BUENAS, BUENAS! Vengo con nueva historia :)

Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy

Cosa extra, cuando estaba buscando los datos exactos del legado maldito, volví a leer el libro y me di cuenta que Scorpius está construido como un personaje neurodivergente, y al leer mis notas y las escenas que tenía escrita, pues también salió así. Por ello y porque quiero que una persona a la que adoro mucho tenga representatividad más allá de los genios sin sentimientos, Scorpius es un chico autista de alto funcionamiento no diagnosticado (porque la sociedad mágica no cree en la salud mental)

Actualizaré todos los lunes, pero este cap lo subo hoy bcs yes.

Sin dilatar más, comienza la historia. Espero disfruten :)


Capítulo 1: Verano con los Potter

La historia la escriben los vencedores, era algo que mamá siempre me decía. Era su explicación para cuando yo no podía asociar la imagen que tenía de mi padre con los insultos que recibía por parte de la sociedad. Tomé aquella frase como un absoluto. Y solo al crecer me di cuenta que no se puede silenciar por completo a los vencidos.

—¿Cómo estás, Ginny?

Salí de mi ensoñación cuando escuché una voz femenina demasiado dulce. La madre de mi mejor amigo respondió con una evasiva y recién allí me di cuenta que la mujer estaba conversando por la Red Flu. Incómodo por estar presente en una charla ajena, me quedé parado en el descanso de la escalera, en la misma posición que tenía desde hace más de 20 minutos por haberme distraído.

—Pero, Ginny, él era tu novio, ¿no te sientes mal? —el tono sonaba entre condescendiente y burlesco.

—Vane, ahora estoy casada con Harry, tengo una familia con Harry. La escuela pasó hace mucho y llevo años sin hablar con Dean o Seamus —respondió la ex jugadora de quidditch con una rabia mal contenida.

—Querida, ¿y si Harry…?

—No te atrevas —la señora Potter cortó de forma brusca la pregunta—. Si quieres hacer un reportaje, hazlo. Pero no metas a Harry ni a mi familia, ¿entiendes?

—Solo digo que tu novio es un desviado.

—Escucha bien, no tengo ninguna relación con Dean. Ya te dije que estoy casada con Harry y somos muy felices, ¿bien? Ahora, si no tienes nada mejor que…

El sonido se perdió cuando algo cubrió mis orejas. Pestañeé confundido y me giré para ver detrás mío, un escalón más arriba estaba un joven alto, de piel tostada por la exposición al sol, tenía el cabello rizado tapado por una gorra blanca con visera que combinaba con el atuendo deportivo del mismo color con pequeños detalles negros. James Potter lentamente bajó las manos y me dedicó un intento de una sonrisa perezosa, una expresión más bien forzada, ya que a sus ojos marrones no le había llegado la sonrisa.

—¿Al aún duerme? —preguntó en voz baja. Para ser Potter, era extraño que no estuviera hablando a los gritos.

Negué suavemente, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro al mismo tiempo que me aferraba con fuerza a la baranda.

—No estaba espiando… —susurré.

—Ya —la sonrisa del mayor de los Potter fue algo más auténtica—. ¿Desayunaste?

—No… Albus se fue temprano con tu padre.

Potter me rodeó para terminar de descender las escaleras. Cuando el mayor se dio cuenta que no lo seguía, agarró mi muñeca con cuidado y tiró de mí para guiarme a la cocina. Apenas reaccioné y me puse a la altura, él me soltó.

—Papá está intentando tener tiempo de calidad con Al —explicó, como si yo no estuviera enterado de ello—. ¿Panqueques? Podemos comerlos afuera.

Encogí los hombros, observando al mayor de los Potter moverse por la cocina y llenar dos platos con panqueques, frutas y crema. De vez en cuando me preguntaba si prefería una u otra cosa, pero yo solo volvía a encogerme de hombros, no muy seguro de cómo llevar una conversación con aquel chico.

Con los panqueques y un vaso de chocolatada fría salimos por la puerta de la cocina. El Gryffindor avanzó con seguridad por el césped hasta una mesa redonda de plástico gris con un par de sillas del mismo color y una sombrilla de un vibrante color rojo. Ambos tomamos asiento y empezamos nuestro desayuno.

Unos metros más allá la pequeña Potter nadaba en la piscina, su cabello rojo resaltaba en el brillo del agua. La chica no había mostrado señales de reconocernos y solo seguía con su rutina con diferentes estilos de nado.

