7. Tercer Año: el agradecimiento de los Weasley
Draco escapó a toda prisa a través de los oscuros corredores del castillo, no sabía si estaba huyendo de madam Pomfrey o de la vergüenza que acababa de pasar con Potter; todavía preguntándose qué le había pasado cuando reaccionó así a las palabras de éste pues no había sido su intención verse tan evidentemente afectado por la descripción de una marca tenebrosa.
Él ya sabía de antemano que Snape también había formado parte del club de Quien-Tú-Sabes: seguramente alguna vez escuchó a su padre mencionarlo, pero con el pasar de los años lo olvidó por completo. Fue por eso que cuando Potter le contó acerca de "los tatuajes" de Snape (el ingenuo de Potter, quien por lo visto no tenía idea de lo que era una marca oscura y lo que significaba), Draco se alteró al recordarlo y más por el desagrado que Potter manifestó al detallar el dibujo. Varias ideas y posibilidades le habían venido a la mente y se sintió extremadamente ansioso.
Si Potter supiera lo que es… Y que mi padre también la tiene… Que yo mismo pudiera portarla algún día si...
Si el Señor Tenebroso regresara…
Draco se estremeció en medio de escalofríos al imaginarse a él siendo marcado con ese símbolo asqueroso y a Potter despreciándolo para siempre por ello.
—¡EY TÚ, NIÑO!
El grito lo espantó y lo sacó de golpe de sus cavilaciones. Draco se giró y descubrió, con horror, que esa noche no se libraría de un castigo después de todo. El que lo había sorprendido era Filch, quien lo miraba con sádico regocijo desde detrás de una estatua.
Draco suspiró derrotado. Había estado tan cerca de conseguirlo: el conserje y su gata lo habían pillado justo cuando iba acercándose a la escalera de caracol que dirigía directo a su torre. Filch salió de su escondite y cojeó a toda prisa hasta quedar frente a él.
—¡¿Qué haces afuera de tu sala común a esta hora?! —le gritó el conserje en la cara, dañándole los tímpanos.
—Nada. Estaba por entrar. Mire, señor… yo soy de aquí, de Ravenclaw.
Filch miró hacia la escalera de caracol que Draco le señalaba y luego regresó sus ojos pequeños y maliciosos hacia él. Lo miró de arriba abajo con desprecio.
—¿No eres el chico Malfoy? —espetó el conserje. Draco supuso que lo reconocía por su apariencia (por su gran parecido con su padre) ya que él nunca antes se había metido en problemas con Filch.
—Sí —respondió de mala gana.
—¿Y no eres de Slytherin? —Filch parecía muy suspicaz. Su gata no dejaba de maullar y caminar alrededor de Draco, quien se contuvo de darle una patada para alejarla.
—No —contestó de peor tono. Eso ya estaba cansándole—. Pertenezco a Ravenclaw, como ya le dije. Mire, señor Filch, realmente no es tan tarde, apenas pasó la hora de…
—¡Cállate, niño! ¡Yo soy quien va a determinar si es tarde o no! Si crees que puedes mangonearme sólo porque tu padre perteneció al Consejo Escolar durante los años pasados, estás muy equivocado. Él… y tú… ahora ya no son nadie aquí en Hogwarts —añadió con una sonrisa desagradable y la mandíbula temblándole de emoción—. Así que… acompáñame a mi despacho.
"Despacho" era una palabra que le quedaba enorme a la pocilga que Filch tenía como conserjería; era tan miserable que a Draco le dio un poco de pena ajena. El sitio era pequeño, lóbrego y oscuro. Sus únicos muebles eran una mesa, dos sillas desvencijadas y una hilera completa de archivadores de madera con etiquetas. En la pared del fondo Filch mantenía colgadas una colección de cadenas y esposas que, Draco supuso, estaban ahí con el propósito de asustar a los más pequeños. Puso los ojos en blanco… Si Filch pudiera ver lo que los Malfoy poseían en el calabozo de su mansión, se cagaría encima. Ésos sí que eran instrumentos de tortura y no nimiedades.
Filch parecía feliz ante la posibilidad de castigarle y Draco se sintió repugnado. Seguramente Lucius Malfoy alguna vez le habría hecho alguna grosería y ahora se sentía extasiado de poder cobrársela con el hijo de éste. ¿Por qué no le sorprendía?
Apenas acababa Draco de sentarse en una silla que esperaba no tuviera bichos, cuando la gata de Filch, que se había quedado afuera, regresó corriendo y maulló algo. Filch, quien parecía tener el espeluznante poder de entender a su animal de compañía, miró a Draco y le indicó:
—La Señora Norris dice que hay un grupo de niños de Slytherin deambulando por los corredores queriendo llegar a la enfermería. Vaya, parece que esta noche se pusieron de acuerdo para romper las reglas, ¿eh? Voy a pillarlos, espera aquí. ¡No se te ocurra marcharte, te tengo ubicado!
En cuanto Filch salió y cerró la puerta tras él, Draco se levantó dispuesto a escaparse. Aunque era cierto que su padre ya no formaba parte del Consejo, todavía tenía influencias en el colegio. Draco pensaba escribirle al otro día a primera hora y…
Se detuvo porque le llamaron la atención las etiquetas de las cajas apiladas en los archivadores. Tenían nombres y fechas, y Draco supuso que eran los registros que Filch había llevado por quién sabe cuántos años de los estudiantes más revoltosos de cada generación. Se acercó a echar un vistazo para ver si encontraba algún nombre conocido y así poder enterarse de sus travesuras en el colegio. Después de todo, el conocimiento era poder.
En las cajas más actuales encontró el nombre de Potter y sonrió, pero no se detuvo a revisar. Vio también el apellido Weasley y supuso que se trataba de los gemelos, quienes eran famosos por ser un par de gamberros. En las cajas más viejas, le pareció ver de nuevo el apellido Potter y eso le llamó bastante la atención. Caminó hacia la zona de los años 70 y descubrió una caja etiquetada con los apellidos "Black, Lupin, Pettigrew y Potter".
