Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.
Capítulo 18
Edward había alcanzado un nivel de satisfacción y paz que no había tenido idea de que existía. Era temprano en la mañana. En realidad estaba solo medio despierto, acostado con su cabeza en el hombro de Bella. Estaba estudiando sus pezones atentamente, pasando un solo dedo alrededor de su areola.
Bella también estaba despierta. Rascaba sus dedos por el cabello de él, frotando justo detrás de su oído como si fuera un gato. Ella bostezó y suspiró.
—Edward. Vamos. Elige. ¿Cuál camiseta?
—Mmm. —Edward dejó que sus dedos encuentren la curva de su pecho—. ¿Qué tal sin camisetas? Soy un gran fan de no camisetas.
Ella resopló.
—¿Eres una gran fan de verme ser arrestado?
—Oh. Puede que sea un problema.
—Vamos. —Ella jaló del cabello en su nuca suavemente—. Elije.
Los latidos de Edward se aceleraron por un instante antes de calmarse de nuevo. Dejó posar su mano sobre su torso.
—¿Qué tal un clásico? —dijo, satisfecho cuando su voz salió firme—. ¿Leia y Han?
Estos días, Edward y Bella tenían una amplia variedad de camisetas a juego que usaban casi siempre que iban a Disneyland. Su Bella, Su Bestia. Su Minnie, Su Mickey. Etcétera, etcétera.
Raramente, muy raramente, usaban la camiseta de Te Amo, Lo sé que habían estado usando cuando se conocieron. Las camisetas venían con historia, ambas compradas con sus otras parejas.
Aún así—las camisetas eran la razón por la que estaban juntos.
Bella rio.
—¿Te sientes nostálgico hoy, no?
—Algo así. —Se movió y se subió a horcajadas sobre ella, bajando la cabeza para mordisquear y succionar su cuello.
—Edward —dijo con un suspiro. Ella llevó sus manos a las caderas de él—. Vamos a llegar tarde.
Él resopló y dejó un camino de besos por sus pechos.
—A Disneyland no le importará si no estamos en la puerta cuando abren, ¿sabes? —Estiró una mano entre ellos, tomando su polla en su mano y deslizándola a lo largo de su entrada, provocándola—. Pero si realmente quieres ir...
Ella gruñó, levantando sus caderas de la cama, tratando de persuadirlo de que entrara.
—No eres una buena persona.
—Ajá. —La besó, fuerte, tragando cada uno de sus jadeos—. Me deseas.
—No. —A pesar de sus palabras, ella se retorció debajo de él, su cuerpo moviéndose contra el suyo.
—Mentirosa, mentirosa.
Ella rodeó sus piernas alrededor de él, trayendo su cuerpo con fuerza contra el suyo.
—Tú me atacaste.
—Mmhmm. —Él embistió, su polla seguía deslizándose contra ella sin penetrar.
—Eso es. —Ella se apartó, dejando espacio suficiente entre ellos así tenía lugar para moverse—. Ahora tendrás que trabajar un poco. Sé lo perezoso que puedes ser al madrugar, pero solo recuerda... tú pediste esto.
—¿Qué vas a...? —Pero la pregunta de Edward fue interrumpida por un gemido. Bella se había puesto en cuatro, su firme trasero justo frente a él. Lo meneó un poco y miró por encima de su hombro.
—Duro y profundo. Sabes cómo llegar a ese lugar. Si vamos a llegar tarde, será mejor que valga la pena, maldito provocador.
Él gruñó al enderezarse, acomodándose de rodillas detrás de ella.
—Si tú insistes —dijo con un suspiro fingido, y entonces se deslizó dentro de ella.
Ambos gimotearon cuando él comenzó a moverse. La amaba así. Amaba la forma de su cuerpo. Amaba sentir sus caderas en sus manos mientras ella se movía con él, amaba la manera en que su espalda se arqueaba. Dejó que sus manos vagaran, sintiendo todas sus curvas, sosteniendo sus pechos mientras rebotaban.
Él amaba el incremento de sus gemidos, desde pequeños a fuertes mientras encontraba el dulce lugar dentro de ella. Amaba estar rodeado en ella, profundo y caliente.
