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Tumba sin Nombre
¿Por qué estaba allí?
Exhaló el aire que mantenía sus pulmones, atesorándolo hasta el último segundo. La misma masa de aire caliente le espetó en su cara, perdiéndose en la completa oscuridad. Levantó la mano topando a los segundos con aquel frío trozo de madera, prohibiéndole moverse hacia ningún lado.
Se tensó, saber que no podía moverse le generó más ansiedad, respirando agitada, perdiendo el control que alguna vez había sentido.
No se merecía aquello.
Movió como pudo las manos para acercarlas al rostro y limpiarse los ojos con las mangas desgastadas de su traje. La sensación de ahogo por verse atrapada en aquel lugar tan pequeño y estrecho la asaltó del golpe, sintiendo el pánico recorrerle por la punta de sus dedos.
No podía acabar así.
Golpeó la madera, pateó con sus pies desnudos y dobló las rodillas todo lo que pudo intentando hacer ruido, que alguien la escuchara. Golpeó con más fuerza, arañó la superficie rugosa con las uñas desgastadas y gritó como nunca antes lo había hecho.
Tenía que salir de allí. Alguien tenía que escucharla.
Pasó un largo tiempo hasta que sus dedos dejaron de sentir ningún tipo de dolor. Tenía la garganta seca, los ojos irritados y empezaba a sentir que le faltaba el aire. Se tumbó, rendida, sintiendo que aquel era su final.
Pero… ¿Cómo había llegado allí?
Recordaba su segunda muerte, más dulce que la primera, pudo despedirse de Inuyasha y desaparecer en sus brazos. Sintió como su alma era elevada por las shinidamachu y entendió que por fin tendría el descanso merecido. Pero entonces, despertó en aquel agujero oscuro y tenebroso, atrapada en aquella caja de madera que nunca antes había visto catapultada a cientos de escombros bajo tierra.
Estaba atrapada, condenada a vivir aquello para toda la eternidad.
—¿Oyes eso? —preguntó una voz—. He escuchado algo.
—Será tu imaginación, Akai —contestó otro algo más alejado—. Siempre que nos toca vigilar en Halloween tiemblas como una gallina.
—Es que todos los malditos años escucho un grito aterrador.
—Este cementerio tiene más de quinientos años. Ni siquiera hay nombres escritos en las lápidas.
Kikyō volvió a chillar, aterrada. Golpeó con todas las fuerzas de las que disponía intentando que la escucharan, que la sacaran y que la dejaran ver el amanecer un día más. Pero el aire era escaso. Aun estando muerta, no recodaba la sensación de ahogarse, de no poder respirar, aspirando con más intensidad, pero sin que se le colase ningún ápice de aire. Se arañó la propia cara en un estado de pánico descontrolado mientras movía todo su cuerpo, convulsionando al sentir que por más que respirara, no era suficiente.
Cerró los ojos dejándose caer en la inconsciencia en contra de su voluntad, agarrándose con ambas manos el pecho en un vano intento de inspirar todo el aire que pudiera una vez más.
Dejó de moverse, dejó de sentir, todo había acabado.
…
..
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¿Por qué estaba allí?
Exhaló el aire que mantenía sus pulmones, atesorándolo hasta el último segundo. La misma masa de aire caliente le espetó en su cara, perdiéndose en la completa oscuridad. Levantó la mano topando a los segundos con aquel frío trozo de madera, prohibiéndole moverse hacia ningún lado.
…
Fin.
Bueno, las historias de miedo nunca se me han dado bien y por ello voy a intentar hacer unas cuantas aprovechando la dinámica de #El_festín_del_Horror de la página de Facebook Inuyaha Fanfics. En este caso, la historia se centra en enterrar vivo a alguien. No he escrito mucho sobre Kikyō y espero que aquellos que sean fan del personaje no me odien mucho, pero era el personaje que más me cuadraba en este caso. Tranquilos que no será la única que lo pase mal en este libro xD
Gracias por darle una oportunidad y espero que os haya gustado.
Felices noches terroríficas!
