PORQUE ERES MÍA
CAPÍTULO 1: INTENSO
Estacionó su vehículo en el lugar que estaba reservado para el jefe del establecimiento. Salió de él y le puso alarma. Miró su reflejo en la ventanilla del copiloto. Sacó un pañuelo de su saco y limpió la mancha que había en él. Por último, se acomodó la corbata y se encaminó hacia el ascensor, tirando el pañuelo en un contenedor negro.
En cuanto entró al lugar fue recibido por un guiño de una mesera. Él le devolvió el gesto con una sonrisa y se dirigió a con su gerente, quien hablaba con el bar tender. Quién tras una última indicación asintió a su empleado y se acercó a su jefe con dos copas de brandy.
― ¿Cómo va la noche, Miroku? ― preguntó, mientras le daba un sorbo a su copa.
El otro, un hombre de cabello castaño y ojos azules esbozó una sonrisa. Tenía el aspecto de ser todo un don Juan, pero en los asuntos de trabajo era otra cosa.
―Hemos vendido cien botellas de Whisky.
Su jefe asintió al escuchar eso.
―Al momento vamos con treinta privados. Ah y dos nuevos clientes quisieron entrar, pero se les explicó que las membresías se piden con un mes de anticipación.
Arqueo una ceja, pero luego asintió. Si, para entrar al club "Éxtasis "debían llevar una serie de formato. Como pagar una cuantiosa suma solo por una membresía y, si deseaban un acompañante extra, bueno, había un costo adicional por ello.
Enfocó su vista a una de las bailarinas que derrochaba sensualidad y lujuria en el escenario. Sus ojos dorados devorasen cada curva de aquel cuerpo perfectamente delineado. El cabello rojizo se le pegaba a su pecho mojado mientras algunos le aplaudían y tiraban dinero en la plataforma.
― ¿Y las chicas?
―Estamos al noventa y nueve por ciento de asistencia. ― explicó y al ver cómo su jefe y amigo se disponía para hablar, lo interrumpió ― Sofía se acaba de reportar hace media hora. Dice que está enferma y no podrá venir esta noche. Ruby se va a encargar de cubrir su presentación.
El jefe, al ver que ya no había más que cuestionar. Dejó la copa en la barra, dispuesto a pasar el resto de la noche en su oficina, si algo pasaba y ameritaba su intervención, ahí estaría.
Abrió la puerta y tomó asiento en su silla que daba frente al escrito. El cometario de Miroku lo había dejado preocupado en cuestión de salud de Sofía, así que no dudó en macearle. No era un jefe despiadado.
Espero dos y al tercer sonido, pero no recibió respuesta. Lo intentaría una vez más dentro de varios minutos.
Se reclinó en el respaldo de su silla y oprimió un botón y al instante una pared artificial giró lentamente hasta que fue remplazada por el otro lado, de donde había cinco pantallas de plasma de 50 pulgadas. Todas y cada una de ella mostraban distintos puntos del club. Bien podía dejar la seguridad de su club a cargo del personal encargado, pero era un maniaco y le gustaba estar en todo.
Estaba concentrado en una mesa en específico, una mesera se había acercado para dejar una cubeta de cervezas junto con una botella de Whisky. De pronto, uno de los clientes se quiso propasar con ella, agarrándola del brazo y obligarla a que se quedara con ellos.
Tomó un radio de una repisa y oprimió un botón.
―Atención, código verde. Mesa 34. Cliente incomodo.
Tras dar el aviso comprobó como dos hombres, altos y corpulentos iban al rescate de Mel. Volvió a dejar el radio en la repisa, revisando detenidamente cada una de sus cámaras de seguridad. Estaba más inmerso en revisar a sus clientes, que no revisó la cámara que custodiaba la entrada de su oficina.
