Nota del autor: Tal vez deba dejar un par de aclaraciones, no estoy seguro. Pero este fanfic no tendrá escenas sexuales (en su gran mayoría), ya que puede dar la impresión de que al tratarse de un HiE involucra de una u otra manera porno. Sí, se abordarán estos temas sexuales e incluso se mostrarán pequeñas y sutiles referencias al respecto, pero definitivamente no es lemon.
Dejo esto en claro, porque puede que haya algunas decepciones tras leer varios capítulos y no encontrar lo que quizás se esperaba. Aunque admito que tanto el titulo como la premisa tampoco ayudan demasiado D:
Capítulo 1: Todo mal
Anon golpeó el suelo con un estruendoso sonido de su cabeza contra la acera, no era la primera vez que caí de cara con algún objeto duro; sin embargo, no por ello era menos doloroso, al fin y al cabo, el dolor era dolor y lo mejor que podía hacer era gemir en voz baja mientras se lamentaba por su tonta actuación en lugares inadecuados.
—Será mejor que no vuelvas —dijo un poni a sus espaldas—. Jamás había visto a un semental que se comportara como una yegua tan agresiva.
Anon se levantó y se giró para ver al semental que vestía una camisa de un traje desarreglado, casi hecho girones de tela después de una absurda pela. Algunas yeguas llegaron para rodear al poni y atender sus heridas, mientras Anon se acercaba peligrosamente para exigir una respuesta no violenta a sus preguntas.
—Tú, pedazo de manzana podrida, me engañaste —recriminó el poni de pelaje pistache y crin y cola negra—. Me dijiste que habría una manera de recuperar mis recuerdos.
El otro poni hizo un sonido de molestia con la boca mientras apartaba el casco de una yegua que curaba una cortada bajo su labio inferior. Sus ojos miraron a Anon como un bicho raro que parecía no entender nada.
—Te dije que te daría recuerdos tan agradables, que no habría comparación con ningún otro que hayas tenido antes —respondió, acercándose tentativamente a Anon—. No soy un doctor para recuperar tus tontos recuerdos. Así que déjame repetirlo una vez más: no te vuelvas a acercar a mi manada y a mí por lo que te resta de vida.
—Cómo sea, eres un completo inútil —replicó Anon, limpiándose una gota de sangre que resbalaba por su mejilla—. No me sorprende que esas yeguas se larguen después de estar un tiempo contigo.
—Vete ya —amenazó finalmente.
Anon no dijo nada más y se dio media vuelta para volver por donde vino, no tenía ganas de seguir discutiendo con un idiota solo por un malentendido en sus palabras, además de que ni siquiera valía la pena ser violento por su propio bienestar. Tenía otras cosas que hacer, como lamentarse un poco en casa.
Y así es como su intento número veinte se consideraba fallido.
Y no podía estar más contento, sarcásticamente hablando.
Con una sonrisa irónica y unos ojos apagados, Anon caminó lentamente por las calles de Canterlot con la cabeza baja, degustando del desastroso resultado de sus fallidos logros por volver a su mundo de origen. Había pasado tanto tiempo desde que inició su vida en Equestria que ya era parte de su vida cotidiana regresar a casa con el ánimo arrastrándose por el suelo mientras se lamentaba por no estar cerca de su objetivo, uno que parecía ser inalcanzable.
Sí, tal vez en algún momento creyó que la idea de ser transportado a otro mundo donde no solo pudiera rehacer su vida, sino que también pudiera ser una versión casi idealizada de sí mismo era algo genial. Probablemente en algún otro punto de su vida habría tomado aquella oportunidad sin ninguna duda y posiblemente a estas alturas sería alguien con renombre en un mundo donde los héroes parecían provenir de todas partes en determinados momentos.
Pero ahora no era el caso y jamás lo sería.