—Se va a volver una sirena a este paso —comentó James Potter.

Giré la cabeza para hacer contacto visual con él, podría haberme avergonzado por haber sido descubierto mirando a la chica, pero en la soleada mañana veraniega no había mucho más que observar en el amplio patio de la familia Potter.

—Papá mandó a construir la piscina por Lily —continuó el mayor, dando un pequeño sorbo a su chocolatada antes de volver a hablar— Mamá pensó que solo era una etapa, pero aquí estamos, casi 10 años y ella parece más cómoda en el agua...

—Y tú en el aire, ¿no? —aporté al fin.

Potter soltó una risa, fresca y cálida. Las líneas de expresión se marcaron a los costados de sus ojos y en la comisura de los labios. Era una persona demasiado abierta y transparente como para que me sintiera cómodo a su alrededor.

—Y Al en la tierra. Sé que mamá y papá están algo decepcionados con que yo sea el único con habilidades sobre una escoba —parecía un chiste muy usado, pero el Gryffindor tenía la habilidad de hacerlo sonar como una ocurrencia.

Seguí picoteando las frutillas que había en mis panqueques, sin saber qué tema sacar para hacer más ameno el desayuno.

—Tienes suerte, Malfoy. Será el último año que las serpientes serán vencidas por nosotros.

—¿No crees que Gryffindor lo pueda hacer sin ti? —no sabía cómo tomar esa afirmación, siempre había visto a James Potter ser demasiado competitivo cuando se hablaba de quidditch—. Y tú eres cazador, yo soy buscador. Son peleas diferentes.

El Gryffindor, quien estaba apartando los trozos de plátano que él mismo había puesto en sus panqueques, volvió a reír. Me miró como si fuera un niño que no entendía algo básico y me apuntó con el tenedor, colocando una expresión que intentaba ser seria, sin embargo, la diversión era clara en su cara.

—Es un equipo, Malfoy. Ustedes los buscadores siempre lo olvidan —dejó escapar un suspiro exagerado—. Y sé que eres bueno, este año tendré varios problemas para apresurarme a hacer tantos puntos como pueda antes de que atrapes la snitch.

Desde que Potter entró al equipo ninguna casa le había ganado a Gryffindor. El chico tenía el talento de sus padres, pero también era estratega, conocía a sus oponentes tanto como a su propio equipo y usaba sus debilidades contra ellos. Y desde que lo nombraron capitán en cuarto año, ya hace tres años atrás, Gryffindor no había perdido ningún partido. Tal vez no habían agarrado la snitch siempre, pero todas las veces superaron el puntaje.

Para ser encuentros estudiantiles, James Sirius Potter jugaba como un verdadero profesional y, por lo que yo sabía, varios equipos querían ficharlo una vez terminara la escuela.

Por otra parte, yo había mantenido una política de "odiamos el quidditch" junto a Albus hasta el año anterior. Luego de nuestros viajes por el tiempo y casi haber jodido todo el presente, había decidido intentarlo y presentarme a las pruebas, si la versión malvada de mí lo había logrado, yo también podía. El esfuerzo había dado sus frutos y poco después del partido entre Gryffindor y Slytherin, me dieron el puesto de buscador. Jugando en los siguientes partidos lo había hecho bien, pero Gryffindor había vuelto a ganar la Copa. Nuestra capitana nos había dicho que habíamos fallado porque yo no había estado presente.

—No soy bueno —murmuré, no fui confiado de mis habilidades.

La sonrisa del león titubeó un poco. De la nada se puso de pie y me dejó en el plato todos los pedacitos de plátano que había estado apartando. Lo miré con una ceja alzada, una muda pregunta a su actuar. Pero Potter solo siguió con su desayuno, como si fuera de lo más natural dejarle las sobras al mejor amigo de su hermano.

—No prestes atención a lo que diga el Profeta.

—¿Qué? —pregunté confundido por el brusco cambio de tema.

—La conversación de mamá… Salió en el Profeta que un antiguo Gryffindor se declaró gay.

—¿Qué es "gay"?

Potter, quien estaba bebiendo de su chocolatada luego de explicarse, soltó una risa extraña, haciendo burbujear la leche.

—¿No sabes lo que es gay? —casi gritó.

Negué con la cabeza y observé hacia la piscina, tenía la sensación de que no debíamos estar hablando de aquello y me preocupaba ser descubierto. Por suerte, la menor de los Potter nadaba de espaldas, todavía sin prestarnos atención.