Jadeó de la impresión al percatarse de lo que eso significaba.
—¡No puede ser! ¿Me estás jodiendo? —exclamó para él mismo.
Emocionado por su descubrimiento, tiró de la caja para sacarla del archivero. La puso sobre la mesa, la abrió y comenzó a revisar a toda prisa. Si esos cuatro nombres estaban bajo un mismo archivo de Filch, sin lugar a dudas eso tenía que significar que "delinquieron" juntos en algún momento de su estadía en Hogwarts.
Draco ya sabía de antemano que el padre de Potter había sido amigo tanto de Black como de Pettigrew (así como era de conocimiento popular que uno era el asesino del otro), pero que Remus Lupin también hubiese formado parte del círculo cercano a James Potter, era algo totalmente nuevo para él.
Sacó un montón de basura en forma de papeletas donde Filch había tomado nota de un sinnúmero de transgresiones con nombre completo, fecha y algunos datos más que a Draco le parecieron asombrosos de creer. Encontró un reporte del ocho de octubre de 1977… Era difícil de entender porque la caligrafía era horrible y la redacción daba pena, pero lo intentó:
"El joven Severus Snape de Slytherin dice y jura que en la casa de Gryffindor hay alguien que se convierte en hombro lobo las lunas llenas. Dice también que Sirius Black le tendió una trampa mortal y que ningún profesor toma en serio sus acusaciones y reclamos de protección.
He entregado un reporte anterior al director Dumbledore pero dice que el joven Snape sufre de un tipo de enfermedad muggle que le provoca alucinaciones. Ha desestimado todo. Yo le he pedido que al menos investigue porque esos cuatro críos malcriados de Gryffindor realmente están fuera de control. Estoy seguro de que se escapan al bosque prohibido varias veces al mes. Cada vez que he estado a punto de atraparlos, me he topado frente a frente con un enorme perro negro que ha tratado de morderme el trasero. Estoy convencido de que ese perro es de ellos: otro delito más ya que no pueden tenerse ese tipo de mascotas en los terrenos del castillo. También he visto una rata gorda pero a esa la he ignorado pues realmente no es una mascota prohibida. (No sé si venga al caso porque debe ser un animal del bosque, pero en esas ocasiones también he visto un ciervo a lo cerca)
He escuchado que se llaman con apodos entre ellos, dejo registro por si acaso fuera dato de valor: Lunático, Cornamenta, Canuto y Colagusano. Me parece que están sumamente desequilibrados y le he dicho a Dumbledore que debería decirles a sus familias que los consulten en San Mungo o que los expulsen de aquí o al menos me deje torturarlos un poco a ver si aprenden, pero él…"
El informe seguía y seguía, pero para Draco eso fue más que suficiente. Le parecía asombroso que el mismo conserje guardara en sus viejos archivos una información así de valiosa y que nadie pareciera darse cuenta. Típico de la ineptitud de esa escuela y del mundo mágico en general. Guardó de nuevo todos los papeles en la caja, la colocó en su lugar y, como Filch no volvía, salió de la oficina directo a su sala común.
Tenía mucho en que pensar.
A Harry le había costado un rato conciliar el sueño después de que Malfoy hubiese tenido que marcharse así de intempestivamente la noche anterior (especialmente porque cuando cerraba los ojos no dejaba de pensar en los dementores, y en los gritos de su madre -y la risa de Voldemort- que éstos lo hacían oír cuando estaban cerca de él), pero como se sentía tan cansado y como madam Pomfrey le había administrado una poción para relajarse, al final sucumbió.
En la mañana a primera hora, recibió una inusual visita ahí mismo en la enfermería: los equipos de quidditch de Slytherin y de Gryffindor en pleno, quienes parecían haber decidido realizar un tipo de reunión justo ahí alrededor de su cama.
Harry usó una mano para aplacarse un poco el cabello y se sentó muy derecho, cuidándose de que las sábanas cubrieran bien su cuerpo vestido sólo en pijama. Presentía que se trataba de algo importante, pues los miembros del equipo rival estaban todos serios y formales. Era curioso el modo en que los gemelos Weasley estaban cada uno al lado de su hermana Ginny como guardaespaldas escoltándola; y como ellos dos eran tan altos, la hacían ver mucho más pequeña de lo que realmente era. Todos ellos observaban a Harry con ojos desconfiados.
Los del equipo de Slytherin, en cambio, parecían no saber qué estaban haciendo ahí a excepción de Flint, el capitán. Éste fue quien tomó la palabra cuando todos por fin pudieron acomodarse alrededor de la pequeña cama de Harry.
—El día de ayer, después de tu lamentable accidente —comenzó a explicar Flint y Harry puso los ojos en blanco. Realmente dudaba que a Flint le importara su bienestar, ni siquiera había ido a ver si estaba bien—... hablé con el profesor Snape y la profesora McGonagall, jefes de nuestras respectivas casas, para presentar una petición formal de anulación del partido. El motivo: la entrada de los dementores al campo de juego, suceso que provocó tu caída. Siendo que Weasley, la buscadora de Gryffindor, cogió la snitch cuando tú caías de la escoba, nosotros sospechamos que lo hizo después de verte caer, lo que no es una falta en sí, pero resulta bastante anti-ético. ¿Qué piensas de eso, Potter?
Las trece personas presentes miraban expectantes a Harry.
Éste pasó saliva, pensando. Si era honesto con él mismo, tenía que reconocer que Ginny había ganado legalmente, pues no se había dado cuenta de su caída hasta después. Demonios, con la lluvia que estaba cayendo era imposible que hubiera visto nada. Pero… aquella era una oportunidad muy buena para enmendar su récord y aliviar la derrota. ¿Debía aprovecharla?