Cuando cayó a través del portal que lo trajo a este mundo de ponis pastel parte de su memoria fue borrada, no sabía su nombre ni lo que era su vida anterior, como mucho tenía conocimiento básico acerca de la humanidad y cultura, pero que ahora se veían nublados por cosas que no comprendía del todo a pesar de la larga estancia en este nuevo mundo. Era como forzarlo a estar aquí sin ningún objetivo en particular y sin nada mejor que hacer.
—¡Hey! ¡Anon! ¡Hola!
—No, no otra vez.
Sin embargo, no todos los días podía disfrutar de su soledad, en ocasiones era molestado por la presencia de una potra inoportuna que parecía oler la desgracia de Anon a cientos de kilómetros de distancia.
—Por fin te veo, y me perdí de tu intento por volver al mundo humano —la potra se quejó, corriendo hasta Anon—. Eres demasiado grosero.
Aloysia Blossom era una pequeña unicornio de no más de doce años, su apariencia poseía una paleta de colores que iba de blancos a blancos ligeramente grisáceos en melena y cola, dándole la curiosa apariencia de una fantasma, su melena era larga y desordenada y la falta de una cutie mark enmarcaba su juventud como la mayoría de los pequeños jóvenes que había por todas partes.
—No sé si te estás burlando de mí por no conseguirlo o de verdad piensas que podré conseguirlo, pero no me importa —respondió Anon sin detener su caminata—. No voy a llevarte conmigo solo porque estás aburrida y será mejor que regreses. Necesito pensar un poco a solas.
—Nunca me burlaría de ti, creo que lo que haces es increíble incluso si no es verdad —dijo la Aloysia con una sonrisa infantil—. Siempre vas a lugares interesantes con ponis y criaturas interesantes.
—No hago todo esto porque me divierta… —detuvo su habla siendo completamente irrelevante por el momento—. Además, ¿no tienes cosas que hacer? Como tarea y cosas así.
Aloysia se encogió de hombros mientras ignoraba las sutiles palabras del adulto que le pedían un poco de paz. Y siendo el inicio del fin de semana, no había que preocuparse momentáneamente por un poco de aburrida tarea. Lo mejor que la joven chica podía y quería hacer era acompañar al malhumorado poni en busca de una aventura espontanea que mejorara la perezosa semana que tuvo.
Así que ambos caminaron por las calles de Canterlot sin decir demasiado, más que nada porque Anon pareció volver al interior de su cabeza en un ceño fruncido que claramente decía que no lo molestaran. Los ojos de Aloysia navegaron de un lado a otro, buscando la manera de iniciar una conversación poco forzada con Anon y su atención se dirigió a las cercanías del hermoso y enorme castillo de la princesa Twilight, donde una serie de ponis y bat-ponis se encontraban en una ordenada fila listos para hacer lo que sea que se les ordenara. Sus armaduras de entrenamiento y los murmullos de los ponis cercanos fueron información suficiente para darle una ide clara de lo que estaba sucediendo; era la semana en que había entrenamiento de la guardia real.
—Ohhh, eso se ve interesante —comentó Aloysia deteniéndose para ver a los inmutables soldados haciendo fila—. ¿Crees que nos dejen ver cómo eligen a los guardias que acompañarán a las princesas?
Anon salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de Aloysia y se detuvo para ver a cientos de guardias formados en una fila. La mayoría se conformaba de yeguas y los pocos sementales que existían entre sus filas apenas eran vistos por sus alturas ligeramente superiores. Detrás de los soldados había un campo de entrenamiento que emitía ruido bullicioso como era de esperarse. Sin embargo, apenas le importaba que sucedía dentro.
—No y no me importa —respondió Anon con una mirada plana antes de seguir su camino.
—¿Eh? ¿Por qué? Se ve divertido —dijo la potra corriendo hasta estar delante de Anon—. Tal vez haya algo que te ayude a recuperar la memoria… o mejor aún, volver a tu mundo.
—Claro. E incluso las princesas me escolten personalmente —Anon mencionó con emoción fingida—. ¿Crees que también me dejen llevar suvenires?
Aloysia soltó un suspiro exasperado y giró los ojos ante el exagerado sarcasmo de Anon.
