Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, propiedad material de Nickelodeon Intl, y está bajo licencia de Viacom International Media y Jam Filled Entertainment.
Disclaimer 2: Los materiales referidos y/o parodiados son propiedad intelectual y material de sus respectivos creadores.
No muevan un músculo
VI
Evacuación
Parque Estatal Grand Venture, Michigan
8 de junio de 2019
1:42 pm
En algún lugar del bosque
Tendremos que adaptarnos a nuevas amenazas que no imaginamos. Entramos en una nueva era. Bienvenidos… al Mundo Jurásico.
Luego de un nuevo pleito que terminó con el maestro Bolhofner herido por la navaja de Anderson, el propio docente terminó por requisar objetos que pudieran ser peligrosos. Así, al finalizar la búsqueda en la carretera, el docente dio por terminada la expedición y ordenó el regreso al campamento del parque.
-No está a discusión, Loud -espetó Bolhofner, cansado de escuchar -. Estamos cansados de escuchar tus quejas, y esta operación falló.
-¿No piensa escuchar? -gritó Lynn, siendo contenida a duras penas por Liam.
-Una palabra más, y tus padres tendrán que buscar por su cuenta -amenazó Bolhofner, poniendo fin a la discusión.
-Bien hecho, Chihuahua -dijo burlona Taylor.
-Son demasiados para que extrañen a uno -añade Anderson-. Tu madre podría fabricar otros dos idiotas.
-Eres… -rugió Lynn, mas Bolhofner se volvió y la abofeteó, mandándole al suelo.
-Último aviso, Loud -amenazó Bolhofner de nuevo-, y va para todos.
Con el orgullo herido, rechaza que cualquiera le tendiera la mano y reemprende la marcha con el resto del grupo, pegándose a la maestra Salter.
Tras ellos, pero a una distancia que les permita hablar en voz baja, Clyde, Rachel y Zach. Estos, sorprendidos de ver cómo Lynn los rechazó, se dejaron una brecha de al menos unos cinco metros antes de empezar.
-¿Creen que se ponga bien? -preguntó Zach.
-No lo creo -respondió Clyde-. La doctora López recomienda dejarle su espacio en situaciones traumáticas como esta.
-Ya veo por qué eres tan valiente -dijo Rachel, sarcástica.
-¿Uh?
-Siempre yendo con una terapeuta sobre lo difícil que es tu vida -continuó Rachel-. ¿Te pusiste a pensar que no eres el único ser con problemas?
-Se lo dices a la persona equivocada -reprochó Clyde-. ¿Crees que Lincoln tendrá fácil que Luan esté a cargo de la casa cuando Luna se vaya…?
-Ahí vamos de nuevo -suspiró Zach.
-¿… o que sus hermanas son cada vez más demandantes? ¿Qué los hermanos de Liam le están cargando todo el trabajo porque les gusta más estar en la ciudad? ¿O qué me dices de Jordan y sus quejas de que su mamá la quiere estudiando medicina cuando quiere trabajar en alguna animación?
-No sabía eso -dijo sorprendida Rachel.
-Por eso viene a quejarse los martes y los viernes con nosotros en la cafetería -agregó Zach-. Por eso, y porque le gusta que los martes Clyde lleva algún postre esponjoso y los viernes a Liam le sobran rábanos picantes para los bocadillos de macarrón con queso de Lincoln.
-¿Y por qué no me lo dijo?
-A veces -respondió Liam, falto de tacto por el dolor- cree que eres un dolor en el trasero.
-¡¿Cómo dices que…?!
-Si, así es -remata Liam-. Te quejas con ella de que no tienen tiempo para ustedes, pero su queja más frecuente es que acaparas su tiempo.
-Casi todo son salidas al centro comercial -secundó Clyde-, ¡y ni hablar de los fines de semana de mani y pedi en el spa! Su papá le regaló una motocicleta vieja en la que está trabajando hace meses en su cumpleaños.
-¿Una motocicleta? -suspiró sorprendida Rachel.
-Una Vespa de 2005 -aclaró Zach-. La misma que tenía su mamá cuando nació antes de dejarla en un almacén. Eso la enfureció.
-Ella nunca me dijo nada.
-Porque casi no la dejas hablar -repuso el pelirrojo bajito-. Ni a Jordan ni a Mollie.
-¡Pero si les doy su espacio!
-¡Se los das cuando no las agobias! -tronó Clyde, harto de esa discusión.
-¡¿Quieren callarse ya?! -interrumpe Bolhofner- ¡No puedo escuchar ni mis propios pensamientos!
En cuanto el docente calló, se escuchó un bramido a lo lejos, mismo que le estremeció hasta la médula.
-¡Dense prisa! -ordenó Bolhofner- No debe de andar lejos.
Apenas volteó, Lynn vio la oportunidad de zafarse del grupo y se escondió en un arbusto con tanto silencio como le fue posible. Debido a que ambos docentes se encontraban marchando y discutiendo con Anderson y Taylor, la atleta pensó en el acto que era el momento adecuado.
"Al diablo ese idiota", pensó Lynn, conteniendo sus ganas de romperse la mano con el antaño militar. "Yo no me voy sin Lincoln".
Escuchando a Bolhofner alejarse por la carretera, Lynn se separó del grupo, siendo seguida sin saberlo por cuatro personas más.
~o~
Después del desastroso intento de Lincoln por conseguir comida y en parte repuestos del ayuno, Lincoln, Stella y la directora Ramírez se pusieron en marcha. Mermados por el hambre, pero avanzando a paso moderado y a la sombra de la floresta.
Por los libros que se había obligado a leer por Stella -dados los alegatos ya conocidos de Lisa y su insistencia en que leyera a Bakker, Ameghino y paleontólogos de vieja escuela-, las conductas de los predadores podrían haber sido resultado de una evolución social e intelectual convergente. En específico, donde hubiera refugio, comida y agua, o al menos dos de tres, sería donde un carnívoro se asiente, y más si la comida es abundante en un área adecuada en extensión. Destacaban la autobiografía de un tal Roland Tembo, un cazador que afirmaba haber estado en una isla que supuestamente se usaba como criadero, la grabación de las conferencias del doctor Grant y la única entrevista que el activista de ¡Tierra Primero!, Nick van Owen, concedió a la CNN poco antes de desaparecer del ojo público en 2004, luego de haber encabezado protestas contra los corporativos de InGen y Masrani en movimientos que decantaron en la creación de Mundo Jurásico.
Sumido en sus pensamientos, ignora la conversación de Stella y la directora hasta topar con el camino principal a la zona del campamento, divisando a lo lejos una todoterreno volcada y sumida en la cuneta.
-Eh… señoritas -dijo Lincoln, cortando la charla-, creo que debemos ir en paralelo al camino.
