Disclaimer: South Park es propiedad de Matt Stone y Trey Parker. Los Mitos de Cthulhu son propiedad de H. P. Lovecraft y los miembros del Círculo Lovecraft.
Universo Loveraft-Park
Tras la huella de los dioses
Capítulo 4
«La vida es algo espantoso; y desde el trasfondo de lo que conocemos de ella asoman indicios demoníacos que la vuelven a veces infinitamente más espantosa.»
—H. P. Lovecraft, Hechos tocantes al difunto Arthur Jermyn y su familia
Kenny había sentido la muerte muchas veces: decapitado, electrocutado, atropellado, fusilado, desmembrado, aplastado por objetos pesados, devorado por bestias. Joder, incluso muertes que no tenían el menor sentido, por ejemplo, morir de un ataque de risa. Sin embargo, nunca había experimentado una muerte como aquella.
Esa cosa con forma de pulpo, de consistencia gelatinosa y con ventosas que al parecer ocultaban pequeños aguijones capaces de traspasar la tela para llegar a la piel, le estaba, literalmente, dejando seco.
Un intenso dolor atravesó su cuerpo, mientras esa cosa sorbía todos los fluidos de su cuerpo. La negrura lo envolvió y deseó que terminara pronto, aunque le parecía que esa cosa estaba tardando más de lo debido en matarle, como si se tomara el tiempo para saborear su comida.
Cuando finalmente la muerte se dio, no tuvo la visión normal de una luz intensa que comúnmente veía antes de morir. Lo único que había era oscuridad. Su alma flotaba en un mar de negrura infinita. Allí, cerca de él, podía sentir otras presencias. Las tinieblas no le permitían ver nada, solamente una oscuridad sofocante que parecía extenderse infinitamente. En determinado momento, fue consciente de que no estaba solo. Algo, viscoso, con tentáculos, se movía cerca de él. En cierto momento sintió como esa cosa, o cosas, rozaban su rostro.
Cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza. Podía escuchar una música de flautas. Una música que no pertenecía al mundo terrenal, ni a ningún otro plano en el que hubiera estado en el pasado. Hipnóticas, extrañas, así eran aquellas notas. De pronto se percató de que a las notas de la flauta se sumaba el rítmico sonido de unos tambores. Se sintió adormecido, mientras uno de aquellos tentáculos babosos le abrazaba. Se relajó en la oscuridad, mientras esa cosa comenzaba a arrullarlo, de una manera casi maternal.
Entonces, cuando estaba a punto de quedarse dormido, escuchó a lo lejos una voz que retumbaba con una potencia casi divina. Aquella voz, hablando en un idioma desconocido, hizo callar el sonido hipnótico de las flautas y los tambores. Luego de eso, la cosa con tentáculos lo soltó. Dejó de flotar en la oscuridad, ahora estaba cayendo. Su boca se abrió en el rictus de un gritó que, sin embargo, nunca escapó de su garganta.
A su alrededor, la oscuridad comenzó a cambiar. La negrura que le rodeaba comenzó a teñirse de un color extraño, como un tono leve de rosa, que lentamente empezó a cambiar a violeta. Su caída se detuvo. Ahora flotaba nuevamente, en medio de aquel gas extraño de color violeta.
—Hueles a Shub-Niggurath —escuchó una voz. Extrañamente, Kenny supo que era ese gas extraño el que hablaba.
—¿Qué eres? —preguntó. De su boca no salió sonido alguno, pero sus pensamientos, formando las palabras en su mente, fueron suficientes para que aquel ser creado del gas le entendiera.
—Yo soy el gas S'ngac. Morador de los vacíos finales de más allá del espacio.
—¿Esto no es el limbo, el cielo o el infierno?
A Kenny le pareció que de no haber sido un gas aquel ser llamado S'ngac habría negado con la cabeza.
