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Enero 13, 2022

3:34 am

Bruce había tenido una noche de patrulla relativamente tranquila en comparación sus problemas cósmicos inter-temporales actuales. Solo tenía que hacer el informe de su patrulla, nada demasiado importante, pero necesario para que pueda descansar el resto de la madrugada.

Estacionó el auto en su plataforma, cuando se bajó, casi se va para atrás cuando vio una figura familiar sentada en su silla frente a la computadora. Frunció el ceño y se acercó con pasos firmes hacia él.

—Damian, ¿qué te dije acerca de entrar a la cueva cuando estas castigado?

La figura en la silla se giró y Bruce se detuvo de golpe. El niño frente a él reprimió una carcajada.

—Lo siento, creo que me confundiste, pero es bueno saber que vas a regañar a alguien más aparte de mi en el futuro, para variar —Robin sonrió viendo al hombre encapotado. No pudo evitar notar que era un traje diferente del que usaba en su época.

Batman abrió la boca, pero sin emitir sonido alguno; mostrándose como muy pocas personas podían verlo: sorprendido.

—¿Cómo entraste aquí? —terminó preguntando. Era la primera vez que miraba al muchacho desde que llegaron a esa época, de repente entendía las reacciones de ternura y curiosidad que habían tenido sus otros protegidos. Incluso Alfred.

¿En qué momento, ese niño frente a él había crecido para convertirse en el hombre que conocía y veía todos los días?

—Me costó un poco encontrar el lector de huellas, pero lo hice —Robin se encogió de hombros —. ¿Ese es un nuevo traje? Supongo que los pantaloncillos por fuera ya no están de moda aquí. Además, se ve más pesado.

Batman se bajó la capucha terminando de acercarse a él.

—¿Qué estabas haciendo? —señaló la computadora, ignorando el comentario sobre su uniforme.

—No vi nada —Robin le dijo la verdad —. Solo no podía dormir. Sabes que siempre vengo aquí cuando no puedo dormir.

Bruce asintió, lo recordaba muy bien.

—Hace mucho dejaste de hacerlo.

—Sí, Alfred me dijo que ya no vivo aquí —sonrió rascándose el cuello —. Supongo que viene con la cosa de ser un adulto independiente y todo eso.

—Te quejas de ser un adulto, todos los días —Bruce ladeó una sonrisa divertida.

—¿Sí? —rio con cierta ironía —. No me sorprende, desde que llegué aquí, se me han quitado un poco las ganas de crecer.

La sonrisa de Bruce desapareció y estudió mejor la expresión en el rostro del muchacho. Dick siempre era abierto con él, muy pocas veces ha logrado engañarlo respecto a sus verdaderos sentimientos, solo cuando de verdad lo quería fuera de sus asuntos.

La mirada del joven Dick Grayson era brillante, aunque un poco opacada por la preocupación de estar en un lugar con un contexto desconocido para él. Bruce se acercó a la computadora, acortando la distancia entre él y Robin.

—Lo que sabes de tu futuro no es la historia completa —Bruce empezó a escribir su informe mientras hablaba —. También han pasado cosas buenas en estos diez años.

Robin lo siguió con la mirada, girándose con la silla hacia él.

—Me imagino, pero parece que las cosas malas nos van a marcar tanto que aún no logramos olvidarlas.

—La vida no es fácil.

—Lo sé. Y tú sabes que lo sé. Conoces mi historia mejor que nadie.

Bruce dejó de escribir, dejando que el ruido ocasional de algunos murciélagos en la oscuridad llenara el silencio. Sus ojos se fijaron en la pantalla por varios segundos, apretó la mandíbula antes de girarse hacia la versión más joven de su hijo mayor.

—Te vas a ver obligado a tomar decisiones difíciles, a hacerte responsable de cosas que no fueron tu culpa, pero esas cosas aparentemente malas no te definen. No los define a ninguno de ustedes.

Robin soltó un suspiro restregando sus ojos rojos y cansados por el sueño.

—No sé si quiero tener una conversación profunda tan temprano, B.