-¿Por qué lo dices? -cuestionó la directora Ramírez, resignada a llevar despeinado el cabello hasta la espalda media.
Señalando el vehículo, Lincoln trató de tener los pies en la tierra y buscó en el vehículo. El conductor de la unidad -un guardabosques que debió de partirse el cuello en su huida- estaba entero de milagro, más no en el asiento. Viendo que era imposible mover el auto, optó por sacar el cuerpo sin vida y buscar cualquier cosa que pudiera servirles de algo por pequeño que sea.
-Más te vale que tengas un plan -dijo Stella, probándose unas botas antes de dárselas a la directora.
-La verdad… no -dijo Lincoln, oyendo unos gritos a lo lejos-. Tendremos que improvisar -decide mientras le lanza una pistola de bengalas cargada.
-¡No jueguen con eso! -exclamó la directora, arrebatando la pistola- Eso no es un juguete.
-Tampoco esto -objetó Lincoln, sacando una ametralladora ligera M249-, y para lo que le sirvió. Tenga.
-Nunca he disparado una.
-Todos lo hacen tarde o temprano -replicó Stella, tomando el arma por el cañón.
-¿Ya lo hizo? -cuestionó la directora.
-Una vez acompañé a mis tíos a un campo de tiro -respondió la filipina, tendiéndole el arma-. Fue horrible.
Mirando la expresión de asco en la cara de Stella, la directora tuvo que aceptarle la ametralladora. Lincoln, por su parte, encontró un juego de cuerdas y una caja que, evidentemente, tenía restos de comida que debió ser el almuerzo de algún animal.
Andando una media hora más, alcanzaron por fin el campamento. Al ingresar al área de las cabañas, era de notar a kilómetros que no había ni un alma. Si alguien se habría quedado, tendría semejante panorama como primera vista al despertar allí.
-¿Qué rayos pasó aquí? -preguntó la directora.
-Nos atacó un dinosaurio -respondió Lincoln, reviviendo en su mente el trauma de la noche anterior-. Algo grande, con cuernos.
-¿Cuernos?
-Y unos brazos pequeños -añadió Stella-. Carno… carnia… -añadió, batallando por recordar el nombre.
-¿Carnotauro? -preguntó Lincoln.
-Si, gracias -dijo Stella, dándose por aclarada-. ¿Cómo supiste?
-Una canción de Luna cuando quiso ir con mi abuelo cuando se enteró de que sería una atracción en 2009. Intentó convencer a mis papás, pero ya sabes. Familia numerosa, presupuesto ajustado.
-¿En serio?
Lincoln decidió no responder a eso.
Haciendo una rápida inspección, solo había un par de vehículos más aparte del que vieron destruido en la noche. Uno de los autobuses, golpeado por uno de los costados en ángulos tenebrosos, y uno de los todoterreno del personal del parque, volcado y aplastado, eran todo cuanto quedaba.
Por lo menos, agradecen, el autobús es el único transporte que pueden ocupar pese a los daños. La directora revisó el vehículo y pudo constatar que, de milagro, el motor y buena parte de la estructura clave no están comprometidos.
-Estoy frita -lamentó Ramírez, terminando su revisión al autobús.
-¿Es por poner estudiantes en un peligro del que no sabía? -preguntó Stella, acongojada de ver los destrozos.
-De verdad, no sabía que pasaría esto.
-En su defensa, debía de estar fuera -razonó Lincoln-. ¿No dijo que iba a entregar a un estudiante?
Incómoda, la directora contó lo que pasó desde su regreso de entregar a Pablo con sus padres -quienes se mostraron indiferentes al estado del chico- hasta el momento en que la hallaron en la cueva. Todo en líneas muy generales, como si fuera un reporte que tuviera que dar a la superintendente Chen.
-Debieron irse todos -dijo, una vez que inspeccionaron el área-. Como si muchos dejaran el campamento… sin pensarlo dos veces.
-Cualquiera se habría ido a la menor señal de peligro -repuso Stella, mirando entre las cosas abandonadas varias mochilas con pertenencias de sus respectivos dueños.
-¿Y tú no habrías hecho lo mismo? -preguntó Lincoln, recibiendo un puñetazo en el pecho como respuesta.
Mientras la directora Ramírez hacía una revisión que juzgó exhaustiva en lo que quedaba del puesto de vigilancia, tanto Lincoln como Stella recorrieron un poco la zona. Entre otras cosas, se encontraron con que la despensa estaba casi intacta, aunque "casi" era sinónimo, en este caso, de que se mantuvo a salvo de la rapiña de estudiantes, maestros y algunos animales del bosque. Lo que había quedado en el derruido comedor, así como las cosas que quedaron descuidadas, el contenido de ollas y peroles y lo que quedó en la cocina pasó a ser comida para quienes volcaron el contenido al suelo.
Sin pensarlo siquiera, Stella tomó de la despensa un paquete de pastelitos rellenos con crema, abrió uno y lo atacó con afán, para sorpresa de Lincoln.
-¡¿Qué estás haciendo?! -preguntó escandalizado Lincoln.
-No pienso, como -respondió Stella, teniendo la boca llena y tirándole uno de los postres-. Es mucho mejor que tu intento de dinosaurio asado.
-¿Tan mal suena? -preguntó Lincoln, sintiendo que su propia hambre lo azota- Agh, no respondas eso.
Sin más, Lincoln tomó un paquete de salchichas crudas, subió y buscó a la directora Ramírez.
Arriba, esta hacía una inspección más minuciosa del terreno. De ser una experta en supervivencia, habría notado que hay huellas no solo de la mayoría de los estudiantes y maestros, sino también de los guardabosques y, para su consternación, el carnotauro que atacó el campamento, así como de aquellos pequeños compsognathus que dieron cuenta de lo que encontraron a su paso. Comida de los estudiantes incluida, pues entre las loncheras había restos de esta, entre migas de pan, vegetales y algún fiambre que ya empezó a despedir un mal olor por su exposición al sol.
-Stella encontró comida en la bodega -señaló Lincoln, mordiendo una salchicha.
-Eso está crudo -pretextó Ramírez, algo asqueada.
-Es esto -agregó Lincoln mientras mordía la salchicha en mano- o pasar hambre hasta volver a casa. ¿Alguna novedad?
-Como temía -respondió la directora-. Todos se fueron. Alguien debió sacar a todos de aquí, algún transportista o un chofer de autobús.
-Entonces hay que comer algo y salgamos de aquí.
Ni siquiera habían volteado cuando el grito de Stella rompió la relativa calma existente.
~o~
-¿Cómo es que pudieron perderse cinco más?
La pregunta de la maestra Salter no fue hecha al azar.
No habían pasado ni diez minutos de que regresaran a la zona de cabañas cuando se dieron cuenta de que faltaban no solo Lynn, sino también Zach, Clyde, Liam y, cosa que a los docentes sorprende, Rachel.
