– San Petersburgo… – susurró la chica pelirroja mirando su boleto de tren. Se recargó y miró por la ventana, observando los árboles pasar perdiendo su forma por la velocidad del movimiento en manchas verduscas y otras un tanto amarillentas.
Aunque su rostro parecía estar mirando a través de la ventana, en realidad miraba a la nada, recordando en como terminó en aquel tren, la mezcla de sentimientos la invadió por completo; al ir "perdida" de la realidad, dejó caer su boleto, haciendo que reaccionara. Se levantó de prisa para agacharse a levantarlo, miró a ambos lados preocupada por haber molestado a alguno de los pasajeros, no tardó mucho en darse cuenta que nadie le prestaba atención.
Se sentó de nuevo, los dos asientos frente a ella y el de al lado estaban vacíos, los recorrió con la mirada para observar de nuevo el boleto en su mano, esta vez más cerca de su rostro, con ello, las mangas largas que usaba dejaron ver una pequeña sección de su piel. La pelirroja bajó su mano abruptamente y jaló la manga izquierda mirando nerviosa y preocupada a todos lados.
– Boleto, por favor – aquella rutina de revisar boletos entre cada parada, la tomó por sorpresa
La pelirroja extendió su mano izquierda con el boleto, jalando la manga con la derecha, mostró una sonrisa estresada y nerviosa al notar el gesto en la cara del hombre que ahora revisaba su boleto. Después de revisar que en efecto todo estaba en orden, devolvió el pequeño pedazo de papel y siguió su trabajo, la pelirroja suspiró tratando de calmarse y después de guardar el boleto, volvió su vista a la ventana, pero esta vez, se quedó dormida.
– aquí estabas… – no podía ver al dueño de aquella voz, pero no era necesario, sabía a la perfección a quién le pertenecía – ¡despierta! – la frase con tono de orden la hizo saltar despertando
– ¡señorita! – la pelirroja notó al personal del tren – llegamos a San Petersburgo –
Ver a un extraño y no a quien esperaba, la voz la hizo volver a la realidad, percatándose que el paisaje de árboles ya no estaba, en su lugar, ahora estaban las luces de la estación y la gente saliendo del tren.
Tomó su equipaje torpemente gracias a los nervios y la vergüenza de haber tenido que ser despertada, apretó el asa del maletín con ambas manos y bajo los escalones fuera del vagón. Respiró hondo y después de pedir indicaciones se dirigió al hotel, pero al salir de la estación se detuvo y se apresuró a sacar algo de su equipaje, después de la pequeña pausa para sacar una bufanda para abrigarse, no había nieve, pues aún era otoño, pero el aire era helado, titubeó para detener un taxi, pese a haber estudiado algo del idioma, no lo dominaba; miró el mapa, no parecía estar lejos… miró un taxi detenerse, no entendió lo que dijo el conductor, retrocedió nerviosa y giró a un lado para empezar a caminar. En su "pequeño" trayecto, el recuerdo de ciertas palabras hicieron eco dentro de su cabeza, las instrucciones fueron claras, tenía un mes para encontrar dónde hospedarse dentro del presupuesto o debería buscar la forma de pagarlo por sí misma. ¿Realmente podría hacerlo?
Comenzó a sentirse abrumada por la incertidumbre y su andar fue perdiendo velocidad hasta haberse detenido, miraba el piso, alzó la mirada, el andar de la gente, fue casi imperceptible, pero una pequeña sonrisa se dibujó en ella, "la gente" pensó para sí. Retomó su camino hasta alcanzar su destino, informó sobre su reservación y siguió al empleado que la escoltó a su habitación, cuando entró tomó un baño, se sentó cerca de la ventana donde había una pequeña mesa redonda y un par de sillas, sacó un lápiz y un cuaderno, contempló un poco el paisaje citadino y antes de proponerse a dibujar, trató de mentalizarse para no olvidar que tenía poco para buscar dónde hospedarse o no podría pagar el hotel.
A la mañana siguiente, salió temprano rumbo al lugar que la había llevado a Rusia, pasó a la oficina de la universidad donde tomaría aquel curso de dibujo y después de completar su registro, le dieron su calendario, ahora sólo necesitaba encontrar un lugar para quedarse.
Después de caminar por la ciudad dejándose perder un poco, llegó a un pequeño parque, se sentó para descansar y vio un pequeño grupo de tres gatos a los cuales se acercó, sentir el pelaje en sus dedos era relajante. Después de juguetear un poco con los felinos, sintió sus manos frías y las acercó a su cuerpo, al levantarse para volver al hotel encontró un café frente al parque y entró en busca de calor.