Bruce sonrió ante la actitud despreocupada del adolescente. —Solo tómalo en cuenta la próxima vez que te enteres de algo que según tú nunca harías —regresó a escribir.

—No vas a cambiar nada, ¿sabes? —Robin le dijo después de varios segundos en un cómodo silencio —. Pasaron diez años y luces idéntico al Bruce de mi época.

—Gracias, creo. —Bruce ladeó una pequeña sonrisa sin dejar de ver la pantalla —. Aunque Jason dice que estoy viejo.

El chico dejó de escapar una carcajada sincera al imaginarse al hombre arisco y aparentemente amargado que conoció; diciéndole "viejo" a Batman.

Bruce detuvo su escritura abruptamente al escuchar la risa jovial y despreocupada del adolescente. ¿Hace cuánto no escuchaba esa risa así de relajada y contagiosa?

Robin dejó de reír al ver la figura estática de su mentor futurístico. —¿Estás bien? Parece que acabas de ver un fantasma —bromeó.

—No pasa nada —contestó apagando la pantalla. Su mente no estaba enfocada en el informe —. Deberíamos ir a descansar.

—¿Batman tiene sueño? —Robin lo molestó mientras lo seguía al camerino.

—No, pero Bruce Wayne está muerto del cansancio.

Robin sonrió por la broma familiar entre ellos. Dos segundos después, sus ojos se desviaron hacia un espacio nuevo en la cueva. Y él supo que era nuevo porque en su época no existía tal cosa.

Bruce se detuvo cuando no lo sintió avanzar a su lado. Se giró y entendió de inmediato porqué se había detenido.

Robin se detuvo frente a una vitrina. Su reflejo complementaba casi a la perfección el traje rojo y negro detrás de la capsula. Puso su mano en el vidrio templado, como si lo que estaba viendo fuera irreal. No se imaginaba colgando su uniforme y, aunque ya sabía acerca de su cambio de seudónimo, el ver el que aún era su traje, lo que lo representaba, colgado en exhibición; le parecía... una ilusión.

—Se ve un poco más grande, ¿no? El traje. Si me lo pusiera, tal vez me quedaría un poco holgado —dijo sin dejar de ver la vitrina.

—La última vez que te lo pusiste tenías dieciséis —Bruce aclaró la diferencia en la talla del uniforme.

Robin asintió y sus ojos vagaron a la siguiente vitrina. Se paró frente a ella. El diseño era diferente, pero era un obvio traje de Robin; tenía mangas largas y en general era un poco más cubierto que el suyo.

—¿Este de quién es? —preguntó.

—Jason —Bruce no tuvo reparos en responder.

—Se ve un poco pesado —señaló antes de ir a la siguiente vitrina —. Este se ve más pesado aún. ¿Van a usar más klevar en la confección?

—Sí. Cada uniforme se adapta al estilo de pelea que tienen ellos. Ese es el de Tim, él evita pelear de ser necesario; por eso era más cubierto.

Robin asintió y siguió con lo que al parecer era la última vitrina antes del viejo traje que Batman usaba en su época. Esta vez sonrió al ver el maniquí femenino.

—¿Hubo una Batichica?

—Barbara. Cuando hacía trabajo de campo —Bruce se detuvo para ver su reacción.

Robin le devolvió la mirada.

—Espera, ¿en serio se va a llamar Batichica? —resopló —. No lo puedo creer, pensé que se le iba a ocurrir algo mejor.

—La gente la empezó a llamar así y se quedó con él.

Robin miró una última vez el traje del murciélago en versión femenina y sonrió. Era algo raro imaginarse a su amiga corriendo en los tejados con él, pero tenía que acostumbrarse a la idea, sin mencionar que también se iba a casar con ella... Sacudió la cabeza cuando se mente trajo la foto de ellos dos en la revista.

Luego de ver todos los trajes pensó que le faltaba uno.

—¿No hay una muestra del mío? Del traje de Nigthwing.

Bruce empezó a caminar sin contestarle en dirección al vestidor. —¿No vienes? —dijo al notar que no lo seguía.

