N/T Nada me pertenece. Hoy os presento un relato de una nueva escritora. Se trata de la traducción-adaptación de 'But For A Dog', de la maravillosa escritora en lengua inglesa Snapegirlkmf. Si os animáis a leerla en su idioma original, encontraréis casi dos centenares de relatos suyos en AO3 (GoldsJRZGirl), FFN (Snapegirlkmf) y Potions and Snitches (Snapegirl).
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El Cachorro de Seis Peniques
Dedicado a Gabriel, que siempre fue una especie de héroe y que ahora se ha marchado por su recompensa
Diario de Snape
22 de mayo, 1993:
Desperté esta mañana y miré a los pies de mi cama, esperando ver un gran bulto de pelaje rojo-dorado, sólo para recordar que él ya no estaba conmigo. Lo que me puso un nudo en la garganta y el condenado picor de lágrimas en los ojos, a pesar de que no ha estado durante casi dos semanas. Lo superarás, murmuran mis vecinos bienintencionados cuando creen que no puedo oírles. Era viejo, era su hora. Hora y más que hora, sí, sé eso. Mi cabeza sabe eso, pero mi corazón susurra un cuento diferente. Un cuento de lealtad y amor y amistad que duró toda una vida. Su vida. Comencé a llevar un diario hace dos años como un modo de organizar mis pensamientos, pero ahora deseo contar una historia, la historia de una amistad que me salvó de cometer el peor error de mi vida, que me salvó de la desesperación y la oscuridad. De no ser por un perro…
18 de junio, 1967:
"Entonces, ¿lo quieres o no, muchacho? Es el último de la camada, un enano escuchimizado. Si no te lo llevas, tendré que librarme de él. No me quedo con chuchos sin valor por aquí," dijo el Sr. Tyms.
Él era un gran aficionado a los perros, llegado de Edimburgo, que se mudó a la gran casa frente a la factoría, que había cerrado debido a que los trabajadores estaban en huelga. Yo lo sabía porque mi papá era uno de ellos, y siempre estaba disparando sobre más paga y mejores horas, y luego yendo al pub a ahogar las penas, como decía Mamá. Eso era algo nuevo, habitualmente Papá se quedaba en casa por las noches, cenaba, y se iba a dormir. Mamá leía o cosía o me enseñaba fragmentos de sabiduría mágica, pero desde que Papá había ido a la huelga, ella trabajaba hasta tarde en el apotecario. Yo estaba aburrido, y quería un perro, siempre lo había querido. Sabía que no podía permitirme uno, pero… había venido a ver los cachorros de collie de todos modos, había habido un anuncio en el periódico.
"¿Qué quiere decir, librarse de él?" pregunté, mirando al esponjoso cachorro de collie rojo-dorado, que estaba sentado a mis pies, levantando la mirada hacia mí con sabios ojos castaños.
"Ya sabes," dijo Tyms, y remedó retorcer el cuello de alguien.
Yo estaba horrorizado. Pero no dudaba de la palabra del Sr. Tyms. Había oído una vez en el colegio que eso era lo que hacían estos ricos criadores con los cachorros no deseados. Bajé la mirada al cachorro, que parecía tan vivo, y tan feliz de estar conmigo, y dije de repente, "¿Cuánto quiere por él, señor?"
"Seis peniques y puedes quedártelo, muchacho. Me ahorras el problema de ahogar al chucho."
"Hecho," dije, y le entregué el dinero que había recibido por mi cumpleaños. Entonces cogí al desgarbado bulto de collie y me despedí con la mano.
Salí para casa a paso rápido, antes de que Tyms pudiera cambiar de opinión. Ahora era propietario de un collie de pura raza, el hijo de un perro campeón de exposiciones cuyo nombre no podía recordar. Pero eso no importaba. Ahora tenía un amigo y ya no estaba aburrido.