-Pues si se sumaron a Loud, no voy a tolerar indisciplinas -replicó Bolhofner-. Ya no son mi asunto.
-Por lo menos podemos descansar -bostezó exhausto Anderson.
-¡Nada de eso, Anderson! -cortó Bolhofner, cansado de todo el asunto-. Vamos a ir a la carretera o a buscar un vehículo que funcione y nos largaremos de aquí.
-Eso es crudo hasta para mi -señaló Taylor, machacada por el viaje.
-Los que quedaron siguen siendo mi asunto, Ortega -repuso el exmilitar, cada vez más exasperado-. Busquen algo de comer, tienen quince minutos.
-Vaya mierda… -maldijo la latina.
-Y no vayan a dormir. El que no esté en la entrada lo consideraré igual que con los Loud.
Viendo que los dos maestros los dejaban, los pandilleros se dedicaron a buscar en el refrigerador. No eran expertos de la supervivencia en medio salvaje, por lo que encontrar cenas congeladas era un verdadero tesoro para ellos en el bosque.
Comiendo tan silenciosamente como podían -es decir, Anderson quejándose de que no les dieron tiempo de calentar la comida ni al sol y Taylor tratando de sorber la pasta que en la etiqueta se vendía como polenta de maíz-, ambos terminaron algo exhaustos.
-Oye, voy al tocador -dijo tan sarcástico como burlón Anderson.
-No te tardes -bostezó Taylor-. Iré por un postre.
Desde luego, Anderson no hablaba tanto de ir al baño. Acostumbrado a hacer mucho de lo que le venga en gana, siempre había aprovechado para hacer de las suyas, amparado sobre todo a su impresionante capacidad de que las consecuencias le importan demasiado poco
Subiendo y yendo al bosque, el chico desabrochó su bermuda y empezó a evacuar, tarareando una canción de reggaetón lo mejor que podía mientras pensaba en lo afortunado que era Pablo por salir por una urgencia médica. Esperaba que -cree que así fue- disfrute del malestar estomacal, porque en cuanto llegue le hará tal calzón chino nuclear que necesitará al menos de una paliza épica en la preparatoria para rehacer su reputación.
Escuchando un pequeño revuelo de hojas, el bravucón no se detuvo a pensar que podría ser y se internó en el bosque, siguiendo lo que sea que haya sido que causara ese ruido, en medio del crujido de la gravilla suelta, las hojas caídas y las ramitas del suelo por lo que creyó eran cinco minutos. Después de ese tiempo, se percata de que ya no reconoce el lugar donde está, mucho menos sabe a donde fue a parar.
-¡Oye, Taylor! -voceó Anderson, poniendo sus manos alrededor de la boca como una suerte de amplificador- ¡Taylor! ¡Señor Bolhofner!
Desconociendo la zona, pisa la entrada de una madriguera de conejos y cae pesadamente, en medio de insultos.
-¡Con un carajo! -maldijo- ¡Señora Salter! ¡Taylor!
Odia verse suplicar. Su mayor miedo siempre había sido verse en una posición de debilidad, y ahora que está solo en el bosque, con un enorme predador merodeando y como una potencial presa fácil para osos, lobos, zorros y cualesquiera de los demás animales del bosque, sin mencionar que podrían venir cosas peores.
Su padre tenía razón. Siendo este un deportista colegial caído en desgracia tanto por embarazar a una exnovia tres años antes de que él mismo fuera concebido, no era precisamente un padre modelo que siente desprecio sobre los chicos débiles, en especial cuando él mismo lo fue hasta haber sido expulsado de la universidad comunitaria de la ciudad por abofetear a un maestro frente al decano y al propio rector de la institución. Severo ante la menor falta, al menos se alegraba cuando habían victorias del deporte escolar local, lo que le distrae de los reclamos de su mujer y de su hijo. En cuanto a su madre, sencillamente apenas y se hablan, limitándose a un corto "buenos días" y a los reclamos de que su padre abandone el sofá los fines de semana.
Sintiendo con la caída una buena punzada de dolor, Anderson se retuerce un poco. Si odia algo más que verse suplicar, es estar en una posición delicada, razón principal por la que es lo que es.
Tratando de levantarse, logra ver una figura que jamás había visto en su vida. A sus ojos, parecía un pollo desnudo, verde y feo, con pinta de que quiere que alguien lo alimente.
-¡Largo de aquí, maldito animal! -exclamó, tirando al mismo algunas piedras y cayendo de bruces sobre el suelo.
El compsognathus, en medio del bombardeo, soltó unos chillidos y recibió un par de pedradas en el cuerpo y el cuello. Ese último proyectil terminó por mandarlo cuesta abajo.
-¡Ese es el poder Wesley, maldito! -exclamó Anderson, orgulloso mientras la punzada en el tobillo lo incapacita de moverse con velocidad.
Para su consternación, una serie de chillidos parecidos a los del primer compsognathus inundaron a punto de taladrar sus oídos. Con renovado brío, Anderson lanzó con puntería variada varias piedras más hasta tener cerca de sí solo algunas ramitas y hojas entre secas y putrefactas.
Uno de los "compis", decidido a no irse sin un buen bocado, se adelantó a la tropa, seguido de media docena más. Alcanzó al chico y dio un salto para lograr atacar su cara. Los otros, con idénticos resultados, se enfocaron en distintas partes del cuerpo, sometiendo al matón con el cada vez más creciente torrente de mordidas.
-¡Agh…! ¡Taylor! -llamó Anderson, suplicante- ¡Nena!
En torno al primer cuerpo caído, un par de estos estudiaron el cadáver de su compañero apedreado. Para ellos, aunque la comida es comida, no podían ponerse menos exigentes. Con una mirada ya inexpresiva, carente de vida, el caído solo sería una comida más… si no fuera por el sabroso banquete que acaba de ser servido, en medio de gritos cada vez más débiles de su presa.
En el campamento, tanto Bolhofner como Salter estaban cansados de esperar.
-No vamos a dejar a nadie atrás -señaló Salter.
-Escuche, señora -dijo Bolhofner-. Richard nos dejó, casi todos los chicos se fueron. Eso nos deja sin muchas opciones.
-¿No podemos esperarlos más?
-De ninguna manera. Ya sabe cómo son Wesley y Ortega, y si se fueron por su cuenta es que actuaron pensando que era lo mejor. Ahora -indicó Bolhofner-, larguémonos de aquí. Ya es demasiado que estemos en un sitio siendo una botana.
Resignada, la maestra Salter se remuerde mucho la conciencia. Los Loud, aunque no tuviera el gusto de tener a Lynn en el sexto y séptimo grados, Clyde, Liam, Zach, Stella… incluso Anderson y Taylor. A ellos y a Pablo los conoció en su clase del sexto grado, y aunque fue algo vergonzoso que el latino se enamoró de ella un tiempo, tuvo el suficiente tacto para darle a entender que algo entre ambos era arriesgado, por no decir ilegal.