Robin se fue trotando detrás de él hasta alcanzarlo y llegar al camerino.

—Dick tiene un cambio en el armario, por si acaso —Bruce le dijo mientras empezaba a quitarse los guantes y el resto de la armadura de su traje —. Los otros en tonos rojos son de Robin y Red Robin.

Robin abrió el armario y se encontró con tres uniformes: uno de talla pequeña, obviamente de Robin, pero con una capucha colgando en su espalda y otro con tonos rojos y negros más parecido al traje de Robin tradicional. Los ignoró casi de inmediato al ver un uniforme en tonos negros, grises y un pájaro azul en el pecho. Como los otros, notó que ese también tenía más armadura que su traje de Robin, estaba hecho casi completamente de klevar. Se preguntó si eso no haría difícil que se moviera con libertad. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue que no tenía capa.

—Dick dijo que le era muy difícil moverse con la capa, por eso la eliminó. Y en cuanto al klevar, es mucho más liviano que el que uso yo o los otros porque, bueno, tu estilo de pelea se inclina más a lo acrobático —Bruce dijo saliendo de uno de los vestidores con una camiseta y un pantalón de dormir.

—Me gusta.

Su sonrisa y sus ojos brillaban de felicidad pura e infantil. Una sonrisa que Bruce pensó que nunca volvería a ver. Sin embargo, le sorprendió que la diferencia era mínima en comparación con su versión adulta. Se dio cuenta que, a diferencia de lo que parecía, Dick no había cambiado tanto a lo largo de los años.

—Ve a dormir, mañana será un día muy largo para ustedes —Bruce lo despertó de su ensoñación poniendo una mano sobre su hombro.

Robin cerró el armario y asintió, siguiendo al hombre mayor al ascensor y hasta su habitación.

—Buenas noches, chico —Bruce no pudo resistir más la tentación y le revolvió el cabello antes de dirigirse a su propio cuarto.

Robin se quedó parado frente a su puerta siguiendo la figura de Bruce hasta que se perdió en su habitación. Tenía los ojos muy abiertos y parpadeó varias veces tratando de descifrar lo que había pasado, no recordaba la última vez que Bruce había tenido algún gesto cariñoso con él... o con cualquier otro. Terminó resoplando una risa antes de entrar a su cuarto y al fin descansar un poco.


Enero 13, 2022

07:08 am

Robin durmió plácidamente después de su encuentro con Bruce. Ese pequeño mimo al desearle buena noche lo había ayudado a conciliar el sueño.

Sus ojos se abrieron al escuchar un suave y familiar golpeteo en la puerta. Él estaba acostumbrado a oír ese golpeteo, Alfred siempre lo despertaba así un día de escuela. Rodó sobre él quedando boca arriba. Reconoció el techo sobre su cabeza, la puerta de vidrio hacia el balcón, el amplio librero a un costado del cuarto, la puerta corrediza de su closet, la alfombra gris del piso, la mesita de noche azul que estaba decorada con una lampara y el escritorio donde ahora solo descansaba una solitaria laptop.

Todo le era familiar menos el peso al lado derecho en la cama. Volteó la cabeza y recordó que estaba compartiendo su cama con él mismo...

Necesitaba regresar urgente a su época.

Era muy raro verse a sí mismo dormido, claro que, si no estuviera consciente de que era él, realmente no notaría tanto las similitudes. Tenía el cabello negro como él, pero con un corte más formal, su piel era blanca, pero ligeramente más bronceada y era mucho más alto también; con una buena rutina de entrenamiento. Parecía que el hombre era una persona completamente diferente, un familiar muy cercano; un hermano mayor tal vez.

Dos golpeteos más en la puerta lo hicieron preguntarse porque lo despertaban a las —vio el reloj — 7:09 de la mañana.

Su yo mayor se quejó por el ruido. Rodó los ojos ante la actitud perezosa y decidió golpearlo con una almohada para que se despertara.

Dick reaccionó y tomó el proyectil antes de que lo alcanzara.

