El banquete es fastuoso, la decoración exquisita desde la larga entrada hasta las altas torres donde ondean banderas con el emblema de los Malfoy sobre un campo verde y bordados de enredaderas plata un par de dragones de fauces abiertas parecen custodiar la heráldica. Se nota el empeño que ha puesto el anfitrión para engalanar el gran salón del Palacio principal de Glaonna.
Los cuatro reinos han sido convocados, las invitaciones entregadas a la realeza y los más distinguidos nobles, fueron enviadas en cuanto se confirmó la existencia del príncipe Pólux. Se esperaba que en pocas horas la crema y nata de la sociedad de los cuatro reinos estuviera presente en la celebración.
En contadas ocasiones se presentaba una oportunidad como aquella, donde las 4 fracciones pudieran estar juntas en el mismo lugar. Las expectativas son altas, así lo ha querido el Rey Lucius, después de la ceremonia de iniciación en el templo donde quedó en evidencia el poder de su vástago, incluso se rumora que la balanza se inclina a su favor ante los ojos del monarca, parece ser que hay muchas posibilidades que sea el elegido como sucesor al trono.
El príncipe Drake no parece tan complaciente o dispuesto a dejarse manipular por su padre por mucho más tiempo. Ya no pudieron sostener más la mentira de que la reina Narcisa y su hija seguían como rehenes del propio Lucius para manejar al joven a su antojo.
Era cuestión de tiempo para que el príncipe se revelara a las órdenes del patriarca. La mayoría de las fracciones de los nobles le apoyaba, cansados de mandato del terror bajo el poder del Rey, mas de alguno estaba dispuesto al riesgo de empuñar sus espadas para que se diera un golpe de estado que haría que Draco ascendiera al trono.
A juicio del príncipe faltaba muy poco para avanzar, estaba más que dispuesto a atravesar el corazón de Lucius con su propia espada. Lo único que quizás lo mantenía aun quieto era las posibilidades de que se desatara una nueva guerra. Los ataques cada vez más frecuentes comenzaban a agitar el miedo en la población, un golpe de estado en tiempo de guerra traería consigo mas derramamiento de sangre innecesario.
Ahora había una cuestión más sumándose a las dudas del joven príncipe heredero. Nunca como ahora le resultaba más difícil tomar una decisión sobre el futuro. Siempre había tenido claro cuáles eran sus deseos para gobernar libremente a su pueblo, podría ser que seguía queriendo lo mismo, liberar por completo el reino del yugo de su padre, sin embargo, ya no era solo eso. Quería algo más, algo que no podía tener.
Aun en las sombras del túnel oculto que desembocaba en el armario, con el sabor y olor de la princesa sobre su cuerpo, se sentía terriblemente débil y enfermo de solo pensar que sería otro quien disfrutaría en el futuro de la compañía de Hermione. El pensamiento le parecía intolerable como si mil maldiciones le cimbraran el cuerpo.
"Lo siento"
Estúpidamente soltó una disculpa cuando las palabras le faltaron, toda elocuencia se fue a mierda al tenerla de nuevo tan cerca. Su princesa es tan hermosa que cuando por fin pudo traspasar el fondo falso y salir del armario, se quedó sin aliento. Estaba simplemente preciosa, sus ojos abiertos por la sorpresa le miraron con tal intensidad que su cuerpo tembló ante la anticipación de tocarla.
Poco le importo tener el filo de su espada contra la garganta, bien pudiera matarle en ese instante y moriría feliz. Quizás es la ferocidad que muestra su mirada en contraste con la dulzura que siempre trata de ocultar, lo que le tiene cautivado y confundido a partes iguales.
Se había disculpado aun no sabía si con ella o con el mismo por ser tan débil. Quizás por que parecía fuera de si mismo y no concebía la idea de no besarla de nuevo. Tal vez por la brusquedad excesiva cuando la estrecho contra su cuerpo para tomar su boca.
