Separadores que encontrarás en esta historia:
OOOOO - Concluye la introducción.
FFFFF - Cuando se narra un flashback o algo relacionado con el pasado de un personaje.
PPPPP - Cambio de escena. Ya sea que los mismos personajes estén en un ambiente diferente o que se relate una situación distinta, con otros personajes y en otro lugar.
SSSSS - Un personaje está soñando.
Final imaginario del siglo XIX
En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.
OOOOO
Al llegar a la enfermería de la orden oscura, lo primero que hizo InuYasha fue sentar a Kagome en una cama, cercana a la puerta, y buscar un botiquín de primeros auxilios. Mientras tanto, Kanda llevó a Megumi a una de las camas acomodadas en las esquinas. Una vez que la colocó sobre el colchón, se levantó y dio media vuelta, pasando por el lado derecho de Allen.
-Oye, ¿A dónde vas? - cuestionó con curiosidad.
-Qué te importa, Moyashi. - respondió de mala gana, consiguiendo que el chico de cabello blanco lo viera con una vena punzante en la cabeza.
-¡Vuelve aquí, Bakanda! - gritó, caminando enojado hacia la puerta.
Afortunadamente, InuYasha lo tomó del cuello de su abrigo, dándole tiempo al joven de cabello azul para desaparecer de su vista.
-Hizo un gran favor al ayudarnos con esa chica... - comentó, acomodando una venda en el botiquín. - así que no lo molestes, enano.
Allen frunció el ceño. Se deshizo de su agarre y volvió con Megumi. Después de acomodar sus cosas en el piso, la revisó de pies a cabeza, asegurándose de que el amargado de Kanda no la hubiera lastimado en su pequeño encuentro. En eso, se percató de que tenía problemas para respirar.
Con cuidado, la tomó con su brazo izquierdo. La inclinó hacia adelante y le quitó su capa negra por encima de su cabeza. Después de arrojar la prenda en el colchón, desabotonó la chaqueta que usaba, pasándola por cada brazo hasta tenerla disponible por completo en su mano derecha. También la arrojó al colchón. Acostó de nuevo a la joven, cubriéndola con una ligera frazada en la orilla inferior de la cama y volvió su atención a las prendas.
Tomándolas en sus manos, se aproximó a un perchero al otro lado de la enfermería y las colgó de una en una. Ahí fue cuando se dio cuenta de los detalles de su chaqueta. Detalles plateados que se usaban en una época diferente, donde los demonios asesinaban sin piedad, bajo el mando del Conde del milenio.
-¡AY, AY, AY, AY, AY! - de pronto, la voz de Kagome lo hizo reaccionar. Colgó la chaqueta y se giró para ir con ella.
-Oye, es una cortada pequeña, ¿Por qué te quejas tanto? - dijo el Hanyou, frunciendo el ceño, luego de haberle pasado por encima de su pierna derecha un algodón con agua oxigenada.
-Vamos, InuYasha, no le hables así. - comentó Allen. - Después de todo, fue tu culpa que se lastimara.
-¡Es cierto! - exclamó Kagome, derramando un par de lágrimas. - ¡Al menos deberías ser más considerado!
-¡E-Espera! - al verla llorar, InuYasha se puso nervioso, soltando sin querer el algodón y haciendo malabares con una venda antes de ponérsela. - ¡No hay necesidad de llorar, hago lo que puedo para curarte! ¡¿Lo ves?!
-¡Pues no es suficiente! - le gritó enojada, consiguiendo que soltara la venda y la observara con temor.
Asombrado por eso, Allen metió su mano derecha en el bolsillo de su pantalón, encontrando de forma inesperada, algo que podría gustarle. Por eso, sin dudarlo, se lo ofreció a la joven, deteniendo su llanto y llamando su atención.
-Perdón por causarte tantas molestias. - le comentó con una sonrisa apenada. - Soy Allen Walker. Mucho gusto.
La chica de cabello negro secó sus lágrimas. Aceptó con gusto el caramelo que le ofreció y se lo llevó a la boca.
