Epílogo
La carta de respuesta de Berkeley se burla de mí desde la mesa. La miro, la miro y la vuelvo a mirar pero no encuentro la suficiente valentía como para abrirla.
Al final, después de toda la insistencia de Renee, decidí postular a varias universidades fuera del estado. No se lo dije a Edward, pero también lo hice en Berkeley como él. Brown estuvo muy por fuera de mis posibilidades.
Él fue rechazado en Rhode Island, pero aceptado en San Francisco. Aún piensa que yo iré a la UW o a la universidad comunitaria de Portland. Lo he dejado creer en eso todos estos meses porque tengo miedo de ser rechazada en Berkeley. ¿Para qué ilusionarlo si no entraré? Me he repetido.
—Bella, si no la abres tú la abriré yo —Renee me amenaza desde su lugar en la sala.
—Sí, Bella, ¡dinos! —Phil, su nuevo novio, la apoya a su lado.
Es raro que mamá haya conseguido por fin una pareja después de cinco años de viudez, pero me alegro. Ellos apenas llevan unos meses juntos y es bueno para mí ver que Renee no estará sola cuando me vaya. Phil es bastante buena onda, tal vez un poco joven para ella, pero se compensa con la maduro que es. Hacen una pareja encantadora y mamá es feliz, lo cual me hace feliz a mí.
Siento que voy a vomitar, así que niego efusivamente.
—Mamá, tienes que venir aquí y leer esto por mí antes de que me desmaye.
Renee salta como un resorte en cuanto digo eso y sale corriendo a mi lado, tomando la carta sin decir nada más. A pesar de que está apurada, la abre con sumo cuidado y veo que lee el interior durante un minuto o dos. Su expresión es bastante neutra, así que no puedo descifrar si la respuesta es buena o mala. Me contengo lo más que puedo para no morderme las uñas.
—¿Y? —pregunto después de unos segundos. No puedo contener el temblor de mi pierna izquierda y mi pie rebota contra el suelo sin cesar.
Renee dirige su mirada hacia mi.
—Bella, ¡fuiste aceptada! —chilla, lanzándose hacia mí y apretándome entre sus brazos—. Y te dieron una beca del 30%, Bells, ¡es maravilloso!
Me quedo pasmada durante un momento, pero luego comienzo a chillar con ella.
—¡No lo puedo creer, mamá! —gimo, sin poder detenerme. Aunque envié mis papeles a tiempo, hice mi examen de manera correcta y tuve muchas pláticas con mi consejera para redactar mi carta de exposición de motivos, aún me quedaban dudas de quedar. Especialmente porque Edward recibió su carta dos semanas atrás, lo cual me dejó pensando en su momento que yo no había quedado. Ahora me doy cuenta de que estuve equivocada y que por alguna razón u otra mi aceptación tardó un poco más.
Renee se separa de mi para verme directamente a los ojos.
—Eres muy talentosa, Bella. Yo no lo dudé ni por un segundo —me dice, haciendo que mi expresión se enternezca—. Estoy muy orgullosa de ti, cariño. ¡Te irás a vivir a San Francisco! ¿Te imaginas, corazón?
Prácticamente estoy vibrando de emoción ante la perspectiva de los próximos meses y asiento furiosamente.
—¡Lo sé, mamá! —grito, sintiéndome como una niña por hacerlo pero sin poder evitarlo—. No puedo esperar para contarle a Edward.
Renee me alza la ceja.
—¿Él siquiera sabe que hiciste examen para Berkeley?
Me remuevo incómoda.
—No, tenía miedo de decirle y que se ilusionara y al final no quedar —admití—. Él se preparó por años y yo solo por meses así que no tenía muchas esperanzas; mientras Edward tenía su currículum lleno yo apenas tenía una que otra actividad extracurricular. Ni siquiera sé cómo es que conseguí una beca tan alta.
Renee me rodó los ojos.
—Te tienes en muy baja estima, Bella, y no debe ser así. Las actividades que hiciste durante el verano fueron suficientes y tu calificación en el examen fue excepcional. No me sorprende que hayas sido aceptada.
Tal vez tenga razón, pero no lo digo en voz alta. Mi mente se llena de ideas para poder decirle a Edward que iremos a la misma universidad al otro lado del país. La perspectiva es bastante buena y aunque estaremos en campus separados, no se compara con la idea original que era él viviendo en San Francisco y yo en Portland. Cumpliré mi sueño de estudiar en una universidad fuera del estado y no conforme con eso, también me mantendré unida con mi novio más de lo que creí posible alguna vez.
Phil se acerca a mi, sacándome de mis pensamientos, y me da una ligera palmadita en la espalda antes de envolverme en un abrazo.
—Muchas felicidades, Bells, yo también estoy orgulloso de ti —sonrío aún más cuando veo la mirada de felicidad brillar en los ojos de Renee al escuchar a Phil decir eso.
