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Advertencias del capítulo: (Lenguaje soez)

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HILO ROJO

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CHAPTER 24

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PET NAMES


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—¡Esperen! ¿Qué están haciendo? — Mikasa intentó aventarse sobre el idiota que se llevaba a Armin.

Sintió como una mano se apoyaba en su hombro y la empujaba unos pasos atrás. El golpe fue tan sorpresivo que rápidamente perdió el equilibrio, pero logró sujetarse de la mesa en la que ambos conversaban.

—¿Que? No, suéltenme ¡No me toques! — la voz de asustada Armin le obligó a erguirse.

—¿Que les sucede? ¡Suéltenlo ya!

—Nada te costaba ayudarnos con ese trabajo, maldito nerd de mierda — un castaño, alto y fornido acorraló a Armin contra la pared. Era un chico del equipo de fútbol, Akio Kitashima —. Por tu culpa puedo quedar fuera de equipo esta temporada y te juro que alguien la va a pagar si es así.

Su acompañante y quien le había lanzado lejos, le seguía de cerca, guardándole la espalda, se trataba de su mejor amigo, Shiro Iwa. Él resultaba intimidante, era demasiado alto y muy corpulento para un chico de su edad, aún así, Mikasa se negó a dejarse intimidar e intentó acercarse a su amigo, sin embargo, sintió como la rodeaban por la cintura, reteniéndola apretadamente.

—¿Que te pasa? Suéltame Darlakanan.

—¿Darlakanan? — el bruto que la sostenía frunció el ceño y la miró rápidamente —. ¿Qué es eso?

—Seguramente es de su estúpido juego diabólico. No lo repitas idiota, te dije que solo son unos malditos raros.

—Suelta a Armin, lo digo en serio — Mikasa amenazó a Akio rápidamente, lanzándole una mirada de advertencia. Intentó lanzarse hacia él, sin embargo, el otro chico la sostuvo con firmeza por lo que no pudo moverse en lo absoluto — Y tú bestia, quítame las manos de encima.

—Tienes una lengua muy afilada para ser una chica — el castaño la miró con una ceja alzada.

Estaban en la biblioteca, durante la hora de almuerzo y no había nadie a la vista. Armin y ella tendían a pasar el rato solos, por lo que no podía esperar que alguien llegara a ayudar. Incluso la bibliotecaria estaba ausente, pues regularmente les dejaba entrar durante el receso.

No sabía como aquellos idiotas habían logrado entrar, pero en cuanto les vislumbraron, se habían abalanzado contra Armin. No comprendía lo que sucedía y el rubio parecía francamente asustado. Faltaba más de media hora para que el receso terminará y la bibliotecaria volviera, ningún alumno se asomaba ahí a esa hora y era la razón por la que ella y Armin aprovechaban a disfrutar del receso con tranquilidad.

—Te voy a acusar con el consejero, lo digo en serio — le advirtió entre dientes.

—Mira que miedo, idiota — él que la sujetaba se rió y Akio le dirigió una mirada con una expresión altanera.

—¿Y es que crees que eso hará una diferencia? Lo que está a punto de suceder talvez…

—Ya la escuchaste. Suéltalos — una voz ronca cortó la declaración arrogante del chico. Todos voltearon hacia el pasillo y miraron como se asomaba una figura masculina.

Mikasa frunció ligeramente el ceño, insegura. La mayor parte del tiempo era una chica invisible y le gustaba de esa manera, pero conocía casi todo el cuerpo estudiantil del instituto por lo que estaba segura que jamás había visto a aquel chico.

Era alto, casi del tamaño del idiota que la sostenía, pero tenía un cuerpo delgado. Llevaba el cabello castaño corto y sus ojos eran increíblemente llamativos, de un brillante verde esmeralda.

—¿Y tú quien demonios eres? — Akio apretó los puños alrededor de la camisa de Armin y recorrió con la mirada al desconocido. Por su sonrisa altiva se hizo evidente que estaba seguro que no supondría un gran obstáculo.

—Les dije que los soltaran — el moreno no contestó, en su lugar, dejó la mochila que colgaba de su hombro, sobre una de las mesas.

—¿Qué demonios…?

—Piérdete imbécil, si no quieres que te muela esa cara de niño bonito que tienes — le amenazó Shiro.

El moreno sonrió, pero no fue una mueca ligera, mucho menos tranquila, de hecho resultaba fría y hasta un poco arrogante. Mikasa escuchó como el chico que la sujetaba, gruñía; luego se vio lanzada a un lado antes de que pudiera procesar lo que sucedería.

Cuando irguió el rostro, observó que Shiro se abalanzaba sobre el moreno. El futbolista tenia la complexión de un hombre fuerte y atlético, a su lado, el otro chico parecía apenas un chiquillo. Estaba por gritar una advertencia, cuando el moreno se apartó hacia un lado, escapando de la embestida. Shiro pasó de paso y cuando intentó detenerse, el desconocido le dio una patada que lo aventó hacia una mesa y causó un auténtico alboroto.

El golpe debió haber dolido. Mikasa lanzó un gemido, atónita, y se irguió confundida.

—¿Qué...?

—¿Que demonios pasa contigo imbécil? ¿Cómo te atreves? — Akio tiró a Armin hacia un lado, lo que le llevó a impactar contra el piso. Mikasa se apresuró a auxiliarlo. El rubio temblaba, asustado.

—Todo está bien — le consoló.

—¿Quién es ese? — Armin parecía más preocupado por su salvador que por su integridad física. Mikasa levantó la mirada y observó que Akio se tiraba sobre el chico, quien no previno el ataque y terminó siendo golpeado en la mejilla.

—¡Oye! — la morena se irguió rápidamente, decidida a intervenir, hasta que el moreno se irguió, sonrió mostrando una ligera, pero notable mancha de sangre en los dientes y se lanzó contra su agresor.

A partir de entonces, todo resultó apenas un borrón. Cuando reaccionó, Akio estaba en el piso, cubriendo su rostro mientras el moreno, que estaba ahorcadas sobre su abdomen, no paraba de golpearlo.

—¡Mierda! — masculló Armin a su lado.

Mikasa gimió y se apresuró hacia ellos, sin saber muy bien cómo intervenir.

—¡¿Qué demonios sucede aquí?! — y la bibliotecaria hizo su aparición.


La reunión en dirección les impidió volver a clases. Mikasa y Armin tuvieron que testificar lo ocurrido y se habían salvado de obtener un pintoresco registro en su expediente, únicamente porque fueron las víctimas, sin embargo, el director les suspendió las clases de ese día y mandó a llamar a sus padres.

Aiko y Shiro recibieron un castigo aún mayor pues terminaron eliminados del campeonato nacional de fútbol estudiantil y relegados a las bancas, también fueron suspendidos por tres días.

Sin embargo, la peor sanción la había tenido el chico desconocido, su héroe, porque además de recibir una semana de suspensión y dos días de castigo al volver, también obtuvo una nota muy detallada en su expediente estudiantil. Mikasa intentó intervenir, mientras conversaba con el director, pero el mismo se mantuvo inflexible y la mandó a callar.

Eren Jaeger, se llamaba el chico. Apenas había levantado el rostro mientras tomaba asiento en el rincón más alejado de la sala de espera. Tenía los nudillos lastimados y la camisa sucia. Luego de la conversación con el director, se había sentado en silencio y desde entonces, se limitó tomar su mp4 y ponerse unos audífonos.

Mikasa había fijado su mirada en él, observando cada detalle de su persona; pequeñas y fugaces miradas que le permitían admirarlo. Notó el cabello corto y alborotado, la cicatriz en su ceja derecha y en la barbilla, también percibió las pequeñas marcas en sus manos, parecía un tipo acostumbrado a las peleas. Su mochila tenía unos pines de sus bandas de rock favoritas y no podía confundirse cuando observó el colgante de un dado de rol que colgaba del cierre.

¿Acaso era fan de los juegos de mesa?

—¡Mikasa!

Su madre y el abuelo de Armin llegaron justo en ese momento y también una bonita mujer de ojos esmeralda, que no le cupo duda, debía tratarse de un familiar del chico nuevo.

El director habló primero con la mujer y llamó al estudiante problema para que estuviera presente. Cuando salieron, ella parecía avergonzada y él lucia en todo caso indiferente, el director les pidió firmar un acta de compromiso y en cuanto ellos se fueron, hizo llamar a su madre y al abuelo de Armin. El adulto mayor estaba molesto y le exigió al director que tomara medidas severas, su madre fue mucho más comedida, pero también demandó un castigo justo, Mikasa y Armin, por otro lado se mantuvieron en silencio.

En el momento en el que la reunión terminó y salieron de la oficina, Mikasa recorrió la estancia con una mirada y notó que el chico problemático ya no estaba.

—¿Qué sucede Mikasa? — le preguntó Armin cuando se quedó atrás.

La morena negó con la cabeza y le siguió.

Dentro de una semana podría agradecer a aquel chico por ayudarles.

Al caballero.


—Chicos y chicas, hoy se nos une un nuevo estudiante. Espero que sean muy amables con él… ven, pasa chico.

Mikasa no escuchó a su profesor de literatura, pues su mirada se encontraba fija en el muchacho que era escoltado por el director.

El chico problemático.

Eren.

El caballero.

El moreno dio unos pasos al frente y luego barrió con la mirada el salón, buscando un asiento libre. Habían dos en total y uno estaba exactamente a su lado. Sus dedos se cruzaron, un movimiento involuntario y mucho más rápido que su propio pensamiento.

—Que sea aquí… — susurró para si misma.

El chico la miró un momento, pero su mirada pasó de largo rápidamente, como si no la determinara, aún así empezó a caminar en su dirección.

—Hey, hey… un momento, ven aquí — el profesor impidió que siguiera su camino y se cruzó de brazos.

Eren suspiró, aún de espaldas a el y levantando la mirada al techo, volvió sobre sus pasos.

—Diga… — tenía la voz rasposa y un poco ronca, y le dirigió una mirada ladina.

Algunos cuchicheos se elevaron alrededor, el chico nuevo se había hecho bastante conocido cuando en su primer día de ingreso, se había liado en una salvaje pelea con dos miembros del equipo de fútbol.

Los rumores no se habían hecho a esperar, algunos decían que era solo un pandillero en la ciudad en donde vivía y que ahora estaba buscando reclutas para controlar la escuela. Otros aseguraban que fue expulsado de su antigua escuela por casi matar a un profesor a golpes, también circulaba la teoría de que ingería todo tipo de bebidas y sustancias ilegales para jóvenes de su edad y por quienes pudieron observar las cicatrices de su rostro y manos, se había corrido la historia de que era un luchador del bajo mundo, un tipo agresivo y peligroso.

Mikasa había decidido hacer oídos sordos a los rumores, sabiendo que en la preparatoria todos tendían a exagerar las cosas.

Se negaba a creer nada de lo que había escuchado, Eren no podía ser un sujeto malo, le había ayudado a Armin y ella sin dudarlo, a dos desconocidos para el, dos chicos que la mayoría de los estudiantes preferían ignorar gran parte del tiempo.

—No se como eran las cosas en tu antigua escuela — el profesor carraspeó y apoyó las manos en su cadera —. Pero aquí nos presentamos al entrar al salón de clases.

—¿Va a ser todo el día así? — Eren gruñó rodando los ojos.

—¿Como dices? — el hombre frunció el ceño, era evidente que no le había gustado la contestación del chico.

—Si debo hacer "esto" — acentuó la palabra con una mueca —. En cada clase.

—Pues no se con los demás profesores, pero es una regla de oro en esta clase chico — alzó una ceja en su dirección —. Vamos, preséntate.

Eren gruñó, arrastró los pies mientras se paraba frente a toda la clase. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y fijó una mirada en el techo.

—Mi nombre es Eren Jaeger…

Parecía todo lo que diría, los cuchicheos se retomaron y las orejas del profesor enrojecieron.

—Di tu edad, de donde vienes y que te gusta — sugirió, más bien ordenó.

Eren le dirigió una mirada fulminante y volvió a observar el techo, antes de suspirar y continuar.

—Tengo 17 años y soy de Sapporo… mmm… me gustan las hamburguesas y ya… — miró al profesor de reojo —. Ahora ¿puedo ir a sentarme?

—Vete y abre el libro en la página 58 — le despachó rápidamente, con un movimiento despectivo de manos.

Mikasa bajó el rostro y le dio una mirada de reojo al chico, cuando pasó a su lado. Eren se sentó cerca de la ventana, a su costado, en el último lugar de esa última fila de asientos.