—Te encuentras más allá de esos planos. De hecho, has tenido suerte: Nodens, el Gran Señor del Abismo, últimamente ha estado paseando por los bordes de la Cámara del Vacío Final con más frecuencia de lo normal. Él captó tu presencia en el momento que una de las larvas de los Dioses Otros estaba a punto de arrastrarte al mismo centro del universo.
—¿Esa voz? —preguntó Kenny, recordando esa voz poderosa que había acallado los sonidos y hecho que aquel tentáculo le soltara.
—Ese era Nodens. Nodens es un dios.
Kenny hizo una mueca. Últimamente, cuando escuchaba hablar de dioses no era nada agradable.
—Nodens no es como los Dioses Otros —prosiguió S'ngac—. Él es un Arquetípico. ¿Cómo llegaste aquí? No pareces ser un soñador y en toda la eternidad, desde que estoy aquí, únicamente cuatro humanos han atravesado los límites de los planos alcanzables por los hombres, y todos ellos eran o soñadores o nativos de las Tierras del Sueño. Pero tú, en cambio, no pareces ser como ellos. Aún más, insisto, hueles mucho a Shub-Niggurath. Es una sorpresa que Nodens interviniera en tu rescate.
—No soy un soñador —admitió Kenny—. Y ciertamente no sé mucho sobre las Tierras del Sueño. Fui… asesinado por… una cosa extraña. No sé realmente cómo describir lo que pasó.
—¿Asesinado? —Hubo un silencio. El gas estaba pensando—. Sin embargo, estás vivo. Creo entender lo que sucede: has sido enviado a otro plano mientras tu cuerpo físico se restaura del daño que te provocó esta…, casi muerte.
—¿Casi muerte?
—No puede decirse que estás muerto si tu alma sigue atada a tu plano original. Y tenuemente, puedo sentir, así es.
Kenny creyó entender lo que había dicho el gas S'ngac, aunque no del todo.
—¿Dónde estoy exactamente?
—Te lo he dicho: estás en el borde mismo del centro del universo. Has tenido suerte. De haber sido llevado al núcleo por las larvas de los Dioses Exteriores, posiblemente habrías sido arrojado a la locura y al terror primigenio. Escuchaste la melodía de las flautas y fuiste presa de su influjo. El ritmo de los tambores malditos casi te adormece. Es la temible orquesta que toca mientras duerme el Sultán de los Demonios. Los Dioses Exteriores le mantienen durmiendo, mientras danzan a su alrededor. Es la corte del Caos Primordial, de dónde todos hemos salido y a dónde volveremos cuando el tiempo del universo toque su final.
Todo esto a Kenny se le antojaba cada vez más surrealista. Aunque, de una manera extraña, todo tenía sentido. De hecho, más que temer el estar aquí, más lejos de cualquier sitio físico o espiritual en el que hubiera estado antes, se sentía como en casa. Aunque entendía que debía regresar. Karen le esperaba, después de todo.
—¿Cómo puedo volver?
—¿Quieres volver? A pesar de que puedo sentir que en parte eres humano, esa parte que no lo es representa un gran porcentaje de tu alma. Si te quedas aquí, el ciclo al que tanto temes jamás volverá a repetirse. No entiendo por qué querrías regresar allá.
—Tengo que hacerlo. Hay personas importantes para mí esperándome.
—No lo entiendo —dijo el gas S'ngac—. Todos los humanos que han llegado aquí siempre buscan algo, generalmente algo egoísta. Y por eso de los cuatro, dos regresaron completamente locos. Pero tú quieres volver. Bien, creo que puedo enviarte de regreso. No a tu plano original, aunque sí lo bastante cerca para que encuentres viejos caminos conocidos.
»Escúchame, humano, y presta atención:
»Para regresar debes volver sobre tus pasos. Regresa a la Cámara del Vacío Final, hasta que escuches las flautas. Entonces, debes detenerte y desear con todas tus fuerzas caer. Al estar tan cerca del centro mismo del universo, tu caída inevitablemente te llevará a planos más cercanos a aquel desde el que llegaste.