Únicamente alcanzó a escuchar la puerta cerrarse, al volverse, se encontró con Ruby, la pelirroja que había visto al llegar. Alzó una ceja al verla, ella le devolvió el gesto con una sonrisa mientras cerraba la puerta con llave a sus espaldas. La mujer, de piernas altas llevaba un camisón de seda rojo. Estaba seguro de que no llevaba nada debajo de eso, porque la areola de sus pezones se notaba tras aquella fina tela.
― ¿Qué haces aquí? ― preguntó, mientras se cruzaba de brazos.
Ella sonrió nuevamente y, siendo consciente de su belleza, se acercó a él. No necesito pararse de puntitas para estar a su altura, su altura era perfecta equiparada con la de él. Se pegó al cuerpo de su jefe y le dio un besito en la nariz.
― ¿Me viste?
Inuyasha trató de apartarse, pero ella no lo permitió.
Solo tenía una norma en su trabajo, nunca acostarse con una de sus bailarinas. Pero esa mujer, era fuego vivo y con una sola mirada de su cuerpo, le bastaba para encenderlo.
―Ruby ― suspiró, mientras su espalda chocaba con una de las pantallas ― Te veo todas las noches. Igual que a las demás.
La pelirroja tomó las manos de su jefe, una la dejó deliberadamente recargada en su nalga izquierda y la otra, en su pecho.
El pulso de Inuyasha se aceleró por completo, además de bella y ardiente, tenía un aroma a menta embriagador.
―Pero yo soy tu favorita ― le guiñó un ojo, con tono meloso ― Admítelo, jefe.
―Ruby ― carraspeó un poco incomodo, tratando de apartar sus manos de aquel cuerpo, pero la mujer se lo impidió ― Será mejor que te vayas.
Ruby esbozó una sonrisa y negó.
―Algo que no quieres que eso pase.
Miró sus labios rojos y en ese lapso, supo que todo ya estaba perdido para él.
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Bostezó mientras escuchaba aquella platica de negocios. Algo que sin duda a ella no le importaba, pero como siendo hija única de su padre y heredera de un importante emporio, no le dio opción. Odiaba esa platica absurda de como generar más dinero, ella en cambio había tenido que cancelar la práctica de esa noche por estar ahí.
― ¿Cómo te va en la universidad, Kagome?
Le preguntó un socio y amigo de su padre.
―Bien ― respondió con una seca sonrisa.
―Mi hija ya está a un paso de graduarse ― comentó su padre con orgullo ― Y después de esto, directo a la empresa.
Su madre la miró y le regaló una radiante sonrisa. a veces se preguntaba cómo es que ella se había fijado en un hombre como su padre. No lo odiaba, sino que a veces era un hombre que deseaba que las cosas se hicieran con forme él deseaba.
―Sin duda será un futuro prometedor ― respondió su amigo ― He intentado hacer lo mismo con mi hijo. Y créeme, él sigue cada uno de mis pasos.
―Tal vez deberíamos presentar a tu hijo Bankotsu con mi Kagome.
El hombre esbozó una sonrisa y miró a la joven en cuestión.
―Sería sin duda una excelente idea. Él llega esta semana a Londres. Podríamos presentarlos un día de estos. ¿Qué dices, Kagome?
Ella asintió, pero la fingida sonrisa que tenía se le borró de inmediato.
―Tengo que ir al tocador. Si me disculpan.
El tocador estaba un poco lleno. Había dos mujeres maduras conversando sobre temas de sexo y como le hacían para evitar tener intimidad con sus esposos. Kagome entró en el primer cubículo disponible y cerró la puerta tras de ella.
Se recargó en la puerta del sanitario y suspiró. Fue un suspiró que había estado conteniendo desde que esa cena tenía segundos de haber iniciado. No le importaba en lo más mínimo escuchar a dos hombres hablar de negocios. Su padre insistió que debía ir, porque ese tema era importante para su carrera y cuando ella tomara posesión de los bienes.
No le interesaba dirigir el emporio de su padre, ella deseaba otra cosa, deseaba...libertad. No vivir encerrada en una jaula de oro donde tenía todo al alcance de su mano.