Bolhofner no piensa igual. Tiene en mente que, si sus alumnos y los de las maestras Salter y Pham se escabulleron para buscar salir del parque por su cuenta, al menos reconocerá que tienen valía más allá del salón de clases.
~o~
Tener a Taylor sometida lo mejor que pudieron no fue tarea fácil ni rápida. Para empezar, la pandillera estaba más descansada y mejor alimentada que Lincoln y Stella, y el que inclusive la propia directora Ramírez se uniera a una breve persecución que le dejó el hombro derecho dislocado no fue de mucha ayuda, sino más bien todo lo contrario.
Derrotada, Taylor no tiene de otra más que hablar.
-Debieron de irse cuando estábamos comiendo -respondió-. Anderson dijo algo de ir a mear y decidí dormir en lo que llega.
-¿Y Salter y Bolhofner? -preguntó la directora Ramírez con fría amabilidad, misma que Stella calificaría de cortesía policial.
-Solo nos dieron quince minutos. El Hoff se puso a cargo de un grupo de búsqueda.
-¿Quiénes estaban en ese grupo?
-Nosotros, la novia de Loud…
-Rachel no es mi novia -recriminó Lincoln, entre dientes.
-…, esos tres idiotas que van con él y la estirada
-Guarda algo para mi -secundó mordaz Stella, tomando personal el insulto.
-… y la pigmea.
-¿Cuál pigmea? -preguntó Ramírez.
-Lynn.
Descargando un golpe por la frustración, Lincoln se duele un poco. Era comprensible, pensó la directora, pues el que varios de los estudiantes de turno tienen hermanos por encima o debajo de su grado en el mismo plantel es algo siempre preocupante por la salud mental de estos, sobre todo cuando apellidos célebres a nivel local como McCann, Fox o Loud están implicados. Tanto peor, es la primera vez que Taylor llama a Lynn por su nombre y no por cualquier apodo por el que suele referirse a ella.
Pensando rápido, llegó a una conclusión. Llevando consigo una pistola de bengalas, y viendo que en una caja etiquetada con el texto "solo para emergencias", resuelve atar con cáñamo uno de los proyectiles aéreos a una señal de humo. Tiene pocas posibilidades de fallo, pero también de seguridad, pues a la poca visibilidad de la primera puede contar con que la dirección del viento no favorezca mucho que la segunda sea más visible.
Sin que la directora Ramírez y Stella se dieran cuenta, Taylor logró zafarse un poco.
-¿Y a dónde va ese idiota? -preguntó la pandillera.
-¡Lincoln! ¿Qué crees que haces? -preguntó Stella, alarmada.
-Traer a Lynn y a los chicos -respondió Lincoln, confiado, antes de encender la señal de humo y disparar la bengala.
Con el cielo nuboso, es muy difícil que la señal luminosa llegue a verse, pero la estela de humo, difuminándose en dirección suroeste con un fuerte color azul, es visible kilómetros a la redonda. Una señal así no pasaría desapercibida ni para la mente más obtusa de los restos del grupo de búsqueda que armó Bolhofner o, en este caso, para un cierto carnotauro que descansaba de haber defecado sus últimas comidas.
~o~
-No estuvieron aquí mucho tiempo -confirmó Zach, pasando la mano sobre los restos de la fogata.
-Eso es obvio, enano -acusó Lynn, impaciente.
Los resultados obtenidos hasta ahora no solo han sido prometedores, sino que ahora también les dan una idea clara del rastro que han tenido que seguir.
Por increíble que pareciera, Lynn está agradecida que al menos la mayoría de los chicos que la siguieron resultaron de mucha más utilidad que Bolhofner y Salter. Hace apenas media hora tomaron lo que restaba de la comida, descansaron y aprovecharon para aplicar repelente contra mosquitos que Clyde llevó encima. No pudo discutir que Zach ha sido proverbial en cuanto a seguir rastros entre las veredas, y en cuanto a Liam, admite que el trabajo de granja es un buen contrapeso al ejercicio que conoce. Prueba de ello ha sido que apenas y había sentido algo de fatiga.
La única persona de la que cabe quejarse, Rachel. De todos, es la que más ha resentido la sed y el cansancio, como si fuera la perfecta imagen en mujer y de cabello negro de su hermano menor. ¿La única diferencia? Clyde y compañía la trataban como si ella fuera casi una apestada. En lo que a Lynn respecta, hasta entre los perdedores había niveles, y ella estaba en uno muy curioso, como aquellos peces que no recuerda el nombre que viera en clase del Hoff. Aquellos inútiles que solo hacían algo de limpieza en las mandíbulas de los tiburones a cambio de hospedaje, comida y transporte.
En otras palabras, para Lynn, Rachel es una rémora. Porque, así como se aprovecha de la popularidad y su riqueza personal para tener posición y prestigio, así sería para toda la vida. Un mero parásito apenas funcional, una lapa, un lastre. Y para cuando su popularidad se le acabe, desea estar allí para reírse como Luan quisiera que lo hiciera de sus chistes, así tenga que reprobar otro año.
Admite que no es muy lista, pero por todo lo que le ha escuchado por Margo antes de que ella la dejara para ir a preparatoria, ella es el equivalente a su hermano. Floja, arrogante cuando tiene oportunidad, aunque con la obviedad de sus carteras.
-Oye -llamó Lynn-, Liam. ¿Por qué estás cargando de más? -cuestionó.
-¿Esto? -replicó Liam antes de responder- Rachel dijo que estaba cansada de cargar, y aquí entre nos parece que lleva piedras.
-¡Pero si esa perdedora lleva lo mismo que nosotros!
-Ella nunca ha caminado tanto en su vida.
-¿Entonces para qué se ofreció? -cuestionó Lynn de forma abrupta.
-Para no sentirse tan inútil -respondió Liam.
-Pues más le vale cargar su propio peso, porque no hace nada de utilidad.
Sin mediar más palabras, Lynn aligera el peso de Liam y le da su mochila a Rachel.
-¿Por qué no cargas tus cosas o eres útil o algo?
-Dile eso a Bolhofner -reprochó Rachel.
-¿Y para qué te ofreciste? -preguntó Lynn, desafiante.
-Porque prefiero intentar hacer algo a mojarme en la ropa, Señorita Pecho de Tabla.
-¡¿Cómo demonios te enteraste de eso?!
-¡Pasé frente a tu casa y rompiste una camiseta por celebrar algo!
-Te voy a…
Un par de bramidos lejanos cortaron la discusión. El primero era uno que ya conocían de las incursiones de la noche anterior, mientras que el otro sonó más potente y cercano.