La sensación en su pecho era imposible de ignorar, sentía el pulso agitado y su cuerpo se encontraba completamente consciente de la persona que estaba al lado. Había esperado que toda la semana anterior transcurriera con rapidez y cada hora, cada minuto y cada segundo habían sido una autentica tortura. Pensó en todo lo que diría, en cada palabra de agradecimiento y en la mirada de Eren, mientras encarecidamente le mostraba su gratitud.

Era una pena que en ese momento sus nervios sobrepasaran cualquier cosa, más aún que fuera durante la clase de aquel profesor en particular en la que finalmente pudiera verlo, había esperado por el desde la primera hora.

Miró de reojo al chico y notó que parecía poco atento a la clase, mientras observaba la ventana. Soltó un suspiro, bajo y suave, apenas perceptible y se prometió que a la siguiente hora intentaría hablarle, no descansaría hasta agradecerle apropiadamente por su ayuda.


La siguiente clase que tenían era Ingles. La profesora Minuki era una mujer menuda y agradable. Había llegado con su usual buen humor saludando a todos y solicitándoles que abrieran su texto.

Luego había observado el grupo, hasta reparar en el solitario chico nuevo, lo que le llevó a volcar toda su atención sobre él, para la completa irritación de Eren. La mujer le había pedido que se pusiera de pie y se presentara. El chico le dijo que ya lo había hecho, pero ella insistió, dado que no le conocía.

Las palabras de Eren habían sido prácticas, casi arrastradas, pero no habían quitado la sonrisa de la alegre boca de la profesora. En cuanto le dio permiso de sentarse de nuevo, eren se dejó caer de golpe y refunfuñó, mientras la mujer empezaba a explicar el nuevo tema.

Era su oportunidad, decidió Mikasa por lo que se inclinó ligeramente y llamó al chico. Eran los últimos de sus respectivas filas y nadie les prestaba atención. Intentó mover las manos para llamar la atención de Eren, pero el chico miraba la ventana y resultó infructuoso. Consideró lanzarle algún papelito u objeto, pero no estaban en la primaria y no quería avergonzarse frente a él, de pronto se dio cuenta que le importaba que no la viera como una chica boba, pese a que realmente no se conocían

Carraspeó y finalmente decidió inclinarse. La profesora estaba distraída escribiendo en el pizarrón y la mayoría de sus compañeros copeaban. Se sujetó de la silla y se dobló ligeramente hasta tocar con un tembloroso dedo el brazo que el chico tenía apoyado en la banca.

Notó que el cuerpo masculino se tensaba ligeramente y luego él volteó el rostro, con rapidez, en su dirección. Sus ojos se encontraron y saberse bajo la completa atención de aquella penetrante mirada, le quitó instantáneamente el habla. Mikasa se lamio los labios y se irguió.

—Yo… — su garganta estaba seca y las ideas en su cabeza parecían no poder coordinarse con su boca —. Quería agradecerte — su voz fue apenas un murmullo, ni siquiera un susurro, de hecho procuró no vocalizar y solo movió los labios.

Eren frunció el ceño y volteó el rostro, no parecía haberle entendido o la ignoraba. No supo como sentirse al respecto, aún así, no dejó de observarlo y solo por ello, no se perdió el momento en que esos ojos volvieron a posarse en ella, con una mirada confundida.

—¿Quién eres? — él no fue nada silencioso, aún así, nadie pareció escucharlo y Mikasa sintió como se le enrojecían hasta las orejas.

¿No la recordaba?

Bueno, sabia que no era precisamente una belleza deslumbrante y ellos políticamente no se conocieron en una situación común, era obvio que el chico no hubiera obtenido más que una mirada vaga sobre su persona mientras dos mastodontes se le lanzaban encima, pero ¿De ahí a olvidarla? ¿Era enserio? ¿Y su excursión por dirección? ¿No la recordaba? ¿Acaso era tan invisible?

—Yo… soy Mikasa, Mikasa Ackerman — intentó probar, el chico alzó una ceja, pero no dio señales de reconocimiento lo cual fue vergonzoso y decepcionante.

Pero ¿Qué había esperado? ¿Y por qué se sentía tan dolida?

Intentó recordar que le había llamado para agradecerle, no porque se creyera con la capacidad de deslumbrarle tras una fugaz mirada, una semana atrás.

—Solo quería agradecerte — dio una mirada al frente y continuó —. Por salvarme a mi y a mi amigo de los estúpidos deportistas… ya sabes… la, la semana pasada — musitó en voz baja.

Eren alzó las cejas, asintió y se encogió de hombros. Sus ojos se iluminaron, con un halo de reconocimiento, pero no dijo nada y volteó hacía la ventana, apoyando el rostro en su mano. Era evidente con aquella acción que había cortado la conversación. Mikasa intentó procesarlo, mientras fijaba la mirada en su maestra. No sabía que se suponía que había esperado de toda aquella situación, pero no era así como lo planteó, mucho menos creyó poder sentirse tan increíblemente triste.

Su caballero había resultado más difícil de lo que creyó.

Un pequeño toque en su hombro la obligó a voltear, esta vez al otro lado. Armin se sentaba a su derecha y la miraba con el ceño fruncido. Mikasa sabía sin necesidad de palabras lo que pensaba y cuando el rubio abrió la boca, no se sintió nada sorprendida.

—Es peligroso — lanzó una mirada más allá de ella, hacia Eren —. Has escuchado los rumores, debes tener cuidado con ese chico.

No había necesidad de soltar las palabras para que le entendiera, de hecho, Armin solo se había limitado a gesticular. Mikasa hizo un puchero y se negó a darle una mirada. El Arleth le había advertido sobre su deseo de agradecerle a Eren por la ayuda que les había prestado en la biblioteca, él si había creído cada palabra que circulaba por el colegio sobre el chico nuevo. Mikasa se negó a escucharlo, Armin era un chico tan inteligente que no le cabía en la cabeza que actuará como un idiota ¿Cómo podía ser Eren el malo si les había ayudado? No, él había sido el caballero que les había salvado de dos feroces y estúpidas bestias y se negaba a creer lo contrario.

Eren era un caballero.

Su caballero.


Mikasa observó su alrededor mientras el maestro de deportes daba las instrucciones del primer ejercicio de la clase.

Los chicos se han aglomerado alrededor del profesor, todos vestidos con su uniforme de deportes y listos para la actividad de precalentamiento.

Observó que Armin empezaba a saltar de un lado a otro, conforme a las instrucciones, pero Mikasa no le siguió, en su lugar, observó la puerta de entrada del gimnasio una vez más, a la espera que la figura de Eren finalmente cruzara el umbral.

No le había visto desde hacía varios minutos, cuando todos tuvieron que ingresar a los camerinos a cambiarse. Todos los chicos de su clase habían salido, a diferencia de Akio, Shiro y Eren.

Estaba por preguntarle al profesor que tuviera una mirada cuando los dos primeros habían aparecido de la nada. Iban muy sonrientes y la mirada de complicidad que intercambiaron le formó un nudo en el pecho, Eren no estaba en ningún lado. Una sensación pesada se asentó en su estómago e hizo un nudo en su pecho, era un sentimiento que le quito la tranquilidad, algo pequeño, pero insistente, opresivo.

—¡Mikasa! — la voz de Armin la llamó, pero la ignoró mientras corría a través del gimnasio hasta la puerta. Le pareció escuchar también un llamado del profesor, pero estaba más allá de dar media vuelta y volver, por lo que siguió todo el camino hasta el vestidor de chicos.

No había nadie a la vista, todo el pasillo estaba vacío y cuando inclinó el oído contra la puerta se dio cuenta que tampoco había ningún sonido. Akio y Shiro habían vuelto y eran los únicos que podrían tener que ver con que Eren no fuera a clases, a menos que él decidiera saltarse deportes, en cuyo caso se habría preocupado sin ninguna razón.

—¡Si, talvez se salto la clase! — pensó mientras daba media vuelta.

Estaba por devolverse por el mismo camino cuando escuchó un quejido. Fue un sonido bajo, apenas perceptible, más bien fantasmal, pero que hizo que el latido de su corazón se acelerará. ¿Podría ser…?

¡Mierda! Recibiría un castigo si alguien la veía en los vestidores de los chicos, aun peor, sería tachada de pervertida y quien sabe que cosas más, pero no podía quedarse de brazos cruzados, no cuando aquella sensación no dejaba de tensar todo su interior.

Algo estaba mal.

Podía sentirlo.

Tomó una profunda inhalación y apretó los labios antes de empujar la puerta y abrir. No hubo ruido alguno y el primer panorama era común, solo un montón de casilleros y unas bancas para cambiarse. Consideró dejarlo ahí, pero había llegado tan lejos y el castigo no sería menor si era atrapada, por lo que entró y cerró la puerta con sumo cuidado. El vestidor de los chicos era una copia exacta del de las chicas, los espejos, los casilleros, los bancos, los mismos pasillos y luego el área de ducha. Cruzó cada uno de los pasillos y no había nada. Quería llamar a Eren, pero no sabía si había alguien ahí y no quería ser encontrada. Estaba por dar media vuelta cuando le pareció escuchar una risita. El sonido la tensó y luego escuchó una voz, alguien murmuró, otra persona se burló y luego, otro quejido como el primero que había escuchado.

Venía del área de duchas, Mikasa avanzó con el corazón acelerado, una puerta llevaba hasta el compartimento y cuando lo cruzó, observó con asombro la escena que se desarrollaba.

Tres chicos del equipo de fútbol rodeaban una figura de rodillas, no podía ver la cara del chico, pero algo le dijo que era Eren, lo sintió en lo más profundo de su corazón.

—¿Creíste que se quedaría así pedazo de mierda? — el mayor habló, se trataba de alguien de último año y aunque le costó identificarlo en un mar de confusión, Mikasa se dio cuenta que no era otro más que Misu Kitashima, el hermano mayor de Akio —. Avergonzaste a mi hermano ¿Quién te crees?

—Se avergonzó solo — la voz de Eren se escuchaba jadeante —. Golpea como niña ¿Tu le enseñaste?

—Ya verás imbécil ¡Vamos, pónganlo de pie!

Los otros dos tomaron al chico de los brazos y lo obligaron a levantarse. Mikasa ahogó un jadeo, Eren lucía mal, pero no noto ningún golpe a la vista, aún así, parecía cansado y adolorido.

—¿Dónde lo quieres ahora? — no esperó ninguna contestación y lanzó un puñetazo a su abdomen. El sonido de carne chocando contra carne fue grotesco.

Mikasa se estremeció y antes de saber que hacer, se lanzó hacia enfrente.

—¡No! ¡¡NO!! ¿Qué haces? ¡Suéltenlo! — arremetió contra Misu y le empujó, pero era un chico grande y atlético, mucho mas que su hermano, por lo que no logró moverlo nada.

—¿Y tú quién eres? — el empujón que le dio la obligó a trasbillar y caer dolorosamente sobre su trasero. Mikasa gimió y levantó los llorosos ojos hacia el chico.

—¿Qué estas haciendo? ¡Déjalo! ¡Te voy a acusar con el director! — pese a que tenia miedo, no se dejó intimidar.

—Vaya, vaya… — el chico se inclinó y antes de que pudiera arrastrarse lejos, la tomó del cabello y la obligó a ponerse de pie. El agarre era firme, un poco doloroso y restrictivo. Mikasa lanzó un gemido y apretó los dedos entorno a la mano grande que la sostenía —. ¿Es tu novia? — su mirada se fijó en Eren, quien fruncía el ceño.

—No la conozco, déjala — soltó con calma, pero tenía el cuerpo tenso y resultó un factor revelador para Misu.

—No cualquiera vendría a ayudarte, menos con tanta pasión — le dio una mirada de reojo a Mikasa —. ¿Estas seguro?

Eren bufó, un sonido indiferente y se encogió de hombros. Su mirada siempre seria, adquiriendo un tinte de frialdad y desinterés.

—Ya te dije que no la conozco.

—Entonces no te importara que juegue con ella un poco ¿cierto? — una mano se deslizó por la mejilla femenina y luego con un pulgar le acarició los labios, Mikasa se estremeció asqueada y se apresuró a abrir la boca y atrapar el dígito con los dientes. Lo mordió rápidamente y el chico chilló, alejó la mano y volviendo a empujarla.

Mikasa se quejó cuando chocó otra vez contra el suelo, tendría un moretón, eso era seguro. Se apresuró a ponerse de pie y miró a los chicos que sostenían a Eren con seriedad.

