Joder.
Se encuentra allí, recostada sobre la mesa de la cocina, su expresión es indescifrable, sus ojos acuosos, de un marrón fangoso, y sus labios secos, partidos y llenos de heridas sangrantes, su cabello es una maraña de hilos gruesos que parecen anidar a algún pájaro, no tiene brillo, al igual que su piel fantasmagórica que me eriza la piel, ¿Como entró aquí?
Nos miramos fijamente, ella tan solo mueve sus muñecas y se pasa de mano en mano el arma con el cual ha irrumpido aquí. Observo a mi alrededor, ¿Dónde está Ethan?
—Fuera… —es apenas lo que me dice con una voz monocorde, parece ida, perdida—. Estoy sola… muy sola…
Intento comprender sus palabras, basándome en lo que Christian me ha contado. Está atravesando una pérdida, no halla sosiego, necesita el control que alguna vez obtuvo de su parte, pero no hay forma adecuada de que lo obtenga.
Me mira fijamente, en especial mi cabello, su vista se desliza hasta la punta de mis pies, su expresión ruega por saber qué es lo que tengo yo que tanto lo atrae, incluso esa pregunta me ronda la cabeza cuando no tengo ninguna ocupación.
La respuesta de Christian ha sido en múltiples ocasiones relacionada con la luz y la oscuridad, cómo si fuésemos un juego de contraluces, de fuego e invierno, meros objetos que juntos representan algo más que simples nombres. Pero nosotros no somos objetos, ni nada por el estilo.
—¿Qué tienes tú qué yo no tenga? El amo te quiere, te desea, te deja dormir en su cama, te da todo lo que necesitas… —sus ojos afligidos me atenazan el corazón repentinamente en pánico—. Todas lo hemos intentado, Susana, incluso Leila, pero Leila nunca fue elegida, solo tú…
Me voy acercando lentamente, mientras continúa con su monólogo improvisado, tan solo menciona lo tanto que necesita ser amada, protegida, llevada sin necesidad de pensar en nada, dejarse llevar por el placer, pertenecer a alguien…
Sus palabras van calando hasta lo hondo de mi corazón, ¿Tanta es su necesidad de control para llegar a este punto? No puedo más que sentir pena por ella y cuestionarme si puede que alguna vez llegue a un punto cómo este…
Cuánto más me acerco, su mirada se torna salvaje, cómo si yo la estuviera amenazando, sus pupilas oscuras se dilatan y abre la boca, pero no hace nada. Me gruñe, nos miramos fijamente de nuevo y mi mano se desliza sobre las suyas, tomando suavemente el arma, tratando de reconfortarla.
—Leila, yo… —me quedo callada de repente, ¿Qué debía decirle?, ¿Darle garantías de algo que jamás pasaría?, ¿Luchar con el miedo que me atenaza la garganta y decirle que necesita ayuda?—. Siento lo de tu esposo, pero Christian no te ayudará, ni a ti, ni a mí…
Ver sus profundos pozos fangosos de necesidad y de dolor me hacen abrir los ojos, la siguiente puedo ser yo…
La siguiente soy yo.
Las imágenes del castigo sucedido hace apenas semanas me estremecen, la siguiente fui yo, soy yo. Ya lo viví, lo sentí, lo conocí. ¿Por qué regresé con él? Sencillamente porque lo amo y lo necesito. Pero soy consciente de que nunca seré lo suficiente para él.
Pude quedar igual que Leila, estuve igual que ella, ansiando a un hombre que necesita sanarse y no quiere.
Suspiro mientras hago presión sobre sus dedos para que suelte el arma y asiente, deja de sostenerla y cae al suelo, nos quedamos en silencio.
Ray estaría orgulloso de ver mi control sobre la situación, pero yo aún me hallo sobre pensando aquella revelación.
La puerta se sacude con violencia y un par de ojos grises oscuros me devuelven la mirada repentinamente preocupado, ruedo los ojos y me sisea.
Dirige su mirada a Leila, quien ha agachado la cabeza, me precipito a ponerme en medio y niego.
—No. No le harás daño —la mirada furibunda de Christian se posiciona sobre mí e intenta intimidarme, pero estoy cansada de esto—. Ella necesita ayuda, que no puedes proporcionar.
La cara de Christian expresa una indecible sorpresa e incredulidad, parpadea y nos miramos en una lucha que dudo podrá acabar en un par de segundos cómo antes. Ni el sexo ni su rostro me harán cambiar de opinión.
—Anastasia… —entorna los ojos pidiendo que me vaya y niego, su ayuda no es grata—. ¡Taylor!
Pongo mis manos frente a su pecho sin tocarlo y abro los ojos de forma exagerada, me agazapo preparada para atacar en cuanto sea necesario y Christian acerca su mano a mi mejilla, frunzo el ceño.
—Nena, déjame ayudar a Leila, ella estará bien —pausa un momento y carraspea—. ¿Cierto, Leila?
El ambiente se torna cada vez más tenso, nuestras respiraciones se escuchan agitadas, al igual que la de ella, mi invitada indeseada, quien solo responde en un susurro asintiendo y se deja caer de rodillas, ahogo un jadeo de horror.
