Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.

Capítulo 11

- Me encargaré de que todo esté listo antes de partir. Como dice Tom, el regreso de William es algo que no puedo perder – contestó la rubia con decisión.

Todos estuvieron de acuerdo y salieron del lugar excepto por la señora Cristal quien siguió a Candy a su oficina.

- Hija ¿Qué vas a hacer buscando a ese hombre? ¿Acaso no has sufrido bastante ya?

- Tengo que hacerlo señora Cristal, necesito cerrar el ciclo para poder dejarlo atrás. Quiero mirarlo a los ojos y decirle que no tenía derecho a jugar conmigo como lo hizo. Fue una forma muy cruel de divertirse.

- Hija, ¿pero tú estás segura de que ya no sientes nada por él?

- Lo que siento es lástima por esa pobre mujer a la que engaña sin la más mínima culpa.

- Piénsalo bien, no me gustaría que salieras lastimada una vez más…

- No se preocupe, dicen que lo que no te mata te hace más fuerte.

- Esta bien hija no insistiré.

Faltaban pocas semanas y la rubia se dedicó a trabajar con más ahínco pues deseaba presentarse en Toronto con una empresa que fuera sinónimo de profesionalismo y calidad. Unos días después, la joven recibió un paquete de Finn que contenía una revista especializada en arquitectura y diseño en la que se había publicado un reportaje gráfico sobre el hotel.

- Tom, mira lo que llegó ¿acaso no es fantástico? – dijo la chica entrando a la oficina del joven entusiasmada.

El joven tomó la revista en cuya portada aparecía la entrada principal del hotel con sus exquisitas paredes de mármol y el enorme ramo de rosas rojas al centro.

- Wow, se ve increíble: elegante y sofisticado.

- En el interior se menciona como uno de los grandes proyectos del año… felicidades, este es el resultado de la ardua labor que tú y tu equipo desempeñaron.

- Gracias hermanita, pero no hubiéramos podido hacerlo sin tu excelente trabajo, pocas empresas debutan con tanto éxito como la nuestra. Sabes… le pediré a Finn que nos mande la fotografía de la portada, para ampliarla y enmarcarla, se verá increíble en la sala de juntas.

- Es una gran idea.

- Candy… cambiando de tema, el empresario del edificio Monroe insiste en que manejemos los fondos del proyecto a través del Banco de Chicago.

- No, tiene que ser a través de nuestro banco.

- pero ¿por qué no? No entiendo que tienes en contra de esa institución, todo el mundo sabe que es la mejor es cierto que antes era un dolor de cabeza, pero desde que la adquirieron brindan un gran servicio y las mejores tasas de interés.

- No, si quieren que llevemos a cabo el proyecto, tendrá que ser bajo nuestras condiciones – aseguró la rubia inflexible.

- Está bien, no te enojes. A propósito, Diana me pidió que te recordara que quedamos de cenar este vienes en casa.

- Gracias, espero que no insista en jugar a la casamentera.

- No te molestes Candy, Diana solo quiere verte feliz.

- Tom, para ser feliz no se necesita a un hombre, además acuérdate lo que dice la señora Cristal: el hilo rojo del destino nos tiene atados a la persona que está destinada para nosotros, así que ¿para que buscarlo si tarde o temprano llegará?.

- Si, pero Dios dice "Ayúdate que yo te ayudaré"

- Bueno, total que no les gano, mejor me voy. Por favor, dile a Diana que yo llevaré el postre.

Mientras tanto en Edimburgo, William trabajaba en el despacho…

- Cariño, ¿todavía estás trabajando? Es tarde, ¿por qué no vienes a dormir? – preguntaba Christine mientras se acercaba para darle un masaje en la sien.

- Ya casi termino, estoy actualizando unas cifras – contestó el rubio cerrando los ojos para disfrutar un momento de toque sutil de las manos de Christine. Luego los abrió y se giró para mirarla y le preguntó: "Christine, ¿Estás segura de que estarán bien? ¿Si necesitan puedo quedarme más tiempo con ustedes?

- Si cariño, ya me siento mucho mejor, la doctora dice he progresado mucho. El niño tiene todos los cuidados y ya no necesita tanta atención como al principio. Además, no es como si te vas a ir por meses ¿o sí?

- No.

- Entonces ya está; estoy segura de que todos estaremos muy bien ¿vienes conmigo a la cama?

- En un rato te alcanzo.

- Está bien, pero no tardes – se despidió la joven dándole un pequeño beso en la boca.

Casi a medianoche, William entró en la recamará, tomó una ducha y se puso solo el pantalón del pijama antes de meterse entre las sábanas. Apenas había cerrado los ojos, cuando sintió los brazos de Christine que lo rodeaban por la espalda…

- Trabajas demasiado – comentó la joven dándole un pequeño beso en la espalda desnuda.

- No podía dejarlo a la mitad – contestó percibiendo el calor y la suavidad de aquel cuerpo semidesnudo que lo acariciaba tímidamente. Entonces giró para mirarla de frente y dándole un beso en la frente le dijo: "La pregunta es: ¿Qué haces tu despierta a estas horas de la noche?, ¿te desperté cuando entré?"

- En realidad no podía dormir.

- Inténtalo, recuerda que la doctora dijo que es muy importante que descanses y te alimentes para que no recaigas.

- Tienes razón – contestó la joven volteándose de espaldas para que fuera el quien la arropara con su cuerpo.

Ambos pretendieron dormir… William percibió que su relación estaba dando un giro inesperado, y aunque tarde que temprano tendrían que afrontarlo, decidió que no era el mejor momento.

En Chicago, faltando un par de semanas para el evento, Kerry llamó a la oficina de Candy…

- Adelante.

- Disculpe licenciada, pero creo que tenemos un inconveniente. Llamé para confirmar las habitaciones en el hotel sede de la cumbre en Toronto y me dijeron que hubo un error y no hicieron las reservaciones.

- No puede ser, si te enviaron el correo electrónico con el número de confirmación.

- Así es, desafortunadamente hay demasiada gente que asistirá y el hotel está a su máxima capacidad. Me dieron una lista de hoteles que quizás tuvieran habitaciones disponibles, llamé a todos ellos y el único que tiene disponibles está a casi cuarenta minutos de distancia.

- Sería casi imposible estarnos trasladando de un lado para otro. Creo que mejor cancelaremos el viaje, por favor notifica al señor Anderson.

- Gracias, en verdad lo lamento.

Candy, sintió una mezcla de alivio y decepción. Desde que supo que tendría la posibilidad de estar frente a William, había imaginado una y mil veces el encuentro y todo lo que le diría, pero al parecer el rubio tenía un muy buen ángel guardián trabajando horas extras para protegerlo. En todo el día, la joven no había podido alejar la sensación agridulce de la cancelación, hasta que mientras conducía de regreso a su casa, recibió llamada de Finn.

- Licenciada White ¿Cómo está?

- Bien señor Anderson ¿y usted?

- También, Candice hemos estado trabajando en conjunto desde hace aproximadamente un año ¿no le parece que ya es tiempo de que dejemos las formalidades?

- Tiene razón – contestó la rubia con una sonrisa.

- Bien entonces llámame, Finn.

- Solo si tú me llamas Candy.

- De acuerdo. Recibí el mensaje de tu secretaria acerca de lo de la cumbre, fue un error inexcusable, te pido una disculpa. Por favor acepten quedarse en una de las habitaciones reservadas para el grupo.

- Te lo agradezco, pero no deseo causar inconvenientes.

- No es ningún inconveniente, la sección VIP del hotel ha sido bloqueada en su totalidad para los invitados especiales. Estoy seguro de que podemos hacer los arreglos necesarios, hablaré con Dante y su secretaria te enviará la información. Nos vemos en un par de semanas.