Cerró los ojos y dejó que una vez más su sueño la tranquilizara.
Se imaginó, ahí, arriba de un escenario, con zapatillas de bailarina y dando su acto ante más de cuatro mil espectadores, que clamaban y vitoreaban su rutina. Eso era lo que más anhelaba, ser bailarina profesional. Y no por nada había dividido sus estudios de Administración con los de la Academia de ballet.
Pero cuando estaba a punto de terminar, la realidad la atravesó como un maldito rayo. Su padre se opondría rotundamente a ello y no había nadie que lo sacara de su parecer.
Cuando estuvo a punto de salir, sonó su móvil y vio que se trataba de Sofía.
―Hola Sofí ¿Cómo estás? ― saludó animadamente, o, mejor dicho, fingiéndose animada.
―Mal.
Su respuesta la puso en alerta, se escuchaba realmente mal y se preocupó al instante por ella. Conocía de poco a esa chica, ella trabajaba como mesera en la cafetería a la cual visitaba con regularidad. Fue tanta la conexión que terminaron siendo muy buenas amigas. Nunca le quería contar de su segundo trabajo, así que jamás le insistió. Era una chica que venía a probar suerte en Londres.
― ¿Qué tienes? ― preguntó mientras se lavaba las manos.
―Me estoy muriendo. Tengo mucha fiebre y eres la única amiga que tengo aquí.
―No te preocupes, en seguida voy a buscarte y te llevo con un médico.
Salió y vio a su padre charlando animadamente con el señor James, seguramente no le importaría su ausencia, así que salió del local e inmediatamente llamó a un taxi para que la llevase a casa de su amiga.
Bajó del taxi, pero le hizo señas al chofer que la esperara. Entró al edificio y subió por las escaleras, ya que el ascensor no estaba en funcionamiento. Al estar frente a la puerta de su departamento, llamó un par de veces, pero ella no contestaba.
―Sofí.
Intentó abrir la puerta y le sorprendió que estuviese abierta. Le llamó, pero no obtuvo respuesta. La casa era un tremendo caos. Platos apilados en la mesa, ropa desaliñada en el sofá.
Escuchó la regadera del baño y fue guiándose por el sonido al abrir la puerta encontró a su amiga desmayada en la tina mientras que el agua empapaba su cuerpo.
Corrió hacia ella y lo primero que hizo fue cerrar la llave.
― ¡Sofí!
Sin perder tiempo llamó a emergencias, mientras que la ayudaba a levantarse y la vestía. Buscó el móvil de su amiga y lo tomo, tal vez le llamaría a su jefe para decirle que Sofí no se iba a presentar esa noche a trabajar.
Vio que entre los registros de llamadas perdidas estaba un contacto que decía "Inuyasha (jefe)" tal vez era él para quien ella trabajaba en las noches. Cuando iba a marcar, llamaron a la puerta, era el de emergencias médicas. Subió a la ambulancia y partieron rumbo al hospital.
Su madre le marcó, pero no contesto.
Su padre le envió un mensaje, pero no lo quiso ver.
Estaba preocupada, Sofí no tenía nadie en la ciudad, era una chica solitaria a lo que ella le decía. Incluso decía que ella era su única amiga.
Al llegar a emergencias le dieron un formulario para que lo llenara, pero no sabía mucho de ella. ¿Quién podría saber? Tal vez ese jefe de nombre Inuyasha podría saber más sobre Sofí que ella misma.
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Miraba como revotaban esos senos casi en su rostro. No acostumbraba a cogerse a sus empleadas, pero Ruby era una mujer muy ardiente y apasionada. Ella estaba a horcajadas sobre de él, tan desnuda como la vida la trajo al mundo. Se arcaba, movía su pelvis de una manera tan excitante que le hacía querer entrar al fondo de ella.
Pero su móvil sonó y se leía "Sofí"
Lo tomó, la pelirroja trato de impedirle.
―No contestes, estoy a punto de llegar ― dijo mientras se movía.