—No recuerdo que fuera tan violento —lo regañó medio dormido y le tiró la almohada de regreso, pero la tomó en el aire —. ¿Quién está tocando la puerta?

—Qué se yo, es tu cuarto no el mío... ¡Odio los viajes en el tiempo! —hizo una mueca y miró la puerta —. Adelante —se sentó en la cama y esperó que quien sea que tocara, entrara. No entró nadie, pero escucharon dos golpeteos más.

Miró a Dick y frunció el ceño. Ahora que lo pensaba, en realidad eso sonaba más como arañazos que como golpes. Salió de la cama y fue a abrir la puerta. Casi se va de espaldas al ver un gran danés negro sentado frente a él.

El perro ladró y los oídos le retumbaron. Cerró la puerta de golpe.

Eran los buenos días más perturbadores que había recibido en su vida. Por otro lado, ¿de dónde rayos había salido ese perro?

Miró de nuevo a Dick cuando este se empezó a reír. Él se levantó de la cama y abrió la puerta de nuevo. El perro que parecía oso entró moviendo la cola mientras Dick le acariciaba la cabeza y las orejas.

—Buenos días, cachorro —dijo con voz melosa.

El "cachorro" movió la cola feliz aceptando las caricias. Una vez satisfecho con el cariño brindado corrió hasta la cama y se echó en ella como si fuera el dueño.

Robin negó con incredulidad ante la escena y cerró la puerta sin dejar de ver al animal.

—Es una de las mascotas de Damian —Dick le explicó con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿"Una de las mascotas"? —estaba indignado —. Y Bruce ni siquiera me dejó tener un pez dorado.

—Seamos honestos, ese animal iba a morir en menos de una semana —Dick le sacudió el pelo y Robin le quitó la mano. El hombre mayor rio y señaló el baño —. Ve a darte una ducha mientras hago la cama. Ya empiezas a oler feo.

Robin rodó los ojos, pero hizo caso. Se metió al baño en su habitación y se duchó. Su rutina en las mañanas siempre había sido bastante pobre y rápida, en lo que más se tardaba en los días de escuela era peinándose, pero ese día no necesitaba peinarse.

Mientras se cepillaba los dientes (Alfred había dejado uno completamente nuevo en el lavabo), curioseó entre sus utensilios de baño. No encontró nada ajeno a lo que ya usaba en su época, lo único nuevo era una cuchilla, crema y loción de afeitar. No sabía si reír o llorar. Él no necesitaba afeitarse aún, de pronto se sintió como un bebé.

Después de que terminó de cepillarse. Salió del baño con una toalla enrollada en su cintura y encontró a su otro yo jugando con el perro.

—¿Cuántos años tiene? —señaló al animal.

—Seis meses —Dick le dijo antes de meterse en el baño —. ¡Me esperas! —le dijo detrás de la puerta.

Robin abrió la boca y vio al animal que le llegaba a la cadera. Seguro que si se paraba en dos patas era tan alto como él, y era apenas un cachorro. Negó con la cabeza y se vistió con la ropa que les había dado Dinah. Unos jeans oscuros, una sudadera blanca y unos convers que pensó que tenía entre su colección de regreso en su época. Les había dado tres mudadas en total, incluyendo ropa interior. Trató de no pensar en eso.

El perro se echó a dormir en la cama ya hecha. Se acercó con cuidado y tomó la placa que asomaba en su collar: Titus. Enarcó una ceja ante el curioso nombre. Damian ya le parecía un niño excéntrico, pero con el nombre que le puso a su mascota lo confirmó.

Dejó ser al cachorro durmiente y miró alrededor de su habitación. Su naturaleza curiosa despertó y empezó a hurgar entre sus cosas. Técnicamente son suyas también, ¿no?

Los pocos libros que tenía eran de la escuela. Seguramente una vez graduado no querría saber nada mas de ellos y por eso los dejó tirados.