- Gracias Finn

- No me agradezcas, han trabajado muy duro y merecen estar presentes.

Durante las siguientes dos semanas, Josh no dejaba de hablar del viaje y de todos los eventos a los que asistirían

- No lo puedo creer, habrá una gala de riguroso formal… ¡que emoción! – tenemos que ir de compras, ya le dije a mi amiga Sam que nos hiciera un espacio en su agenda para mañana por la tarde.

- Josh, no creo que necesite más ropa; con la que tengo es suficiente, además, solo será una semana.

- Ohh no, no señorita… usted no va a ir con ropa común de oficina. A ese evento va la crema y nata del mundo político y empresarial tenemos que ir bien vestidos, además ya le dije a Pierre que iremos mañana.

- Pero…

- Nada de peros, solo es una tarde.

- Está bien, por lo visto no hay forma de ganarte ¿verdad?

- Nop.

Al día siguiente por la tarde, Josh y Candy entraban a la boutique donde se habían conocido, Samantha una amiga del joven los recibía con una preselección de prendas para ambos y pasaron una tarde divertida probándose diferentes estilos y colores.

- Pareces toda una reina, totalmente diferente al día que nos conocimos precisamente en este lugar ¿te acuerdas? – decía Josh mirándola con aprobación mientras la joven se probaba un hermoso vestido largo para la gala.

- Como olvidarlo, fue uno de los días más vergonzosos de mi vida.

- Y que lo digas, todo el mundo te llamaba Julia Roberts 2.1

- ¿sabes? Nunca te pregunté y espero no ofenderte, pero de ¿verdad ese hombre te contrató, así como en la película y todo?

- Claro que no, nunca fui prestadora de esa clase de "servicios". Me vestí de esa manera solo para fastidiarlo, aunque en realidad fui yo la que se avergonzó, él solo sacó la chequera y listo – contestó la rubia con un dejo de tristeza.

- ¿Cuánto tiempo trabajaste para él?

- Tres meses.

- Y por lo que veo, te enamoraste.

- Cómo una tonta, aunque no sabía que estaba casado.

- No te culpo, ese tipo es todo un Adonis, no me extrañaría que Zeus haya vuelto a las andadas, seduciendo doncellas.

- No lo creo, su familia es escocesa.

- pues entonces yo pienso que Tor o alguno de los 400 dioses celtas se ha de haber tirado una canita al aire, porque especímenes como ese solo a nivel semidiós.

- Ayy Josh, que ocurrencias.

- y ¿Qué vas a hacer ahora que lo veas?

- Le diré unas cuantas verdades, de hecho, tal vez tendrás que ayudarme.

- Nada más dime que quieres que haga y dalo por hecho.

- Todavía no lo sé, depende de cómo se den las cosas… bueno, creo que ya fue suficiente ropa ¿no crees?

- No, no, no, no… aún falta algo más – dijo el joven mostrándole hermosa y sexy lencería.

- Josh, no necesito más lencería.

- Por supuesto que sí, ¿qué tal que conozcas al amor de tu vida y tu con los calzones viejos?

- Pues si es el amor de mi vida, me va a querer con todo y los calzones viejos.

- Se va a asustar… no definitivamente tienes que ir preparada para todo ¿qué tal te conquistas a un presidente o un miembro de la realeza? Nada más por favor que no sea ni Joe Biden o El rey Carlos III, esos ya se pasaron de maduritos.

- Por Dios Josh, no puedo creer lo que estás diciendo… eres un bobo.

- Ahh, pero cómo te divierto ¿verdad?

- Mejor ya vámonos, antes de que me hagas comprar toda la tienda – dijo la rubia tomando todos los conjuntos de lencería que habían seleccionado para ella, de sobra sabía del buen gusto de Josh y sabía que todo estaba divino.

Unos minutos más tarde, los jóvenes salieron cargando con bastantes bolsas…

- Uff, pensé que mi tarjeta de crédito no pasaría – dijo Josh con alivio.

- No sé si debimos haber gastado tanto

- Una vez al año no hace daño, además piensa que, si nos va bien, regresaremos con muchos prospectos.

- Tienes razón… Josh, te importaría adelantarte con Pierre, tengo que llegar al banco a recoger un cheque.

- No por supuesto preciosa, allá te veo. Me urge entrar al spa.

En Edimburgo, William ultimaba los detalles de su apretada agenda en Toronto…

- Cariño, recibí llamada de Karen, me dijo que tanto ella como Robert están en la ciudad por negocios. Si no te molesta, me gustaría comer con ella en el club de golf. La pobre va a estar sola todo el día mientras Robert atiende sus compromisos.

William no estaba de acuerdo con la falsa amistad de Karen hacia su esposa, por lo que intentó evitar que se vieran a solas.

- ¿Sabes? También me agradaría saludar a Robert ¿por qué mejor no los invitas a cenar a la casa? Hace mucho que no recibimos invitados.

- Pero, ¿Qué va a hacer todo el día sola? ¿Por qué no hacemos las dos cosas, nosotras salimos a pasear un poco y todos nos reunimos para la cena? Dijiste que debería comenzar a salir de casa ¿acaso no me tienes confianza?

- Esta bien, como gustes.

- ¿Me llevo a Fred o te lo dejo?

- Aquí déjamelo, supongo que querrás tener una tarde tranquila.

- Gracias Will, eres increíble – lo abrazó Christine despidiéndose alegremente.

Por la tarde, Robert y Karen llegaban junto a Christine para cenar. Era la primera vez que se veían después de que el rubio los llevara de regreso a Nueva York, pues George se había hecho cargo de los negocios en el extranjero. Durante la velada, las parejas abordaron diversos temas de conversación, pero nadie comentó sobre lo acontecido en el viaje a la Florida. A la mañana siguiente, Christine se mostraba un poco nerviosa…

- Will ¿y si nos llevas contigo?

- ¿A dónde?

- A Toronto. Sé que es un poco precipitado, pero hace mucho que no vamos de vacaciones. Tal vez el cambio de aire le haga bien a Fred.

- Christine, no es un viaje de placer. Tengo una lista interminable de personas esperando por si se abre un hueco en la agenda, y ya tengo muchas reuniones pactadas. Toma en cuenta que hace dos años no tienen la oportunidad de hablar conmigo directamente.

- Claro, por mi culpa has tenido que estar aquí todo este tiempo – dijo la joven con los ojos humedecidos.

- El rubio entrecerró un poco los ojos y contestó con voz suave pero firme: "Sabes bien que no dije eso. Está bien, si deseas venir conmigo, llamaré para que la acondicionen la habitación para Fred. Si no te importa esperar los cuatro días, cuando termine la cumbre podemos ir de paseo."

- ¿podemos ir a Chicago?

- ¿Por qué Chicago? En realidad, tenía en mente un lugar un poco más agradable para el niño.

- No lo sé, tal vez para conocer la casa de tus padres; me has hablado mucho de ella, y me encantaría verla en persona, pero tienes razón ¿Qué tal la Florida? los lugares son paradisiacos y el clima es excelente, hasta tienen un parque de diversiones para niños.

El rubio se frotó la frente un poco exasperado, sin embargo, su voz sonó tranquila cuando contestó: "haré los arreglos, salimos el miércoles de madrugada" dando por terminada la conversación.

El lunes por la mañana, Candy y Josh aterrizaban en Toronto.

- Wow, la ciudad es muy cosmopolita; ojalá tengamos tiempo de pasear un poco – comentaba el joven mientras admiraba por la ventana del taxi, los modernos edificios.

