Diasclaimer: Los personajes pertenecen a Masami Kurumada, yo sólo estoy jugando con ellos.
Espero que disfrutes este primer capítulo :3
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—Lo siento, hijo mío —la anciana suelta una risita, en un intento por ocultar la vergüenza que la aqueja cuando llegan a las escaleras—. Mis piernas no son lo que eran antes. No he estado arriba en mucho tiempo, ¿puedes creerlo?
El joven que la sigue asiente cortésmente.
—¿De verdad?
—¡Sí! Estoy durmiendo en lo que solía ser la habitación de la hija de la institutriz, ¿te imaginas... ? Oh, pero ten por seguro que estoy bien. Es bastante cómodo allí. ¡Oh, pero no quiero retenerte! Adelante, adelante. Tu habitación te está esperando arriba. Es la segunda, a la derecha de las escaleras; no la última junto a la ventana. No te confundas —dice canturreando—. ¿Necesitas ayuda para llevar tu... ? —sus ojos recorren su figura, la ropa gastada debajo de su chaqueta de cuero y una gran caja que lleva a la espalda—... ¿Equipaje? Estoy segura de que puedo encontrar a alguien que...
—No, no, señora, no es necesario —el joven le dedica una amplia sonrisa—. Estoy bien, de verdad. Puedo cuidarme solo desde aquí.
—Entonces me esfumo. Confío en que bajarás a tomar un bocadillo en veinte minutos, más o menos. Tendré una sorpresa para ti en los comedores. ¡Té y pastel de calabaza!
—¿Pastel de calabaza? ¿Por qué no me sorprende?
La mujer vuelve a reírse, aunque él sinceramente no puede entender qué es lo que le causa tanta gracia.
—¡Es nuestra receta familiar! Y cuidamos bien nuestras calabazas. Tenemos un ingrediente secreto. ¿Quieres saber cuál?
—Pues... ¿si? —da un paso más cerca de la anciana, inclinándose hacia delante, ya sea genuinamente ansioso por escuchar el ingrediente secreto o un excelente (y cortés) actor.
—Amor —le susurra al oído. Los ojos de él se abren con asombro, una cálida sonrisa formándose en sus labios. No es un actor, entonces.
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El Samhain se acerca rápidamente, y no puedo recordar la última vez que lo pasé con un compañero tan agradable. ¡A veces el trabajo de un Santo vale la pena! Teníamos nuestras propias tradiciones en el Santuario, pero ninguna de ellas incluía deliciosos pasteles de calabaza y una dulce anciana que te mimaba todo el día. Cuando acabe esto, tengo una amiga a la que espero ver. Tal vez ella pueda dar sentido a este vacío en mi corazón, y tal vez yo pueda tomar lo que sea que tenga para ofrecer y convertirlo en algo bueno para el mundo, algo significativo. Tal vez aliviará este impulso en mi corazón.
El mundo se está volviendo frío nuevamente. Las estaciones cambian y las hojas caen, y uno no puede simplemente descartar una compañía tan encantadora en tiempos como estos. Así que supongo que mi mundo y mi crisis existencial tendrán que esperar un poco.
Todavía tengo que averiguar qué podría estar tan mal que Evarella pensó que necesitaría la ayuda de un Caballero. No hay signos de otros habitantes en la casa, aunque debo admitir que me invade un sentimiento confuso. Puedo sentir los momentos felices que presenció, pero también puedo sentir su oscuridad. Algo siniestro susurra en estos pasillos, a través de las grietas de las paredes. Mi Maestro probablemente diría que estoy medio loco, pero es ese instinto otra vez. A menudo he confiado en él, y rara vez me he equivocado, así que muchas veces me ayudó...
Sueno como un poeta, probablemente, y sólo puedo esperar terminar la estadía en esta lujosa mansión con un resultado exitoso y una historia interesante que contar a la luz del fuego para cuando regrese al Santuario. Mis instintos me dicen que investigue más. La energía en la mansión no es opresiva, lo que me hace querer descartar la posibilidad de un enemigo. Sin embargo, la lógica me hace sospechar de... algún sello en la casa. De todos modos, lo mantendré informado, Patriarca.