Sus ojos vagaron hacia su armario. Al abrirlo, se dio cuenta de que estaba prácticamente vacío. Unos pocos pantalones, unas pocas camisetas y camisas formales, un par de corbatas y solo dos pares de zapatos. El armario que él usaba normalmente estaba repleto de camisas, abrigos, zapatos, y hasta relojes que rara vez usaba. Lo cerró y se fue al último mueble que le faltaba revisar: la mesita de noche.

Lo primero que vio fue la misma revista de la noche anterior, y un celular. Se mordió el labio y tomó el aparato, encendió la pantalla y se topó con una foto de él y Barbara; una selfi común e inocente en la que ambos sonreían. Podía desbloquearlo con el reconocimiento de huella, pero por alguna razón no se sentía correcto hacer eso.

Suspiró y apagó la pantalla. No iba a revisar algo tan íntimo, aunque fuera de él mismo. Puso el celular donde estuvo antes y en su lugar abrió el cajón de la mesita de noche.

Vio un montón de papeles. Frunció el ceño. Los sacó y empezó a leerlos, pero a medida que avanzaba su ceño solo se profundizaba. Esos documentos eran informes, y si él no estaba equivocado, esos eran informes policiales. Todos los documentos llevaban su firma al final y estaban sellados con el logo de la BCPD. ¿BCPD? Su mente lo tradujo rápidamente: Departamento de Policía de Bludhaven.

Dejó a un lado los informes de policía y siguió removiendo el cajón, debajo había una cajita desgastada que pesaba un poco. La volcó en su cama y un arma y una credencial de aspecto viejo rebotaron en el colchón. Los ojos casi salen de sus cuencas.

Tragó saliva. Trató de no entrar en pánico y se enfocó en el carnet desgastado: Oficial Richard John Grayson.

Iba a ser policía.

Eso explicaba el arma.

Una risa nerviosa salió de sus labios sin permiso. Tenía catorce años, no tenía ni idea de qué haría con su vida, pero saber que iba a ser policía... ¡Eso era genial! Aunque iba a ser un policía en Bludhaven nada menos; había escuchado que el lugar era incluso peor que Gotham... Bueno, no todo podía ser perfecto.

Se preguntó porque estaban esas cosas allí. La fecha en los informes le indicaban que eran de hace dos y tres años; y la pistola estaba fuera de uso; al igual que el carnet, seguramente ni siquiera había abierto ese cajón en meses. Guardó el arma y la credencial en la cajita y regresó todos los papeles a su lugar, antes de cerrar el cajón, algo rebotó en el suelo. Se agachó para recogerlo y, al ver el objeto en cuestión, sintió que las orejas y el cuello se le calentaban.

Era. Un. Maldito. Condón.

La puerta del baño se abrió y recogió rápidamente el objeto metiéndolo a su bolsillo, poniéndose de pie. Sentía su cara extremadamente caliente y sabía que su tono de piel era muy traicionero. Su otro yo lo iba a notar fácilmente.

Dick salió ya vestido con un par de pantalones negros y un suéter azul, secándose el cabello húmedo con una toalla. Miró a su otro yo cuyo rostro tenía un profundo sonrojo y enarcó una ceja. Él solo se sonrojaba cuando hizo algo que lo hacía sentir culpable.

—¿Todo bien? —le preguntó, esperanzado en que el chico confiara en él.

Robin asintió repetidamente al inicio, pero dos segundos después negó con igual vehemencia. Dick confirmó su teoría: se sentía culpable.

—Yo, eh... —Robin tragó saliva y después de pensarlo por varios segundos, suspiró, resignado. No podía andar por allí con eso en su bolsillo. Sacó el condón y lo metió en la gaveta —. Perdón. ¿Nos vamos a desayunar? Tengo hambre.

Dick abrió la boca y parpadeó. Era muy observador así que reconoció con facilidad lo que el muchacho metió en el cajón. Luego se rio tanto que se terminó doblando sobre su estómago. El travieso adolescente había hurgado sus cosas y se encontró con algo que no esperaba. Se limpió una lágrima que rodó por su mejilla volviendo a respirar normalmente, erguido.

—Vamos a desayunar —dijo sin dejar de reír. Tomó su teléfono antes de abrir la puerta y dejarlo pasar antes que él, al igual que Titus.