Candy asintió sin pronunciar palabra, cada segundo, se le habría un hueco cada vez más grande en el estómago, pensando en el momento de encontrarse frente a frente con William. Al llegar al hotel, un joven de cabello rojizo con un aire familiar que se encontraba en la recepción, la saludo con una enorme sonrisa.

- Buenos días ¿vienen a la cumbre?

- Si.

- Entonces tu debes ser Candice White.

- ¿Cómo lo sabes?

- Mi hermano Finn me dijo que eras una chica hermosa con enormes ojos color esmeralda y simpáticas pecas en el puente de la nariz; es difícil llenar una descripción como esa… Mucho gusto, mi nombre es Dante Anderson - dijo el joven extendiéndole la mano.

- Mucho gusto, él es Joshua Brown – nuestro diseñador de interiores. Muchas gracias, por ayudarnos. ¿podrías decirnos donde nos registramos?

- No es necesario un coordinador del evento pasará a sus habitaciones para revisar la agenda, Cindy por favor llame un automóvil – indicó el joven a la recepcionista.

Candy y Josh se miraron extrañados, pero no dijeron nada. Un par de minutos después, un automóvil de lujo se estacionó frente al lobby y un empleado les pidió que lo siguieran al vehículo.

- Muchas gracias, señor Anderson.

- Por favor llámenme, Dante no soy tan viejo. Nos veremos pronto.

- Qué sencillo y agradable es Dante, quien diría que es el director del Fondo Económico Internacional – dijo Candy tomando asiento en el automóvil.

- Así son los ricos de abolengo, en realidad no necesitan tomar poses. Me pregunto ¿A dónde nos llevan? Pensé que ya habíamos llegado al hotel.

El vehículo rodeo la torre principal y se siguió un poco más adelante donde había un edificio más pequeño en un área restringida. Candy y Josh fueron instalados en el segundo piso desde donde se observaban impresionantes jardines y la entrada principal, parecía como si flotaran por encima de esas maravillas. Después de dejar el equipaje, Josh llamó a la habitación de Candy.

- Candy mira esto, desde aquí podremos ver cuando lleguen las celebridades - dijo el joven abriendo las cortinas.

- Me pregunto ¿Cuánto nos va a salir todo esto? Esta habitación es casi el doble del departamento donde Annie y yo vivíamos. Tendremos que trabajar duro para que costee el viaje.

En eso una joven, vestida con un traje negro llamó a la puerta.

- Buenos días, ¿la licenciada White?

- Si mucho gusto, él es Josh.

- El amigable vecino – agregó Josh con una sonrisa.

- Mi nombre es Clara y seré su coordinadora del evento. Si les parece bien repasaremos la agenda…

Clara era una especie de secretaria particular que había sido asignada para trabajar con ellos. Después de verificar los eventos a los que asistirían, la joven les dijo como bajar una aplicación para hacer reservaciones en los restaurantes exclusivos y solicitar servicios a la habitación.

- Por favor no se preocupen de tomar notas de las presentaciones, me ocuparé de hacerles llegar un resumen detallado y la información de los expositores. Si necesitan cualquier otra cosa, solo envíenme un mensaje de texto y haré los arreglos necesarios. Por último, me gustaría coordinar el servicio de seguridad ¿podrían decirme en que habitación se encuentran hospedados los agentes?

- ¿Los agentes?

- Si, usted sabe… la seguridad.

- Ahh, no. No contamos con servicio de seguridad. Clara, a decir verdad, nos asignaron a esta área porque hubo un error con nuestras reservaciones, pero en realidad somos una compañía pequeña y no estamos acostumbrados a esta clase de servicio ¿podrías decirnos por favor si necesitamos dejar un voucher abierto aquí tengo mi tarjeta de crédito?

- Oh no licenciada, en esta área todos los servicios están incluidos – sonrió la joven, con alivio, al saber que trabajaría con personas sencillas como ella.

- Entonces ¿Cómo pagan?

- Todo es cubierto al momento de hacer la reservación. La mayoría de las personas que se hospedan aquí ni siquiera cuentan con tarjetas de crédito o dinero en efectivo, tienen empleados que se encargan de todo eso.

- Es bueno saber, pero nosotros no tenemos ese tipo de empleados así que será mejor que paguemos de una vez.

- Permítame… aquí dice que son invitados personales de la familia Anderson y por tanto todo está libre de cargo.

- Dios mío que pena, tendré que decirle a Finn que nos envié la cuenta. Ya bastante hizo con asignarnos un lugar.

- Las primeras conferencias comienzan a las cuatro de la tarde, espero que su estancia sea placentera. Con permiso.

- Gracias Clara.

A la hora del almuerzo, Candy y Josh se dirigieron a uno de los restaurantes privados, donde servían deliciosa comida oriental; mientras esperaban para que les asignaran mesa, los invitaron a pasar al bar donde les sirvieron un coctel.

- Mmm, podría acostumbrarme muy fácilmente a este tipo de vida – decía Josh degustando su copa.

- Josh no te has fijado que el lugar esta semi desierto, me pregunto ¿dónde estarán las demás personas?

- Todavía no llegan, comentaba una joven pelirroja sentada al lado de ellos y agregaba: Hola, soy Sally Anderson de la Asamblea Contra el Calentamiento Global.

- Hola Sally, mi nombre es Josh y ella es mi jefa Candice White.

- Este es mi segundo año en la cumbre, la mayoría de las personas llegarán mañana o quizás el miércoles.

- ¿Acaso no comienza mañana la exposición?

- Si, para los empleados. Los políticos y empresarios no asisten en persona, sus empleados y asistentes personales les hacen llegar el resumen de lo presentado, ellos lo analizan y proceden a las negociaciones. El miércoles todo esto será una locura, así que disfrútenlo. Quedé de verme aquí con un grupo de amigos ¿Por qué no nos acompañan?

- Sería genial, no conocemos a nadie aquí.

Media hora más tarde Candy y Josh, junto con un grupo de jóvenes de diferentes nacionalidades conversaban agradablemente en la mesa.

- No entiendo ¿por qué todo el mundo está tan entusiasmado con la presencia de William Ardlay? – preguntaba Josh.

- Desde hace un par de años, solo ha enviado representantes. Su empresa tiene un laboratorio donde desarrollan la tecnología de punta que les da enormes ventajas competitivas. Cuando vienen los representantes hablan por ejemplo de computadoras que miden la erosión del suelo y como las usan para asegurarse de que contenga los nutrientes necesarios para seguir produciendo indefinidamente. Si te interesa ese tipo de tecnología, tienes que llenar una aplicación y si calificas, te la hacen llegar en forma gratuita, pero son tantas las solicitudes que normalmente la gente tiene que esperar meses por una respuesta. En cambio, cuando viene él, de inmediato abre la puerta para que las compañías la implementen lo más pronto posible, jamás ha sido avaro para compartir tecnología que ayude al planeta.

- Escuche que fue muy difícil convencerlo de que viniera, ya saben con lo del bebé y todo eso.

- ¿El bebé? – preguntó Candy extrañada

- Tiene un niño de dos años con muchos problemas de salud. Por eso se retiró, para estar con él y con su esposa.

- No, lo sabía. Lo único que escuché es que estaba casado.

- ¿Qué suerte tienen algunas? – dijo una joven, suspirando.

- Me imagino – contestó Candy con sarcasmo.

- Okay, chicos la primera conferencia comienza en veinte minutos, será mejor darnos prisa.

Candy caminaba al lado de Josh y le preguntaba por lo bajo ¿lo sabías? A lo que el joven contestó ¿escuché algo de eso?

- ¿Por qué no me dijiste?

- Creímos que no querías saber nada de él así que decidimos no mencionarlo.

El cerebro de la rubia de inmediato hizo sus cuentas y confirmando que Christine debía haber estado embarazada mientras él la enamoraba y sintió que el estómago se le revolvía.

