Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...
Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy
Nota de la autora: ¡Buenas! Acá con un nuevo capítulo, que está un poquitín largo...
¡Espero lo disfruten!
Capítulo 24: Noches nevadas
Siempre que nevaba mamá me leía un libro en voz alta, ambos nos sentábamos junto al fuego y bebíamos chocolate caliente. El invierno era mi época favorita, pero cuando la primavera no llegó luego de la muerte de mamá, comencé a odiar el frío y la nieve.
—Vengo a despedirme, Scorpius.
El auror Lupin entró a la biblioteca y echó un vistazo alrededor. El día anterior había llegado la familia Zabini con su invitado y la mansión se había vuelto bulliciosa. Parecía que todos tenían curiosidad por el estudiante de intercambio, por lo que apenas lo habían dejado respirar. Mi madrina, por ejemplo, parecía estar radiante ante el hecho de que su hijo tenía un amigo, buscaba complacer al pobre Gryffindor, lo que parecía abrumar al chico y molestar a Juno. Yo también quería poder charlar con él, pero no encontraba el modo de integrarme, así que había terminado por refugiarme entre los libros.
—¿Te vas? —cuestioné.
—Sí, tenemos que ir a ayudar a La Madriguera con Victoire. Ya debe estar toda la familia, pero siempre necesitan una mano extra.
El joven se sentó a mi lado y agarró el libro más cercano. Lo abrió y comenzó a hojearlo de forma distraída.
—Supongo que no nos veremos hasta el verano, ¿no?
—Vendré para Año Nuevo, mi abuela me mataría si no pasara más tiempo con ella —él sonrió, sin mirarme.
—¿Lupin?
—Te he dicho que me digas Teddy, somos familia —se quejó, todavía con la vista en las páginas amarillentas.
—Sí, lo sé, lo siento —me rasqué la mejilla y miré la alfombra—. Teddy… ¿pasa algo? No quiero echarte, pero me estás poniendo nervioso.
El auror suspiró, metió la mano en su bolsillo y sacó una llave antigua amarrada a un fino cordel. Observó el objeto unos segundos antes de levantar la vista, casi de inmediato extendió el objeto hacia mí y yo lo tomé con cuidado.
—¿Para qué es?
—Es un traslador de emergencia. Sin importar dónde estés, te llevará al cottage y me dará un aviso —comenzó a explicar, viendo hacia el frente—. No sé qué tratos tienes con James y no quiero meterme, pero el otro día leí la carta que te envió y, por lo que veo, te afectó y te puso mal.
Me quedé callado, intentando recordar qué decía la nota, si había información delicada que podría llevar a Lupin a buscar la verdad o, peor, dar con ella.
—Ya sabes que Albus y James tienen una relación complicada. Si Al se entera que te mandas cartas con su hermano, estoy seguro que se enojará… —siguió, deteniendo su discurso para mirarme con una ceja alzada—. ¿Ustedes dos no se están vengando de James?
—Albus no sabe que hablo con Potter. Te agradecería que tampoco le dijeras —hablé lentamente, aún sin averiguar el punto al cual quería llegar el auror.
—Entonces has hablado con James sin que nadie sepa… —Lupin suspiró—. Scorpius, ¿confías en él? Sin importar tu respuesta te prometo que no le diré nada a Draco o a Al, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo.
—¿Potter quiere hacerme algo? —ladeé la cabeza, confundido.
—¡No! —hizo una mueca—. Bueno, no lo sé. No sabía que hablabas con él, no puedo decirte qué piensa. Por eso es importante, ¿tú confías en James?
Jugueteé con la llave y la guardé en el bolsillo del pantalón. Fue entonces que recordé que el auror y su prometida eran los únicos, aparte de mí, que sabían que a Potter también le gustaban los chicos. Tragué saliva y me preparé para soltar una mentira.
—Sé su secreto… —señalé mi propia muñeca—. Lo que hizo y por qué.
Lupin se mantuvo en silencio unos segundos, respiró hondo y se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en sus muslos. Se veía bastante derrotado.
—¿Lo viste hacer algo?