Algo malvado vive aquí. Todavía no estoy seguro si es una maldición, un enemigo o algo mucho más oscuro. Podría ser un dios sellado. Es consciente, eso lo sé con seguridad, y me está vigilando. De nuevo no pude ir al mercado por la mañana. Cada vez que estoy listo para hacerlo, simplemente... no puedo. También podría ser una criatura. Todavía no estoy seguro de cuánta influencia tiene en Evarella. Me he mantenido tan protegido como soy capaz. No quiero tener que lastimar a la mujer, sé que es muy doloroso. Debe haber otra manera.
Estoy bastante seguro de que la clave para desbloquear este misterio se encuentra detrás de las puertas de la habitación junto a la ventana. La pregunta ahora es: ¿cómo puedo acercarme al secreto sin ponerme en peligro?
Mañana seguiré informándole .
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Un fuerte olor a calabaza y podredumbre infesta el aire, pero Milo hace todo lo posible por ignorarlo. Hay calabazas podridas esparcidas en todo el patio, con caras sonrientes talladas. Lo observan mientras cruza el jardín y se dirige hacia la puerta principal. Quizás sea paranoia suya, pero por un instante siente que verdaderamente lo están vigilando. Milo lo archiva en su mente y lo deja a un lado, si acaso llega el momento que le sea de utilidad. Es una tontería, pero como Santo de Athena ha aprendido que nunca debe ignorar tales corazonadas.
La puerta se abre, revelando en su marco la figura de una anciana. Ella le sonríe como si lo conociera de años, con los brazos extendidos mientras espera que él se acerque. Milo no le devuelve el gesto.
—Bienvenido, hijo mío.
Milo continúa inmóvil.
—¿Usted es Evarella? —pregunta con voz seca—. ¿Evarella Bērziņš?
Ella se ríe, guiñándole un ojo.
—Eva, para los amigos.
Milo levanta una ceja.
—No soy su amigo. Evarella, entonces. Estoy aquí en nombre de Athena, por la carta que usted envió al Santuario.
Ella lo mira fijamente durante un par de segundos, como si hubiera olvidado que había solicitado la presencia de un Santo en primer lugar. Es una petición antigua, de todos modos. Shion finalmente se había decantado por un Caballero de Oro al no tener noticias del primer enviado, uno de Bronce. Milo no recuerda su nombre, pero sí su constelación: Brújula.
—Oh, sí, lo hice —ella lo mira con ojos distantes, como si en realidad no lo estuviera viendo—. Pedí un Santo de Athena.
Milo asiente y abre un poco las palmas de las manos, como diciendo "bueno, aquí me tienes, ¿ahora qué?".
—¿Cuál es el problema? —pregunta.
Ella sonríe, aunque el aura cálida de una anciana cariñosa casi la ha abandonado. Todavía tiene todos sus dientes, lo que sería una característica bastante impresionante si no fuera por el opulento collar de perlas alrededor de su cuello y, bueno, la maldita mansión elegante en la que reside.
—¿Qué te parece si hablamos de eso mientras bebemos té? Hice pastel de calabaza. Es nuestra receta familiar. ¿Te gustaría saber el secreto?
—No —responde Milo, tomando a Evarella por sorpresa; ella se queda en silencio durante varios segundos mientras él pasa a su lado y se interna en la casa, sin saber qué decir a continuación. Sí, es grosero, pero Milo ni siquiera ha tenido mejores modales con Athena; ¿por qué los tendría con una desconocida?
Aprovecha al máximo ese instante para examinar la casa. Mobiliaria antigua de gran calidad, demasiados cuadros y cachivaches, piezas de porcelana por doquier. Esta anciana es una acumuladora, de las pomposas. Sin embargo, aparentemente no es una acumuladora de compañía.