- ¿Candy te encuentras bien?

- No es nada, creo que me levanté muy rápido de la mesa; ya sabes que no se me da mucho beber.

Mientras tanto en Edimburgo, Christine se acurrucaba nuevamente entre los brazos del rubio.

- Will… creo que será mejor que nos quedemos.

- ¿de qué estás hablando?

- Del viaje. Tienes razón ¿Qué vamos a hacer cuatro días encerrados en el hotel? Tú vas a estar muy ocupado.

- No tienen por qué estar encerrados, a la par de las conferencias se llevan a cabo diferentes actividades para los acompañantes.

- Si, pero me imagino que nadie lleva niños.

- No te preocupes por eso.

- Mejor me quedo, no quiero causarte inconvenientes. En lugar de enfocarte en el trabajo, vas a estar preocupado porque Fred y yo estamos ahí.

- Sabes bien que no son un inconveniente para mí, pero necesito que te decidas no puedo estar haciendo tantos cambios de último minuto, la organización tiene muchas cosas más que coordinar.

- ¿ves como si somos un inconveniente?

- Okay Christine, por favor solo dime si o no, de lo demás yo me encargo.

- Nos quedaremos.

- Esta bien, que descanses.

En Toronto, Candy y Josh estaban teniendo el tiempo de su vida; de día acudían a los eventos y trataban de absorber todo lo posible y durante la noche salían a divertirse con Sally y su grupo quienes a su vez los conectaban con más y más personas.

Como Sally anticipó, el miércoles era una locura de mandatarios, diplomáticos, empresarios y lideres de opinión yendo y viniendo de un lado para otro.

- Candy ¿Qué crees que escuché?

- Dime Josh

- Al parecer William Ardlay llegó esta mañana y ha estado trabajando a puerta cerrada. Me lo dijo un hombre guapísimo que forma parte de su equipo de trabajo.

- Tiene sentido, su conferencia es la última de la tarde, le dije a Clara que nos reservara asientos, pero dice que no hay espacios abiertos y que la gente ocupará los lugares conforme vayan llegando.

- Tenemos que irnos temprano.

La conferencia era a las cinco de la tarde y desde las dos ya había gente afuera del centro de convenciones esperando para entrar. Candy y Josh llegaron a las tres treinta y la fila ya era bastante larga. Veinte más tarde, se anunció que el auditorio estaría a su máxima capacidad y cerraron la línea.

- Esto es una locura, nos va a tocar hasta el fondo. Con suerte y lo verás en las pantallas gigantes.

- No hay nada que podamos hacer – contestó la rubia encogiéndose de hombros.

A las cuatro de la tarde, la fila comenzaba a caminar lentamente. Una vez que habían pasado el cordón de seguridad, Candy recibió una llamada telefónica de Finn…

- Candy ¿Dónde están?

- Hola Finn, estamos en la fila para entrar al auditorio.

- Quédense ahí, alguien irá por ustedes

- Okay

A los pocos minutos, un hombre de aspecto serio enfundado en un traje negro, se les acercó y les pidió que lo siguieran conduciéndolos hacia la parte izquierda del inmueble donde, en lugar de una larga fila, se había montado una especie de bar que hacía las veces de antesala para los invitados especiales.

- Apenas tuvieron tiempo de refrescarse antes de que una edecán les diera la bienvenida conduciéndolos a los asientos que les habían asignado en la galería donde para su sorpresa ya se encontraba Sally con algunos de los otros jóvenes quienes los saludaron afectuosamente.

- Hola Candy, ¿Qué tal Josh?, veo que ya conocen a Sally y su pandilla. Disculpen que no enviamos por ustedes antes, mi vuelo se retrasó y Dante ha tenido un día de locura – saludaba Finn alegremente y agregaba espero que puedan acompañarnos esta noche, hay algunas personas que me gustaría presentarles.

- ¿esta noche?

- A la cena en honor a William.

- Bueno yo... - dijo la rubia dubitativa

- Ahí estaremos, muchas gracias – contestó Josh.

- Excelente, nos veremos más tarde, si me disculpan creo que es hora de comenzar – comentó Finn antes de dirigirse a Sally y decirle: "nos vemos más tarde hermanita"

- ¿Hermanita? – le preguntó Candy a la joven quien contestó.

- Somos medios hermanos, compartimos el mismo padre solo que yo crecí en Australia y ellos en Canadá – contestó la chica con naturalidad.

- Candy comenzó a mirar a su alrededor con detenimiento y se dio cuenta de que estaba rodeada por las grandes personalidades que había visto durante el día.

- ¿A qué hora llegó toda esta gente? Hace unos minutos todo esto estaba casi vacío – preguntó Candy sorprendida.

- Todo está coordinado a la perfección, los equipos de seguridad trabajan como relojes; cada segundo cuenta. Mi padre siempre dice que las pasarelas son para los artistas, los hombres de negocios van directo al grano – contestó Sally con cierto sarcasmo.

A las cinco de la tarde en punto, un nervioso Dante tomó el pódium y comenzó a hacer la presentación de William. Una vez que terminó de leer la vasta experiencia y educación del rubio, concluyó: "Es para mí un privilegio presentar al Honorable William Ardlay, laird de las Tierras Altas y Duque de Saint Andrews"

Mientras todo el mundo aplaudía Candy estaba en shock, sabía que Albert era un empresario exitoso, pero jamás se imaginó que sostuviera títulos nobiliarios.

William agradeció tomando su lugar en el pódium y al levantar la vista, lo primero que vio fue la imagen de la mujer que tanto adoraba, sentada al centro de la tercera fila. En ese instante, sintió como si una corriente eléctrica le recorriera todo el cuerpo acelerándole el pulso de la impresión. Jamás se había permitido tan solo imaginar el verla de nuevo y ahí estaba frente a él mirándolo con esos hermosos ojos que lo transportaban al paraíso. Entonces una sonrisa tan sexy como encantadora curvó sus labios y se dirigió a la audiencia diciendo "Buenas tardes…"

Candy perdió por completo los primeros minutos de la conferencia admirando la presencia del rubio, que al parecer solo mejoraba a través del tiempo: Estaba un poco más delgado lo que acentuaba su agilidad y elegancia; su mirada clara era como dos enormes remansos de luz que iluminaban los detalles de sus facciones perfectas y trasmitían una encanto especial; sin duda lo tenía todo…

- Josh tiene razón, es tan perfecto que parece tallado por los mismos dioses – pensó.

En ese momento la audiencia estalló en risas trayéndola de vuelta a la realidad; al parecer el rubio había hecho una broma, al príncipe de Mónaco quien se encontraba presente. Durante más de dos horas, William se desenvolvió como pez en el agua haciendo suya a la audiencia con una presentación dinámica, interesante y por momentos divertida. Cuando la presentación terminó, una delegación de la Organización Mundial de Comercio, le otorgó el acostumbrado reconocimiento por su participación y un grupo de periodistas se acercaron para entrevistarlo, William lucia sumamente atento y relajado, compartiendo el foro con Dante y los demás.

- Candy, tenemos que darnos prisa, la cena es a las nueve y no estamos preparados.

- Tienes razón – contestó la rubia quien por un instante había considerado la opción de tratar de acercarse.

Mientras se dirigían a la puerta, los periodistas estaban siendo dispersados para permitir la salida del rubio. Justo en ese momento, azul y verde se encontraron a la distancia, pero la mirada celeste no mostró emoción alguna, simplemente cambio de dirección con naturalidad como si Candy hubiera sido tan solo una pieza más del mobiliario del lugar. El pecho de la rubia se llenó de coraje y dolor al ver que la ignoraba, pero se obligó a mantener la frialdad y abandonó el lugar con la cabeza en alto.

