Disclaimer: Los personajes de Naruto no son míos, son propiedad de Kishimoto. La historia tampoco me pertenece, es de El Reino y fue beteada por geekgir7.

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Virtud del Código Bushido: Honor

Al gran traidor de Konoha, Sasuke Uchiha, se le permitía salir de la aldea por primera vez en cuatro años. Sin embargo, el viaje no tenía mucho sabor a libertad, pues en su muñeca llevaba atado un pesado brazalete que le quitaba el chakra. Tampoco ayudaba mucho que le hubieran ordenado salir y realizar una humillante gira de buena voluntad. A Sasuke le gustaba evitar todas las tonterías superfluas e ir directamente al meollo del asunto. Que era el siguiente; lo estaban obligando a salir de su pueblo para ir a buscar el perdón de todos los líderes mundiales.

Resulta que había ofendido a un número importante de ellos. Atacar una cumbre era la forma más eficaz de hacerlo.

Sin embargo, el nuevo Hokage era optimista en que la gran gira de Sasuke tendría éxito. Sasuke lo dudaba. No tenía el carisma de Naruto ni su sobrenatural capacidad para convencer a cualquiera de que se pusiera de su lado.

Pero Naruto necesitaba demostrar que no tenía favoritos. Para esto, Sasuke sería un peón y solo lo haría por Naruto.

—¡Creo que veo la frontera! —gritó Tenten, tratando de entrecerrar los ojos por la nieve que soplaba.

Obstaculizados por la precipitación, Sasuke y sus acompañantes redujeron la velocidad. A estas alturas ya estaban usando chakra para no resbalar en un barrizal que los enterraría hasta la cintura. Lo ideal hubiera sido cavar una cueva en la nieve, pero, como señaló Kakashi, estaban en un país que no veía con buenos ojos a ningún ninja de Konoha. Sería peligroso quedarse allí más del tiempo necesario para cruzar al País del Hierro.

Sasuke sentía una rabia latente. No le importaban tanto sus compañeros. Tenten, al ser la portadora del Bashōsen, poseía una especie de renombre entre los entusiastas de las armas de todo el mundo. Kakashi, el antiguo Hokage, era conocido como el mejor diplomático disponible... Ambos eran más que suficientes para neutralizar a un debilitado Uchiha.

Flexionó la muñeca con irritación. Tenía gran control sobre sus habilidades, pero se sentía como un genin con sólo el chakra suficiente para canalizarlo hacia sus pies. Si se veían envueltos en una pelea, no sería capaz de activar su Rinnegan sin hundirse.

Kakashi dijo algo sólo medio segundo antes de que Sasuke levantara la cabeza.

—Entrando.

Fuera del blanco; manchas grises, negras y marrones se materializaron lentamente en el horizonte. Los shinobi de Konoha se dirigieron lentamente a ellos. Su punto de encuentro era un gran poste hecho de piedra. No podía distinguir los símbolos tallados en la superficie, pero Sasuke podía adivinarlos.

Sentados en los caballos más grandes que Sasuke había visto, había un grupo de seis samuráis con armadura de combate, que se alzaban imperiosamente sobre los recién llegados. Su chakra se elevaba lentamente como una advertencia. A su pesar, recordó las historias que le contaba su madre sobre fantasmas que vivían en la nieve y secuestraban a los niños errantes. Impresionante en su momento, pero Sasuke había olvidado cómo se sentía el miedo.

Eran humanos. Como él.

El que iba a la cabeza levantó lentamente una mano enguantada y se bajó la máscara para que su voz se oyera por encima del viento.

—Bienvenidos a la Tierra del Hierro. En nombre de Mifune-sama, seremos sus escoltas.

Tres samuráis se acercaron a su líder, guiando tres caballos sin jinete junto a ellos.

—Montaran —ordenó el líder antes de recolocar su máscara, cortando cualquier posibilidad de discutir con él.

Tenten hizo una mueca y Sasuke estuvo de acuerdo con ella. Había montado antes, pero había algo en los caballos con lo que todos los ninja parecían no estar de acuerdo. Cuando un ninja se acostumbraba a saltar por los árboles con su propia fuerza, cualquier otra cosa parecía equivocado.

—Se los agradecemos —Kakashi sonrió y se lanzó ágilmente a la silla de montar. La escarcha se congelaba lentamente en su máscara.