Miró a Ginny, quien tenía el ceño fruncido y se miraba los zapatos deportivos como fingiendo que no le importaba.
A Harry se le oprimió el corazón. No pudo evitar imaginarse lo que él habría sentido si alguien le hubiese anulado el primer partido que jugó como buscador.
Luego, se fijó en los gemelos: éstos lo estaban observando a él con una clara amenaza en sus ojos azules. Uno de ellos incluso le estaba mostrando el puño. Harry arqueó las cejas, asustado.
—¡Okey, no! —dijo entonces. Flint se giró a verlo con gesto desagradable. Ginny también elevó los ojos y lo miró con sorpresa.
—¿Qué dijiste? —preguntó Flint.
Harry miró de nuevo a los gemelos pero éstos ya estaban fingiendo demencia. Negó con la cabeza… Ah, qué importa ya.
—Dije que no. No pidas la anulación, Flint. Ginny me ganó la snitch a la buena. Ella no vio que yo estaba cayendo y atrapó la snitch porque tuvo la oportunidad y la supo aprovechar. Tenemos que reconocer que Gryffindor ganó limpiamente —añadió, mirando a su capitán—. Yo fui quien falló. Lo siento.
Flint apretó los puños. Parecía deseoso de decirle mil cosas a Harry pero, obviamente, no podía hacerlo delante de los de Gryffindor.
—Ya nos arreglaremos tú y yo en la cancha, Potter —masculló, y salió de ahí. Todos los del equipo de Slytherin lo siguieron, aunque ellos sí se despidieron de Harry de manera más cordial.
Harry se quedó a solas con el equipo de Gryffindor, quienes lo miraban con azoro.
—Bueno… eso sí que fue incómodo —dijo uno de los gemelos Weasley después de un largo momento.
—¡Pero totalmente justo! —exclamó Wood, el capitán, quien se veía exultante. Dio un paso hacia Harry y le ofreció la mano. Harry se la dio y ambos chicos se las estrecharon fuertemente—. Gracias, Potter, no esperaba más que justicia de tu parte. Cuando Flint pidió la anulación del partido, McGonagall y Snape acordaron que debías ser tú quien lo decidiera pues por la lluvia madam Hooch ni siquiera pudo ver qué ocurría allá arriba entre ustedes, los buscadores. Así que, ¡bueno! Ahora sí, chicos, ¡directos a ganar la Copa!
Con eso, salió alegremente de la enfermería seguido de las tres chicas cazadoras. Los tres Weasley, en cambio, se quedaron un poco más. Observaban a Harry como si fuera la primera vez que lo vieran en aquellos años.
Fred y George intercambiaron una mirada entre ellos. Ginny sonrió y meneó la cabellera de color rojo ardiente. Ese día traía un par de trenzas y se veía muy bonita. Se sacó un papel del bolsillo de su chaqueta y dio un paso hacia Harry.
—Te hice esta tarjeta, Harry. Con mis mejores deseos para que tengas una pronta recuperación —dijo ella sin dejar de sonreír—. Muchas gracias por reconocer tu derrota. Sabía que serías honesto y no le seguirías el juego a Flint. —Ginny le cerró un ojo y se giró a sus hermanos—: ¿No se los dije, idiotas? ¡Gané, carajo! ¡Mi primer partido como buscadora y cogí la snitch! ¿A que soy genial? ¿Qué haría Gryffindor sin mí?
La chica salió de la enfermería dando saltitos de felicidad, dejando a sus hermanos atrás y a Harry sumidos en un largo silencio. Finalmente, ellos reconocieron:
—Veníamos con un montón de trucos y bromas para dejarte, pero…
—… en vista de que eres una persona íntegra…
—… a pesar de ser un Slytherin...
—… nos retractamos —dijeron los dos al mismo tiempo.
—Te salvaste de una buena, Potter —dijo George.
—Hasta luego… y gracias por respetar el triunfo de Ginny —añadió Fred.
Y con eso, salieron de ahí. Harry se quedó un largo rato pensando a que se habían referido con "un montón de trucos y bromas" y se alegró infinitamente de no haber tenido que probarlos en carne propia.
Blaise y Pansy llegaron a visitarlo un rato después y le dieron un largo sermón acerca de lo anti-slytherin de su comportamiento al no haber recurrido al truco de la anulación del partido que se le había ofrecido en bandeja de plata. Y Harry lo sabía. Sabía que podía haberse aprovechado de la entrada de los dementores como excusa válida para pedir que el partido se repitiera, pero… por alguna razón, en ese momento era lo que menos le preocupaba.
Cuando se quedaba a solas, lo único en lo que podía pensar era en las horribles cosas que los dementores le hacían escuchar, en sus manos viscosas y en la boca espeluznante que escondían debajo de la capucha. Sin contar que había vuelto a ver al Grim justo antes de caerse de su escoba.
Y al pensar en todo eso, el resto parecía palidecer en importancia.
Flint no se lo perdonó fácilmente. Durante toda la semana siguiente, lo obligó a entrenar como nunca usando las horribles escobas del colegio y, con la excusa de que no tenía una propia, lo ponía a correr vueltas sin parar alrededor del campo y luego lo mandaba a hacer las tareas más degradantes de limpieza, pero Harry no se quejó.
Se sentía de buen humor porque el lunes había hablado con Lupin. Le había dicho al profesor que ya sabía que existía un encantamiento para repeler dementores y le había suplicado si podía enseñárselo. Lupin había accedido a duras penas y quedaron de hacerlo hasta después de las vacaciones de Navidad, pero era una promesa que a Harry le daba esperanza de poder salir bien librado si volvía a encontrarse con dementores en cualquier momento.