-Me llamo Kagome Higurashi. - le devolvió la sonrisa y se giró hacia el Hanyou, quien estaba concentrado en envolverle la pierna. - Tú eres InuYasha, ¿No?
Él asintió en silencio, haciéndole un nudo en la parte superior de la rodilla para concluir con el vendaje.
-Intenta levantarte. - pidió, apartándose y poniéndose de pie.
Kagome respiró. Y con bastante calma, se inclinó hacia adelante y se puso de pie. Al principio, parecía que la herida no le dolía ni nada. Sin embargo, al dar un paso al frente, su pierna la traicionó, haciéndola caer. Los chicos entraron en pánico. Sin embargo, con bastante agilidad, InuYasha pudo atraparla... aunque, de todas formas, ambos terminaron en el piso. Con ella encima de él.
-¡P-Perdón! - se disculpó - ¡No fue mí...!
Pero antes de que pudiera proseguir, su mirada la hipnotizó, quedando atrapada en sus ojos dorados. Con él, ocurría algo similar, ya que le era imposible despegarse de sus oscuros ojos castaños.
-EJEM. - Allen tosió, devolviéndolos a la realidad y haciendo que se separaran, quedándose sentados en el piso. - Creo que deberían aprovechar este momento para ir con Hevlaska y explicarle lo que pasó.
InuYasha asintió. Se levantó y le extendió su mano derecha a Kagome, quien, en forma automática, la tomó. Ya encontrándose frente a la puerta, el Hanyou le dio un último vistazo a Megumi. ¿Realmente le diría la verdad cuando despertara? ¿Qué su querida amiga lo traicionó y lo dejó sellado en un árbol por casi 50 años?
-¿InuYasha? - lo llamó Kagome, obteniendo su atención. Él negó con la cabeza y luego, abrió la puerta de la enfermería, dejando que ella saliera primero.
Al ver aquello, Allen entrecerró los ojos con sospecha. Definitivamente, InuYasha le estaba escondiendo algo. Lanzando un bostezo al aire, se giró y volvió con Megumi. Deslizó la cortina adherida a la cama, para que no los molestara la luz. Tomó una silla que estaba cerca y la colocó junto a la orilla derecha del mueble, sentándose y cruzándose de brazos. Al cabo de unos minutos, el sueño lo venció.
PPPPP
-¿Qué van a hacer conmigo? - preguntó la joven de cabello negro, mientras bajaban por el elevador triangular hacia la oscuridad.
-No lo sé. - confesó seriamente. - Eso dependerá de lo que diga Hevlaska. - Kagome no pudo evitar sentirse un poco preocupada por su comentario. - Lo siento. - habló de nuevo, sorprendiéndola. - Mi intención no era traerte. Solo... - apretó los puños por lo bajo. - quería comprobar si eras ella.
La chica de ojos castaños se quedó pensando un momento en sus palabras. Pero cuando quiso interrogarlo, el elevador se detuvo de golpe.
-Bienvenido, InuYasha. - dijo la guardiana de la inocencia, saliendo de la oscuridad... y asustando a Kagome con su gran tamaño.
-Hevlaska. - la llamó el mencionado, con una sonrisa triste. - Allen y yo cometimos un error. Trajimos con nosotros a una civil. - entonces, su semblante cambió, mostrándose más decidido. - ¡Pero, si podemos comprobar que puede ser una ladrona, no habrá necesidad de borrarle la memoria y abandonarla a su suerte, ¿Cierto?!
Kagome lo vio horrorizada.
-Solo si es capaz de soportar la carga de un cubo negro.
Entonces, los zarcillos de Hevlaska comenzaron a inspeccionarla de arriba hacia abajo, para luego colocarle en su brazo derecho un cubo negro. Al cabo de unos segundos, apareció ante ella una pulsera negra, la cual, se transformó en un arco del mismo color, iluminado con un aura color verde claro.
-Felicidades. - dijo la guardiana. - Ahora eres una ladrona de la orden oscura.
