Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Angst. Hurt/Comfort. Time Travel: Regression. Era de los Merodeadores

Pareja: Sirius Black/Remus Lupin (Wolfstar). Y más adelante una relación poliamorosa bcs yes con James/Lily/Regulus

Nota de la autora: Hoooooola, acá intentando con la primera generación de Harry Potter

He estado leyendo muchas novelas y manhwas isekai, de reencarnación y regresión y pensé por qué no hago una historia de esto? :)
En fin, no estoy muy segura cuántos capítulos tendrá, pero en cuanto ordene todo, pues les diré... ¡Y desde ya advierto la(s) pareja(s)!

Nos vemos el próximo domingo! Espero les guste3


Capítulo 1: De nuevo

Sirius abrió los ojos lentamente, un techo familiar le recibió, aunque no logró asociarlo a un lugar. Sentía el cuerpo pesado y la garganta rasposa. La puerta se abrió y alguien caminó hacia él, el sonido de los tacones le trajo recuerdos del pasado, pero que no pudo situar.

—¿Sirius? ¿Estás despierto? —la voz era de una mujer, sonaba severa y fría—. La temperatura ya bajó.

Con gran esfuerzo Sirius logró fijar la mirada en la persona que le hablaba. Era una dama de aspecto rígido, el cabello negro agarrado en un tenso moño despejaba un rostro blanco como el papel, no había arruga alguna en su piel, los labios estaban apretados formando una línea recta y los ojos grises lo miraban con hastío.

—¿Madre? —casi no le salió la voz.

—Veo que estás mejor. Le diré a Kreacher que te prepare algo de comer.

La mujer se dio vuelta y salió de la habitación sin decir ni una palabra de aliento ni tener un gesto cariñoso. Sirius volvió a cerrar los ojos, intentando sacar su mente de la nebulosa en la que estaba.

—¡Joven Sirius! —chilló una molesta voz.

Debió haberse dormido, se había sobresaltado con el grito. Abrió los párpados y observó a un elfo doméstico que le miraba molesto. Kreacher, pensó. Pero la imagen que tenía del elfo era de una criatura mucho más vieja. Kreacher chasqueó los dedos y lo obligó a sentarse sobre la cama, dejando una bandeja sobre su regazo.

Sirius miró a su alrededor. Era su habitación, la reconocía, pero le faltaban detalles. No estaban las fotos de las modelos muggles que tanto había odiado su madre, ni ningún objeto de Gryffindor. Aunque, si lo pensaba, su madre tampoco debía estar allí. ¿No llevaba muerta más de 10 años? Y Kreacher jamás había seguido una orden suya.

—¡Ah!

Se llevó las manos a la cabeza y cerró los párpados con fuerza. Una punzada pareció romperle el cerebro, las náuseas le invadieron y un pitido se instaló en sus oídos. Los recuerdos llegaron de golpe. James y Lily siendo traicionados por Peter. Peter matando a los muggles y huyendo. Azkaban. Su sed de venganza. Él escapando y yendo hacia Hogwarts. Harry. El reencuentro con Remus. Sus días en Grimmauld Place y la Orden. Snape avisando que Harry había ido al Ministerio. La Orden rescatando a Harry y a sus amigos. Un duelo. Un rayo verde yendo hacia él. El rostro distorsionado de Harry y Remus. Y él cayendo.

¡Avada Kedavra!

—¡Llama al sanador!

¡Bien hecho, James!

—¿Sirius? ¿Me escuchas?

¡NOOOOO!

—Está en shock, hay que dormirlo.

Todas las voces cesaron cuando la oscuridad llegó.

Sirius volvió a abrir los ojos. De nuevo estaba en su habitación, en una que le faltaban detalles, esos que él recordaba haber visto hace unas horas. Intentó sentarse, de forma lenta por si volvía a dolerle la cabeza. Una cabellera oscura y muy bien peinada apareció en su rango de visión, casi poniéndose sobre él.