-Mejor movámonos de aquí -sugirió Clyde-. ¿Una milla más y vamos al campamento?
-¡No hasta encontrar al Apestoso!
-Ese apestoso es nuestro amigo -señaló Clyde con acritud antes de señalar a Rachel-, y su pareja de viaje. Ya sabes que si no aparece se le ocurrirá algo.
-¿No me estarás ocultando nada, McBride? -cuestionó Lynn.
-No.
-¡¿Quieren callarse?! -protestó Zach, que giró su cabeza en dirección a las cabañas- ¿Qué es eso?
Con pasmo, tienen buenas y malas noticias. La buena, primero Zach, luego Liam y al final todo el grupo, avistaron una débil luminaria seguida de inmediato por una gruesa columna de humo azul que se perdía en el cielo. Eso causó que Lynn soltara una exclamación triunfal en cadena que no debió pasar, sobre todo habiendo chicos enfrente de ella, incluyendo uno que compartía vestidor con ella.
La mala, trocó el buen ánimo con el que reemprendieron la marcha en vergüenza, pues cuando ya tenían la mitad del trecho al campamento recorrida desde la fogata abandonada Liam se le echó encima al ver los restos del vehículo que, ignoraban, Lincoln y compañía habían encontrado y rodó con ella cuesta abajo por un minuto hacia una hondonada en el terreno.
Al frenar, la vergüenza de Lynn palideció, ya que las reservas hasta cierto punto puritanas de Liam se convirtieron en terror al encontrar un esqueleto abandonado. Levantándose con torpeza, empujó a Lynn, quien cayó sobre el esqueleto.
La atleta jamás olvidará esa sensación. Lo pegajoso de los pocos fluidos que quedaban, el hedor repulsivo de los excrementos y la última comida que el infeliz tuvo, el tacto igual pegajoso de los huesos despojados de carne y, lo peor, los despojos de la ropa que rodeaban la osamenta. Ciertamente no le guardaba ningún aprecio, pero reconoció a Wesley Anderson en esos restos de ropa que acompañan el despojo antes de soltar un grito desgarrado como nunca en su vida.
Bajando por la pendiente, Zach, Clyde y Rachel tuvieron cuidado de evitar resbalar lo mejor que podían. Ello los obligó a ir más despacio, aunque el par de caídos terminó por darles alcance habiendo recorrido los primeros ya dos tercios de la cuesta.
-¿Se encuentran bien? -preguntó Rachel, más por creer que quisieran tener privacidad como en algunas películas juveniles que por genuino interés.
-¡¿Bien?! -preguntó Liam, viendo que Lynn está aterrada por primera vez desde que la conoce- ¡Encontramos un maldito esqueleto, idiota! ¿Te crees que esto era un viaje de placer o qué demonios, mujer?
-De seguro es utilería, como en las películas -minimizó Rachel.
-¡Pues ve por esa pendiente y me lo pruebas!
Estando dispuesta a hacerlo, de la nada se escuchan primero un graznido y una serie de pisadas frenéticas, para después dar paso a una manada de ciervos ser perseguida por un viejo conocido.
-No… no, no, ¡Es esa maldita cosa! -bramó Rachel, girando y corriendo cuesta arriba.
Ignorando todo instinto de conservación, Zach prefirió quedarse de pie en el camino mientras el resto se quedaba a resguardo en tras el todoterreno.
Ante ellos, veían que el carnotauro perseguía a los ciervos, dando a una hembra un golpe con la cabeza que la mandó contra la arboleda, matándole en el proceso. El resto de los animales se perdía en la floresta, ignorando a su compañera caída.
El predador no perdía mucho tiempo. Antes de empezar con su presa recién obtenida, venteó un poco el ambiente, percibiendo algunos aromas nuevos. Avanzando un poco, para el horror de Rachel y Liam y el terror de Lynn, dio con los restos de Anderson y, con indiferencia, los tomó como si de una entrada se tratara antes de proceder a arrancar de un tirón los cuartos traseros del ciervo.
Retirándose de a poco, a Zach la visión lo dejó algo turbado. El pelirrojo no tuvo de otra que ir a donde el resto del grupo.
-Creo que no volveré a meterme a tu gallinero -declaró Clyde, arrepentido de haber visto.
-¿E… entonces s-si era real? -preguntó traumatizada Rachel- ¿S-si eran hu… huesos?
-Mejor vámonos ahora que está distraído -propuso Zach-. Seguro encontraremos a Lincoln o a Bolhofner en el campamento.
Asintiendo en común, tomaron sus cosas y forzaron su marcha, sin darse cuenta de dos pares de ojos que estaban vigilando sus pasos, uno detrás del otro.
Mientras el carnotauro comía, un sonido de ramas y hojas daba a conocer a otro depredador. Uno que puso pies en polvorosa al grupo y empezó una frenética carrera.
.
Saciados a más no poder y aturdidos, tanto la directora Ramírez como los chicos se concentraron en reponer fuerzas, aunque alguien tuvo que hacerse cargo de la vigilancia por si alguien (o algo) se presentaba. A pesar de su condición, Stella se ofreció para la primera guardia, teniendo preparada ya una segunda señal para cuando termine su turno.
Pensó en todas las veces que hizo algo de verdad estúpido en retrospectiva, y muchas de esas cosas no tuvieron mucho sentido en su momento. Llamar "mami" a una maestra, por ejemplo, fue algo que en realidad le ganó en el momento por la cercanía que aquella mujer quiso con sus alumnos, nada comparado a saber que, salvo el idiota de Chandler, Rachel y Mollie, todos en la clase de la maestra Johnson la llamaron así al menos una vez.
Intentar hacerse amiga de Lincoln y compañía, por otro lado, admite que tuvo su culpa por planear mal ambas situaciones. No supo que ellos actuarían como patanes creídos en grupo, y no consideró dejar en claro sus intenciones cuando tuvo esas "citas", como si ella les hubiera dejado la mesa servida para atender a un programa de telerrealidad que, en su opinión, es bastante malo. Que la sopa casera del señor Loud hiciera todo el trabajo que ellos malquistaron con esa absurda pelea en el gimnasio, ya fue una ganancia bastante sustancial. Ni hablar del sabotaje del acto de magia, teniendo al final su merecido siendo sus asistentes, cosa que le disgusta. O del incidente OVNI de Zach o las secuelas que tuvo Liam tras su primera temporada (más bien media temporada) en el montículo con las Ardillas.
Estando más al pendiente de sus pensamientos, sintió que el tiempo iba demasiado lento para su gusto. Por ello, no se dio cuenta de que Lincoln se sentó a su lado.
-Ten -dijo Lincoln, tendiéndole una manta que encontró entre las cosas abandonadas por los guardabosques-. La directora Ramírez dice que es mejor que no te resfríes.
