La alarma sonó a las siete de la mañana con toda su fuerza. En la cama, cubierto completamente hasta la cabeza por la cobija, se encontraba un joven de veinte años cuyo rasgo más notable era su cabello blanco como la nieve que cubría todo allá afuera. Lincoln Loud despertó con un poco de trabajo ante la incesante alarma de su despertador. Quitó la cobija de su rostro, y frotó sus ojos para quitarse las lagañas. Con su mano derecha, oprimió el botón del despertador, acabando por fin con ese molesto sonido que le recordaba que tenía que levantarse a trabajar. No era que no le gustara su trabajo, pero en esta temporada de frío, era más apetecible quedarse en cama y no hacer nada.
A pesar de que la casa tenía un muy tradicional estilo japones, él la decoró como si fuera el armario de blancos en el que vivía en su natal América. Siempre le gustaron los cómics, las historietas, y todo lo que tuviera que ver con los superhéroes en los posters que decoraban sus paredes, y debido a esto desarrolló una gran pasión por el dibujo a temprana edad. A los once años, su primer cómic fue publicado gracias a que ganó un concurso; aunque tuvo que compartir créditos con el entonces director de la primaria, el Sr. Huggins, eso ya era un gran logro. A los catorce años, logró crear un personaje que encantó tanto a la editorial que publicaba los cómics de Ace Savvy, que decidieron introducirlo en un número especial.
Para los dieciocho años, ya contaba con varios cómics publicados en su propia página trabajo era seguido por centenas de miles de personas, y eso le dio muy buena fama en el internet.
Lincoln se sentó en su cama y estiró su espalda. Una débil pero gélida corriente de aire lo golpeó, haciendo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo. Miró su reloj despertador, el cual marcaba una temperatura de cinco grados centígrados bajo cero. Los inviernos en Kyoto son usualmente fríos, con nieve la mayor parte de la estación o lluvias.
En qué iba… oh, sí. Lincoln intentó conseguir trabajo en la editorial que publicaba no solo a Ace Savvy, sino que a muchos otros superhéroes y otros cómics famosos que incluso han llegado a convertirse en películas exitosas. Ese era su más grande sueño desde que era niño, era todo por lo que había trabajado tan arduamente. Desafortunadamente, no lo logró. La carta que le llegó decía que, aunque apreciaban su entusiasmo e interés, así como sus antiguas colaboraciones con el estudio, no estaban contratando por el momento. Esa era una excusa y él lo sabía, pero también escuchó que estaban teniendo una crisis financiera debido al aumento en la competencia, así mismo como la falta de interés por los cómics físicos.
Miró por la ventana y vio su jardín enteramente cubierto de nieve; desde el árbol hasta el pequeño estanque que tenía. A medida que crecía, los cómics pasaron a ser algo complementario a su estilo puesto que el anime gozaba de un enorme auge. Es por esto que a los 20 decidió utilizar lo que generó con su página web para mudarse a Japón, en busca de afinar sus habilidades para dibujar. Pero, a decir verdad, lo que de verdad quería era un respiro de aire fresco; su hogar era bello y a veces lo extrañaba, pero el aire en la tierra del sol naciente se sentía algo…diferente, tan antigua pero tan nueva para él. Tan limpio e inspirador No encontraba las palabras correctas para expresar ese sentimiento.
O tal vez quería publicar su propio manga.
Gracias al dinero que tenía ahorrado logró conseguir un buen lugar a las afueras de Kyoto, y se mantenía haciendo comisiones de dibujo para su público.
Colocandose un par de pantuflas, salió de su cuarto y caminó hacia la cocina. La poca iluminación junto con su mente aún dormida lo hizo golpearse con un par de muebles antes de que pudiera encontrar el interruptor. Con la luz encendida se dirigió rápidamente a encender la estufa, poniendo las manos cerca para sentir algo de calor. En un clima así le apetecía algo caliente, y siendo que no era muy fan del café, decidió colocar agua a calentar para preparar un té.
En lo que su bebida estaba lista, decidió navegar un poco en sus redes sociales. No era de esas personas que subía cada cosa que pensaba o cualquier estupidéz que le venía a la mente, pero si algo le parecía gracioso lo compartía. Además, ver los comentarios que sus seguidores dejaban en su trabajo era algo bueno para hacer por la mañana.