La folló duro, justo de la manera que a ella le gustaba, aunque sus manos se movían sobre ella con ternura.
—Te amo —dijo él con un gemido. Él gruñó, sin aliento, perdido en ella—. Carajo, te amo tanto.
Era enorme, este amor por ella. Lo llenaba a él, y él la llenaba a ella y ella presionaba contra él, abriendo y aceptándolo. Ella gritó su nombre—un ruego y una expresión de cariño al mismo tiempo.
Cuando los dos estuvieron satisfechos, él colapsó sobre la cama, jalándola hacia él. Presionó besos a boca abierta en la piel salada y húmeda de sus hombros. Envolvió sus brazos alrededor de su cintura, enterrando su nariz en su cabello y simplemente la respiró.
Era fácil creer en el destino y en las almas gemelas cuando él se encontraba con Bella así, a altas horas de la madrugada cuando el mundo aún seguía relativamente silencioso. ¿Qué más podría explicar cómo se habían encontrado? ¿Cómo los dos habían estado libres, aunque a regañadientes, y marcados para el otro? Él no podía haberla elegido para sí mismo. Tenía que ser el destino. Y él jamás podría explicar cómo le pertenecía a ella y ella a él. Jamás se había sentido así por otra persona—parte de ellos, única pero aún así parte de un todo más grande.
Bella bostezó, rascando sus dedos por el cabello de él.
—En caso de que te lo preguntaras, cambié de parecer.
—¿Sobre qué?
—Eres una persona realmente buena. Me gustas.
Él resopló.
—También me gustas.
Ella tarareó. Sus dedos, en su cabello, se detuvo.
Los ojos de Edward se abrieron de inmediato. Giró sobre su costado, lejos de Bella, y llevó sus pies al suelo.
—¿Adónde fuiste? —Su voz era grogui.
Él se estiró, llevando una mano a su cintura, y la sacudió suavemente.
—Levántate. Llegaremos tarde a Disneyland.
—Disneyland no nos ama tanto como esta cama nos ama. —Ella envolvió sus dedos alrededor de los suyos y jaló—. Regresa.
—Nop. Este día Disney fue tu idea. Somos el tipo de pareja que cumple sus promesas.
Su ceño fruncido tenía intención de ser aterrador, pero él pensaba que era adorable.
—Estamos a punto de ser el tipo de parejas que duerme en cuartos separados —amenazó ella.
Edward caminó hacia su lado de la cama. Se inclinó así estaban nariz contra nariz.
—Correré el riesgo.
Con eso, tomó a su desnuda princesa en sus brazos. Ella chilló con sorpresa, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
—Te vas a dañar la espalda y me voy a reír.
—Claro que lo harás. —La bajó justo afuera de la ducha y se estiró para prenderla—. Desperdiciaste demasiado tiempo seduciéndome, que simplemente tendremos que ducharnos juntos.
Ella estiró una mano y pellizcó su trasero. Entró a la ducha, llevándolo con ella.
—Es una pérdida de tiempo. Eres demasiado sucio como para limpiarte.
Él colocó el jabón en sus manos y entonces las guió por su pecho.
—Tendrás que hacer todo lo posible —dijo él con un guiño.
~ILYIK~
—Estamos una hora retrasados —dijo Bella mientras bajaban del coche en el estacionamiento de Mickey y Amigos.
Él se colocó la mochila que había traído y tomó su mano. La jaló hacia él, agachándose así los pequeños oídos no escuchaban.
—No escuché tus quejas cuando te lo estaba dando tan bien.
Ella lo codeó en un costado juguetonamente y se colocó su propia mochila.
—Puedo tenerlo cuando sea que quiera.
Él resopló.
—Claro, pero estamos aquí en Disneyland solo por un tiempo limitado.
—La cola para la Montaña Espacial es una locura ahora. Eso es todo lo que estoy diciendo. Tenemos cosas que hacer. Démonos prisa.
Cuando llegaron a la plaza de la entrada, primero rentaron un casillero, metiendo la mochila de Bella allí antes de entrar al parque.
Con cuatro años en su relación, Edward raramente sentía el fantasma de sus novias pasadas cuando caminaba por este lugar. Le pertenecía a ellos dos. Era diferente estar aquí con Bella, después de todo. ¿Y acaso eso no era la cosa más extraña de haber amado y perdido? Las mismas cosas se volvieron diferentes por quién las compartía.