-Gracias -dijo Stella con sequedad.
-Oye…
-¿Si?
-¿Crees que saldremos de esta? -preguntó el chico.
-¿Por qué lo preguntas? -cuestionó Stella, cruzando los brazos bajo la manta.
-Solo curiosidad.
-Mientras esa cosa no nos encuentre, mejor para nosotros -respondió Stella-. Después de hoy, no quiero saber nada de bosques ni nada parecido.
-Si llego a casa, lo primero que haré será ir con Lisa a que me borre la memoria -dijo resuelto Lincoln-. No quiero tener que contarle a nadie lo que pasó.
-¿Ni a un psicólogo?
-Me mandaría al psiquiatra y me haría tomar drogas.
-Oh.
-¿Y tú?
-Mejor tomamos la terapia -respondió Stella después de dudar unos segundos-. Clyde dice que la doctora López hace descuentos a parejas.
Los siguientes minutos se la pasaron en silencio. Lincoln aprovechó ese tiempo para dormir un poco más antes de relevar a Stella, mientras esta solo seguía aburrida oteando el entorno por si algo sale de la floresta, aburrida y aún sin señal. Viendo el estado de las instalaciones, lo mejor que puede desear es largarse de una buena vez.
Estaba a punto de despertar a Lincoln cuando escuchó gritos en la lejanía. Dos no los reconocía, pero el tercero fue justo como cuando estuvieron hace años en la casa de Bolhofner y a Liam le cayó encima esa cabeza de alce que el maestro tiene allí. De hecho, ese había sido Liam, saliendo del bosque seguido por Zach, Lynn, Rachel y Clyde, además de un invitado para nada grato.
Con apenas uno y medio metros a la cadera, Tres metros de punta a punta y un par de crestas apenas destacándose sobre los ojos, un joven alosaurio parecía perseguir a los adolescentes. Esa pequeña mole de menos de media tonelada y tonos rojizos y grises en la piel se veía muy rápido, pero en cuanto pasó al grupo el terror dominó a todos los presentes, dejándolos atrás como si alguien más buscara con ellos la comida.
Un alarido reveló que el carnotauro los venía persiguiendo hace unos minutos. En el más completo desorden, Clyde tropezó, mientras que el predador ni siquiera se dio cuenta de ello.
Sin pensarlo dos veces, Stella despertó a Lincoln, que gritó por tener que revivir el trauma de la noche a la luz del día.
-¿Qué está pasando? -preguntó la directora Ramírez, saliendo de la bodega y viendo pasar de frente al alosaurio.
-¡Adentro, directora! ¡Adentro! -gritó Lynn, aterrada y tropezando, a nada de ser mordida por el saurio.
Con casi todos entrando a la bodega, no se percataron del rezago de Clyde. Este, de milagro e ignorado por los dos predadores, corrió tanto como pudo a la entrada del parque. El resto, entre tanto, hizo un esfuerzo por mantenerse dentro.
-¿Dónde habían estado? -preguntó la directora Ramírez, abrazando a Liam y a Lynn, los más cercanos a ella.
-¡¿A quién le importa donde estuvimos?! -tronó Lynn, aliviada de estar a salvo-, ¿Dónde está mi hermano?
-¿Qué?
-¡Lincoln! ¡¿En dónde está el Apestoso?!
-Está afuera -contestó Taylor, sentada sobre unos bultos de avena y arroz en estado de shock.
-¡¿Afuera?! ¡¿Y qué demonios estaba haciendo afuera?! -preguntó furioso Zach, como pocas veces en la vida.
-Iba a relevar a la larguirucha -contestó de nuevo Taylor.
Teniendo ganas de romperse las manos hasta poder machacar a la bravucona, Lynn estuvo a nada de salir cuando un par de brazos tiró de ella.
-No creas que vas a salir de aquí -dijo fulminante la directora.
-¡Es mi hermano del que habla, mujer!
-¡Si, y también una estudiante de cuadro de honor! -contestó Liam, alzando a su capitana sobre el suelo- ¡Piensa un poco! Si se comieron al idiota de Anderson, ¿qué posibilidades tienen de salvarse afuera?
.
En cuanto el resto estuvo a salvo, el primer acto de Lincoln y Stella había sido esconderse. El carnotauro, pensando que un joven humano era mucho más fácil de comer que un posible rival en cuanto creciera, se abalanzó a la posición de Stella, saltando esta y llevándose al chico. Ello les permitió arrastrarse por debajo y correr hacia la ruina de la estación de comunicaciones.
Para su desgracia, el dinosaurio los buscó con la vista y el olfato, siguiéndolos hasta la colapsada estructura y empezando a tantear con su cabeza en el escondrijo.
Aterrados, Lincoln y Stella empezaron a patear el hocico del animal, mas este apenas y hacía caso de los golpes. En uno de ellos, inclusive sacó la lengua, buscando saborear aquella carne tan jugosa que es apetecible en las presas jóvenes.
Apenas Stella sintió el músculo, se impulsó para dar una patada más certera al ojo izquierdo del carnotauro. Fallando por mucho el golpe al ladear el predador su cabeza, llegó incluso a rozar a la chica, lacerando su piel con los dientes y arrancando de su pie uno de los zapatos.
Conteniendo un aullido por el dolor, Stella se apartó tanto como pudo.
-¡No te sueltes! -indicó aterrado Lincoln, buscando protegerla tanto como fuera posible, tomando una de las vigas rotas del techo y usando su brazo como ancla mientras la filipina se aferra contra él.
-No quiero morir, ¡no quiero morir! -repetía Stella en su histeria, como si de un mantra se tratase.
Viendo al carnotauro retirarse un poco, la más honda desazón cayó sobre ellos cuando el robusto cuerpo del dinosaurio se alzó tanto como pudo para tener un mayor espacio para maniobrar. Entonces, primero un grito agudo y luego un furioso bramido hicieron que el animal retrocediera, apoyándose sobre sus brazos y revelando un cuadro a todas luces descabellado.
Con los ojos irritados por la luz, salieron y pudieron contemplar a Lynn, sujetada de un hacha incrustada en el torax del predador. Aunque el dolor que debía sentir la bestia fuera intenso, no sería nada a lo que no estuviera acostumbrada, acumulando ya una buena experiencia persiguiendo caballos, venados, ciervos, bisontes, ganado e incluso osos y lobos. Algunos de ellos presentando batalla o escurriéndose por donde menos lo pudo imaginar, lo que ocasionaba lesiones no muy severas.
Revolviéndose para alcanzar a la chica, el carnotauro bramaba por el dolor que el hacha seguía ocasionando.
-¡Corran, par de tontos! -maldijo Lynn, soltando el hacha apenas vio a Lincoln asomarse, y viendo como su improvisada arma se quedó incrustada a mitad del del muslo del animal.