Impresionada por el objeto, Kagome lo tocó con su dedo índice. Sin embargo, al hacerlo, este volvió a transformarse en la pulsera negra, quedando atada a su muñeca izquierda.
-Seré discreta. Y no le comentaré a Komui que esta jovencita se trataba de una civil.
-Gracias, Hevlaska. - dijo InuYasha, aliviado. - Te debemos una.
La gran criatura asintió, moviendo con sus zarcillos la palanca del elevador, para que volvieran a los pasillos de la orden oscura. Soltando su respiración, Kagome se llevó una mano a su pecho. Por un momento, había creído que ese sería su fin. Y que nunca más volvería a ver a su familia.
-¡InuYasha!
De pronto, la joven de cabello verde y dos coletas lo llamó, corriendo hacia ellos.
-Mi hermano quiere verte en su oficina. - entonces, sus ojos voltearon con curiosidad hacia Kagome, quien se recompuso al instante de su reciente experiencia con Hevlaska. - Hola, ¿Eres nueva? - cuestionó con una sonrisa, extendiendo su brazo derecho. - Mucho gusto. Soy Lenalee Lee.
-Kagome Higurashi. - se presentó con timidez, estrechando su mano.
-Vamos, yo los escoltaré. - les dio la espalda y caminó frente a ellos, apartándose un metro de distancia.
La joven puso una mueca de preocupación. En eso, sintió como le ponían algo sobre los hombros. Al voltear hacia InuYasha, notó que se había quitado su largo abrigo negro, dejando a la vista otro de color rojo.
-Póntelo. - le pidió en voz baja. - Y no vayas a quitártelo.
Ella asintió, colocando sus brazos en las mangas y abrochando los tres primeros botones. Unos minutos después, Lenalee abrió para ellos las puertas; recién reparadas, de la oficina de Komui. El líder de los ladrones ocupaba su gran sillón detrás de su escritorio y Reever, como siempre, se encontraba parado a su lado izquierdo.
Sin embargo, lo que más inquietó al Hanyou, fue ver a Allen y a Megumi, ocupando los asientos restantes delante de la mesa de madera. Junto a ellos, se hallaba Umiko Yamana, sonriéndoles y acomodándose sus lentes redondos sobre su nariz.
-Adelante, InuYasha. Tomen asiento. - pidió Komui, poniendo una sonrisa que, para el mencionado, pareció más que sospechosa.
Tanto Kagome como Allen querían salir huyendo de ahí, ya que pensaban que los habían descubierto. Por fortuna, InuYasha consiguió tranquilizarlos. A su compañero, con una mirada. Y a la joven, sosteniéndole con fuerza la mano izquierda.
-Recuerda lo que dijo Hevlaska. - le susurró, sonriendo.
La joven asintió, aferrándose más a su brazo. Con lo que había escuchado en el elevador, le aterraba profundamente lo que le harían, si se daban cuenta de que no debía estar ahí. De que ese no era su mundo. Con amabilidad, Lenalee les pasó unos taburetes; doblados junto al librero, para que pudieran sentarse a un lado de Allen.
El chico casi se pone a llorar por ver a su compañero junto a él, ya que no entendía del todo lo que estaba sucediendo. Megumi, por su parte, estaba más seria de lo normal. Y tan pérdida en sus pensamientos, que ni siquiera se molestó en ver al Hanyou.
-A ver... - dijo Komui. - ¿Por dónde deberíamos comenzar, Reever?
El asistente revisó unas hojas que tenía en sus manos.
-¿Qué te parece...? - cuestionó, antes de azotar furioso las hojas en el escritorio. - ¡¿...POR LOS PAPELES QUE AÚN TE FALTAN POR FIRMAR?!
Allen y Lenalee los vieron con gotitas de sudor bajando por su cabeza. Komui, resoplando, tomó una pluma y comenzó a firmar, muy, muy despacio, las hojas. Reever, perdiendo la paciencia, azotó su mano en la mesa.
-¡DATE PRISA, SON PARA HOY! ¡PARA HOY!
Alterado por sus gritos, el líder no tuvo más opción que apresurarse, tirando sin querer las hojas, una vez que las firmaba. InuYasha se llevó una mano a su frente.