Christian vuelve a observarme y su rostro me repugna, sus pupilas se han dilatado y la iris parece entremezclarse con ellas, aún intenta intimidarme.
Un brazo me sujeta por el torso y me levanta, de inmediato forcejeo buscando que me suelte, pero eso al parecer no va a suceder, su agarre se hace aún más fuerte y me quedo sin aire; la mirada inescrutable de Christian no deja de observarme, hasta que la persona que me lleva se desplaza por el apartamento en dirección hacia la salida.
—¡Suéltame! ¡No dejaré que le hagas daño!
El olor del cuerpo del sujeto me hace darme cuenta de quién es, Taylor. Muevo las piernas de atrás hacia adelante intentando golpearlo, cuando antes lo logre, podré salvar a Leila de esa situación.
El agarre de Taylor es muy firme, a pesar de que lo golpeo este no cede y mi energía va fluctuando cada vez más, a punto de acabarse.
Salimos del edificio y este me deja en el suelo de forma delicada y solo escupo al suelo realmente enojada, Ethan aparece de la nada y me abraza.
—Steele, ¿Qué está sucediendo? De la nada llegó Grey con este sujeto —señala a Taylor—. Me arrebataron las llaves y salieron corriendo, ¿Estás bien?
Me encantaría decirle que lo estoy pero no es así, las emociones me sobrepasan y doy rienda al llanto desaforado en sus brazos, ¿Quién es el hombre que está allá arriba con Leila? Definitivamente no es Christian, mi cincuenta sombras…
—Vamos por una copa, ¿Vale?
Asiento apenas ante la mirada comprensiva y preocupada de Ethan quien posa su brazo alrededor de mis hombros y me guía lejos de Taylor quien solo nos observa con su usual mirada impasible, no digo nada, no quiero saber nada de ninguno de los dos.
Cruzamos la calle y nos sentamos frente al ventanal que da a la calle en el bar universitario aledaño al departamento, Ethan solo me pide algo fuerte y él se bebe una cerveza. En un par de minutos, ambos tenemos nuestras bebidas y damos un largo sorbo antes de que proceda a preguntar por lo que sucede.
—Una especie de ex novia de Christian apareció en casa, está… algo alterada —solo menciono de manera vaga y me concentro en mi bebida.
Ethan comprende la severidad del asunto y se queda callado mientras escrutamos la calle sin que hayan señales de alguno de los dos por un largo rato.
Una ambulancia se estaciona en la acera y puedo ver como segundos después salen Christian y Leila hacía ella, de esta sale el estúpido doctor Flynn quien les da paso y una vez están dentro, cierran y salen de allí, con Taylor tras suyo.
Estoy segura de que la situación continuará siendo difícil después de esto, pero no me interesa en lo más mínimo, quiero tener el valor, aunque sea por eso momento. Lejos de Christian y todo lo que representa.
Las horas se han ido arrastrando lentamente y las bebidas aumentando, al parecer yo he consumido siete cervezas y tres cócteles llenos de alcohol, estuve a punto de pedirme algo incluso más fuerte, pero decidí que no quería terminar tan borracha como antes. No es que desconfiara de Ethan, tan solo deseaba evitar problemas.
—¿Nadie vendrá a recogerte? —Ethan apenas puede farfullar y niego—. Mejor te llevo, tu megalomano novio estará preocupado y hará que su gorila me aplaste hasta sacarme toda la jalea.
Me río con fuerza al escuchar eso, no soy capaz de pensar en nada, solo asiento y este me agarra del brazo para ayudarme a levantarme de la mesa, pero todo me da vueltas y me caigo de culo varias veces sin parar de reírme.
Al lograr caminar correctamente, salimos del bar en dirección al Escala, ya no hay nadie en las calles, ni un auto. En el camino continuamos riéndonos cómo idiotas y recordando algunas situaciones de cuando recién nos conocimos.
—Si que has cambiado Steele, quien diría, la pequeña ratita de biblioteca, ahora es una fiera que no duda en decir lo que siente y en enfrentarse al peligro, me siento orgullosa, hermana
Sonrío, no soy capaz de decirle nada, sus palabras me conmueven a tal punto de vuelvo a llorar un poco más, todo ha cambiado bastante en pocos meses y es abrumador.
—Claro y mi amigo se besó con su perro en la fiesta, otro compadre lo grabó.
Me muestra en su teléfono un rato después, un vídeo donde un hombre alto sentado en el váter apenas consciente extiende sus labios hacia el hocico de un perro grande, un pitbull que menea la cola y lo lame, ahora no puedo parar de reírme hasta que nos encontramos frente al edificio.
Ethan se despide y tomo aire antes de entrar y tomatela ascensor hasta el ático, en el cual debo poner la contraseña y las puertas se abren un momento después, la mirada de Christian se topa con la mía.
—No la busques más, aquí está, mierda.
Cuelga el teléfono y se aproxima hacía mis y nos miramos fijamente.
—¿Donde mierdas estabas, Anastasia?
Y con eso sé que voy a perder el juicio, no me dejaré más de él.
