Los personajes de Candy Candy no me pertenecen. Esta historia no es apta para menores de edad.

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Capítulo 5

Al llegar a casa de Dorothy, sus niños ya estaban cenando y habían terminado su tarea. En verdad que contar con Dorothy era una bendición. Sus tres hijos estaban somnolientos y mientras conducía a su casa Emily se había quedado dormida. Candy sintió una enorme culpa al ir por ellos tan tarde. Las cosas en la remodelación se habían complicado. En ocasiones como esas era cuando extrañaba el poder disponer de más tiempo para sus hijos. Mañana les dedicaría más de su tiempo. Le había llamado a Albert para cancelarle pero al escuchar su voz no había podido hacerlo y mucho menos después de haber conversado con el rubio. Él le había preguntado cuál era la comida favorita de sus hijos para llevar los ingredientes y cocinar con ella mientras esperaban que la masa para el pan estuviera lista. Según él, serían dos clases en una. Por supuesto que las intenciones de cancelarle fueron inmediatamente desarmadas. De hecho ella le preguntó si podría llegar más temprano para que los niños no se desvelaran tanto.

Mientras conducía Candy decidió que les diría de sus planes para mañana a Sofie y Ben.

-Oigan chicos, hay algo que les quería decir…-Candy se quedó sin saber cómo explicarles quién era Albert, en verdad que necesitaba analizar las cosas antes de hablar-…invite a un amigo, que en estos días llegó de Europa, a que me diera clases de cocina mañana.-Hasta ella misma se sorprendió de encontrar una válida explicación.

-¿A un amigo?-preguntó Sofie quien estaba sentada en el asiento del copiloto y la observaba con curiosidad.

-Se llama Albert, es hermano de Annie.-Agregó Candy muy de prisa.

-¿Albert? ¿Es el mismo Albert del cual "tía" Annie nos contó que es el mejor pescador que existe? ¿Es verdad que puede pescar usando solo sus manos?-Ben estaba muy emocionado.-¿Le puedes preguntar si puede darme clases de pesca?

-Yo quiero ir a pescar.- Emily dijo con voz emocionada.

-¿Que no estabas dormida?- Preguntó Candy sorprendida.

Al día siguiente los niños se levantaron muy temprano, como de costumbre, aunque no tenían que levantarse temprano los fines de semana. Ella estaba tan cansada que cuando los niños le sugirieron que para el desayuno fueran a un restaurante ella inmediatamente aceptó. Mientras buscaba las cosas para maquillarse decidió que no se maquillaría y eligió un sencillo vestido con rallas verticales de color rojo y blanco. Su cabello lo peino en una coleta. Se miró en el espejo y se sintió desnuda. Hacía mucho que no salía sin maquillaje en público. La última vez que lo había hecho, terminó en portadas amarillistas modelando unas enormes ojeras. -Bueno, un paso a la vez-dijo mientras ponía rímel a sus largas pestañas. Ese sería todo el maquillaje que usaría por el momento. Bueno también se puso bálsamo labial.

Una vez que terminaron de desayunar en el restaurante; Candy y sus hijos fueron al supermercado. Al regresar a su hogar con las compras, la rubia advirtió que la casa era un desastre. Ella había contratado a unas señoras de limpieza para que fueran dos veces a la semana a su casa a limpiar. Había tenido dificultades en encontrar a las personas indicadas ya que buscaba a personas discretas. Desafortunadamente hoy era sábado y ellas cuando limpiaban su casa eran los lunes y jueves. Con la ayuda de sus hijos medio ordenaron el piso principal. Aún le quedaban montones de ropa para doblar. Como siempre disponía de poco tiempo, usualmente solo ponía la ropa a lavar y secar y parecía que nunca tenía el tiempo suficiente para terminar de doblarla. Ella había decido el que entre menos personas le ayudarán en la casa había menos posibilidades de que se filtrara información a la prensa. Además de que quería que sus hijos crecieran siendo responsables de limpiar su propio desorden. También tenía un tiempo que se sentía culpable al dejar al cuidado de Dorothy a sus tres hijos porque aunque le pagaba sabía que Dorothy principalmente cuidaba a sus pequeños por agradecimiento y por el cariño que les tenía. Candy suspiro, la verdad nunca había querido hacerlo, pero lo mejor para sus hijos era contratar a una niñera de tiempo completo o por lo menos a alguien que pudiera ir a cocinar para sus hijos y recibirlos en la casa cuando llegaran de la escuela. Candy en verdad que en ese momento se sentía tan agotada, no podía más que admirar a las mujeres que solas, sin ayuda de nadie sacaban a sus hijos adelante.

