Ciertamente ese era un mundo impredecible.
Tenía la lógica de los instintos inscrita en todos los aspectos de su sociedad, un mundo donde los abusos se disfrazaban de privilegios, pero el valor y la resistencia eran la batuta que dirigía las notas en las vidas cotidianas de sus habitantes.
En ese particular día, el pináculo de sus primeros esfuerzos de planeación se asomaba, esperaba con paciencia al filo de las burdas gradas, el sol sofocaba el pensamiento, el calor de la época del ciclo anual transpiraba en su piel más sensible que el resto de formas de vida y los olores circundantes hacían difícil mantener la concentración.
Escondiendo sus llamativos colores, un velo ligero en gasa blanca y atuendos frescos holgados, hacia su mayor esfuerzo por no llamar la atención de desconocidos. Nunca una bienvenida adecuada se suscitaba donde fuese. Las palmas de sus manos sudaban. Sudaban profusamente inquietas del resultado. Esperando con estoicismo. Siempre habría salido victorioso, pero si algo le hubiese demostrado el último año de su vida, es que nada es certero en realidad.
—Traigan el acuerdo — el jefe de la arena instó a sus ayudantes.
Acto seguido el decreto fue releído en presencia de los testigos. Meras formalidades en las tradiciones de ese viejo planeta donde la fuerza y destreza se valoraban más que cualquier otro atributo y las condiciones de justicia variaban en favor de quien portara dicha fuerza.
— Por el derecho de posesión de los esclavos domésticos… —
— ¡EMPIECEN EL COMBATE! —
Las alborotadas ansias de los espectadores no se hacían esperar, acto seguido un cúmulo de reproches ahogaron las palabras del anunciador, impidiendo escuchar los términos de la familia desafiada.
—¡¿Es que no pueden dejar de ser unos salvajes?! — Soltó agraviada intentando escuchar de mejor modo las inentendibles palabras del hombre en el centro del área.
—Guarda silencio mujer — La tosca mano de su acompañante la regreso a su sitio, pasando un vistazo amenazador sobre el murmullo de curiosos dispuestos a quejarse de ese comportamiento.
El descontento fue olvidado al instante, cuando el retador apareció al frente. Provisto únicamente por un atuendo suelto, clase de pantalón oscuro y los vendajes de su anterior pelea. En el porte de su presencia se encontraba resguardada la promesa del éxito.
Dando saltos inspeccionaba su defensa, frente a él una montaña de músculos de mayor tamaño, pero la seguridad y determinación en su rostro fascinaba en mayor medida al diminuto coliseo que le vitoreaba y sellaba apuestas en el aire.
El colosal oponente cargo la ofensiva, el piso vibraba al paso de sus potentes pisadas, más el pequeño rival de un solo salto consiguió poner distancia. La muchedumbre aclamaba, su fama ya le precedía y para la casa contendida, era una provocación directa a su honor.
El regreso titánico fue un borroso intercambio de rápidos golpes, la velocidad proferida a sus alcances apenas podía ser vislumbrada por la multitud asombrada, un par de ganchos y finalmente la patada en el cuello que le llevó a derribar el indigno contrincante, resonando en el suelo como viejo árbol en medio de un bosque.
El silencio reinó.
En un instante la euforia se desató y todos proclamaban al vencedor el dios de la arena.
Y ella no podía contener los aplausos embravecidos de sus propias manos.
—Vámonos de aquí — Su acompañante la instó poniéndola al frente en su discreta retirada, sabía que acontecerían peleas menores entre los sobreexcitados convidados al escenario, no quería entrar una vez más en conflictos innecesarios.
El juez de la contienda descendió de su palco. Uno de los pocos representantes de la nobleza en la región. Se acercó hastiado al muchacho, colocando en sus manos el sello de la casa derrotada para consumarlo como el vencedor.
Y en el coro de vítores un solo nombre se escuchaba al unísono, el nombre que habría revelado todo un año de sorpresivas hazañas y retenía la admiración de su gente, la historia del exiliado recobrado, del muchacho miserable que se volvió un guerrero y del que estaban seguros escucharían mas leyendas en el futuro cercano.
—¡Kakarotto! —
Su padre le llamó acercándose a las puertas del recinto y sosteniendo del hombro a la mujer que replicaba furiosa los insultos a su alrededor. Hizo una señal con el rostro que le ordenaba retirarse y el hijo obedeció en un instante.
— ¡Eso fue impresionante! — Su vieja compañera le propició un estrecho abrazo, del que enseguida ella misma se deshizo, limpiándose con desagrado el sudor del joven —¿Cómo puedes sudar si rompiste tu propio récord en vencerlo?.
—Hace calor — Concedió debajo de una sonrisa sin soberbia alguna.
— Vamos a recuperar al sujeto y después continuarán sus preguntas absurdas — Les instó el mayor a seguirle a los calabozos del recinto.
—Prefiero no acompañarlos esta vez —ella protestó insegura de querer presenciar de nuevo el martirio de los prisioneros.
—¡Vamos Bulma! — Insitió el joven —¿Que tal si otro de ellos esta aquí también?
—No puedes quedarte aquí sola — El mayor la tomó del antebrazo impaciente —Con esa boca insolente, solo los dioses saben que provocarías que los demás te hicieran — Refunfuñó llevándola casi a rastras.
—¡Sueltame Bardock! — Se libró del agarre ofendida — Yo puedo hacerlo sola — gruñó poniéndose en veloz marcha a la cabeza del grupo.
—De todas las mujeres de ese planeta, tenías que traer a la mas insufrible contigo — Dedicó un vistazo acusatorio prolongado y se dispuso a continuar el camino hacia el premio de la pelea — Apresúrate antes de que tu "mujer" se meta en otro problema.