No había podido hablar con Malfoy después de aquella conversación que tuvieron en la enfermería, pero cuando volvieron a verse en su clase doble de Herbología el jueves, el chico de Ravenclaw le sonrió tímidamente y lo saludó con un asentimiento de cabeza.
Harry le devolvió la sonrisa y todo pareció marchar tan bien y normal entre ellos como siempre, lo cual, Harry no podía negarlo, lo hacía muy feliz.
A finales de noviembre, Ravenclaw derrotó a Hufflepuff en su partido de quidditch. Aunque Draco no jugó, para él fue bastante agradable ver a su equipo ganar. Que Cho hubiese cogido la snitch antes que el buscador de Hufflepuff resultó bastante satisfactorio porque éste era un verdadero presumido.
Draco no había vuelto a encontrarse a solas con Potter, así que no le había contado nada acerca de lo que había averiguado en el despacho de Filch. A la que le contó todo con pelos y señales, fue a Hermione.
—A ver, recapitulemos entonces —había dicho ella—: el papá de Harry, el profesor Lupin, Sirius Black y el señor Pettigrew fueron todos amigos en sus años de colegio. El profesor Lupin ya era licántropo desde entonces. Me pregunto si Dumbledore lo sabía y por eso fingía demencia ante Filch, suena mucho a algo que haría él. El profesor Snape también fue estudiante en ese tiempo y se odiaban desde entonces. Pero bueno, eso ya lo sabíamos, ¿no? Es por eso que trata tan mal a Harry, ¿no? Porque su padre era parte de ese grupo con quien tenía problemas...
—Sí. Muy maduro de su parte, ¿verdad? Desquitarse con el hijo adolescente de su rival por algo que éste le hizo hace décadas —murmuró Draco, sintiéndose identificado—. Eso explica también por qué Snape detesta a Lupin y por qué intenta inculparlo de ser cómplice de Black. Y el motivo por el que Lupin podría estar ayudándolo es justamente por eso, porque fueron amigos en el pasado. Me sorprende que Dumbledore esté tan convencido de que Lupin no es cómplice de Black. ¿Por qué será?
Hermione miró a Draco y se encogió de hombros.
—Dumbledore le tiene confianza a Lupin, supongo que sabe cosas que los demás no. Lo que estoy pensando es en el daño que le va a ocasionar a Harry saber que su padre y Black eran amigos. O sea, imagina… ¿que un amigo de tu padre ahora quiera venir a matarte?
Draco se asombró.
—¿Estás diciéndome que Potter no lo sabe? —Ante la negativa de Hermione, Draco recordó todo lo demás que él sabía de Black; que hubiese sido el mejor amigo de James Potter era apenas la punta del iceberg. Deja eso de que eran amigos, ojalá nunca se entere de que Black es su padrino y que además fue él quien entregó a sus padres. Decidió no contárselo a Hermione y quedarse con la información sólo para él. Suspiró y dijo—: Entonces será mejor no decírselo, ¿no crees? Me parece que es una información que no le sirve de nada y sólo le hará daño. ¿Para qué torturarlo?
Hermione no parecía muy conforme, pero como había sido Draco quien había averiguado aquello, no le quedó más remedio que acceder.
El día antes de salir de vacaciones de Navidad, los estudiantes tenían otra oportunidad de ir a Hogsmeade, ocasión que Malfoy quería aprovechar para buscarle un regalo a su madre, según le dijo a Harry la noche anterior después de cenar.
Harry lo miró mientras Malfoy le contaba eso y lo observó con detenimiento; Malfoy parecía sonrojado y tartamudeaba un poco:
—Entonces como mañana tengo que ir a Hogsmeade a esto que te digo, um… Yo me preguntaba si tú… Si…
El sonrojo de Malfoy era espectacular a esas alturas de su diálogo, y Harry casi podía ponerse a reír y luego a llorar al darse cuenta de que lo que estaba pasando era que Malfoy estaba luchando para invitarlo a ir con él a Hogsmeade. Arrugó el gesto sin saber si debía sentirse feliz porque Malfoy estaba invitándolo a salir o desdichado porque no podía acompañarlo.
—Cielos, Malfoy. Si lo que estás haciendo es pedirme que vaya contigo…
—¡Yo no estoy haciendo eso! Sólo… sólo… sugería…
—… me temo que no puedo. Mi permiso sigue sin ser firmado y Snape continua furioso conmigo, ahora más que antes porque me negué a pedir la anulación del partido contra Gryffindor. Creo que Hogsmeade no será una realidad para mí hasta el siguiente año, y quien sabe. Dependerá de si mi tío me firma el dichoso papel o no.
Malfoy parecía muy decepcionado.
—Oh. Bueno. En ese caso, creo que iré con Anthony Goldstein. Él también… él también tiene cosas que comprar —susurró Malfoy.
Harry se sentía terrible. Las ganas de pasear con Malfoy eran tremendas y le parecía horriblemente injusto no poder hacerlo.
—Espero que te diviertas montones, ¿de acuerdo? No gastes mucho dinero —le dijo y le cerró un ojo, intentando parecer despreocupado.
Malfoy asintió y ambos chicos se dieron las buenas noches. Harry lo miró irse hacia las escaleras que llevaban a la Torre de Ravenclaw y se alegró de que al menos Malfoy le hubiese dicho que pensaba ir al pueblo solamente con Goldstein y no con las otras dos chicas con las que siempre hacía equipo en Herbología.
Harry había planeado pasarse el día viendo revistas de quidditch para animarse a comprar una escoba nueva, pues Flint no le daba tregua con ese tema. Así que se encaminó hacia la biblioteca para pedir algunas prestadas a ver si se decidía por algún modelo en específico.
En el corredor del tercer piso, justo junto a la estatua de una bruja jorobada y tuerta, se encontró cara a cara con los gemelos Weasley quienes tenían toda la actitud de haber estado haciendo una travesura.