Ella era afortunada de contar con los medios económicos para buscar la ayuda que necesitaba. Además que ella solita se había buscado el problema de no poder limpiar la casa ella sola al haber comprado la villa Leagan. La cual era enorme. También había contratado a una compañía para que le diera mantenimiento a su enorme jardín. En su afán por comprar una casa antigua, no había pensado detalladamente todos los gastos que conllevaba el darle mantenimiento a una casa tan grande. Aunque no tenía por qué preocuparse ya que podía básicamente vivir con lo que sus padres le habían heredado por mucho tiempo. Afortunadamente los niños contaban con fondos fiduciarios gracias a la herencia que le había pertenecido a su hermana Eliza. De los cuales podrían disponer al ser mayores de edad.

La rubia salió de sus cavilaciones al ver que sus hijos nuevamente tenían hambre. Les preparo unos sándwiches y suspiro con resignación. El lunes a primera hora buscaría a alguien que pudiera ayudarle en la casa.

A las cuatro en punto sonó el timbre de la casa.

Los tres remolinos salieron corriendo a abrir la puerta.

-¡Esperen!, -se dio a correr dejando a sus hijos tras ella-¿qué tal si no se trata de Albert?- Candy les advertía.

Al Candy abrir la puerta Albert olvidó por un instante el respirar. Se veía realmente hermosa con un sencillo vestido y su hermosa cabellera en una coleta la cual dejaba escapar sus rizos rebeldes. Por Dios, sus pecas, adoraba sus pecas las cuales eran visibles en su rostro al no llevar maquillaje. En la primera oportunidad pensaba contar todas las pecas de todo su cuerpo.

Candy hasta olvidó el cómo hablar al admirar al guapo caballero el cual llevaba jeans y una camisa azul la cual hacía resaltar el azul de sus ojos.

Después de unos instantes encontró su voz y al darse cuenta que no lo había invitado a pasar lo hizo.

Él llevaba las manos llenas de bolsas y Ben se ofreció a ayudarle.

-Tú debes de ser Ben, mucho gusto en conocerte.

-Yo soy Emily y ella es Sofie.- Decía la más pequeña realmente emocionada al tener una visita.

Todos se dirigieron a la cocina y para la sorpresa de Candy Sofie se encontraba atípicamente muy callada.

Unos minutos después todos se encontraban en la cocina.

Los niños y Candy pesaron las cantidades adecuadas de harina y los ingredientes para el pan bajo la supervisión de Albert quien llevaba un delantal blanco. Al momento de amasar todos tomaron un turno. Albert le preguntó a Candy, que si podía tomar fotos. Al parecer su cámara estaba en su auto. Los niños necesitarían otro baño. Al encontrarse sola con sus niños Candy suspiro. Albert encajaba perfectamente en su familia, era como si la pieza que les faltaba en el rompecabezas incompleto que era su familia, fuese Albert. Él sin ningún problema, en solo minutos, había ganado la confianza de sus niños. Hasta Sofie ya había empezado a actuar normal.

Candy sintió la presencia de Albert, él cual se encontraba tras el lente de su cámara fotografiando el caos en su cocina. Después de tomar unas fotografías Albert les indicó que era suficiente amasado y puso la masa a reposar en un cuenco.

-Creo que ahora sigue la preparación de las hamburguesas. ¿En verdad es su comida favorita o su mamá solo quería que la lección de cocina fuera sencilla?

-Las hamburguesas son nuestras favoritas y unas de las pocas cosas que mamá prepara más o menos…de hecho le quedan un poco secas pero se pueden comer...- Dijo Sofie sin un ápice de malicia. Lo dijo con la sinceridad de la que solo un niño es capaz.

Candy se sonrojo-Es que siempre las dejo extra cocinadas por accidente. Si gustas las podemos cocinar afuera en la parrilla.

-Eso estaría perfecto, primero hay que cortar los vegetales y formar las hamburguesas.