―Será breve ― le guiñó un ojo ― Solo quiero saber cómo esta Sofía.
― ¡Al diablo Sofía! ― exclamó molesta ― ¡Sígueme cogiendo!
Pero con una sonrisa malvada, le indicó que guardara silencio mientras se ocupaba de contestarle a su empleada. Guardó compostura, espero a que su voz estuviera tranquila y contestó.
―So...
― ¿Eres jefe de Sofía? ― preguntó una voz diferente del otro lado del móvil.
Inuyasha frunció el cejo, esa voz no era la de Sofía. Esta voz era dulce y melosa. La típica voz que tantas veces había deseado escuchar en una mujer mientras se hundía en ella.
―Depende.
Kagome frunció el cejo y apartó el móvil de su odio. ¿Depende? ¿Qué le pasa a ese idiota?
―Depende para que lo quiera.
―Escuche, sea jefe o no, Sofía está muy grave en el hospital.
Inuyasha abrió los ojos al escuchar aquello y le hizo una seña a la pelirroja para que se fuera a su segundo turno. Ella se negó, pero al ver que no iba a poder convencer a su jefe, de mala gana se bajó de su regazo, buscó su camisón rojo y antes de salir le mostró su dedo medio seguido de su lengua.
― ¿Cuál es su nombre, señorita? ― le preguntó.
―Kagome.
―Muy bien, señorita Kagome ― respondió mientras se ponía de pie y se ajustaba su ropa ― Esto es lo que va a hacer, vaya directo al WhatsApp de Sofía y páseme la ubicación de donde están. Todo sin colgarme señorita, así que espere mi confirmación.
Mientras esperaba a recibir el mensaje, le dio tiempo de agarrar un pañuelo desechable, se quitó el preservativo que usó con Ruby y lo tiró a la papeleta.
Kagome asintió, con manos temblorosas buscó la aplicación y el contacto del jefe de su amiga, no había foto en su perfil así que no le dio importancia. De hecho, ni siquiera intentó husmear en sus conversaciones, únicamente envió la ubicación y cerró la aplicación.
Inuyasha aguardaba impaciente mientras escuchaba como aquella mujer sollozaba y de vez en cuando suspiraba. Se preguntaba cómo sería esa mujer. Sofía nunca mencionaba a sus amigas, de hecho, era una chica muy solitaria. Más solitaria que las del resto de sus bailarinas, por eso a ella siempre le procuraba.
Recibió el mensaje de "Sofía" junto con la ubicación.
―Bien, lo tengo ― respondió ― La veo en diez minutos.
Kagome suspiró mientras veía como pasaban ante ella pacientes a la sala de urgencias. Algunos en estado crítico, otros con leves lesiones en el cuerpo. Pero donde estuvo a punto de desmayarse fue cuando vio pasar ante ella unos paramédicos que empujaban una camilla. En ella iba un chico bañado en sangre, mientras que arriba de él estaba un doctor haciendo RSP entrando a una sala de donde no volvieron a salir.
Por más que tomara asiento y viera ese formulario de requisición, no podía concentrarse. Estaba preocupada por su amiga y solo deseaba que saliera un doctor para que le diera información.
Inuyasha se detuvo al ver la sala de urgencias llenas. Buscaba a la chica que le había hablado desde el móvil de su empleada. Pero el WhatsApp le indicaba que su objetivo estaba justo en frente de él. Entonces, alzó la mirada y se encontró con una mujer. No podía verle la cara, dado que le daba la espalda. La recorrió lentamente, llevaba un vestido azul rey de encaje, le llegaba justo por encima de la rodilla. Su cabello, largo y ondulado lo tenía cuidadosamente recargado en su hombro izquierdo. Poseía una esbelta espalda y unas piernas tonificadas. Era como si esa joven pasara mucho tiempo en el gimnasio.
Carraspeó para sí mismo, preguntándose cómo es que Sofía conocía a una mujer como ella. Seguramente era una mujer de dinero a juzgar por su apariencia o una hija mimada de papi.