—Deben soltarlo. Les juro que los voy a acusar y el menor de sus problemas será que el director les de una reprimenda, talvez en el próximo juego hayan cinco jugadores en la banca en lugar de sólo dos — les advirtió temblorosa.

Los chicos fruncieron el ceño, uno de ellos pareció tomar consciencia de sus palabras, por lo que vaciló, pero Misu se puso de pie y arremetió contra ella.

—¡Te voy a callar la boca perra! — gritó.

Venía sobre ella y sabía que no era lo suficientemente rápida o ágil para esquivarlo.

Observó que Eren empezaba a luchar con los chicos que le retenían y eso le obligó también a actuar. Se alejó corriendo y miró a todos lados, buscando algo con lo que defenderse, pero no había nada a la vista más que casilleros y bancas.

Cuando Misu la tomó del pelo una vez más, sintió miedo, un escalofrío le recorrió la espalda y se apresuró a patalear.

—¡Suéltame!

—¡Suéltala, maldito desgraciado! — gritó Eren.

—¿Qué demonios sucede aquí? — y una nueva voz se hizo a escuchar.

Todos voltearon y miraron la alta figura que estaba al inicio del pasillo, de brazos cruzados y mirada fulminante.

—¡Mierda! — soltó uno de los idiotas que sostenía a Eren.

—Es solo Kirschtein — musitó el otro.

—Menudo susto que me has dado idiota — agregó Misu.

—¿Se puede saber que pasa aquí? — Jean no cedió y les observó con una ceja alzada.

—Estamos arreglando unos problemas, solo has como si no viste nada — Misu acercó a Mikasa a su cuerpo, quien gimió suavemente.

—No lo creo — el castaño se acercó —. Te recomiendo que la sueltes ahora mismo Kitashima.

—¡Y yo te recomiendo que te metas en tus putos asuntos!

—Tienes únicamente diez segundos para hacerlo, sino voy a salir de aquí directamente a la oficina del director y voy a traerlo hasta este lugar, te aseguro que estará muy interesado en saber que estas intimidando a chicos menores por lo que la banca será el mas pequeño de tus problemas

—¿Quién demonios te crees imbécil? Voy a hacer que tu vida dentro del equipo se vuelva un infierno.

—El entrenador estará muy interesado en eso también — sacó el celular y buscó unos segundos antes de mostrarle la pantalla, el número del entrenador era el protagonista —. Ahora, suelta a Mikasa y al chico nuevo, y todo estará bien.

—Mierda Misu, hagamos lo que dices — uno de los jugadores soltó a Eren, el otro lo miró vacilante y también lo liberó, lo que dejó al moreno sin ningún apoyo y le llevó hasta el piso.

—¿Y por qué tengo que hacerle caso a un perdedor?

—Misu ¡Es en serio amigo! Ya le diste su merecido, mejor vámonos.

—Hazles caso Misu — Jean sonrió arrogantemente —. Parecen chicos inteligentes.

Misu gruñó, sabía que llevaba las de perder, pero se negaba a que sucediera, Jean había sido toda una patada en el culo desde que ingresó al equipo, tenía la agilidad de un maldito jugador profesional y el entrenador lo adoraba, además parecía jugar al Robín Hood de los perdedores, a este paso, su puesto como capitán del equipo pendía de un hilo.

Miró a la estúpida chica que había llegado a arruinar todo y la tomó del cuello, antes de darle un brusco empujón a los brazos del Kirschtein.

—Ten a tu perra, solo mantenla con correa corta, al parecer anda moviendo el rabo en otras direcciones — dirigió una mirada al bulto que conformaba el nuevo y sonrió —. Y tú idiota, estas advertido. No te metas con las personas equivocadas, aprende cual es tu lugar perdedor.

Mikasa tembló de rabia, mientras observaba como los chicos dejaban el vestidor. En cuanto escuchó que la puerta era azotada, se alejó de Jean y se acercó a Eren, quien estaba sentado en el piso, rodeando con los brazos su abdomen.

—¡Eren! Luces mal… voy llevarte a la enfermería, también iré a infor…

—¡No! ¿Qué demonios pasa contigo? — la fulmino con la mirada.

—¿De qué hablas? Estas herido y…

—¡¿De qué hablo?! Llegaste ahí y te entrometiste ¿Acaso eres idiota?

—Oye ¿Qué te pasa? — Jean intervino rápidamente.

—Lo siento.

—No, no te disculpes Mikasa — el castaño avanzó un paso hacia ellos — ¿Qué sucede contigo? Mikasa vino hasta aquí e intentó ayudarte y tú la tratas así.

—¡Yo no se lo pedí!

—Debí dejar que te molieran a golpe imbécil — intentó írsele encima, pero la morena se interpuso.

—No ¡No Jean! Eren tiene razón, fui una tonta. Debí buscar ayuda, solo fui un estorbo.

—No Mikasa, no es…

—Lo siento Eren — le miró a los ojos. El chico bufo y rehuyó de su mirada.

—No te disculpes… estamos a mano ahora — gruñó entre dientes.

—¿De que…? — recordó el incidente en la biblioteca —. Ohh, no fue nada — sintió como se le enrojecía el rostro y una sonrisa tembló en sus labios, pero se apresuró a contenerla —. Debemos ver esas heridas, parece que te duele, aunque… no veo los golpes.

—Si no hay evidencias, no hay crimen — Eren soltó una risa burlona.

—Esa es la manera en la que operan los bravucones Mikasa — susurró Jean.

—Ohh… es horrible. Debemos ir a la enfermería — se acercó al chico aún más, hasta que sus rodillas se tocaron.

—No, nada de enfermería — se quejó, pero en esa ocasión no se alejó —. No les voy a dar el gusto a esos malditos.

—Pero Eren…

—Con la suspensión de una semana por la pelea de la biblioteca, puede ser que esta ocasión se alargue el tiempo y es otra mancha a su expediente — musitó el Kirschtein.

—¡Pero, ellos fueron quienes le atacaron!

—Habría que probarlo y con un antecedente de violencia, puede ser que el director decida creerles a ellos.

—¡Seria una mentira!

—Cálmate Mikasa, solo estoy plantando los hechos — Jean levantó las manos, justificándose —. No quiero decir que estoy de acuerdo con ello. Es obvio que Misu y los dos idiotas que le siguen son los culpables. Si quieres puedo informarle al entrenador, estoy seguro que..

—No, no es necesario. Dejemos las cosas así, ahora estamos a mano.

—¿Como que a mano? Solo mira como te dejaron, fue injusto y una salvaj…

—¡Estoy bien! — Eren frunció el ceño en su dirección —. Nada que una pastilla y algunas horas de sueño no logren reparar — la miró a los ojos fijamente, parecía molesto, pero se explicara debía ser significativo ¿cierto?

Eren era como un enigma para ella. No lo conocía mucho, era consciente de ello, por lo que en su mente había armado su personalidad únicamente a base de suposiciones, aún así, era alguien difícil. No sabia que pensar de él, no sabía como acercarse, no lo entendía y comprendía aún menos, esa necesidad dentro suyo de adentrarse en su vida, en su día a día, de conocerlo, realmente conocerlo.

Suspiró y se acercó un poco mas al chico, antes de inclinarse y apoyar una mano sobre las que él tenia sobre sus rodillas.

El cuerpo del moreno se tensó y por un segundo se hizo evidente que se alejaría, con claro rechazo, pero Mikasa no se dejó intimidar por su actitud y le sonrió, lo que pareció confundirlo.

—Tengo algunas cosas en el casillero — él ladeo el rostro —. Armin puede ser muy torpe… mi amigo.

—No es necesario.

—Voy a insistir — Mikasa entrecerró la mirada, haciéndole ver que hablaba muy en serio. El chico bufó.

—Esta bien — intentó levantarse, pero en cuanto se inclinó, lanzó un gruñido de dolor, lo que la preocupó de sobremanera.

—¿Qué, que sucede?

—Fueron los golpes, talvez tenga algunas costillas rotas. Amigo, deberías de dejar que te chequee la enfermera de la escuela.

—Solo son unas contusiones. No tengo ninguna costilla rota, tengo experiencia con eso "amigo" — le miró de soslayo.

Sus palabras dejaron sin aliento a ambos chicos. Mikasa reaccionó hasta que vio que el volvía a inclinarse, pese al dolor y la evidente incomodidad que le causaba. Se apresuró a ponerse de pie y le ayudó. El chico la miró, nuevamente con el ceño fruncido, pero no dijo nada y se permitió apoyarse sobre ella hasta ponerse de pie.

La sensación de sus cuerpos juntos, causó un alboroto en su estomago y un singular vuelco dentro de su pecho. Mikasa le obligó a pasar un brazo alrededor de sus hombros pese a los gruñidos y las quejas del chico, quien aún indispuesto, no se alejó.

—Si quieres puedo ayudarlo yo — Jean dio un paso al frente cuando noto su cercanía, pero Mikasa negó.

—Yo hiciste suficiente. No se como habría terminado esto sin ti — le sonrió suavemente, lo que hizo que el chico enrojeciera, no parecía alguien que recibía los halagos con tranquilidad, o al menos eso supuso al verlo sonrojarse.

Conocía a Jean desde el primer año de escuela media. Era un chico sobresaliente y atlético que en poco tiempo se había hecho un lugar dentro de la sociedad estudiantil. No le había extrañado, era un sujeto agradable, caballeroso y bondadoso. Su popularidad había escalado aún más cuando empezó a formar parte del equipo de fútbol de la secundaria y le alegraba saber que pese a eso, seguía siendo una buena persona. Si bien no tenían mucha interacción, Mikasa lo apreciaba y mucho.

—Eres un buen chico Jean — susurró suavemente antes de empezar a caminar hacia la salida.


Eren resultó ser un paciente difícil, Mikasa le miró con el ceño fruncido por tercera vez.

En un inicio, el chico se había negado a que le revisara, alegando que no tenía nada, pero había logrado convencerlo, lo cual no fue nada fácil. Su abdomen se encontraba intacto, pero se podían vislumbrar el inicio de unos moretones que luego serían sumamente dolorosos. Tenía una pomada para evitar la inflamación y el dolor, pero Eren nuevamente se negó, lo que les llevó a discutir una vez más, sin embargo, pudo ganar otra vez, hasta que se le ocurrió ponerle una venda que ayudara a presionar la herida; entonces tuvo que amenazarlo con decirle a la enfermera que estaba mal, lo cual puso al chico instantáneamente de muy mal humor.

Le había tenido que dejar para ir por un poco de agua para las pastillas del dolor, pero cuando regresó a las escaleras, Eren ya no estaba, lo cual en realidad le había preocupado ¿Podrían los estúpidos futbolistas haber vuelto? Cuando recorrió los pasillos, le miró apoyando contra una de las paredes, el chico lucía agotado, no obstante, en cuanto se acercó, le aseguró que estaba bien.

Era tan difícil, aún así, no rechazó las pastillas que le extendió, ni el bote de agua, aun así, se negó a volver a apoyarse en ella para regresar al salón, el cual aparentemente era su destino antes y razón por la cual actualmente estaban discutiendo también.

¿Por qué era tan complicado?

¿Por qué la rechazaba? ¿Por qué deseaba mantenerla a raya?

¿Qué era eso que podía vislumbrar en sus tristes ojos? ¿Qué era lo que Eren escondía?

Suspiró y apoyó las manos en sus caderas decidiendo ser firme.

—No voy a molestarte más, pero no puedes seguirte esforzando. Las pastillas tardarán en hacer efecto y te debe doler mucho.

—No es nada.

—No actúes así — se quejó ante su mueca de indiferencia —. Estoy hablando muy en serio.

—Yo igual — frunció el ceño —. No entiendo siquiera porque te preocupas tanto por mi — sus palabras lograron ponerla nerviosa. Mikasa sintió que enrojecía.

—Porque tu nos salvaste aquella vez.

—Ya pagaste tu deuda, te lo dije, estamos a mano.

—Pero no es así, yo quiero… — observó su mueca irritada y decidió que no era buena idea decirle que quería su amistad, no parecía alguien que fuera a aceptarla con los brazos abiertos —. Yo no quiero volver a meterme en problemas — susurró en su lugar.

—Entonces vete.

—No, te voy a acompañar al salón, ahora apóyate en mi.

—Eres imposible — gruñó fastidiado.

—Y eso que no me conoces aún — aseveró.

El chico bufó y luego de varios segundos en los que la miró con evidente malhumor, terminó apoyándose sobre ella. Los pasillos estaban vacíos, por lo que nadie les observó. Mikasa se lamió los labios y carraspeó.