Media hora después, la joven observaba a una bellísima rubia que le devolvía la mirada a través del espejo; había seleccionado un hermoso vestido negro de corte "A" cuya falda le llegaba a los tobillos, la parte superior tenía un escote tipo barco y las mangas largas enmarcaban a la perfección las delicadas líneas de su cuerpo, la tela era completamente lisa y como único adorno llevaba dos pequeñas líneas de satín negro que acentuaban su diminuta cintura. La rubia había recogido su cabello a la altura de la nuca para dejar al descubierto la suavidad de su espalda y seleccionado un sutil par de aretes creando una imagen elegante con el toque perfecto de sensualidad. Esa noche nadie, ni siquiera el "honorable" Duque de Saint Andrews podría ignorarla.

La cena era un evento de etiqueta rigurosa al que acudirían los jefes de estado e invitados especiales, la rubia caminó con elegancia y distinción causando una gran impresión entre los presentes por su inigualable belleza.

Junto con Josh, fueron conducidos a la mesa de los Anderson donde los esperaban Finn, su padre y Sally con sus respectivas parejas y otros invitados.

- Buenas noches – saludaba la rubia con una hermosa sonrisa mientras los caballeros se ponían de pie para recibirlos.

- Candy, Josh, bienvenidos. Les presento a mi esposa Linda Anderson, por supuesto ya conocen a mi padre y ella es su nueva esposa Lorraine Grant-Anderson – dijo Finn para luego continuar con la ronda de presentaciones.

Mientras se saludaban, la rubia admiró la belleza de Lorraine quien además de hermosa, tenía una sensualidad natural que le recordaba a Jesica Rabbit.

Un par de minutos después, William llegó acompañado de George con un smoking que le quedaba mucho mejor que perfecto, a juzgar por amplia sonrisa, se veía claramente que estaba en su elemento y acostumbrado a ser el centro de atención.

Después de la deliciosa cena y unos cuantos discursos, pasaron al gran salón, donde había una pequeña orquesta que amenizaba sutilmente el evento. Candy y Josh recorrían el lugar al lado de Finn y Linda quienes los presentaban con algunos de los asistentes y hablaban de expandir la compañía de la rubia a nivel internacional.

La joven se desenvolvía con sencillez recibiendo infinidad de halagos por su belleza y, para su sorpresa, excelentes comentarios sobre su trabajo en el hotel. La campaña publicitaria de los Anderson había sido extensa y todos comentaban las extraordinarias imágenes de la entrada principal.

- Candy, esta es una gran oportunidad para ti, no me extrañaría que regresaras a casa con excelentes propuestas de trabajo.

- Gracias Finn, todavía no me lo creo – contestaba la rubia radiante de felicidad, sin percatarse de que unos ojos azules la miraban a lo lejos.

William trataba de concentrar su atención en la conversación que sostenía con el primer ministro de la Gran Bretaña, pero tener a Candy tan cerca y a la vez tan lejos, era sumamente exasperante, sencillamente no podía dejar de admirar su inigualable belleza.

De cuando en cuando las esmeraldas de la joven recorrían el lugar hasta encontrar la imponente figura del aquel hombre atractivo y carismático que prácticamente tenía a todos comiendo de su mano.

Después de conversar con un par de personas, Finn decidió regresar junto su padre quien, para sorpresa de la rubia, se encontraba conversando con William…

- Ahí está el hombre del momento – dijo Finn con una sonrisa

- ¿Cómo estás Finn? Gusto en saludarte – contestaba el rubio con calidez.

- Mejor imposible… cuando quieras recomendarnos otro proyecto estaremos encantados, supongo que ya conoces a la Licenciada Candice White y a Joshua Brown

- ¿Cómo les va? – preguntó el rubio quien de inmediato se dirigió nuevamente a Finn padre para continuar la conversación.

En ese momento se acercó a William, la persona encargada del evento diciéndole: "Disculpe, su excelencia ¿Nos haría el honor de abrir el baile?

- Por supuesto, si nuestra querida señora Grant-Anderson tiene a bien acompañarme – contestó el rubio con una sonrisa al tiempo que le extendía la mano a Lorraine y ella aceptaba con una sonrisa y caminaba junto a él hasta la pista.

De inmediato los músicos comenzaron a tocar un bossa nova y la pareja comenzó a moverse al ritmo de la cadenciosa melodía atrayendo la atención de los invitados quienes los observaban fascinados. El rubio conducía a Lorraine con maestría mirándola siempre a los ojos. Candy sintió un pinchazo de celos al notar cierto aire de intimidad entre ellos, lo podía sentir, quizás por la forma en que ella posaba el brazo sobre su hombro y como lo miraba con adoración.

- ¿Así que decidiste casarte? – susurraba el rubio con una sonrisa mientras conducía a Lorraine con cadencia.

- Así es y tu decidiste volverte un hombre de familia – respondía Lorraine a lo que el rubio contestaba asintiendo con una sonrisa y agregaba: Me da gusto, que hayas encontrado el amor, después de todo lo que has vivido, mereces lo mejor.

- Me enamoré, pero no de Finn sino de ti. Cuando te fuiste, me di cuenta cuanto te extrañaba y esperaba ansiosa tu regreso. Lamentablemente, solo lo hiciste para terminar conmigo – contestó la joven con un dejo de tristeza.

- Lo lamento no fue mi intención lastimarte, pensé que nuestra situación estaba clara desde el principio.

- Lo sé, yo misma lo sugerí, pero fue imposible estar a contigo y no amarte. No es reproche, simplemente quería que lo supieras.

- ¿y Finn?

- Sabía que no regresarías, así que decidí tomar lo que me ofrecían. El necesitaba compañía y yo, una salida para olvidarte, pero mírame aquí, comportándome como una adolescente.

El rubio continuó el baile sin pronunciar palabra, de alguna forma Lorraine estaba abriendo la puerta, para reanudar la relación, pero para él no había duda de que era prácticamente imposible, no solo porque ahora los dos estaban casados, sino porque su corazón y su alma ya tenían dueña.

George, los observaba al igual que todos en lo que parecía una inocente pieza de baile, pero el francés podía leer perfectamente los labios y supo que debía intervenir de inmediato. La pieza terminó y, entre aplausos, la pareja regresó al grupo donde William depositó a Lorraine con su marido sin mirar a Candy. En ese momento George apareció diciendo: "Buenas noches"

- El buen George ¿Cómo has estado? – preguntaba Finn padre

- Bien muchas gracias, es un placer saludarlo… William, si me permites, hay un asunto urgente que requiere tu atención.

- Por supuesto, con su permiso – dijo el rubio despidiéndose.

Los dos hombres caminaron hacia la salida sin pronunciar palabra y una vez fuera del recinto, George sonrió de lado diciendo: "Que suerte tienes… de entre todas las posibilidades tenías que estar precisamente en ese lugar"

- William, esbozó media sonrisa y contesto: "Gracias, George" su voz sonaba un poco nostálgica, aunque estimaba a Lorraine y siempre habían tenido un buen entendimiento, hubiera dado lo que fuera por poder bailar con Candy. El protocolo indicaba que, si el invitado de honor no llevaba pareja, debería abrir el baile con la dama de más alcurnia presente, evitando especulaciones. En este caso, Lorraine era la esposa del patriarca de los Anderson y, por consiguiente, la dama de más alcurnia.

En el interior, a Candy le parecía cada vez más difícil continuar en la reunión junto a los Anderson, mientras fingía escuchar la conversación, su mente no podía dejar de pensar en la intimidad entre Lorraine y William y la forma en que el rubio la había ignorado de nuevo. Cuando se encontraron en el auditorio, pensó que tal vez no la había reconocido entre tanta gente, pero en ese momento era más que evidente que jamás aceptaría que la conocía frente a los de su clase.

