Lo que Nadie le(s) Dijo
Por: Escarlata
Precure pertenece a Toei, el plot es mío
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Parte 1 Un Encuentro Fortuito
Nagisa no entendía con exactitud lo que estaba pasando ni en qué momento sus pasos la llevaron por ese camino hasta terminar justo como estaba en ese momento. Su sinapsis estaba frita, su corazón acelerado y sus labios ocupados besando con una hambrienta pasión a la más improbable persona de todas. A una completamente opuesta a ella, a una chica. ¿Por qué estaba besando a una chica como si su vida dependiera de ello? Ni la misma Nagisa lo sabía, sólo podía asegurar y sin riesgo a equivocarse, que esa era una sensación tan plena y cálida como nunca antes lo había experimentado.
Definitivamente no podía creerlo.
Por su lado, Honoka (la chica sobre Nagisa y en completo control de la situación) disfrutaba del momento como más de una vez lo imaginó. Ahora todo parecía estar en su lugar y dejaba a su más primario instinto hablar. Toda ella le ordenaba apoderarse de la chica bajo su cuerpo. La quería, la necesitaba.
La deseaba.
Una mano fugitiva bajo la blusa acariciando su abdomen hizo que la piel de Nagisa se erizara por completo y su boca soltara un lindo grito de sorpresa.
"¿Ho-Honoka?" Una sorprendida Nagisa miró a su acompañante con una timidez imposible de medir en ese momento. Toda la cara le ardía, la suave caricia tuvo un efecto devastador en sus sentidos.
Honoka se quedó quieta pero no quitó su mano del estómago de Nagisa. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras le daba un lindo y dulce pico en los labios, le miró con dulzura y un gesto más bien gentil.
"¿Quieres que me detenga? Lo haré si me lo pides", dijo Honoka con un tono de voz calmo y suave, todo en afán de darle seguridad a Nagisa. "¿Me detengo?"
Una pregunta difícil de responder, eso pensó Nagisa.
No era la primera vez que alguien la tocaba de esa manera, el deseo tampoco le era nuevo, ¡por todos los dioses que no! ¡Nagisa era una universitaria madura, hecha y derecha, no una adolescente de secundaria experimentando cosas nuevas! Pero su deseo por Honoka, esa necesidad de ella que la volvía loca era casi incontrolable a momentos. Cerró los ojos con fuerza y con esa misma fuerza abrazó a Honoka sin aviso. Ésta última correspondió el abrazo tanto como su posición se lo permitió.
Las dos daban respiraciones profundas, a momentos alteradas, la pasión seguía flotando en el aire y se hizo un silencio corto como un suspiro, pero que para ellas fue largo como un siglo. Nagisa apretó un poco más el abrazo y acercó sus labios al oído de Honoka, lo suficientemente cerca como para rozar la oreja de su compañera con sus labios. No pudo evitar una sensación de alegría al sentirla temblar por culpa del roce.
"No", respondió Nagisa con la voz que le pudo salir de la garganta. "Sigue".
¿Cómo fue que llegó hasta ese punto?
La respuesta no importaba en ese momento, sólo los labios de Honoka nuevamente sobre los suyos en un hambriento beso.
Nadie le dijo que alguien podría llegar a besarla de esa forma.
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Honoka Yukishiro, una sobresaliente estudiante de la Universidad Tecnológica de Tokio, sabía que necesitaba hacer un cambio significativo en su vida. Un cambio que le iba a tomar un esfuerzo al que la futura investigadora no estaba acostumbrada, en el que tendría que ser constante si es que quería un resultado que ella pudiera experimentar en carne propia y que le supusiera un beneficio que mejorara su vida actual.
¿Y qué era eso que la futura científica tanto necesitaba?
Hacer ejercicio.
Admitía y nunca negaba ser poco atlética. Se mantenía en su peso adecuado gracias a una dieta saludable y variada que ella misma cocinaba y comía con gusto, dormía poco por culpa de sus estudios y proyectos, pero no era algo que le afectase de sobremanera. La falta de sueño era el común denominador en todos los estudiantes por igual.
Pero le faltaba fuerza y resistencia. Lo supo en el momento en que entró a un taller en su universidad y todas las herramientas de mano y la maquinaria un poco más especializada la dejaron con los brazos como espaguetis. Eso y también molesto y constante dolor en la espalda que sus indefinidas horas en posición sentada le estaban comenzando a pasar factura.