—Solo trato de ayudarte siendo positiva y todo eso, ¿sabes?
—Oh, perdón, Aloysia —dijo Anon con poco interés en sus palabras—. Pero no hace falta que digas todo eso solo para detenernos y mirar un poco. Tan solo dilo y listo.
—Ah, ¿en serio? —Aloysia levantó una ceja intrigada—. ¿Y por qué no me hiciste caso la primera vez que lo dije?
—No fuiste lo suficientemente directa —Anon se encogió de hombros—. Además, no entiendo el interés en ese aburrido trabajo. Todo lo que hacen esos ponis es estar en la misma posición con la cara desprovista de emociones. Se ven aburridos.
—Que sí, Anon. Que sí —habló aburrida la potra, desviando la mirada un tanto desesperada—. ¿Vamos ya o seguirás explicándome?
Anon estaba por decir algo, pero cerró la boca en cuanto se dio cuenta de que no había nada que responder. Así que, sin decir más, fueron a la zona de entrenamiento para mirar un poco lo que esas yeguas agiles y fuertes hacían. No fue una sorpresa cuando se encontraron mirando una serie de ejercicios ridículos que ponían a prueba las capacidades físicas de todo el mundo, que iban desde carreras de velocidad hasta peleas uno contra uno en una pequeña plataforma.
El cielo comenzó a ponerse anaranjado y con ello una serie de curiosos ponis vino de dentro de las instalaciones. A diferencia de la guardia diurna, la guardia nocturna estaba completamente conformada por yeguas. Muchas de ellas eran más pequeñas que un poni promedio, pero la delgadez de sus cuerpos parecía favorecer una flexibilidad y agilidad mucho mayor que la de cualquier otra criatura. Algunas de ellas gruñeron hacia sus compañeras y compañeros del día mientras ocupaban sus lugares en una fila ordenada.
Sin embargo, algo que hizo que Anon arrugara el entrecejo fue que algunas de ellas, por decir poco, le dieron una sonrisa maniaca y voraz. Con extrañeza, miró sutilmente a los lados por si esas miradas eran dirigidas a alguien más, pero viendo que era el único poni junto a Aloysia, se dio cuenta de que definitivamente iban para él.
Lo que lo volvió muy desagradable.
Ignorante a las miradas que le daban a Anon, Aloysia ladeó un poco la cabeza mientras mantenía una suave sonrisa. Nunca tuvo la oportunidad de ver a un bat-poni en persona y poco sabía sobre ellos, así que era ciertamente emocionante. Lo que la sacó de su atención a las demás yeguas nocturnas fue una pegaso de ojos aguamarina, pelaje azul oscuro y crin y cola blancas, siendo como una mancha evidente en todo el lugar.
—¿Qué hace esa poni allí? —preguntó Aloysia señalando una de las filas—. ¿Estará perdida?
Anon dejó de hacer el incomodo contacto visual con las bat-ponis para mirar en la dirección que apuntaba el casco de la potra, sus ojos se expandieron en sorpresa cuando vio a una pegaso completamente fuera de lugar con el resto de sus compañeras. Pero no había nada más raro que el hecho de que las bat-ponis a sus lados ignoraban la rara peculiaridad en sus filas, como si fuera parte de ellas.
—Puede ser que se haya enlistado en la guardia nocturna —comentó Anon no muy seguro de sus palabras—. Cómo sea, no parece importarle a las demás.
—Tan extraño —murmuró Aloysia Blossom—. Pensaba que la guardia era hecha de bat-ponis únicamente.
—Ahora has aprendido algo nuevo —Anon dijo con voz apagada, tratando de evitar el contacto visual con las yeguas que no dejaban de mirarlo—. ¿Estás satisfecha ahora? ¿Podemos irnos?
—¡Espera un poco más! No he visto cómo entrenan —Aloysia gritó antes de pegar su rostro a los barrotes que impedían el paso.
Anon suspiró y se sentó con una mirada de póker, afortunadamente la capitana tomó control de la situación y desvió las miradas locas de su persona.