- Candy ¿Te encuentras bien? – preguntó Sally al notar su expresión.

- Si, solo un poco cansada, ha sido un día largo. Si no les molesta, iré a buscar a Josh para retirarnos.

- Por supuesto que no, adelante ¿Gustas que te acompañemos?

- No gracias, creo que lo vi por allá. Con permiso.

Al encontrar a Josh platicando alegremente con un joven que desconocía, se despidió de él negándose a que la acompañara.

- No te preocupes, la habitación está muy cerca, nos vemos mañana – dijo la rubia abandonando el lugar.

De camino, Candy pasó cerca de donde se encontraban William y George, pero estaba oscuro por lo que la joven pasó de largo sin percatarse. El rubio, la siguió con la mirada clavando los pies al piso para no salir corriendo tras de ella hasta que, muy a su pesar, George y él regresaron a la reunión.

Al día siguiente, Candy se arreglaba para salir, tratando de ocultar las ojeras en su rostro, no había podido conciliar el sueño en toda la noche pensando en William y todos los sentimientos encontrados que le provocaba. En eso llamaron a la puerta, era un empleado del hotel cargando un hermoso ramo de flores. La rubia lo recibió y leyó la tarjeta; era del secretario de comercio alemán. Poco después, volvieron a llamar a la puerta, era Josh quien pasaba a recogerla.

- Buenos días, Josh, pasa ¿Cómo terminó la recepción?

- Buenos días, princesa; para los demás no sé, pero para mí… mmm delicioso. Nos fuimos como a las dos de la mañana y todavía había mucha gente incluyendo a tu amorcito y el licenciado ese.

- Ese engreído no es mi amorcito – dijo la rubia molesta.

- En verdad, es cosa seria ¿te fijaste que nos saludó de puro compromiso?

- Si, pero que ni crea que hacerse el desentendido, le servirá. Tengo que buscar la forma de hablar con él.

- Tu nada más dime a que horas y lo secuestramos – bromeo Josh.

En ese momento, llamaban a la puerta varias personas cargando arreglos florares, dulces y otros detalles.

- Wow Candy, ¡pegaste con tubo!… mira nada más todas estas cosas, de seguro terminas como esposa de un jeque árabe.

- No lo creo, ser sumisa y obediente no es mi estilo – dijo la rubia mientras tomaba su bolso para salir.

Durante los siguientes dos días el ambiente se volvió un poco más oscuro y frio pues se avecinaba la primera nevada del invierno. Candy y Josh, como muchos, permanecieron al interior del hotel organizando la información que habían obtenido y atendiendo citas de trabajo con proveedores y posibles clientes.

El lugar estaba su máxima capacidad, se decía que William todavía se encontraba trabajando en una oficina provisional montada en una de las plantas superiores, pero nadie lo había visto, por lo que Candy se había hecho a la idea de que no tendría la oportunidad de hablar con él.

La clausura del evento se llevaría a cabo esa noche y junto con ella un baile que prometía ser el evento del año. Los organizadores de la cena en honor a William habían sido muy selectivos con los invitados y el ambiente había sido cien por ciento protocolario, pero en esta ocasión, todos los miembros de la organización estaban invitados a celebrar.

Candy eligió un sexy vestido rojo fuego. Con una abierta de lado, la espalda totalmente descubierta y su cabello moldeado en ondas sueltas, el look de la joven elegante, sensual y juvenil.

- ¿Lista mi reina? ¡Wow, estas impresionante!, será mejor que lleves tu abrigo, afuera esta super frio – dijo el joven quien portaba una elegante chaqueta.

- Gracias, he estado viendo la nieve por la ventana. Me recuerda al Hogar de Pony – contestaba Candy con una sonrisa

- Perfecto, está noche nos vamos a divertir, finalmente Ronald nos va a poder acompañar, al parecer finalmente les dieron la noche libre. Todo el mundo en esa oficina está exhausto y listo para regresar a Londres, deberían demandar a ese hombre por abusar de sus trabajadores – se quejaba Josh de William pues su nuevo novio Ronald, era parte del equipo del rubio.

Al ver la mirada de Candy, el joven comprendió que había cometido un error.

- Ah no preciosa, esta noche no más tristezas, tenemos que celebrar por todo lo alto tu éxito… imagínate con 26 años y ya tienes semejantes propuestas en puerta, todo es una absoluta locura y todo gracias a tu gran esfuerzo y dedicación.

- Todos en el equipo hemos trabajado muchísimo.

- Si, pero nada hubiera sido posible sin tu liderazgo, recuerda que en un momento todo estuvo a punto de venirse abajo y tu encontraste la mejor forma de sacar adelante el proyecto.

- Tienes razón, está noche nos divertiremos – decía la rubia tomando el abrigo largo y un pequeño bolso de mano para dirigirse al gran salón.

El lugar era cálido y acogedor, en cuanto llegaron Candy y Josh se reunieron con Sally, su novio y un gran número de amistades. Todos estaban en ambiente de celebración por lo que las copas de champagne comenzaron a circular.

- Anda Candy, solo un brindis.

- De verdad, no soy muy buena tomando y no quisiera dar un espectáculo.

- Una no es ninguna, brindemos por este excelente evento ¡Salud! – decía Sally feliz por lo que la rubia accedió a tomar una copa.

Poco después, los jóvenes bailaban en grupo al centro de la pista cuando Candy alcanzó a distinguir la imponente figura del rubio a lo lejos.

- Ahora regreso – le gritó a Josh en el oído y el joven asintió.

La rubia fue hasta el guardarropa, tomó el bolso que había dejado en el abrigo y se abrió paso entre la multitud hasta llegar a donde se encontraba el rubio, conversando con una mujer regordeta de unos cincuenta y cinco años de edad. Con el corazón desbocado y con un poco de ayuda del champagne, Candy tomó valor: "es ahora o nunca" se dijo al tiempo que caminaba cerca de ellos chocando con la mujer "accidentalmente".

- Ohh, disculpe.

- No te preocupes linda… ohh ¿acaso no eres tú quien construyó el hotel de los Anderson?

- Si señora, mucho gusto mi nombre es Candice White.

- Mucho gusto Candice, soy Henrietta Abbott dueña del corporativo Belmont. Justo el día de ayer le estaba reclamando a William que, en lugar de llamarme a mí, le haya llamado a Finn Anderson… ¡y no lo niegues porque ese engreído me lo dijo en mi cara! – le reclamó al rubio con fingida molestia antes de dirigirse nuevamente a Candy: "por supuesto eres muy joven, pero con tu talento y el respaldo de un gigante como el corporativo Ardlay, el éxito estaba más que garantizado"

- Lo lamento señora, pero creo que está un poco confundida, nuestra compañía es independiente y no estamos ligados al corporativo Ardlay – contestó Candy orgullosa.

- Tal vez no directamente, pero está visto que este hombre tiene un talento especial para encontrar verdaderos tesoros a distancia, como las estupendas vetas de mármol italiano que quedaron preciosas y esos cortes tan perfectos.

- Señora Abbott, supongo que la licenciada White está aquí para celebrar, no hablemos de negocios – intervino William, pero Candy no iba a dejar que nadie menospreciara su trabajo…

- Disculpe, pero nuevamente creo que está confundida, la piedra fue adquirida en Grupo Argo, una compañía norteamericana con sede en Carolina del Norte, su dueña, la señora Goldsmith nos atendió personalmente.