—Lo hiciste bien — susurró suavemente.

—¿De que hablas? — gruñó él un minuto después.

—Contra los estúpidos darlakanan.

—Si, bueno… me agarraron entre cinco, sino te aseguro que habría devuelto algunos golpes — su aseveración fue muy reveladora.

En primera, le sorprendió que no preguntara nada sobre el apelativo con el que había llamado a los deportistas, eso confirmó una vez mas que Eren sabía algo de juegos de mesa y luego estaba el hecho de que tanto Akio como Shiro se habían visto involucrados en el ataque del chico, debió haberlo supuesto por las sonrisas malvadas que tenían en el rostro cuando entraron al gimnasio.

—Pero pudiste caballero, sabía que lo harías — susurró suavemente.

—¿Caballero? —¡Mierda! Lo había soltado sin querer.

Mikasa no contesto nada, de cualquier manera ¿Qué podía decir ante eso? Aún así, Eren tampoco volvió a preguntar, lo cual fue un alivio.

No había salido como lo esperó, pero al menos pudo acercarse a él, aunque sea un poco.


Había transcurrido dos días desde el incidente en los vestidores. Eren no asistió a clases desde el día anterior lo que fue preocupante. Mikasa no tenía manera de comunicarse con él o con su familia para preguntar si estaba bien y tuvo que conformarse con esperar, aunque uno de los profesores comentó que el chico había sido incapacitado, lo que fue un alivio.

Al tercer día, Eren había aparecido como si nada en la primera clase del día. Entró al salón entre el tumulto de estudiantes que también lo hacían y lo recorrió por la parte de atrás sin el menor ruido hasta llegar a su asiento. Parecía desear pasar desapercibido y no era muy difícil dado su actitud.

Mikasa lo siguió con la mirada, consciente del acelerado latido de su corazón. Cada mañana en el transcurso de aquellos días, había esperado observar su figura entre la gente y Eren estaba ahí ¡Finalmente!

Se sintió muy nerviosa, mientras le observaba ¿Estaría bien? No dudaba que su incapacidad se debiera a la paliza que había recibido.

Ni siquiera percibió cuanto tiempo pasó con la mirada en su persona, pero Eren pareció notarlo y volteó, sus ojos se encontraron apenas un efímero segundo, que tuvo un vuelco en su corazón. Mikasa se sobresaltó y giró el rostro rápidamente. El gesto fue revelador, pero el chico no dijo nada.

No había necesidad que lo hiciera.

El resto de las clases transcurrieron con monótona tranquilidad.


El almuerzo se había vuelto la hora menos deseada durante toda su jornada escolar.

Luego del incidente en la biblioteca, la rutina que Mikasa y Armin tenían, cambio por completo. La bibliotecaria les había comunicado que no podrían volver a almorzar ahí, mucho menos estar en un horario fuera del regular para cualquier otro estudiante, lo que les llevó a la inevitable y tormentosa situación de tomar el almuerzo en la cafetería.

Era una jungla ahí.

Nadie los determinaba y quienes lo hacían les dedicaban miradas altaneras y desagradables. Las mesas estaban seccionadas y las únicas disponibles eran las menos accesibles o incluso antihigiénicas, no es como que comer cerca del enorme bote de desperdicios fuera aséptico, mucho menos agradable.

Mikasa tomó su almuerzo y esperó a Armin a un lado, antes de dar la cara al comedor. Estaba abarrotado, otra cosa que detestaba, el bullicio era ensordecedor y no podía distinguir nada entre el murmullo y los ocasionales gritos de todas las personas.

Inhaló profundamente y miró al chico a su lado antes de buscar una mesa. Habían llegado temprano en esa ocasión y con suerte no terminarían a un lado del basurero.

Mikasa suspiró cuando inevitablemente tuvo que pasar a un lado de los deportistas. No le habían perdonado aún que se entrometiera la vez anterior, pero nadie había intentado nada, aún así era muy precavida a su alrededor e intentaba mostrar una seguridad que estaba muy lejos de sentir.

—Chica rara ¡Oye! — la voz de Misu erizó su piel, pero Mikasa procuró mantenerse impasible, mientras aceleraba el paso —. Oye, cuatro ojos, dile a tu amiga que le estoy hablando. Aquí hay unos puestos.

Armin gimoteó por lo bajo, pero tampoco se detuvo. Mikasa escuchó como los chicos se reían y le pareció también distinguir que alguien les reñía, pero no se quedó a averiguar de quién se trataba.

Las únicas mesas vacías eran las últimas, Armin le señaló una que quedaba en la esquina más solitaria de la cafetería, pero cuando intentaron dar un paso hacia esa dirección, dos chicos se adelantaron. Mikasa se detuvo y observó con el ceño fruncido a ambas personas, no los conocía, pero resaltaban con la chaqueta del equipo de football ¿Qué estaba intentando hacer Misu?

—Vamos por acá — guió a Armin en la dirección opuesta, mientras su mirada se deslizaba de un lado a otro buscando algún lugar.

Todos parecían ocupados, con excepción de la mesa a un lado del enorme bote de basura. Escuchó unas risas mal disimuladas y no le cupo duda de lo que los estúpidos deportistas intentaban hacer. Casi podía sentir todas las miradas sobre ellos. Sus mejillas empezaron a arder, divida entre la vergüenza y la furia.

—Mikasa… podemos ir allá — Armin señaló la única mesa disponible, pero ella se apresuró a negar. No se dejaría orillar por aquellos idiotas.

Recorrió con la mirada toda cafetería una vez más y esta vez reparó en una figura solitaria que estaba por los ventanales. Su corazón dio un vuelco y tomó la mano de Armin para halarlo.

—¿Adonde vamos?

—Ya lo veras — susurró. Armin la siguió con confianza hasta que advirtió la dirección hacia la que caminaba.

—Pero Mikasa… es casi tan peligroso como sentarnos con los deportistas.

—No seas bobo Armin — rodó los ojos —. Ya te dije que Eren es un buen chico ¿lo recuerdas?

—Si, pero… los rumores.

—¡Al diablo! Eso es para gente tonta y sin oficio… — sintió como sus mejillas se entibiaban —. A mi me cae bien y estoy segura que si le das una oportunidad ustedes pueden ser los mejores amigos.

—Pero…

—Shh… te va a escuchar — susurró entre dientes antes de reponer una rápida sonrisa — Hola Eren ¿Qué tal?

El chico parecía muy ensimismado en una lectura mientras comía unas patatas fritas, levantó la mirada apenas y alzó una ceja.

—¿Nos podemos sentar? — cuestionó mientras se deslizaba en el banco enfrente a él —. Vamos Armin, siéntate — palpó su lado. El rubio no sabía que hacer, por lo que balbuceo, antes de asentir rápidamente y sentarse.

—Vaya, que agradable compañía — el sarcasmo destilando en la voz masculina tensó a Armin y casi hizo reír a Mikasa, pues era justo lo que pensó que Eren diría desde un inicio.

—Pienso lo mismo — Mikasa dio una mirada hacia atrás y observó que varios parecían muy interesado en su mesa, suspiró y devolvió la mirada hacia Eren —. ¿Te sientes mejor? — procuró bajar la voz.

—¿Sobre que? — él sonó un poco brusco.

—Ya sabes… — se encogió de hombros —. Sobre lo de los vestidores.

Eren se tensó y dio una rápida mirada hacia Armin.

—No te preocupes, él es de confianza, es mi mejor amigo y jamás diría nada.

—No me interesa esto — se deslizó un poco lejos, dispuesto a ponerse de pie. Mikasa sabía que debía actuar rápido, sino se iría. Había sido una tonta al preguntarle sobre el accidente.

—¿Estas teniendo problemas con Aritmética? — miro el libro que leía —… Armin es un genio en eso, si quieres puede ayudarte ¿no es así Armin? — le dio un codazo. El chico se tensó y dejó caer el tenedor con todo y los macarrones, de vuelta al plato.

—S-si, puedo ayudarte.

—Se que ponerse al día puede ser una mierda algunas veces, mas si ingresas a mitad de año, yo puedo ayudarte con biología, química e inglés, son las clases que se me dan mejor — sonrió suavemente.

Eren la observó con desconfianza, pero pareció sopesarlo durante unos segundos.

—Ohh, vamos caballero. Solo sería una pequeña ayuda.

—¿Por qué lo harías?

—¿Por qué no? — se encogió de hombros —. Nos agradas y… somos… — quería decir amigos, pero ya había comprobado que el chico rehuía de toda relación —. Compañeros… vamos, te aseguro que somos totalmente inofensivos ¿verdad Armin?

—S-si — el rubio aun era todo temblores.

Eren los observó un momento, aun analizando los pros y contras de entablar una relación con aquellos chicos.

La nueva escuela había sido una mierda hasta el momento, apenas el primer día se había ganado una suspensión por salvar a los dos chicos que justo en ese momento estaban frente a él. Su madre había sufrido bastante y le prometió que no se metería en más problemas, lo mínimo que los dos raros podían hacer era ayudarle a ponerse al día, luego podría dejarlos de lado.

No deseabas mas relacionarse con otras personas

Suspiró y se encogió de hombros.

—Esta bien.

Solo debía tolerarlos por unos días.


Cuatro meses después…

—¿Porque demonios tenía yo que venir? — Eren bufó mientras observaba su alrededor.

El cine estaba a rebosar, las personas estaban por todos lados y ya habían transcurrido dos días desde el estreno de la película.

—Será divertido, no seas así Eren — Armin sonrió, a su lado.

Cualquier rastro de precaución o temor se había eliminado ante su presencia luego del primer mes, en todo caso y tal como Mikasa había predicho, consideraba a Eren un gran amigo. Su nivel de entendimiento mutuo era casi impresionante, como si ellos se hubieran conocido desde siempre.

Claro que Eren era mucho mas comedido en cuanto a su amistad. No dejaba entrever ningún dato personal y muy pocas veces actuaba con soltura aún a su alrededor.

—Chicos… ya tengo las entradas — Mikasa apareció de pronto, pavoneando en su manos los tres boletos —. La fila ha sido una locura ¡Estoy tan emocionada! — los ojos le brillaban y su sonrisa era tan contagiosa que Armin inevitablemente también se sintió entusiasmado.

Observo de reojo como Eren también miraba a la chica y no le pasó desapercibido el pequeño, pero notorio sonrojo que cubría sus mejillas.

Lo había notado esos meses, el apego evidente que Mikasa sentía por el chico nuevo. Había iniciado como simple curiosidad, que con el tiempo se había transformado en interés, luego cariño y finalmente en atracción.

Eren era tan comedido acerca de lo que daba de si mismo a otras personas, que le había llevado a preguntarse si su amiga estaba metiéndose en una situación que podría dejarle con el corazón roto, pero la constante y sincera atención de Mikasa hacia Eren, finalmente había surtido efecto.

Sin embargo, Armin lo sabía, Eren no era un chico normal.

Había percibido que algo en su pasado, le hacía mostrarse retraído, frío y hasta molesto, como si le impidiera ser él mismo, como si estuviera siempre enojado, algo doliendo profundamente en su interior, una pequeña herida aún sin cicatrizar.

Aún así, poco a poco, lentamente, había empezado a notar que iba cambiando. Para cualquier persona aquello pasaría desapercibido, pero Armin era muy observador y había anotado cada nueva variación en su actitud, que le hacía pensar que finalmente estaban llegando al Eren de antes.

Al inicio fueron pequeñas y esporádicas sonrisas, luego conversaciones más largas, almuerzos compartidos, pasatiempos intercambiados. Eren había dejado de verlos como un medio para un fin, hasta finalmente considerarlos como personas. No era tan arrogante como para pensar que él le veía como su amigo aun, pero tenia la esperanza que fuera así, porque en su caso, el aprecio que le tenía había crecido considerablemente.

Claro que los cambios más notorios que había vislumbrado llegaban a la luz cuando se trataba de Mikasa. Podía ser que ninguno de ellos dos lo notará, pero Eren estaba siempre muy interesado en donde la Ackerman se encontraba, su mirada la buscaba incansablemente y hasta confirmar su seguridad, jamás se despegaba de ella. También captaba completamente su atención, cada palabra que salía de la boca de Mikasa era absorbida por Eren, incluso cuando fingía que no la escuchaba o se encontraba haciendo otra cosa, él siempre ponía atención a todo lo que la muchachita pudiera decir.

