas, él hubiera llamado, pero Harry le había dicho que tenía que entrar decidido, aquella había sido su casa desde que nació.

—Harry, cariño, ¿has traído el pan? —escuchó la voz de una mujer.

Pero al primero que vio fue a su padre, al padre del Harry auror. Él solo había tenido unas fotos, pero era él.

—Lo he comprado yo, no le digas nada. —El hombre lo abrazó con fuerza. Y Harry sintió el peso de su ausencia.

La mujer que había hablado salió, su pelo no era completamente rojo, una mezcla encantadora de canas y naranja le daban un aspecto precioso.

—Merlín, cada día estás más guapo. —Ella también le abrazó.

Harry no era un gran conversador, a él le gustaba más hacerse pequeño y escuchar a los demás, pero sabía que esa no era la personalidad del auror, y trató de contar las cosas que le había contado de su última misión.

—Bueno, sabes que esto solo lo digo por que me preocupo, pero ¿no hay nadie especial en tu vida, hijo? —La voz de su madre era precavida, pero también tenía notas de tristeza.

Y Harry hizo algo que sabía no debería haber hecho, pero no pudo evitarlo.

—Sí, hay alguien. —Sus padres le miraron con los ojos muy abierto.

—¿Quién es ella? —preguntó su madre, pero su padre la tomó de la mano.

—Lily, cariño, deja al chico, ya nos la presentará cuando esté preparado.

Harry sonrió, ¿cómo se tomarían ellos que su hijo apareciera con dos versiones de sí mismo en casa para una cena de presentación?

Él solo sonrió, disfrutó de los besos de su madre, y de los consejos sentimentales de su padre. Y pudo imaginar cómo hubiera sido tenernos en su vida siempre. Jamás volvería a su otra realidad, aunque tuviera que vivir como una sombra de sí mismo en esta.


Harry había luchado contra la magia, contra el tiempo, y lo había conseguido, aunque nunca le contaría a sus dos mitades lo que le había costado, qué parte de él mismo tuvo que sacrificar para tenerles.

Él lo hubiera vuelto a hacer, porque haberlos encontrado por primera vez fue lo que supuso un punto de inflexión en su vida.

Él era un mago muy poderoso, su padre le había creado así, lo había destrozado y vuelto a montar, usó una magia tan oscura que Harry jamás volvería a ser un ser humano como los demás. Y aún así, el poder del Harry más joven era superior al suyo, la maldición y la protección que le salvó, actuó de algún modo distinto. La versión sana y natural de sí mismo, una donde nunca había sido robado, destrozado, abandonado, una en la que no fue maldito también era la menos potente.

Y sin embargo, era la que le daba sentido a los dos.

Cuando encontró al más joven, supo que no iba a aguantar un año más, se estaba muriendo y lo mantuvo con vida con un parásito mágico que había usado para torturar a sus víctimas.

Pero que a su versión indefensa y rota lo había mantenido a salvo.

Harry había sido criado, moldeado para no tener ninguna debilidad, y se había encontrado dos de ellas del modo más insospechado.

Su reinado no era mucho mejor que el de su padre, era lo que había vivido, en lo que había crecido, pero él solo era una herramienta, nunca tuvo la mente megalómana de su padre.

A Harry le temían, de hecho, debían hacerlo, tenían motivos, pero aquello era solo un cascarón. Su mente estaba en llegar hasta los dos Harrys que podría haber sido.

Y lo consiguió, cuando encontró al auror en una cama llena de mujeres su primer pensamiento fue matarlas, fueron los ojos verdes incrédulos pero emocionados de verle los que lo impidieron.

Lo había encontrado.

Y no permitiría que jamás se los arrebataran, a ninguno de ellos.

Si ellos supieran cómo lo había conseguido, cuánta magia había necesitado para hacerlo posible, ellos no lo entenderían.

Su último día de reinado fue una auténtica masacre, en su realidad, su memoria ni siquiera sería comparable a la locura de su padre. Pero ya tenía lo que quería, y nunca volvería.

Tampoco dejaría que en esta los separaran, la vecina que los vio a través de los cristales de la ventana dio buena cuenta de ello.

Su primera víctima de aquella realidad, y seguramente no la última.

Harry entró con una sonrisa enorme, lucía como el auror, pero jamás los engañaría a ellos.

—¿Cómo te ha ido? —le preguntó, él no tendría el más mínimo reparo en matar a esos James y Lily, ya lo hizo una vez, solo tendría que hacerlo pasar como un accidente, por mucho que a sus otros dos les doliera. Él estaría allí para consolarlos.

—Son todo lo que había imaginado, y más. —El auror sonrió, y Harry se preguntó cómo era posible, cómo podía quererlos tanto, si él había perdido esa capacidad. Le fue extirpada como un tumor.

—Ellos son geniales —le abrazó, verlos besarse era todo lo que estaba bien.

—Quizás dije una estupidez, pero no pude evitarlo —el auror jamás hubiera puesto esa expresión, atormentada y dulce —Me preguntaron si había alguien en mi vida, una pareja, y dije que sí.

Se levantó y fue hacia ellos, los efectos de la multijugo se estaban diluyendo, su frente se abrió mostrando su rostro marcado.

El auror sonrió y le miró, los miró a los dos.

—Quizás necesitemos un poco más de multijugos —dijo sonriente.

Y supo que lo haría, tomaría la piel de otra persona si aquello los hacía felices.

Nunca una debilidad le hizo sentir tan fuerte.


Continuación de unos de los OS que más me gustaron el año pasado, esto es llevar el amor propio hasta las últimas consecuencias.

Hasta los monstruos se enamoran, ¿no os parece?

Espero que os haya gustado.

Besos

Shimi