Sasuke se acercó a un caballo, observando los extraños cuadrados de madera sujetos a sus cascos. Se dio cuenta de que eran raquetas de nieve. Subiendo, trató de tomar las riendas, pero se las quitaron y el samurái que las agarraba condujo a los dos caballos. Sasuke apretó los muslos para mantenerse en la silla y sin algo a lo que agarrarse, se agarró a la montura.

Indignado, miró a Tenten y a Kakashi sólo para ver que estaban recibiendo el mismo trato. Eso no le impidió enviar una mirada en dirección a la persona que estaba a su lado. Inesperadamente, el samurái lo miraba fijamente, con la suficiente audacia como para que Sasuke viera que había algo extraño en su máscara. El guerrero levantó la barbilla en señal de desafío antes de girarse al frente.

El caballo que llevaba a Sasuke se puso en movimiento antes de que éste se diera cuenta. La máscara de este samurái no tenía agujeros para los ojos.

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El grupo se abrió paso con cuidado sobre la nieve. Si caían en un ventisquero aquí, nunca recuperarían los caballos. Pero los animales parecían conocer el camino, eligiendo puntos de apoyo que Sasuke no podía creer que fueran más estables que los demás.

Al frente del grupo, el líder, les era visible sólo por la capa rojiza de pieles de animales que llevaba, guiaba con firmeza el camino. Los ninja de Konoha y sus acompañantes les seguían. Detrás de ellos, el resto del grupo se desplegaba en formación defensiva.

Estratégicamente, si Sasuke quisiera huir, sería realmente difícil. Sin embargo, él no era de los que huyen ante la adversidad. Esta supuesta dificultad, vadear una tormenta de nieve para hablar bien con un diplomático, no era nada después de haber entrenado durante años bajo las órdenes de Orochimaru y de su penitencia de dos años en Konoha.

El líder levantó un puño y la caravana se detuvo. Aparentemente de la nada, una extensión gris se materializó entre la bruma blanca. Sasuke lo reconoció, era la ciudad amurallada de los samuráis.

Sin embargo, la ciudad era más un complejo que otra cosa. Si tuviera que describirla a los demás, diría que era una ciudad dentro de una caja. Todo, desde los edificios hasta el mercado y los establos, estaba encerrado en una jaula de hierro.

Las puertas delanteras se abrieron lentamente y Sasuke tomó una última y anhelante bocanada de aire fresco antes de dirigirse al recinto.

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Después de dejar los caballos en los establos, cinco de los samuráis que formaban parte de su grupo, incluido el de la capa, escoltaron a los ninja a través de un laberinto de túneles metálicos y ascensores chirriantes hasta que estuvieron en las entrañas del complejo. El líder les informó que se encontraban en la zona residencial y pronto los suelos de madera sustituyeron al hormigón. No tenían puertas de papel, sino que en su lugar había unas de cristal esmerilado.

Los ninja de Konoha fueron escoltados a un conjunto de habitaciones, con un baño, una habitación privada para Tenten y otra para que Sasuke y Kakashi compartieran. Les dieron una hora para prepararse y luego los encerraron por fuera.

Kakashi se tiró en los tatamis junto a un calentador eléctrico en forma de linterna y suspiró.

—Acogedor.

Tenten inspeccionó un gran helecho en la otra esquina.

—Al menos esta cosa es de verdad. Seguro que ayuda a filtrar el aire.

Sasuke no deseaba otra cosa que una ducha caliente para olvidar el frío, pero se conformó con atender las necesidades básicas. Se dirigió a la puerta.

—Iré primero al baño.

—¿Quieres que te prepare el kimono? —dijo Kakashi, burlándose.

Sasuke resopló y cerró la puerta tras de sí.

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Los tres ninja de Konoha se arrodillaron frente a Mifune. El líder samurái estaba libre de un título oficial y también se negaba a tener lujos. Su sala de reuniones se agolpaba en los borrosos recuerdos de Sasuke. Un gran tapiz que representaba el País del Hierro colgaba detrás de una silla de respaldo alto. El estrado sobre el que se asentaba era lo suficientemente alto como para que Mifune pudiera mirar a su audiencia, pero no lo suficiente como para tener que estirar el cuello para hacerlo. A su izquierda había una pequeña mesa en la que había un pergamino y un vaso de agua. Su katana estaba sobre su regazo, como una víbora dormida. La luz que entraba por el cavernoso techo proyectaba una dura sombra en su rostro.

Simple, pero eficaz para transmitir poder.