Robin salió de la habitación con un gran danés a cuestas y el rostro anormalmente rojo.


El desayuno era ruidoso en la mansión Wayne.

El comedor de la cocina nunca le había parecido tan pequeño como en ese momento. Es más, siempre lo había recordado enorme y solitario. Ahora la mesa del comedor redonda la ocupaban él y sus amigos mientras que la barra parecía una trinchera de guerra en medio de la pelea de los llamados hermanos.

Titus ladró sin cesar porque no tenía comida en su plato, un gato se había subido a sus piernas a dormir perezosamente. Damian le dijo que el gato se llama Alfred (ya no se sorprendía con los nombres).

Jason les dio los buenos días discutiendo con Tim acerca de quien se comió un trozo de pastel que desapareció misteriosamente de la heladera, y Damian les gritó a los dos que "se fueran a pelear al parque" mientras los amenazaba con un cuchillo para cortar mantequilla y simultáneamente buscaba la comida para el perro.

Dick parecía ignorarlos por su propia salud mental y Alfred desapareció en algún momento.

Cuando Bruce atravesó la puerta de la cocina, de la nada, todo el desastre desapareció. Titus dejó de ladrar y solo se quejó entre gemidos, Jason empezó a ayudar a buscar en las lacenas lo que supuso era la comida del cachorro, y Tim retomó su asiento tratando de alejarse lo más posible de Damian y su cuchillo. Bruce los saludó con un corto buenos días y fue directo a quitarle el cuchillo a Damian de las manos sin una palabra de por medio.

Al parecer era su rutina diaria.

La reacción de los chicos al ver al Batman sin capucha fue magistral. Todos dejaron de comer y siguieron cada movimiento de Bruce, como si en cualquier momento les iba a decir que se iban de misión y que dejaran de tragar. Raquel incluso dejó la boca abierta a medio bocado en más de una ocasión.

—Un día normal en casa supongo —Kaldur susurró a su lado.

Robin estaba a punto de decirle que no era eso a lo que estaba acostumbrado; cuando el gato en sus piernas se estiró, acomodándose mejor en su nueva cama.

Era inútil tratar de explicarse. Se rindió y siguió engullendo su desayuno.


Barbara sonrió viendo la escena que se reproducía en la pantalla de la baticomputadora. Ella sabía que solo era otro día en la casa Wayne, solo que en esa ocasión tenían espectadores extras. Le encantaba ver a todos felices, pero notó la extrañeza de los chicos ante el comportamiento desastroso de los hermanos, aunque solo era cuestión de tiempo para que se unieran a la catástrofe de risas y bromas.

—Como gustaría no saber nada de lo que pasa afuera como ellos.

Barbara volteó hacia Zatanna que, a lo que ella respecta, había aparecido de la nada.

—¿Cómo entraste aquí?

—¿De verdad no sabes cómo? —la maga sonrió inocente.

Barbara rodó los ojos y dejó de preguntar. No importaba con cuantos seres mágicos trabajara, nunca se iba acostumbrar a las cosas raras que hacían, como aparecer sin permiso en cualquier lugar, por ejemplo.

—Como sea, ya que estás aquí, ¿me ayudas con los preparativos para la operación de esta tarde? Iré por un poco de café.

—Claro. A eso vine. Me traes uno a mí también, por favor —Zatanna tomó asiento frente a la computadora mientras Barbara salía de su campo de vista.

La pelinegra concentró sus ojos en la pantalla donde aún se reproducía el intercambio hilarante de los chicos con la batifamilia. Bruce parecía algo incomodo con la atención curiosa que le brindaban y Dick trataba de dirigir la concentración hacia él, como siempre tratando de ser un buen hijo y un buen amigo.

Una sonrisa se deslizó al ver la tranquilidad y la confianza con la que los chicos comían, esperando que los regresen a casa, sin dudas, sin temor.

Esos chicos se merecían un futuro feliz. Un futuro feliz sin tantos tropezones y pérdidas. Un futuro en el que no hayan tenido que sufrir tanto para llegar a donde estaban en ese momento.