—¿Sirius? ¿Te sientes bien?

Un niño había trepado a la cama y se le había acercado. Al igual que él, y que casi toda la familia Black, tenía la piel pálida y ojos grises. El pequeño lo miraba con ansiedad y preocupación.

—¿Regulus? —murmuró sorprendido.

—No hables mucho, el sanador dijo que debías evitar hablar.

Sirius sintió un sudor frío recorrerle. ¿Cómo es que tenía frente a él a un niño que claramente era un Black? No, peor, a un niño que parecía ser una réplica de su hermano cuando este recién había comenzado Hogwarts.

La puerta se abrió y Walburga entró. La mujer movió la varita y el pequeño cayó de la cama, haciendo un ruido sordo. Regulus ni siquiera se quejó, simplemente se puso de pie, completamente tenso y agachando la cabeza.

—Lo siento, madre —susurró.

—Dije que no entraras aquí. Tu hermano podría contagiarte.

Sirius pasó la mirada desde la imponente mujer hasta el niño asustadizo. No comprendía nada, no estaba seguro si estaba sufriendo una alucinación, si había quedado atrapado en algún artilugio del Departamento de Misterios o si ese era su infierno personal. Sus recuerdos poco a poco se ordenaban y le decían que debía estar muerto, solo una persona había sobrevivido a la maldición asesina y las circunstancias aún eran un misterio.

—¿Qué día es?

—Primero de enero, has estado en cama desde navidad —respondió Walburga.

—Pero… ¿de qué año?

La mujer frunció el ceño y observó a Sirius molesta. En el pasado aquella mirada le habría aterrado, pero con el tiempo había aprendido a sostenerla y luego simplemente la había ignorado. Vivir con el retrato de su madre como única compañía lo había hecho inmune a muchas cosas que en su tierna infancia lo habían lastimado.

—1973 —dijo de todas maneras—. Te perdiste las festividades.

Sirius sintió una nueva punzada en la cabeza, pero con una intensidad menor. El mareo y las náuseas que le invadieron sí fueron más fuertes. Se vio obligado a doblarse sobre sí mismo, intentando controlar el dolor. Alguien le agarró de los hombros y le hizo recostarse de nuevo, un hechizo le recorrió y de inmediato sintió algo fresco.

—Si te sientes mejor, entonces come esto.

Sirius abrió los ojos, había varias almohadas en su espalda y cabeza para mantenerlo erguido, las blancas manos de su madre le habían acercado un cuenco que parecía tener porridge. Sirius hizo una mueca, pero tomó la comida de todas formas. El contraste de sus pequeñas manos en comparación a las de Walburga le asustó. Era una prueba de que la mujer había dicho la verdad sobre el año.

—Espero esto te sirva de lección para no volver a desobedecerme —dijo con voz dura la mujer—. Un Black no juega con la nieve ni se llena de barro, ¿me escuchaste?

—Sí, madre —respondió de forma automática.

Sirius empezó a comer la avena lentamente. La garganta le molestaba, pero podía tolerar el alimento sin muchos problemas, además que su estómago le agradeció el por fin tener algo sólido. Walburga continuó con su regaño, llenando de desprecio y veneno cada una de sus palabras. Sirius hizo su mejor esfuerzo para ignorarla, por suerte, tenía la excusa de estar enfermo.

El resto del día transcurrió lentamente. Walburga no volvió a visitarlo y Kreacher solo entraba a dejarle más avena, sopa o alguna poción, Regulus regresó solo una vez. Sirius no podía salir de la cama, así que se tuvo que conformar con aburrirse y dormir, intentando unir las piezas de aquel misterio con la poca información que le daban.