»Pero, ¡cuidado!, no vayas a caer de nuevo ante el influjo de las flautas.
»También debes cuidarte de las larvas de los Dioses Exteriores, pues, como ellos, carecen de alma y están poseídas, en cambio, por una sed y un hambre insaciables. Si caes en sus tentáculos, Nodens no volverá a salvarte otra vez, pues ya se ha marchado de regreso al abismo cercano a los límites de Inquanok, en donde habita normalmente. No quieres ser entregado a los Dioses Exteriores, pues son terribles y crueles, tal como lo es su mensajero, Nyarlathotep.
Kenny agradeció la ayuda al gas S'ngac y comenzó su camino. Era como bucear en la oscuridad. Avanzó por los abismos de ese sitio tan extraño, y cada tanto se detenía al confundirse y no saber si de la nada su dirección había cambiado. Varias veces sintió la presencia de las larvas de los Dioses Exteriores, por lo que cambió de dirección. Hasta que finalmente escuchó el tenue sonido de las flautas. Como el gas S'ngac dijo, pensó que caería y deseó caer.
Y entonces sucedió: a pesar de que la oscuridad le envolvía nuevamente, sentía que caía. No llegó de nuevo al lugar en donde estaba el gas, sino que siguió cayendo. Parecía que la caída duraba una eternidad. La oscuridad dio entonces paso al color rojo. El fuego lo envolvió y supo que estaba en un sitio familiar.
Frente a él se alzaban dos inmensas puertas, sobre las cuales se podía ver una inscripción en latín. Según supo tiempo atrás, dicho mensaje indicaba a los que llegaban a esas puertas que al atravesarlas abandonan toda esperanza.
Con un suspiro aliviado, pues a pesar de estar en el Infierno, al menos ya no era aquella oscuridad inmensa de los espacios finales, se sentó en una roca grande. Desde allí podía ver a las almas llorando por su desgracia, o quejándose por haber sido enviadas allí, a pesar de haber sido «buenas».
Al final, a pesar de sus quejas y llantos, eran forzadas a pasar por la puerta, escoltadas por aquellos pequeños demonios formados por sombras en dirección a los juzgados del rey Minos.
—¿Otra vez por aquí? —escuchó la familiar voz de Damien y se volvió para ver al anticristo.
—Damien, me da gusto verte otra vez.
—Sí, sí, lo que sea. Ahora dime, ¿cómo moriste esta vez? —preguntó.
—El bastardo de Cartman me abandonó con… una cosa extraña y gelatinosa que bebe sangre humana.
—¿Noa sería una especie de pulpo invisible? —Obtuvo un asentimiento en respuesta.
Damien soltó una carcajada ante esto. Kenny le dedicó una mirada furibunda.
—Esta es nueva: asesinado por un vampiro estelar… —dijo entre risas el anticristo—. ¿De nuevo fueron al espacio? —preguntó tras calmarse un poco.
Kenny hizo una mueca. Bueno, podría pensarse que técnicamente él acababa de volver del espacio. O al menos un lugar muy similar. Sin embargo, prefirió no hablar sobre eso con Damien.
—Fue en South Park —respondió.
Al escuchar esto, la actitud de Damien cambió por completo. Su sonrisa se desvaneció y el fuego maligno de sus ojos pareció congelarse.
—¿En la Tierra? —preguntó, con un deje de terror en la voz.
—¿Dónde más podría haber sido? —Kenny ahora realmente estaba empezando a asustarse. Damien jamás había actuado de esa manera.
—Tenemos que ver a mi padre —dijo, y rápidamente comenzó a caminar, sin perder tiempo para verificar si Kenny lo seguía o no.
El humano simplemente se puso de pie y comenzó a seguirlo, teniendo que trotar para mantener su paso, ya que Damien iba demasiado a prisa, aumentando la incertidumbre del primero. Ahora, al razonar un poco el cambio de actitud de su amigo, se daba cuenta de que al parecer esas criaturas —vampiros estelares, los había llamado Damien— no debían de estar en la Tierra.