Todo eso la llevó a buscar un gimnasio cerca de su piso, entre más cerca mejor, el costo de la membresía era lo de menos, lo que Honoka sabía que necesitaba era cuidar mejor su cuerpo si no quería tener más molestias a futuro, o lastimarse si alguna herramienta caía de sus manos. Para suerte suya, había un gimnasio que le quedaba a diez minutos caminando y tenía muy buenas reseñas. El precio de la membresía era razonable y todos recibían atención personalizada de uno de los tantos asesores que trabajaban en el sitio.
La primera clase de muestra era gratuita, así que no perdía absolutamente nada con ir y probar suerte.
Era lunes, ya había terminado con sus actividades del día y estaba lista para comenzar la semana como era debido con una saludable rutina de ejercicios. Al menos ese era su plan, incluso llevaba una mochila extra con ropa y calzado deportivo. Ya con todo listo fue a la salida del campus. Alguien la alcanzó antes de que saliera propiamente de la instalación.
"¡Honoka…! ¡Me alegra haberte alcanzado!" Exclamó una agotada Yuriko mientras tomaba aire, corrió bastante.
"Ah, Yuriko, ¿puedo ayudarte en algo?" Dijo Honoka con una sonrisa y gesto suaves, imposible no sonreírle a la chica.
"Quería preguntarte… Bueno, si te gustaría ir a beber algo", preguntó una apenada Yuriko, incluso se acomodó sus gafas en señal de vergüenza. Su pena estaba bien fundada por más de una razón.
Fue el turno de Honoka de poner un gesto apenado, su disculpa se adivinaba por adelantado y Yuriko se dio cuenta de ello.
"Lo siento mucho, tengo planes ésta tarde y no sé cuánto tiempo me vaya a tomar", se disculpó de inmediato.
Yuriko puso un gesto incómodo, de hecho se sentía lo suficientemente incómoda como para irse como si nada. Se aclaró la garganta y miró a Honoka mientras se acomodaba de nuevo las gafas, clara señal de nerviosismo.
"Bueno… Si ya no quieres salir conmigo luego de…"
"¡No, no es por eso, te lo aseguro!" Aclaró Honoka de inmediato. "En serio tengo algo qué hacer. Si no lo hago hoy, sé que lo voy a dejar pasar".
Las palabras de Honoka tranquilizaron a Yuriko, incluso sonrió y finalmente dejó sus gafas en paz. Ahora se sentía curiosa.
"¿Puedo preguntar qué es?"
"Tampoco es que deba mantenerlo en secreto", Honoka suspiró y le mostró la mochila extra que cargaba. "Quiero inscribirme a un gimnasio y hacer ejercicio", dijo con un tono un poco apenado, pero no por las razones que su interlocutora creería.
"¡Oh, eso es genial! Pero yo creo que estás en tu peso correcto", dijo Yuriko. Imposible pasar por alto cómo es que estaba al tanto de ese dato. Y también del siguiente, se sonrojó sin querer. "Y tienes un cuerpo bonito".
"El problema es que no tengo fuerza física y últimamente la espalda comienza a molestarme si estoy mucho tiempo sentada", explicó Honoka de inmediato. "Además estoy en el taller de ingeniería industrial. Sabes que ahí hay herramientas pesadas. Me pesaron bastante cuando las usé y los brazos me quedaron débiles. No quiero accidentarme o lastimar a alguien en un descuido", explicó con toda la seriedad del mundo.
Yuriko le miró largamente antes de sonreír y asentir un par de veces. En serio que Honoka era única en su modo de pensar. Y ahora que era ella quien lo pensaba bien… Sí, el cuerpo de Honoka era bastante suave, como un lindo malvavisco.
"Tienes razón. Debemos tener mucho cuidado", dijo Yuriko con un gesto más compuesto. "Entonces ve y diviértete. Te hará bien ganar más fuerza".
"Lo sé", respondió con una sonrisa y se despidió con un movimiento de mano. "Hasta mañana".
"Hasta mañana, Honoka. Suerte, no te sobre esfuerces mucho".
"No lo haré".
Y se fue.
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Era el último entrenamiento del día pero Nagisa no tenía tiempo para relajarse, al menos no todavía. Tenía algunas tareas pendientes y también debía apresurarse para llegar a su trabajo. Le gustaba su trabajo, eso no lo podía negar. Trabajar en un gimnasio le ayudaba a ejercitarse por cuenta propia y aplicar sus conocimientos de manera práctica, éstas últimas eran palabras de su entrenadora, por cierto. A Nagisa simplemente le gustaba mantenerse en movimiento y conocer gente nueva. Además, siempre era agradable mirar chicos guapos en el gimnasio. Eso último también lo admitía al menos para sí misma.