Había ido a salvar a Harry al Ministerio y Bellatrix le había tirado un avada, había caído hacia el extraño velo de la habitación y luego se había despertado en aquel extraño lugar. Parecía ser 1973. Su madre, su hermano y el elfo se comportaban como él los recordaba, y el propio cuerpo de Sirius parecía el de un chiquillo de 12 años. También había logrado enterarse del cómo había quedado postrado en cama. Había salido a jugar con la nieve y su amorosa madre no le había dejado entrar, haciendo que pasara toda la tarde sentado a la entrada de la casa. Se había ganado un resfriado y había estado delirante y afiebrado esos días.

—Una pésima madre —susurró para sí.

Las horas en solitario le permitieron asimilar todo y empezar a pensar los pasos a seguir. Si había vuelto al pasado, tenía una oportunidad de salvar a James y Lily, de darle una familia a Harry, incluso de otorgar información invaluable a Dumbledore para vencer a Voldemort. Era un mago adulto en el cuerpo de un crío, podía hacer muchas cosas.

Pero a medida que el tiempo pasaba, iba notando los fallos en sus planes. ¿Alguien le creería si decía que venía del futuro? ¿Le tomarían por loco? Nadie querría encerrar a Peter, porque el niño de 12 años no había hecho nada malo. ¿Entonces qué podía hacer? Tendría que actuar por su cuenta, después de todo no tenía demasiada información de su futuro, había estado 12 años en Azkaban y posteriormente solo se había enfocado en la guerra y en Harry.

Para el día siguiente ya tenía claras las cosas. Iba a salvar a James, sin importar qué. Iba a alejar a la rata traidora de sus amigos, así James nunca confiaría en él y no sería traicionado. Iba a arreglar la relación con Remus, iba a demostrarle que confiaba en él e iba a estar con él en cada luna llena. Tendría cuidado con Snape, no lo llevaría a descubrir el secreto de Moony, no realizaría esa fatídica broma y no llevaría a Remus a sentirse como una bestia sedienta de sangre.

Tenía una oportunidad para salvar a sus amigos y darles la felicidad que merecían.


Kreacher los dejó a él y a Regulus en el andén. Sirius ni siquiera se despidió y subió al tren para buscar a sus amigos. En un compartimiento estaba un pequeño niño rubio y regordete, tenía un juguete en las manos y lo movía constantemente para enseñárselo al chiquillo que tenía al lado. Remus tenía menos cicatrices que la última vez que Sirius lo había visto, sonreía a cada palabra que escuchaba y asentía, pero sus ojos se veían perdidos. La luna llena había sido hace poco, por lo que debía estar agotado.

—¡Sirius!

Peter gritó, colocando una sonrisa de oreja a oreja. Sirius lo ignoró y entró al compartimiento, dejó su equipaje y se sentó frente a la rata traidora. Le echó una mala mirada que hizo que el niño se empequeñeciera y luego desvió la atención a Remus.

—¿Has tenido buenas vacaciones?

Moony lo observó con curiosidad, pero aún era demasiado pequeño para entender por completo la actitud de Sirius, así que no comentó nada sobre el desaire que había tenido hacia Peter.

—Bastante. Me regalaron para Navidad el libro que quería. ¿Cómo fueron las tuyas?

—Horribles, como siempre.

—Pero ahora estás con nosotros —desde la puerta habló una cuarta voz.

Sirius sintió su corazón detenerse ante la vista de su mejor amigo. Definitivamente Harry era la viva imagen de su padre, solo que James tenía una actitud más abierta y sus ojos eran marrones. James se dejó caer al lado de Sirius y apoyó una mano en su hombro, le dedicó una gran y brillante sonrisa. Sirius sintió un nudo en la garganta.

—¿Sirius? ¿Está todo bien?

El rostro preocupado de James se le acercó, pero Sirius era incapaz de verlo nítidamente. No contestó, tenía miedo de que la voz se le quebrara o de echarse a llorar. Aquel niño era el hombre que había muerto por su culpa, por seguir su idea de confiar en Peter. Tenía frente a él a su hermano, su mejor amigo, al padre de su ahijado.

