Una nueva entrega de esta historia, lamento la tardanza, pero espero que les guste.


14. Malas noticias

Spitfire me había dejado un recado con Derpy: El periódico dejaría de imprimirse. Para aclararme cualquier duda, debía ir a buscarla a su casa, y eso fue lo que hice.

No obstante, durante mi camino pude ver que muchos establecimientos, departamentos y casas habían sido desalojados, y algunos de esos, estaban siendo ocupados por nuevas familias. Esto no tendría nada significativo, de no ser porque esas familias no eran pegasos y se escuchaba esa pretenciosa voz de alguien de Canterlot.

Estoy segura de que esto tiene un nombre, pero no puedo recordarlo ahora, tengo mucho en qué pensar para preocuparme por esto. Las cosas cambiarán, estoy segura, pero debo darme prisa para empezar esta batalla.

—Hola —saludó Laysip al llegar.

Spitfire sólo la miró por algunos segundos antes de darle la espalda y seguir su camino hacia su casa; se habían encontrado en la calle, y la pegaso naranja llevaba cargando varias cajas de cartón vacías.

—Derpy me dio tu recado —volvió a hablar Laysip.

—Le dejé ese recado hace cuatro días, no esperaba que tardaras tanto en llegar, ¿dónde estuviste?

—En el tren hacia Ponyville, cuando se descarriló.

Esto llamó la atención de Spitfire, quien la volteó a ver mostrando auténtica preocupación por ella. Por un segundo Laysip se sintió aliviada de ver otra vez esa chispa en la mirada de su amiga, quien la escudriñaba con los ojos para luego negar con aspecto angustiado al ver sus vendajes en el tórax.

—Al menos hubieras mandando una carta, estaba muy preocupada por ti. No dejaste ningún mensaje, sólo le dijiste a Derpy que saliste con rumbo a Canterlot.

—Sí, sobre eso…

Y entonces Spitfire entendió todo, por lo que no pudo evitar suspirar con cansancio debido a las acciones de Laysip. Cuando llegaron a su hogar, fueron a sentarse en la mesa del comedor, lo cual era una de las pocas cosas que no habían sido empacadas.

—No me digas que te desalojaron también —preguntó Laysip, temiendo lo peor.

—No —contestó la otra de modo tajante—, pero me hicieron una oferta que no puedo rechazar. Me alcanzará para vivir en tierra, supongo, luego no sé qué voy a hacer.

—¿Por eso cerraste el periódico? ¿Qué pasó con Soarin y los demás? ¿Los corriste así como si nada?

—En teoría, seguimos trabajando. La renta del edificio la pagamos hasta fin de mes, lo cual es en una semana, pero ya no valía la pena seguir ahí. Les pedí a los muchachos que sacaran sus cosas, nos hicimos cartas de recomendación y comimos todos juntos, todos te extrañamos en la reunión, fue triste y divertido al mismo tiempo.

Spitfire le dio un vaso con refresco y puso algunas papitas fritas en un tazón para botanear un rato; aquellas palabras sacudieron a Laysip como si un viento gélido le hubiera pasado por la nunca. Mientras ella se tomaba una de las píldoras para el dolor, Spitfire le entregó tres sobres que puso sobre la mesa.

—El cheque por tu tiempo trabajado, una carta de recomendación firmada por mí y otra por Soarin.

—¿Ya sacaron las imprentas? ¿Se agotó el último tiraje?

—Sí, se agotó, pero eso ya no importa.

—¡Claro que importa! ¿No lo ves? Estamos muy cerca de llegar a la verdad, a lo que está sucediendo frente a nuestras narices.

—Laysip, se terminó —dijo Spitfire—. No sé lo que estás investigando, pero ya déjalo. Nuestro periódico se iría a la quiebra tarde o temprano, porque no se lo pensaba vender a la Princesa Cadence. Es lo único que puedo hacer, no mentiré para ella, pero tampoco voy a meterme en su camino. Y te recomiendo hacer lo mismo.

Laysip gritó con furia, arrojando los sobres en la mesa y espantando a su compañera.

—¡Mierda! ¿No estás harta de tener miedo? ¿Harta de que ese miedo nos impida hacer lo que debemos hacer? —la mirada de decepción y vergüenza de Spitfire fue lo que Laysip necesitó para saber que estaba por buen camino—. Se lo debemos a Fleetfoot, a todos los que están siendo afectados por la locura de Celestia y Luna. Se lo debemos a quienes les arruinaron la vida mandándolos a la calle, quitándoles lo que todo lo que tienen.

—No quiero perder a nadie más —por fin salieron las lágrimas de ella, conmoviendo a Laysip cuando le sujetó el casco—. No puedo perderte al igual que ella, quieren iniciar una guerra que es imposible que ganen, ¿no lo entiendes?

—No, tú no entiendes —Laysip también le sujetó el casco—. No estamos solas, ya no. Allá afuera hay más, y nos ayudarán, pero debemos lanzar la primera estocada. Se están confiando, no esperarán el primer golpe. No de nuestra parte.

Hubo un largo silencio, Spitfire no paraba de gimotear, y viendo que no contestaba, Laysip agarró los sobres. Tal vez su exjefa pensó que le haría caso, pero en cambio, Laysip los volvió a poner en su lugar.

—Muy bien, lo haré yo misma.

—No, lo haremos juntos.

Las dos regresaron al periódico, no sin pedirle ayuda a Soarin y Derpy, ya que Laysip quería que fuera con toda la discreción posible. Se reunieron pasadas las diez de la noche, siendo cubiertos por el anonimato de la noche.