Creyó que besarla de nuevo podría exorcizar los demonios que le hacían desearla con tanto anhelo. Que después de quitar la tentación prohibida de sus labios podría tomar con más calma esa hambre que nubla su buen juicio y la razón. Pero no fue así, la necesidad y el hambre seguían latiendo al tiempo que la incomodidad crece estrujando su cerebro y haciéndolo temblar de deseo.
Limpio su boca con una fascinación indescriptible frente al espejo, el color intenso sobre sus pálidos labios no hizo mas que hacerle sentir satisfecho y que el anhelo de volver a probar su boca se convirtiera en un calor sordo que lo mantiene sumamente excitado.
Guardo el pañuelo con su aroma y la marca de sus labios en el interior de su traje, cerca de su corazón como si quisiera sentir un poco de ella acompañándole durante la miserable fiesta donde estaba un paso mas cerca de perderla, aunque no era muy apropiado usar esa palabra, siendo que necesitaría haberla tenido primero para poder perderla.
. . .
Camina con gracia por el pasillo tratando de aplacar los latidos de su corazón, evita llevarse las manos al rostro para comprobar si sus mejillas están encendidas, no es momento para ponerse en evidencia por un descuido. A penas alcanzo a empujar al príncipe al armario y correr al tocador a intentar corregir lo más rápido posible el maquillaje.
Por fuera se muestra serena, como si nada hubiera ocurrido -pero ocurrió, - todavía puede sentir los labios adormecidos e hinchados y los latidos increpan que sea real esa tranquilidad que aparenta. Ha perdido su pañuelo o mejor dicho lo ha cedido para que el príncipe heredero pueda borrar cualquier indicio que deje a la vista su falta de control, pero no podrá borrar de ninguna manera lo mucho que le a sacudido.
"Lo siento"
Había pronunciado la disculpa con una voz impregnada de frustración e impotencia. Sigue sin entender el completo sentido de las palabras ¿Se disculpaba por besarla? o era que se arrepentía incluso antes de hacerlo. Tantas emociones estaban puestas sobre ellos como estrella en el firmamento. Sentir demasiado podría ser un pecado.
Aparta las dudas, molesta consigo misma. No es momento para pensar en el príncipe Draco hay cosas importantes que deberá enfrentar esa misma noche, el peligro la acecha y no hay tiempo para perder en cosas que deberían ser irrelevantes. Respira hondo cuando escucha que anuncias su nombre.
-Entra la princesa heredera Hermione Granger.
Cualquier murmullo muere a penas cruza el umbral de las altas puertas. Las miradas sobre la princesa caen abrumadoras, eso no detiene sus pasos ni por un minuto. Segura da paso tras paso con el rostro erguido. El lenguaje de todo su cuerpo cambia, con la espalda recta y sus manos juntas, su piel oliva incluso parece brillar con la solemnidad de sus rasgos.
El faldón del vestido a penas se mueve, con gracia parece simplemente flotar para acortar la distancia hasta el lugar donde se encuentran los anfitriones del evento. Pareciera que todos los presentes están bajo un hechizo que los mantiene anonadados por la presencia imponente de la joven princesa.
Nadie camina a su lado, lo ha planeado de esa manera. Han sido varios los hombres que se ofrecieron para acompañarla en su entrada, desde su padre el Rey Beathan quien termino cediendo a sus deseos a pesar de su desacuerdo, como sus amigos de toda la vida Sir Potter, los Weasley y el siempre solicito Krum, incluso Lord Sirius Black al que sigue considerando un segundo padre al criarla desde niña, sin embargo, lo más apropiado seria demostrar que no necesita el apoyo de un hombre para tomar su sitio. Desde este momento había de demostrar que los cambios en su reinado futuro no se darían solo en papel.
Las damas en el lugar visten sus mejores galas, vestidos ajustados de arriba con rígidos corsés que acentúan sus esbeltas figuras y faldones esponjados con varias capas de holanes, la moda marca la exaltación de pesadas telas que muestran que, a mayor volumen, mayor esplendor.