—Es lo mismo que homosexual, hombres que le gustan los hombres… —Potter dudó un momento antes de continuar—: Anormales, enfermos, desviados…

—No sabía que se les decía así.

—Los muggles les dicen así. No es tan… feo. No significa algo malo —el Gryffindor palideció y abrió los ojos en sorpresa, negando con la cabeza y las manos—. La palabra. ¡La palabra! Yo sé que es una enfermedad muggle, pero ellos no lo ven así, no todos. Ellos les dicen gay.

Lo analicé unos segundos. La noticia del hombre que tenía de pareja a otro llevaba días en la boca de todos, utilizando la terminología de enfermedad. Yo aún estaba en la mansión cuando los diarios comenzaron a hablar de ello, había escuchado al abuelo Lucius criticar duramente tal comportamiento. Fue mi padre quien me explicó qué significaba sodomita y por qué para el mundo mágico estaba mal.

No me había quedado clara la postura de mi padre más allá de lo indiferente que era a la vida de otras personas, como siempre, pero la única palabra que le había escuchado decir había sido "homosexual". Empezaba a creer que la explicación de la enfermedad muggle era otro cuento aristocrático… hasta que los Potter hablaron de la misma forma.

Aunque bueno, los Weasley también eran una familia sangre pura.

—Pensaba que solo se les decía homosexual —me justifiqué y, algo incómodo por el ambiente tenso que se había formado, me obligué a agregar—: no entiendo por qué es una enfermedad, no encontré ningún libro que hablara de eso.

Aquello pareció ser lo correcto, el joven frente a mí se relajó y asintió, de nuevo con la sonrisa que parecía ser eterna en su expresión. Aunque en ese momento no tenía el factor burlesco o arrogante que siempre llevaba Hogwarts.

—Ni yo, debe ser cosa de viejos.

El desayuno siguió sin ningún otro tema espinoso. Hablamos de Albus y como parecía estar sumergido en actividades de padre e hijo, también de la pequeña nadadora, que solo le interesaba el agua. Potter me preguntó por los Howls que quería sacar y yo descubrí que él quería ser auror como su padre, no un jugador de quidditch como lo había sido su madre.

A medida que el tiempo transcurría, todos los trozos de plátano terminaron en mi plato, no solté queja alguna, total, me gustaban mucho. Y en retribución, yo fingía que me había echado demasiadas fresas. Convivir con personas que venían de familias numerosas era extraño, nunca picotearía el plato de mi padre o mis abuelos, pero en la familia Potter parecía ser normal ese tipo de prácticas, al menos Potter lo hacía ver normal.

—¿Qué piensas hacer mientras Al esté afuera?

Habíamos vuelto a la cocina, yo lavaba lo que habíamos utilizado y Potter secaba y guardaba cada cosa. Habíamos terminado así luego de que quedase claro que yo no tenía ni idea dónde meter los platos o vasos, y de que Potter hubiese metido las manos al agua sin sacarse las muñequeras negras porque eran un accesorio vital para su conjunto. En vez de seguir con una estúpida discusión que sabía iba a perder, porque nadie le ganaba a un Potter testarudo, habíamos cambiado nuestros trabajos.

—Leer, supongo —respondí, concentrado en quitar la espuma de un vaso.

—¿No quieres…?

—¡Buenos días! —Lily Potter entró con una sonrisa, interrumpiendo a su hermano.

Su cabello húmedo goteaba contra el suelo y mojaba la sudadera que se había puesto sobre el bañador.

—¡Lily! ¡Ponte sandalias!

Observé los pies de la chica, dejaban un rastro por donde caminaba. La muchacha sacó una manzana, la lavó y le dio un mordisco, sin preocuparse por las pisadas o el charco de agua que estaba dejando.

—Hablas como mamá, Jamie —sus ojos castaños se posaron en mí—. ¿Quieres jugar Just Dance! con nosotros? Jamie me lo prometió.

Sin esperar respuesta, salió corriendo fuera de la cocina, gritando a su paso:

—¡Voy a cambiarme!

La cocina quedó en silencio. Los pasos rápidos de Lily subiendo la escalera era lo único que se oía.

—Ya tienes panorama —comentó con alegría el Gryffindor—. Termina con eso y te mostraré.