- Ja, ja, ja, ja lo dicho, eres muy joven, pero poco a poco aprenderás quien es quien en los negocios. Grupo Argo es una de las filiales más antiguas del corporativo Ardlay en asociación con la familia Goldsmith; Ar-go "Ardlay-Goldsmith"

- La rubia miró con incredulidad a William y abrió la boca para decir algo, pero solo pudo pronunciar: "con permiso" antes de alejarse rápidamente.

- Ohh Dios, creo que la ofendí, en verdad no era mi intención. Tal vez pensó que me burlé de ella – dijo la mujer un tanto preocupada.

- No se preocupe, cuando supe de su proyecto estaba a punto de regresar a casa con Christine, así que decidí, no llevarlo a cabo dentro del corporativo y se lo envíe a Finn, usted sabe… los Anderson tienen sede en Norteamérica – explicó el rubio y agregó ¿Si me permite? Veré si se encuentra bien.

- Claro muchacho, pasa.

William levantó la mirada entre la muchedumbre, alcanzó a ver a la rubia abandonar el lugar y se apresuró a ir detrás de ella. De camino, algunas personas trataban de hablar con él, pero el simplemente sonreía sin detenerse.

Candy, salió por la primera puerta que vio con los ojos llenos de lágrimas, de inmediato el aire frio se clavó en su piel desnuda como diminutas agujas, al no reconocer el lugar, supuso que había salido por la parte trasera del edificio, pero no estaba dispuesta a regresar en ninguna circunstancia… Todo el tiempo había creído que su éxito era resultado del arduo trabajo que ella y su equipo habían desarrollado, y ahora resultaba que habían sido manejados por la mano de William como marionetas a quienes controlaba con los hilos de sus influencias.

- ¡Candy!, ¡Candy! – escuchaba la voz del rubio llamarla a su espalda, pero en lugar de detenerse la joven trataba de acelerar el paso para alejarse de él. El hielo en el piso hacía el camino sumamente resbaladizo, sin contar que las zapatillas y el frio extremo que se apoderaba de su cuerpo no eran de ayuda.

La joven resbaló cayendo de espaldas, con los pies entumidos y todo el cuerpo temblando, la joven cerró los ojos, esperando sentir el golpe, pero en su lugar, sintió unos brazos fuertes y cálidos que la sostenían.

- ¡Candy! ¿Te encuentras bien? ¿te hiciste daño? - preguntaba el joven sinceramente preocupado, pero ella se apartó lo más rápido que pudo y golpeándole el pecho con los puños cerrados le reprochó con todo el aliento que le quedaba: ¡El que me ha hecho daño eres tú! No te conformaste con divertirte a costa mía, sino que controlas mi vida como si fuera tu marioneta.

- Estás equivocada, escúchame, por favor.

- No, necesito tus explicaciones, vete – contestaba la rubia mientras seguía golpeándolo repetidamente en el pecho, pero el rubio en lugar de obedecerla, la atraía más hacia él cobijándola entre sus brazos hasta que dejó de resistirse. Candy sollozaba y ocultaba el rostro, todo su cuerpo se estremecía mientras William trataba de reconfortarla dándole un sutil beso en la frente.

Después de un par de minutos, el joven se alejó un poco para quitarse el saco y ponérselo sobre su espalda desnuda, al fin la rubia levantó la mirada y él le dijo con la voz entrecortada: "No quería entrometerme, simplemente traté de ayudarte"

Ahí estaba el Albert que ella conocía, sin su gran influencia, ni títulos nobiliarios. El aura divina de William se había esfumado para mostrar a un hombre real, sensible y preocupado.

- Ven, tenemos que salir de aquí o te congelarás.

Candy intentó dar el paso, pero las piernas no le respondieron, tenía los pies completamente congelados. Albert tomó su celular y marcó un numero rápidamente, en cuanto le contestaron dijo: "¿podrías recogerme en la parte de atrás del salón?"

Unos minutos más tarde, un automóvil negro se detenía junto a ellos. El rubio la tomaba en brazos para acomodarla en el asiento trasero mientras Sam le abría la puerta. El chofer se sorprendió al ver quien acompañaba a su jefe, pero simplemente se limitó a conducir hasta la puerta del hotel donde el rubio volvió a tomar a la joven entre sus brazos y la condujo hasta el elevador.

Candy mantenía la cabeza baja, escondiendo la mirada entre el pecho del rubio y sus largos rizos, simplemente no podía mirar a Sam de la vergüenza. El chofer los acompaño hasta la puerta de la suite y una vez que esta se abrió, preguntó: "¿puedo ayudarle en algo más joven?"

- No. Muchas gracias Sam, disculpa la molestia.

En cuanto entraron, la joven pudo sentir el ambiente cálido del lugar. William depositó en moderno sofá en color blanco y luego fue a la barra donde sirvió una copa de Brandy y se la entrego diciéndole: "toma un poco, te hará sentir mejor"

Candy la tomó sin pronunciar palabra, el rubio se puso de pie, se soltó la corbata y se dobló las mangas de la camisa antes de dirigirse al cuarto de baño. Unos segundos más tarde, la rubia pudo escuchar el agua de la tina corriendo. Cuando regresó, Albert se inclinó a quitarle las zapatillas, ella reaccionó por instinto retirando los pies, pero él los volvió a tomar con gentileza diciendo: "el agua tibia te ayudará a entrar en calor"

Una vez descalza, la cargó nuevamente hasta el cuarto de baño donde la depositó en el piso, trenzó su larga cabellera y la desnudo deslizando con maestría la suave tela de su vestido. Al final, le ayudó a sentarse en la tina, enrollándole la trenza en una toalla para que no se le mojara.

- Estaré afuera por si me necesitas – le dijo antes de cerrar la puerta.

Mientras esperaba, el rubio se sirvió un trago tratando de controlar sus sentimientos. Al verla por primera vez sentada en la mitad de la tercera fila, el rubio decidió mantenerse alejado de ella; se había encadenado al trabajo hasta caer rendido para evitar la tentación de salir corriendo a buscarla y, en las ocasiones en que habían estado frente a frente, deliberadamente había actuado con altivez poniendo una barrera entre ellos. Él sabía que no había justificación para lo sucedido y que su relación no tenía futuro por lo que, en lugar de importunarla, había decidido apoyarla de la única manera posible, rodeándola de las personas correctas y alejándola de empresarios y políticos sin escrúpulos…Después de todo, ella tenía razón: desde las sombras él siempre movía los hilos para ayudarla y protegerla.

Diez minutos más tarde, la joven salió del cuarto de baño, enrollada en una toalla blanca y se sentó en el sofá donde había estado antes. Albert dio el último trago a su copa y caminó hasta sentarse junto a ella con semblante serio. Sin saber a ciencia cierta qué decir, el joven decidió abrir las puertas de su corazón y ser honesto...

- Candy, en verdad lamento lo que pasó, nunca fue mi intención hacerte daño, solo esperaba que las cosas sucedieran de otra manera. Sé que merezco tu rencor, pues cada una de tus lagrimas son el resultado de mis muchos errores, por lo que no aspiro a ninguna clase de gentileza. En cuanto a lo de Argo, sabía que no aceptarías nada que viniera de mí, por lo que le pedí a Nicole que se acercara a ti sin mencionar mi apellido, pero fuiste tu quien seleccionó el material y creo junto con ella el diseño. En verdad yo solo le pedí que te llamara.

Candy lo miró con sus enormes esmeraldas y extendió la mano para suavizar con la yema de sus dedos una pequeña arruga que se había formado en el ceño del rubio y luego la deslizó suavemente por su mejilla; el joven cerró los ojos para disfrutar de aquel toque divino que había ansiado tanto.