"¡Excelente trabajo como siempre!"
"Me encanta el contraste de las luces y las sombras, así como los tonos otoñales de los colores pasteles. Un muy buen trabajo."
"Dios santo, que tetas!"
Esos eran solo algunos comentarios que le dejaban las personas. No todos eran buenos o referentes a su arte, pero igual lo agradecía.
El silbido de la tetera indicando que el agua estaba lista lo trajo de vuelta a la realidad. Colocó una mezcla de hierbas dentro y esperó un momento a que la infusión estuviera lista.
Vivir en Japón tiene ventajas y desventajas; con un poco de esfuerzo ha logrado acostumbrarse al estricto régimen de trabajo que se sigue en el país, logrando ganarse el respeto de mucha gente. Las calles eran más seguras, pudiendo caminar tranquilo en la madrugada sin temor a que algo le llegara a pasar. Además de que gracias a su cabello blanco, se le ha facilitado el disfrazarse de algunos personajes famosos, lo que le ha dado un séquito de admiradoras y admiradores.
Sirvió el té en una taza y dio un sorbo, sintiendo el brebaje calentar su friolento cuerpo. Sabía que iba a caer nieve, pero de haber sabido que iba a estar así de frío habría tomado más medidas para mantener la casa un poco más caliente.
Miró el reloj colgado en la pared, preguntándose por qué había comprado ese maldito reloj de manecillas si no sabía leer la hora. Se quedó mirando un momento, tratando de entender qué manecilla representaba las horas y los minutos, hasta que se dio cuenta de algo poco común.
Las manecillas estaban girando en sentido inverso.
Se levantó y tomó el reloj, pensando que había gastado demasiado en un bonito y caro pisapapeles. Lo miró de cerca en busca de alguna falla, pero en eso la luz de la cocina se apagó de la nada.
–Lo que me faltaba.– dijo con molestia. Parecía que el clima había hecho estragos en el suministro de electricidad. Tomó su teléfono para encender el flash y ver por donde iba, pero no tardó en notar que ni siquiera encendía la pantalla. Esto ya era extraño; él recordaba tener al menos un sesenta y cinco por ciento de carga hace un momento.
Se levantó y utilizó la poca luz que entraba a través de la ventana de la cocina para guiarse. ¿Dónde puse esa cosa?... se preguntó, buscando una lámpara de mano que tenía en uno de los cajones. Luego de un momento la encontró, pero grande fue su sorpresa y decepción al percatarse de que no funcionaba tampoco.
Extrañado por la situación caminó hacia su estudio, que consistía en una mesa en la sala donde estaba su PC, su tableta gráfica y vários bocetos y sketches regados por el lugar. Uno de esos papeles estaba pegado con cinta en el monitor.
Tomó la nota y caminó hacia una ventana para ayudarse a leer con la poca luz que entraba. –Leche, pan, ramen, esto parece…– algo hizo clic en su mente. Durante la última semana ha estado demasiado ocupado con su trabajo que apenas y ha tenido tiempo libre para hacer cosas en la casa. La comida se estaba acabando, y ha estado sobreviviendo a base de comidas instantáneas que compraba camino a casa y bebidas energéticas. Es por eso que ha estado trabajando arduamente para poder adelantar algunas comisiones, para poder tener algo de tiempo libre. Y tal vez por eso se había estado sintiendo mal del estómago últimamente.
Parece ser que primero tendré que ir al mercado, pensó el peliblanco. Tomando el resto del té, se dispuso a ponerse ropa abrigadora. Una vez se colocó un frondoso abrigo, un par de pantalones, una gorra y sus botas, se dispuso a salir.
De la nada, una de las ventanas que daban hacia su patio trasero se abrió de golpe, dejando entrar un fuerte viento que revolvió todo a su paso. El peliblanco se asustó, pero logró recuperarse rápidamente para ir a cerrar la ventana. Le pareció extraño que esta se abriera de la nada, puesto que tenía el seguro puesto y el viento no era lo suficientemente fuerte para abrirla. Definitivamente algo pasa.