Fuimos a la sala, allí Potter sacó un aparato y lo acomodó en medio de cajas y cables. Honestamente, no entendía muy bien cómo funcionaba ese tipo de cosas, así que solo me quedaba aparte. Le quitó los laterales al extraño aparato y se acercó a un cuadro negro que estaba en la pared —y que yo pensaba era una especie de chivastocopio—, después de manipularlo apareció una imagen.

Ver las letras brillantes y de colores me recordó un poco al cine, una de las cosas que mi madre me había mostrado antes de morir sobre el mundo muggle. Pero ese pequeño cine que había en la sala de los Potter cambiaba dependiendo de lo que el Gryffindor hiciera, por lo que debía ser otra cosa que se le parecía.

—Ponte la correa en la muñeca y toma el control como si fuera una varita… O algo así.

Analicé el supuesto control, era rojo y tenía botones negros. Obedecí y me quedé esperando más instrucciones, buscando acomodarlo lo mejor posible.

—Es un juego de baile. Saldrá una figura a la que debes seguir, el movimiento en el control avisará si lo haces bien. Abajo irán apareciendo otras figuras avisando los próximos pasos —explicó Potter, manipulando la imagen del extraño cine.

—¿Vamos a bailar?

—Ajá. Es divertido.

El sonido invadió la sala y me sobresalté. Potter me ofreció hacer una demostración antes de que su hermana llegara y bailó una canción. Todos esos movimientos me asustaron. Había muchas cosas que hacer, pero cuando el león me obligó a intentar, me di cuenta que, aunque complejo, no era tan terrible. Además era divertido.

La chica regresó con ropa seca y cómoda. Agarró un control también y entre los tres nos hicimos lugar en la sala despejada.

En un principio, yo tenía los puntajes más bajos y no lograba superar las dos estrellas de completar la canción. Pero poco a poco fui acostumbrándome a seguir los movimientos y, aunque no lo hacía tan bien como la bruja (que era un calco a la figura del juego), sí logré superar a James Potter, quien solo se esforzaba en mover la mano con el control.

—¡Tiempo! Es hora de comer —la chica elevó los brazos, deteniendo el juego.

—¿Te dio hambre, sirenita?

—Sí. Y mamá dijo que debías cocinar tú.

Potter hizo una mueca, me miró, luego a su hermana y de nuevo a mí.

—¿Has probado comida china? —su rostro se había iluminado con una sonrisa.

—¿Eh? No, nunca he ido a China…

La muchacha me miró divertida y fue a tomar un pequeño objeto para pasárselo a su hermano. Era rectangular y delgado, se iluminó cuando Potter lo apretó con un dedo y la imagen cambió por cada toque. Lily Potter se movía a su alrededor, mirando la misma imagen y presionando el aparato un par de veces. Unos minutos después, dos pares de ojos marrones se posaron en mí.

—¡Hoy hay comida china!

No entendí qué había pasado ni quise preguntar. Ambos hermanos se veían emocionados por comer comida china y parecían estar potenciando su energía mutuamente, casi podía verlos vibrar, casi. Claramente habían perdido todo el interés en el juego y en mí, hablando sobre platillos, la señora Potter y un par de cosas que supuse eran muggles.

Media hora después tocaron el timbre. Al parecer el cine chiquitito funcionaba como un elfo doméstico que podía traer los platillos que le habías pedido. Potter tomó las bolsas y acomodó todo en el suelo, sentándose en la alfombra.

—¡Amo la comida china! —chilló la chica, comenzando a comer apenas tuvo los palillos en la mano, tirada en el suelo.

Fue un almuerzo lleno de risas, bromas, muchas explicaciones sobre tecnología muggle y manos robándose comida, porque, por alguna extraña razón, en la familia Potter nunca se servían lo que les gustaba y siempre ponían el ojo en el otro plato. No era algo normal para mí tener una comida en el suelo y de forma tan desordenada, pero todo se sentía agradable estando con ellos dos.

Mientras aún comíamos, Potter me preguntó si había visto La Sirenita y cuando le dije que solo conocía el cuento muggle, se apresuró a cambiar la imagen del cine de la pared, quitando el juego pausado y en su lugar colocar un dibujo animado. En medio del almuerzo y sentados en los sofás, comenzamos a ver la película. La pequeña Potter me prometió mostrarme todas las películas de "princesas Disney", a lo que acepté, aunque no tenía ni idea de a qué se refería. Mi atención se enfocó completamente en la historia de Ariel.