Lady Parkinson le mira con desdén disimulado, conteniéndose de reír a carcajadas ante el atuendo de la princesa heredera. Sonríe radiante tras el abanico, el suntuoso vestido que porta es de un color verde intenso, metros y metros de encaje embellecen el faldón amplio, lleno de piedras preciosas que brillan bajo la luz que emiten las enormes lámparas del techo. Poco le importa a penas ser capaz de respirar o lo difícil que resulta incluso andar por el peso de sus ropas. Espera que pronto se hable de la sencilles casi ridícula de esa dama que tenían por una belleza.
Espera los murmullos amodorrados de los nobles, las burlas a media voz y las risas disimuladas, quizás las miradas llenas de burla y desdén. Pero se equivoca. Los segundos transcurren lentos, el mundo sigue cada paso del recorrido de la princesa aun bajo el encanto de su presencia. Entonces la sonrisa muere en sus labios, sus preciosos ojos azules destellan esta vez no por diversión, sino por rabia.
La dama se percata que no hay desdén sino complacencia a su paso. Las personas se abren como la marea para concederle el paso, se inclinan ante ella como si fuera la Reina de esas tierras. La música de fondo incluso parece anunciar su llegada, no hay burlas por el contrario solo admiración se detecta en los presentes.
La princesa heredera no porta un vestido común, la tela lejos de ser pesada parece ligera, suave y rica en matices rojizos que parecen irisados con cada movimiento al andar. Bordados con hilos de oro se entrelazan por todo el rodete bajo hasta alzarse y definir la figura de un león de manera tan nítida como si tuviera vida al centro del vestido, con la garras levantadas y expuestas como si saltara desde abajo del faldón hasta sus caderas, el movimiento no hace más que mostrar el hermoso trabajo del bordado que da una sensación de que el León está a punto de saltar para salir de la tela y defender a su princesa, dos joyas destellan engarzadas en sus ojos. Un escote moderado recto deja a la vista las sensuales líneas de sus clavículas de manera elegante pero audaz, que resalta aun mas al llevar una sencilla gargantilla con un único rubí del tamaño de un hueso de melocotón.
El cabello está perfectamente peinado en risos definidos que se mueve con cada paso, una hermosa marea de tirabuzones se extiende por su espalda hasta más debajo de sus caderas como si fueran más bien un velo castaño con reflejos dorados que se mecen a la par de sus movimientos. La exquisita tiara es lo único que mantienen en su sitio la abundante melena. El rostro a penas maquillado a excepción de sus labios tintados en un rico tono carmesí, las mejillas rosadas y los ojos ahumados solo para acentuar la fuerza de su mirada.
La princesa heredera Hermione Granger no tiene la belleza exuberante de Lady Parkinson, sin embargo, incluso el aura que despide es atrayente, la fuerza de su andar, la seguridad en su rostro, cada uno de sus movimientos claman al mundo que es superior e inalcanzable. La futura Reina de Talamh, la próxima monarca ya camina por la tierra de los 4 reinos con la entereza necesaria para ascender al trono. A pesar de todo no hay matices soberbios en su expresión, un orgullo distinto tintinea en sus ojos dorados que no dejan de ser cálidos de alguna manera.
Una contradicción en toda regla, su apariencia regia parece feroz, pero sus modos son suaves cuando se inclina lentamente ante el rey anfitrión y sus hijos.
Tres pares de ojos grises no pierden detalle de sus movimientos, la inclinación al saludar en profunda. El príncipe Draco aprieta los puños para evitar la tentación de extender la mano para tocarla.
Es Pólux quien da un paso adelante con la palma extendida hacia arriba, solicitando el honor de tomar la mano de la princesa.
-Que infinito placer es tenerla con nosotros princesa Granger. -Es la fuerte voz del Rey la primera que se alza.
-El placer es todo mío su majestad. -sonríe poniendo la mano con delicadeza sobre la del príncipe Pólux para acercarse más.
-Lo único que lamento es la ausencia de su padre.