-¿Qué crees que hacemos? -gritó aterrada Stella.
Apenas escuchó la voz de Lynn, Lincoln se paró en seco y volteó. Veía cómo su hermana caía sobre su espalda, tratando de repeler al carnotauro. En una situación normal que no alcanza a concebir, sería humillado por Chandler y su camarilla de idiotas. Las chicas se reirían de él y apenas tendría respaldo de sus amigos. En cuanto a sus hermanas, lo tomarían con toda normalidad, como si Lynn hubiese cumplido su tarea como hermana mayor al proteger al siempre débil chico como siempre.
Para su desgracia, esa no era una situación normal.
Renqueando por la herida, el carnotauro fijó su atención en una dirección imprevista. Quienes se habían quedado en la bodega aprovecharon la oportunidad para escapar al autobús que rescató la directora Ramírez, sin importar el ruido que hicieran. Lincoln, por su parte, ignoró a Stella y fue a levantar a Lynn, aprovechando la distracción.
-No volteen a donde suena, no volteen a donde suena -repetía la directora Ramírez, cargando con Liam en cuanto el chico tropezó y tiró a Rachel- ¡Deja eso, Hidalgo!
Tanteando en el suelo, Rachel perdió un valioso tiempo tanteando, ya que tenía el celular en mano y se le resbaló al caer. Dando con el aparato, sintió como temblaba debajo de ella, soltando un alarido.
Con siniestra simpleza, la bestia cargó directo contra Rachel. Esta apenas se levantó y escapó por poco de las fauces del predador, aunque una nueva mordida al aire la tomó por sorpresa y la hizo caer y revolverse en el suelo. Una nueva mordida al aire y esta vez la levantó, en medio de un alarido que taladró los oídos de todo mundo. Rachel, sintiendo que todo se había acabado, intentó arrastrarse para ponerse fuera de su alcance, cosa que no logró.
De la nada, un proyectil impactó contra uno de sus ojos.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano para sobreponerse al natural instinto de autoconservación, Lincoln tiró la pistola de bengalas y corrió a toda prisa en dirección al carnotauro, buscando ir por Rachel en medio del reguero de humo azul. Lynn fue, por su lado, a recuperar el hacha que blandió momentos atrás, para tener un nuevo intento y, si podía, comprar un poco más de tiempo a costa de su seguridad.
Agitándose por la humareda, el carnotauro se alzó, aunque tanto él como sus potenciales presas apenas podían ver algo. Por tanto, caminó unos pasos, tirando a Lincoln y haciendo que el hacha se desprendiera de su muslo, lo que la atleta aprovecha para tomarla y asestar un golpe atroz justo en la corva. Lanzando un alarido, el carnotauro cayó, revolviéndose para tratar de levantarse sin conseguirlo.
-Maldito… -gimió adolorida Rachel, poniendo su brazo sobre Lincoln y tratando se animarlo a correr, mientras que Lynn descargaba un nuevo golpe con el hacha al depredador.
-¡Louds! ¡Hidalgo! -llamó la directora Ramírez, asomándose por la ventanilla del conductor- ¡Salgamos de aquí!
-¡Ven aquí, Tontolón! -secundó Lynn, cargando con su hermano y Rachel.
La expresión en la cara de Lincoln era de un dolor como jamás había sentido. El golpe recibido le rompió el esternón, y por la caída se dislocó el hombro derecho. Con la vista del carnotauro en un estado tan patético, Stella quiso tomarse las cosas muy personales y corrió a ayudar a Lynn. Para ambos, la mortecina luz del día dio paso a una fría lluvia y, en cosa de segundos, a un mundo de verdad frío.
Del bosque, como si fuera olvidado, salió el alosaurio que había seguido al grupo de Lynn, ignorando una comida apetitosa por otra mucho más fácil y, en última instancia, regalada que un montón de adolescentes, dos de ellos heridos de gravedad.
Una mirada del carnotauro y todo acabó para él. En cuestión de segundos, el alosaurio comenzó una despiadada embestida al cuello del caído, dando como resultado un dantesco espectáculo para los chicos.
Abordando por poco, Stella y Lynn lograron apenas subir sus cargas. Lynn, en particular, se había encogido en el pecho de su hermano para llorar desconsolada.
-Denle espacio -instruyó la directora-. Necesita procesarlo.
Malentendiendo su orden, Zach y Liam separaron a Lynn de su camarada caído, recibiendo fuertes golpes en el proceso mientras que Stella trataba de mantener en alto la pierna herida de Rachel. Taylor, por su parte, veía de la forma más abstraída el panorama, poco antes de que el autobús se frenara y pudieran recoger a Clyde a un kilómetro.
-¿Por qué no vamos por Anderson? -preguntó Taylor, aún en shock por la acometida del joven alosaurio.
Tentado a decirle a costa de recibir una nueva paliza, Zach estuvo a nada de hablar, recibiendo de Liam una negación con la cabeza. Tratando de ser comprensiva, la latina se encoge sobre sí, tratando de mantener un aire de natural rudeza con tanta suerte como un apostador empedernido en Las Vegas.
-Es mejor decirle cuando esté más tranquila -resolvió Liam en voz baja, visiblemente cansado y amoratado-.
-Tienes razón -secundó Clyde-. Por lo menos estamos vivos.
-No por mucho, amigo -dijo en voz baja Zach, más para sí que para el resto-. No por mucho.
Asomando un poco por una de las ventanas, la poca luz solar que encontró huecos entre las nubes parecía reflejar unas volutas de neblina en tonos iridiscentes, a la par que algunos vehículos pasaban en sentido contrario al lado de ellos. Sin reconocer los patrones ni la pintura, están seguros de que el personal de las oficinas de la gobernadora ya estarán en camino.
~o~
Amanecer en la cama de un hospital nunca le ha gustado. Entre la apendicitis que lo tuvo en cama por dos semanas antes de Acción de Gracias, el contagio de varicela que padeció en casa de la tía Ruth antes de ponerse peor en el quinto grado y el sarampión al que Chandler lo condenó la pasada Navidad al escupirle en la cara cuando mintió para un viaje a la vieja cantera, no sabía qué era peor, pero después de una semana en observación, descanso y una radiografía Lincoln se sentía más o menos bien, con la idea de que sí pudo ser peor.
No puede decir lo mismo de Rachel. La herida que recibiera le dejó el pie derecho tan dañado que no hubo más remedio que amputar, y a diferencia de él ella tendrá que quedarse una semana más. Sin embargo, puede decir que las visitas fueron, hasta donde el sedante les dejó ver, algo aceptable, a pesar del hecho de que no intercambiaron palabra alguna en su convalecencia.