Harry les sonrió y los saludó:
—¿Qué hay, Fred, George?
—¿No vas a Hogsmeade con los demás, Potter?
—Ron nos contó que tenías problemas con tu permiso, ¿es cierto?
Harry suspiró y detuvo su marcha. Supuso que no le hacía daño charlar un rato con ellos, así que les narró en pocas palabras lo de su permiso y de cómo el vengativo de Snape se aprovechaba de eso para desquitarse con él. Al final de su relato, los gemelos intercambiaron una mirada entre ellos.
—Potter, resulta que tenemos un regalo para ti…
—Mira, no es porque nos caigas bien ni nada parecido, ¿de acuerdo?
—Es sólo que… has hecho mucho por nuestra familia.
—Rescataste a Ginny el año pasado.
—Nuestros padres te adoran por eso, eso sí. No les importa en cuál casa estás… Mamá planea enviarte un jersey hecho por ella en Navidad.
—Ron nos contó cómo le ayudaste para evitar que su rata muriera envenenada…
—… y lo que hiciste por Ginny el otro día al no pedir la anulación de su triunfo… Wow. Increíble, Potter.
—Nunca lo hubiéramos esperado de un Slytherin —dijeron los dos al mismo tiempo, mirando fijo hacia Harry, quien ya estaba incomodándose.
—Eh… no fue nada, supongo.
—Y como nosotros ya no lo necesitamos (nos lo sabemos de memoria), creímos que te podía servir a ti —finalizó Fred al mismo tiempo que sacaba un pergamino grande, cuadrado y muy gastado del interior de su túnica. Se lo mostró a Harry como si fuera un gran tesoro.
Ambos sonreían mucho y Harry dio un paso atrás por pura precaución.
—¿Qué es esto? ¿Es una broma?
Los gemelos sonrieron más y, de ese modo, fue que le presentaron a Harry el Mapa del Merodeador.
Después de realizar algunas compras y calados hasta los huesos por el frío, Draco y Anthony acordaron que ya era suficiente y necesitaban algo de calor. Decidieron ir a las Tres Escobas a tomarse una cerveza de mantequilla, así que se encaminaron hacia allá.
Draco se sentía más contento de lo que había pensado. A pesar de su decepción inicial porque Potter de nuevo no había podido salir del castillo, tuvo que reconocer que se lo estaba pasando bastante bien con Goldstein. Además, habían entrado a Artículos para el Deporte Spintwitches donde se había encontrado algo perfecto para obsequiarle a Potter en Navidad.
La sola idea de ver a Potter usando algo que él le hubiera comprado, lo hacía sonreír.
Anthony y él se acercaron al edificio que alojaba el famoso pub y se detuvieron en la acera de enfrente, esperando a que terminaran de pasar unos trineos para cruzar. Desde ahí, los chicos notaron que del establecimiento estaba saliendo un grupo de adultos, entre los que estaban varios profesores de Hogwarts y hasta el Ministro de Magia.
El profesor Flitwick los vio y los saludó con la mano.
—¡Malfoy, Goldstein! ¿Qué hay, chicos? Continúen portándose bien, ¿de acuerdo?
Anthony intentó sonreír todo incómodo y correspondió el saludo del profesor mientras Draco, completamente avergonzado, se ocultaba detrás de él. Esperaron frente al pub hasta que los vieron marcharse a todos rumbo a Hogwarts.
—Ugh, justo a tiempo —masculló Draco—. Qué bueno que ya se van, lo que menos quiere un estudiante es tomarse una cerveza de mantequilla en un local donde también estén sus profesores bebiendo y poniéndose tontos.
—Totalmente de acuerdo —susurró Anthony, sonriendo.
Los dos chicos cruzaron la calle y se dirigieron al bar. Draco apenas estaba comenzando a preguntarse qué era lo que Fudge estaría haciendo ahí en Hogsmeade cuando, al llegar a la puerta, alguien la abrió desde adentro de manera muy brusca, casi golpeándolos.
Draco se encontró frente a frente con Harry Potter.
Le llevó algunos segundos a su cerebro procesar qué era lo que estaba viendo y por qué. No entendía qué era lo que Potter hacía ahí, en Hogsmeade, totalmente al descubierto y con los profesores del colegio recién salidos del local. Abrió la boca para preguntarle cómo es que había conseguido salir del castillo cuando reparó en que Potter tenía los ojos húmedos y se veía furioso. Parkinson y Zabini venían detrás de él y también parecían turbados.
Draco sumó dos más dos rápidamente y creyó comprender qué era lo que acababa de pasar ahí: Potter no tenía permiso para salir a Hogsmeade, así que se había escapado del castillo de algún modo y los profesores lo habían atrapado ahí en las Tres Escobas. Y siendo que Potter se veía así de alterado, ¿eso significaba que…?
Draco sintió que el alma le caía a los pies.
—¡¿No me digas que te expulsaron?! —le preguntó casi a gritos, horrorizado.
La pregunta de Draco pareció enojar mucho más a Potter, quien se abalanzó sobre él y lo sujetó de las solapas de su abrigo invernal. Tiró de Draco hasta arrastrarlo al callejón que se formaba entre las Tres Escobas y el siguiente establecimiento; Draco, totalmente cogido fuera de guardia y bastante sorprendido, no pudo reaccionar y simplemente se dejó llevar.
—¡Ey, Potter! ¿Qué diablos te pasa? —gritó Anthony. Dio un paso hacia ellos para ayudar a Draco, pero Zabini lo detuvo.
—Quieto ahí, Goldstein. Déjalos hablar —dijo al mismo tiempo que Potter caminaba furioso llevando a Draco consigo hasta un sitio lo bastante alejado. Se detuvo y azotó a Draco contra un muro mugroso.