Todo con Bella era diferente. Más. Mejor. Él podría haber encontrado la felicidad si su vida se hubiera movido de manera diferente, pero no así.
Era bueno, también, porque, al haber encontrado algo tan especial y raro, no tenía resentimiento por los menores dolores que lo habían llevado hasta Bella. Él podía recordar su tiempo con Kate con cariño, recordando los buenos momentos y soltando lo malo.
Él no se arrepentía de nada en su vida, y tenía una compañera con la que podía compartirse; pasado, presente, y futuro.
—¿Te molesta que Alice y Jasper estén hablando más? —preguntó Edward, su mente en el tema de los exes y el pasado.
Bella se carcajeó, caminando hacia el Starbucks de la calle principal donde usualmente tomaban un café antes de arrancar con el objetivo del día.
—Es un alivio. Creía que iba a sentirme mal de que él se mudara aquí a una parte nueva del estado donde no tiene ningún amigo. —Se encogió de hombros—. Sabes cómo me siento. Él sigue siendo una buena persona. No me siento mal de que a otras personas les agrade.
Ella inclinó la cabeza.
—¿Qué hay de ti? ¿Estás bien con eso?
Edward resopló.
—Es Alice. Ella nunca se ha contenido de hacerle pasar mal a sus amigos si cree que se lo merecen. Si él es lo suficientemente masoquista para terminar con ella, no es asunto mío.
—Ja. Amo a tu hermana. —Se estiró y besó su mejilla—. Casi tanto como te amo a ti.
—Sigo estando primero, ¿cierto?
Ella le sonrió pero besó la punta de su nariz.
—Por ahora.
Bebieron su café y se subieron a las atracciones más fáciles. Edward había descubierto hace un tiempo que le gustaba el tranquilo Storybook Land Canal—una atracción donde un bote navegaba por canales mientras uno de los empleados señalaba a las versiones miniatura de los favoritos de Disney como el parque de Peter Pan, y las aldeas de otras películas.
A Edward le gustaba observar a Bella. Le gustaba la mirada soñadora que tenía en el rostro y la manera que tarareaba Un Mundo Ideal cuando pasaban bajo los arcos de flores como Aladín y Jasmín lo hacían. Especialmente le gustaba que ella sostuviera su mano y descansara su cabeza sobre su hombro.
Como estaban cerca, dieron vueltas en las tazas y subieron a Alice en el País de las Maravillas. Cuando bajaron de esa atracción, Bella revisó su teléfono.
—De acuerdo. Los pases rápidos están reservados. ¿Estás listo para esto?
Edward levantó la mochila que había estado cargando en su hombro, sonriéndole engreídamente.
—Nací listo, nena.
Su misión en Disney —porque los dueños de pases anuales a menudo venían a Disneyland con un propósito en mente— era tomar fotografías montadas en todas las atracciones que las tomaban durante el paseo. Por ende, tenían una mochila llena de utilería. El tema era Día del Juego.
Primero, debían asegurarse de conseguir los primeros asientos. La mayoría de los empleados no tenían problemas con ese pedido si el día no estaba increíblemente lleno. Optaron por su artículo más grande en la Montaña Espacial—un juego de monopoly en el cuál habían cuidadosamente pegado hoteles y una pila de dinero en el medio. Los dos estaban riendo como tontos, tratando de posicionarlo a tiempo en la oscuridad mientras la montaña rusa giraba y giraba. Pero lo lograron. El resultado final los tenía posando, Bella sacudiendo una pila de dinero hacia él mientras él le sonreía con el tablero entre ellos y los extraños detrás ellos gritaban.
—La mejor —dijo Bella, aún carcajeándose mientras regresaban hacia los rayos de sol del sur de California.
La Montaña Splash fue un poco más complicada porque los asientos se encontraban uno frente al otro en vez de juntos. Para ese paseo, ellos habían armado una casa de cartas que podían ser dobladas cuando no se usaban. Edward, girado ligeramente en su asiento, sostenía las cartas firmemente mientras Bella se estiraba hacia su asiento como si estuviera profundamente concentrada, una carta en su mano.