El entrenamiento no fue muy distinto al de la guardia diurna, pero había una diferencia interesante respecto a la actitud de las bat-ponis. Y era que todas ellas eran como maquinas diseñadas para el combate.
No solo en las pruebas de resistencia, sino en las competiciones todas mantenían la rivalidad en su punto más alto, ya sea empujándose, gruñéndose o haciendo sonidos vampíricos como si trataran de marcar su territorio. Fue ciertamente atemorizante cuando algunas de ellas le dieron una sonrisa a Anon antes de atacarse entre sí por un poco de su atención, mordiendo sus pelajes y melenas para lanzarse lejos.
Sin embargo, esa no fue la parte más rara de todas.
Cuando el combate cuerpo a cuerpo llegó, todas estaban más que listas para lastimarse seriamente en la arena. La capitana formó a las contrincantes y entonces en una lista ordenada iniciaron las pruebas; el primer combate fue abrumador, la primera intención de las yeguas fue embestir sus cuerpos con tanta fuerza que se mantuvieron en el aire por un momento antes de golpear sus cabezas en una clara demostración de fuerza bruta. Una de las bat-ponis aprovechó el impulso para tomar a su compañera del brazo y azotarla contra el suelo en un estruendoso golpe que hizo gritar en asombro a todas las demás a su alrededor. Poco duró la satisfacción de la bat-poni cuando su contrincante giró su cuerpo y usó sus piernas para darle una patada en el rostro que la envió al suelo, envolviendo a ambas en una lucha encarnizada en la que los golpes iban y venían.
Anon y Aloysia miraron asombrados la pela, la tenacidad los bat-ponis superaba con creces la de los ponis y no era de extrañar puesto que sus cuerpos parecían diseñados para soportar cantidades ridículas de dolor y mantenerlas en pie a pesar de los moretones y heridas en cada facción de sus delgados cuerpos.
La pela terminó cuando una de ellas tomó de la cintura a su rival y estrelló su cabeza contra el suelo, creando una grieta en la arena. Anon cubrió los ojos de Aloysia con un casco, esperando que la bat-poni no haya muerto frente a ellos en un simple combate de entrenamiento. Fuera lo que fueran estos ponis murciélago, esperaba no tener que ver un combate real nunca en su vida poni.
Y creía que su pequeña lucha con el poni fue dolorosa.
Un suspiro de alivio salió directo de los pulmones de Anon cuando vio a la bat-poni derrotada levantarse con un gemido adolorido, sin saber si se trataba por su derrota o por su cuello. La capitana ni siquiera se tomó el tiempo para verificar que su subordinada estuviera bien, simplemente siguió con los demás combates como si nada importante pasara. Y cada combate fue igual de brutal que el anterior, incluso algunos dientes y mechones de crin volaron haciendo un espectáculo que podía decir no era para niños.
—Aloysia, creo que será mejor que nos vayamos —dijo Anon mirando a la potra—. ¿Aloysia?
Aloysia Blossom estaba maravillada con los combates de los ponis nocturnos, su mirada estaba perdida entre las acciones violentas pero elegantes y las figuras intimidantes pero geniales de todas. No sabía qué decir; sin embargo, podía entender que esto era mejor de lo que pensaba, sobre todo porque venía de una raza que apenas conocía y dejó una buena impresión sobre ella.
Eran tan asombrosas.
—¡Ah! ¿Qué? ¿Qué pasa? —Aloysia se estremeció cuando sintió el casco de Anon darle un suave golpe en la cabeza.
—Vámonos, se está haciendo tarde y no quiero que tu tutor me regañe —Anon dijo alejándose lentamente.
—¡Noooo! ¡Espera un poco más! —suplicó Aloysia con una mirada grande y cristalina—. La pegaso está a punto de luchar. Por favor, déjame verla.
—Nada de eso, ya es tarde y es demasiado violento para ti —respondió Anon negando con la cabeza—. Lo último que necesito es que creas que esto es genial y quieras volverte una guardia.