—Lo vi dar un beso, y él sabe que lo vi.
Mentir me hacía sentir enfermo. Es decir, era cierto que lo había visto besar a un chico y que Potter sabía que lo había visto, pero eso había ocurrido en la fiesta muggle a la que me obligó ir en verano. El contexto era completamente diferente al que yo pintaba con mis palabras.
—Y te contó todo… —me volvió a mirar.
Su cabello se había apagado hasta volverse castaño y sus ojos habían adquirido ese color ámbar que de vez en cuando tenía cuando se preocupaba. Empecé a sentirme culpable por no decir la verdad, pero había algo que me detenía a confesarle mi propio secreto. Desvié la mirada y me encogí un poco en mí mismo.
—Quería explicarme lo que significaba que alguien lo considerara enfermo o incorrecto —esperaba que Potter siguiera con esa historia si es que el auror le llegaba a comentar algo—. No le he dicho a nadie ni pienso hacerlo. A ti te digo porque Potter me dijo que tú lo salvaste…
Lupin asintió y se quedó mirando uno de los estantes. Parecía estar procesando la información.
—Bien, entiendo por qué James quiere hablar contigo y por qué se mandan cartas… No me meteré —se levantó y me desordenó el cabello—. Quisiera poder ayudar si ocurre algo como con el giratiempos, o si empiezas a sentirte mal. Usa el traslado cuando lo necesites, ¿vale?
No prometí nada, pero tampoco devolví el regalo. De verdad esperaba que Potter fuera lo suficientemente listo para comprender que le había mentido a Lupin, y que se inventara algo a partir de ello.
La cena de Nochebuena no fue tan incómoda como pensé que sería. Mi madrina seguía maravillada con el chico del tren, así que no me prestó atención. Helios estaba de buen humor por tener a su amigo, por lo que estaba siendo bastante agradable. Y Juno se mantenía en completo silencio, negándose a hablar con Bolaño o conmigo, lo que también era un plus. Cuando llegamos a los postres todos los adultos estaban algo bebidos y contaban historias de su juventud o se ponían a cantar villancicos.
Zabini me invitó a beber con ellos a escondidas. Juno se había robado una botella de hidromiel y Bolaño había contrabandeado un vino. Había muchas cosas que podían salir mal, pero no quería verme como un cobarde, así que acepté ir. Me retiré a mi dormitorio luego de que ellos se fueran. La tía Andromeda me dio un fuerte abrazo, pero por lo demás, logré irme sin muchos problemas. Nos íbamos a juntar en un rato en el dormitorio que Helios tenía designado, así que mientras traté de matar el tiempo haciendo otras cosas, pero fallé totalmente. Apenas pasó un tiempo prudente, salí de mi cuarto y fui a encontrarme con los otros chicos, sin embargo, al llegar allí, me quedé frente a la puerta, inseguro de entrar.
—¿Vienes, Scorpius?
Gabriel apareció por mi derecha, me sonrió y luego abrió la puerta. Helios y Juno ya estaban allí, tirados en la butaca y el sofá, respectivamente. Parecía que ya habían empezado a beber y se habían dedicado a revisar las cartas del juego que yo le había conseguido a Zabini bajo chantaje.
—Ya era hora —se quejó Helios—. Nosotros ya empezamos.
—Eso veo —Bolaño se fue a sentar sobre la alfombra.
Yo me quedé de pie, sin saber dónde ponerme. Juno estaba recostada en el sofá, con la botella en una mano y una de las cartas en la otra, no iba a sentarme a su lado, así que lo descarté. Helios, por otra parte, no mostró señales de querer moverse de la butaca en la que estaba para unirse a su amigo, tampoco podía ocupar ese sitio. Cuando el chico del tren me hizo una seña, me resigné a acomodarme a su lado, totalmente tenso. El Gryffindor sacó una botella de debajo de su sudadera, la abrió, bebió un sorbo y me la pasó. Ni siquiera dudé en darle un trago, el vino muggle no sabía tan mal.
