Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.
Historia sin fines de lucro.
Historia creada en conjunto por Esmeralda Graham y Primrose para la Guerra Florida 2020 y el grupo de Las Divinas Místicas de Terry
A todas ustedes, amables lectoras, una disculpa, por cuestiones de trabajo, y luego de olvido, no subí los últimos capítulos de esta historia. Así que, en compensación, y aprovechando este tiempo disponible, publicaré lo que falta.
El último aliento
Capítulo 26 final
"El largo viaje de regreso"
Estación de La Porte 5:00 p.m.
Las personas iban y venían por los andenes, Candy las miraba sin realmente verlas desde la ventanilla de su lugar. Al sonar el silbato del tren, comenzó a agitar la mano diciendo adiós, con los ojos llenos de tristeza.
Las cuatro personas ahí presentes, una de ellas ligeramente atrás, respondieron de igual manera.
— No se ve nada bien — Afirmó la señorita Pony al darse la vuelta para retirarse una vez la máquina se alejó.
— Me parece que no — La hermana Lane suspiró triste — ¿Que cree que hayan hablado en la tarde señor Andley?
— No lo sé hermana. Al menos ya hablaron.
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Hogar de Pony, 2:37 p.m.
Era ridículo esconderse el uno del otro. El orfanato, aunque ya más grande, no lo era lo suficiente como para andar jugando a las escondidas.
Así que, pasado el barullo de niños comiendo, Terry salió de la habitación, encaminó sus pasos hacia el pasillo, pasando por la salita, dónde se topó con su madre y la hermana Lane, quienes estaban abriendo paquetes con ropa de bebé y niño, que la ex actriz acababa de traer para sus nietos, y los niños del hogar.
— ¡Terry!
— ¿Dónde está Candy? — preguntó él, haciendo una ligera mueca al tiempo que se agarraba la costilla dolorida.
— Está en la cocina — Indicó la hermana con voz muy seria.
Caminando despacio, el joven actor la encontró escondida en la cocina, al menos así le pareció, pues estaba sentada en un rincón, con un trapo en la mano, sin hacer nada más que mirar por la ventana.
— Candice — La llamó, con su voz profunda y cansada, ella pegó un pequeño brinco al verlo.
— ¡Terry! — Exclamó poniéndose en pie de un salto, tirando la silla en su exabrupto.
— Perdón, no quise asustarte.
— ¡No… no! ¡Es que yo…! — Comenzó a limpiar la impoluta encimera — ¿Ya… ya comiste? ¿Te sirvo algo?
— No hace falta; ya comí, gracias, Eleonor me dio algo. Yo… necesito que hablemos antes de partir.
Ella se giró, dándole la espalda, parando de mover las manos, cerrando los ojos dejando salir un corto suspiro al tiempo que asentía.
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La necesaria charla no fue tan larga como se había esperado. Al fin y al cabo, en el transcurso de tantos meses se había dicho lo mismo una y otra vez.
Tal vez el cansancio, el dolor físico acumulado, el aire que se respiraba en ese tranquilo lugar, permitieron a la pareja intercambiar palabras. Esta vez no hubo gritos, no hubo lágrimas; solo frases claras, y decisiones difíciles.
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En el tren…
Amy, con Evan en brazos, observaba a su patrona. La veía muy triste, con la cabeza recargada en el cristal de la ventana, mirando hacia ninguna parte, como ausente, hasta parecía que dejaba de respirar; sino fuera porque por momentos pestañeaba…
— Señora… — Amy tuvo que alzar la voz, y golpear suavemente el brazo de Candy, ya que está no la escuchó a pesar de sus tres llamadas anteriores — Evan tiene sueño, ¿Lo sostiene para que le prepare la cama?
La rubia apenas y asintió, tomó a su hijo, lo acunó en sus brazos, acarició sus ricitos que poco a poco iban tomando una tonalidad más oscura, besó su frente, y, por último, dejó su mejilla reposar sobre su cabeza mientras comenzaba a cantarle una canción que, mediante avanzaba hacía que el niño fuera cerrando los ojos. Ella suspiró haciendo lo mismo. Quería dormir, dormir mucho, dormir tanto que cuando los abriera, se diera cuenta, que en realidad tuvo una pesadilla, que nada de lo pasado era verdad, que lo que le esperaba de ahora en adelante no era tan doloroso, que, si no fuera por su hijo, preferiría estar muerta.