—Por fis, Anon, por fis —las suplicas de la pequeña se volvieron más molestas cuando tomó a Anon del casco—. Te juro que no te pediré nada más. Tan solo déjame ver esta pelea.
Anon arrugó el rostro en un sinfín de expresiones que tuvieron cabida en una pequeña cantidad de tiempo. No sabía cómo era que Aloysia era tan efectivamente insistente y pronto se encontró golpeándose la cara con un casco mientras que con el otro le decía que volviera para ver la pelea. Unos segundos después se unió a ella para ver el combate de la curiosa pegaso.
…
Crescent Aurora hizo un ejercicio de respiración antes de que terminara el combate de sus compañera, ella era la siguiente en luchar y mentiría si dijera que no se sentía segura de sus habilidades en este momento. Cada combate que ofrecieron sus compañeras fue asombroso y a pesar de que siempre había un ganador podía ver cierta satisfacción rencorosa que las impulsaba a mejorar. Sin embargo, con ella era distinto, no se sentía inspirada por sus compañeras ni nada por el estilo, sino todo lo contrario. En su estómago se hizo un nudo de nervios que la mantuvieron tensa todo el tiempo y apenas podía prestar atención a lo que tenía frente sin olvidarse de respirar.
Ignorando el combate por un momento estiró su cuerpo para asegurarse de que nada estuviera mal, sus emplumadas alas eran agiles y ligeras, sus piernas veloces y fuertes y lo más importante, su cabeza lo suficientemente dura para soportar la primera embestida sin temer que su cerebro se partiera en trozos diminutos. Con todo eso listo se hallaba un poco más confiada para subir a la arena y enfrentar a su compañera que no tenía ninguna intención de ser suave con ella por nada en el mundo.
¿Por qué Midnight Wispers tenía que enfermarse está noche? Su amiga le habría dado la inspiración necesaria para ganar en el enfrentamiento… al menos le habría dado esa impresión.
Las orejas de Crescent se levantaron en alerta cuando escuchó el vitoreo de sus demás compañeras anunciando el final del combate. Miró para darse cuenta de que estaba cara a cara con Lunar Wind. La bat-poni era más alta que ella, su cuerpo era definitivamente el de una guerrera que había conseguido a través de mucho esfuerzo y que además transmitía confianza en su sola postura que le impidió apartarse del camino. Aquellos ojos cereza apuñalaron hasta su alma y solo entonces se dio cuenta de que eran el centro de atención.
¿Estaba de más decir que además de su contrincante era su abusiva personal?
—Hey, Crescent. ¿Emocionada por nuestro combate? —la voz de Lunar era sarcástica, casi indiferente a la pequeña presencia de Crescent Aurora.
—¿Sí? E-eso creo —respondió mirando a cualquier otra parte—. ¿Y tú?
—Oh, no podría estar más feliz —sonrió con complacencia—. Después de nuestros pequeños entrenamientos fuera de servicio, estoy segura de que eres más que capaz de ofrecer una buena pelea, ¿no es así?
Crescent Aurora frunció el ceño ante las evidentes muestras de burla e incitación que salían de la boca de Lunar Wind, sintiendo ligeros atisbos de irritación recorrer su columna por la infantil actitud de su compañera. En otro momento, en el pasado, habría dicho una respuesta más ingeniosa y ceder a las provocaciones, pero desde hace tiempo que se había resignado a simplemente asentir e ignorarla lo más posible para hacer de sus conversaciones menos extensas.
Lunar Wind soltó una pequeña risa y le dio unas palmaditas en el hombro antes de retirarse al centro de la arena para esperar su combate. Crescent no perdió el tiempo y se tranquilizó mentalmente para hacer frente a su abusiva compañera que tanto tiempo llevaba molestándola y, aun así, agradeciendo un poco la dura actitud que le ayudó a mantenerse de pie en momentos como este.
Ambas tomaron posiciones a los extremos del escenario, Crescent apoyó firmemente sus cascos acompañando su postura con una mirada seria que hizo que Lunar sonriera. En un instante la capitana dio una señal y el combate inició.