El cachorro me lamió la cara y sonreí. "Hey, chico. Ahora tengo que pensar en un buen nombre para ti. Te quedarás afuera en el cobertizo, porque Mamá y Papá no me dejarán tener un perro, pero si no saben que estás aquí, no pueden decirme que no." No tenía idea de cómo iba a alimentar a la pequeña bola de pelo, pero resolvería algo. Ahora mismo tenía que pensar en un nombre adecuado. Un nombre común, como Rex, o Spike, o César, no serviría. Éste era un perro especial.
Todo el camino a casa, cerca de un cuarto de milla, pensé en un nombre. El collie yacía tranquilo en mis brazos, jadeando por el calor, y yo estaba goteando sudor, pero nada me molestaba aquel día. Me dolían los brazos de llevarlo, pero no quería dejarlo, podría salir corriendo, ya que no tenía correa que ponerle. Llevaba mi mejor par de vaqueros y una camiseta azul claro, todo tenía pelo de perro encima, a Mamá le daría un ataque, pero debía tener un aspecto respetable cuando fui a ver a Tyms, de lo contrario no me habría dejado ver sus perros. La gente rica daba mucha importancia al aspecto de uno.
Para el momento que llegué a mi calle, Spinner's End, tenía todo el cabello sobre la cara y estaba cansado y sediento. Pero había escogido un nombre para mi nueva mascota. "Voy a llamarte Gabriel, como el arcángel," le dije al perro, que meneó la cola y me lamió. "Porque eres un perro especial, y él era un ángel especial."
Fui al cobertizo y dejé al cachorro dentro. Nadie entraba aquí ya. Estaba mohoso y lleno de vieja tierra de macetas y herramientas desafiladas y había una vieja manta andrajosa en el suelo. Gabriel fue a olisquearlo todo y luego se enroscó en la manta.
"Volveré con algo de comida y agua pronto. Bienvenido a casa."
Fui adentro, Mamá estaba arriba durmiendo y pensé que Papá estaba abajo en el pub. Encontré unas sobras de cazuela de hamburguesa en el frigorífico y las puse con una rebanada de pan rota en un viejo cuenco desportillado. Encontré una vieja lata de galletas abollada bajo el fregadero y puse agua en ella después de lavarla. Entonces fui a dar de comer a mi perro.
Él comió hambriento y luego saltó sobre los cordones de mis zapatos y comenzó a roerlos. "¡No!" grité. "No puedes comerte eso. Son mis zapatos buenos, Mamá me echará sobre la rodilla si se estropean."
Enseguida encontré un viejo pedazo de cuerda para que masticara. Entonces me quité los zapatos y calcetines. No tenía sentido cortejar los problemas, ella ya iba a mosquearse por el pelo de perro tal como era. Suspiré y deseé que el pelo de perro simplemente se desvaneciera y me salvara de que me comiera la oreja. Últimamente, Mamá y Papá habían estado de humor insolente y me gritaban por todo.
De repente tuve una extraña sensación en el fondo de la cabeza, y entonces el pelo de perro simplemente se desprendió de mi camiseta y vaqueros y se convirtió en una bolita que rodó por el suelo. Me quedé mirándola. "¡Wow! ¡Mira eso, Gabriel! Creo… ¡creo que acabo de hacer magia!"
Él ladeó la cabeza. Me arrodillé y le revolví el pelaje. "Se lo diría a Mamá pero entonces me metería en un lío. Será nuestro secreto, ¿vale?" Poco sabía, sería el primero de muchos que él y yo compartiríamos.
Lo vi comenzar a olisquear y caminar en círculos y lo cogí y lo saqué afuera a la hierba. Después de haber ido a hacer sus asuntos lo acaricié. "¡Buen perro! ¡Eres un perro listo, Gaby!" lo elogié. "Y ser listo es mejor que ser grande. No me importa si eres un enano, como dice el Sr. Tyms. Apostaré a que eres más listo que todos sus perros juntos. Yo también soy pequeño para mi edad, pero algún día seré un gran mago y entonces nadie volverá a burlarse de mí o a llamarme 'Chico de Caridad'."