Los niños ya aburridos de cocinar pidieron ir a ver televisión por un rato.

-¿Qué quieres hacer?-preguntaba Albert mientras sacaba la lechuga.

Candy limpio su garganta, las cosas que quería hacer no eran adecuadas con sus hijos en la casa. -Puedo cortar los vegetales mientras tú formas las hamburguesas. La verdad no me gusta la sensación de carne cruda en mis manos.

Una vez que las hamburguesas se estaban asando y el pan estaba en el horno. Destaparon una botella de vino y pusieron música mientras los niños jugaban por todo el jardín. Era algo tan doméstico que si alguien los viera pensaría que eran un matrimonio disfrutando de una parrillada con sus hijos. En cada oportunidad Albert besaba a Candy, ya fuera en la frente, la punta de su nariz, en su cuello, su boca. La rubia le decía que se comportará que los niños podrían verlos. Pero ella igualmente lo abrazaba de la cintura o se ponía de puntillas para poder darle un beso fugaz. Una vez que estuvo el pan, el cual lo hicieron para las hamburguesas, decidieron comer en el patio. Para todos ellos esas fueron las hamburguesas más deliciosas que jamás hayan comido.

Al caer la noche todos regresaron al interior de la casa y decidieron ver una película juntos. Los niños empezaron la película mientras Candy y Albert limpiaban la cocina y lavaban los platos sucios. Posteriormente se fueron con los niños a ver el resto de la película. Candy se sentó al lado de Albert quien la abrazó de los hombros. Emily se quedó dormida y Albert ayudó a Candy a llevarla a su habitación. Sofie y Ben fueron a prepararse para dormir y Albert no quería irse pero sabía que tenía que hacerlo. Candy lo acompañó a la puerta.

-Si no quieres, no tienes que acompañarnos al cine mañana.-Los niños los habían convencido de ir al cine dado que nunca iban.

-Claro que quiero ir con ustedes al cine. No recuerdo la última vez que he disfrutado tanto de un sábado.

-Gracias por todo, mis niños quedaron encantados contigo. Pero me da miedo que se acostumbren a tu presencia y si las cosas no funcionan entre nosotros ellos sean los que sufran las consecuencias. Ellos han pasado por pérdidas que nadie debería experimentar.

-Candy, mis intenciones contigo son sinceras. Quiero que seas mi novia. Sé que a nuestra edad suena raro decirlo pero eso es lo que quiero.- Le guiñó un ojo.-Además creo que ya somos más que novios. Sé lo importante que es para ti la estabilidad de tus hijos. Si no estuviera dispuesto a tener una relación seria contigo nunca hubiera venido a conocerlos.

-Es que todo pasó tan rápido, yo no soy así. -La rubia detuvo sus palabras y suspiró, ¿cómo explicarle que ella solo había tenido relaciones con el que fuera su esposo?- No sé lo que estaba pensando en dejarme llevar…

-Preciosa, por favor no cuestiones lo que pasó entre nosotros, tú sabes bien que eso era algo inevitable. Sé que tú también sientes esta química entre los dos.

Candy decidió que lo mejor era ser honesta con él. -Albert, la verdad es que tengo miedo. No sé si esté lista, Terry…-La rubia detuvo sus palabras al ver el dolor fugaz que pasó en los ojos de Albert al mencionar a su ex. -Tú siempre has sido muy importante para mi y no quiero que esto,-señalo entre los dos,- si no funciona nos aleje, como lo hizo en el pasado.

-Candy, en el pasado yo no tenía el derecho de verte como mujer. Las cosas han cambiado y no hay nada que quiera más que el formar parte de tu vida de una forma permanente.- La tomó de la barbilla y la besó con dulzura pero el beso fue escalando en intensidad hasta dejarlos sin respiración.

-Hasta mañana preciosa.- Albert hizo uso de todo su autocontrol para no tomarla en sus brazos y hacerla suya en ese mismo instante.

Candy solo asintió con la cabeza, al parecer el rubio le hacía perder la capacidad de articular palabra alguna.

El día siguiente pasaron un día muy divertido en el cine y sin casi darse cuenta pasaron dos semanas en las cuales Albert se había convertido en parte esencial de la familia de Candy.