Decidió no darle importancia. Abrió la puerta y salió para dirigirse a su auto. Él compra su comida en un mercado rural; le gustaba comprar ahí porque, además de que las verduras y los vegetales eran más frescos, estaban más baratos. La única desventaja era que quedaba un poco lejos. Un precio justo a pagar por calidad.
Intentó encender el auto, pero no lo logró. No era un experto en mecánica, pero si algo aprendió con su hermana Lana, era que si el auto no daba señales de vida la batería estaba muerta. Y con el frío que hacía era lo más seguro. Recordó que tenía un cargador de batería, pero estaba guardado en el cobertizo de la herramienta, el cual él dijo que iba a reparar hace dos semanas. No se iba a dejar derrotar por esto. Entró a la casa a buscar su bici; no era el mejor método en este momento pero era mejor que caminar.
Al entrar, notó que se escuchaba como si alguien, o mejor dicho algo, hubiera entrado. Miró hacia la ventana que se abrió hace unos momentos y vió que aún estaba cerrada. Estaba a punto de voltearse, cuando de la nada el suministro de electricidad se restableció; la lámpara de la cocina se encendió dejando ver que en el suelo frente a la susodicha ventana había huellas de animal. Por la forma parecían ser de algún perro o un zorro. No recordaba haber visto algún animal entrar, pero si había algo debía sacarlo rápido. Con un poco de nervios, tomó una katana que había comprado hace no mucho; si lo que sea que entró intentaba atacar, él se iba a defender.
El sonido parecía venir de la cocina, por lo que con pasos lentos pero silenciosos se dirigió hacia allá. Miró que había cajas de galletas regadas por el suelo, así como bolsas de frituras y frascos de semillas. Lo que sea que haya entrado tenía mucha hambre y estaba acabando con su suministro de snacks. Escuchó un sonido proveniente de una alacena, el animal estaba ahí adentro, no había duda.
Con cuidado llevó su mano temblorosa hacia la puerta de la alacena. La abrió de golpe y retrocedió unos pasos mientras se ponía en posición defensiva. Al mirar, encontró a un zorro común y corriente devorando una bolsa de Oreos. El animal estaba demasiado ocupado comiendo, pero logró mirar como un humano extraño se acercaba a él sosteniendo una espada. El zorro logró huir en el preciso momento en el que Lincoln estaba por golpearlo.
El peliblanco retrocedió al mirar al animal saltar, pensando que se había lanzado a atacarlo. Cerró los ojos, pero solo escuchó al animal escabullirse hacia otra parte, chocando con algunos muebles. No le tomó mucho encontrar un camino de migajas de galleta que llevaba hacia su habitación.
Sosteniendo la espada torpemente frente a él siguió el rastro, entrando a la habitación mirando hacia todos lados. Miró la bolsa de galletas vacía en medio de la cama y la ventana abierta de la habitación. No sabía cómo, pero de alguna manera ese zorro había logrado abrir la ventana y salir luego de dejarlo sin nada para comer. Tenía dinero para volver a comprar, pero si ese animal no hubiera entrado se habría ahorrado ese dinero.
Sosteniendo la espada con la mano izquierda se aproximó hacia la escena del crimen, tomando la bolsa y mirándola con detenimiento. Parecía que iba a tener que-
Un ruido detrás de él se escuchó, y cuando el peliblanco volteó, algo lo golpeó fuertemente en el estómago. Lincoln sintió el aire dejar sus pulmones mientras caía sobre el colchón. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero ahora mismo no podía pensar en nada por el tremendo dolor que lo sofocaba. Cuando su vista se aclaró miró al zorro que se había comido sus galletas frente a él, saltando hacia la cama a sus pies. Dándose cuenta de que aún tenía la espada en su mano izquierda, trató de llevarla frente al zorro, pero lo que sucedió frente a sus ojos a continuación era algo que jamás vio venir.
El zorro empezó a crecer de tamaño, y no solo eso, sino que empezó a tomar forma humana. Lincoln miraba estupefacto mientras el pelo se contraía para dar paso a una piel blanca, mientras que su cabello rojo crecía hasta llegar a la altura de su cintura. Algo que lo tomó totalmente desprevenido fue el hecho de que lo que ahora estaba frente a él era una mujer, y no solo eso, sino que estaba completamente desnuda. El peliblanco sintió sus mejillas calientes, puesto que no solo su cuerpo, sino que su rostro era totalmente hermoso.