Se acercó lentamente a ella y se detuvo a escasos centímetros de ella, no el suficiente como hubiera deseado, pero consideró que era lo apropiado, debido a que no se conocían.
― ¿Es usted la señorita Kagome?
Kagome irguió la espalda al escuchar una voz profunda, varonil y gruesa de tras de ella. Seguramente era el jefe de Sofí. Giró lentamente sobre sus talones, pero no estaba preparada para ver un hombre así.
Alto, de ojos dorados y su cabello platinado estaba perfectamente acomodado. Él al verla le alzó una ceja. La verdad no sabía contestar.
―Le hice una pregunta, señorita.
Abrió la boca y después la cerró.
―Depende ― respondió de la misma forma que él.
Inuyasha frunció el cejo ante la respuesta poco educada de esa mujer. Muy fina, pero con cero educación.
Se llevó una mano a la frente, tratando de controlar su puto carácter de mierda que tenía cuando algo lo sacaba de sus casillas.
―Depende para que la quiera.
Ojalá no hubiera dicho eso. Porque esos ojos dorados la barrieron con tal descaro, era como si estuviera desnuda ante él.
―Le hice una pregunta y por lo tanto espero una correcta respuesta. Al menos muestre un poco de educación.
―Si, soy yo ― dijo al fin.
― ¿Qué le han dicho de Sofía?
―Aun nada ― le mostró el formulario que tenía en mano ― Me han pedido llenar esto. Pero no conozco mucho a Sofía.
Él guardó las manos en el bolsillo de su pantalón.
― ¿Cómo qué no la conoce del todo? ¿No es usted su amiga?
―Si ― asintió ― Pero tengo poco de conocerla.
No podía ser cierto eso que estaba escuchando. Respiró profundo. Ojalá no hubiera tomado la llamada.
―A ver, deme esos malditos papeles.
Kagome miró a su alrededor para ver si nadie lo había escuchado, pero al parecer no había sido así.
Rápidamente le extendió una carpeta con el formulario.
Se apartaron de todos y fueron a un rincón. Inuyasha comenzó a leer el formulario y llenarlo, sólo sabía lo básico, su nombre, teléfono menos si tipo de sangre, eso lo sabía su jefa de recursos humanos.
Le envió un mensaje a Kikyo para que le pasara todos los datos.
Kagome únicamente se dedicaba observar. Tenía bonito perfil, así como bonita letra.
En cambio, él no podía concentrarse. Podía sentir el tibio aliento de aquella señorita y eso le erizo los bellos de sus brazos.
¿Tenia novio?
¿Prometido?
¿Casada?
Con una morada disimulada vio su mano derecha, no, no había anillo ahí.
Al finalizar, él firmó como responsable y juntos fueron al mostrador, donde los atendió la encargada.
La chica se fue sin decir más, pero Kagome no se iba a quedar de brazos cruzados para esperar información.
― ¿Cuándo nos darán información de la paciente?
―En seguida viene el doctor que atiende a la joven.
Inuyasha fue s tomar asiento. En estos momentos estuviera en el club monitoreándolo todo y no en la sala de urgencias. Pero lo que si no podía era que la vista era sumamente atractiva.
No le gustaba estar sentada. Caminaba de un lado a otro esperando a que saliera el doctor que atendía a su amiga.
Volvió a escuchar su móvil, era su madre. De nuevo rechazó la llamada, lo mejor que debería hacer era apagar ese aparato.
Miró su reloj, era tarde. Debía despertar temprano para ir a la universidad.
Las puertas se abrieron y salió un doctor.
― ¿Familiares de Sofía Taylor?
―Soy su amiga ― se apresuró a decir.
―Soy su jefe.
De nuevo su voz la asaltaba a sus espaldas.
―Solo puedo darle información a un familiar.
―Ya dije que soy su jefe― replicó Inuyasha ― Por lo tanto, soy la persona más cercana a ella.