—Gracias, Phil —le contesto. Él asiente y se acerca a abrazar a mamá, que ya ha empezado a llorar. Ah, es tan sentimental. Lo único que me dolerá de irme es que por primera vez en años estaré realmente alejada de ella, y me duele porque siempre ha sido mi mejor amiga. Pero es tiempo de crecer, supongo, y ella lo entiende.
Me muerdo las uñas mientras ellos siguen hablando acerca de mi «futuro prometedor». Aun no quiero saber nada de eso, especialmente porque viviré en el campus con otras personas. Tendré mucho tiempo para pensarlo en su momento.
Es jueves por la noche, así que mañana tengo escuela con Edward. Pienso que tal vez podría decirle de una manera especial, para que no sienta tanto el golpe de que le he ocultado información por tantos meses.
—Mamá, voy a mi cuarto —aviso, a lo que Renee asiente y continúa su plática con Phil de sus «rebeldes» años universitarios. Ruedo los ojos, subo las escaleras y cuando estoy dentro de mi habitación hago una llamada rápida.
—¿Alice? No vas a creer lo que pasó.
El viernes y el fin de semana pasa como un borrón y aun no he encontrado el momento perfecto para contarle las buenas nuevas a Edward. Él y yo fuimos al cine el sábado por la noche, pero no nos pudimos ver en domingo.
De alguna manera rara, él sabe que estoy actuando extraña, pero me ha tenido suficiente paciencia como para no preguntar al respecto. Sabe que le contaré todo cuando esté lista, así que no presiona. Así es como funcionamos nosotros.
El lunes por la mañana, Edward pasa por mí para que vayamos a la escuela como siempre hace. Me abre la puerta de su auto después de decir buenos días y darme un beso, y continúa nuestro camino a clases hablando alegremente de la tarde que ha pasado el día anterior con sus papás en Seattle.
—Ed, ¿crees que podamos ir al prado para estar solos cuando acaben las clases? —le pregunto cuando salimos del coche y comenzamos a entrar a la escuela.
Edward me echa una mirada desde arriba; su brazo está bien posicionado en mis hombros y carga nuestras mochilas con su mano libre.
—Sí, bebé —frunce el ceño—. ¿Por fin me dirás que es lo que sucede?
Ah, ahí está. Se aguantó demasiado su curiosidad, eso se lo tengo que atribuir. Me río.
—Sí, amor. Más al rato.
—¿Es algo malo?
Lo miré, mordiéndome el labio.
—Espero que no.
Pega un mini gemido, cerrando los ojos.
—Qué mal suena eso, ¿sabes, Bella? —se queja—. Es como cuando le dices «tenemos que hablar» a alguien y la plática no llega lo suficientemente rápido. Sólo me genera ansiedad.
Lo dice tan serio que me saca una pequeña risita por la nariz, a lo que él hace un puchero.
—En serio, no es algo malo —prometo, aunque no puedo dejar de sentirme nerviosa—, pero tiene mucho que ver contigo, conmigo y nuestro futuro.
Frunce la frente concentrado.
—No lo entiendo.
—No te preocupes, amor —deposito un beso en su nariz cuando llegamos a la puerta de mi clase de ética—. Lo descubrirás en un rato.
Él sólo sacude la cabeza resignado.
—No importa lo que sea. Te amo —sonríe, pasándome mi mochila.
—Yo también lo hago. Ahora corre, se te hará tarde.
Edward sale pitando hacia su clase de química y yo entro al salón suspirando y pensando en el discurso que le diré en un rato más. Sé que mis miedos son injustificados, porque él me ama. Estoy segura de que se sentirá tan feliz como yo porque no nos tendremos que separar después de que la preparatoria termine; al menos no tanto como teníamos pensado originalmente. Aun así, soy una persona insegura por naturaleza. Al menos en lo que respecta a Edward e, incluso aunque he hecho muchos avances a lo largo de los meses, aún me queda mucho camino por recorrer. Con algo de suerte, lo haré de la mano de él como hasta ahora.
Las clases pasan como un borrón, tan rápido que no me doy cuenta. Para cuando la última campana suena estoy echa un manojo de nervios esperando por Edward al lado de su coche. Él llega unos minutos después, tan guapo e imperturbable como siempre. Me sonríe y me abre la puerta.
—Llamé a Esme y le dije que llegaré tarde hoy, ¿hiciste lo mismo, bebé? —me pregunta cuando estamos acomodados en los asientos. Sacudo mi cabeza en afirmación, tragando saliva dificultosamente. Estoy actuando como una idiota, pero en este punto ya ni siquiera me importa.
—Sip —contesto simplemente. Él me alza la ceja.
—Estás comenzando a ponerme nervioso, ¿sabes? —dice, dando una mirada al retrovisor y poniendo en reversa el carro para salir del estacionamiento.
—No, ¿por qué?
—Estás actuando muy raro.
Suspiro.
—Lo siento. Sólo soy yo siendo tonta.
—Llevas días así.
—Ed, ¿podemos esperar a estar fuera del auto para que hablemos? Necesito ver tu cara cuando te diga lo que necesito —me echa una mirada por el ravillo del ojo.