Lincoln trató de retroceder, pero la chica que ahora estaba a sus pies se abalanzó sobre él, aterrizando en su cintura mientras que con sus manos sostenía sus brazos. Por un momento se miraron a los ojos; los ojos verdes de Lincoln se centraron con los ojos color ámbar de esa chica. Su asombro fue tanto que lo único que lo devolvió a la tierra fue el sonido metálico de la espada golpeando el suelo; no sabía que había soltado la espada por estar mirando a esa extraña chica.
Se quedaron así por unos momentos más; Lincoln no lo notaba, pero el rubor en su cara se había extendido aún más, mientras que empezaba a sentir los pantalones algo apretados. Finalmente la chica rompió el contacto visual cuando su estómago emitió un sonoro rugido.
La chica se distrajo por la pena que esto le había causado, algo que Lincoln aprovechó para tomarla y darse la vuelta, esta vez quedando él sobre la chica mientras sostenía sus brazos. Al tocar su piel pudo notar que era suave y tersa, y estaba muy fría. Por un momento se quedó mirando su cuerpo, teniendo una mejor vista de sus suaves pechos llenos de pecas. Sacudió su cabeza, y armándose de valor rompió el silencio.
–Dime qué o quién eres tú y qué haces aquí.– preguntó con el mejor tono serio que pudo fingir. Si bien quería respuestas, no podía evitar el darse cuenta de la comprometedora posición en la que se encontraba.
–Tengo hambre.– fue todo lo que respondió la chica en un tono monótono. Lincoln estaba por decir algo, pero fue interrumpido por el sonido del estómago de la chica de nuevo. Si bien lo que estaba por hacer iba contra todo sentido común para alguien en su situación, se quitó de encima de ella, permitiéndole levantarse de la cama.
Lincoln tomó la espada, solo por si acaso. –Vamos, creo que aún tengo algo de comida que no lograste devorar.– dijo el peliblanco mientras salía de la habitación. En el pasillo notó que la chica no lo estaba siguiendo. Si bien había accedido a darle algo de alimento, no confiaba totalmente en ella. Tomó la espada con ambas manos antes de caminar cautelosamente hacia la habitación, mirando a través de la puerta que la pelirroja trataba de taparse con la cobija. Su cara no denotaba emoción alguna, muy como su hermana Lucy, pero su cuerpo tembloroso delataba que se estaba muriendo de frío.
Luego de ofrecerle una muda de ropa de él, ambos se dirigieron a la mesa. Lincoln sirvió una taza de té caliente junto con un poco del ramen instantáneo que le sobraba. La chica estaba prácticamente devorando la comida, lo cual le daba a entender al peliblanco que no había comido probablemente en varios días. Esto le dio algo de lástima a Lincoln, pero aún con eso no podía pasar por alto que esta chica antes era un zorro; por más lástima que le tuviera no podía ignorar eso. Además de que se comió su comida.
–¿Y bien?– preguntó Lincoln al ver que la chica misteriosa había dejado el plato limpio. La chica se le quedó viendo por unos instantes, lo cual puso algo incómodo a Lincoln. Esta chica bien podría ser un espíritu; ha escuchado que en el folclore japonés hay cientos de espíritus que toman formas humanas para raptar personas y llevarlos con ellos para toda la eternidad.
Tal vez estaba siendo un poco paranoico. Si, era extraño que el zorro se haya transformado en esa linda chica, pero debía de haber una explicación lógica.
No, no la había. Fuera de los estúpidos animes que ha visto, no le encontraba explicación alguna.
–He venido por tí.– respondió la chica con monotonía. Tan pronto como procesó las palabras, el corazón de Lincoln subió hasta su garganta. No, tal vez se estaba adelantando a las conclusiones y había entendido mal. O tal vez la chica no se supo expresar.
–¿Has v-venido por m-mí?– preguntó nervioso. –¿A q-qué te refieres?
–He venido a llevarte conmigo.
Algo que escribí hace un par de años que apenas me atreví a publicar. Espero les guste.
