Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
38: Comprobación de varitas.
Al despertar el domingo por la mañana, a Alex le costó un rato recordar por qué se sentía tan mal. Luego, el recuerdo de la noche anterior estuvo dándole vueltas en la cabeza. Se incorporó en la cama y descorrió las cortinas del dosel para intentar hablar con Ron y Hermione, y explicarles las cosas, pero la cama de su amigo se hallaba vacía. Evidentemente, había bajado a desayunar. Suspirando, agarró su ropa, y por ser sábado, no tendría motivos para colocarse su uniforme escolar, cosa que lo ayudó a calmarse.
Luego de bañarse y cambiarse de ropas, se encontró con Janeth, quien llevaba un plato con desayuno. Los ojos de Alex se abrieron, y la pelinegra le enseñó una sonrisa al pelirrojo, y con un simple movimiento de cabeza, le llevó hasta un salón vacío.
—Gracias.
—De nada. —Le dijo ella. —Es lo que hace, una hermana mayor.
— ¿Sabes de Ron y Hermione?
—En el Comedor, —informó ella —enfadados y mirando la puerta, cada pocos segundos, a la espera de que ingreses.
Alex suspiró. — ¿Siguen pensando, que yo eché mi nombre en el cáliz?
— ¿Es que no te das cuenta? —dijo Janeth, colocando los ojos en blanco, por un instante—. ¡Weasley, está celoso!
— ¿Celoso? —repitió Alex sin dar crédito a sus oídos—. ¿Celoso de qué? ¡¿Es que le gustaría hacer el ridículo delante de todo el colegio?!
—Mira, siempre somos nosotros, los que acaparamos la atención, lo sabes bien. —Dijo ella. —Pero el caso es que Ron tiene en casa todos esos hermanos con los que competir, y tú eres su mejor amigo, y eres famoso. Cuando te ven a ti, nadie se fija en él, y él lo aguanta, nunca se queja. Pero supongo que esto ha sido la gota que colma el vaso...
—Genial —dijo Alex con amargura—, realmente genial. Dile de mi parte que me cambio con él cuando quiera. Dile de mi parte que por mi encantado... Verá lo que es que todo el mundo se quede mirando su cicatriz de la frente con la boca abierta a donde quiera que vaya...
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Una vez reanudadas las clases, los hermanos no pudieron seguir evitando al resto del colegio, y resultaba evidente que el resto del colegio, exactamente igual que sus compañeros de Gryffindor, pensaba que era Alex el que se había presentado al Torneo. Pero, a diferencia de sus compañeros de Gryffindor, no parecían favorablemente impresionados.
Janeth había decidido sencillamente, ignorarlos a todos y se llevó a Alex con ella, comenzando a entrenar, y, además, leyendo sobre los Torneos de los Tres Magos, de años pasados, para intentar descubrir, a lo que se enfrentarían.
— ¿Qué hacemos, si nos ponen a una Mantícora, en frente? —Preguntó Alex, bastante pálido. —Quizás tú, puedas usar tu espada, pero yo no creo ir a tener esa suerte.
La pelinegra miró algunos libros. —Podríamos quizás, aprender hechizos como Atrapado: el cual convertirá objetos cercanos, en grilletes que constreñirán a nuestros enemigos o Incarcerous: Un hechizo que conseguirá que cuerdas salgan de nuestras varitas, y aten a nuestros objetivos.
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Pasaron las horas de recreo, practicando hechizos como Atrapado, Incarcerous, Protego y le enseñó el hechizo para crear un escudo de plata.
En los días siguientes, formaron otra posible estrategia: Janeth mandó una carta a Gringotts, diciéndole que usaran dinero de la bóveda 011, que sus padres le habían abierto y compraran dos escobas Saetas de Fuego. Cuando le llegaron, las guardó en su baúl, y colocó un hechizo que tendría que activarse tiempo después, recordándole, colocar las dos Saetas en un lugar especial, si es que se enfrentaban a una Mantícora o un Hipogrifo que intentara atacarlos, entonces las escobas podrían salvarles la vida.
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En circunstancias normales, Alex se hubiera muerto de ganas de ver a Hagrid, pero la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas implicaba ver también a los de Slytherin. Era la primera vez que se vería con ellos desde su conversión en campeón.