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Esa tarde, habían liberado al ultimo de los sobrevivientes de su familia terrícola, el resiliente Krillin, sumamente apocado en salud, pero gustoso de verles una vez mas reunidos. La historia de sus condiciones siempre se repetía, la destrucción de sus cuerpos no era igualada por la de sus espíritus. Todos conservados en integridad y creencias. Todos forjados con la solemnidad de esperanza siempre.
Y así como un cataclismo universal eventualmente lleva a la construcción de versiones nunca sospechadas, algunas hermosas, o terribles, así se reconstruía ella.
Envuelta en el cálido seno de una nueva familia, decaída ahora en moral y discernimiento de lo que era el bien y el mal. Pero a fin de cuentas viva. Contemplaba el pozo de luz donde los extraños seres que algún día arrebataron toda gracia de su vida convivían como viejos amigos con los seres de su pasado, alrededor del fuego donde degustaban alguna clase de animal de la región. Juntos las razas de esclavos y esclavistas en una clase de retórica moraleja de las semejanzas del ser. Incongruente como motivador.
Sus amigos hacían algarabía, bajo la euforia de una esperanza en un mejor destino y su rescate, brindando en modestos discursos de agradecimiento ante lo que pensaron nunca volvería a ocurrir: Disfrutar de su libertad.
Y ella, en pomposa estampa despreocupada, escuchaba en silencio. Habría pensado por tanto tiempo en venganzas que sustrajeran el remedio a un dolor inamovible, que ahora era incapaz de desplegar palabras de gozo. No podía quitar de su cabeza la mancha asesina que constantemente se apoderaba de sus anhelos. No descansaría hasta hacer pagar a toda esa raza por las atrocidades que alguna vez se atrevieron a proferirles. De todos y cada uno se vengaría, ese era su oscuro secreto.
Pero su duro discurso flaqueaba cuando presenciaba esas escenas, cuando meditaba en la otra cara de la historia, cuando pensaba en los seres que ahora le llamaban hija y defendían su bienestar a costa de su propia vida. Cuando el mas querido de sus compañeros de vida, pertenecía a esa misma raza que imaginaba destruir cada noche desde que fue arrebatada del confort de su mundo.
Ahí estaba él, transparente, confiado y agradecido por cada oportunidad que la vida le confería. A veces envidiaba su capacidad de resistir, en esa oscura noche fresca, llena de risas, llena de estrellas; ella no era capaz de encontrar la calma que su alma necesitaba para alimentarse.
Quizá era hora de buscar un cambio, quizá era hora de replantear las estrategias, solo abandonar el campo de batalla con la promesa de un nuevo comienzo. En alguna parte de ese basto universo, en los cielos debía existir una respuesta a sus plegarias y todo comenzaría de nuevo.
Aunque en lo profundo de su ser supiera, que ella misma no mereciese esa segunda oportunidad.
….
—Siempre consideré que ustedes no eran personas comunes — Dando un enorme trago de la vieja cerveza de sus barricas, su antiguo compañero de escuadrón palmeó su espalda — Pero ahora compruebo que son un hato de locos… aunque locos astutos— Sonrió descansando los músculos tensos por la labor del día —Con excepción de Raditz claro.
— No se lo menciones a su madre — El aludido se carcajeó imitando el consumo de su propio tarro, se limpió sin cuidado con el antebrazo, observando con detenimiento el intercambio entre su hijo y sus viejos aliados, una camaradería que no comprendía del todo, pero habría aprendido a respetar.
— Bardock, deben tener cuidado — Prosiguió el de mayor tamaño — La nueva casa real no es tan indulgente como la anterior — Comentó con cierto sigilo — Yese maldito grupo de brujas y adivinos que los acompañan podrían investigar lo que pretenden —Se sostuvo meditando con los codos en ambas piernas, la seriedad de su semblante enteramente contrastante con su actitud relajada.
—No me hagas reír Toma — El otro contestó llevando ambas manos a la nuca. Se recostó estirando los pies y la cola — No deberías creer en esas patrañas.
—Si derrotaron al mismísimo Cold, no hay forma de que ustedes puedan vencerlos — Replicó sin intención de arruinar el animo colectivo, desistiendo al instante de continuar por ese penoso rumbo. Pero no logró apaciguar la mente del implicado.
— No somos tan ingenuos — Bardock prosiguió — El error de Cold fue menospreciar a un enemigo que consideró insignificante y ese bastardo fue vencido por su exceso de confianza — Aguzó la mirada concentrándose en sus palabras — Ha probado ser casi invencible en fuerza, pero contrariamente a lo que todos creen, a veces las mejores armas no provienen de la capacidad corporal… sino de la mente— Sonrió — y tenemos una ventaja que ellos no.
—Si estas pensando en que la mujer… — Se corrigió de inmediato avergonzado — Tu nueva hija, pueda descubrir su debilidad… pierdes el tiempo — Señaló acobardado — Ese miserable tiene al legendario de su lado, NADIE puede vencerlo — Declaró con la misma seguridad con la que sabía que los soles sobrevendrían al amanecer, un auge religioso de fe inscrito en sus palabras.
—No en fuerza quizá — Continuó el guerrero de la cicatriz el debate — Pero ya te lo he dicho, no somos los únicos descontentos con este gobierno… o tiranía — Meditó divertido en los grandes planes que esperaba ver cumplidos — y Todavía quedan algunos posibles aliados que podrían hacer la diferencia — Y señaló a la distancia una de las reliquias de su familia, recuerdo de la única batalla antigua que libraron codo a codo con la insignia de la familia considerada la mas poderosa en la historia de su raza.
La insignia de la antigua casa real de Vegeta.