Tras pasar por varios de los diversos círculos del Infierno, finalmente llegaron a una conocida casa de suburbios en medio del paisaje infernal: la casa de Satán.
Damien abrió la puerta sin tocar y entró rápidamente, seguido de Kenny. Se encontraron con Satán en un momento íntimo con Saddam en la cama.
—¿Qué carajo? —preguntó Satán, aparentemente muy perplejo por la intromisión.
—¡Niño, no te enseñaron a tocar la puerta! —se molestó Saddam.
—No hay tiempo para esto —le espetó Damien—. Padre, el Gran Consejo Infernal debe ser evocado. Necesitamos reunir a los Príncipes del Infierno.
—Damien, no crees que exageras. ¿Qué podría ameritar llamar a una reunión del Gran Consejo?
—McCormick murió de nuevo…
—¡Pero eso siempre pasa! —se quejó Satán, como una niña boba.
—… Asesinado por un vampiro estelar, en la Tierra.
El semblante de Satán se oscureció y miró a Kenny muy enfadado.
—Niño, ¿has estado jugando con grimorios últimamente?
Kenny frunció el entrecejo ante esto. Durante los últimos meses la palabra grimorio había estado en su mente, siempre relacionada con El Necronomicón. En cierta forma resultaba realmente molesto que lo acusaran de usar uno de estos.
—Padre —intervino Damien—. ¿De verdad piensas que McCormick tiene el poder y los conocimientos necesarios para utilizar uno?
Kenny tomó aire y se preparó para defenderse:
—Estas cosas…
—Vampiros estelares —corrigió Damien.
—Lo que sean —siguió Kenny—, han estado matando personas en South Park desde hace algún tiempo.
Satán lo miró como si se hubiera vuelto loco.
—Eso es imposible. Un vampiro estelar solo puede ser invocado a la Tierra por un conjuro en el De Vermis Mysteriis. Una vez invocado, el vampiro juzgará al brujo que lo invocó, y si no es suficientemente poderoso, será alimento de la criatura; la cual posteriormente regresará a las estrellas.
—Pues estas cosas están rondando South Park por las noches —contradijo Kenny.
—Es una señal, padre. Evoca al consejo. Puede que aún sea tiempo…
—Si es una señal, entonces tal vez estemos tarde.
—A ver —intervino finalmente Saddam—. Déjense de estupideces de vampiros. Ustedes, niños, largo de aquí. Y tú, Satán, terminemos lo que hacíamos.
Pero el demonio no lo escuchó, pues se había levantado de la cama y ahora caminaba de un lado a otro de la habitación de forma tal que ponía nervioso a Kenny.
—No lo entiendes Saddam: si es una señal es posible que… no, es tan terrible que siquiera el pensarlo me asusta.
Luego, se volvió a su hijo y con actitud grave, le ordenó:
—Esperen en la sala del trono. Llamaré al consejo y nos reuniremos lo antes posible.
Damien asintió y salió de la habitación, seguido por Kenny.
—¿Qué pasa exactamente?
El anticristo se detuvo. Se giró para ver a Kenny y luego habló con voz grave:
—Escucha, como dijo mi padre, un vampiro estelar no permanece en la Tierra; ni siquiera llegan allí por voluntad propia. Si algunos están rondando sin la presencia de un hechicero, puesto que de haberlo no estaría muy lejos de las criaturas y tú no lo viste —Kenny le dio la razón—. Eso quiere decir que algo grande se aproxima. Incluso…, él.
—¿Él?
—El Caos Reptante: Nyarlathotep —Damien se estremeció al decir el nombre.
Kenny miró a Damien con verdadera desesperación.
—No de nuevo —susurró.
—¿McCormick?