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Horas antes, en el hogar de Pony.
Candy se quedó sentada sin saber qué más hacer después de fregar todos los platos del almuerzo. No es que quisiera hacer algo más, de hecho, ya no tenía fuerzas para nada después de la larga noche que pasó pensando en la plática con Albert, y el sacudón que le provocó, tanto o más que cuando habló con la hermana Lane y la señorita Pony. Se abrazó a sí misma tratando de reconfortarse, de darse ánimos, de decirse que buscaría la manera de salir adelante. No obstante, comenzó a darle vueltas a la argolla en su dedo, sopesando las palabras que Terry, en cada ocasión le dijo, "ni él ni la bebita tenían la culpa de lo que hizo Annie". Muy en el fondo ella sabía que él tenía razón, que actuó bajo los influjos de la bebida que esa infame mujer se atrevió a llevar a su casa. Por eso, y por las palabras de la hermana Lane, es que cuando los señores Brighton aparecieron, con todo el dolor de su fracturado corazón apoyó a su esposo, no debía permitir que los padres de esta se llevaran a la niña ¡No! ¡No podía dejar en sus manos a otra niña a la cual echarán a perder como lo hicieron con Annie! así que hizo frente común con su esposo sintiendo que se lo debía, segura de que la bebé estaría mejor bajo el cuidado de Eleonor y… ¿Ellos? No sabía, al menos en ese momento no se sentía capaz de soportar ver como él le demostraba cariño a ese pequeño ser… sacudió los hombros al sentir un escalofrío recorrer su espalda imaginando aquello, por más que no quería pensar en eso no podía evitarlo. Porque en ese momento ya era del todo consciente respecto a la decisión de Terry de hacerse cargo de la hija de Annie, y aunque su mente y corazón debatían debido a la carga emocional que la traía tan mareada de tantas subidas y bajadas, decidió aferrarse al inmenso amor que sentía por su esposo…
Seguía perdida en sus cavilaciones cuando él, como si lo hubiera conjurado, entró a la cocina y le solicitó hablar.
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Él se sentó silencioso frente a ella, fijo todo el tiempo en esos ojos que hablaban por sí mismos, atento a cualquier cambio en su color, que solían pasar del verde brillante, al más oscuro según las emociones de su portadora.
— Regresamos a Nueva York en un rato — Terry se decidió a iniciar, despacio, con esa voz clara y profunda que lo caracterizaba a la hora de interpretar un personaje — Apenas hace dos días parecía que llegamos a un arreglo, luego pasó… lo que pasó y… — Él desvió la mirada hacia el techo, tomó un poco de aire, y volvió su atención a su mujer — Quiero saber qué pasará con nosotros.
— ¿Nos…? ¿Nosotros, dices? ¿Aún crees qué hay un nosotros Terry? — Como si el razonamiento de unos momentos antes no hubiera existido, Candice se exaltó.
— ¡Claro que lo creó!
— ¡Pues…! ¡Pues yo…! — Ella comenzó a mirar de un lado para otro, de arriba para abajo, como buscando la palabra que debía decir, y Terry pudo ver una vez más, como esas luces verdes se iban apagando.
— Por favor — Esas dos palabras salieron en un susurro — Escúchame, solo… solo escucha, prometo que será la última vez que hablemos de esto, después de lo que me digas no volveré a mencionar nada.
El comentario de Terry descolocó a la rubia quien, muy quieta, con la nariz comenzando a enrojecer puso atención a todo lo que su marido tenía que decir, sin interrumpir.
Terry, sin más, le preguntó:
— Candy, ¿Aún me amas?
— ¿Qué…? ¿Qué pregunta es esa? — inquirió ella con voz temblorosa.
— Contéstame por favor, deseo saber qué es lo que siente tu corazón por mí — Se puso en pie, se acercó a ella, y colocó su mano donde latía su corazón desbocado.