Al parecer, había una tensión entre Bolaño y Juno que iba más allá del simple desprecio de ella. Helios trataba de calmar los ánimos hablando de diversos temas, pero de vez en cuando se tiraban pullas e indirectas hirientes. Luego de un rato Zabini encontró algo lo suficientemente interesante como para que ninguno de los dos siguiera con su discusión. Había vuelto a tomar las cartas y cada vez que leía una, empezaban a debatir sobre qué diría tal persona o qué otras preferirían hacer el reto. Yo me levanté para abrir una ventana y fumar, intentando calmar mi ansiedad y bajar un poco la borrachera. Mientras, Juno y Helios parecían beber como si tomaran agua.
—No puedo creer que Potter león tenga tanta resistencia al alcohol. Ni siquiera me importa qué, pero quiero que cumpla un reto o responda algo —Helios murmuró, medio recostándose en la butaca.
—¿A quién le importa lo que hagan? —Juno preguntó, riendo.
La chica se había sacado los zapatos y parecía más alegre que nunca. Se había acomodado en el sofá como si quisiera fundirse con él, solo se movía para estirar el brazo y agarrar la botella que le fueran a pasar. El vino ya se había acabado y quedaba la mitad del hidromiel.
—Creo que es lo más sensato el tomar —mencionó el chico del tren, jugueteando con las cartas—. Más de alguien querrá venganza después de sus bromas. Si yo fuera él, también bebería.
—¿Tú no sabes ningún sucio secreto de él? O de cualquier Weasley, parecen tan perfectos que deben tener varios trapos sucios —Helios sonrió con malicia.
Observé a Juno, había dejado de reír y se había puesto seria. Miraba con ansias a Bolaño, atenta a lo que fuera a decir. Recordé la fiesta de Halloween y la escena que había visto en los dormitorios, quizás aquello había sido cierto y no una extraña alucinación producto de mi imaginación.
—No sé nada y si supiera, no te diría —cortó el chico del tren.
—¿No somos amigos?
—Sí, pero te conozco, lo usarías en su contra —Bolaño negó y se me acercó para quitarme el tabaco—. Tú y tu hermana son como Regina George y Gretchen, y yo no voy a ser la Cady del grupo. A mí me queda más Damian, chismoso, pero no mala persona.
—¡Hey! ¡No soy una mala persona!
Juno parecía haberse contentado con aquella respuesta y se había vuelto a acomodar. Helios le había quitado la botella y había murmurado algo de que los Gryffindor eran unos mojigatos. Decidí ignorar a los hermanos y me concentré en el chico del tren.
—¿Quiénes son esas personas? —pregunté.
Mientras el chico del tren intentaba contarme la historia de unas chicas en una escuela, yo recuperé el cigarrillo y seguí fumando. El viento frío me mantenía lo suficientemente sobrio como para darme cuenta que estaba borracho. De la nada Helios se movió para vomitar en el suelo. Observé con asco la escena, pero me quedé en la misma posición. El Gryffindor, en cambio, actuó con rapidez y se acercó a ver el estado de Zabini. Cuando noté que trataba de tomarlo en brazos recordé que también podía ayudar y apenas mi cerebro procesó aquello, fui hasta ellos. Entre los dos cargamos con el Slytherin hasta la cama, Bolaño me indicó que lo desvistiera, a lo cual obedecí casi enseguida. El estudiante de intercambio parecía tener intenciones de limpiar, pero al final solo escondió el vómito tirando varias toallas encima.
—Juno está muertísima —comentó.
—Yo veo a Juno.
Tomé una de las mantas extras y uno de los almohadones para hacer una improvisada cama en el sofá. La chica apenas reaccionó cuando la moví y la cubrí. Luego de dudar un segundo, le quité los pendientes y los dejé sobre la mesita ratonera. Parecía que iba a estar bien mientras la dejáramos descansar.
—¿Tú cómo estás? —preguntó Bolaño.
Estaba cerca de la cama, asegurándose de que Helios no se fuera a vomitar encima.
—Bien… ¿y tú?
—Bien. No soy tan irresponsable como ellos.