En California Adventure, California Screaming ofreció un desafío diferente por el arnés. No podían girar mucho, por lo que cada uno sostuvo cinco cartas como si estuvieran en una partida de póker.
Finalmente, solo les quedaba Guardianes de la Galaxia. Ese paseo tenía varias caídas y la fotografía fue tomada justo antes en la parte más alta de la torre. Ellos tenían una torre pegada de Jenga —varias piezas sobresalían al azar— que Bella sostuvo mientras Edward fingía buscar una pieza del fondo. Eso resultó increíble porque el chico en el asiento junto a ellos había visto lo que estaban haciendo y su rostro era una mezcla entre un grito y una expresión de «qué mierda».
—Perfecta —dijo Edward, estudiando las fotografías en su teléfono mientras regresaban a los casilleros.
Intercambiaron una mochila por la otra, y desaparecieron en baños separados para cambiarse. Edward sacudió la cabeza al ver su reflejo. Si alguien le hubiera dicho que él estaría vestido como un Dapper Dan —un miembro del cuarteto de barbería que se presentaba en la calle principal de Disneyland— voluntariamente, se hubiera reído. Pero, él tenía que admitir que lucía elegante. Sonrió para sí mismo, ajustó su canotier, y salió.
Solo unos minutos después, su bella dama emergió. Él silbó, encantado de verla y el vestido que hacía juego con su atuendo—volados y rayas brillantes. Él la tomó de la mano y la giró, así su vestido daba vueltas alrededor de sus piernas curvilíneas. Su sonrisa era suave, y lo besó con dulzura.
—Esa pajarita te queda perfecta.
Él le ofreció su brazo y comenzó a silbar mientras regresaban a la entrada de Disneyland.
—Daisy, Daisy, dame tu respuesta, sí —cantó una canción popular entre los cuartetos de barbería.
Bella arqueó una ceja.
—¿Proponiendo casamiento, Edward?
Mierda. Aborten. Aborten.
Él cruzó su brazo sobre él, envolviendo su otra mano alrededor de su cintura.
—Hola mi bebé, hola mi cielo, hola mi chica rag —cantó en cambio.
—Michigan J. Frog le pertenece a Warner Bros. Uno no debe profanar a Disney con eso.
Él pensó por un momento mientras escaneaban sus pases para entrar al parque. Ni bien entraron, se acercó a ella.
—Será mejor que los pollitos y patos y gansos se escondan. Cuando te lleve al birlocho. Cuando te lleve al birlocho con la capota arriba.
Él dobló las rodillas, dando saltitos al ritmo mientras caminaban. Bella presionó sus labios entre sí, tratando de no sonreír y fracasando. Ella miró a su alrededor, sus mejillas sonrojándose cuando se dio cuenta de que habían personas observándolos. Así que, por supuesto, él fue más allá con su actuación.
—Observa esa capota y ve cómo se agita. Cuando conduzco por las altas colinas. ¡Entrometidos vecinos mirarán entre sus persianas y sus ojos se abrirán! —Él estaba caminando de manera pomposa, jalándola a su lado, extendiendo su mano libre melodramáticamente.
Cuando terminó la canción, había un número de personas siguiéndolos discretamente. Ellos aplaudían y silbaban. Le sonrió a Bella, quien puso los ojos en blanco.
—Debes alimentarme si esperas que te siga esta noche. Estás de humor.
Él no podía controlar su sonrisa. Estaba de humor.
—Estoy a tres pasos adelante de ti, cariño. —La llevó hacia la entrada de Adventureland—. Resulta que tenemos reservas.
Las cejas de ella se elevaron en sorpresa.
—¿Sí?
Se dirigieron a New Orleans Square, donde Edward había hecho reservas en el restaurante más elegante del parque, excluyendo al Club 33. El Blue Bayou se ubicaba justo donde el paseo de Piratas del Caribe comenzaba. Estaba construido como si el restaurante se encontraba frente a la costa. Edward se aseguró de que estuvieran sentados en una mesa donde podían ver los botes Pirata navegar, preparados para la aventura.
Después de una deliciosa cena, caminaron de la mano hacia el Royal Swing Big Band Ball.