Desde que Papá fue a la huelga, hace ocho meses, habíamos tenido que "apretarnos el cinturón" como decía Mamá, así que no podía tener ropa nueva, sino que tenía que apañarme con ropa de la tienda de segunda mano, o ella cortaría una camisa o dos de Papá. Odiaba el aspecto que tenía ahora, ser pobre apestaba. Hace un año sólo era un niño más, pero ahora era "ese pobre chico Snape" y los adultos me dirigían miradas de lástima y los niños se burlaban de mí en el parque o el colegio.
Jugué con mi nuevo cachorro hasta que oscureció, entonces fui a meterlo en el cobertizo, agarré mis zapatos y regresé adentro. Mamá estaba cocinando en el fogón, algo que olía a estofado de ternera. Me dirigió un vistazo superficial.
"Sev, ¿por qué llevas tu ropa buena?"
Me encogí de hombros. "Me apetecía."
"Bueno, ve a cambiarte y lavarte para cenar. Papá estará en casa en cualquier momento y sabes que no le gusta que le hagan esperar para cenar."
"Sí, madame," dije. Corrí escaleras arriba para cambiarme. Nuestra casa era pequeña, del tamaño de una caja de zapatos, pero era acogedora y yo nunca había conocido nada más.
Cuando bajé, Papá estaba en la cocina, olía a humo y cerveza del pub. Su cabello oscuro estaba enmarañado y había algo raro en sus ojos. "Hola, Papá." dije. Habría corrido a abrazarlo una vez, pero desde que estaba en huelga, a menudo estaba cansado y no parecía querer que le abrazara tanto.
"Hola, chico. ¿Qué has estado haciendo?"
"Nada. Sólo jugando."
"No metiéndote en líos, ¿verdad?"
"No, señor."
"Mejor que no lo hagas." Extendió la mano y me revolvió el pelo. "Siéntate y come."
Mamá ya había puesto cuencos de estofado de carne sobre la mesa. El mío estaba sólo medio lleno, y sabía que era mejor no preguntar por qué. Todo era parte de "apretarse el cinturón", lo que quiera que significara. Comí despacio, estaba hambriento, pero sabía que era mejor no tragármelo. No era educado.
Cuando casi habíamos terminado de comer, Mamá le preguntó a Papá, "Toby, ¿ya has hablado con el Sr. Wheeler de ese trabajo?"
"Sí. Ya ha cubierto el puesto," gruñó Papá.
"Ah, bueno, ¿has intentado…?" y comenzó a sugerir otros lugares y rollos que Papá debería mirar, y eso le puso furioso.
"¡No puedes sacar sangre de una piedra, mujer, ahora deja de importunarme!"
"¡Sólo estoy tratando de ayudar!"
"¡Ayudarías más si dejaras de meter la nariz en mis asuntos y lo dejaras estar!"
"¡Dejarlo estar! ¡Si no fuera por mí, no habría comida en la mesa! No podemos seguir así, Toby."
"¡Entonces quizá deberías usar tu Don y mejorarlo, Eileen!" Estaba fulminándola con la mirada ahora.
"No puedo hacer eso. La magia no funciona así," comenzó ella.
"Sí, eso es lo que siempre dices. ¿Qué bien hace tener magia si no puedes usarla para algo valioso, eh?"
Yo me encogí, porque odiaba cuando se peleaban y eso es todo lo que parecían hacer últimamente. Papá no comprendía que había leyes sobre el uso de magia sobre los Muggles, y si pillaran a Mamá violándolas, iría a Azkabán, y entonces, ¿dónde estaríamos? Yo estaría atrapado con él viviendo de pretzels y patatas fritas y cerveza rancia.
"Tobías, te lo expliqué antes, hay normas–" comenzó Mamá, usando su tono "sé razonable."
"¡Normas! ¡Ja! ¡Tú sólo sigues las normas cuando te conviene… Lady Prince!" escupió él. "¡A la mierda las normas!"