-Señorita Maria, no dude en llamarme si algo pasa con los niños. ¿Está segura que puede cuidar también a los niños de Dorothy?-Candy era un mar de nervios. Era la primera vez que dejaba a sus hijos para ir a una cita.

-Candy no te preocupes, recuerda que mi hermana también me va a ayudar. Yo estoy capacitada para cuidarlos yo sola. Pero mi hermana me va a acompañar para no quedarme sola toda la noche.- La srta. Maria era una mujer de unos 50 años que había dedicado su vida a ser niñera. Su hermana, la srta Pony era una mujer de 60 años, la cual había trabajado por mucho tiempo como chef en los mejores restaurantes pero ahora solo tomaba trabajos de medio tiempo. El cocinar para los niños de Candy cinco veces a la semana era algo perfecto para ella. Las mujeres pronto se habían convertido en una especie de tías y las trataba más como familia que como empleadas.

Cuando Candy las contrato, Dorothy le había llamado la atención por no seguir teniéndola de niñera, pero la verdad era que Candy se había dado cuenta de lo pesado que era para Dorothy el cuidar de todos los niños aunque fuera por solo un par de horas. Al principio Candy había necesitado de Dorothy porque no confiaba en nadie más para cuidar a sus niños además de que necesitaba del dinero extra que ganaba al cuidar a los niños, pero Tom al ahora ser su mano derecha ganaba un muy buen sueldo. Candy sabía que la única razón por la que Dorothy seguía cuidando de sus pequeños era por agradecimiento.

Albert iba casi todos los días a llevarle de comer a Candy a su trabajo. Tom y Albert habían entablado una amistad y esos dos habían planeado una cita doble. Aunque a Candy le emocionaba salir con sus amigos hubiera preferido salir sola con Albert. Desde el día que habían tenido relaciones, hacía ya más de dos semanas, no se había dado la oportunidad de poder disfrutar de estar en los brazos de Albert. En efecto era como si Albert intentará por todos los medios el no estar con ella. Los besos intensos se habían convertido en un ocasional beso en la mejilla o frente. Era como si Albert la tratara como solo una amiga en lugar de su novia. ¿Sería que Albert había perdido el interés en ella?

Continuara…


Quejas a una neurótica:

Candy: No entiendo el porqué insistes en seguir con esta historia. Hace siglos que no escribes nada. Creo que ya perdiste el toque, si es que alguna vez lo tuviste "amiga."

Cris: Lo siento, no tengo ninguna excusa, más que el mundo descontrolado me llevó a un terrible bloqueo mental, Ay amiga hermosa, por favor disculpame.

Candy: A todos nos dejaste a la espera de lo que pasaría. La verdad no sé qué es lo que sigo haciendo contigo. Como ya te lo he dicho; no me gusta el tipo de mujer fácil que me haces ver.

Tom: Oye Cris, eso de ser la tercera rueda no me gusta. Además yo quería una cita a solas con mi dulce esposa.

Terry: Hasta que haces algo bien. Arruinaste una historia en donde no soy el protagonista. Mira que al durar tanto en publicar algo y en convertir tu historia en algo doméstico y aburrido, en lugar de erotico como era tu intención, no dejará lectores de tus tontas historias.

Cris: No importa, mientras tenga un solo lector seguiré, aunque tarde años en publicar algo. No te preocupes Terry el próximo capítulo se pondrá mejor. (Eso espero porque sino Albert no me perdonara).

Albert: Cris se volvieron a escapar tus gallinas. Tuve que ir por ellas al granero del vecino.

Cris: ¡Albert! Pensé que ya no querías hablar conmigo. (Llorando de felicidad al verlo y al oírlo por fin dirigiéndome la palabra).

Terry: Ay no, siempre arruinas todo Albert. Ese gallo enano no me deja dormir. Pensé que por fin podría dormir hasta tarde (Se retira totalmente enojado. Tendría que hacer algo más drástico que abrirles la puerta de la cerca a las gallinas).

Albert: ¿Por cierto, Cris, cuando publicaras el próximo capítulo?

Cris: (Temblando…temblando…casi llorando) Pronto (tocó la madera de mi escritorio).

Gracias a las lindas lectoras que dejaron sus comentarios a ustedes dedico este humilde capítulo.