En los últimos años, Edward y Bella habían tomado muchas clases de baile juntos. Había sido una de las primeras cosas en su lista para conquistar el arte de estar en pareja. Bella había pensado por mucho tiempo que ella nunca podría ser tan buena como Edward, pero ella también era jodidamente terca. Había trabajado duro.
Hoy era su segunda gran salida mostrando sus habilidades en público. Le divertía demasiado a Edward que Bella estuviera tan entusiasmada. Se reía mientras ella lo arrastraba hacia la pista en la mitad de la canción. Él apenas tuvo el tiempo suficiente para tantear su bolsillo con una mano, asegurándose que el objeto que necesitaba siguiera allí.
Ellos bailaron. Una canción. Dos. Tres.
En la cuarta canción, una que Edward conocía íntimamente, su corazón comenzó a acelerarse. Bailó hábilmente como siempre con Bella hasta el final de la canción. Él giró a Bella lejos de él y entonces, en el único movimiento que había practicado repetidamente sin ella, tomó el objeto en su bolsillo con su mano libre, y se agachó en una rodilla mientras la traía de vuelta hacia él.
Bella se detuvo, soltando un chillido sorprendido al no encontrarlo donde esperaba. Afortunadamente ella había aprendido a dejar que su cuerpo siguiera las órdenes silenciosas de él, como lo hacían todos los buenos compañeros de baile. Sino, ella hubiera terminado cayendo sobre él ya que había esperado terminar en sus brazos.
Un jadeo colectivo fue soltado por Bella y los bailarines alrededor al registrar lo que Edward sostenía en su mano. La caja de un anillo. La mano libre de Bella saltó a su boca. Unos susurros emocionados se escuchaban en la multitud y Edward y Bella se encontraban en el centro de un círculo de personas. La banda había dejado de tocar.
Edward sonrió. Sorprendentemente, él no estaba nervioso. Él nunca había estado más seguro de nada en su vida.
Ni siquiera se sorprendió cuando Bella estalló en risas antes de que él pudiera emitir una sola palabra. Ella se inclinó, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué, intentas ser viral esta vez? —preguntó, lo suficientemente suave que no muchas personas podrían haber escuchado.
La sonrisa de él simplemente se agrandó.
—Shh. Déjame hacer esto. —Él se aclaró la garganta y puso una cara seria—. Bella Swan. Te amo más que ningún otro príncipe de Disney jamás ha amado a su princesa. —Guiñó un ojo—. Aunque tengo la ventaja de haberte conocido por más que el promedio de tres días.
Ella rio, su sonrisa cariñosa.
—Aquí está. La parte donde montamos hacia nuestro castillo en las nubes. Bailamos en el gran baile. Tomamos nuestro lugar en la Roca del Rey y la Reina. —Abrió la caja con su pulgar. La banda del anillo allí terminaba en una cola de sirena con diamantes a ambos lados—. Así que, ¿me darás mi vivieron felices por siempre, Bella? ¿Te casarás conmigo?
La sonrisa de ella era tan grande como la suya, sus ojos brillaban con lágrimas. Asintió.
—Sí. Sí.
Una ronda de vítores y silbidos fueron soltados mientras él se ponía de pie y la jalaba hacia sus brazos. La besó, salvaje y dichosamente. Ella rio en su oído, abrazándolo fuerte.
—Pero tengo una condición —dijo para que solo él escuchara.
—¿Cuál?
—Prométeme que nuestras secuelas serán mejor de lo que hace Disney.
Ahora él fue el que tuvo que reír. Se apartó, tomando su rostro en sus manos y besándola de nuevo.
—Nuestras secuelas tendrán calidad de Pixar —prometió, y entonces, la besó de nuevo.
~Fin~
¿Cómo no iba a terminar así? Jajaja
Como siempre, si disfrutaron la historia, por favor les pido que vayan a agradecerle el permiso a la autora :) Lo pueden dejar en español y sino les dejo una idea en inglés:
Hi, Kris! I just read the Spanish version of I Love You, I Know and I wanted to thank you for writing such a cute and funny story and for allowing Pali to translate it. I hope to read more of your stories in the future. Greetings from (tu país).
El link de la historia lo encuentran en mi perfil.
¡Muchas gracias por leer y tengan una buena semana!