— ¡Eh! Yo… yo no… — Candy apenas y pudo articular más, las palabras no querían salir de su boca.
— Creo que tus titubeos y tu silencio me están dando la respuesta — La soltó — No vas a perdonarme, probablemente jamás lo hagas, aunque sabes que no soy culpable — Se alejó dos pasos — Sino una víctima — un paso más hacia atrás — No voy a seguir rogando por algo que no estás dispuesta a concederme.
— ¡No! — Candy levantó un poco la voz, la sorpresa y el miedo reflejada en su cara — ¡No… no entiendes! — Se llevó las manos al pecho, pues de nuevo ese dolor agudo que no dejaba pasar el aire a sus pulmones se manifestó — Yo… yo… ponte en mi lugar… — Sus ojos oscurecidos miraban suplicantes — ¿Podrías perdonar algo de tal magnitud tan fácilmente? — Preguntó con lágrimas empezando a surcar sus mejillas.
— Tienes razón — Aceptó — Si estuviera en tu lugar me habría vuelto loco de celos, de furia al saber que alguien más te tocó, y que inconscientemente tocaste un cuerpo que no era el mío — El tembló ante la perspectiva — Sin embargo, y a diferencia de ti, dentro de toda esa ofuscación te hubiera comprendido — Declaró triste — ¿Sabes por qué? Primero, porque te amo, después, porque entendería que no fue tu culpa, si no de la persona que con la mente enferma atentó contra ti, y se aprovechó de la situación para lograr sus propósitos, pero obviamente tú amor no es tan grande como el mío, siempre he sido un imbécil al cual todos se creen con el derecho de usar a su antojo, podría esperar eso de alguien más pero no de ti, no después de lo que hemos pasado, tontamente creí que nuestra separación nos había servido para nunca más volver a caer en un juego vil, pero no, me has demostrado que siempre hay personas antes que yo, siempre sigo siendo tu última opción… — Tomo aire para poder decir lo último — Se acabó, hoy se acabó el pendejo de Terry, estoy tan cansado de ser tu segunda persona por la que tengas que luchar, por una vez me hubiera gustado ser el primero entre todas tus prioridades, así que tomaré la decisión por ti — Hizo una pausa larga para poder pronunciar las palabras más duras que dijera en lo que llevaba de vida — En cuanto lleguemos a Nueva York, no tendrás que verme nunca y mucho menos volver a escucharme — Sentenció, conectando su mirada azul, tan oscura como el cielo nocturno — Solo te pido que me permitas mantener el contacto con mi hijo, porque seré todo lo que tú quieras pero jamás abandonaré a mis hijos, no quiero que tengan una infancia miserable como la que yo tuve — Dicho esto, se giró para retirarse, no dando tiempo de replicar a su esposa — Candice… deseo encuentres la felicidad que yo nunca te he podido dar — Y salió de la cocina sin mirarla ni una sola vez.
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Terry se sentía tan devastado, que apenas y tuvo fuerzas para regresar a la habitación. Ejecutar lo que decidió le quitó la escasa energía, por lo que, a traspiés, atravesó la acogedora edificación.
— Cariño… — Eleonor se acercó a él para ayudarlo apenas lo vio, pues seguía en la salita, rezando por un milagro junto con las hermanas, pero al verlo con el rostro tan pétreo, de inmediato supo que el esfuerzo, era inútil — Necesi… quie… ¡Ay Terry! — Comenzó a llorar muy quedo al tiempo que pasaba un brazo por la cintura de su hijo, y este le pasaba el suyo por los hombros, apoyándose en ella para seguir caminando.
La hermana Lane; después de verlos dar vuelta por el pasillo, se levantó para ir hacia la cocina en busca de Candy.
La encontró igual a como la dejó un rato antes, después de haberla visto lavar los trastes como si la vida se le fuera en ello; sentada en una silla, con las manos juntas sobre el regazo, mirando hacia la colina. "Candy", la llamó en dos ocasiones, ella solo pestañeo, la observó dos segundos, y volvió su vista hacia afuera. La monja se limitó a sentarse junto a ella, sacar su rosario de cuentas de madera de entre sus viejos hábitos, y ponerse a orar en silencio.