El Gryffindor comenzó a pasearse por el dormitorio para limpiar todos los rastros, agarrando las botellas vacías. Yo cerré la ventana y guardé los cigarrillos y el encendedor en mi bolsillo. Mañana Helios tendría que explicar el vómito, por lo demás, no había pruebas de lo que habíamos hecho.
—¿Quieres irte a dormir o seguir hablando? Claro que tendríamos que buscar otro sitio y dejarlos dormir.
—Hay un sitio perfecto —respondí con demasiada energía, no quería dar por finalizada la velada—. Dame las botellas, las dejaré en mi dormitorio. ¡Tú ve a buscar abrigo! ¡Vamos a salir!
—Pero está nevando…
—Vamos al invernadero —expliqué, sonriendo emocionado—. No hay nieve, pero sigue siendo más helado que dentro de la mansión.
Él asintió y ambos salimos del cuarto de invitados. Nos separamos para que cada quien fuera a su dormitorio, acordando que yo volvería por él. Me costó un poco caminar en línea recta y varias veces tuve que sujetarme de las paredes de los pasillos, riendo por lo bajo. Estaba en ese punto etílico donde todo me hacía feliz y que creía que podía hacer todo lo que me propusiera. Luego de esconder las botellas en el armario y tomar un abrigo, me apresuré a volver con Bolaño. Mientras salíamos no parábamos de reír, a veces el chico del tren me pedía que hiciera silencio, pero de todas formas también se reía. De algún modo logramos salir y nos apresuramos a ir al invernadero. El frío me había devuelto algo de mis sentidos, pero no fue suficiente como para darme cuenta que no era buena idea salir en medio de una nevada. La temperatura de inmediato subió cuando entramos al invernadero y cerré la puerta.
—¿Este es tu invernadero? —Bolaño se detuvo y admiró todo—. Es genial… No sé mucho de plantas, pero es increíble.
Sonreí orgulloso y le agarré de la muñeca para hacerlo caminar. El chico se soltó del agarre y en su lugar entrelazó nuestros dedos, parecía un gesto inconsciente, porque aún estaba mirando todo a su alrededor, pero yo no podía dejar de pensar en nuestras manos tocándose. La luz que había apenas nos dejaba ver el camino y las siluetas, pero era suficiente para poder andar.
—Es como si el invierno no llegara —susurró para luego mirarme— ¿Te gustan las plantas?
—A mi madre le gustaban, a mí no tanto… Pero es un buen sitio para leer.
Al fin llegamos al centro del invernadero. Lo solté para sentarme en la banca de piedra y mirar a mi alrededor. El chico del tren se mantuvo de pie unos segundos más antes de sentarse lentamente, parecía muy impresionado con el lugar. Al mirar hacia arriba pude notar que la nieve se había acumulado hasta volverse una pequeña capa que cubría el techo de cristal. Mi mente iba tan rápido y tan lento que apenas lograba atrapar algún pensamiento.
—Le gustas mucho a mi madrina —me reí por lo bajo—. Nunca pensé que a ella le gustaría alguien de Gryffindor, siempre ha despreciado a las personas que vienen de esa casa.
—Me he dado cuenta de que las casas no deberían mezclarse —el chico suspiró—. No sabes la cantidad de problemas en los que me he metido por eso, a nadie le gusta que sea amigo de Helios.
Ladeé la cabeza para mirarlo, apenas lo logré en la penumbra.
—¿Cómo lo haces? —susurré.
—¿Qué cosa?
—¿Cómo haces para que no te importe lo que los demás piensen de ti?
—Creo que ya tuvimos esta conversación —él rió y al fin se volteó a verme—. Me importa, por ejemplo, me importa lo que tú piensas de mí.
Me mordí el labio inferior y me giré para poder hacerle frente con todo el cuerpo. Logré darme cuenta que estaba sonriendo, aunque el resto de detalles desaparecían.
—No te importa que se molesten contigo o vean como algo malo el que te juntes con Helios… No tienes amigos en tu casa y no te importa.