—Creo que, por un momento, aunque fuera una posibilidad remota, quise creer que no tenía nada que ver. Pero… ¡Malditos Grandes Antiguos! ¿No pueden dejarme en paz?
Damien quiso preguntarle a qué se refería, pero su prioridad era ir a la sala del trono. Reanudó la marcha y al poco tiempo Kenny lo siguió. Una vez ya había estado en la sala del trono de Satán, por lo que incluso si se quedaba atrás sabía cómo llegar.
El lugar era tal como lo recordaba: un enorme salón caldeado por las mismas llamas del Infierno, en el centro del cual se alzaba un trono de aspecto imponente de color rojo fuego. Al lado izquierdo había un trono más pequeño en color negro. Lo contrario al cielo. El Hijo a la izquierda del Padre.
Damien ocupó su sitio, y le hizo una señal a Kenny para que se parara junto a él.
—Necesitaremos que nos cuentes todo lo que ha pasado en el pueblo desde que los vampiros estelares aparecieron —dijo.
—Me parece que todo comenzó desde antes.
Damien le dedicó una mirada curiosa, pero decidió esperar a que su padre y los demás miembros del consejo se presentaran.
Pronto, los seis príncipes del infierno se habían reunido allí: Baal, que representa a la Gula. Mammón, señor de la avaricia. Belfegor, el demonio de la pereza. Leviatán, temible amo de los océanos. Asmodeo, el gran lujurioso, quien las pocas veces que había visto a Kenny siempre le saludaba como a un viejo conocido. Y, finalmente, Amón, el iracundo.
—Demonios y almas malditas del infierno —se escuchó una voz a través de un megáfono—, reciban a su amo Todopoderoso, el Ángel Caído, Lucifer.
Una puerta se abrió y Satán entró a la sala del trono seguido por Saddam.
—Vamos, Satán. Hay que cancelar esto y volver a la cama…
—¡Cierra la boca, Saddam! Esto es importante —lo interrumpió Satán—. Ahora, no interrumpas a la corte y deja que trate esto. No sabemos cuánto tiempo más tiene McCormick antes de revivir.
Saddam masculló algo en voz baja, pero no hizo intento alguno de interrumpir la reunión.
Satán se sentó en su trono y la reunión comenzó.
—Almas condenadas y demonios del averno, tenemos noticias de que las señales comienzan a aparecer en la Tierra. Es posible que los Antiguos estén acercándose.
Los murmullos no se hicieron esperar.
—¡Silencio! —ordenó Satán—. El joven McCormick ha traído esto a nuestra atención. Joven, háblanos de las señales.
Kenny tomó aire y se acercó al centro y comenzó hablar:
—Creo que todo empezó hace algunas semanas…
Kenny les contó el incidente de la crisis del golfo y el despertar prematuro de Cthulhu. Esto provocó una serie de protestas: Cthulhu había estado despierto y nadie les había avisado. Incluso alguien soltó: «justo como en 1926».
Satán llamó nuevamente al orden y Kenny prosiguió su relato.
Habló de Mint-Berry Crunch, aunque con cierta amargura, y como Cthulhu fue devuelto a R'lyeh. Luego, prosiguió con su posterior investigación, la nota dada a él por aquel extraño sujeto.
—Momento —lo interrumpió Satán—. ¿Un hombre alto, vestido de traje, rodeado de tal aura de malicia que erizaba la piel, incluso a ti, que estás acostumbrado al miasma del Infierno?
—Eh, sí —respondió Kenny presintiendo que no quería escuchar a lo que fuera que Satán quería llegar.
—Nyarlathotep —declaró el rey de los infiernos mientras se dejaba caer en su trono.
—Podría no haber sido él, mi señor —dijo Baal.
—Sabes que es así. Es uno de sus avatares más comunes, al menos lo ha sido durante los últimos cien años.
—Entonces esto lo confirma —intervino Damien—. El Caos Reptante vaga por South Park. Seguro que por eso los vampiros estelares están allí. Los ocultistas terrestres deben ser poco para él si está recurriendo a otras razas.