—Pensé que no haríamos otro tiraje —expresó el pegaso.

—Laysip es muy persuasiva —le contestó Spitfire—. No puedo creer las asquerosidades que están haciendo en Canterlot. No hay ninguno de esos ponys que no sea un jodido enfermo.

—Y por eso debemos enseñarles una lección —dijo Laysip—. Subestimaron demasiado de lo que es capaz un pony. Y si lo que vi en Ponyville está sucediendo en toda Equestria, será cuestión de tiempo para que todo su castillo de naipes se caiga.

—¿Cuántos periódicos haremos? —preguntó Derpy.

—Todo el papel que nos quede —dijo Spitfire—. No habrá secciones de moda, ni chistes o tiras cómicas. Le daremos cobertura total a toda la investigación de Laysip. Me tomé la libertad de seleccionar las mejores fotos de estos idiotas haciendo todo lo que no deben.

—Las peores, dirás —contestaba Soarin mirando con asco la matanza en aquella Gala que el changeling Thorax le contó a Laysip unos meses atrás.

El primer periódico salió de la imprenta, no eran nada menos que seis hojas a doble espacio, en total doce páginas con toda la verdad de lo que ocurría en Canterlot, aunque de forma resumida, pero con las fotos para probar que decían la verdad; el papel caliente hizo sonreír a Laysip, y la hizo sentir tan poderosa como nunca se había sentido.

Estaban dispuestos a seguir trabajando cuando unos golpes en la puerta los hicieron ponerse en alerta. Spitfire les ordenó que fueran a esconderse mientras ella abría la puerta; hubo algunos segundos de incertidumbre donde Laysip podía escuchar los latidos de su corazón por la adrenalina que corría por sus venas, hasta que la voz de la yegua que hablaba con Spitfire le pareció muy conocida. Cuando salió de su escondite su mirada rápidamente se topó con la de Trixie, que cargaba algunas cajas en su lomo.

—Sabía que te encontraría aquí, reportera —le dijo Trixie—. No pensé que fueras a darte a conocer tan rápido, pero creo que no hay de otra, ¿verdad?

—Me sorprende verte aquí, ¿qué está sucediendo en Canterlot?

—Nada muy alentador —le contestó—. Traigo noticias de Algodón de azúcar, venía a dártelas antes de que empezaras a imprimir tu periódico, pero creo que llegué tarde.

—Wow, ¿qué noticias?

—Los huesos —le contestó sabiendo a qué se refería—. Están directamente conectados por "El Pozo". Celestia dejó caer una de sus joyas dentro, y fue recuperada por los mineros.

—¿Quieres decir que…?

—Sí, todos esos huesos provienen de Canterlot. No sabemos con qué fin.

Mientras los pegasos deliberaban qué hacer con esta nueva información, Trixie tomó el primer periódico que imprimieron, silbando con admiración al ver todo el contenido.

—No te andabas por las ramas, ¿eh? Me lo llevaré, esto acabará con su reputación en Canterlot.

—¿Crees que sea bueno agregar esto?

—No, al final las cosas se saben. Esto no importa por el momento, debemos centrarnos en lo que ya tenemos. Por favor, procedan con cuidado, ¿entendido?

—¿Reimprimirás el periódico? ¿Así lo harás saber?

—Bueno, es mejor agitar las aguas tanto como podamos. Nos reuniremos de nuevo en tres días, después de hacer esto, te recomiendo que nos presentes a la "fuerza" de la que nos hablaste, porque la vamos a necesitar.

Dicho eso, Trixie sujetó su amuleto y desapareció frente a la mirada de todos, siendo Spitfire la que más sorprendida se veía, y esto no pasó por alto para Laysip, quien le sonrió de forma confiada tras ver con la seguridad con la que le habló a aquella unicornio.

—Te tenías muy guardado todo esto, Laysip.

—Tuve que hacerlo, te hubieras opuesto totalmente, ¿no?

Spitfire no dijo nada, simplemente siguieron trabajando en imprimir los demás periódicos, dando un total de más de mil de ellos que fueron repartidos por Soarin en cuanto Derpy los envolvía. Y una vez que terminaron en la madrugada, partieron rumbo a sus hogares, a la espera de lo que vendría en los próximos días.

Debo decir que después de hacer esto me sentí terriblemente ansiosa, y los analgésicos me ayudaban con esto también, pero debí aumentar a tomarme tres cada que lo necesitaba. Sabía que no se quedarían con los brazos cruzados, claro que tomarían represalias, y esperaba que sólo fueran conmigo; esta idea me mantenía más calmada, pero al menos quería dejarle a Yona una constancia de lo que sucedería.

Twilight me contó que tenía sueños, que nos veía siendo buenas amigas, pero dudo de esto. Ahora dudo de todo, cualquiera lo haría en mi caso, ¿no lo crees? Hubiera esperado cualquier cosa, pero no lo que pasaría con todo este asunto.

Ellas también atacarían, estaba segura, y estaba preparada para morir. No me sentía triste, de algún modo esta idea me hacía feliz, aunque me dolía dejar atrás a Derpy. Algunas cosas implican sacrificios, estoy segura de que ella lo entendería, quizás algún día, y luego nos reuniríamos otra vez para volver a ser amigas.

Escuché que hay vida después de la muerte. Si la hay, espero que sea mejor que esta. Estoy preparada.