Como era de esperar, Malfoy llegó a la cabaña de Hagrid con su habitual cara de desprecio. —¡Ah, mirad, tíos, es el campeón! —les dijo a Crabbe y Goyle en cuanto llegaron a donde él podía oírlos. — ¿Han traído el libro de autógrafos? Tienen que darse prisa para que les firme, porque no creo que dure mucho: la mitad de los campeones murieron durante el Torneo. ¿Cuánto crees que vas a durar, Potter? Mi apuesta es que diez minutos de la primera prueba. —Crabbe y Goyle rieron la gracia a carcajadas. Malfoy dio un paso atrás, cuando Janeth parecía haber salido de la nada, parándose frente a él. — ¡¿De dónde mierda has salido, Fairblue?!, ¿Cómo te acercaste tanto...? —Janeth le agarró fuertemente de la nuca, no tenía paciencia con Malfoy, mientras intentaba planificar otras estrategias, para así poder salir con vida ella y su hermano menor. — ¡Suéltame Fairblue! —gritó, mientras ella sacaba de un bolsillo, un marcador Muggle. ¡ALEJA ESA COSA DE MI CARA, ¿QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO...?!
—Mi padre se enterará de esto, sí, ya sabemos Malfoy. —dijo Janeth aburrida, mientras le escribía en la cara a Draco. —Sin el dinero de papi. No eres nada.
«Para mi fan #2, Draco Malfoy, con amor, J. Fairblue»
Todos comenzaron a burlarse de Draco, ante lo que estaba ahora escrito en su cara. Y él se enfureció, hizo una pataleta, pero solo consiguió, que todos se rieran aún más fuerte de él.
— ¿Entonces, Draco es tu fan #2? Preguntó una divertida Daphne. ¿Y quién es el #1? Chilló, cuando Janeth la sujetó haciéndola arquear un poco la espalda
—Esperaría, tenerla ante mis ojos, ahora mismo —confesó Janeth, mientras besaba a la rubia heredera Greengrass. Mientras que todos silbaban y aplaudían. Un ignorado y humillado Draco, se fue hacía un árbol, para estar bajo su sombra.
Hagrid salió de la parte de atrás de la cabaña con una torre bamboleante de cajas, cada una de las cuales contenía un escreguto bastante grande. Para espanto de la clase, Hagrid les explicó que la razón de que los escregutos se hubieran estado matando unos a otros era un exceso de energía contenida, y la solución sería que cada alumno le pusiera una correa a un escreguto y lo sacara a dar una vuelta. Lo único bueno de aquello fue que acaparó toda la atención de Malfoy. — ¿Sacarlo a dar una vuelta? —repitió con desagrado, mirando una de las cajas—. ¿Y dónde le vamos a atar la correa? ¿Alrededor del aguijón, de la cola explosiva o del aparato succionador?
—En el medio —dijo Hagrid, mostrándoles cómo—. Eh... tal vez deban de ponerse antes, los guantes de piel de dragón, por si acaso. Janeth, Alex, vengan aquí y ayúdenme con este grande... —En realidad, la auténtica intención de Hagrid era hablar con ellos dos, lejos del resto de la clase. Esperó hasta que todo el mundo se hubo alejado con los Escregutos, y luego se volvió a ambos hermanos y les dijo, muy serio: — "Así que les toca participar, chicos, en el Torneo, como Campeones del colegio" —Hagrid les susurró de algunos libros que podrían usar, y que demostrarían el compañerismo de la prueba, haciéndoles saber a los otros dos competidores, sobre esos mismos libros. Ambos hermanos prometieron que les harían saber a Victor y a Fleur, sobre ellos.
—Hagrid, —Daphne se acercó con su Escreguto, al cual le hizo una especie de correa Corset alrededor del torso, y con algo de la misma cuerda, le paralizó el aguijón —entiendo que estas criaturas te parezcan interesantes, pero no forman parte del currículo de la materia.
—Y nos estás poniendo en desventaja. —Dijo Janeth. —El año que viene, tenemos nuestros TIMOS, y deberíamos de ceñirnos al Curriculum establecido, por favor Hagrid.
— "No son especialmente criaturas, para esta clase, chicos" —Susurró Hagrid. — "Verán a lo que me refiero, dentro de varios meses; digamos, que tengo un permiso/petición, de alguien de alto rango, para haber logrado que una Mantícora y un Cangrejo de Fuego, se aparearan" —eso los dejó confundidos, ¿a qué rayos, se refería Hagrid?, ¿Quién le pidió algo así? Pero Hagrid también se quedó pensado. —Quizás... en la próxima clase, podamos... con algo de suerte, yo puedo hablar con Madame Máxime, y podríamos estudiar uno de sus Abraxas, uno de sus caballos voladores.
—Eso suena, como una gran clase, Hagrid —dijeron al unísono Janeth, Daphne, Alex y Hermione.