-Le pido disculpas su alteza, mi padre se vio obligado a quedarse en Talamh, sabrá que los tiempos que corren son difíciles. Los ataques son cada vez más frecuentes y cercanos a las tierras alrededor del palacio. No deseaba dejar a la Reina sola al cuidado de mis hermanas.
-¡Comprendo! Aunque es una pena, hubiera estado complacido de mandar parte de mi ejercito a su servicio para que viajara tranquilo con nosotros.
-Agradezco profundamente su generosidad Rey Lucius, pero estoy segura de que pronto se apaciguaran del todo los alistamientos enemigos para poder gozar de una paz tan necesaria.
-¡Así será! -Pronuncio tajante el Rey con un brillo peligroso en sus ojos grises. -Pero no es momento de hablar de esos temas en pleno festejo. La felicidad de encontrar a mi querido Pólux es suficiente para darnos un soplo fresco.
-Le felicito sinceramente su majestad, reencontrarse con su hijo debe ser maravilloso.
-Es uno de los mejores momentos de la vida, después de perder al príncipe Canis y años más tarde a Castor y Pólux creí incluso que estaba maldito. Ahora me siento sumamente afortunado teniendo la seguridad de la continuidad de mi descendencia.
El príncipe heredero apenas pudo contener su molestia ante la mención de su hermano Canis, que pronunciara el nombre con esa sucia boca era como una maldición. Hermione lo noto enseguida.
Estaba dispuesta a intervenir para cambiar el tema, sin embargo, no fue necesario. En ese momento anunciaban la llegada de una figura importante para los 4 reinos.
El gran mago Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore con una pequeña comitiva de dos magos que caminan un par de pasos más atrás con los rostros cubiertos.
Lucius bufo con disgusto, si la princesa no hubiera estado tan cerca no se habría dado cuenta de la molestia del rey por la llegada de ultimo invitado. El rey es sumamente hábil para ocultar sus emociones tras una máscara cuidadosamente elaborada de indiferencia, pero el sutil cambio en la tensión de su cuerpo dejo entrever que el mago no le agradaba en lo más mínimo.
-¡Rey Lucius! -Saludo con una enorme sonrisa y una reverencia que lo hacía parecer divertido por la incomodidad del Rey.
El era alto con el cabello y la barba completamente blanca, la nariz torcida ligeramente a la izquierda parecía que apenas podía sostener sus lentes de medialuna.
-Sus altezas que agradable es verlos. Los Malfoy fortalecen sus lazos con un nuevo miembro.
-Así es Dumbledore. -Se limita a decir lo más tranquilo posible.
-¿Dónde se encuentra la encantadora Reina Narcisa y la princesa Aldhara? No logro verlas por ningún lado -Cuestiono mirando a su alrededor, buscando a alguien que de antemano sabía que no estaba presente.
El mayor de los Malfoy rechino los dientes antes de contestar.
-Están al cuidado de los Black en Uisce.
-Esperaba verlas en tan importante evento.
El príncipe heredero levanta su ceja rubia con interés. Tenia que reconocer que el mago, sabia como poner a su padre contra la pared con su peculiar forma de ser. Hace ya varios años que no veía al mago, de hecho, hacia tanto tiempo que casi lo había olvidado por completo, por aquel entonces su hermano Canis aun vivía. No recordaba haber presenciado antes que alguien tuviera las agallas suficientes para cuestionar al Rey de esa manera.
-Esos eran sus deseos, pero han estado presentándose demasiados ataques al norte de Glaonna, demasiado cerca de las costas de Uisce. Un viaje en este momento sería demasiado riesgoso.
-Comprendo, -Añadió sin perder la sonrisa. -Imagino que esa también será la razón por la que Lord Sirius no está presente, de otro modo estaría aquí para darte la enhorabuena.
-Seguramente así sería Dumbledore. -El disgusto es evidente en el rostro del hombre, apenas puede contener su malestar, lo que parece realmente sorprendente de ver. -Permítame presentarle formalmente a la princesa Hermione Granger de Talamh. -Cambia de tema girándose a la princesa que cortésmente aguarda en silencio.
