Separadores que encontrarás en esta historia:

OOOOO - Concluye la introducción.

FFFFF - Cuando se narra un flashback o algo relacionado con el pasado de un personaje.

PPPPP - Cambio de escena. Ya sea que los mismos personajes estén en un ambiente diferente o que se relate una situación distinta, con otros personajes y en otro lugar.

SSSSS - Un personaje está soñando.


ANTES DE LEER ESTA HISTORIA... se debe concluir con el fic "Fragmento de mi corazón", el cual, ya puedes encontrar completo en mi perfil. Muchas gracias! :) Espero disfrutes esta nueva historia, saludos! nwn


Final imaginario del siglo XIX

En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.

Desde hace más de 200 años, la orden oscura, una organización independiente que se encarga de dar hogar a los ladrones de Europa, ha tenido la responsabilidad de reunir la inocencia para formar un artefacto conocido como "el corazón", pieza clave para evitar el despertar del Conde del milenio, quien yace dormido en un lugar desconocido hasta la fecha, bajo el sello del eterno anochecer.

OOOOO

La neblina acechaba en aquella noche de luna llena, ocultando cualquier presencia maligna que se manifestara en los alrededores. En la iglesia de la pequeña ciudad de Londres, Inglaterra, las campanas sonaron. Con el paso del inquietante sonido, los ciudadanos cerraron las puertas y las ventanas de sus casas. Nadie deambulaba a esas horas de la noche por las calles. Excepto un par de jóvenes, extraños en apariencia y aventureros por profesión.

18 y 15 años. Abrigos negros que portaban con orgullo una rosa plateada en el lugar donde sus corazones latían inquietos. Sus cabellos eran levantados por el paso del viento, al mismo tiempo que saltaban por los techos de diversas construcciones para llegar a su destino. Un arma con la forma de una gigantesca mano plateada de demonio, fue lo único que necesitaron para escabullirse al interior del museo regional, asegurándose de que los guardias nocturnos no fueran un estorbo en su misión.

Con cautela, corrieron por el lugar para encontrar el objeto que los buscadores de la orden oscura vieron en sus turnos de vigilancia. Observando noche tras noche los cambios en las obras artísticas del lugar y dando con un posible fenómeno provocado por la inocencia. De pronto, una luz roja llamó la atención del más joven, deteniendo a su compañero para indicarle el camino. A unos pasos de una pintura de la edad media, se encontraba la estatua de una mujer tallada en concreto.

En su cuello, el collar de cuerdas doradas, cuyo diamante era rojo carmesí, fue arrebatado por el mayor de los jóvenes, desencadenando por equivocación una serie de trampas manuales, las cuales, esquivaron sin muchas complicaciones. Con ello, también llamaron la atención de varios policías, quienes se dirigían al sitio montados en caballos. Bajo las órdenes de un inspector especializado, los hombres uniformados rodearon el lugar, con la esperanza de que los sospechosos no pudieran escapar.

El vigilante del museo salió, explicando la situación y dando por hecho que los jóvenes continuaban adentro. El inspector a cargo sonrió confiado, entrando al edificio con una pistola en mano y dos hombres bajo su servicio detrás de él. El vigilante iba con ellos, para asegurarse de que no destrozaran el lugar con su salvaje forma de resolver las cosas. Uno de los policías, vislumbró una sombra al final del tercer pasillo.

El grupo de hombres se dirigió a ese lugar, en absoluto silencio. Cuando llegaron, apuntaron con sus armas hacia la única parte de la habitación que era iluminada por la luz de la luna. Los jóvenes estaban bien escondidos, con los cuerpos encorvados y agachados detrás de unas antiguas estatuas provenientes de Egipto.

-¡Sabemos que están aquí! ¡Salgan inmediatamente! – exclamó el inspector con prepotencia.

El mayor de los muchachos gruñó por lo bajo. Del interior de su abrigo negro, sacó un objeto y se lo arrojó a los oficiales. Al impactarse con el suelo, explotó al instante y dejó escapar un humo con aroma a cebolla. Los oficiales quedaron aturdidos por el inesperado hedor a esa verdura.

Aprovechando la confusión, el muchacho sacó una espada, la agitó y destruyó parte de la pared que tenían en frente, saliendo del museo con su compañero y escapando de los policías que los esperaban en la puerta principal. Indignado por lo ocurrido, el inspector les ordenó a los otros oficiales que realizaran una búsqueda exhaustiva. Si era necesario, sería por toda la ciudad.

Cumpliendo con sus órdenes, los hombres montaron sus caballos y se dividieron en grupos para abarcar la mayor parte de las calles. Los jóvenes ladrones corrían a toda prisa, pisando charcos de agua, de una lluvia anterior, con las gruesas suelas de sus botas negras y analizando su entorno para encontrar un buen escondite.

Entre la densa neblina, un puente apareció. Al mayor de los muchachos se le ocurrió que ese sería el sitio indicado para "desaparecerse" de los sabuesos de los oficiales de Londres. Arrojó una bolsa que llevaba consigo, debajo de aquella construcción, y después, saltó a ese mismo lugar.

Su compañero lo siguió, no sin antes asegurarse de que los policías continuaban buscándolos. Y así fue. Luego de un par de minutos, los oficiales aparecieron, examinando el viejo puente y las casas restantes al final de la avenida. Montados en caballos con miradas frías que reflejaban cierta molestia, volvieron a dar vueltas por ahí para dar con los responsables del robo cometido en el museo regional de la ciudad.

Debajo del puente, sentados en un banqueta de concreto y viendo como el rio pasaba frente a ellos, los jóvenes aguantaron un par de risas, saliéndose con la suya y, de paso, humillar a los policías que intentaron atraparlos en su búsqueda de justicia. La oscuridad que los rodeaba no permitía que sus apariencias fueran reveladas ante otros, ni siquiera, ante la luna cubierta por nubes negras.

El dueño de la gran espada, un muchacho de cabello plateado, blandió la filosa hoja de su arma y activó un portal color negro, con estrellas y planetas distintos en su interior. El más chico de los jóvenes sonrió. Una vez más, la suerte había estado a su favor, permitiendo que su misión fuera cumplida con éxito y llevándose a su hogar un objeto de gran valor. Sin embargo, ellos no buscaban reunir dinero con esa mercancía. Su verdadero objetivo era extraer la posible "cosa" que había en ella.

Uno de los 108 trozos perdidos del "corazón" de la inocencia.

Después de atravesar el portal, terminaron en un lugar rodeado por un bosque. Encima de un acantilado se encontraba la orden oscura, una torre hecha de concreto donde solo se podían apreciar la gran cantidad de pisos y ventanas que tenía, desde el exterior.

La gente ordinaria no conocía muchos detalles sobre ese sitio. De lo que si estaban seguros, era de que se trataba del hogar de todos los ladrones del continente Europeo, por lo que, al darse a conocer como una organización delictiva, eran marginados por la sociedad en general.

Gracias a los cubos negros, materia con la que pueden invocar sus poderes mediante sus cuerpos o un arma especial, son capaces de llevar a cabo la búsqueda de los trozos de la inocencia.

La única esperanza para evitar el despertar del Conde del milenio.

Fin del capítulo.