Artemisa no tenía que haber sufrido la perdida de Wally.

Wally nunca tuvo que haberse sacrificado para después regresar, perdiendo tantos años de vida.

Kaldur no debió sacrificar su propia felicidad por el bien mayor de una misión... de tantas misiones, olvidándose a sí mismo en medio del desastre constante que los rodea.

M'gann nunca tuvo que obligarse a abusar de sus poderes psíquicos para poder ganar, aunque sea una pelea.

Conner no merecía llevar la carga de los pecados de Megan como si fueran suyos y condenar su propia felicidad por ellos.

Dick nunca tuvo que haber perdido a un hermano. Nunca debió tirar los hilos de planes secretos en las sombras. Nunca tuvo que haber sido como Batman.

Y ella... ella quería a su padre de regreso, quería haber encontrado la manera de desatarlo de Destino desde antes, no hasta ese momento cuando ya había vivido tantos momentos importantes sola.

Nunca debieron de dejar de ser verdaderamente felices.

Sabía que la vida era así, que era imposible que en cada momento se respirara amor y paz. Siempre estaban propensos a cometer errores, a perder a seres queridos, pero le parecía tan injusto que no hayan podido hacer nada para evitar los golpes más fuertes. Era ridículo que con todas las herramientas que tenían a su disposición no intentaran hacer al menos algo para cambiar la historia.

Tenía presente las consecuencias de cambiar la línea de tiempo. Existía la posibilidad de que el futuro que forjaran fuera incluso peor que el que tenían, pero ella ya no estaba segura de qué más podría ser peor.

Mientras ellos buscan la forma de regresarlos a su época, la Luz aún seguía operando en las sombras, orquestando algo para destruir la humanidad como la conocían. Orquestando algo para detener a los héroes del mundo. Y ellos seguían sufriendo las consecuencias, como siempre.

Lo estaban haciendo bien, estaban ocultándoles lo peor de lo que pasaba en el mundo en ese momento.

No tenían que saber que la Liga estaba haciendo esfuerzos especiales para cuidar de sus familias, cuidar de sus hijos de una forma casi paranoica (literal en el caso de Batman) por miedo a un posible atentado contra ellos. No tenían que saber que la mitad de los jóvenes héroes que ellos conocieron ese día fueron diagnosticados con depresión y ansiedad, y que, de hecho, era obligatorio para todos ellos ir a una sesión anual con Canario Negro para poder seguir operando bajo los beneficios de la Liga. No tenían que saber que los héroes del mundo tenían miedo de lo que venía.

No tenían que saber que entre más tiempo se quedaban allí, más peligro corrían. No exageraban al querer mantenerlos ocultos y vigilados, aunque para ella los métodos de Batman siempre le parecieron demasiado, en esa ocasión les daba toda la razón por el temor de que les pase algo y que ellos paguen las consecuencias en el presente. No quería saber qué haría la Luz si supiera que los chicos que retrasaron sus planes durante años estaban allí en su etapa más vulnerable e inexperta.

Sacudió la cabeza dispersando esos pensamientos. Llegó a ese lugar con un propósito, sabiendo que alguien tenía que estar preparando todo para la misión y dejaría a mano lo que necesitaba. Se mordió los labios y buscó con la mirada su objetivo, no fue difícil porque resaltaban en la maquina gris minimalista.

Tomó los guantes negros que descasaban allí y activó la computadora holográfica abriendo los archivos que el primer Robin guardaba con recelo. Volteó a sus costados asegurándose de que Barbara aun no regresaba, lo que haría sería rápido, agradeció no haber olvidado como manejar ese aparato desde que Dick se lo enseñó cuando aún salían.

Empezó a escribir:

Notas del caso de Robin:

Polo Norte Magnético

20 de junio del 2016, 13:00 UTC — Muerte de Wally West/ Chico Flash

Zatanna esperaba no estar cometiendo un error, pero no podría vivir consigo misma sabiendo que tuvo la oportunidad y no la tomó.