Con mirar le bastaba, alguna cita casual si se daba la oportunidad pero que al final no llegaba a ningún lado. No era mala suerte en el amor, era algo más, algo que parecía hacer falta en los chicos con los que había salido como para permitir un paso más dentro de su corazón. Había emoción, sí, no faltaban algunos besos y quizá un poco más si el asunto se iba de las manos y ella lo permitía, pero luego de todo eso no pasaba nada. Eso solía llevarla a un pasivo estado de frustración cuando, al final del día, estaba por su cuenta, sola en su dormitorio de la universidad y jugando en su teléfono cuando no sabía qué más hacer.
Era normal, eso pensaba, había cosas que uno sólo podía compartir con una persona especial. Seguramente esa persona especial para ella estaba por ahí y por eso mismo no se desanimaba del todo y se aventuraba a conocer más personas nuevas. Nada mejor que un gimnasio para conocer chicos con sus mismos gustos, ¿verdad?
Y con ese pensamiento, una animada Nagisa estaba lista y uniformada para salir.
"Nos vemos al rato", se despidió de su compañera de cuarto, y que también era compañera del equipo de lacrosse: Katsuko Nagasawa.
"Ve con cuidado. Y trata de no hacer mucho ruido si regresas tarde", advirtió Katsuko mientras hacía su tarea en su laptop. Al ver el gesto apenado de Nagisa, sólo atinó a sonreír. "Eres muy ruidosa".
"Lo sé, y lo siento", se disculpó de inmediato. "¿Quieres que te traiga algo para compensar?" Preguntó sin quitar su gesto de nervios. Su compañera a momentos era muy dura, pero no la culpaba. Culpa suya por ser tan descuidada cuando tenía por compañera a alguien extremadamente ordenada.
Tampoco que hiciera algo para cambiar su propia desastrosa personalidad. No veía el caso. Eso y que rentar un sitio propio se salía de su presupuesto, no pensaba vivir de la caridad de sus padres ni hacer que estos gastaran dinero extra en ayudarle con la renta. Suficiente tenían con los gastos normales, con todo y que Nagisa contara con una beca deportiva.
"Galletas de arroz", respondió Katsuko sin dejar de trabajar.
"Galletas, de acuerdo. ¡Nos vemos!" Se despidió Nagisa con sus ánimos de regreso y sin querer cerró la puerta con fuerza. Sólo se alcanzó a escuchar un '¡Lo siento!' desde el pasillo. Katsuko negó con la cabeza y siguió con lo suyo.
Nagisa era amistosa en general, pero su compañera de cuarto le recordaba que no todas las chicas con las que se cruzara se volverían sus amigas. No tenían una relación tan cercana pero no era incómodo estar en el mismo cuarto. Y también agradecía que, al menos, la chica dejara de tratarla como su rival a muerte desde secundaria. Se toparon de frente en casi todos sus partidos de lacrosse desde tercero de secundaria y los tres años de preparatoria.
En sus cuatro encuentros de cada final, Katsuko ganó uno como la capitana de su equipo, pero Nagisa ganó tres igualmente dirigiendo a su equipo. Eso hizo bastante incómodo el encontrarse en el mismo cuarto de la misma universidad. Ambas reclutadas porque, sin duda, el estilo libre y adaptable de Nagisa daba mejores resultados con la cuidadosa planificación y estrategia de Katsuko.
No se llevaban mal, pero Nagisa llegó a la conclusión que dos personas distintas en principios y pensamientos no podrían conectar más allá de un simple y respetuoso compañerismo. A lo sumo una sencilla amistad.
El gimnasio le quedaba lo suficientemente cerca como para ir caminando. Eso hizo, un rítmico trote ayudaba mucho y qué mejor si lo hacía mientras escuchaba música con sus audífonos. Nagisa realmente disfrutaba cada uno de sus días aunque, sin duda, sería más genial si pudiera conseguir alguien especial con quien compartir dichos días.
Alguien como ese chico futbolista que también asistía a su universidad y con quien nunca había hablado. Un chico que también entrenaba en el gimnasio donde ella trabajaba, pero con el que aún no interactuaba porque su entrenamiento era supervisado por alguien más capacitado. A ella básicamente la tenían trabajando ahí, y con mucho gusto, porque era bastante popular y se encargaba de asesorar a las chicas.