—¿Podrías no ser tan... ? —comienza Evarella, pero luego se detiene, como si recordara algo—. Hay una habitación arriba, por si te quedas el tiempo que necesites... pero no puedo llevarte a ella. Mis piernas no me lo permiten, ¿ves?
—No esperaba que lo hicieras, de todos modos —la interrumpe Milo.
—¿Eh?
Él se vuelve hacia ella, manteniendo una expresión fría.
—Dejémonos de juegos, anciana. Estás maldita. Por eso solicitaste la ayuda del Santuario, incluso si no diste demasiados detalles al respecto.
Ella presiona una palma sobre su corazón, como si estuviera personalmente herida por lo que acaba de decir.
—¿Cómo... lo supiste?
—Soy un Caballero. Tenemos sentidos increíbles que van mucho más allá de la percepción física. Las cosas que resultan extraordinarias para ustedes, para nosotros es el pan de cada día. Es bastante obvio para qué solicitaste mi presencia. Puedo verlo, escucharlo, olerlo, tocarlo y sentirlo. ¿Hay otra cosa que no me estés diciendo?
Ella frunce los labios, mirando a Milo con una expresión de asombro, admiración.
—Eres un hombre impresionante, sin duda. Aunque, ¿no has pensado que tal vez sólo soy una simple anciana solitaria?
—O tal vez te sientes sola porque nadie quiere hacerte compañía. Ni siquiera los fantasmas.
Milo la está presionando a propósito, incluso si eso le vale ganarse su enemistad. Sorprendentemente, Evarella parece tomarlo con buen humor.
—¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Nunca te lo dije.
—¡Bueno, dímelo ahora, entonces!
—Milo.
Simplemente 'Milo'. No le revela ni su rango ni su constelación.
—Es un nombre bonito, Milo —dice, como si estuviera saboreando cada sílaba en su lengua—. ¿Quién te lo puso? ¿Tu madre o tu padre?
—No lo sé —responde a medias—. No es importante
Milo sabe que su nombre es la única cosa que le dejó Ileana, la mujer que lo dio a luz. Tiene vagos recuerdos de un cabello rubio y un shampoo con olor a rosas, pero incluso eso comienza desvanecerse. Ella probablemente esté viva en algún lado, pero no hay manera de que le importe.
—Vamos entonces, Señor Milo. Hablemos mientras tomamos té.
La mujer no espera una respuesta. Simplemente se gira y se interna todavía más en la mansión. Milo pone los ojos en blanco, pero la sigue de todos modos. Cuanto más rápido termine esto, mejor para él.
—¿El Santuario, eh? He oído cosas. La cuna de los guerreros atenienses. Muchos jovencitos que conozco amarían formar parte de sus filas. Dicen que sólo los puros de corazón pueden entrar; que combaten el mal y salvan personas heroicamente. ¡Qué envidia! Debe ser gratificante, ¿no? Tal vez quieras hablar con ellos. Llevarte alguno. Hay muchos niños dispuestos.
No es "gratificante" en lo absoluto. Milo recuerda desplomarse en un charco de su propia sangre cuando Aurus, su antecesor, lo presionó hasta el límite. Recuerda morderse a sí mismo para aliviar la fiebre del Escorpión debajo de su piel. Tiene pequeñas cicatrices que dan fe de ello; también recuerda asesinar a incontables personas solamente por creer en las mentiras de Ares.
Es un arma. Un asesino.
Esos jovencitos seguramente pecan de ingenuos al suponer que "es gratificante". Milo espera no tener que aclarar sus dudas.
—No estoy interesado en un aprendiz —responde con simpleza—. Además, como mínimo deberían mostrar una leve manifestación de cosmos, y dudo mucho que ese sea el caso. De lo contrario, lo sentiría.
Evarella se ríe.
—Ya me lo imaginaba —dice mientras se abre camino hacia una habitación amplia, pero relativamente modesta.
