Ni el título ni el sumario me convencen, pero quería publicar pronto para compartir con lxs toonoguchistas. Está bien flojo lo que escribí, aguántenme unu

–Hey, Toono.

El timbre que anunciaba el receso había sonado hace unos minutos. Con todos los chicos queriendo disfrutar el escaso tiempo entre una clase y otra el salón se encontraba casi vacío, exceptuando a un pequeño grupo en el fondo y a Toono, que miraba ausente por la ventana.

La voz que se dirigía a él lo sacó de su ensoñación. Yacchan estaba frente a su escritorio, sonriendo de una forma que le hacía sentir… cosas.

–Hola, Yacchan –saludó, sin poder evitar el sonreír también.

–Así que… –empezó Yacchan, revisando distraídamente los lápices esparcidos por el escritorio. Al ver su cuaderno de apuntes, levantó la vista, sonriendo malvado. –¿Sigues siendo un desastre en todas las materias?

Toono boqueó, indignado, provocando que Yacchan se riera. De cualquier forma, no podía negarlo, por lo que agachó la cabeza y hundió los hombros.

–Sí –admitió, sonando desolado.

–Por supuesto que sí. ¿Tienes que ir a tu club después de clase?

Con un escalofrío, Toono pensó en el club. No tenían ninguna reunión programada, y si surgía algo de improviso daría lo mejor de sí para fingir que no había sido notificado.

Negó con la cabeza.

–¡Genial! Estaré ocupado hasta las seis; ven después de eso a mi habitación y te ayudaré con tu tarea de matemática. No puedes fallar en todo, ¿verdad? –La voz de Yacchan había adquirido ese tono malvado otra vez. –Quiero decir, fallar en todo de nuevo.

–¡Hey! –Exclamó Toono, avergonzado. Yacchan se rio otra vez, y Toono se dio cuenta de que no podía enojarse en serio cuando la risa de Yacchan era tan brillante.

–Te veré más tarde, entonces –dijo Yacchan, agitando su mano en señal de despedida, yendo a disfrutar de los últimos minutos del receso.

Toono siguió mirando la puerta del salón por donde Yacchan había salido hasta que el timbre lo sobresaltó.

owomowo

Eran las 5:50 PM.

Cuando terminaron las clases Toono fue a su habitación, se cambió de ropa y se dispuso a hacer alguna de sus interminables tareas para aprovechar el tiempo antes de ir a la habitación de Yacchan. Se sentó en su escritorio con todos sus cuadernos, tratando de decidir cuál de todas sería la más fácil para comenzar, pero ninguna parecía lo suficientemente sencilla.

Eligió una al azar, pero su mirada se desviaba una y otra vez al reloj, esperando por la hora en la que tuviera que ir a la habitación de Yacchan, sin poder concentrarse en nada más.

Ahora, diez minutos antes de las seis, Toono se estaba sintiendo ansioso. ¿Se suponía que tenía que estar a las seis en punto? ¿Se vería desesperado? ¿O sería puntual de su parte? ¿Yacchan siquiera iba a estar allí? La actividad del club se terminaba a las seis, pero entre eso y que Yacchan se despidiera de sus amigos, llegara a su habitación…

¿¡Por qué estaba pensando en todo eso, en primer lugar!? Nunca había estado tan nervioso por ir a la habitación de Yacchan antes (énfasis en "tan", porque que se sentía nervioso antes: Yacchan era su ídolo, después de todo). Pero ahora que conocía al Yacchan real… se sentía raro, pero Toono gustaba aún más de él.

Sintió que sus mejillas se calentaban.

Como sea, ¡ya son las seis!

Cogió su cuaderno de matemática, unos lápices, y dejó su habitación.

owomowo

–Hola –saludó Yacchan, abriendo la puerta. Su pelo estaba húmedo.

Se duchó, pensó Toono, recordando cómo Yacchan lucía todo mojado. OH, POR DIOS, EN QUÉ ESTOY PENSANDO.

Sintió como las mejillas se le calentaban, pero se distrajo rápidamente cuando notó lo ordenada que estaba la habitación de Yacchan.

Bueno, ordenada bajo los estándares de Yacchan, al menos. Yacchan lucía orgulloso al ver que Toono se había fijado.

–Bueno, ¡comencemos!

Yacchan cogió la ropa que estaba sobre el escritorio y la dejó descuidadamente en el suelo cerca de la cama. Debajo estaba su cuaderno de matemáticas, unos lápices y un libro que podría ser de ayuda. Comenzó por mostrarle las fórmulas que debían usar en cada ejercicio, enseñándole cómo tenía que aplicarlas.

Toono no estaba escuchando ni una sola palabra, viendo a Yacchan hablar. Lucía bien, como siempre, su pequeña coleta más baja de que de costumbre.

–¿Acaso me estás escuchando?

–¿Qué?

Yacchan lo miró boquiabierto antes de golpearlo en el brazo.

–¡Auch!

–¡Toono, vas a quedarte estúpido para siempre!

Toono no pudo evitar reírse ante la exasperación de Yacchan.

–Es que eres tan lindo.

En el momento en el que se percató de lo que había dicho, sintió que su rostro empezaba a arder.

Hubo un silencio que hizo que Toono empezara a sudar frío, preocupado.

–Tú tampoco luces tan mal –dijo Yacchan en voz baja, su cabello cubriéndole los ojos.

Toono no podía creer lo que estaba escuchando.

¿Yacchan acaba de decir que piensa que soy atractivo?

–¡Está bien, es suficiente! –exclamó Yacchan, y Toono notó que sus mejillas, al igual que las suyas propias, estaban adornadas con rubor. –Presta atención, ¿quieres? No conseguirás pasar si no logras hacer los ejercicios.

Resoplando, Yacchan se arregló la coleta. Toono seguía mirándolo sin hacer nada, lo que le valió otro golpe en el brazo.

–¡Ya deja de mirarme! Al menos saca tu cuaderno para hacer la tarea, por dios.

Las mejillas de Yacchan seguían sonrojadas. A Toono le estaba causando gracia la exasperación de Yacchan, pero decidió obedecer.

–Espero que ahora prestes atención, porque no lo repetiré una tercera vez.

–¡Sí, Yacchan! –Respondió Toono con tal vez demasiado entusiasmo. Yacchan se rio.

Toono estaba lentamente admitiéndoselo a sí mismo: que esas cosas que sentía cada vez que Yacchan le sonreía eran mariposas.