—Me importa mucho. Es frustrante y a veces pienso que sería mejor volver, pero soy demasiado terco y orgulloso, no quiero mostrar que me ganaron —se dejó caer hacia atrás, apoyando la espalda al respaldo—. Helios es el primer amigo que hice aquí, continuó con nuestra incluso cuando fui sorteado a Gryffindor y cuando se enteró de mi familia… No es que no me importe lo que piensen los demás, es que le doy más importancia a la opinión de algunas personas.
—Yo no podría hacer eso… No sé cómo…
—Estás equivocado, tú lo haces al ser amigo de Albus Potter. ¿Nunca pensaste que si no fuera tu mejor amigo tal vez todos en Slytherin te querrían? Eres valiente, Scorpius, no te menosprecies.
Quise negarlo, pero en aquel mundo donde Voldemort había ganado, el Scorpius malvado era el chico más popular. Sabía que de no haberme juntado con Albus, habría tenido que conseguir otros amigos y, eventualmente, me habría integrado. Probablemente Helios no habría sido tan frío y me habría unido al equipo de quidditch en segundo.
—¿Scorpius?
—¿Uhm…?
Bolaño suspiró y se acomodó en la banca para poder mirarme.
—¿Por qué quieres ser valiente? —preguntó suavemente.
Lo miré confundido.
—Creo que hay algo que quieres hacer o decir, pero no puedes —explicó—. Y el no poder te ha llevado a creer que te dejas llevar por la corriente.
—No es cier…
—Hagamos otra cosa —interrumpió—. Todas las personas se sienten presionadas por las expectativas, la valentía no está en no tener miedo, la valentía es enfrentar ese miedo. Intenta decírmelo.
Lo primero que pensé fue en negar el hecho de que había algo que temía hacer, pero sentí algo atrapado en mi garganta y no pude hablar. El chico del tren me esperaba pacientemente y recordé el encuentro en el vagón, en la tutoría, en el lago mientras esperábamos a Lily y en la fiesta. Él era lo que yo quería ser. A Potter y a Helios le envidiaba sus circunstancias, pero no quería ser como ellos; el estudiante de intercambio tenía rumores a su alrededor y una historia triste, y aún así disfrutaba de la vida y actuaba despreocupado, como si todas las cosas malas no pudiesen manchar su vida.
—No quiero que los demás sepan —susurré—. No quiero que Helios lo sepa.
—Te juro que no voy a decirle nada a nadie. Nunca me atrevería a traicionar tu confianza.
Cerré los ojos cuando sentí que podría ponerme a llorar. Me sentía sobrepasado y no estaba muy seguro de lo que quería decir.
—¿Scorpius?
Lo miré y me acerqué lentamente, apoyando una de mis manos en su hombro. Cerré mis ojos, nervioso por lo que podía encontrar en su expresión, y presioné mis labios contra los suyos. Estaban fríos y agrietados, y cuando nuestras narices chocaron sentí el arete de la nariz congelado. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo, todo era lento, frío y húmedo. Me costó asimilar que la humedad era por las lágrimas que yo estaba derramando.
—¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? —susurró el chico del tren, preocupado.
Al separarnos fui consciente de lo que había hecho. De pronto el invernadero se sintió demasiado frío y el pecho me empezó a doler. Siguiendo el instinto me levanté y salí corriendo. Bolaño había tratado de seguirme, pero había reaccionado demasiado tarde. Llegué a mi habitación con el corazón acelerado y la respiración agitada, en cuanto cerré la puerta no pude aguantar más los sollozos. Me hice un ovillo en el suelo, incapaz de llegar a mi cama, sintiendo que todo el mundo se derrumbaba a mi alrededor. Estuve llorando tanto y por tanto rato que terminé vomitando y me dio fiebre, al día siguiente no bajé a abrir los regalos ni a desayunar. Mi padre pensó que me había resfriado y me dejó descansar. Cuando bajé a cenar, los Zabini y el chico del tren ya se habían ido, y mi padre parecía no haberse enterado de nada de lo ocurrido.
Le escribí una carta a Potter apenas terminé de comer, diciéndole que iría a Grimmauld Place esa misma noche y que lo esperaría allí. Estaba siendo irracional y demandante, pero era la única solución que se me había ocurrido. Potter era un idiota egocéntrico, pero siempre le encontraba la solución a todo, o algo parecido a una solución. Me coloqué la sudadera roja que me había dado Potter y que había mantenido en el fondo del armario y esperé a que dieran las doce para escabullirme al despacho de mi padre y poder viajar por la red flu.