—¿Sirius?

—Estoy bien… —susurró, aguantándose el llanto—. Estuve resfriado y aún no me recupero por completo.

—¿Por eso no contestaste mis cartas?

—Sí, madre me castigó. La mitad de las vacaciones estuve en cama y la otra encerrado en mi cuarto.

Remus extendió una rana de chocolate que James rápidamente tomó para abrirla y darle un mordisco. Una tonta pelea comenzó al mismo tiempo que el tren comenzaba su marcha hacia la escuela. Sirius observaba en silencio todo. A Remus que pretendía estar molesto, pero que en realidad se divertía. A James que, aunque enfocado en ganar la estúpida discusión, no dejaba de observar a Sirius. E incluso a Peter quien, tímidamente, argumentaba en favor de James.

Sus amigos estaban allí. Los Merodeadores. Sirius los agarró a los tres y los abrazó con fuerza. Incluso cuando había juntado odio hacia la rata por más de 12 años y solo quería matarla con sus propias manos, el niño en ese compartimiento se parecía más al amigo con quien había vivido un montón de aventuras.

—Los extrañé —susurró Sirius.

—No te pongas sentimental, aún tenemos que planear nuestra primera broma del año.

Y la conversación se volcó a planes, víctimas y bromas.

Los días transcurrieron rápidamente. Sirius tenía graves problemas para seguir el ritmo de las clases, olvidando constantemente la entrega de trabajos, los nombres de sus compañeros o las lecciones que habían pasado. Al mismo tiempo, mostraba gran habilidad en cada hechizo que practicaban, e incluso había descubierto que aún podía tomar su forma de perro.

Sirius no recordaba mucho de sus días de estudiante más allá de las estupideces y aventuras que había tenido con los merodeadores. Era agotador aprender cosas que ya sabía, pero también era confuso, existía más de un año de educación que no era capaz de recordar y que, además, se suponía que debía aplicar.

—Aún te faltan cinco centímetros —señaló Moony.

—¿Por qué nos mandan a hacer tareas tan largas? —se quejó Sirius.

—Puedes leer mi ensayo y sacar alguna idea, Sirius —ofreció Peter, extendiendo su pergamino.

Sirius realizó una mueca de asco y empujó las manos de Peter. Sin siquiera mirarlo, volvió a quejarse de la extensión de las tareas.

—¿Por qué estás siendo tan pesado con Peter? —regañó Remus.

—No estoy siendo pesado.

—Lo estás. Has estado siendo desagradable con él.

Sirius frunció el ceño, negó con la cabeza y mojó la pluma para agregar otra línea a su ensayo. Peter se movía nerviosamente frente a él y, aunque eso fastidiaba a Sirius, no le dijo nada porque no quería tener que entablar una conversación con él. Remus mantenía una mirada dura sobre Sirius, ya había terminado los deberes y solo tenía un libro abierto sobre la mesa. James, por otra parte, ignoraba todo el conflicto, estaba ocupado en mirar unas mesas más allá, donde estaban Evans y Snape, fingiendo que no estaba espiando a la chica.

—No entiendo cómo Evans puede ser amiga de ese idiota —comentó Sirius.

James se sobresaltó y giró todo el cuerpo, su rostro estaba rojo.

—No debe ser tan idiota si Evans es su amiga —comentó Remus de mala gana.

—ES un idiota. No puedes decir que no lo es. Es como un murciélago aceitoso andando por todo el castillo.

Peter rió por lo bajo mientras que James soltó una carcajada. Algunas personas en la biblioteca se giraron a verlos, pero pronto regresaron a sus tareas. Sirius vio a Evans poner los ojos en blanco antes de volver a escribir en su pergamino y a Snape dar miradas de odio hacia la mesa donde estaban.

—No le dimos un regalo de Navidad a Quejicus, ¿verdad? Quizás esté molesto porque fuimos desconsiderados.