-Un place conocerla princesa Granger, me encontraba en un largo viaje de investigación cuando fue presentada en sociedad, nos llevo varios años poder volver. Lamento no haber tenido la oportunidad de conocerla antes.
-El placer es todo mío Mago Dumbledore, la historias que he podido escuchar sobre usted son realmente impresionantes.
-No crea todo lo que escucha princesa.
El intercambio de saludos le resulto un poco menos molesto que el tema anterior al rey, pero mientras seguía la conversación volcó su atención a los dos hombres que parecían inamovibles un paso más atrás del Mago principal.
-¿Podría saber quién le acompaña? Que tienen tan mala educación para permanecer cubiertos.
La princesa Hermione fue quien contesto cuando se fijó en las manos apenas visibles de los hombres.
-Magos Tace. -Dijo en reconocimiento haciendo una inclinación ligera hacia los hombres. -Pido de su consideración Majestad, por lo poco que se sabe de su existencia su magia es poderosa, llevan una vida aislada del resto para profundizar en el estudio de la magia vital de los cuatro elementos. Han hecho un voto de silencio y nunca muestran sus rostros en público. Es realmente admirable que podamos disfrutar de su compañía esta noche, su presencia por su sola significa la alta estima que debe tener por usted el gran mago Dumbledore.
El rey no tuvo más remedio que contener su mal humor, fingiéndose complacido por la presencia de esos magos en su palacio.
Los príncipes se mantuvieron al margen de la conversación que mantuvo Hermione con el mago. Ambos observándola mientras gesticulaba emocionada al hablar. El malestar de Draco no hacia más que acentuarse cada minuto que pasaba, resultaba insoportable estar tan cerca de la joven y no poder tocarla. Sin darse cuenta se llevaba de manera distraída la mano al pecho, palpando el pañuelo impregnado de su aroma, de algún modo resulto calmante, aunque no lo suficiente para contener los celos cuando la vio bailar en los brazos de Pólux.
. . .
. .
.
Cuatro portales se abrieron de manera simultanea en los 4 reinos, alimentados por magia oscura poderosa. Los sellos que protegían cada reino para evitar traslaciones sin autorización fueron quebrantados. Pronto hordas de elfos y criaturas oscuras atravesaron los arcos de piedra en un ataque sincronizado a la perfección.
El sonido de un cuerno rompió el silencio de la noche en el reino Talatm. Los guardias se prepararon para proteger a los reyes y las princesas. El Rey Beathan beso las frentes de sus hijas, antes de despedirse de manera apresura de su esposa, quien le miraba angustiada y pálida.
-¡Volveré! -prometió tratando de dar seguridad a su reina.
No se atrevió a mirar atrás cuando dejo los aposentos reales donde se resguardaría su amada familia para estar fuera de peligro. Esperaba poder cumplir su promesa, quería volver a ver a su mujer y sus hijas al menos una vez más.
La reina no perdió tiempo, haciendo a un lado el miedo entrego a su hermana una de sus hijas mientras ella tomaba en sus brazos a la otra. Aprovecharía cada segundo otorgado por su esposo para poner a las princesas a salvo.
Presionando una roca en la pared se abrió un pasadizo por el que se apresuraron a entrar guiadas por las llamas de las antorchas que mágicamente se encendían a su paso para después apagarse.
Rayos de luz se impactaban a diestra y siniestra contra los muros altos. Lo que bestias aladas sobrevolaban el lugar, parecían thestrals, sin embargo, no poseían el color característico de esos animales, parecían hecho de esqueletos blancos que despedían un aroma putrefacto, eran montados por elfos oscuros que terminaron saltando de sus lomos cuando estaban a poca distancia de suelo, para comenzar a invadir el interior del palacio.
Soldados entrenados hicieron frente, la magia en sus escudos y espadas, les permitían defenderse lo suficiente para resistir los hechizos. Explosiones tras explosiones se hicieron escuchar, cimbrando los muros. Nubes de polvo se alzaban impidiendo ver con normalidad.