Eren podía ser considerado, caminando al ritmo de Mikasa cuando iban juntos o esperándola si ella se quedaba atrás. Sabía cuál era su almuerzo favorito y algunas veces compraba sus golosinas preferidas, que le daba fingiendo que no quería mas. Procuraba que los trabajos en grupo siempre la incluyeran en clase, alegando que prefería trabajar con ella en lugar de algún idiota y continuamente seguía la dirección en la que iba pese a que en más de algún momento les había aclarado que no deseaba involucrarse con nadie.

Era una de las razones por las que siempre terminaba incluido en sus actividades, ya fuera durante las campañas de juego, las lecturas del club de literatura o incluso en convenciones. Era también el motivo por el que se encontraba ahí, apenas a dos días del estreno de la película del "Señor de los anillos" aún cuando había aclarado que no le interesaba.

—Vamos a comprar algo de comer, la película ya va a iniciar — sugirió Mikasa con los ojos brillosos.

Eren carraspeó apunto de negarse, hasta que un chico alto se acercó.

—Yo puedo ir contigo — Jean sonrió.

Se lo habían encontrado de casualidad casi al llegar. El castaño iba acompañado de unos amigos del equipo de fútbol, pero no dudo en dejarlos solos en pos de quedarse con ellos. A Armin no le cabía duda de que la razón que lo hiciera era Mikasa, desde la escuela media Jean había estado interesado en la chica, pero Mikasa lo descartaba creyendo que era solo amistad. Por supuesto que Armin no era tan ingenuo como para no notar la evidente atracción que el chico sentía y a juzgar por la tensión en el cuerpo de Eren, él tampoco creía que su atención fuera amistosa.

—No te preocupes, yo voy con ella — susurró Eren entre dientes.

—¿Estas seguro caballero? — Mikasa le observó avergonzada y enrojecida. El chico carraspeo y se acercó a ella.

—Solo apúrate — tomó su mano y la haló hacia la dulcería.

Jean gruñó y se cruzó de brazos.

—¿Que sucede con ese tipo? — refunfuñó. Armin negó con la cabeza y se encogió de hombros.

—Él es así — suspiró suavemente con una sonrisa.


—¿Me dirás lo que te pasa? — Armin suspiro y cruzó los brazos fijando una mirada en la expresión nerviosa de Mikasa.

La chica le había pedido un momento luego de la clase de deportes. Mientras todos iban a las duchas, Mikasa le tomó de la mano y le pidió acompañarle.

Sin embargo, en cuanto lograron encontrar un lugar solos en la parte de atrás del gimnasio, había permanecido en silencio, profundamente metida en sus pensamientos. Armin intuía cuál era el tema a tratar, pero había decidido darle la oportunidad de explayarse en ello y dejarle saber sus preocupaciones e inseguridades, no obstante, la chica aún seguía en silencio, pronto iniciaría la siguiente clase y empezaba a irritarse.

—¿Entonces?

—¿Has notado que Eren ha estado extraño estos días? — le miró de reojo, mientras se apoyaba en una de las paredes. Armin suspiró y se encogió de hombros.

—Ya es raro — optó por decir.

—No lo digo de esa forma — la Ackerman le dirigió una mirada fulminante — Sabes de lo que hablo.

Lo sabía, porque también había podido percibirlo. Eren se había vuelto aún más retraído y callado. Pese a que estaba a su lado, su mente continuamente parecía encontrarse muy lejos e incluso, había vuelto casi a la actitud de un inicio, mas frío e insensible como antes de que traspasaran los muros que había erguido a su alrededor.

Tenía el presentimiento que algo había ocasionado aquel repentino cambio, pues justamente fue así, un viernes estaban bien y al lunes siguiente, el chico volvía a ser la misma persona que conocieron en un inicio.

Había estado pensando en lo pudo haber influido en una transformación tan repentina y brusca, y no encontraba la respuesta aun, dudaba que fuera el entorno actual dentro de la escuela, pues las cosas habían tomado un ritmo mas tranquilo. Seguramente tenia que ver con su vida personal, talvez con su familia, pero aquellas opciones se basaban únicamente en suposiciones, puesto que Eren dejaba entrever tan poco sobre si mismo que era difícil darse una idea de lo que pudiera suceder dentro de su mente tan caótica.

—Puede ser que le suceda algo… en su casa.

—Lo he pensado — Mikasa asintió, alborotándose el flequillo —. He considerado hablarlo con él, pero en cuanto tocó el tema, me rehúye o incluso me ignora — la tristeza fue casi palpable en su voz.

Armin sonrió suavemente y acarició el brazo derecho de la chica.

—Lo has hecho muy bien Mikasa… Eren es solo un tipo difícil, pero has encontrado la manera de acercarte a él, ha sido un progreso sorprendente en su relación en comparación a unos meses atrás — intentó alentarla.

—Si solo me permitiera ayudarle — la morena suspiró con desilusión —. Algunas veces creo que le forcé a ser mi amigo.

—No digas eso.

—Pero es cierto — ella levantó la mirada y le observó con los ojos cristalizados —. Digo… prácticamente lo empuje una y otra vez en mi dirección hasta que no tuvo más remedio que seguirla. Creo que… me soporta por obligación y… en algunas ocasiones, cuando estoy muy cerca él… simplemente huye… como si no soportará mi presencia.

—No sabes de lo que hablas — Armin negó.

—Si, lo se… y duele — su labio inferior tembló —. Porque tengo estos… sentimientos… y yo no se, yo…

—Mikasa — el rubio la tomó de las manos, interrumpiendo su incesante tartamudeo —. Se que Eren te confunde, me pasa igual… es un chico difícil que al parecer, paso por algo muy complicado en su vida que le llevó a ser cauteloso y evitar las relaciones personales…

—Pero…

—Aun así… tu quisiste ser su amiga, recuerdo haberte dicho que nos alejáramos de él, pero fuiste tú quien me aseguró podíamos ser grandes amigos — inhaló profundamente —. Luchaste mucho para conseguir ese titulo y lo seguiste haciendo para que, no solo, siguiera tu camino, sino también que caminara a tu lado. No será sencillo, pero las cosas fáciles no tienen mérito y si realmente esos sentimientos que dices tener por Eren son verdaderos y tan grandes como he podido vislumbrar, su actitud actual no te detendrá ¿o si?

Mikasa le miró fijamente antes de negar, con una expresión compungida.

—Tengo miedo.

—Amar asusta, porque implica entregar el corazón sin saber si volverá intacto, pero aún así, tu lo elegiste a él y te aseguro que tus esfuerzos han dado frutos.

—¿Tú crees? — los ojos le brillaban esperanzados. Armin se apresuró a asentir.

—Si pudieras notar la manera en que te mira, no estaríamos teniendo esta conversación.

—¿Entonces?

—Solo puedo decirte que si lo amas, debes esforzarte ahora más que nunca por cuidar su corazón, porque apenas en este momento está reuniendo los trozos rotos que seguramente había decidido dejar en el pasado.

Mikasa pensó profundamente en lo que su amigo había dicho, confundida y aún así, más segura de sí misma.

—Yo lo quiero…

—Y eso es suficiente, ahora solo tienes que estar para él… algunas veces decimos que queremos estar solos mientras nuestro corazón solo anhela un poco de compañía.

Eso era lo que más deseaba, ser ese lugar en el que Eren encontrara paz.


Mikasa observó nerviosa la puerta frente a ella. El número 34 brillaba en todo su esplendor, sobre la parte superior de la madera.

Habían transcurrido cinco días desde que había visto a Eren. Ella y Armin estaban lo suficientemente preocupados como para preguntar por él en la dirección de la preparatoria, dado que no había contestado el teléfono y no sabían nada de él, sin embargo, la única información que obtuvieron fue que Eren tenia un permiso especial para faltar.

La escuela, pese a las pocas restricciones que tenía, no le daba un permiso a cualquiera, por lo que inevitablemente les puso en alerta.

El viernes, Eren se había despedido con la usual frialdad que había empleado los últimos días, el fin de semana transcurrió con calma y dado que el chico rechazó verlos esos días, no podían siquiera imaginar que había sucedido.

El lunes se habían extrañado al verlo faltar, pero decidieron dejarlo pasar, sin embargo el martes fue igual.

Mikasa no podía seguir con la angustia de que algo grave hubiera sucedido. Lo sentía muy en el fondo, Eren había estado tan extraño aquellos días, pero decidió darle su espacio y estar ahí, tal como Armin había sugerido, ahora, no obstante, estaba preocupada, por lo que optó por hablar con la consejera y pedirle ayuda. La mujer fue muy comprensiva sobre sus preocupaciones, pero Mikasa sabía que con eso no conseguiría la información que necesitaba, por lo que le dijo que Eren podía atrasarse al faltar tanto tiempo y se ofreció a llevarle la tarea. Convencerla fue sorprendentemente sencillo y el resto inevitable, el miércoles luego de clases había partido hacia la dirección que la secretaria le había brindado, pero mientras más se acercaba, el nudo dentro de su pecho iba creciendo paulatinamente.

Miró una vez mas la puerta del apartamento y antes de arrepentirse, levantó la mano y tocó. Su corazón palpitaba duramente dentro de su pecho y sentía que las manos le temblaba, por lo que se apresuró a esconderlas a su espalda. Estaba tan nerviosa que temió por un segundo decir algo que no debía, pero había llegado hasta ahí y no pensaba retractarse.

Empero, los primeros minutos empezaron a transcurrir y no hubo contestación. Lo intentó dos veces mas con el mismo resultado. No escuchaba ningún sonido dentro y contempló la posibilidad de que no hubiera nadie en casa ¿Podría ser que Eren no estuviera en el pueblo? ¿Acaso algo había sucedido en su lugar de origen?

Decidió que lo intentaría una vez más y permitió que sus nudillos impactara tres veces contra la madera. No hubo ningún sonido de regreso y dio media vuelta, desilusionada, sin embargo, le pareció escuchar un quejido a lo lejos.

—¡Voy! — gritó una voz suave en el interior y Mikasa sintió como el pulso volvía a acelerársele.

Cortos pasos apresurados se acercaron, y antes de poder conseguir la calma suficiente para manejar la situación, la puerta se abrió y sus ojos se encontraron con dos enormes orbes verdes.

—Hola — susurró sin voz.

La mujer dentro del apartamento ladeó el rostro, la observó con una expresión de curiosidad somnolienta e inclinó ligeramente la barbilla.

—Buenas tardes… disculpe la tardanza, estoy en turnos de noche y estaba descansando. No esperaba la visita — se justificó con calma. Mikasa sintió que todo el rostro se le enrojecía y se apresuró a negar con la cabeza, efusivamente.

—No, no… yo lamento haber venido sin aviso, disculpe mi intromisión. Puedo volver luego y…

—Te he visto en algún lado ¿cierto? — parecía dudosa, pero unos segundos después, sus ojos brillaron en reconocimiento —. Asistes a la misma escuela que Eren…

—Si — carraspeó con las mejillas ardientes —. Somos muy amigos y… dado que no ha asistido a clases, yo… yo… — le extendió las copias que traía en manos —. Le hice unos apuntes de los últimos días para que no se retrasara.

—Ohh… — la mujer parecía sorprendida, miró las hojas extendidas y a la nerviosa chica, y su expresión se suavizó, enternecida —. Eso es muy amable de tu parte… ¿Quieres pasar? — se hizo a un lado.

—No, no se preocupe, debe descansar… solo…

—Insisto — le dirigió una sonrisa maternal —. Para mi es un gusto saber que Eren cuenta con tan buenos amigos y… me encantaría conversar contigo y conocerte. Soy Carla, Carla Jaeger.

La morena se lamió los labios, ligeramente resecos y levantó la mirada, observándola a la mujer fijamente. La madre de Eren tenía esos enormes ojos tan expresivos y aun así misteriosos. Sus facciones era mucho mas suaves y femeninas, pero el parecido entre ambos era extraordinario. Mikasa sintió como si ella pudiera ver a través de su cuerpo, tal como sucedía con Eren.

—Yo soy Mikasa Ackerman, un gusto.

Ingresó a la vivienda cuando la castaña se lo indicó. El apartamento era bastante grande y se dejó guiar hacia la cocina.

—¿Quieres algo de tomar? — indagó la mujer mientras le señalaba la pequeña mesa.

—Cualquier cosa esta bien — se apresuró a decir.

La mayor asintió y no mucho después se acercó con dos vasos. Mikasa tensó la espalda y sonrió cuando ella le dio la bebida. Estaba demasiado nerviosa y su mirada se desviaba por todo el lugar.