El lugar era agradable, pidió una bebida caliente y se sentó en la parte del fondo, cerca de la ventana para ver hacia el parque. Al encontrarse cómoda se perdió en el ir y venir de las personas en la calle cuando la pequeña campana de la entrada la hizo girar. Un chico alto, con cabello rojo, piel pálida y una mirada que simplemente no pudo ignorar entró para sentarse del otro lado; aquella mirada llamó su atención, al grado de sacar su cuaderno y lapicero que siempre llevaba consigo y no pudo resistirse a dibujar a aquel chico tratando de no mirarlo demasiado. Antes de completar la imagen, el pelirrojo cruzó una mirada seria con ella, causando que se pusiera nerviosa y enrojeciera, se levantó guardando todo con prisa, pagó y se retiró nerviosa caminando con cierta velocidad.
En el hotel miraba aquel boceto incompleto, pero que dejaba ver gran arte de aquel rostro, recordó aquella mirada intensa y enrojeció de nuevo cerrando su cuaderno. La pelirroja se tiró en la cama percatándose que no había buscado un lugar para quedarse. La tristeza la invadió, sentía que había desperdiciado el día. En la tarde salió en busca de algún lugar para rentar, pero lo que encontró rebasaba el presupuesto estipulado, volvió al hotel cansada y un tanto decepcionada.
La mañana siguiente caminó hacia otra parte de la ciudad en busca de un lugar para rentar, pero después de preguntar por segunda vez, fue como si su cuerpo ya no pudiera interactuar más con extraños, aquella ansiedad la llevó a tratar de despejarse y caminó hacia el pequeño café frente al parque, pero se dio cuenta que no sabía hacia donde quedaba, se quedó algo triste, le hubiera gustado poder terminar su retrato. Guardó de nuevo su cuaderno y acomodó su bolsa cruzada, ya que no sabía dónde estaba, miró alrededor para buscar un lugar donde despejarse. Un restaurante en la distancia llamó su atención, pues parecía no ser tan concurrido.
– supongo que necesito comer – trató de animarse para entrar, sabiendo que debía interactuar con más gente
La pelirroja respiró hondo cerrando los ojos para darse valor y caminó decidida a entrar, cuando chocó con algo terminando sin sus lentes en el piso.
– Lo… lo siento – Intentó disculparse buscando sus lentes en el piso pero su voz sonó casi como un susurro.
– Deberías fijarte por donde vas… – – Aquellas palabras la pusieron nerviosa, encontró sus lentes y se levantó de prisa para disculparse de nuevo. – ¡carajo, se me hará tarde! – el chico la ignoró y corrió dando vuelta donde terminaba el pequeño edificio.
La pelirroja se quedó sintiéndose mal por haber molestado a un extraño, titubeó, pero decidió entrar al restaurante, quizá eso le ayudaría a mentalizarse para seguir su búsqueda, después de todo aún era temprano.
– ¡Buenos días¡ – la pelirroja dio un pequeño salto cuando la saludaron en la entrada – ¿mesa para uno? –asintió de forma tímida – ¿a nombre de quién? la pelirroja dijo su nombre un par de veces, pues hablaba demasiado bajo – muy buen señorita… ahm, ¿Lilith Halla? – la pelirroja asintió avergonzada silencio al escuchar su nombre – buen, por aquí por favor, en seguida le tomarán su orden –
La pelirroja se sentó recorriéndose por el asiento, viendo la personalidad de la chica, la acomodaron en una de las mesas con sillones, quizá eso la haría estar más tranquila y así fue, aunque Lilith se recorrió hacia la pared para no estar cerca del movimiento de la gente en los pasillos.
– Buenos días, mi nombre es Boris y seré su mesero – el chico platinado se quedó mirando a la chica que parecía estar a punto de llorar – ¿sucede algo? – trataba de mantener el tono amable que debía usar con los clientes
– perdón… – la pelirroja trató de controlarse – perdón por haber chocado contigo hace… –
– ¡ah! – el grito la hizo saltar en su asiento – ¡casi me hiciste llegar tarde! – reclamó susurrando – no, no llores… – se puso nervioso cuando la pelirroja estaba a nada de llorar – vas a hacer que me regañen – Lilith logró controlarse y pedir su orden
Durante su visita al restaurante, logró hablar un poco con el platinado cuando éste se acercaba a ver si necesitaba algo, además de disculparse cada que hablaban, le pidió ayuda para encontrar el camino de vuelta al hotel.