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Los días siguientes se contaron entre los peores que Alex pasó en Hogwarts. Lo más parecido que había experimentado habían sido aquellos meses, cuando estaba en segundo, en que una gran parte del colegio sospechaba que era él el que atacaba a sus compañeros, pero en aquella ocasión Ron había estado de su parte. Le parecía que podría haber soportado la actitud del resto del colegio si hubiera vuelto a contar con la amistad de Ron, pero no iba a intentar convencerlo de que se volvieran a hablar si él no quería hacerlo. Sin embargo, tenía a su hermana y a Daphne.
Durante la clase de pociones, alguien llamó a la puerta, y Colin Creevey, apareció. —Buenas tardes, joven Creevey, ¿Qué ocurre?
—Lo lamento mucho, profesora Tonks —dijo el joven. —Pero tengo que llevar a Janeth arriba, algo del Torneo, pero no sé el qué.
La mujer pareció pensarlo por un instante. —Fairblue, adelante. —La pelinegra asintió, con una floritura de varita, apagó el fuego, y con un hechizo sin varita, enfrió la poción, antes de guardarlo todo, y seguir a Colin.
—Es alucinante, ¿no, Janeth? —comentó Colin en cuanto Janeth cerró tras ella, la puerta de la mazmorra—. ¿No te parece? ¿Tú, campeón?
—Sí, realmente alucinante —repuso Janeth con pesadumbre, encaminándose hacia la escalinata del vestíbulo—. ¿Para qué quieren las fotos, Colin?
— ¡Creo que para El Profeta! —Colin entró en el salón de Historia de la Magia, y trajo a Alex, a quien le explicó todo.
Era un aula bastante pequeña. Habían retirado hacia el fondo la mayoría de los pupitres para dejar un amplio espacio en el medio, pero habían juntado tres de ellos delante de la pizarra, y los habían cubierto con terciopelo. Detrás de los pupitres habían colocado cinco sillas, y Ludo Bagman se hallaba sentado en una de ellas hablando con una bruja a quien ni Janeth, ni Alex conocían, que llevaba una túnica de color fucsia.
Como de costumbre, Viktor Krum estaba de pie en un rincón, sin hablar con nadie.
Fleur parecía mucho más contenta de lo que la había visto Alex hasta el momento, y repetía su habitual gesto de sacudir la cabeza para que la luz arrancara reflejos a su largo pelo plateado. Un hombre barrigudo con una enorme cámara de fotos negra que echaba un poco de humo observaba a Fleur por el rabillo del ojo.
Bagman vio de pronto a los hermanos, se levantó rápidamente y avanzó como a saltos. —Entren, Janeth, Alex, entren... No hay de qué preocuparse: no es más que la ceremonia de comprobación de la varita. Los demás miembros del tribunal llegarán enseguida...
— ¿Comprobación de la varita? —repitió Alex nervioso.
—Tenemos que comprobar que vuestras varitas se hallan en perfectas condiciones, que no dan ningún problema. Como sabes, son las herramientas más importantes con que vais a contar en las pruebas que tenéis por delante —explicó Bagman—. El experto está arriba en estos momentos, con Dumbledore. Luego habrá una pequeña sesión fotográfica. Esta es Rita Skeeter —añadió, señalando con un gesto a la bruja de la túnica de color fucsia—. Va a escribir para El Profeta un pequeño artículo sobre el Torneo.
—A lo mejor no tan pequeño, Ludo —apuntó Rita Skeeter mirando, primero a Alex y luego a Janeth. Tenía peinado el cabello en unos rizos muy elaborados y curiosamente rígidos que ofrecían un extraño contraste con su rostro de fuertes mandíbulas; llevaba unas gafas adornadas con piedras preciosas, y los gruesos dedos (que agarraban un bolso de piel de cocodrilo) terminaban en unas uñas de varios centímetros de longitud, pintadas de carmesí. —Me pregunto si podría hablar un ratito con Janeth antes de que empiece la ceremonia —le dijo a Bagman sin apartar los ojos de la Fairblue—. La más joven de los campeones, ya sabes... Por darle un poco de gracia a la cosa.
— ¡Por supuesto! —aceptó Bagman—. Es decir, si Janeth no tiene inconveniente...
—Supongo —dijo Janeth, luego de un instante, encogiéndose de hombros.