—Eren no se encuentra aquí — el sorpresivo sonido de la voz femenina la hizo sobresaltar.

—Ohh, yo… — las mejillas le ardieron de vergüenza ¿Acaso había sido tan obvia?

—No te preocupes cariño, es para verlo que viniste ¿no? — la sonrisa en el rostro de mujer fue extraña, como si ella pudiera saber exactamente lo que sucedía en su interior.

—Si, bueno… — intentó pensar en algo que decir —. Es por la tarea… si.

—Claro… — sonrió suavemente —. Mi hijo no se encuentra ahora, él… tuvo que ir a nuestra ciudad natal, yo no pude acompañarlo en esta ocasión por el trabajo — la evidente tristeza en su tono de voz hizo que Mikasa sintiera inmediatamente que algo grave había sucedido.

—¿Eren esta bien? — se apresuró a preguntar.

—Si… — su sonrisa fue una mueca triste —. Al menos todo lo bien que se puede estar en esta situación.

—¿Situación?

—Ohhh… no te preocupes, fue hace un tiempo… y… Te he visto antes ¿cierto?

El cambio tan brusco de tema logró confundir a Mikasa, quien tuvo que repetirse un par de veces lo dicho para procesarlo.

—Si, es así — asintió tímidamente —. Es vergonzoso, verá… lo cierto es que Eren nos salvo a mi y a mi mejor amigo de unos chicos que estaban molestándonos.

—¿Qué Eren hizo qué? — parecía francamente sorprendida.

—Si, fue en su primer día de ingreso… si no hubiera sido por él, no se que habría pasado con Armin o incluso conmigo… él fue nuestro héroe, un caballero… — la expresión de la mujer no había cambiado para nada, lo que le hizo preguntarse la razón —. Fue esa la razón por la que recibió una dura sanción ese día.

—El día en la oficina — Carla pareció recordarlo.

—Si, estábamos ahí. Fue una ridiculez que castigaran a Eren cuando él solo nos ayudó. Intenté hablar con el director, pero no quiso escucharme.

—Ya veo — ella bajó la mirada. Mikasa la observó, frunciendo el ceño lentamente.

—¿Usted no lo sabia?

—No… — una sonrisa triste se deslizó en sus labios —. Eren no habla mucho sobre que sucede a su alrededor, él… nunca habla.

Mikasa observó fijamente a la mujer notando que parecía inmersa en sus pensamientos. Eso le dio algo de tiempo también para analizar sus palabras. Eren era tan difícil que algunas veces, aun así, había llegado a un punto de preguntarse si era ella misma quien complicaba todo lo que tenía que ver acerca de él, no obstante, en ese momento se dio cuenta que era algo más profundo. No era personal, el chico trataba de mantener lejos a todo mundo y daba tan poco de sí con todos, incluso su madre, eso inevitablemente le llevó al pensamiento que había estado rondando su mente desde semanas atrás.

Algo había sucedido con él, lo sentía en el fondo de su corazón. Aquella situación solo parecía confirmarlo y ella quería saberlo, porque necesitaba creer que podía encontrar la manera de ayudarlo. Era más que solo preocupación por un amigo, porque lo quería y no era tan crédula sobre su amor como para pensar que eso era suficiente para sanar sus heridas.

Era como Armin le había dicho. Si amaba a Eren solo debía estar ahí para él y esperar que su compañía supusiera algún tipo de consuelo para su alma atormentada, pero aún así ¿Cómo comprenderlo cuando lo único que conocía de él era a través de los pequeños momentos donde bajaba la guardia? ¿Cómo hacerlo cuando no sabia a qué atenerse? ¿Cuándo no conocía el origen de su dolor?

—No quiero entrometerme — la voz le temblaba, pero se obligó a continuar —. Pero yo… quiero comprender a Eren, quiero conocerlo de verdad, porque estoy segura que no siempre fue así.

—Era un chico muy dulce… — la nostalgia en la voz de la mujer le apretó el pecho.

—Y sigue ahí… he podido vislumbrarlo… — sintió como los ojos se le humedecían, pero se apresuró a parpadear. Una suave sonrisa tensó los labios de Carla.

—Quieres mucho a mi hijo ¿cierto?

Su pregunta logró sorprenderla y aunque instintivamente, Mikasa pensó en negar, algo en la expresión de la mujer se lo impidió.

Era así de cualquier manera. Sus sentimientos por Eren se habían desarrollado tan rápido y fuerte, como si siempre hubieran estado en su interior, dormidos y esperándolo. Sabía que el pensamiento era tonto, pero justo así se había sentido ¿O el amor era tan intenso para todos?

No tenía las respuestas. Se consideraba una chica inteligente, pero torpe en cuestiones del amor. Nunca se había sentido de aquella manera y era extraño, pero no sentía miedo. Era la sensación, talvez, de lo correcto que era quererlo o quizás la certeza de que no se arrepentiría, sin importar lo que sucediera desde ese momento en adelante.

No sabía si algún día sería correspondida o si en su lugar, experimentaría el dolor más intenso que podía provocar el amor, pero ¿No era de eso lo que se trataba crecer?

Y si entregarle su corazón a Eren había sido el peor error de su vida, sabría como lidiarlo, pues en ese punto no había retorno.

Lo amaba.

—Si, lo quiero mucho y… deseo comprenderlo.

Carla sonrió con sus palabras y extendió las manos, tomando las de ella. Mikasa tembló y miró los cansados ojos verdes.

—No sabes lo que agradezco que Eren cuente contigo.

Eso la hizo sentir humilde. Estaba apunto de replicar cuando una expresión de sufrimiento cruzó el rostro de Carla.

—Sucedió hace cuatro años…

[•••]

Fue hasta el siguiente lunes que pudo obtener una mirada de Eren. En cuanto el chico cruzó el umbral del salón, se encaminó a su asiento con el rostro bajo. No levantó la mirada en ningún momento, ni hizo amago alguno de saludarla o al menos percatarse de su presencia. Mikasa volteó hacía Armin, quien se encontraba a su otro costado, en su silla. La mirada del chico mostraba preocupación, pero Mikasa se apresuró a sonreír, para calmar la situación.

Su mirada se fijó en Eren, quien tenía el cuerpo volteado casi por completo hacia el ventanal. Había apoyado el rostro en su mano y sus ojos permanecían fuera, no fijos en nada en particular, parecía, de hecho, que el chico ni siquiera estaba ahí, como si su mente le hubiera llevado a kilómetros de distancia.

Un suspiro escapó de sus labios y una presión empezó a nacer en su pecho, mientras recordaba algo de la platica que había tenido con Carla.

Solo debía darle tiempo, se dijo, antes de fijar la atención en el profesor que acaba de entrar al salón.


Mikasa observó al chico mientras caminaba frente a ella.

Eren había desaparecido durante la hora del almuerzo, lo cual preocupó enormemente a Armin, sin embargo, apareció justo unos minutos antes de retomarse las clases y se sentó, otra vez con aquel mutismo tan extraño.

Aunque había intentado acercarse a él, no surtió efecto y justo ahora, mientras caminaban a la estación de buses, Eren le había permitido seguirle únicamente porqué la conocía y no había nada que se lo impidiera.

Desde que él les había aceptado en su día a día, ellos adquirieron rutinas. En las mañanas cuando llegaban a clases, conversaban varios minutos antes de que iniciará la jornada, en el almuerzo compartían la misma mesa y al final del día, caminaban hacia la estación, algunas veces Armin les acompañaba, cuando su abuelo no pasaba por él al instituto.

Mikasa había atesorado esos momentos siempre, era cuanto sentía que podía ser parte de la vida de Eren, cuando él le permitía serlo y no limitaba sus interacciones por miedo a encariñarse.

Ahora lo comprendía. Talvez no de una manera absoluta, pues nunca había pasado a través de su dolor, pero entendía la razón por la que se había vuelto así.

Sintió el momento en el que el chico aceleró el paso, apenas a unas cuadras del colegio. Salió de sus pensamientos cuando le observó alejarse y corrió hacia él para mantener su ritmo, siempre en silencio.

Eren tenía los hombros tensos y las manos hechas puños. Su ceño había permanecido fruncido gran parte del día y Mikasa deseó poder acariciarlo y quitar la expresión de sufrimiento mal contenida en su rostro.

Caminaba a un paso apresurado y aun así, lentamente se hizo evidente que intentaba acelerarlo. Ella no pensaba quedarse atrás, aún cuando su respiración comenzaba a agitarse. Cuanto más rápido caminaba a Eren, más difícil era seguirle el ritmo, pero Mikasa no se dio por vencida. No lo haría, era la única que podía caminar a su lado.

Mientras se esforzaba por mantener el compás de su respiración y coordinar también los apresurado pasos, apenas notó que Eren se detenía y cuando lo hizo, él volteó agitado y le observó, casi igual de jadeante que ella.

Los orbes verdes que siempre le había resultado fascinantes, ahora centellaban de furia, tenía las fosas nasales dilatadas, los hombros rígidos y los puños apretados.

—¿Qué…?

—¿Porque demonios no te detienes? — su voz se alzó sobre cualquier sonido. No gritaba, pero su timbre fue inconfundiblemente fuerte y agresivo.

Mikasa parpadeó e intentó recuperar el aliento, sin responderle nada. Sabia que no había nada que pudiera decir para hacerlo sentir mejor, nada que pudiera aliviar su carga o calmar su furia, todo lo que podía hacer era estar a su lado y en ese momento, permanecer en silencio también era la única opción.

Sin embargo, Eren no quería algo así, no necesitaba la calma, parecía arder y mientras los segundos transcurrían, Mikasa empezó a comprender que lo que sucedería a continuación no era algo relacionado con ella, sino con Eren y todo lo que estaba cargando dentro, en silencio.

—Habla ¡Maldita sea!... di algo.

—¿Estas bien? — observó como el chico se cuadraba luego de su pregunta, como tensaba los hombros y apretaba los manos tanto que las venas saltaban sobre su piel.

—Te lo dijo ¿cierto? — se rió, una carcajada fría y sarcástica —. Es por eso que fuiste a casa, es por eso que tienes esa actitud conmigo.

—¿Que actitud?

—¡Como si pudieras arreglarlo Mikasa! ¡Crees que puedes arreglar mi mierda, pero no es así!

—Yo no…

—Lo hiciste desde un inicio y no has parado. Querías conocerme y lo hiciste, querías ser mi amiga y terminamos siendo amigos… ¡¿Qué mas quieres de mi?!

—Caballero…

—¡No me digas así, maldita sea!... no eres nadie para meterte en mi vida ¡No eres nadie!... estoy harto de esta mierda de amistad, de esta escuela y de este maldito pueblo.

Mikasa sintió como un nudo le atravesaba la garganta. Los ojos de Eren brillaban, como las luciérnagas en la noche más oscura, parecía tan furioso, tan fuera de si, pero ella no sentía miedo, porque había podido ver mas allá de aquella actitud de chico rudo, porque había pasado los últimos meses intentando conocerlo y por fin lo había logrado.

Era tan seguro de si mismo, cínico, arrogante, ofensivo y sarcástico, creía poder con cualquiera, no se involucraba nunca con las personas y parecía tan fuerte, como si nunca tuviera miedo de nada.

Pero aquella era una mascara, Eren tenia debilidades como cualquiera. Era inseguro, atolondrado y descontrolado como cualquier chico de su edad. Tenía un sentido de la justicia muy poco frecuente en aquellos días y podía ser dulce e increíblemente amable.

—No fue tu culpa — sus palabras fueron un murmullo, apenas un susurro que pareció perderse en el viento y en la calle transitada.

Las personas pasaban a su alrededor, pero nadie se detenía, tan inmersos en sus propios mundos sin darse cuenta del caos que se desataba en su interior, de la luz que la rodeaba a ella y la oscuridad que consumía a Eren.

—No lo digas, maldita sea. No te atrevas a decirlo de nuevo ¡No sabes nada! ¡NADA!

—Caballero…

Él bajó la mirada, el cuerpo le temblaba, sus músculos se apretaba, en tensión, en tanto un nudo le atravesaba la garganta.

—¡No tengo que pasar por esto!... olvídate de esta mierda, hasta aquí llego. No voy a estar jugando a ser tú amigo, tu interés amoroso o lo que creas que soy… no me conoces nada, idiota.

—Me preocupo por ti — Mikasa no se dejó intimidar.