—¡Oye! —exclamó Draco, tan humillado como desconcertado. No comprendía qué era lo que él había hecho para ofender así a Potter. ¿Qué era lo que había cambiado entre ellos en tan poco tiempo?
—¿Tú sabías que Sirius Black es padrino mío? —preguntó Potter con voz helada y Draco se congeló en su sitio—. ¿Tú sabías que era el gran amigo de mi padre acá en Hogwarts, que fue su padrino de boda y luego me apadrino a mí? ¿Sabías que fue él la persona que los traicionó, el que los entregó a Lord Voldemort?
Draco demoró tanto en elaborar una mentira que supo que era tarde. Su silencio y su mirada culpable lo delataron. Se quedó boqueando durante segundos enteros, tan impactado porque Potter no dejaba de llamar al Señor Oscuro por ese maldito nombre como por lo que le estaba reclamando.
No tenía cómo justificarse. Lo que Potter decía era verdad, él lo había sabido todo ese tiempo.
Potter pareció reconocer su admisión en su silencio y, por unos segundos, pareció a punto de soltarse a llorar. No obstante, se recompuso rápidamente; dejó salir una exclamación de rabia y volvió a empujar a Draco contra el muro antes de mascullar con enorme dolor en la voz:
—¿Por qué, Malfoy, por qué precisamente tú tenías que ocultarme eso? Y mira, yo acá pensando que tú y yo… que tú y yo éramos amigos.
Diciendo eso, soltó a Draco y se alejó.
Draco lo miró irse y fue cuando finalmente reaccionó.
—¡Potter, espera! —le llamó—. ¡Déjame explicarte!
Pero Potter lo ignoró. Llegó hasta sus amigos de Slytherin, pasó junto a ellos de largo y Parkinson lo siguió, llamándolo angustiada. Zabini se tomó su tiempo para mirar a Draco con desprecio antes de seguirlos también. Anthony se acercó tímidamente hasta Draco y le preguntó si todo estaba bien.
Draco miró a su compañero de casa y asintió. No iba a decirle que se sentía la peor mierda del planeta, ¿para qué? Seguramente Goldstein le soltaría algún discurso pragmático donde le resaltaría que ni siquiera le convenía ser "amigo" de Potter y Draco lo golpearía, así que mejor lo dejó pasar.
Afortunadamente, Anthony sacó a relucir su lado Ravenclaw e inteligentemente no mencionó nada durante todo su trayecto de regreso a Hogwarts.
Al llegar al castillo ya cuando caía la noche, Draco buscó a Potter en el Gran Comedor, pero el chico de Slytherin no subió a cenar. Draco notó que Parkinson tomaba comida y la envolvía en servilletas para llevársela consigo, así que imaginó que Potter estaría oculto en su sala común y, al menos esa noche, él no se podría explicar. Lo terrible de la situación era que no sabía cuándo podría volver a tener la oportunidad de hablar con Potter, pues al otro día comenzaban las vacaciones de Navidad y todos lo que regresaban a su casa abordarían el tren. Por lo que Draco sabía, Potter no era uno de ellos.
¿Cómo iba a esperar hasta que terminaran las vacaciones para volver a verlo y aclarar las cosas?
¿Cómo mierda se había enterado Potter de todos aquellos secretos? ¿Y por qué de inmediato había asumido que Draco los sabía y se los había ocultado?
Draco no entendía nada y se sentía tan apesadumbrado que no pudo consumir bocado.
Al otro día, pensó que tendría chance de hablar con Hermione en el tren de regreso a Londres y preguntarle si sabía qué era lo que había pasado aquella noche, pero resultó que Hermione (al igual que Potter) se había quedado a pasar las vacaciones de Navidad en el castillo. Así que Draco tuvo que marcharse a casa sin saber nada y sintiéndose muy culpable.
Era cierto que él sabía cosas de Sirius Black que su mismo padre le había contado y que él nunca se atrevió a repetir delante de Potter. Primero, porque no pensó que fuera importante. Segundo, porque creyó que sería un tema de conversación que Potter odiaría, así que, ¿para qué incomodarse e incomodar a otros? Jamás se imaginó que Potter, al enterarse, la tomaría en contra suya por no habérselo contado antes. Draco no tenía idea de que la amistad funcionara así... ¿No tendría más sentido que Potter estuviese agradecido de que Draco hubiese tomado la decisión de no revelarle detalles escabrosos en pro de su bienestar mental?
Aprovechó las horas de viaje en tren para escribirle una carta a Hermione preguntándole qué había ocurrido. Pensó también en escribirle a Potter, pero decidió que sería mejor enterarse del panorama completo antes de intentar un acercamiento.
Hermione le respondió hasta el día siguiente, cuando Draco ya se encontraba en su mansión con sus padres. Muy brevemente, Hermione le contó que Potter y sus otros dos amigos habían estado tomándose una cerveza de mantequilla en el pub y que, al arribar el profesorado al lugar, Potter por obvias razones se había ocultado bajo una mesa. Y así, los tres chicos de Slytherin escucharon perfectamente una conversación sostenida por los adultos donde revelaron que Sirius Black había vendido la ubicación de la familia Potter al Señor Oscuro siendo el mejor amigo del padre de Potter e incluso padrino de su pequeño hijo, Harry, a quien ahora buscaba para asesinar y terminar el trabajo. Esa información le había calado hondo al chico de Slytherin, quien estaba actualmente furioso y planeaba asesinar a Black apenas lo tuviera enfrente.
Hermione finalizaba diciéndole que ella estaba intentando tranquilizar a Potter y que no le vendría mal la ayuda de Draco.
—¿Y qué se supone que puedo hacer yo? —le dijo él en voz alta a la carta.
Suspiró, se armó de valor y decidió escribirle a Potter para pedirle perdón.