James sonrió con maldad y se acomodó las gafas. Peter pasaba la mirada por todo el lugar. Remus fingía ignorarlos, pero sus ojos no se movían por el libro.

—Deberíamos darle algo de champú. Se ve que lo necesita.

—Primero termina tu ensayo, luego discutimos lo demás —regañó Remus.

—¿Tienes una idea? —preguntó al mismo tiempo James.

—Algunas.

Honestamente, Sirius no recordaba las bromas que había hecho en la escuela, pero sí tenía una gran imaginación para ello. Así que ya había empezado a planear un par de "regalos" para Quejicus.

Antes de que Remus volviera a regañarlo, volvió a concentrarse en su ensayo. El grupo se quedó en silencio, solo el sonido de la pluma rasgando el pergamino o las hojas del libro pasando. Fue ese silencio que le permitió escuchar claramente la voz de una niña.

—Si no existe un hechizo, entonces se debe crear, Reg.

Sirius los habría ignorado en una situación normal, pero había pasado tantos años sin escuchar el nombre de su hermano que, inconscientemente, su atención había derivado a la persona que lo había nombrado. Ladeó la cabeza lo suficiente para ver a Regulus con su impecable uniforme llevar un par de libros en sus brazos. Junto a él había una niña rubia con la cabeza tirada hacia atrás para observar el techo, iba descalza y tenía la varita tras la oreja.

—Hay leyes, Pan —respondió Regulus—. Reglas, normas. No todo es posible.

Sirius analizó a los dos niños. La pequeña no encajaba con la imagen tan sobria de su hermano. Con solo verlos, nadie diría que eran amigos, pero se habían no solo tratado por el nombre de pila, sino que con un apodo. Al menos la chica había usado un apodo con Regulus. Sirius intentó recordar el nombre de aquella muchacha, pero no pudo asociar su rostro con ningún nombre. En realidad, no recordaba el nombre de ninguno de los amigos de Regulus. ¿Había tenido amigos?

—Estás limitando tu mente. No deberías seguir leyendo El Profeta, junto con el Ministerio están asociados para controlarnos —la chica seguía mirando el techo de la biblioteca.

—¿Controlarnos?

—Las noticias que muestran no son las que importan. Quieren hacernos creer que la magia es limitada, pero no es así. Algunos profesores son agentes del Ministerio, la profesora McGonagall, por ejemplo.

—¿Te volvió a regañar? —la pregunta de Regulus escondía una risa.

—Ella cree que un fósforo se volverá una aguja y una aguja un fósforo. Que deben tener características parecidas o no funcionará el hechizo. No es así. Es una mentira del Ministerio.

Sirius frunció un poco más el ceño, aquella chica era una conspiracionista paranoica y, aunque siempre había existido ese tipo de gente, no tenía sentido que su hermano se relacionara con alguien así.

—El hechizo que se utiliza funciona así. Si no tienen características parecidas, no servirá de nada.

—Entonces deberían enseñarnos otro hechizo.

—No hay.

La niña bajó al fin la cabeza y observó a Regulus. Después bajó la mirada a los libros y le quitó uno, lo hojeó y se lo devolvió. Giró sobre sí misma y empezó a alejarse por el pasillo. Regulus pronto se puso a su altura y siguió hablándole, aunque Sirius ya no podía escucharles, por mucho que sus sentidos fueran mejores gracias a su habilidad como animago.

—¿Sirius? Pareces incómodo —Remus había detenido su lectura y lo observaba con curiosidad.

—No sé quiénes fueron los amigos de mi hermano —respondió.

—¿Tu hermano? Pensé que no te interesaba hablar con él —James también lo miró.

—No me interesa.

—No te preocupes, Sirius. Estoy seguro que ya hizo amigos en Slytherin, si es tu hermano, es imposible que no haya sido capaz.

—Él no es como yo… Él es… ¿más calmado? ¿Tranquilo? Es lo opuesto a mí.