—Es tu maldito problema… no necesito esta mierda ¿escuchas? — levantó el rostro hacia ella y le observó fijamente. Mientras su mirada gritaba furia y descontrol, sus ojos humedecidos eran dos pozos verdes de soledad y tristeza.

Tan joven y derrotado.

—Caballero…

Algo pareció romperse en su interior, como un vaso rebalsado de amargura, tristeza y dolor.

—¡Piérdete! ¡No te necesito! ¡No necesito de nadie! ¡Estoy bien solo!... no puedes arreglarme, no puedes solucionarlo… ¡NO VUELVAS A LLAMARME ASI!

Estaba tan perdido.

La escena no podría haber sido más lamentable. El sol empezaba a ocultarse y el cielo había tomado un color azul grisáceo, deprimente. Mikasa observó la figura tan fuerte e imponente del chico y le pareció frágil. No físicamente, Eren era tan capaz como cualquier persona saludable, pero estaba herido y cargaba tantos remordimientos circunstanciales.

—No fue tu culpa. Ellos fueron a buscarte porque te amaban y estaban preocupados. No quisiste que nada les sucediera, amas a tu padre y hermano, pero estas cosas pasan todo el tiempo y lo que mejor podemos hacer es vivir con ello.

Eren jadeó sin aliento, sorprendido. Eran tantas las emociones en su interior que era difícil saber por cuál guiarse. Había sido así por tanto tiempo que ya no sabía como debía actuar, quien era y hacia donde iba.

Habían pasado cuatro años, pero bien podía haber sido ayer.

La práctica se había alargado, estaban en las finales, cerca del campeonato nacional, estaba decidido a ser el mejor, mientras sus notas se mantuvieran intactas seguiría el sueño de su padre de convertirse en doctor también, talvez podría alcanzar a Zeke algún día.

Había olvidado llamar a casa y llovía. No tenia como comunicarse, pero no creyó que fuera algo extraordinario, solo debía esperar a que dejara de llover, entonces podría conseguir un teléfono público o caminar a casa.

Sin embargo, no esperó que al llegar nadie le recibiera, mucho menos la llamada a media noche de su madre quien le pidió que se dirigiera al hospital en el que trabajaba.

Fue un 26 de Mayo el día en el que su padre y hermano murieron. La investigación estableció que los frenos fallaron, pero Eren lo sabía, había sido su culpa.

Tenia que vivir con ello, pero no comprendía como. No podía ser él mismo. Tenía pesadillas y cada día se volvía una maldita rutina. Su madre debía trabajar el doble para mantenerlos. Sus motivaciones y sueños parecían haberse esfumado. Estaba tan molesto consigo mismo, que no podía ver más allá de ello, se peleaba con la primera persona que tenía al frente. Su madre había decidido sacarlo de Sapporo para darle un poco de espacio, pero en cada lugar había sido así, porque el problema no era la escuela, las personas, ni nada en particular, el problema era él y no tenía reparo.

No deseaba nada, no necesitaba de nadie, no merecía nada de lo que tenía, por ello era mejor estar solo, donde nadie pudiera observar su existencia, donde la oscuridad consumiera.

—¡No puedes siquiera nombrarlo! ¡No te atrevas!

Su temperamento estalló, acallando el latido de su corazón, la presión de su pecho, el nudo en la garganta. Porque no tenía derecho de sentir, ni de verse a sí mismo reflejado en aquellos orbes obsidiana que le observaban como si fuera una buena persona.

No lo era y no podía fingir tampoco.

Sabia que había sido un error intervenir aquella tarde en la biblioteca, eso le llevó a entablar nuevas relaciones, a reír y divertirse, a disfrutar de aquellas cosas que estaban prohibidas. Porque el día en que su padre y hermano murieron una parte de él también lo había hecho y estaba bien con ello, porque era la única manera con la que podía vivir con aquella culpa.

No había esperado encontrar en Armin un amigo y en Mikasa algo más. Ella era tan dulce y bondadosa. Su exterior parecía oscuro y duro, pero solo era en apariencia. Poseía la sonrisa más amable que había conocido y tenía sentimientos nobles. La chica le había mirado una vez y decidió que quería ser su amiga, como si fuera así de sencillo y por un momento se lo pareció, pero la realidad era dura y mientras se acercaba a la luz que suponía su presencia, había olvidado aquel castigo que se había autoimpuesto.

¿Cómo podía vivir si había sido su culpa?

¿Cómo podía disfrutar cuando ellos no estaban?

—No quiero volver a verte — su voz fue oscura y agresiva —. No soy una buena persona y es mejor que lo entiendas de una vez. Toda esta farsa se acabó, estoy fuera, no necesito tu mierda nunca más.

Creyó que sus duras palabras la alejaran, pero no espero el sufrimiento que eso implicaría en su interior. Fue como si pueda experimentar un dolor físico, como si su corazón necesitará negar cada una de sus palabras, como si su alma misma deseara escapar de su cuerpo y buscar refugio en el cálido ser de Mikasa.

Ella era tan brillante y él estaba tan perdido.

—Caballero… — su voz fue un pequeño susurro dulce. Eren sintió como si ella lo hubiera tomado en brazos y le arrullara con ternura.

Habían sido días tan difíciles mientras la fecha de la muerte de su padre y hermano se acercaba. La culpa le ahogaba, las pesadillas parecían regresar con mayor fuerza, asimismo el deseo de alejarse, esconderse en un rincón, asustado, solo y roto.

De pronto, bajó la dulce mirada oscura, deseó acercarse a Mikasa y llorar, cual si fuera un pequeño e indefenso niño. Las emociones parecían querer ahogarlo y un nudo se apretó en su garganta.

—¡No me digas así! — gruñó luchando con la debilidad.

La chica no se amedrento, en su lugar, se acercó hasta él y levantó las manos, apoyándolas en sus brazos. Eren tuvo un impulso de agresividad, quiso apartarse, empujarla o dar la vuelta y correr, pero luego miró aquellos ojos, esos orbes que parecían expresar un sinfín de sentimientos y se quedó sin aliento, paralizado, sintiendo como la calidez de Mikasa penetraba su piel, yendo más allá, al frío que había albergado en su interior durante demasiado tiempo.

—No tuviste la culpa… pero debes perdonarte para sanar — ella sonrió y Eren sintió que su interior temblaba.

—No me conoces…

Mikasa sonrió y asintió dulcemente. Las esquinas de sus ojos se fruncieron, como sabía que lo harían mientras le dirigía una mirada dulce y Eren pudo vislumbrar el atractivo hoyuelo en su mejilla derecha. Era tan hermosa, tan cálida y brillante.

—Eres un chico que se preocupa por los demás… eres bueno, dulce y justo… — intentó abrir la boca, para refutar, pero Mikasa continuó —. Eres una de las personas más inteligentes que conozco, pero escondes tu potencial. También eres un buen amigo y un buen hijo. Muchas personas te queremos y haríamos lo que fuera por obtener una sonrisa sincera de ti.

—No es así…

—Te gusta la comida dulce, las hamburguesas y las manzanas. Detestas la mostaza, odias el pop y no eres muy hábil en las artes. Te gusta escuchar música porque te relaja y mirar las áreas verdes. Eres fan de juegos de mesas y el rock, vistes siempre con ropas oscuras y tus convers favoritas… no te gusta mirar a los ojos de las personas cuando les halagas y detestas las injusticias… pero sobre todo… eres una buena persona, como un caballero, uno herido y roto que lucha cada día por seguir adelante… un caballero oscuro.

—Tus sentimientos por mi te ciegan…

—Puede ser — le dirigió una sonrisa dulce y tímida —. Pero no me importa caballero.

No había negado nada y estaba bien con ello. Eren tenía la completa libertad de romperle el corazón en ese momento, pero no tenia miedo.

¿Acaso podía retractarse cuando Eren sufría?

Si terminaba con el corazón roto lo tomaría, siempre y cuando él le permitiera permanecer a su lado. Podía tomar lo que él estuviera dispuesto a dar, talvez en algún momento se viera recompensaba, no importaba porque se conformaba solo con su amistad.

—¿Porque? ¿Por qué yo?... ¿Qué hice para merecerlo? — su voz estaba estrangulada, un nudo en su garganta.

Las preguntas continuaban, rondando en su mente y haciéndolo insuficiente ¿Por qué Mikasa le observaba de aquella manera? ¿Por qué insistía? ¿Qué es lo que veía en él que valía la pena? Ella no sabía lo derrotado que se sentía. La manera en la que su interior se desmoronaba en los días más oscuros. Su incapacidad de ver a su madre a los ojos porque sentía que le había arruinado la vida.

No se sentía como el mismo dentro de su cuerpo, no sabía quién era, su propósito. No había sido su culpa, decían todos, su madre, el psicólogo privado, la consejera estudiantil, Mikasa… no era su culpa, se decía a sí mismo mientras recordaba a su padre muerto en una camilla y veía también la imagen que se había creado en su mente de su hermano, a quien ni siquiera pudo abrazar por última vez.

No era su culpa, le decía la razón, pero no importaba, porque mientras lo creyera, sería real y no sabía como deshacerse de esos malditos sentimientos.

Pero quería cambiar, porque cada día se volvía más difícil, porque todo era tan oscuro y tenia miedo. Quería superarlo, seguir, ser fuerte. Quería observar a su madre de nuevo a los ojos, disfrutar de los colores con los brillos de antes, volver a tener sueños y esperanzas. Quería visitar las tumbas de su padre y hermano sin sentir el peso de aquellos sentimientos tan dolorosos aplastando su corazón y sentirse amado sin pensar que no lo merecía.

También anhelaba mantener aquella mirada en los ojos de Mikasa, porque le hacía mejor persona, porque deseaba serlo y porque necesitaba algo a lo que aferrarse antes de hundirse por completo.

—¿Por qué yo? — los ojos se le llenaron de lágrimas y no hizo amago alguno de limpiarlas cuando estas rodaron por sus mejillas.

—¿Importa?

No lo hacía, se dio cuenta. Nada de eso importaba mientras ella siguiera observándolo así.

Como si aun hubiera esperanza.


Tres meses después…

—Esperamos que vuelva pronto — repuso una sonrisa rápida, automática, mientras la clienta daba media vuelta y se alejaba.

Mikasa observó a su compañera de trabajo, justo cuando la chica intentaba levantar la bandeja llena de comida. La cafetería se encontraba un poco vacía a una hora de salir, por lo que se tentó a alejarse de la caja registradora y acercarse.

—Oye, espera te ayudo — susurró suavemente. Sasha levantó la mirada y le observó.

—¿Qué? Qué sucede? — indagó confundida.

Mikasa sonrió para tranquilizarla y se posicionó a su lado.

—Si los pones de esa manera se te van a caer — susurró mientras volvía a acomodar los vasos de bebida natural y los emparedados en la bandeja —. Te aseguro que Annie te lo recordara toda una semana — señaló con el pulgar a su otra compañera, que atendía una mesa.

—Ohh…

—Si, es un poco malvada cuando quiere — sonrió suavemente y terminó —. Las primeras veces no son fáciles, me costó un poco acostumbrarme, pero se toma agilidad con el tiempo — le comento.

Sasha había ingresado apenas cuatro días atrás y aun tenia problemas para acostumbrarse. Hasta el momento la habían dejado acompañándolas a todas para que viera el trabajo de cerca, pero ese día en vista de que una de sus compañeras había faltado, Sasha tuvo que reemplazarla y adentrarse a su puesto de una vez.

—Muchas gracias — la castaña se inclinó, sonriente.

—Y no le robes papas a los clientes — una chica se acercó por la espalda de ambas y se unió a la conversación — Estoy segura que Hange estará muy molesta si se da cuenta.

—¡Oye, Historia! — la riñó Mikasa —. No lo digas eso, la vas a avergonzar.

—Solo estoy advirtiéndole — la rubia se cruzó de brazos encogiendo los hombros.

—Lo siento mucho — Sasha volvió a inclinarse. No parecía muy arrepentida, pero si avergonzada por saberse descubierta —. Intentaré que no pase de nuevo.

Mikasa se preguntó si se refería a comerse las papas de los clientes o a ser pillada en el acto. Algo le decía que era lo segundo.

Una hora más tarde, estaba sacando la basura hacia el enorme bote en la parte trasera del restaurante. Las chicas se encontraban terminando de limpiar todo dentro y pronto podría irse. Había sido una semana muy movida, pero le gustaba la actividad. Luego de que la escuela terminara, había optado por tomar un trabajo de verano y resultó fascinante.