Kagome frunció levemente su cejo, ella era su amiga, ella la había traído casi convulsionando al hospital. Por lo tanto, esa información se la debían dar a ella.
―Y yo su mejor amiga ― lo retó con una mirada de advertencia.
― ¿Tanto, así como para no saber su tipo de sangre, señorita?
El médico únicamente pasaba la mirada del uno al otro. Mientras discutían sobre quien era la persona más cercana a su paciente.
Esa pregunta la hizo arder en toda la extensión de la palabra. Y lo único en que pensaba era métele un petardo en el culo por arrogante y prepotente. Francamente comenzaba a fastidiarse de sus continuos sarcasmos.
― ¡Váyase a la mierda cada vez que respire! ― exclamó molesta.
Inuyasha abrió la boca, fingiendo indignación ante el comentario de la pequeña mujer.
―Cuidado con esa boca, señorita. Recuerde dónde estamos.
―Me importa una madre en qué lugar estamos.
―Muy refinada, pero con poca educación.
Estaba molesta, muy molesta y cuando algo la hacía perder el control, perdía toda educación.
Si, tal vez no conocía mucho de Sofí, pero era porque ella misma no se había atrevido a hablarle de su vida. La apreciaba mucho y por ella era capaz de todo.
―Puede pasarse esa educación por el arco del triunfo. O sea, su culo, señor arrogante.
―...
Pero antes de que siguieran matándose verbalmente entre ellos, irrumpió el médico.
―Bien suficiente ― intervino el doctor molesto ― Me dirijo al jefe de la señorita Taylor.
El peliplateado levantó ambas cejas haciendo una seña de victoria, todo sin perder de vista a la señorita sin educación. Algo que hizo que Kagome rolara los ojos.
―La señorita sufrió una descompensación debido a la Influenza que presenta. Por lo que deberá permanecer hospitalizada un par de días hasta que el cuadro infeccioso disminuya.
Ambos asintieron.
― ¿Puedo verla? ― se anticipó Kagome.
―Si. Les indico donde está su habitación.
El doctor abrió una puerta de doble apertura, pero la soltó por descuido justo en el momento que Kagome estaba por cruzar y de no ser por aquella mano con dedos largos, habría terminado con un golpe en la frente.
Lo miró y tragándose el orgullo, coraje, rabia y toda clase de sentimientos, no tuvo más remedio que sacar su educación a relucir.
―Gracias.
Él inclinó la cabeza, aceptando el agradecimiento por parte de esa joven.
Abrió la puerta que le indicó el médico y al entrar vio a su amiga, estaba consciente y ya no se veía tan demacrada a como la había encontrado en su departamento.
―Sofí, me diste un susto de muerte ― quería abrazarla, pero suponía que estaba delicada.
Sofía, una chica de cabello castaño y ojos color caramelo esbozó una sonrisa al ver a su amiga.
―Lo siento si te asuste, pero es que eres la persona más cercana que tengo.
Inuyasha contempló la escena de manera seria y tuvo un leve remordimiento. Después de todo esa niña mimada y sin educación era la persona de más confianza de su empleada.
―Lamento si arruiné la cena de tus padres.
―A la mierda esa cena ― dijo sin más ― Bien sabes que no me importa hablar de negocios.
Ambas compartieron una risa, una de complicidad y que sabían a que se estaban refiriendo.
―Lo sé.
Entonces, Sofía reparó en su jefe y le dedicó una sonrisa débil.
―Jefe ¿Qué hace aquí?
―Tu amiga me habló ― ahora se acercó a ella y la tomó de la mano ― No te preocupes por todo. Los gastos corren por mi parte.
―Pero…
―Pero nada ― interrumpió él ― Quiero que te recuperes.
En ese momento Kagome sintió admiración, bueno, al menos no era un jefe tacaño y se preocupaba por sus empeñados. Pero eso no significaba que le agradara a partir de hoy, así que esperaba no volverlo a ver después de esto.