Dejé caer la cuchara al suelo. Yo tenía prohibido decir jamás esa palabra o de lo contrario me llevaría una dosis del tónico especial de enjuague bucal de Mamá, que sabía horrible, y me pregunté por qué estaba bien que Papá la dijera. Me agaché a recoger la cuchara y cuando me enderecé, Papá estaba fulminándome con la mirada.
"¿Qué pasa contigo, chico? ¿Demasiado torpe para sostener una cuchara?"
"N-No, señor," tartamudeé por miedo, porque su mirada era aterradora.
"¿A-Ahora por qué estás tartamudeando, chico?" se mofó de mí. "¿No has aprendido a hablar todavía, mocoso?"
Yo temía abrir la boca y permanecí callado. Odiaba cuando se ponía así.
"¡Respóndeme, Severus!"
"¡Tobías, déjale en paz!" gritó Mamá. "No pagues tu genio con él, no ha hecho nada para merecerlo. Severus, ve a jugar afuera. ¡Ve!"
Agarré mi cuenco de la mesa y salí corriendo por la puerta de atrás. Detrás de mí, pude oír el sonido de un cuenco rompiéndose y Papá diciendo más palabrotas. Deseé que Mamá le lavara la boca con su enjuague bucal.
Una vez fuera, me encaminé al cobertizo, y lo abrí.
Gabriel había estado durmiendo, pero despertó cuando entré, y saltó sobre mí. "Hey, ¿me echaste de menos?" pregunté. Lo acaricié con la mano libre. "¿Tienes hambre? ¿Quieres compartir?"
Me senté en el suelo, y comí unas cucharadas más de cena y luego le di el resto. No quedaba mucho pero Gabriel lamió el cuenco hasta dejarlo limpio. Entonces se tumbó en mi regazo y lo abracé. Sentaba tan bien abrazarlo, olía a hierba y algún tipo de champú para cachorros y era suave y cálido. Enterré la nariz en su pelaje y susurré. "Están peleándose de nuevo. Lo odio. ¿Por qué tienen que pelearse todo el tiempo? ¿Por qué no pueden simplemente hablarse? ¿Por qué Papá no puede conseguir algún trabajo? Estoy harto de que griten. Hace que me duela el estómago."
Comencé a llorar entonces, porque ahora temía a mi padre, que nunca parecía feliz en absoluto, y sin importar lo que hiciera, no podía complacerle. Nunca había sido así antes. Mis padres solían amarse una vez. Ahora parecía que se odiaban… y yo estaba justo en medio… quizá también me odiaban… Abracé a mi cachorro, mi amigo prohibido, y lloré más fuerte.
Él puso la nariz contra mi cuello y me lamió, como si dijera, no llores, estoy aquí. Y nunca te abandonaré.
Diario de Snape:
Nunca lo hizo. Mantuve a Gabriel en secreto ante mis padres hasta el día que mi padre nos abandonó, empacó y se marchó en medio de la noche cuando yo tenía ocho años, justo en lo más crudo del invierno en enero, y nunca volví a verle. Estaba tan feliz como triste por verlo marcharse, feliz porque al menos no me intimidaría y pegaría sin razón, y triste porque a pesar de que se había convertido en un extraño al que temía más a menudo que no, todavía era mi padre y le necesitaba. Pero supongo que él no me necesitaba a mí.
Había estado alimentando a Gabriel con pedazos de mi cena cada noche, y como resultado me estaba quedando demasiado delgado. Mi madre me daba una horrible poción Nutritiva para beber y me llevó a ver a un Sanador. Él dijo que no me pasaba nada malo. Mi madre sabía que estaba pasando algo, era una mujer muy inteligente, excepto en su elección de maridos.
La recuerdo mirándome directamente a los ojos después de llegar a casa y diciendo, "Severus Snape, ¿qué te traes entre manos?"