– enseguida traigo su cambio – el platinado tomó el pago de la pelirroja
– disculpa, ahm… – se esforzó en leer el nombre del chico para no equivocarse – ¿Boris…? – preguntó con duda aunque ya lo había llamado por su nombre un par de veces cuando le preguntaba más cosas
– ¿sí? – se acercó – escucha, estoy trabajando, no puedo estar platicando – le susurro con un tono tranquilo pero empezaba a molestarse
– lo siento, sólo quería saber si sabes dónde hay lugares no muy caros para rentar – miraba triste hacia la mesa –
– ¿renta? – pensó como recordando algo – quizá puedo ayudarte – finalmente le sonreía más natural y no como cliente-empleado – primero déjame traer tu cambio –
La pelirroja permaneció inerte mirando la mesa esperando al chico platinado
– aquí está tu cambio – cuidó que su gerente no los viera – en la parte de atrás de tu recibo te puse como llegar, mañana te veré en ese lugar a las tres – dijo an voz baja antes de volver a un tono audible en el restaurante – gracias por venir, vuelva pronto –
Lilith decidió volver al hotel, después de todo parecía haber encontrado que podría ayudarla, quizá con su ayuda encontraría algo. En su cuarto, trató de dibujar, hasta que se topó con el boceto sin terminar del chico en el café.
– creo que nunca podré terminarlo… – le causó algo de tristeza saber que no lo podría terminar, pero también el saber que era prácticamente imposible volver a encontrar al chico, cerro su cuaderno de dibujo y se tiró a la cama.
Después de una tarde en el que decidió no salir más y dormirse temprano, al día siguiente la pelirroja se sentía lista para encontrarse con el platinado, Boris; como era su costumbre, salió con (demasiada) anticipación por si algo sucedía y para no ser descortés en hacer esperar al chico, fue así que llegó casi una hora antes.
– creo que falta mucho… – miró alrededor – miró la hora en su teléfono mientras cruzaba la última calle para llegar a su destino.
La pelirroja no pudo ocultar la sorpresa, era el parque donde había jugado con los gatitos dos días antes, si encontraba gatitos pasaría el tiempo sin ningún problema, caminó emocionada buscando algún pequeño peludo, pero se detuvo, miró el edificio y luego el papel con su cuenta, las indicaciones para llegar al lugar, en definitiva lo había encontrado
– es… es el mismo café… – sin darse cuenta se quedó mirando hacia el café sin moverse de su lugar, una parte de ella estaba feliz, ahora sabía cómo volver y quizá, podría terminar aquel retrato…
– miau… – el maullido la hizo reaccionar y la pelirroja empezó a acariciar al gatito, antes de darse cuenta, ya había cinco felinos exigiéndole mimos
– ay no, ya es tarde – faltaban tres minutos para la hora indicada – perdón, me tengo que ir – se disculpó de los gatitos, quienes la seguían frotándose en ella para hacerla detenerse a seguir con ellos – perdón, prometo volver –
Lilith corrió para cruzar la calle (aunque el semáforo de peatones estaba en verde), llegó sin aliento a la puerta del establecimiento y entró, la nota decía que lo esperara en la mesa del fondo que estaba detrás del biombo.
Miró la hora, las tres con dos minutos; miró alrededor, pero no había rastro del platinado, se sentó de frente hacia la entrada, el biombo estaba por ser la mesa cerca de los sanitarios.
– la mesa está ocupada –
La voz detrás de Lilith la hizo pegar un salto, giró para disculparse y explicar, al menos hasta que vio al dueño de la voz.
– no puede ser… – pese a haber hablado en voz alta, su voz fue su inaudible al notar al pelirrojo
El chico que dijo la frase se paró frente a ella terminando de secar sus manos con una toalla de papel, la miró, pero apenas ambas miradas se cruzaron, Lilith agachó la mirada a sus piernas, estaba completamente roja.
– pe… per… – no lograba articular la palabra, se levantó – ¡perdón! – trató de salir huyendo del café, no sólo chocando contra el pelirrojo, tropezó y cayó causando que las miradas de todo el lugar quedaran en ambos. Lilith podía sentir su cara hirviendo por la vergüenza, en especial cuando el pelirrojo la ayudó a levantarse.