Sasuke se inclinó lo suficiente como para dejar que su flequillo rozara el suelo antes de sentarse sobre el cojín que le habían proporcionado. Detrás de él, Tenten también se arrodilló. El lugar de Kakashi estaba junto al de Sasuke, pero el ex Hokage aprovechó su condición y se sentó encorvado y con las piernas cruzadas, apoyando el codo en su rodilla.

—Por mucho que respete y comprenda la importancia de la paz —Mifune comenzó—, estoy en mi derecho de exigir tu decapitación.

Sasuke inhaló profundamente. La regulación de su respiración ayudaba a frenar la cantidad de chakra que el brazalete le estaba succionando. Lo último que quería era desmayarse en medio de la discusión solo porque sus emociones hacían que el grillete se volviera loco.

—He descubierto que las disculpas son huecas —afirmó Sasuke—. Nada de lo que diga traerá de vuelta a tus samurái. Y no fingiré que los veía como algo más que un medio para un fin.

Hizo una pausa. Mifune era un guerrero menos propenso a tomar decisiones basadas en la emoción. Esto era mucho más fácil que intentar razonar con el Raikage. Mifune podría entenderlo mejor.

Así que Sasuke continuó.

—He estado pagando una penitencia en Konoha. Pero tú y tu comunidad también merecen algo. Ofrezco una parte de mi fortuna familiar para distribuirla entre las familias de las víctimas.

Mifune enarcó una ceja.

—¿Sólo una parte?

Sasuke optó por la honestidad descarada.

—No eres la única persona a la que he cabreado.

Mifune soltó un bufido divertido. Se inclinó hacia adelante como si estuviera disfrutando de esto.

—Dime, último Uchiha. ¿Qué pidió el Raikage?

Sasuke no vio ningún sentido en mentir.

—Mi otro brazo. O el Rinnegan.

—¿Y el Tsuchikage?

—El Rinnegan.

—Hmm —tarareó Mifune—. ¿Y cuándo fue la última vez que usaste el Rinnegan?

—Hace dos años. Desde entonces estoy encadenado.

—Sí, me he dado cuenta. Siempre me enorgullece ver que nuestra tecnología es utilizada por otras naciones.

Sasuke sintió que su rabia se disparaba y supo que estaban disfrutando con su sufrimiento. Probablemente Mifune quería que Sasuke se viera abrumado por el drenaje de chakra. Para humillar al arrogante vengador.

Las preguntas llegaban ahora con rapidez. Sasuke lo agradecía. Estaba cansado de dar vueltas en las mismas cosas.

—¿Por qué has vuelto a Konoha? —preguntó el samurái.

—Naruto me lo pidió. Mi hermano también lo deseaba —respondió Sasuke.

—¿Todavía quieres destruir la aldea?

—No.

—¿Todavía quieres ser Hokage?

—No.

—¿Cuáles son tus planes ahora?

—Serviré a mi aldea lo mejor que pueda.

Mifune inclinó la cabeza hacia un lado.

—¿Y qué significa eso realmente?

Sasuke se encogió de hombros. Ahora podía hacer literalmente cualquier cosa, incluso con la riqueza de su familia agotada.

—Hmm, ya veo —Mifune se echó hacia atrás. Estaba claro que había terminado de hablar. Tal vez ya había tomado una decisión antes de que la conversación comenzara—. Consideraremos tu oferta, Uchiha. Serás convocado para que tengas tu respuesta.

—Una última cosa —Sasuke dijo. Podía sentir el peso de las miradas de sus compañeros. Esto no estaba en el guion.

Sasuke metió la mano en la manga de su haori y apoyó la palma de la mano en un pequeño sello escondido justo donde terminaba su brazo. Le quedaba el chakra suficiente para activarlo. Naruto se aseguró de ello. Un pergamino se materializó y lo sacó para presentarlo en su mano extendida. No era un arma, por lo que Kakashi y Tenten se relajaron, pero los guardias de Mifune aún mantenían el agarre de sus espadas.

Levantó el recado como una ofrenda.

—Un mensaje de Naruto —entonó Sasuke. Sabía que los guardias estaban confundidos de que hubiera ofrecido como un mensajero, pero no se sorprendieron precisamente de que Naruto pusiera al Uchiha a hacer esto.

Mifune intercambió una mirada con Kakashi antes de asentir a su guardia. El samurái arrebató el pergamino antes de volver a su puesto.