Los soldados se fueron replegando al interior del palacio. Los elfos oscuros ya sonrían victoriosos mientras se adentraban cada vez mas en las entrañas del lugar. Casi podían paladear el triunfo cuando las gruesas puertas de madera cedieron para terminar de entrar al pabellón principal.
. . .
La gente de Uisce resistía lo mejor que podía. Los elfos atacaron desde el sur por las costas, siendo que el portal mágico se apertura en lo alto de uno de los acantilados cercanos al puerto principal. Las campanas de alerta sonaron estridentes cuando los primeros seres oscuros salieron de los arcos que formaban la entrada dimensional, el reino de agua estaba preparado, siempre lo estaba. Fueron ellos los más atacados durante la última guerra por lo que habían desarrollado formas bastante eficaces para protegerse. Los refugios estaban bajo tierra, entre los muchos túneles y cuevas naturales que el efluvio del agua había formado con el transcurso de los años.
Intricadas ramificaciones de túneles proporcionaban rutas de escape rápidos y seguros. Al primer sonido de alarma los más vulnerables eran ayudados a esconderse. Sabían bien que debían dejar todo atrás para salvar sus vidas. Para cuando los elfos oscuros llegaron a las casas, se encontraron el lugar desierto, eso no evito que intentaran prender fuego al lugar o al menos eso intentaron, debido a que el lugar estaba protegido contra la magia de fuego. Las llamas simplemente se extinguían.
La Reina Narcisa estaba al frente de un grupo bien organizado de soldados en los muros al norte del palacio, le habían suplicado que se escondiera con el resto de los habitantes del palacio, se negó de manera rotunda. No volvería a esconderse, no permitiría que su vida volviera depender de las elecciones de nadie mas, que no fueran las suyas propias. Si ese día la muerte tocaba a su puerta, le atendería gustosa, libre de cualquier yugo.
Su querido primo Sirius luchaba al frente en los muros del sur, ella no seria menos. Nadie traspasaría los muros que custodiaba. Con esa promesa miro al cielo, las estrellas brillaban sobre el manto nocturno. La constelación de Canis parecía vigilarla desde lo alto, era como ver a su hijo mayor que murió demasiado pronto. Su pecho se calentó por su recuerdo, pero también agito su interior con fuerza, con el ímpetu embravecido por el dolor y la rabia.
Levanto las manos al cielo, el agua ascendió en gruesas gotas que pronto se aplanaron y congelaron hasta formar finas agujas que fueron expulsados con fuerza contra el enemigo. Los gritos de dolor llenaron en el ambiente, caían unos tras otros. Narcisa sonrió sabiendo que a penas comenzaba.
. . .
. .
.
Ya no era es el niño que todos subestimaban, con 13 años su mente gozaba de la claridad que muchos adultos envidiarían. Tener como maestro a Neville le ayudo a hacer progresos monumentales en su confianza y seguridad, pero sobre todo la guía de Hermes le llevo por el camino correcto para convertirse en un buen líder.
Fue entrenado como rigor, no solo física, sino mentalmente. Templo su carácter para ser lo suficientemente fuerte para defender a los mas débiles, pero así mismo ser humilde para solicitar ayuda siempre que se necesite.
Lord Neville le miraba complacido preparado con su armadura. No hay miedo en su mirada al empuñar la espada y envainarla, para liberar sus manos y hacer los vientos soplen con fuerza haciendo que decenas de elfos oscuros retrocedan.
Los ojos del príncipe Niel parecen brillar cuando usa su magia para hacer que tornados aparezcan y se lleven consigo a sus atacantes, como si no fueran mas que hormigas.
Sir Neville a su lado también lucha, su magia es poderosa, con el dominio del agua como raíz de su poder forma nubes de vapor que impide que el enemigo los vea con facilidad.
El príncipe y su maestro parecen danzar entre nubes de vapor y corrientes de aire feroces, reduciendo a sus enemigos a una velocidad sorprendente.
. . .
. .
.