-Este... ¿Komui-san? - en eso, Umiko llamó la atención de los presentes, levantando su mano derecha, la cual, era protegida por un guante metálico. - ¿No se supone que iban a presentarnos?
-¡Cierto! - exclamó, arrojando la pluma detrás de él. - ¡R-Rápido! ¡Tú nombre! - se acomodó sus anteojos y señaló a la joven de cabello negro.
-¡K-Kagome! - gritó nerviosa.
-¡¿Y el tuyo?! - volteó a su izquierda y señaló a la chica de ojos castaños.
-Megumi.
Komui se quedó atento a su expresión. Se levantó de su asiento y se inclinó hacia adelante, sobre la mesa, para aproximar su rostro al de la menor.
-Me parece que te he visto en alguna parte. - comentó con dudas, reflejando su mirada en los cristales de sus lentes.
Chasqueó los dedos. Se enderezó y caminó rápidamente a un mueble cercano a su derecha. De uno de los cajones laterales, sacó un antiguo álbum de fotografías. Al volver al escritorio, lo dejó caer; asustando con el ruido a Allen, Kagome y Lenalee, y lo hojeó un par de veces. Reever no entendía para nada lo que estaba haciendo... hasta que su superior encontró la imagen que buscaba. Atónito, se acomodó una vez más sus anteojos y levantó la mirada.
-Tú eres... - murmuró.
Pero antes de que pudiera completar lo que iba a decir, Timcanpy apareció de quién sabe dónde y se colocó sobre la cabeza de Megumi.
-¡E-E-Es el golem de Cross! - gritó Reever, exaltado. - ¡Por eso atravesaba sin dificultades las barreras en el bosque!
Komui sonrió. Rodeó el lado izquierdo del escritorio y se arrodilló frente a la joven.
-Es un honor estar en presencia de la Exorcista que salvó a la orden oscura, de un trágico final a manos del Conde del milenio. - comentó, quitándose el sombrero blanco que siempre llevaba consigo. - Mi nombre es Komui Lee. Soy el líder actual de la organización.
-¿"Lee"? - interrogó Megumi, recordando repentinamente al antiguo supervisor de la orden. - ¡¿Eres pariente de Mao?!
-¡Así es! - exclamó Komui, levantando los pulgares. - Cuando mi abuelo fue asesinado por los demonios de la luna roja... - agregó, volviendo con rapidez a su semblante serio. - mi padre, Yoshio Lee, se vio obligado a sacar adelante a la orden oscura.
A la menor le dio un poco de pesar escuchar aquello.
-Si no es mucha molestia... - habló, luego de unos segundos en silencio. - me gustaría saber más detalles al respecto.
Komui volvió a sonreír. Se levantó y volvió a su escritorio, sacando un cubo dorado de uno de los cajones.
FFFFF
-¡Esto es un maldito desastre!
- Malcolm...
-¡Silencio, Hevlaska! - ordenó el hombre de bigote corto, mirándola enfadado antes de dirigirse a Yoshio Lee. - ¡En cuanto a ti y a tu patética familia, sepan que no estoy dispuesto a invertir ni un centavo más en este basurero! - se dio media vuelta y tomó una maleta. - ¡Arréglatelas como puedas! ¡Andando, Link!
FFFFF
-A partir de ese momento, mi padre decidió que la orden oscura ya no sería una organización apoyada por el vaticano. Mucho menos, por un devoto de la iglesia católica como lo era Malcolm C. Leverrier. - explicó Komui. - Trabajaría desde las sombras. Y para que las personas comunes no se vieran involucradas en la nueva recolección de la inocencia, se esparcirían rumores que causarían terror. "El tenebroso refugio de todos los ladrones de Europa". "Escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas para alimentarse". "Los que fueron desterrados para vivir en el infierno".
Los jóvenes quedaron impresionados con sus palabras.
-Ya veo... - dijo Megumi. - con eso evitaría que se repitiera el desastre de la luna roja.