—¿Algo más? —preguntó Mifune—. ¿No? Entonces puedes retirarte.

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El equipo descansaba en la sala principal. Tenten se ocupaba de afilar un kunai, Kakashi de leer su libro y Sasuke se limitaba a tumbarse en el tatami y mirar el techo.

Con su mano detrás de la cabeza, parecía que estaba holgazaneando. Pero en realidad, estaba haciendo circular cuidadosamente el flujo de chakra por su cuerpo. Sin esta práctica, el chakra a veces se acumulaba en ciertos puntos. Esta vez, estaba prestando cuidadosa atención a sus entumecidos dedos de los pies y de las manos.

—Así que... —comenzó Tenten sin levantar la vista de su tarea—. ¿Qué había en el pergamino?

Sasuke no se inmutó. En cambio, cerró los ojos.

—No lo leí.

Abandonó toda pretensión y bajó su arma.

—¿Pero por qué no? De todas las personas, pensé que serías la que menos problemas tendría para hurgar en el correo de Naruto.

Su respuesta fue más seca que el desierto de Suna.

—Estoy reformado.

Kakashi resopló tras las páginas.

—Ojalá todos los antiguos terroristas fueran como tú —suspiró con nostalgia.

—Soy único en mi especie.

—Eso es lo que eres —dijo Tenten con sarcasmo. Ella resopló—. Conociendo a Naruto, literalmente cualquier cosa podría estar escrita en ese pergamino. Podrían ser secretos de estado o Naruto podría estar preguntando por el clima.

Las páginas del libro de Kakashi crujieron suavemente al ser cambiadas.

—Sería una mala práctica el confiar a Sasuke secretos de estado. Tendría que ser algo importante. Lo suficientemente simbólico como para demostrar que el Hokage confía personalmente en Sasuke, pero no con una información que pudiera comprometer la seguridad de la aldea.

—¿Y qué sería eso? —incitó Tenten.

Kakashi tarareó, evidentemente, dando rodeos. Le gustaba tener toda la atención cuando se trataba de cualquier tipo de cotilleo.

—Sólo puedo pensar que es el asunto de los Hyūga.

Sasuke abrió un ojo y Tenten frunció las cejas.

—¿Qué sucedió?

—Ahh... —Kakashi suspiró—. Qué pena que las nuevas generaciones no tengan conocimientos de historia.

Sasuke abrió completamente los ojos sólo para poder ponerlos en blanco.

—Neji fue mi compañero de equipo genin, pero nunca hablamos de su familia. Solo sé que fue adoptado por la rama principal —musitó Tenten.

—Fue adoptado por la familia principal porque el heredero original fue desterrado. Aquí —Kakashi dijo con entusiasmo.

—¡Desterrado! —exclamó Tenten—. ¿Qué hizo él?

Ella fue secuestrada por un ninja de la Nube. El ninja fue asesinado y como restitución, la Nube exigió que fuera ejecutada. En cambio, el Hokage negoció para que fuera repudiada y enviada aquí —por el tono de voz de Kakashi, estaba disfrutando de ser el narrador.

Obviamente, Tenten estaba cayendo en el anzuelo de Kakashi. Ella jadeó.

—Oh no, ¿qué edad tenía?

—Hmm... Era pequeña. ¿Tres? ¿Cuatro?

—¡Ha vivido toda su vida aquí! ¿Qué podría estar preguntando Naruto en su nombre?

Hubo una pausa y Kakashi sonó mucho más apagado cuando habló.

—Tal vez esté preguntando por ella —Sasuke pudo sentir como las miradas caían sobre él—. Nuestro Hokage tiene la costumbre de rescatar a los niños perdidos de Konoha.

Sasuke se puso de lado para darles la espalda.

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Resulta que Kakashi tenía toda la razón. No era de extrañar, teniendo en cuenta que como antiguo Hokage, Kakashi conocía íntimamente los oscuros secretos de Konoha. Sasuke se preguntó si Kakashi también había intentado pedir el regreso de la Hyūga.

Cuando el trío regresó a la sala de reuniones, un samurái estaba arrodillado frente al asiento de Mifune, como un vasallo fiel se arrodillaría frente a su amo. Sasuke no tardó en darse cuenta de que se trataba de la persona que usaba la máscara sin los agujeros. Intentó obtener una lectura de su chakra, pero no pudo. Sospechaba que la armadura hacía algo para bloquearlo.