—Prosigue, McCormick —pidió Satán.
Kenny dudó sobre si hablar o no respecto a su conversación con el profesor Carter. Pero finalmente decidió hacerlo. En cuanto mencionó su maldición y relación con Shub-Niggurath, se desató el desastre.
En segundos, la mayor parte de la corte del infierno pedía su ejecución inmediata, mientras la otra mitad pedía usarlo como un arma contra los Antiguos. Kenny de pronto se sintió completamente perdido ante su destino, nuevamente. Aunque, en caso de que tomaran la decisión de destruirlo, posiblemente sería mejor, pensó amargamente. Al menos su muerte y renacimiento constante terminaría finalmente. Sin embargo, el recuerdo de Karen lo hizo desear aferrarse a la existencia. Si él desaparecía, ¿qué pasaría con ella, sobre todo ahora que al parecer los Antiguos también la habían tocado?
Permaneció atento, en cuanto se distrajeran, iba a escaparse y luego se ocultaría hasta que fuera momento de volver a la tierra.
Pero, antes de que tuviera ocasión de hacerlo, sorpresivamente la voz de Saddam se impuso:
—¡Son idiotas! —gritó—. Estamos en el Infierno, si lo matan, ¿a dónde irá? ¿A Detroit?
—Entonces usémoslo como arma —pidió Mammón.
—Es lo mismo —dijo Satán—. Las estrellas están a punto de posicionarse, ya es tarde. Aunque pudiéramos hacer algo con respecto a McCormick, si es que encontramos el portal que utilizan para devolverlo a la vida cada vez que muere, eso no detendrá lo que viene.
—Entonces, ¿para qué nos ha llamado, señor? —cuestionó Asmodeo, quien parecía ser el único que sostenía que Kenny no debía ser destruido y tampoco empleado como un arma.
—Pues…
Kenny no escuchó lo que siguió. Sintió como si se estuviera desintegrando, dejó de percibir sonidos y todo a su alrededor pareció perder forma. Cerró los ojos y se entregó a la conocida oscuridad. Cuando los abrió, su mirada se encontró con el techo de su habitación.
- ULP -
Cartman, Kyle y Stan estaban esperando el autobús escolar como de costumbre, cuando Kenny llegó. Iba vestido con su usual abrigo naranja, salvo que con la capucha bajada.
—¡Maldito hijo de puta! —gritó a Cartman mientras se le echaba encima.
Cartman cayó al suelo tratando de quitarse de encima a su cabreado amigo.
—¡Oye, Kenny, tranquilo! —exclamó Stan, mientras él y Kyle se apresuraron a quitárselo de encima a Cartman.
—Sí, Kenny —dijo Cartman, mientras intentaba de ponerse de pie—, ¿qué te pasa?
—¡Me dejaste morir! —espetó muy enfadado.
—Bueno, te lo dije: tal vez tú puedas volver, pero yo…
—¡Oh, vamos! —exclamó Stan—. No empiecen con esas cosas…
—No lo entienden: debí haber estado con mi hermana, pero por culpa de ese hijo de puta estaba atrapado en el infierno con Damien, su padre y la maldita corte infernal.
Viendo que Kenny estaba siendo completamente honesto —por más extraño que eso resultara— lo soltaron de inmediato. Incluso había lágrimas corriendo por su rostro.
—Kenny, ¿qué ocurre, amigo? —preguntó Kyle, sintiendo un nudo en el estómago al ver a su amigo así.
—Es Karen —respondió Kenny—, cuando desperté la escuché gritar. Fui a su habitación y allí estaban mis padres tratando de calmarla. Karen estaba arrodillada en el suelo, con un crayón en la mano, garabateando en el suelo una y otra vez algo en un idioma indescifrable.
Hizo una pausa, y se llevó las manos al rostro.
—Hasta ese momento me di cuenta de que estaba gritando una alabanza a Cthulhu.