Bueno, eso de "pedir perdón" fue un decir que sólo se quedó en intención. Porque aunque Draco no se consideraba a él mismo una persona excesivamente orgullosa, en ese momento se dio cuenta lo difícil que era poner un "la cagué, lo siento" por escrito. Así que lo hizo fue escribirle a Potter una misiva donde lo exhortaba, con un discurso totalmente coherente (al menos desde su conocedora opinión), a no salir a cazar a Black. Incluso agregó a la carta una lista aparte donde le enumeraba los pros y los contras de esa impulsiva e idiota decisión.
La lechuza fue y regresó y Potter no le contestó.
Draco pasó un par de días intentando convencerse de que él ya había hecho su parte y tendría que quedarse tranquilo, pero la verdad era que no podía dejar de pensar en Potter y en cómo lo estaría pasando. Entre más transcurría el tiempo, más culpable se sentía, aunque su sentido común le dijera que no tenía motivos.
Una mañana, aprovechando que sus padres habían salido a hacer compras navideñas, fue a la chimenea del salón.
Sin tener idea si aquello funcionaría o no, tomó polvos flu de la repisa y los echó al fuego.
—¡Sala común de Slytherin! —solicitó.
Por unos segundos no pasó nada y Draco pensó que no iba a servir. Pero entonces, las llamas se volvieron de color verde y rugieron. Emocionado, el chico se hincó frente al fuego y asomó la cabeza.
Tenía ante sus ojos el esplendor casi acuático de la sala común de Slytherin, la cual, en esos momentos de la mañana y siendo casi Navidad, estaba desierta. A pesar de su angustia y nerviosismo, Draco se quedó impresionado: el lugar era hermoso. Parecía estar bajo el agua, tenía muebles muy elegantes y adornos navideños colgaban por doquier.
Sintió una pequeña punzada de algo doloroso al recordar que él pudo haber quedado en esa casa si hubiese querido.
Pudo haber estado ahí, pudo haber sido más cercano a Harry Potter.
Pero… No tenía caso lamentarse por cómo habían pasado las cosas y por las decisiones que había tomado. Olvidándose de eso, Draco se aclaró la garganta.
—Ejem… ¡Potter! ¡POTTER! ¿Hay alguien ahí? ¿Potter?
Para su asombro, la que se asomó desde un lado a la derecha, fue Hermione. Traía a un adormilado Crookshanks entre los brazos.
—¿Draco?
—¿Hermione? ¿Qué demonios haces ahí?
—Ah, Crabbe y Goyle me dejaron entrar para pasar tiempo con ellos y con Harry, verás… es que Harry no ha querido salir en días y pues… Los amigos de Harry se dejan sobornar demasiado fácilmente, unos pastelillos de chocolate y hacen lo que les pido. ¿Quieres hablar con él, supongo?
Draco sintió que enrojecía de la vergüenza. No había estado en sus planes que Hermione se diese cuenta. Respondió con un "Sí" muy desganado. Hermione sonrió sabihonda y le dijo que trataría de arrastrar a Potter hasta ahí.
Draco esperó casi cinco minutos. Estaba a punto de darse por vencido y finalizar con aquella llamada, cuando finalmente Potter arribó. Iba en pijamas y escoltado por Crabbe, Goyle y Hermione. Draco carraspeó y los observó a todos, bastante cohibido. No había tenido idea de que también Crabbe y Goyle se quedarían en Hogwarts a pasar la Navidad, pero no le costó imaginar que lo hacían para acompañar a Potter.
—Quisiera hablar con Potter a solas, si no les molesta —les dijo con enojo. Vio a Hermione sonreír más.
—Chicos, bajemos a las cocinas por un bocadillo, ¿quieren? —dijo ella y caminó hacia un lado, alejándose de la chimenea. Crabbe y Goyle la acompañaron con entusiasmo, casi tropezándose con sus pies en el afán de seguirla.
Potter, con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, ni siquiera se hincó ante la chimenea. Se quedó ahí de brazos cruzados mirando a Draco.
—¿Qué quieres? —le espetó. Traía el cabello todo alborotado y los ojos verdes le refulgían tras las gafas. Vestía unas pijamas a rayas que parecían muy usadas y le quedaban un tanto ajustadas en las piernas, y un suéter muy holgado de color negro. Ver a Potter con aquella apariencia alteró el ánimo de Draco por alguna razón que no se detuvo a analizar.
Volvió a carraspear.
—Te mandé una carta. —Hizo una pausa y Potter sólo se encogió de hombros, como si no le importara. Draco se preguntó por qué demonios estaba haciendo eso y por qué a él sí le importaba tanto—. Sé que no lo menciono ahí, pero la verdad es que… Estoy muy apenado contigo. Yo… Yo… Mira, Potter, creo entender que quizá el concepto de amistad que yo manejo es diferente al tuyo. Yo no pensé que debía decirte todo lo que sé acerca de una persona o de un asunto, y menos si esa información iba a hacerte sentir mal. Te pido… te pido disculpas. Lo siento, ¿sí?
Se silenció. Bueno, ahí estaba. Se había disculpado.
Pero Potter no parecía enternecido por su discurso. Se miró las uñas en un gesto de indiferencia.
—¿Estás dispuesto a contarme todo lo que sabes? —dijo al fin con voz helada.
Draco estuvo a punto de asentir, pero entonces lo asaltó una duda.
—¡Un momento! Eso me hace recordar… ¿por qué tú sospechaste que yo sabía todo acerca de Black? ¿Qué te hizo pensar eso?
Potter volvió a encogerse de hombros.
—Porque sé que tu padre fue esbirro de Voldemort —dijo, atreviéndose de nuevo a decir el nombre del Señor Oscuro como quien suelta el clima que hace afuera. Draco se asustó tanto que casi se golpea la cabeza contra el marco de la chimenea—. Y en cuanto escuché la conversación de los profesores en las Tres Escobas, imaginé que si ellos lo sabían, con mayor razón tendrían que saberlo todos los que fueron cercanos a Voldemort en aquellos tiempos. Y como sé que tu padre te cuenta cosas… Por eso te lo pregunté, y tú no lo negaste, dándome la razón —finalizó, mirando a Draco con reproche.