Nagisa saludó a la recepcionista, una mujer ya entrada en sus treintas, casada con el dueño del gimnasio y que tenían un hijo pequeño que de vez en cuando iba de visita. Básicamente ese era un negocio familiar.
"Oh, Nagisa, justo a tiempo", dijo Sakura, la recepcionista.
"Señora Sakura, buenas tardes. ¡Ya estoy lista!"
"Me gusta esa actitud. Y espero que con eso atrapes a una nueva clienta", con su pluma señaló a una joven de cabello largo y oscuro que precisamente salía del vestidor de chicas ya uniformada con un pants deportivo y una sudadera color blanco con azul cielo. "Vino a la prueba gratuita".
"Oh, ya veo", Nagisa sonrió ampliamente. Nunca le iba a decir que no a las clientas de prueba. Solían darle una comisión extra si la chica en turno de inscribía al gimnasio. "Yo me encargo de ella".
"Toda tuya", dijo Sakura con una sonrisa y siguió con su trabajo.
Nagisa también. Un día más, un cliente más.
Una jornada normal de trabajo como cualquier otra, ¿verdad?
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Honoka encontró las instalaciones adecuadas y bien equipadas. Tenían aparatos bastante modernos, wi-fi gratuito para los miembros y los asesores vigilaban a todos, principiantes y avanzados por igual. El ambiente en general era agradable y desde que entró Honoka se sintió más que bienvenida. Fue a los vestidores y se cambió la ropa por un conjunto deportivo que tenía en su clóset pero que era la primera vez que usaba, lo admitía.
Se amarró el cabello en una cola de caballo y finalmente salió del vestidor. Miró a todos lados, insegura de dónde comenzar o qué hacer primero, pero para suerte suya, una chica bastante guapa que parecía rondar su edad se le acercó. Tenía el mismo uniforme que los que trabajaban ahí, por lo que supo de inmediato que ella sería su asesora.
Por su lado, Nagisa encontró bastante guapa a esa chica, como pocas que solían visitar el sitio. Un solo vistazo y adivinó que su ropa deportiva era cara, su calzado también. Además, estaba de pie con bastantes modales. Con el tiempo aprendió a leer el lenguaje corporal, antes esos detalles se le pasaban por alto. ¿Una chica rica en un gimnasio? La idea la hizo casi reír, pero en lugar de eso sólo le sonrió a la probable nueva clienta del gimnasio.
"Hola. Soy Misumi Nagisa y seré tu asesora", se presentó con una sonrisa amplia y alegre.
Honoka sonrió igualmente, pero no de manera tan amplia, e hizo una educada reverencia. Justo como estaba acostumbrada.
"Yukishiro Honoka, un gusto conocerte", respondió Honoka y volvió a incorporarse.
Nagisa ésta vez sí rió, pero de manera un poco nerviosa. En serio era una chica educada. Se aclaró la garganta de inmediato y volvió a su sonrisa de costumbre. Ya sabía cómo abordar a las principiantes.
"¿Hay alguna parte de tu cuerpo que te moleste o en la que quieras mejorar algo?" Preguntó con un tono bastante profesional pero amigable.
"Sí, a decir verdad sí", a Honoka le agradó que la abordara con preguntas bastante concretas. Esa era la clara señal de alguien que sabía lo que hacía. "No tengo condición física y he estado trabajando con herramientas pesadas. Me cansaron mucho los brazos. Además, últimamente tengo molestias en la espalda por estar demasiado tiempo sentada", la pasaba estudiando y trabajando en sus proyectos, pero incluso de pie tenía una mala posición.
Nagisa se llevó una mano al mentón y asintió. Estaba tratando con una estudiante modelo, eso era claro.
"Comprendo. Bien, entonces nos concentraremos en aumentar tu fuerza y arreglar tu espalda", dijo Nagisa con una sonrisa. Le miró una vez más, tenía una bonita figura, pero la sudadera no le dejaba ver sus brazos o cualquier otro músculo. Sonrió. "Te mostraré un calentamiento adecuado y comenzaremos, ¿de acuerdo?"
Honoka sonrió un poco más y asintió. "De acuerdo".
Para sorpresa de Honoka, los ejercicios que le estaba enseñando Nagisa eran increíblemente sencillos. Movimientos circulares de brazos, estiramientos simples, suaves giros de torso y cuello. Nada pesado pero que al terminar con las repeticiones que Nagisa le indicaba, comenzaba a sentir calor en su cuerpo. Para cuando terminó se sentía sudar.