Lo primero que vi al salir de la chimenea fueron unas luces moviéndose, creando diversas formas. Estas se detuvieron al mismo tiempo que noté que un bulto parecía crecer desde el suelo. Estaba demasiado oscuro y la iluminación de las luces era extraña, pero pude distinguir que era Potter levantándose desde la alfombra.
—¡Merlín! ¿Qué pasó? —preguntó, acercándose rápido a mí.
Abrí la boca para empezar a explicar, desde mi mentira a Lupin hasta el beso en el invernadero, pero el nudo en mi garganta me lo impidió. Las lágrimas volvieron a salir y sentí que no podía controlar el temblor de mi cuerpo. Potter pareció dudar un poco antes de abrazarme, yo me aferré a él con fuerza. Me susurró que aguantara la respiración y casi de inmediato nos hizo aparecernos. Intentó que lo soltara, pero yo me agarré con más fuerza y negué, así que se rindió. Sentí que caímos en una cama y luego a Potter removerse para que nos acomodáramos. Al final quedamos de costado y yo me acurruqué contra él. Potter me acarició la cabeza y la espalda, en completo silencio.
—¿Te sientes mejor?
Mi llanto había cesado, me dolía la cabeza y los ojos me escocían. Potter me pasó unos pañuelos de papel y yo me limpié el rostro.
—Lo siento… —susurré.
—¿Qué pasó?
Pensé que me pondría a llorar de nuevo, pero ya no tenía más lágrimas. Me limpié los ojos con las mangas de la sudadera y me encogí dentro de la prenda. Potter estaba quieto y en silencio, dándome espacio para que me repusiera. Me senté lentamente y miré a mi alrededor, era la habitación del Gryffindor, las cortinas estaban descorridas y podía ver por la ventana la nieve caer. Las luces de colores de antes se movían por el techo, aunque todas se habían vuelto de un color azul.
—¿Me trajiste a tu casa? —mi voz sonó extraña.
—Grimmauld Place no es un lugar para estar, es más cómodo aquí. Pero no te preocupes, no hay nadie más en casa, todos están en la Madriguera —Potter se sentó también y agitó la varita, las luces empezaron a tomar otras tonalidades.
—¿Cómo te escapaste de tu familia?
—Hay tanta gente en estas fechas que es fácil desaparecer. Cuando recibí tu lechuza pensé que algo había ocurrido, así que fui a Grimmauld Place.
—Pero te mandé la lechuza después de las 8 y llegué después de las 12. ¿Estuviste todo ese tiempo allí?
Potter encogió los hombros e hizo un complicado movimiento con la varita. Las luces se unieron y empezaron a moverse rápidamente hasta transformarse en un dragón que me rodeó y luego subió hasta el techo donde se dispersó. Observé las pequeñas luces, maravillado. Sabía que habían hechizos que al adecuarlos permitían hacer ese tipo de cosas, a mi madre le encantaba jugar con ellos y enseñármelos cuando era pequeño.
—Sin tantas distracciones logré hacer el dragón, aunque dura menos de un minuto —mencionó—. No es complicado, pero hay que tener precisión y concentración.
—Gracias por esperar por mí…
Él me miró. Sabía que estaba buscando los motivos para que lo buscara de forma tan apresurada y los que me habían hecho llorar. Encogí las piernas y las abracé, notando que todavía tenía los zapatos puestos. Ignoré el hecho y me concentré en susurrarle lo que le había dicho a Lupin, la borrachera con los Zabini y el chico del tren, y, finalmente, le conté lo que había hecho en el invernadero. Me escuchó sin interrumpir y solo cuando terminé de hablar me ofreció una barra de chocolate.
—Sobre lo de Teddy no te preocupes, quizás me amenace para que no trate de hacerte algo, pero no le dirá a nadie —Potter también empezó a mordisquear un trozo de chocolate—. Y sobre lo del beso… Desde mi punto de vista, él nunca lo usaría para burlarse de ti, es bastante íntegro, aunque sea amigo de Zabini. Y no creo que le haya molestado, todo lo contrario.