—Entonces mayor razón para creer que ya hizo amigos —bromeó James, dándole una palmada en la espalda a Sirius—. Si te preocupa, podemos averiguar.

—Podemos espiarlo en la cena —agregó tímidamente Peter.

Sirius no respondió, solo observó su ensayo. No podía negar que odiaba a su familia y había huído apenas tuvo la oportunidad y el valor, Walburga siempre había sido una madre abusadora y déspota, mientras que Orion, aunque estaba en la casa, era un padre ausente. Sus tíos y primas eran puristas y clasistas, a excepción de Andromeda que ya había sido repudiada y su tío Alphard.

No se había llevado bien con Regulus, aunque, si lo analizaba, simplemente no se habían llevado. Ambos habían ignorado la existencia del otro siguiendo sus propias ideologías. Sirius recordaba que Regulus había seguido a todos los idiotas que luego se volvieron mortífagos, repitiendo el discurso sobre la pureza de la sangre, y que se había inclinado a las Artes Oscuras. Pero solía pasar desapercibido, incluso cuando fue buscador de Slytherin y había entrado al Club de Eminencias de Slughorn, siempre había intentando no resaltar.

En realidad, Sirius ni siquiera sabía si Regulus había logrado hacerse un lugar como mortífago como sí lo había hecho Lucius. No sabía nada de ese niño. Había vivido con él por casi 15 años y era un completo extraño. Y había muerto sin fama ni gloria. Sirius se mordió el labio inferior, intentando no sentirse como un pésimo hermano mayor.

—No parece que hable con alguien —comentó Peter en medio de la cena.

Sirius soltó un gruñido y siguió comiendo el puré. Podía sentir la mirada de Remus sobre él, seguramente para regañarlo por la actitud hosca y agresiva que tenía hacia la rata traidora.

—Da un poco de pena verlo —murmuró James—. Lo ignoran y él ignora a todos.

—Quizás le gusta comer en silencio, nadie lo está molestando —agregó Remus.

—Oh, Malfoy le habló.

Sirius giró la cabeza y miró hacia la mesa de Slytherin. Un joven Lucius se había levantado y acercado hacia Regulus. Por la distancia, no podía escuchar la conversación, pero no parecía que lo estuviera intimidando, más bien, Malfoy se comportaba de forma amable y Regulus no se veía incómodo o tenso.

—Al menos sabemos que no lo molestan —James mencionó muy ufano.

Malfoy volvió a su lugar y Regulus regresó a su comida. Parecía concentrado únicamente en su plato, dando bocados lentos. A su alrededor había chicos de primero y segundo, pero nadie se dirigía a él. Sirius se sintió algo aliviado de que no hablara con Snape, al menos no todavía, en el pasado (o futuro, era complicado hablar de tiempo), ese detalle había hecho que se separara definitivamente de su hermano.

—Ah, sí tenía un amigo.

Un chico bajito llegó corriendo a la mesa, se sentó frente a Regulus, dando la espalda a las otras mesas. Regulus le sonrió al chico y comenzó a hablar con él. Sirius intentó descubrir la identidad del muchacho, pero solo veía el uniforme negro y un cabello rubio.

—Es el hijo de Crouch —James había vuelto a concentrarse en su cena luego de aclarar la identidad del desconocido.

—¿Crouch? —Sirius recordaba al padre como un hombre rígido y trabajólico.

Volvió a mirar a su hermano y al niño Crouch. Ese crío iba a ser un mortífago, iba a llevar a la locura a los Longbottom y, muchos años después, se haría pasar por Ojo Loco Moody y lograría traer a Voldemort de vuelta. Sirius perdió el apetito con el pensamiento y dejó los cubiertos sobre la mesa.

—¿Ya nos dirás el plan para hacer el regalo? —James cambió el tema luego de asegurarse que Evans no les prestaba atención.

—Sobre eso, quizás debamos…