—Has venido afirmando que me vas a dar una restitución, pero pides a uno de mis ciudadanos más valiosos —retumbó Mifune.

—Estas dos cosas no están relacionadas —murmuró Sasuke, sin fingir que no se daba cuenta de la situación—. Sólo tuve mis sospechas una vez que entregué el pergamino.

—¿Y por qué debería entregártela? —se burló Mifune—. Ya está, no tiene clan. Una marginada. Aquí, tiene un propósito como samurái.

Con los ojos entrecerrados, Sasuke sólo pudo mirar. Los paralelismos entre él y esa mujer eran ridículamente obvios incluso para él.

—Naruto colecciona vagabundos.

Mifune se rio y el sonido resonó en la gran sala. La fuerza de la carcajada lanzó la parte superior de su cuerpo hacia delante y apoyó la mayor parte de su peso en un brazo.

—¿Qué dices, Hinata? ¿Estás dispuesta a volver a la Tierra del Fuego? —Mifune se rio.

La samurái se puso de rodillas, de modo que ahora estaba de cara al señor. Se inclinó con la placa de la frente tocando sus manos enguantadas. El respirador filtraba su voz, haciéndola parecer sin género.

—Iré a donde me envíe, general.

Su voz se suavizó un poco. Sólo un poco.

—Entonces me complacería enviarte a casa.

—Sí, señor.

Mifune se levantó.

—En cuanto a ti, Uchiha, he aceptado tus condiciones.

Otro guardia samurái corrió a entregar un pergamino. Kakashi lo aceptó antes de abrirlo y leer su contenido.

—Sólo he añadido una condición —Mifune continuó—. Debes salvaguardar a Hinata como no respetaste la vida de mis hombres. Si permites que le hagan algún daño, nuestro acuerdo quedará anulado e iré por tu cabeza.

Sasuke miró a Kakashi y él asintió. Sasuke aceptó el pergamino y se mordió el pulgar con la suficiente fuerza como para extraer sangre. Pasando el líquido por el lugar correcto, selló el trato.

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Cuando llegaron a las puertas principales con sus caballos, un gran grupo de samuráis los rodeó. El grupo era mucho más numeroso que el anterior. La razón quedó clara una vez que el grupo se separó y una solitaria mujer condujo una yegua a través del hueco.

Sasuke se tomó el tiempo para inspeccionar a la chica a la que ahora estaba atado. Era mucho más baja y delgada de lo que sugería su armadura. Sasuke se preguntaba cuán gruesas eran. Su cabello era largo y se balanceaba detrás de ella. Un sedoso velo negro le tapaba el rostro hasta las fosas nasales, se ajustaba en la coronilla y caía en cascada sobre su cabello. Llevaba una naginata atada a la espalda con un cinturón de cuero, pero no se veía ninguna otra arma o armadura. Iba vestida con sencillez y para el clima cálido. Envuelta en pieles, tenía un aspecto más misterioso.

Probablemente también es muy exigente, resopló mentalmente Sasuke.

Otros dos samuráis la flanqueaban, siendo uno de ellos el de la capa de pieles. A diferencia de ella, llevaban una armadura completa.

—Nuestro general nos ha ofrecido estos caballos, a mi compañero y a mí como escoltas —el hombre de la capa le dijo a Kakashi—. Te acompañaremos hasta tu aldea.

—Aaa, que amable —sorteó Kakashi, sabiendo perfectamente que la escolta no era para los ninja—. Bueno, yo soy Kakashi.

—¡Yo soy Tenten! —chistó la mujer en cuestión, saludando—. Y él es Sasuke.

Sasuke suspiró.

El líder inclinó la cabeza.

—Yo soy Arata y este es Kouki —luego señaló a la mujer que estaba a su lado—. Ella es Hinata-sama.

Ella se inclinó.

—Es un placer conocerla —dijo con voz airosa—. Espero podamos hacernos amigos.

Aquello tomó a todos los ninja por sorpresa, incluso a Sasuke. Kakashi bajó su libro, esta vez era una obra literaria normal. Tenten tartamudeó una respuesta cortés. Sasuke parpadeó. Su voz era extremadamente diferente a la robótica de antes.

Incluso a través del filtro, Arata reía divertido.

—¿Están listos para partir?