"Vaya", Honoka se miró las manos, aún sorprendida.
"Bien, tus músculos están listos, así no te vas a lastimar", dijo Nagisa, pero antes de dar su siguiente indicación, escuchó a la chica hablar. Y lo que dijo la hizo reír, no pudo contenerse.
"Comprendo, lo comprendo ahora. Me pusiste estos ejercicios porque algo más directo como lo que hacen los demás me habría lastimado, los movimientos básicos trabajaron los músculos adecuados", rápidamente hizo memoria. Por supuesto que sabía lo suficiente del cuerpo humano como la buena sabelotodo que era. Comenzó a numerar los músculos que había sentido trabajar, sobre todo los trapecios.
Nagisa se quedó escuchándola hasta que finalmente calló y siguió riendo.
"Vaya, tenemos una genio aquí, ya veo", dijo de buena gana. No que le gustara comparar, pero no se parecía en nada a Katsuko, que sus explicaciones cuando estudiaban no eran divertidas. "Sí, justo en esos músculos debemos concentrarnos. Primero te pondré a levantar una barra de pesas, pero sin peso. Tenemos que trabajar en esos brazos, anda".
Honoka asintió, se le notaba animada.
Y pese al cansancio de los ejercicios, Honoka mantuvo sus ánimos en alto y el entusiasmo. Nagisa de alguna manera se sentía de buen humor luego de asistir a la chica. En serio no le gustaba comparar, pero seguido trataba con clientas que se quejaban mucho y que batallaban bastante en terminar la rutina, en cambio, Honoka se mantuvo concentrada pero con una actitud agradable mientras decía qué músculos sentía que trabajaban en su cuerpo.
Cerca de una hora después, terminaron.
"Buen trabajo, lo hiciste bien para ser tu primera clase", dijo Nagisa con una sonrisa amplia.
"Muchas gracias. La verdad siento que llegaré a mi apartamento arrastrándome, estoy agotada y ya sé que esto dolerá mucho mañana", dijo y ya se sentía adolorida por adelantado.
Nagisa sonrió. "Si consumes proteína treinta minutos después de tu ejercicio, te sentirás menos adolorida. Y si amaneces muy cansada, no es necesario que vengas o podrías lastimarte".
Honoka pareció confundida. "He escuchado que los ejercicios deben ser constantes para que con el tiempo deje de doler".
"Sí y no", respondió Nagisa con una sonrisa. "Sí pero sólo si eres alguien acostumbrado al ejercicio y que estás haciendo rutinas nuevas o más pesadas. Y no si eres principiante, porque tus músculos se van a sobre-exigir", explicó de manera bastante profesional. "Si te sientes muy adolorida, no vengas mañana, pero tampoco te quedes acostada o sentada, una caminata simple será suficiente, así también ayudarás a tu cuerpo a combatir el dolor y el cansancio".
Fue el turno de Honoka de llevarse una mano al mentón. "Comprendo, te entiendo. De acuerdo, tomaré la proteína que dices".
"Tenemos una tienda de complementos alimenticios al fondo, tu primera bebida de proteína es gratis con tu primera clase", avisó Nagisa y sonrió más al verla sonreír. "¿Y qué dices? ¿Te vas a inscribir?"
La pregunta de costumbre, pero no la respuesta a la que Nagisa estaba acostumbrada.
"El servicio y el asesoramiento fue bastante adecuado y eficiente, me diste una rutina hecha a mi medida y la información que recibí fue muy correcta", decía eso mientras se quitaba la sudadera, estaba bastante acalorada. "Sí, me voy a inscribir. Me alegra que alguien como tú me guiara. Eres una persona muy profesional y agradable", finalizó y le miró con una sonrisa quizá no muy amplia pero sí bastante linda a ojos ajenos.
Nagisa retrocedió un paso antes de llevarse una mano a la nuca, incluso se sonrojó.
"No fue nada, en serio, yo sólo hago mi trabajo y…" Y entonces finalmente la vio sin su sudadera. Más compuesta, se acercó un poco. "¿Puedo?" Preguntó mientras acercaba su mano derecha al brazo de Honoka. Obviamente quería tocarla.
Honoka asintió y prestó su brazo, usaba una camisa de manga corta.