Como era costumbre en la cultura bat-poni, el par embistió con toda su fuerza a su rival en una demostración de poder. Sus cuerpos se estrellaron y Crescent sintió cada uno de sus músculos tensarse ante la ridícula fuerza de Lunar, quien rápidamente comenzó a empujar hacia adelante en una clara muestra de superioridad egocéntrica. Crescent combatió con su propia fuerza, pero ella no planeaba combatirla de esa manera, sabía que no era suficiente en esta clase de combate, así que optó por usar la fuerza de la propia Lunar para ganar algo de ventaja.
Inmediatamente subió sus cascos y tomó la cabeza de Lunar, desviando toda esa fuerza e impulso en dirección al suelo. Sin darle tiempo para estabilizarse, la tomó del cuello y puso todo su peso sobre ella para derribarla en una posición mucho más equilibrada que le permitió el control de la pelea. Sin embargo, esto había requerido demasiada estamina y Crescent no estaba demasiado segura de qué hacer más allá de este punto. Esperaba que, si seguía aplicando fuerza sobre el cuello de Lunar Wind, la yegua cedería eventualmente y podría rematarla con un par del golpes. Pero las cosas no salieron de tal manera.
Lunar Wind emitió respiraciones pesadas, forzando a su cuerpo a levantarse con todo y el peso de Crescent sobre ella. Con un último esfuerzo, levantó su parte superior para caer de espaldas contra su contrincante. Con su oportunidad para someterla perdida, Crescent liberó a Lunar de su agarre y esquivó su pesado cuerpo con un pequeño salto. Con los sentidos al máximo el cerebro de Crescent emitió una orden inmediata para mantener a Lunar en el suelo, conociendo que la fuerte yegua prefería combatir en el aire.
Crescent levantó sus cascos y acumuló toda su fuerza para golpear a Lunar en el estómago. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver a Lunar Wind respondiendo el golpe con un golpe hacia su mandíbula. La pegaso se tambaleó hacia un lado viendo su alrededor dar vueltas y su mandíbula temblar y enviar una punzada agónica a su cerebro. Cuando por fin logró recuperarse vio a Lunar demasiado cerca de ella, embistiéndola como un toro que la envió al aire sobre su posición anterior.
Lo último que vio fue a Lunar Wind elevarse en el aire junto a ella.
Y ahí es donde el combate terminó con una dolorosa derrota para Crescent en una cantidad de tiempo inferior al de sus compañeras.
Ni siquiera recuerda cómo fue que cayó al suelo, simplemente se despertó en el césped con el cuerpo totalmente adolorido, ni siquiera podía quejarse a gusto ya que su mandíbula dolía como si todo su escuadrón la hubieran pisoteado el tiempo que estuvo inconsciente.
Al menos podía sentirse feliz de hacerle frente a una de las bat-ponis más duras de su generación.
—¿Estás bien?
La voz infantil de una niña llamó su atención, Crescent Aurora movió los ojos hacia arriba y miró directamente a los ojos grises de una potra que la observaba preocupada.
—¿Uh? Au…
—Aloysia, no te alejes así… —la voz de un corcel vino de la lejanía—. ¿Ella está…?
—¿Bien? Eso parece —respondió Aloysia—. Te dije que estaría bien, Anon.
—Más que bien, parece viva —menciono Anon acercándose lentamente—. Verla volar fuera del campo me hizo pensar cosas malas.
—¿Qué debemos hacer? ¿Llamamos a sus compañeras? —preguntó Aloysia.
—Ah, en verdad no me gustaría ir —respondió Anon con voz temblorosa.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No me siento cómodo.
Crescent Aurora ignoró la sosa conversación de ambos y se centró en recuperarse, su cabeza ya no estaba fuera de sí misma y su cuerpo, aunque adolorido, era capaz de levantarse y andar por cuenta propia. Con quejidos de dolor se puso de pie y miró sus alrededores intentando saber dónde se hallaba, no se sorprendió demasiado cuando vio que estaba fuera de las instalaciones en un pequeño jardín no muy lejos de ahí.