No había esperado acostumbrarse tan rápido a todo. No era una persona muy sociable, por lo que creyó que se había inclinado por algo un poco difícil, pero todo había resultado bien y sus compañeras de trabajo ayudaron en ello.

Eran chicas de su misma escuela, las había conocido desde siempre, pero fue durante ese verano que por primera vez pudo tener una conversación con ellas. Annie iba también en último año, pero en diferente salón, la había visto en varias ocasiones durante el almuerzo o en los actos escolares, también compartieron año en tercer grado, se trataba de una chica callada y seria, aunque muy tranquila. Historia era una de las porristas de la escuela, un año menor que ella y aunque lucía como alguien encantadora, Mikasa no había tenido muy buenas experiencias con los de su círculo, lo que le hizo precavida a su alrededor, algo que resultó una tontería porque la chica no fue nada menos que amable. Era muy simpática y dulce, aunque poseía un temperamento fuerte y podía ser algunas veces demasiado honesta. También estaba Ymir, la chica que había faltado, la mejor amiga de Historia y quien llevaba mucho más tiempo de trabajar ahí que todas ellas.

Las chicas resultaron muy buenas compañeras, pero también amigas valiosas. Eran las primeras mujeres de su edad con las que establecía una relación de amistad y no había esperado sentirse tan bien a su lado. Trabajaría en la pequeña cafetería todo el verano y estaba ansiosa por cada día de ello.

—Mikasa — la voz masculina la obligó a voltear y levantar la mirada.

Sintió como su corazón se apretaba en su pecho cuando vislumbró la varonil figura.

—Caballero…

Eren sonrió y empezó a acercarse. Había vuelto apenas la semana anterior, y Armin y ella fueron a verlo solo durante el fin de semana, para saber como se encontraba.

Luego de que la escuela terminara e iniciarán las vacaciones dos meses atrás, Eren se había ido, prometiendo volver. Mikasa no sabía lo que había sido de él, pero su promesa se volvió tan significativa, que tan solo esperó que estuviera bien y volviera con ellos. Armin y Carla le aseguraban que todo saldría bien. Talvez él intentaba reencontrarse u ordenar sus sentimientos. Talvez necesitaba espacio o pensar en su futuro desde ese momento.

Luego de su conversación aquella tarde después de la escuela, Eren había llegado a un acuerdo consigo mismo. No fue un cambio instantáneo, mucho menos visceral. En realidad habían días buenos y malos, y todas las personas a su alrededor decidieron darle el espacio suficiente para que él pudiera luchar contra los sentimientos negativos.

Claro que no había esperado su decisión de alejarse, pero decidió respetarla. Ella siempre intentaría apoyarlo en todo, aun cuando sintiera el dolor de su ausencia.

Habían sido días tristes, por lo que optó por el trabajo de verano; este además de distraerse, le permitiría un poco de ingreso. No había esperado encontrar algo más ahí y volvía cada día a la cafetería con entusiasmo.

Aun así, siempre había sentido la ausencia de Eren y justo ahora, viéndolo frente a ella, solo podía desear acercarse y abrazarlo.

El encuentro el fin de semana había sido tan corto y tan frío. Eren decía estar bien y sonreía, pero Mikasa no pudo evitar pensar que parecía tan lejano. Los ojos le brillaban y parecía más tranquilo, como si la tormenta en su interior finalmente hubiera menguado. Debería estar feliz, lo sabía, pero luego pensaba en que ahora que él había recuperado una parte de sí mismo, ya no les necesitaría. Era un chico tan atractivo, agradable y bondadoso, no tenía que conformarse con su amistad, ellos no cambiarían, siempre serían solo los dos raros del instituto.

Tenía miedo, pero sabría como sobrellevarlo, mientras Eren estuviera bien, ella también lo estaría

—¿Cómo has estado? — el chico dio otro paso al frente y ladeo el rostro — No hablamos mucho el sábado.

—Bien — forzó una sonrisa —. Estoy bien, yo… quería llamarte, pero… esperaba que te acoplaras de nuevo al lugar.

—Solo estuve fuera dos meses — él parecía divertido. Mikasa se encogió.

—"Pero no se que tanto descubriste de ti mismo en ese tiempo" — pensó y aunque tuvo el deseo de decirle, optó por quedarse en silencio.

—Veo que están a punto de cerrar — Eren señaló la cafetería con la barbilla.

—Si, los domingos solo trabajamos hasta las 6 de la tarde.

—Ya veo… — miró el cielo —. Parece que va a oscurecer.

—Si, un poco — acarició con el pie derecho su pantorrilla. ¿Podía existir una conversación tan vana y aún así, sentimental?

—Voy a esperar aquí para acompañarte a casa — se encogió de hombros.

—¿Qué? — las mejillas de la chica enrojecieron —. No es necesario — miró como la expresión de Eren se tornaba sería —. Digo… no quiero molestarte.

—Ya eres molesta — él sonrió, suavizando sus propias palabras —. Y no me importa esperarte.

Mikasa sintió como su pecho daba un vuelco. No había esperado nada de aquello, jamás pensó que Eren se aparecería ahí y justo en ese momento, no sabía como actuar, pero estaba feliz, sulfurante y no podía siquiera controlarlo.

—Puedes esperar adentro — el cuerpo le temblaba, sentía todo el rostro rojo y el latido de su corazón era ensordecedor en sus oídos —. No tardaría más que algunos minutos y…

—Estaré bien — Eren la miró solo un segundo directamente a los ojos antes de voltear — Te estaré esperando.

—¡Si! — le miró alejarse, por la parte frontal de la cafetería y sonrió, antes de ingresar a la cocina.

En cuanto abrió la puerta, soltó un jadeo de sorpresa, justo cuando un bulto de miembros enredados casi se le abalanzaba encima.

—¡¿Que están haciendo?! — no sabía si debía sentirse indignada o divertida mientras miraba a las chicas.

—¿Ese no es tu novio? — Historia se inclinó hacia ella sonriente.

—¿Novio? — tartamudeó.

—Es el chico que se lío en una pelea el primer día con los deportistas ¿no? — Annie alzó una ceja.

—Tienes un novio muy atento Mikasa — Sasha sonrió, mientras comía un pedazo de tarta.

—¡No es mi novio! Y no debes comer la comida para los clientes.

—¡Lo voy a pagar!

—Tengo que terminar el conteo — paso entre ellas.

—Claro — la voz de Historia poseía un tinte insinuador —. Porque te esperan.

Enrojecida, Mikasa la ignoró mientras se encaminaba al interior de la cafetería.

Tardó un poco mas de veinte minutos ya que no podía cuadrar un pago, también a Historia le tocaba revisar el inventario de productos ese día y tuvo que ayudarla a bajar algunas cajas que se encontraban en lo alto de los estantes. En cuanto terminó, tomó sus cosas y salió apresuradamente del restaurante.

Temía que Eren se hubiera ido ya, aburrido por esperarla. Le había asegurado que no tardaría mucho.

La cafetería quedaba en el parque central del pueblo. El lugar era bastante concurrido a esa hora, más aún un domingo por la tarde. Ya había oscurecido, tal como Eren había supuesto, por lo que las luces de los faroles estaban encendidas. Mikasa recorrió con la mirada cada lugar del parque, pero no pudo dar con la figura conocida ¿Podría Eren haberse ido? Talvez se había aburrido de esperar.

Estaba por dar media vuelta de camino a su casa cuando escuchó un carraspeo a su espalda. Cuando volteó, observó con sorpresa que el moreno aún se encontraba ahí.

—Pase a la tienda por algo de beber — le mostró una botella de soda. Mikasa no sabía que decir, por lo que se limitó a asentir, enmudecida —. Entonces… ¿vamos?

—Claro — susurró casi sin voz.

El camino fue en un inicio silencioso, mientras Mikasa buscaba algo que decir y Eren intentaba encontrar las palabras para expresarse.

—Creo que…

—La verdad es que…

Sus voces colisionaron, dejándolos sorprendidos. La morena bajó el rostro enrojecido, mientras que el chico volteaba, avergonzado.

—Dilo tú — cedió él.

—No, continúa tú …

Eren dudo un segundo, pero la chica le dirigió una mirada atenta. Carraspeó para recuperar la voz y empezó a avanzar, balanceando la botella medio vacía entre dos dedos.

—Fui a Sapporo, visite a mis abuelos y a unos amigos — susurró suavemente.

—Me alegra.

—Si… también fui a las tumbas de papa y Zeke, estuve hablando un par de horas con ellos — ladeo el rostro sobre su hombro, mirando al frente, parecía perdido en sus pensamientos —. Bueno, fue una conversación de lo mas unilateral, pero creo que lo necesitaba.

—Algunas veces es bueno hablar…

—Hay muchas cosas que quería decirles… desearía que pudieran escuchar que lo siento y que los quiero mucho — lucía triste y avergonzado, pero que hablara de sus sentimientos con tanta libertad fue tan maravilloso.

—Estoy segura que ellos lo saben…

—Si — Eren asintió.

Siguieron caminando un par de cuadras, esta vez en un cómodo silencio.

—Se que no podría haberlo logrado sin ti.

—¿Qué dices? — le dirigió una mirada confundida.

—Tu fuiste de gran ayuda.

—No caballero… eres una persona fuerte, tarde o temprano te habrías dado cuenta de ello. Se que nunca te dejarías consumir por la oscuridad.

Eren se detuvo y la tomó de la mano antes de que se alejara. El movimiento fue sorpresivo, que Mikasa le observó primero sorprendida, luego confundida y finalmente nerviosa.

—No he sido alguien fácil, pero tu… estuviste ahí y… no se que seria de mi ahora sin ti. Estaba tan molesto, tan solo… sin esperanzas. No tenía sueños, ni metas a futuro, no quería un mañana, pero gracias a ti yo… es como si hubiera despertado y me sintiera como yo mismo de nuevo.

Mikasa retuvo un sollozo a duras penas, con el corazón hecho un nudo de sentimientos. No había esperado esa confesión, ni mucho menos que Eren le mostrará una parte de sí mismo de manera tan profunda.

Permitió que sus propios dedos envolvieron las grandes y cálidas manos masculinas y se forzó a sonreír, pese a que le temblaban los labios. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero llorar en ese momento solo resultaría lamentable. Debía estar feliz… lo estaba.

—Eres como imagine… — su voz fue un murmuro ronco a través del nudo en su garganta.

—¿Como? — Eren parecía confundido.

Mikasa sonrió y decidió guardárselo a sí misma. Algún día seria capaz de decirle exactamente lo que pensaba de él y talvez entonces Eren le permitiría verle bajo su verdadera luz, al chico auténtico y un poco atolondrado que aún se escondía en su interior.

—Te invito a un helado caballero — le miró ladinamente —. Ahora tengo un sueldo, así que yo invito — Mikasa sonrió.

Eren la observó aún extrañado. La chica había cambiado de tema con bastante rapidez, pero decidió que le daría su tiempo para que le contará lo que intentaba decirle. De cualquier manera estaba bien con ello, porque esperar ahora no se escuchaba tan mal y mientras lo hacía, solo podía disfrutar del día a día y de todos los momentos que les esperaban juntos.

Y realmente añoraba que su futuro se viera entrelazado con el de Mikasa.

Porque ella le había salvado de la oscuridad.

Y le había enseñado a amar.

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FIN DEL CAPÍTULO


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NOTAS DEL CAPÍTULO:

Hola mis bellas.

Disculpen el retraso, se supone que este capitulo lo iba a subir ayer, pero tuve un problema con el calendario y se me escapó.

Espero que les haya gustado. Como les dije, están saliendo un poco más largo de lo usual, pero siempre llevan al mismo punto, así como con un final que espero les satisfaga.

En este universo estamos en 1999, esto justifica por ejemplo cuando hablaban del ipod, la falta de teléfonos celulares y la película de Star Wars: capitulo 1.

Eren tiene mucho traumas emocionales que a la larga le habrían provocado demasiado daño, pero por suerte encontró la luz en Mikasa y como se fijaron en el final, ya acepta tener sentimiento por ella, aunque no los vocaliza, porque aún tiene problemas para expresarse y miedos internos, pero sabemos que algún día los superará, por el y por ella.

¡EreMika canon!

El siguiente capítulo es el que les comenté antes que era muy largo, porque abarca todo un mundo con Mikasa como princesa de Hizuru y Eren como guardaespaldas, si leyeron "Dirty Desire" sabrán que quería escribir un fic con esta temática, pero por mientras, esto es lo que salió. Nos leemos en unos días con "Futuro"

Besos y abrazos. Los amo.

09/10/2022

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