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— Mamá ¿Podrías traer a Evan? Apenas y estuve con él un rato después del desayuno.
— Está dormido, pero ahora te lo traigo — La rubia ex actriz hablaba con un hilo de voz, conteniendo su pena lo justo para poder seguir sosteniendo a su hijo.
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Aunque abrió despacio la puerta del cuarto donde se hallaba su nieto, este abrió los ojos de inmediato cuando Eleonor entró.
— Pa… pa… pa… pa… — Balbuceaba Evan al tiempo que extendía los brazos para que su bella abuela lo cargara.
— Hoy tiene el sueño muy liviano — Comentó la joven Amy, quien estaba sentada junto al niño, cuidándolo.
Avisando a dónde se llevaría al bebé, Eleonor volvió a salir.
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— ¡Ey, amigo! — Sonrió Terry al ver a su hijo, aunque esa sonrisa no llegó a sus ojos — Ven aquí — Le dijo extendiendo los brazos a los que Evan se arrojó de inmediato balbuceando su nombre — Mira campeón — Le hablaba suavemente al tiempo que lo acomodaba sobre sus piernas, pues seguía recostado en la cama.
Evan, inquieto y curioso se quedó mirando el bulto color rosa que estaba ahí, junto a su padre quien, hablando cariñosamente lo fue acercando con cuidado para que pudiera ver al bebé que dormía plácidamente.
La chiquita todavía estaba algo roja, no obstante, sus facciones, aunque arrugadas, eran definidas.
El hombre la destapó un poco más, le acarició la cabecita cubierta con una escasa pelusilla castaña, le pasó el índice por su nariz recta, muy parecida a la de él y Evan. La bebé movió la boquita en forma de corazón, buscando, haciendo amago de succión. "Es preciosa ¿Verdad?" Le preguntó a su hijo, quien estiró la mano para tocarla.
La niña abrió los ojos en ese instante, se estiró levantando las manos empuñadas que Evan alcanzó con sus dedos regordetes.
La manita de la recién nacida se abrió, capturando las falanges del rubio que, entre asustado y sorprendido, volteó a mirar a su papá.
— Ella es tu hermana hijo espero que aprendas a amarla y protegerla — El nudo en la garganta de Terry hacía que su voz saliera más ronca que de costumbre —Es una princesa, nuestra princesa — Evan lo miraba tanto a él como a la bebé, sonriendo, mostrando sus dos dientes inferiores, como si entendiera lo que se le decía. Terry lo acercó más, y el comenzó a hablar en ese lenguaje incomprensible de los infantes, señalando a aquella figura envuelta en un pañal rosa.
La abuela de ambos niños lloraba silenciosa, le dolía, en lo más profundo de su corazón ver como dos inocentes, copias casi exactas de su hijo, sufrían de diferentes maneras aun siendo tan pequeñitos.
— Voy a cuidar de ustedes — Proclamó el actor — Estaré siempre con ambos, de una u otra manera buscaré la forma de ser una figura presente, trataré, con toda mi alma de ser un ejemplo de honor, de ser alguien en quien puedan apoyarse, a quien recurrir cuando así lo necesiten, velaré porque su crianza este llena de momentos inolvidables, que no les falten las risas, que no les falte amor… — Hizo una pausa para besar la frente de Evan y tomar la mano de la nena — Solo deseo que estén siempre bien, y que nunca pasen por algo tan amargo como yo…
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Más tarde…
El tren hizo un movimiento brusco al cambiar de vías, no obstante, Terry parecía no darse cuenta de nada, completamente perdido en sus pensamientos.
— Hijo — Lo llamó Eleonor, pues ya llevaban muchas horas de recorrido y él no había comido ni tomado nada — ¿Porque no te acuestas un rato? Pasa de la media noche y sigues ahí.
— No tengo sueño — La respuesta seca y sin mirarla siquiera, asustó un poco a la rubia.
— Debes descansar, aunque sea un rato.
— No creo que pueda.
— Debes intentarlo — Insistió, reacia a dejar que su hijo se viniera abajo.