– olvidas esto – acercó a la chica su pequeño morral, Lilith se dio cuenta que estaba olvidando todas sus cosas, tomó el morral lista para huir – vaya, con que te gusta espiar a la gente – la pelirroja se detuvo al escucharlo, volteó notando que su cuaderno cayó cuando le pasó su morral y el retrato sin completar del pelirrojo quedó expuesto
– no, no, espera, eso no es… – trató de cerrar el cuaderno, pero el pelirrojo lo tomó para sentarse a la mesa con él
– ¿no vas a sentarte? – señaló la silla frente a él con la mano sin mirarla
– no espío a nadie… – se sentó dejando su morral en la mesa
– cierto – hojeaba el cuaderno – sólo pareces espiar a los gatos de la ciudad – su rostro seguía viendo el cuaderno, pero su mirada se dirigió a la pelirroja, notando que se retrajo aún evidentemente avergonzada, pasó otra hoja y un papel salió y quedó en la mesa – vaya… – leyó la nota
– e… eso es mío… – le molestaba la intrusión a su privacidad pero no podía hablar – se supone…. –
– se supone verás a Boris aquí, ¿no? – cerró el cuaderno y la miró aún con seriedad
– ¿cómo…? – la pelirroja estaba segura que el nombre del platinado no estaba en la nota, vio una ligera sonrisa en el pelirrojo
– me las pagará después… pero veo que no mintió – la pelirroja no entendió el comentario y lo miró con duda ladeando la cabeza – Boris no vendrá, me llamo Yuriy Ivanov, me mandó por que dijo que "alguien" necesitaba ayuda para encontrar un lugar que rentar – la pelirroja asintió
– creo que fue mala idea venir… – desconfió del pelirrojo, de Boris, ahora que lo pensaba, había confiado en un extraño
Guardó de prisa sus cosas mientras explicaba que necesitaba irse, pero Yuriy interrumpió al pequeño desastre en que se volvía Lilith cuando se estresaba. Yuriy sujetó la muñeca de Lilith, causando un breve instante en que sus ojos se encontraron directamente, Lilith se soltó nerviosa pero dejó de tratar de huir.
– Yo sé de un lugar – Dijo Yuriy, logrando prolongar el encuentro al ofrecerle llevarla hasta el lugar, subieron al tren, la mayor parte del trayecto fue silencioso, llegaron hasta Olgino, en las afueras de la ciudad.
– Debemos caminar un poco –
Yuriy señaló en dirección a una calle llena de árboles pero ninguna casa a la vista, Lilith seguía asustada, no lo conocía y ahora estaba lejos de su hotel y de la ciudad. Yuriy insistió en que era seguro, Lilith dudó un poco, pero aunque algo la hizo confiar en aquel pelirrojo, sabía que tenía que negarse, la pensó en algún pretexto para irse mientras caminaron en silencio hasta llegar al final de la calle; había una casa grande, Lilith se asustó, era muy tarde para poner un pretexto, tenía que huir, pero el pelirrojo la guió hasta la casa y entraron. Antes de poder explicar sobre el lugar disponible, fue interrumpido.
– Yuriy, sabía que sería tu novia – Lilith se puso roja, estaba avergonzada, Yuriy lo regañó por el comentario que a su vez causó que dos chicos más se acercaran, Lilith se puso más nerviosa al verse en una casa rodeada por hombres, pensó en huir y no volver, pero Yuriy habló tranquilamente explicando que vivían ahí pero que técnicamente tenían dos cuartos de sobra, aunque uno era ocupado pocas veces en el año y que para aprovechar el espacio habían decidido rentar la otra habitación pero al estar en las afueras de la ciudad, no había muchos interesados en hacerlo.
Los tres rusos que se presentaron como Boris, quien más bien la saludó como si fueran los grandes amigos, Sergei un Rubio alto y fornido de ojos verdes e Ivan, un chico un poco más alto que ella de cabello negro. Le mostraron la habitación y le dieron el precio que pedían, era menor al presupuesto que le dieron, lo cual era ideal; miró por la ventana, apenas podía creer esa vista, el Golfo de Finlandia y a lo lejos su natal Finlandia se podían ver desde la habitación. Aceptó rentar con ellos después de notar aquella vista.
– y no tienes porque seguir mirándonos como si fuéramos a hacerte algo, después de todo vivirás aquí, ¿no? – la palabras del platinado la hicieron ver que en efecto, tendría que aprender a vivir rodeada de hombres.
Así, regresó al hotel, alistó sus cosas para dirigirse a su nueva dirección al día siguiente, mandó un mensaje avisando sobre su logro de encontrar un lugar para quedarse recibiendo una respuesta un tanto fría sin preguntar si era seguro o estaba cerca de la escuela. Sin embargo, la hazaña de haber logrado encontrar donde quedarse, la hizo sentir buen con ella misma por unos momentos.
A primera hora de la mañana, Lilith partió hacia su nuevo destino, estaba ansiosa y a la vez emocionada, tenía mucho tiempo que no sentía esa emoción. Al haber logrado encontrar un lugar tan pronto, tendría un par de semanas libre antes de comenzar con sus clases.