—Bien —asiente de acuerdo, pero puedo ver sus nudillos apretar ansiosos el volante del coche. Acaricio su muslo, y se relaja bajo mi mano.
—No es nada malo, lo prometo —repito.
El resto del camino es tranquilo y lo pasamos en un cómodo silencio, incluso cuando comenzamos a caminar desde la carretera montaña arriba. He hecho tantos viajes de senderismo con Edward que mi resistencia ahora es bastante buena y no me canso tan fácilmente – considerando que la primera vez que pisé el prado casi me desmayé del esfuerzo.
Edward y yo nos sentamos entre las flores silvestres y juego con algunas de ellas entre mis dedos, antes de tomar una gran bocanada de aire y buscar entre mi mochila la carta de Berkeley.
—Antes que nada, amor, quiero que sepas que no te conté porque estaba demasiado asustada acerca de los resultados. Como sabes, no pensé que lo intentaría en otro lado que no fuese Seattle, así que no le tomé mucha importancia a las selecciones —Edward me mira sin entender después de que digo eso, pero una mirada de comprensión llega a su rostro cuando le entrego el papel.
—Bella, ¿qué…? —detiene su pregunta, leyendo el contenido del sobre. Me quiero morder las uñas durante sus segundos de silencio, pero finalmente levanta la mirada y ninguna de las emociones de las que tuve miedo está en su mirada. Sólo hay adoración y orgullo.
» ¿Es en serio? ¿Presentaste en California y te aceptaron? —asiento a su pregunta y antes de poderme dar cuenta, estoy rodeada por sus brazos en muy, muy apretado abrazo—. Bella, ¡eso es fantástico! ¡Estoy tan orgulloso de ti!
—¿En serio? —grazno, sin poder contenerme.
—Claro que sí, corazón —siento como sonríe en mi cuello—. Y tu mamá también, seguramente.
—Renee esta como loca —chillo, sonriendo.
Él se separa de mí y su mirada es suave, tierna.
—Estoy seguro de que el jefe Swan también lo está en donde sea que esté ahora, Bell.
Las lágrimas se agolpan en mis ojos antes de poder detenerlas.
—Eso espero —digo, respirando para detener mis estúpido fluídos nasales recientemente aflojados con mi lloradera—. Estoy feliz por haberlo logrado, yo… no creí hacerlo.
Edward bufa.
—Eres maravillosa, Bella. Y también la mejor de la clase, ¿cómo en el infierno creíste que no podrías hacerlo?
Me encojo de hombros tímidamente, avergonzada de lo mucho que él me subestima.
—Poca experiencia en el currículum, supongo.
Él se ríe.
—Mis dos años de voluntariado en clínica con mi papá en Phoenix jamás hubiesen podido competir con tu historial de A desde la primaria —me alza la ceja. Eso me hace reír.
—Aun así quedaste. Estaremos yendo a la universidad juntos.
Sus ojos verdes, iguales en color a la hierba, brillan cuando digo eso. La sonrisa más bonita ilumina su cara.
—No puedo creer que hayas tenido miedo de contarme algo tan genial como esto, Bells —se ríe entre dientes, sacudiendo la cabeza—. Ya lo imaginaste, ¿cierto? ¿Tú y yo? A miles de kilómetros de este pequeño pueblo; empezando nuestra vida juntos.
Me río.
—Probablemente tu campus me quede un poco lejos, pero sí.
—¿Y qué importa? Mejor a media hora de distancia que a medio país —me dice, cogiéndome entre sus brazos de nuevo y poniéndome en su regazo—. No me hubiera importado esperar por ti muchísimos años, ¿sabes? Pero me alegra no tener que hacerlo.
Su insegura y tierna admisión hace que me derrita contra él.
—A mí también me alegra, Ed.
La perspectiva se ilumina ante mí como un campo frondoso y me veo a mí y a Edward tal como él lo describe; probablemente no sea tan perfecto y estoy segura de que será difícil como la mierda, pero la idea de estar con él brinda suficiente seguridad en mí como para luchar contra todo lo que se venga. Y eso es lo importante.
Sonrío, viendo su rostro alegre a escasos centímetros de mí. No resisto mis ganas de besarlo, y enredo mis dedos entre sus mechones cobrizos, atrayéndolo hacia mí.
Sí, no puedo esperar a que ya comience nuestra nueva aventura juntos.
FIN
Y bueno, aquí está el final de esta bonita historia :) «3
Muchas gracias por sus comentarios y por su apoyo, estaré muy feliz de leer acerca de sus opiniones para este final que decidí darle. Al principio, pensé en hacer todo ese rollo de «Edward y Bella separados a miles de km por años», pero no me atreví; creo que ellos no son ese tipo de pareja – ya saben, su lenguaje del amor es el contacto físico jaja.
No se preocupen, ¡aún nos quedan los outtakes! Nos vemos el miércoles con el primero de ellos.