— Lo intento, pero solo puedo pensar, una y otra vez en lo mismo — el joven miró por fin a su madre, en sus ojos, había oscuridad profunda y fría — ¿Qué culpas estoy pagando? ¿De quién? ¿De mi padre? ¿De mi abuelo? ¿Mías? ¿Qué he hecho mal? ¿Alguna maldición pesa sobre mi cabeza y no me deja ser feliz? O solo soy un pobre desgraciado, que ha tenido mala suerte.
— ¡Terry!
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Estación central, Nueva York.
El viaje desde Chicago fue tranquilo, aunque para los Grandchester resultó largo y cansado.
Tal como subieron al ferrocarril, así bajaron, Eleonor con Terry y la niña, y Candy, con Amy y Evan, ambos grupos ligeramente apartados.
Por indicación del castaño, dos autos negros los esperaban, aparcados a unos metros de la entrada.
Sin dirigirse la palabra, el actor y la rubia abordaron el mismo vehículo, con Evan en brazos de su madre, mientras que Amy, subió con Eleonor y la bebé.
Más o menos media hora después, la reja de la casa se abrió.
La noche era fresca, con una luna llena brillando en la bóveda celeste, iluminando el camino hacia la entrada de la vivienda Grandchester, al verla, Candy sintió una opresión en el pecho, le parecía que había pasado mucho tiempo desde que salió de ella. A Terry le pasaba lo mismo, solo que, para él, realmente pasaron meses desde que dejó su hogar y, a pesar de todo, le quedaba un atisbo de esperanza de esta vez, quedarse en ella. Lamentablemente no pudo ser así.
Terry bajó del vehículo, ayudó a su esposa, y luego fue en busca de Amy. "Ahora regreso mamá", le dijo a Eleonor, mientras él acompañaba a las mujeres hasta la casa.
Estaban a unos pasos de entrar cuando, de forma abrupta, Candy se detuvo, Terry quien iba pendiente sujetándola del codo, lo hizo también. Observando como su esposa comenzó a respirar agitada, con el labio inferior temblando, se dirigió a la empleada a quien pidió llevase a un dormido Evan a su recámara no sin antes darle un beso sobre la frente.
Dicho esto, llevó a Candy hasta una banca del jardín, cerca de un árbol grande, dónde solían sentarse antes de que naciera su hijo, y de todo aquello.
La rubia levantó la vista, Terry le tomó las manos, y también la miró, lágrimas se desbordaron de los ojos de ambos.
— Nunca creí… — Terry tuvo que hacer una pausa para poder hablar, la voz se le iba tan solo de ver el sufrimiento de su esposa reflejado en su cara — Jamás hubiera pensado que nos sucediera algo así… yo… si tú alguna vez… si logras… — Le soltó las manos, para después, sujetar el rostro amado — Nunca, jamás, cambiará nada en mí.
El beso que siguió, fue amargamente dulce, con él enredando sus dedos entre los rizados cabellos, y ella acariciándole la cara, queriendo recordar esos rasgos tan amados, grabarlos a fuego con su tacto.
Tras unos minutos demasiado cortos, sin aire en los pulmones, se separaron. Terry no volvió a conectar sus ojos con los de Candy, tan solo se puso de pie, despacio, soltando poco a poco, dejando que su mano se fuera deslizando por las mejillas, los hombros, lo largo del brazo, hasta la punta de los dedos. No habiendo más nada que decir, él se giró, caminó hasta el vehículo que esperaba por él, cerrando la puerta con lentitud una vez dentro, dejándose caer sobre el asiento al tiempo que decía "vámonos", al chófer, dejando su casa, el hogar que un día, por corto tiempo formó con Candy, dejando su sueño de felicidad, arrebatado por una mujer sin escrúpulos.
F I N.
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Las situaciones adversas de la vida, unen o desintegran familias, todo depende de la madurez con que se afronten, no siempre se pueden superar, a veces lleva algo de tiempo.
PERDONAR (Perder/Donar)
PER (Perder para ganar, soltar, dejar ir a la raíz de amargura del corazón, el veneno del alma)
DONAR (Sembrar para cosechar). Dar amor, entregar sin esperar nada a cambio.
por: Lexie Graham y Primrose.
A todas y cada una de ustedes… ¡Muchas gracias!