Dentro de lo que pudieron enterarse, la mañana del 16 se llevaron una sorpresa desagradable, pues se enteraron del saldo de las pérdidas. Al menos tres estudiantes resultaron muertos, otro desaparecido, Meryl y los maestros Bolhofner y Salter fueron despedidos por negligencia (sin mencionar que los ahora desempleados ya no pueden ejercer la docencia) y, lo más sorprendente de todo, el pequeño grupo fue de los últimos sobrevivientes del parque en ser sacados con vida.
Siendo así, la tarde del mismo día, una vez terminada la visita (Rachel recibía como de costumbre a sus padres, mientras que a Lincoln le tocó un furioso sermón de parte de Lori sobre tomar riesgos sin pensarlo siquiera, con la promesa de hacerlo pagar por exponerse así), Rachel intentó ver algo en el teléfono que le habían comprado para reponer el perdido en el campamento del parque.
-Que porquería -maldijo Rachel.
-¿Pasa algo? -preguntó Lincoln, un tanto desinteresado.
No hay respuesta.
-Hola, tierra a Rachel -insistió Lincoln-. ¿Algún problema? -de nuevo sin respuesta- No me hagas insistir.
-Solo cállate, por favor -pidió Rachel, exasperada.
Admitiendo su derrota, Lincoln dirigió una mirada incómoda al muñón que antes era la pierna de Rachel. Aunque la rodilla quedó intacta, comprendió que no le servirá de nada si no consigue una prótesis. En el mejor de los casos, si habla primero con Jordan y Mollie y luego la ponen al tanto. Mirando hacia su cara, nota esa incomodidad que ella debe sentir por querer rascar su ya inexistente pie. Lisa lo llamaría un reflejo fantasma o algo por el estilo, aunque el nombre académico sería algo más complejo.
Comparando las heridas de Rachel con las propias, no puede evitar sentir lástima por ella. Él bien podrá recuperarse de un hombro dislocado y el dolor en el pecho podrá ser solo una punzada en cosa de semanas que le privarán del verano, pero ella estaría en una gran desventaja que no querrá admitir.
En cuanto corrió la cortina que servía de separación a ambos, vio la mano de la chica correrla de nuevo para mantener la vista compartida.
-Está bien, tú ganas -suspiró de mala gana Rachel-. No sé como puedes vivir así.
-Vivir así ¿cómo? -preguntó Lincoln, tratando de hacerse el desentendido.
-Tienes a tus hermanas y a tu cuñado, mientras que yo solo tengo que conformarme con que mis papás me visiten -respondió Rachel-. ¿Crees que no siento envidia de todas esas visitas que tienes?
-¿Envidia, tú? Eso es nuevo.
-Para tu información, yo también soy humana -dijo Rachel con sarcasmo-. ¿Crees que no hubiera preferido que me visitara alguien más?
-¿Quieres información? Bien, ¡te daré una poca! -dijo Lincoln, tratando de levantarse pese a estar casi inmovilizado-. Mientras veías películas con tu papá, Luna me dio un par de golpes por no traerle un diente. ¿Esa Doble Eructo sin queso que tu mamá metió a escondidas ayer? Leni me sofocó con un suéter tejido que me pica, y no tuve valor para decirle eso antes de quemarme con la sopa de aquí. ¿Y quieres saber una cosa más? Las menores me van a estar molestando por semanas. Las quiero a todas, pero no sabes lo pesadas que pueden llegar a ser cuando se preocupan. ¿Te quejas de tus papás? Antes de sentir lástima por ti, haz un esfuerzo por salir de tu burbuja y mira a tu alrededor.
Sin palabras en la boca, Rachel cerró la cortina y, a juzgar por lo que Lincoln pudo escuchar, empezó a sollozar.
Arrepintiéndose un poco por la forma tan directa de decirlo, se vio tentado de abrir de nuevo, estirando la mano antes de retraerla de nuevo. Tentado de disculparse, algo en su mente lo detuvo con la idea de que tal vez era algo que ella debía de necesitar. No quiso no deseó sonar brusco, pero supo que, muchas veces, es la preocupación por alguien lo que puede llevar a eso.
~o~
12 de octubre de 2022
No voy a mentir. Entre Vínculos (próximo a llevarlo a Ao3 mientras descanso un poco de escribir después de la Luaggie Week) y otros proyectos, el tiempo que me quedaba de mis asuntos en casa se me consume.
Ya solo nos queda un epílogo para dejar este pasquín, ojalá que hayan disfrutado de esto tanto como debían haber disfrutado de la franquicia. Me queda preguntarles, ¿a quién esperan ver de Parque/Mundo Jurásico?
Ahora, contestando...
Pep delgado 99, si. Se las vieron negras.
Alquimistaarcano77, siempre es grato verte por acá. Ya era hora de que se reencontraran, y aquí entre nos, este iba a ser un capítulo doble. Cuando me dí cuenta de que no valdría para lo que promedio, tuve que unirlos. Ok, tal vez tengo el hábito de dejar algunas cosas abandonadas, pero espero darme el espacio para retomarlas, y hay una en especial por ahora. Saluti, vecchio.
EltioRob95, apenas vi los fanarts y debo darte las gracias. Tuve que rebajarme un poco al guionazo, pero en justificación me veo obligado a apelar al comportamiento de los carnívoros jóvenes que se planteó en Paseando con Dinosaurios, más concreto el especial La Balada de Big Al y al corto Battle at Big Rock. Ambos disponibles en YouTube, el primero solo doblado al español peninsular, el otro solo en inglés (flojonazos los de post-producción).
El caballero de las antorchas, es el problema del concepto de "enemigos jurados, aliados por necesidad". Cualquier tensión es potencialmente peligrosa sin ver el peligro que hay de frente. La separación del grupo en sus componentes más estables obedeció a un giro negativo, confieso, y en cierto modo Anderson pagó el precio. Sobre el otro grupo, dime. ¿Crees que sea buena idea cocinar una carne que jamás preparaste, sin apenas utensilios y menos condimentos? Como dije, ya empecé con tu premio, y espero entregarlo el mes entrante por Messenger, una vez que me saque de algunos pendientes.
Luis Carlos, ten en cuenta que son situaciones límite. Eso suele poner en jaque la estabilidad mental y emocional de las personas, como un bombardeo, una cacería que salió mal o un escape. Por consiguiente, afecta al sentido común, y más cuando hay gente enemistada de por medio. Se genera alta tensión. En cuanto a tu duda sobre Lincoln, admito que ahí recurrí un poco al guionazo tomando en cuenta que, cosa a recordar, es fan de Rip Hardcore. Teniendo en cuenta que el tipo es como Bear Grylls, lo probable es que también tenga nota de cómo obtener comida según el entorno. Digamos, una aguada en medio del bosque que al medio día es frecuentada por más de un animal. Cualquier detalle, por mínimo que sea, hay que explotarlo.
¡Corran!
Sam the Stormbringer