—¿Te encuentras bien? —volviéndose al poni, Aurora prestó atención a la presencia de Anon.
Y vaya que fue una suerte, el poni era realmente atractivo con ese suave color verde y crin y cola negras bien cuidadas. Era ligeramente más alto que un semental promedio y su cara parecía desprovista de la mirada amable y cariñosa de la mayoría de los suyos. Sus ojos navegaron por su cuerpo y se dio cuenta la interesante cutie mark que decoraba su lindo flanco.
Oh, sí. Su flanco.
—Creo que sigue mareada, ese golpe fue duro —habló Aloysia.
Crescent salió de su análisis y se tomó la cabeza con un suspiro.
—Estoy bien, no se preocupen —dijo ignorando su propio dolor—. ¿Saben cuánto tiempo estuve inconsciente?
Aloysia se encogió de hombros y respondió.
—Como dos minutos.
—¿En serio?
—Sí, eres muy resistente —Aloysia dijo—. Tu combate fue impresionante.
—Oh, ¿tú crees eso?
—¡Absolutamente, la otra poni te envió volando de un cabezazo y entonces te dio una patada en el aire que te envió fuera! —animó con sus cascos levantándose en el aire—. Estuvo… increíble.
Crescent Aurora bajó la cabeza desanimada, no esperaba que incluso una potra se burlara indirectamente de ella como lo hacían sus compañeras. Estaba fastidiada de todo esto, pero su humor era lo de menos cuando aún tenía mucho por hacer para ser una bat-poni tan fuerte como Lunar Wind. Además, sus heridas necesitaban ser tratadas, por mucho que se haya acostumbrado a vivir entre bat-ponis, su cuerpo seguía siendo débil en comparación.
Así que se tragó el dolor lo mejor que pudo y se encaminó al campo de entrenamiento. Desgraciadamente su pierna derecha se torció y la hizo tropezar torpemente.
—No creo que puedas caminar con esa pierna lastimada —Anon dijo, usando su cuerpo como apoyo para Aurora.
Un semental ayudando a una yegua era una vista extraña, sobre todo para una bat-poni que había sido educada de tal forma que veía casi imposible presenciar al sexo opuesto hacer algo al respecto por ellas. Un poni como Anon no debería ayudarla, debería gritar en sorpresa por la caída de Crescent y correr por ayuda, mientras ella finge estar bien y cojear hasta la enfermería.
Con eso en mente se alejó de Anon y siguió su camino con un gruñido confundido y molesto, no iba a dejar que nadie la viera recibiendo ayuda de un poni, mucho menos de un guapo semental. Su reputación no era la mejor como para este tipo de situaciones.
—Estoy bien, no tienes que hacer eso —Crescent balbuceó tontamente—. Es mejor que me vaya.
—¿Es así? —preguntó Anon.
Anon vio el orgullo de la yegua golpearlo directamente en la cara y no era de sorprender, casi todo el tiempo las hembras actuaban como criaturas desprovistas de sentimientos que trataban de mantener la fachada genial y prominente que les gustaba caracterizar. Para ellas todo se resumía en ser mentalmente fuertes y abrasivas, y mostrar debilidad era casi un pecado en todo el sentido de la palabra. No podía asegurarlo completamente con las bat-ponis, pero podía estar claro en que era mucho más exagerado con ellas por lo poco que vio en su entrenamiento.
—Vamos, Anon —Aloysia le dio un pequeño golpe en la pierna—. No la molestes, una yegua jamás va a aceptar la ayuda de un potro.
—Qué absurdo. Pero si eso quiere… —aceptó Anon con una mirada seria sobre Crescent—. Espero que no te tropieces.
—No te preocupes —dijo Crescent Aurora reanudando su paso.
Sin embargo, solo dio un par de pasos más para caer de cara al suelo.
También podía ver a su orgullo hacerle compañía.