La joven se acercó y le dio un beso tan sutil que los labios apenas si se habían tocado, pero tan intimo que los cuerpos y las almas se estremecieron. El rubio trató por un momento de mantener la cordura, pero no había nada que hacer cuando la dueña de su alma regresaba para reclamar lo que le pertenecía, por lo que de inmediato la atrajo hacía él profundizando la caricia.

Incapaces de contener las llamas en su interior, los cuerpos de los rubios rápidamente se consumían en una la pasión, que se alimentaba en el fuego de un amor fuerte, estoico capaz de renunciar y de perdonar.

Albert tomó a Candy entre sus brazos y la llevó a la cama donde la toalla y la ropa cayeron entre besos y suspiros. La joven estaba completamente dominada por las caricias del rubio intensas y apasionadas y a la vez delicadas y amorosas. En medio de un mar de emociones, Albert se entregó en cuerpo y alma confesando sobre sus labios aquello que pensó que jamás le diría: "Te amo Candice White, eres mi amanecer y mi anochecer, no hay un solo día en que no piense en ti… daría lo que fuera por poder tenerte a mi lado." La rubia se estremeció y juntos cabalgaron hacia la gloria.

Al amanecer, Albert se despertó buscando la suavidad de su cuerpo, pero la rubia ya no estaba. En su lugar, había un sobre con su nombre descansando sobre la almohada. El joven se sentó recargándose en la cabecera y observó por un momento la hermosa caligrafía con que estaba escrito su nombre antes de girar el sobre para sacar su contenido: en el interior una hoja en blanco envolvía un cheque a su nombre por cinco millones de dólares.

Al mirarlo, el joven sintió que se le apagaba el alma, trató de respirar con calma mientras presionaba con sus dedos los lagrimales para no llorar, pero el dolor que sentía era tan intenso que no pudo evitar que las lágrimas brotaran.

Mientras tanto, la rubia también lloraba como Magdalena en su habitación…

- Candy, ¿preciosa estás ahí? – se escuchaba la voz de Josh mientras llamaban a la puerta.

La joven se levantó y abrió para regresar de inmediato a la cama…

- ¡Ayy amiga no sabes qué noche, Ronald es todo un sueño!… ¡Ohh por Dios! Mírate nada más como estás, ¿qué te pasó? – preguntaba el joven mientras se sentaba junto a ella para abrazarla, mientras ella lloraba sin parar.

El joven tomó el teléfono y pidió un té para los nervios y se quedó junto a ella hasta que los sollozos se convirtieron en suspiros y pudo contarle lo sucedido…

La noche anterior, mientras estaba en la tina de baño, Candy sintió que su corazón latía por William como la primera vez: sensual, magnifico como un semidiós, cariñoso, amoroso y protector, era simplemente el hombre perfecto… Si, el mismo que la había jugado con sus sentimientos dejándola tirada como una cualquiera, la ignoraba y se tomaba libertades con mujeres casadas.

En ese momento, un profundo resentimiento se apodero de ella y decidió pagarle con la misma moneda. Ya había decidido devolverle el dinero, pero aprovechó para seducirlo, haciéndolo que le entregase el corazón a cambio del cheque de los cinco millones que había llevado con ella desde el principio.

Le hubiera gustado decir que estaba satisfecha, pero la venganza le había salido muy cara, pues no solo Albert se había entregado, tambien su corazón traicionero había sucumbido ante él amándolo con intenso fervor y consumiéndose en medio de la más candente pasión. Sin duda, junto al cheque le había dejado también el alma, pero a pesar de ello se obligaría a vivir con dignidad, se lo debía a ella misma.

Los jóvenes pasaron la mañana, preparándose para regresar a Chicago en un ambiente sombrío, y cuando estaban listos, Josh comentó: "Preciosa, tal vez debamos esperar un poco"

- ¿por qué?

El joven señaló por la ventana y Candy observó la escultural figura de William enfundada en un elegante traje, abordar el mismo automóvil que los había recogido la noche anterior con Sam al volante. Su expresión era completamente relajada y serena, sin denotar el más mínimo sentimiento.

- Parece que no le corre sangre por las venas; tal vez es un vampiro como el de "Crepúsculo" – comentó Josh. Candy simplemente desvió la mirada y volvió a las maletas.

- Después de despedirse de los Anderson y agradecerles la hospitalidad, los jóvenes estaban a punto de abordar el taxi que los llevaría al aeropuerto, cuando Clara los alcanzó.

- Licenciada White, espere; alguien dejó esto para usted – decía la joven extendiéndole un sobre en blanco.

- Gracias Clara – lo tomó la rubia sonriendo y le dio un cálido abrazo de despedida.

- Una vez en el taxi, la joven abrió el sobre y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control pues en el interior encontró el cheque hecho pedazos…

Mientras tanto, William tomaba el celular y marcaba el número del investigador en Chicago...

- Señor Ardlay buenos días

- Buenos días detective, llamo para agradecerle su excelente servicio e informarle que no necesitaré más el reporte mensual. Sé que es un poco precipitado, por lo que acabo de enviarle una gratificación, espero que sea suficiente para cubrir cualquier inconveniente.

- Desde luego, señor Ardlay, ha sido usted más que generoso, ya sabe que estamos a sus órdenes para lo que se le ofrezca.

- Muchas gracias – dijo el rubio antes de colgar. Luego marcó directamente a su casa…

- Buenas tardes, Susan, ¿podría comunicarme por favor con Christine?

- Si señor permítame un momento.

- Hola Will ¿Cómo va todo?

- Bien, voy de camino al aeropuerto.

- ¿A qué hora llegas?

- Precisamente por eso te llamo, han sido unos días muy pesados y estoy un poco cansado, por lo que tomaré unos días antes de regresar a casa.

- ¿A dónde irás?

- Todavía no lo sé.

- ¿Irán Sam y George contigo?

- No, iré solo. Te llamaré en cuanto esté instalado.

- Esta bien, no tardes Fred y yo te extrañamos muchísimo.

- Yo también, dale un beso al niño.

Albert tomó una semana en la cabaña de Lakewood, para reacomodar sus sentimientos y después regresó a Edimburgo a seguir cumpliendo con sus obligaciones. Por su parte, Candy volvió a Chicago, con una carga enorme de trabajo que le ayudaba a mantenerse ocupada. Los días pasaron y los rubios sobrevivían, conscientes de que jamás volverían a amar a nadie de la misma forma.

Un año después…

- Licenciada White, la señora Steward ha llegado – anunció Kerry

- Bueno, aquí vamos deséame suerte – dijo la rubia mirando a Tom quien contestó: "Suerte, espero que todo salga como planeas, es una inversión muy importante"

- Gracias Tom – contestó Candy alisando su traje sastre para dirigirse a la sala de juntas.

Al llegar la rubia saludó a una mujer hermosa de piel blanca con tintes rosados, larga cabellera negra y ojos azul zafiro.

- Señora Steward mucho gusto, por favor tome asiento – dijo Candy estrechándole la mano

- El gusto es mío, Licenciada White he escuchado hablar mucho de usted.

- Muchas gracias, agradezco que nos haya considerado para llevar a cabo su proyecto. Espero que la información que le hemos hecho llegar, haya sido adecuada.

- No se preocupe, su compañía es muy reconocida a nivel internacional. A decir verdad, me interesaba conocerla a usted en persona. Tal vez usted no esté al tanto, pero hemos ya hemos sido socias anteriormente.

- Me temo que no comprendo – contestó la rubia un tanto extrañada.

- Permítame explicarme: al parecer hace un tiempo compartimos a mi esposo: William Ardlay.

Continuará…

Muchisimas gracias por leer un capitulo más de esta historia que esta a punto de llegar a su final.

Que tengan un excelente inicio de semana.

Con cariño.

Laura Ardlay.