Sasuke esperó a que Tenten montara en su caballo y tomara la delantera. Kouki le siguió, luego Hinata, Sasuke, Kakashi y Arata tomó la retaguardia. La multitud se apretujaba, colocando los puños sobre sus corazones al paso de Hinata o acercándose para entregarle regalos. Había tanto samuráis como civiles. Le entregaban lo que a Sasuke le pereció basura sin sentido. Le daban flores secas u hojas de un intenso verde, mandarinas, incluso uno o dos niños le dieron trozos de papel doblado. Ella asintió con cada regalo, metiéndolos cuidadosamente en una bolsa con cordón que tenía a su lado.

Sasuke frunció el ceño.

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Si Kakashi seguía ojeando su libro con mirada cómplice, Sasuke gruñó, iba a prenderle fuego.

Habían querido evitar cavar una cueva de nieve para los caballos, así que habían avanzado durante la noche hasta encontrar una pequeña aldea con una única posada. Al parecer, los samuráis conocían íntimamente el lugar y los propietarios los habían aceptado con gusto a pesar de lo avanzado de la hora.

El resto del grupo seguía en el comedor, intentando calentarse junto a la hoguera. Sin embargo, Sasuke había decidido acostarse y alguien debía acompañarlo. Sus habitaciones estaban separadas por sexos, debido a la insistencia del posadero, por lo que Sasuke y Kakashi tenían cierta intimidad.

Kakashi quería charlar.

—¿Qué? —espetó Sasuke.

Se sentó en el futón y trató de hacer algunos ejercicios de respiración antes de acostarse. Esta vez le resulto difícil. El viaje lo había fatigado más de lo que quería admitir. Esta debilidad suya lo ponía enfermo.

Aparentemente cansado de ser tímido, Kakashi habló.

—¿Sabes que acabas de reclamar la responsabilidad sobre Hinata?

Sasuke resopló.

—¿Crees que Naruto me habría dejado irme sin ella? Ahora es su problema.

Kakashi pasó una página, aparentemente desinteresado en esta conversación.

—Pero es tu nombre el que figura en los documentos legales. Si le pasa algo... Mifune querrá que te cuelguen.

—No sería la primera vez— Sasuke respondió encogiéndose de hombros.

—Tendrás que asegurarte de que pueda adaptarse —continuó Kakashi con voz cantarina—. Que tenga un buen trabajo, que esté razonablemente contenta, que se case con una persona decente...

—Te estás inventando eso —siseó Sasuke.

El ex Hokage decidió continuar.

—Por mucho que te burles de Naruto, no es el único que recoge a los descarriados.

Sasuke finalmente miró a Kakashi.

—¿Has recibido alguna noticia sobre Jūgo?

Kakashi se encontró con la mirada de Sasuke.

—Tsunade dice que le va bien en el psiquiátrico. Sus nuevos mecanismos de afrontamiento están funcionando. Están pensando en dejarle ir a casa pronto.

Sasuke miró las tablas de madera del suelo justo al lado de su manta. Se había sorprendido cuando Konoha dejó que Jūgo se quedara. Y aún más cuando Jūgo pidió que hicieran experimentos con él, para ver si podían ayudarle a controlar sus ataques de ira. Durante dos años, sólo se les había permitido verse en breves visitas y en las entrañas de T&I. Cuando trasladaron a Jūgo al hospital, Sasuke se había sentido aliviado. El T&I se parecía demasiado a los escondites de Orochimaru.

Mientras esperaba a que Jūgo se recuperara, Sasuke había vaciado su antigua casa, asegurándose de que todo signo de su familia estuviera escondido o quemado. La casa era demasiado grande para él, pero tener a otra persona allí seguramente ayudaría a ahuyentar a algunas de las persistentes sombras.

—Jūgo tendrá un espacio para cuando esté preparado para salir —dijo Sasuke con sencillez.

La mirada de Kakashi se detuvo en Sasuke durante mucho tiempo.

—Ahora eres responsable de dos personas —indicó en un raro momento de seriedad.

El mensaje tácito era claro. "No la cages."

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Notas: ¡Hola! ¿Cómo están? Pues sí, la que dijo que ya estaba pensando en retirarse volvió con una nueva historia. Porque ajá, no tengo autocontrol. Esta vez El Reino, me cautivo con esta obra de arte. Realmente espero que les guste la historia, en lo personal, a mí me emociona muchísimo ver a una Hinata toda fuerte y empoderada.

Cuídense mucho y nos estamos leyendo en próximas actualizaciones.

Naoko Ichigo