Nagisa tentó sus músculos con ambas manos antes de reír un poco. "Lo siento, pero tengo que decirlo, te sientes como un malvavisco justo aquí", comentó con una risa pequeña mientras presionaba gentilmente los músculos de sus brazos.
Honoka se sonrojó pero no precisamente por la pena, que sí aplicaba, pero fue el lindo gesto de su entrenadora lo que la golpeó más. "Por eso mismo estoy aquí, para que deje de sentir mi cuerpo tan suave", y al decir eso, se levantó lo suficiente la camisa para tentar ella misma su estómago. Era igual de suave.
Nagisa volvió a reír de buena gana. "Con un buen trabajo, quizá logres esto", dijo y la muy presumida no solamente flexionó sus brazos para mostrarle lo definidos que estaban sus músculos, también se levantó un poco su camiseta para dejarle ver su abdomen.
Honoka casi se atoraba con su propia saliva. Ese vientre definido, la manera en que sus músculos se marcaban pero no de manera exagerada, de hecho se veía bastante bien. Tuvo que ocultar su sonrojo lo mejor posible. Se secó el sudor de la cara con su toalla, lo hizo con fuerza. Apenas se sintió lo suficientemente compuesta, le miró con una sonrisa. Sintió alivio cuando Nagisa se cubrió de nuevo.
"Tienes un cuerpo muy bonito", comentó Honoka sin poder contenerse.
Fue el turno de Nagisa de apenarse un poco. Normalmente no se comportaba así con los clientes, pero algo en Honoka le permitía ciertas libertades. Rió de manera linda, contenta. Ambas suspiraron al mismo tiempo y, al darse cuenta, se miraron y se soltaron a reír.
"Anda, ve a beber algo de proteína, a menos que prefieras comer carne camino a tu casa", dijo Nagisa, apenas recuperándose del momento.
"No ceno comida tan pesada, iré por la bebida", respondió Honoka, igualmente recuperada.
"Mi favorito es el de chocolate, es bastante dulce", comentó Nagisa con contento.
"Los sabores muy dulces no me van", dijo Honoka igualmente con una sonrisa. "¿Cuál es el sabor menos dulce?"
"Pues hay una que no tiene sabor", la última que Nagisa pediría, "y también tenemos una nueva bebida que es de verduras", la que ella nunca bebería.
"Probaré alguna de esas, muchas gracias… Ah", de pronto se sintió algo apenada. "Gracias, Nagisa".
La sonrisa de la aludida fue inmensa. "Por nada, Honoka, espero verte pronto por aquí".
Honoka fue a pedir su bebida y Nagisa se tuvo que tomar un momento para procesar todo lo que había pasado. Ella misma se sabía amigable, se llevaba bien con sus clientes habituales e incluso bromeaba, pero… Esa chica, Honoka Yukishiro. Hablaba raro, claramente era una cerebrito con todas las de la ley, brillante sin duda, pero a su vez era tan extraña. Además esos cumplidos que le dio se sintieron bien.
Tan bien se sentía y tan atenta estuvo a Honoka, independientemente de la profesionalidad que debía mostrar en su trabajo, que en ningún momento se le fue la mirada con ninguno de los guapos chicos que asistían a ese turno. Apenas si saludó a alguno.
Por su lado, Honoka se contentó con la bebida de sabor neutro, la bebió toda en cuestión de minutos y luego fue a ducharse y cambiarse la ropa. Antes de irse, desde luego, tenía que despedirse de Nagisa.
"Muchas gracias por todo, vendré pronto", dijo Honoka ya con sus mochilas en brazo y espalda.
"Muchas gracias por elegirnos, ven cuando quieras. Y recuerda los consejos que te di para combatir las molestias de tu espalda", respondió Nagisa con una sonrisa amplia.
"Cuando vuelva a venir", la chica tomó aire, "¿me volverás a entrenar tú?"
La pregunta golpeó a Nagisa en el estómago. No pudo evitar un sonrojo leve y una sonrisa nerviosa. "¡Por supuesto! No puedo dejarte hacer ejercicio sola, podrías lastimarte".
"Me alegra. Entonces nos vemos después, hasta luego", y se fue, pero no sin antes ir a la recepción a llenar su registro y pagar su mensualidad de una buena vez. Ahora sí tenía ganas de hacer ejercicio.
Incluso si sólo podía ver a Nagisa, le bastaba. Por su lado, a Nagisa no le molestaba en lo absoluto volver a ver a Honoka.
Ambas suspiraron.
CONTINUARÁ…