Una fuerte explosión lo sacudió, las pareces se estremecieron de repente, haciendo que incluso algunas columnas colapsaran. Los nobles comenzaron a correr en todas direcciones tratando de protegerse de los escombros.
-¡No atacan! -Grito un guardia escupiendo sangre antes de caer sin vida.
Las puertas principales se cierran para evitar que los enemigos entren. La guardia personal del rey Lucius se acomoda a su alrededor para protegerlo.
-Saquen a todos por los túneles. -Bramo Lucius, mientras ya se replegaba con sus custodios.
En la conmoción el príncipe Polux, tomo la mano de la princesa para salir corriendo del lugar. No muy lejos Pansy no ha perdido ningún detalle, aun con la furia burbujeante fluyendo por sus venas no a apartado su vista de la Princesa Granger. Sonríe maliciosa poco le importa en ese momento los riesgos que posiblemente corre, se limita a seguirlos dispuesta a hacer cualquier cosa para desaparecer a esa maldita mujer que le ha robado la atención de su amado Drake.
El príncipe heredero Draco a tenido que reforzar la seguridad apostada en las puertas para dar tiempo a los presentes de huir por los túneles. No lo hace solo, Lord Zabini y Nott le siguen de cerca. Theodore se encuentra dividido no sabe si debe sentirse aliviado por haber permitido que Luna se quedara con su padre o angustiado por no estar a su lado para protegerle. La mansión de los Nott esta bastante lejos del palacio, las posibilidades que atacaran son pocas, pero nada garantizaba que estuvieran completamente a salvo. Su padre había mejorado considerablemente pero no estaba convencido que de pudiera hacer frente a un ataque.
Cuando estuvieron seguros de que todos habían salido abrieron las puetas, algunos elfos entraron a tropel haciendo uso de magia oscura. Fueron repelidos sin mucha dificultad, no eran demasiados y los guardias estaban bien entrenados para hacerles frente. En poco tiempo el enemigo se replegó y desapareció con la misma rapidez que había desaparecido.
Después de comprobar que todo volvía a la calma en poco tiempo los invitados salieron de los túneles, llenando el salón principal. Seguían agitados, pero aparentemente no había bajas considerables entre los soldados y ningún noble había sido lastimado en el asalto. Con un rápido conteo esperaban confirmar que todos estuvieron bien.
Habían transcurrido algunas horas y ya estaba amaneciendo cuando notaron que algunas personas faltaban, entre ellos el príncipe Pólux y la princesa.
-Salieron juntos. -Alguien dijo en voz alta entre la multitud. No se sabia a ciencia cierta quien había hecho tal afirmación, pero no tardaron en murmurar sobre el asunto.
El Rey Lucius ordeno buscarlos por todo el palacio. Así tuvieran que revisar cada habitación, nadie podía retirarse hasta encontrarlos.
Fue el mismo príncipe Drake acompañado por dos de sus hombres quienes entraron a las habitaciones del príncipe Pólux para realizar la revisión solicitada por Lucius. El joven rubio dormía plácidamente desnudo, apenas cubierto con una endeble sana que cubría sus partes nobles. No se encontraba solo, estaba en compañía de una joven dama que se encontraba igualmente desnuda bajo el sopor de un sueño profundo.
El largo cabello esparcido por la almohada, sus curvas insinuadas bajo la protección de las sábanas. El príncipe Draco golpe con la empuñadura de su espada el doncel de madera para despertar a los amantes. Pólux ya estaba despierto solo fingía dormir por eso se enderezo sin mayor sobresalto, no así la dama que yacía a su lado quien brinco exhalando un grito de sorpresa.
Los ojos grises de Draco miraron con desdén a la mujer que le miraba con ojos sumamente abiertos por la sorpresa. La sabana había resbalado en el sobresalto los suficiente para mostrar sus senos desnudos, los caballeros que le acompañaban se giraron avergonzados por el espectáculo. El príncipe no se inmuto, se limito a seguirla observando con creciente disgusto e incluso con asco.
-¡Vístanse, el rey los espera! -Se limitó a decir con una frialdad lapidaria.