-¡Correcto! - el líder de los ladrones la felicitó con sus pulgares arriba. - Mi padre consideró que, al trabajar desde las sombras, no llamaríamos la atención del clan Noé. Por lo tanto, podríamos reunir más fácilmente los trozos de inocencia.
-Hablando de la inocencia... - dijo un joven, con una bandana cubriendo su cabello pelirrojo.
Llevaba un parche sobre su ojo derecho. Su ojo izquierdo era de color verde. Piel blanca. Alrededor de su cuello y encima de su uniforme, tenía puesta una larga bufanda de color anaranjado.
-...si la orden ya tenía recolectada una buena parte, ¿Cómo es que fue a parar a los objetos más valiosos del mundo?
-¡¿Cuándo entró?! - se preguntaron InuYasha, Kagome, Allen y Lenalee al mismo tiempo, viendo la tranquilidad con la que apoyaba sus brazos en el escritorio.
-Buena pregunta, Lavi. - respondió Komui, acomodándose sus lentes. - Según el mensaje que mi abuelo nos dejó en este cubo... - señaló el objeto sobre la mesa. - eso fue gracias a los poderes de Hevlaska. - con curiosidad, Lavi tomó el cubo y lo examinó de un lado a otro. - Verán, cuando ella se enteró de que el cuartel general estaba bajo ataque, expulsó los trozos de inocencia para protegerlos y esconderlos en las cosas más valiosas dentro de los museos del mundo. Lo cual, fue perfecto y bastante conveniente para los planes de mi padre.
Lavi asintió, dejando el cubo de nuevo en el escritorio.
-Komui. - lo llamó Megumi, levantándose de su asiento. - ¡Juro por la memoria de mi padre y de mis compañeros caídos que, esta vez, conseguiremos sin falta formar el corazón de la inocencia!
-¡Bien, así se habla! - exclamó con más ánimo, dándole unas pequeñas palmadas en la cabeza, sin alterar a Timcanpy. - Pero, por ahora, vayan a descansar.
-Si ya no se sienten mal, puedo llevarlas a sus nuevas habitaciones. - comentó Reever, dirigiéndose a Kagome y a Megumi, quienes asintieron en silencio.
Después de salir de la oficina, Umiko y Lavi partieron al otro lado, despidiéndose de los jóvenes con un ademán. Mientras caminaban por los polvorientos y antiguos pasillos de la torre, Reever y Lenalee les iban explicando a las chicas qué era lo que guardaban algunos cuartos. Ya que, en sus propias palabras, era peligroso que exploraran por su cuenta, porque corrían el riesgo de perderse... o de terminar atrapadas en algún loco experimento de Komui sin capturar. Saber aquello las puso nerviosas.
-Este será tu cuarto, Kagome.
Unos minutos después, llegaron a una alcoba simple, pero acogedora. Disponía de una cama, una mesita de noche y un pequeño armario. Además, estaba a un lado de la de Lenalee. Continuando, Reever abrió otra puerta, enseñándole, esta vez, a Megumi, como era su nueva habitación.
Al igual que la de Kagome, tenía una cama, una mesita de noche y un armario. Sin embargo, lo que más le llamó la atención, fue la pintura que colgaba junto a la ventana. Un hombre con una máscara caminando sobre una luna menguante. Verla, le recordó por un breve momento a Neah.
-Tengo entendido que venías con un pequeño equipaje, ¿No? - cuestionó el asistente de Komui, despertando a la joven de sus pensamientos.
-¡S-Se quedó en la enfermería, pero yo lo traigo! - exclamó Allen, saliendo disparado hacia el pasillo.
Reever se encogió de hombros. Se despidió de los jóvenes y volvió a la oficina de su superior. InuYasha, al percatarse de que se había quedado solo con Megumi, comenzó a ponerse nervioso. De hecho, ni siquiera era capaz de mirarla a los ojos.
-S-Será mejor que yo también me vaya a...
Trató de decir, pero la menor se le adelantó, saltando de la cama para correr hacía él y abrazarlo con fuerza.
-Estás vivo...
Fin del capítulo.