Draco todavía no se recuperaba del sobresalto de escuchar a Potter mencionar el nombre del Señor Oscuro con aquella frescura, pero quiso explicarse:
—No creas que sé mucho. Mi padre no me lo cuenta todo, contrario a lo que puedas creer tú. Yo no soy… Digamos que desde que salí sorteado en Ravenclaw, él no se siente particularmente orgulloso de mí. Pero lo que sé es esto: mi padre me dijo que la noticia de que Black estuviera en el bando del Señor Oscuro fue una sorpresa para todo el mundo. Nadie lo sabía hasta que lo ingresaron a Azkaban. Según me dijo, no hay ninguna prueba de que realmente haya sido él quien vendió a tus padres, ¿sabes? No hay testigos de eso, realmente pudo haber sido cualquier otra persona. Y que sea tu padrino y haya sido el mejor amigo de tu papá, bueno… Yo supuse que eso tú lo sabrías. No pensé que… Bueno. Imaginé que tu familia te lo habría contado en algún momento.
Potter parecía menos enojado, pero al momento en que Draco mencionó la palabra "familia", se enfurruñó.
—"Mi familia", como tú la llamas, es un trío de desgraciados. Nunca me contaron nada de mis padres; yo ni siquiera sabía que habían sido magos ni la manera real en la que habían muerto. Supe todo eso hasta que me enviaron la carta de Hogwarts y Hagrid me la entregó en persona. —Draco abrió la boca con sorpresa, no tenía idea de aquello—. Y siendo ellos muggles, dudo mucho que supieran nada del mundo mágico. No creo que conocieran nunca a Black pues no se hablaban con mis padres. Así que… no. Ahí te falló tu sentido común, chico listo —añadió con sarcasmo.
Draco no sabía qué decir.
—Bu-bueno, en ese caso… Comprendo tu enojo, Potter, de veras. Pero como te lo dije por carta, no creo que sea buena idea salir a cazar a Black para vengarte. Creo que lo más inteligente es…
—¿Sabes qué es lo que escucho cada vez que tengo enfrente a un dementor? —lo interrumpió Potter de muy malas pulgas. Draco negó con la cabeza; ni siquiera tenía idea de que se podía escuchar algo—. Escucho a mi madre. Escucho sus lamentos y sus ruegos en el momento en que Voldemort está a punto de ejecutarla. Y luego escucho la risa helada y burlesca del maldito mientras la asesina. Y todo porque Black los traicionó y los vendió a él. ¿Y así esperas que no busque venganza?
—Potter, por amor a Merlín, deja de repetir el nombre de ese loco. Mira, yo como tu amigo, te…
—¡Si de verdad fueras mi amigo, me ayudarías a vengarme! —siseó Potter. Se veía furioso y era notorio que le costaba contenerse—. Si de verdad fueras mi amigo, estarías aquí a mi lado elaborando un plan para atraer a Black y matarlo, no allá cómodamente sentado en tu mansión pasando una linda Navidad con tus padres… Pero bueno, supongo que al final todo se reduce a eso, ¿no? Tú sí tienes familia con quien estar, ¿para qué diablos vas a preocuparte por ayudar a un huérfano miserable como yo a buscar su venganza? —finalizó con los dientes apretados en un tono venenoso que escurría envidia y ganas de dañar.
Draco nunca había visto a Potter tan cabreado. Era increíble, pero podía jurar que sentía leves oleadas de la magia del otro aún a través de la conexión por la chimenea: ondas cálidas y perturbadas de poder mágico que viajaban hasta él a través de la red flu.
Recordó entonces que lo que había orillado a Potter a escapar de su familia muggle durante el verano había sido el hecho de que se había enojado con ellos y los había encogido a todos, incluso a la tía y hasta a su perro, dejándolos a su suerte mientras él huía. Hermione se lo había contado y Draco lo había encontrado un tanto gracioso, pero ahora, al ser testigo del enojo del Slytherin, se dio cuenta de que Potter era de temer cuando perdía el buen humor.
—Yo… Yo no puedo hacer eso, no ahora mismo… —comenzó a explicarse Draco—. Tengo que esperar a que terminen las vacaciones. Pero mira, cuando regrese al castillo, podem…
Se interrumpió porque Potter apretó los puños, se los llevó hacia la frente y soltó un bramido de rabia. Azorado, Draco pudo ver cómo alrededor de Potter, ahí en la sala común de Slytherin, las cosas temblaban y se agitaban como atravesados por una fuerte onda de choque.
—¡Potter, cálmate! —exclamó Draco, asustado, temiendo que Potter se hiciese daño al dejar explotar su magia así.
Pero entonces, Potter se dio la media vuelta y se fue. Draco lo perdió de vista y se quedó con la palabra en la boca, azorado. Esperó un momento y, viendo que Potter no regresaba y lo había dejado ahí plantado, finalizó entonces con la llamada y sacó la cabeza de la chimenea, sintiéndose terrible.
Pero… pero… ¿qué demonios era lo que acababa de pasar?, se preguntaba una y otra vez. Él sólo había querido hablar un poco con Potter para saber cómo estaba, ¡incluso se había disculpado! ¿Por qué Potter reaccionaba así y le hacía semejante desplante?
Draco no entendía a Potter pero, por alguna razón, no podía dejar de intentar comprenderlo.
Pasó aquellos días navideños sintiéndose preocupado, sin poder dejar de pensar en Harry Potter. No sabía que era lo que temía más: que Black pudiera darle alcance o que el mismo Potter fuera quien saliera a buscarlo a él.