Después de comer y terminar de ver la película, los hermanos me habían estado mostrando canciones de otras "princesas Disney". Estaba escuchando explicaciones e intentando comprender cada historia para cuando Albus y su padre regresaron. El señor Potter parecía bastante contento con las interacciones hasta que vio los envases de nuestra comida apilados sobre una mesa donde había varias fotos de la familia. Mientras regañaba a sus hijos, mi mejor amigo me arrastró con él hacia el segundo piso, directo a su habitación.

—¿Sabes que solo importa el movimiento de tu mano? —cuestionó Albus, acostado en la cama.

Habíamos cenado con el resto de la familia, pero Albus había apresurado su comida y la mía para poder volver rápido a la habitación. Aunque había avanzado bastante en las relaciones familiares, el abismo que se había creado entre él y el resto de su familia era inmenso, unos meses no solucionaba años de distanciamiento. Lily Potter nos había gritado algo sobre recoger los platos, pero la señora Potter la había regañado, diciendo que era su turno, provocando la risa del otro Potter. Y luego de lavarnos los dientes y demás, estábamos perdiendo el tiempo en el dormitorio.

—¿Para contentar a tu padre? Albus, eso puede malinterpretarse —dije con intención, parado frente al librero, ocupado en leer los títulos que mi mejor amigo guardaba.

—¡No, idiota! —Albus, colocándose rojo por el coraje, me tiró una almohada que logré esquivar—. En el juego. No es necesario que hagas todo el paso, solo mover la mano.

—¿Qué? Pero Lily…

—A ella le gusta moverse.

—Mierda —murmuré molesto, desordenando mi cabello para intentar sacar la frustración—. Tanto que me esforcé y fue para nada… Esta es la triste y horrible vida de Scorpius Malfoy.

Albus se levantó con una sonrisa divertida y rodeó mis hombros con un brazo. Nuestras alturas eran parecidas, por lo que no quedábamos incómodos en posturas así, aunque de todas formas le solía hacer ver a mi mejor amigo que yo era más alto por unos cuantos centímetros. Además, ya nos habíamos acostumbrado a tener muestras de afecto físicas sin estar preguntándonos si hicimos bien o no, o si teníamos la confianza suficiente para permitirnos ser tan cercanos. Que algo sirviera haber tenido aventuras a través del tiempo con la tía psicópata.

—No es por nada, Scorpius. Venciste a James, fue un buen sacrificio.

Ambos soltamos carcajadas. Le di un pequeño codazo en el abdomen a Albus quien se tiró de nuevo a la cama, agarrando mi camiseta para hacerme caer con él. El golpe sobre el colchón no habría sido tan duro si no me hubiese clavado los huesos de mi amigo y golpeado el pecho en el proceso.

—¡Pesas! —medio chilló Albus, todavía riendo.

Las luces azules y púrpuras que venían desde todo el perímetro del techo se reflejaban en la camiseta blanca que Albus usaba como pijama, iluminando todavía más su rostro. Las facciones se le veían distintas, pero no era solo eso lo que le hacía distinto. La expresión con la boca abierta y las comisuras elevadas, junto al sonido de las carcajadas no parecía encajar en la imagen que tenía de mi amigo, pero le quedaba bien.

—Tú pesarás, Albus —me quejé.

Rodeé por la cama hasta quedar boca arriba, a un lado de mi mejor amigo. Podía escuchar la respiración agitada de Albus y sus intentos de aguantar la risa, yo mismo estaba teniendo problemas para no largarme a reír como desquiciado. Cerré los ojos, disfrutando de aquel momento. Siempre iba a preferir a un Albus que disfrutaba la vida a uno que odiaba el mundo.

Comencé a divagar sobre las cosas que había hecho en el día y me di cuenta que la había pasado bien. Incluso, para mi vergüenza, mejor que cuando estaba solo con Albus. En ese momento debí darme cuenta de que algo estaba mal entre nosotros, en nuestra amistad, pero tenía 15 años, había vivido experiencias traumáticas y no presté atención a las señales.

Me enfoqué en volver a la realidad, una donde Albus era mi mejor amigo y yo me divertía estando con él. Era fácil pensar así cuando el chico se alegraba, por muy molesto que estuviera con su familia, para ese tiempo aún era posible encontrar al niño de 11 años que se había quedado en el compartimiento. Lamentablemente, la adolescencia pegaba fuerte.


Gracias por leer!

Próximo capítulo: Mi mejor y único amigo