A simple vista, parece una sala de té directamente sacada de un cuento infantil: libros y muñecas por toda la habitación, y cortinas coloridas, aunque polvorientas, que decoran las ventanas. Algunas de las muñecas están sentadas en la gran mesa redonda, acompañadas por tazas de té y libros abiertos. Entonces, esto es lo que hace la anciana rica sin sirvientes todo el día sola en su casa.
Milo apenas escucha lo que dice, absorbiendo sólo lo que le parece más importante para su misión. Evarella camina de un lado a otro, parloteando animadamente mientras lo sienta junto a varias de sus muñecas, depositando frente a él una taza de té y un trozo de pastel, todo cuidadosamente servido en ostentosa porcelana.
—De seguro estás pensando "¿qué hace una anciana sola en una casa tan grande como esta, no?" —pregunta Evarella, sirviéndole más pastel.
—De hecho, me preguntaba cómo puedes vivir aquí. ¿Ves esas grietas en el techo? —él señala hacia arriba—. Eso no es sólo yeso que se cae, sino un techo que espera el momento adecuado para desplomarse sobre tu cabeza.
Evarella mira hacia arriba, curiosa, como si nunca se hubiera percatado de que el yeso estaba a punto de caerse.
—Ah, entonces era eso.
—Debe ser bastante doloroso en la temporada de lluvias, imagino —dice Milo.
Evarella se ríe.
—¿Se ofrece a arreglar este techo por mí, Señor?
—Bueno, parece que no tengo nada mejor que hacer. Además, debo estar aquí pase lo que pase. Arreglar el techo sería una manera de pasar el tiempo.
Milo no lo dice en voz alta, pero debe averiguar qué pasó con el anterior Caballero y la mejor manera que se le ocurre es convertirse en el empleado de esta anciana.
—¡Vaya! ¡Eres tan amable y valiente, justo como dicen las leyendas! Los chicos del pueblo estarán encantados contigo, sin duda. Honrarás a tu diosa con esta noble misión, ¿no es así? Qué hombre tan maravilloso. Ojalá todos fueran como tú. El honor, la justicia y el orgullo es algo que se suele olvidar en estos días. Me alegra que los Caballeros de Athena sigan tan firmes en sus convicciones. No decepcionan.
Eso suena claramente a adulación. Milo frunce el ceño.
—¿Has hecho esto antes?
—¿Hacer qué, hijo? ¿Pastel de calabaza? Te lo dije, es una receta familiar. ¿Quieres saber el secreto?
—No estoy hablando del pastel de calabaza. ¿Por qué haces esto, Evarella? ¿Qué pretendes ganar?
La taza de té, a centímetros de los labios de la mujer, se detiene a medio camino. Su expresión pasa de ser la de una dulce y despreocupada anciana a una completamente seria, triste, solemne. La facilidad con la que cambia sus estados de ánimo lo desconcierta. Por un momento, le recuerda a Saga y Kanon, pero prefiere guardárselo para sí mismo.
—Yo... no pretendo nada... ¿Cómo podría... ? Por supuesto que no. A nadie le importa... —sus ojos se llenan de lágrimas, las palabras abandonan sus labios lentamente, como el llanto de un niño perdido—. Y luego me dejan. Siempre. Nadie se queda por mis pasteles de calabaza. Corren y no puedo seguirlos —su mirada, aunque lejana, se encuentra con la de Milo—. Tú no me dejarás, ¿verdad, hijo? ¿Te quedarás conmigo y me ayudarás?
Milo no es bueno consolando a la gente. Se considera un hombre extremadamente cruel. Es frío y duro donde otros son cálidos.
—Veré qué puedo hacer —responde finalmente, y es lo único que se le ocurre decir, puesto que está demasiado cansado y abatido para consolar a esta anciana.
Y así, la mujer se anima, como si nunca hubiera llorado. Es francamente desconcertante.
—Maravilloso — dice con alegría, mordiendo un trozo del pastel de calabaza.