—¿Lo contrario?
—Sí, creo que él también quería besarte, pero tenía miedo de asustarte… Tal vez ahora esté pensando lo mismo que tú, que lo odias o que vas a contarle a alguien más.
—Pero a él le gustan las chicas.
Potter soltó una carcajada escandalosa, casi de inmediato se cubrió la boca con ambas manos y susurró una disculpa. Carraspeó y respiró hondo antes de hablar.
—¿Recuerdas que te hablé del gaydar? Eso de darte cuenta que otras personas también son homosexuales, gays y esas cosas —asentí—. El tuyo es una total mierda. Puedo entender que no te des cuenta que le gustas, pero decir que le gustan las chicas…
—¿Qué quieres decir? —me sorbí la nariz.
—Ay, siento pena por Gabriel —Potter me sonrió y me entregó la caja con pañuelos—. Él es gay, totalmente gay, y le gustas mucho. Más de una vez he tenido que detener una pelea entre él y Fred porque te defendió. A Lily le cae bien por lo mismo, ella también está medio enamorada de ti… Pero eso es otra cosa, le agrada porque es un Gryffindor que no dice nada malo de ti.
—Mientes…
Potter rió, me rodeó con un brazo y me hizo caer en la cama.
—¿Por qué no hablas con él? Te prometo que si las cosas van mal, te ayudaré.
—¿Te crees celestina?
—No realmente, solo no quiero verte llorar y creo que te conozco lo suficiente como para decir que no vas a estar tranquilo hasta resolver las cosas.
Rodeé lo suficiente para volver a acurrucarme contra Potter. Nunca había sido una persona de contacto físico, pero me sentía reconfortado solo con sentir su calor corporal y aroma.
—Sobre tu carta… ¿de qué querías hablar? —pregunté luego de unos segundos.
—Ya no tiene importancia. No quería que las cosas se pusieran raras entre nosotros, pero ya veo que no será así —Potter me apartó—. Deberíamos dormir y para eso hay que quitarnos los zapatos.
—¿Está bien que me quede?
El Gryffindor se había quitado las zapatillas y las había tirado a un lado, después, sin preguntarme, me quitó los zapatos. Mientras hacía aquello respondió.
—Está bien si te vas temprano, creo que sería un desastre si tu padre descubre que te has escapado
—Gracias… por todo.
—No las des. Te dije que te mostraría que no es algo malo, Scorpius Malfoy.
—¿Pero y si es como tú?
Me observó confundido a mi pregunta, deteniendo sus movimientos. Respiré hondo y traté de usar las palabras de forma que no sonara ofensivo.
—Dijiste que te gustaba alguien, pero no le dirías nada incluso si supieras que también le gustas. ¿Y si es igual con él? Si decide alejarse, no quiero que eso pase.
Potter suspiró, movió la varita y las luces se extinguieron. Sentí como se recostaba a mi lado y nos cubría con las mantas de su cama. Por un momento pensé que no respondería.
—No te preocupes por eso. Él es mucho más valiente que yo, no se va a alejar por algo como eso.
—¿Potter? —de repente se había ocurrido algo que me puso incómodo—. ¿La persona que te gusta es él?
—No, no, no te preocupes —escuché su risa, aunque sonaba algo extraña, no podía asegurarlo con la poca luz—. Solo no te agobies, ¿sí?
Volví a apegarme a él y asentí. Estaba tan preocupado por mis problemas que no pensé que Potter también tendría los suyos. A veces me pregunto si las cosas serían diferentes sí él hubiese sido honesto, pero estoy seguro que ese no era el punto de inflexión. Nuestra relación cambió esa noche, nunca había llorado ni me había abierto tanto con otra persona. No lo pensé en ese entonces, pero comenzaba a necesitar a Potter tanto como necesitaba a Albus. Y ese fue el problema.
Muchas gracias por leer :)
Nos vemos en el próximo capítulo: Fiesta de fin de año