—Divinamente —exclamó Rita Skeeter. Sin perder un instante, sus dedos como garras cogieron a Janeth por el brazo con sorprendente fuerza, lo volvieron a sacar del aula y abrieron una puerta cercana. —Es mejor no quedarse ahí con todo ese ruido —explicó—. Veamos... ¡Ah, sí, este sitio es bonito y acogedor! Era el armario de la limpieza. Janeth la miró. —Entra, cielo, está muy bien. Divinamente —repitió Rita Skeeter sentándose a duras penas en un cubo vuelto boca abajo. Empujó a Janeth para que se sentara sobre una caja de cartón y cerró la puerta, con lo que quedaron a oscuras—. Veamos... Abrió el bolso de piel de cocodrilo y sacó unas cuantas velas que encendió con un toque de la varita, y por arte de magia las dejó colgando en medio del aire para que iluminaran el armario. — ¿No te importa que use una pluma a vuelapluma, Janeth? Me dejará más libre para hablar...
Ella frunció el ceño. —Supongo que no. ¿Te molesta, si usamos un Pensadero? Sé quién eres, Rita y sé cuánto te gusta, la idea de joderle la existencia a Albus. Créeme: esto será oro puro —la mujer alzó una ceja. —Zeesy, mi Pensadero —una Elfina Domestica apareció, y entregó el Pensadero.
Rita vio oro ante sus ojos, ante los recuerdos de Janeth, de cómo había sido su infancia. Jadeó, al ver a Raziel. Sacó su cámara y comenzó a tomar fotos, antes de pedirle a Janeth, que le narrara todo.
Los otros campeones ya estaban sentados en sillas cerca de la puerta, y él se sentó rápidamente al lado de Cedric y observó la mesa cubierta de terciopelo, donde ya se encontraban reunidos cuatro de los cinco miembros del tribunal: el profesor Karkarov, Madame Maxime, el señor Crouch y Ludo Bagman. Rita Skeeter tomó asiento en un rincón. Harry vio que volvía a sacar el pergamino del bolso, lo extendía sobre la rodilla, chupaba la punta de la pluma a vuelapluma y la depositaba sobre el pergamino. —Permitidme que os presente al señor Ollivander —dijo Dumbledore, ocupando su sitio en la mesa del tribunal y dirigiéndose a los campeones—. Se encargará de comprobar vuestras varitas para asegurarse de que se hallan en buenas condiciones antes del Torneo.
—Mademoiselle Delacour, ¿le importaría a usted venir en primer lugar? —dijo el señor Ollivander, avanzando hacia el espacio vacío que había en medio del aula. Fleur Delacour fue a su encuentro y le entregó su varita. Como si fuera una batuta, el anciano mago la hizo girar entre sus largos dedos, y de ella brotaron unas chispas de color oro y rosa. Luego se la acercó a los ojos y la examinó detenidamente. —Sí —murmuró—, veinticinco centímetros... rígida... palisandro... y contiene... ¡Dios mío!...
—Un pelo de la cabeza de una veela —dijo Fleur—, una de mis abuelas.
—¡Ah!, veamos, ésta la hice yo, ¿verdad? —dijo el señor Ollivander con mucho más entusiasmo, cuando Alex le entregó la suya—. Sí, la recuerdo bien. Contiene un solo pelo de la cola de un excelente ejemplar de unicornio macho. Debía de medir diecisiete palmos. Casi me clava el cuerno cuando le corté la cola. Treinta centímetros y medio... madera de fresno... agradablemente flexible. Está en muy buenas condiciones... —la devolvió a su dueño. Alex se sentía bien consigo mismo, y su varita. —Dumbledore frunció el ceño, ¿Por qué Alex no era portador de la varita que tenía el mismo núcleo que la de Dumbledore?, en ese entonces, creía que él, era el Niño-Que-Vivió. —Señor Krum, si tiene usted la bondad... —Viktor Krum se levantó y avanzó hasta el señor Ollivander desgarbadamente, con la cabeza gacha y un andar torpe. Sacó la varita y se quedó allí con el entrecejo fruncido y las manos en los bolsillos de la túnica. —Mmm —dijo el señor Ollivander—, ésta es una manufactura Gregorovitch, si no me equivoco. Un excelente fabricante, aunque su estilo no acaba de ser lo que yo... Madera de carpe y fibra sensible de dragón. Bien —dijo el viejo mago, devolviéndole la varita a Krum—Señorita Fairchild. Ah sí, madera de Serpiente y...
—Aguijón de un Demonio Escorpio. Una criatura sumamente veloz y mortal —dijo Janeth.
Al día siguiente, apareció en el Profeta, las entrevistas a Janeth y a Fleur. Entrevistas kilométricas, pero no habían pistas de los dos chicos de Hogwarts y Durmstrang.
Esas entrevistas, igual de kilométricas, aparecieron el día después.