Y no me atreví a mentirle. Mentir era un pecado capital en mi casa mientras crecía. Era lo único que me ganaría alguna vez una azotaina. Así que reuní coraje y dije, "Tengo un perro, Mamá, y él también necesita comer, así que he estado compartiendo mi cena con él."
"¿Un perro? ¿Pero dónde has estado metiéndolo?"
"En el cobertizo."
Ella sólo me miró. "¡Oh, Severus!"
Salimos juntos al cobertizo y conoció a mi collie, que había crecido demasiado para regazos y era un perro de siete meses desgarbado y flacucho. Su pelaje estaba justo comenzando a crecer y yo había intentado mantenerlo peinado, pero a veces tenía tierra y rastrojos. "Su nombre es Gabriel, Mamá, y lo compré con mi propio dinero y–"
"¿Cuánto tiempo ha estado aquí?"
"Eh, desde junio," dije preocupado. Eché los brazos alrededor del perro y grité, "¡Es mío! ¡No me hagas regalarlo! ¡Por favor!" La expresión en su rostro era… extraña. Yo no podía resolver si estaba enojada o no.
Ella abrió la boca y la cerró varias veces. Luego sólo sacudió la cabeza. "¡Oh, Severus! La próxima vez pregunta antes de tener una mascota, ¿vale?"
"Pero lo habrían matado porque era un enano, Mamá. Tenía que salvarlo. Tuve que hacerlo."
"¿Matado?"
"Sí. Era uno de los cachorros del Sr. Tyms, y dijo que era demasiado pequeño y sin valor, así que iba a estrangularlo o algo así," dije.
"¡Eso es asqueroso!" ella frunció el ceño y supe que no me haría renunciar a mi perro. Me miró de arriba abajo. "Bueno, si así es como habría acabado… en realidad no puedo hacerte devolverlo y ya que has estado cuidando de él todo el tiempo… Puede quedarse. ¡Pero jamás me dejes pillarte volviendo a darle tu cena, jovencito! Ese perro va a comer comida de perro como cualquier otro perro y tú no vas a pasar hambre, ¿comprendido?"
"Sí, Mamá."
"¡No puedo creer que casi enfermaras por un perro!" regañó ella, exasperada.
"Mamá. Él no es sólo un perro. Es mi mejor amigo," argüí.
"¡Oh, Severus!" fue todo lo que dijo, y entonces nos pastoreó a ambos a la casa, y me hizo un sándwich de jamón y queso, y observó mientras comía cada pedazo de él. Luego conjuró un hueso de carne para Gabriel y él lo comió bajo la mesa a mis pies.
Y así fue como adquirí el mejor amigo que jamás tendría, uno que estaría allí a través de todos los buenos y malos tiempos de mi vida, y que nunca me abandonaría, y al final me salvaría de mi propia estupidez y desesperación. Pero más de eso después. Por ahora, tengo hambre, y necesito estirar la mano antes de que se agarrote demasiado.
Dejé el bolígrafo y me levanté de mi escritorio y me encaminé a la cocina. La casa se sentía demasiado tranquila y me pregunté por qué hasta que me percaté de que no podía oír el familiar chasquido de uñas caminado detrás de mí. Era un sonido que no había oído en semanas y nunca había sabido que extrañaría hasta ahora. Suspirando, comencé a hacerme un sándwich y comerlo, y mis ojos echaban un vistazo a menudo al espacio ahora vacío junto a mi silla.
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N/AEsto fue escrito en parte para ayudarme a superar la pérdida del collie de mi hermana, que era una mascota de la familia, y que falleció recientemente. Mucho del comportamiento del perro en esta historia está basado en el Gabriel real, que era un perro especial, y que comenzó la vida como un enano que se suponía iba a ser un collie demasiado pequeño. Habrá algunas referencias al canon, pero mucho de esto será AU. Ésta es una historia para amantes de los animales, de modo que se centrará principalmente en la relación de Sev con su perro. Harry entrará en la historia más adelante, mientras Severus narra ciertos acontecimientos clave en su vida. ¡Disfrutad!
