Resumen: Después de haber conocido a su sobrina recién nacida, Agustín y Julieta le pidieron algo importante, algo que pesó mucho cuando Bruno tuvo que tomar la mejor decisión para proteger a Mirabel después de que no obtuvo su don.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

LA PROMESA

CAPÍTULO 12

Plaza del pueblo

Un año después

Mirabel se sentó sola en una banca junto a la iglesia a descansar y tomar un poco de sol. Estaba ya muy aburrida de quedarse en casa y había decidido ir a la plaza al ver personas. La mayor parte de su vida la había pasado en casita sin ver a nadie más que a su tío, y ahora que Bruno se escabullía a ver a Marcela cuando llegaba a tener una oportunidad, se quedaba completamente sola en casita.

No podía quejarse. Marcela había sido expulsada por su familia después de haber escapado de la boda, pero Bruno la había ayudado a encontrar un sitio donde vivir, en una pequeña cabaña en la selva, un poco alejada del resto del pueblo. Aquello le pareció muy cruel de parte de los Medina, pero funcionaba para ella y su tío porque Bruno podía escabullirse a verla.

A pesar de que quería ver a las personas, no podía ignorar las miradas de lástima que le dirigían cuando pasaba. "Pobre Mirabel, la única Madrigal sin don", era seguramente lo que pensaban. Y como todos los años, a la abuela se le olvidó organizar una fiesta de cumpleaños para ella cuando llegó a los 12 años, seguramente porque no quería celebrar el aniversario en que el milagro falló. Mirabel gruñó molesta al pensar en ello.

Su molestia desapareció momentáneamente cuando vio a Camilo caminar tímidamente charlando con una muchacha llamada Valeria Guerrero, a quien Mirabel conocía bien. Camilo corría junto a ella, claramente tratando de llamar la atención de la otra adolescente.

"Aww, parece que Camilo está enamorado"; pensó Mirabel al ver el sonrojo de Camilo al seguir a la muchacha por todos lados.

No lo culpaba, ella misma estaba comenzando a sentir cosas cuando veía a algún muchacho, y había uno en particular que le parecía muy guapo… al igual que al resto del pueblo. Rafael Valencia era un muchacho de su edad, apuesto y muy amable que hacía que su corazón diera saltos mortales de emoción. Era el hijo del alfarero, y a veces lo veía pasar por ahí cuando ayudaba a su mamá a cargar sus jarrones de barro que creaba.

-Ah, pero ahí está Miratonta- dijo Sergio Treviño, ya un adulto que seguía comportándose abusivo con ella, interrumpiendo sus pensamientos y haciéndola dar un respingo- ¿por qué no te quedas en el sótano de tu casa?¿O ya te diste cuenta que nadie te quiere ahí tampoco?-

-Cállate, Sergio, no te veías tan valiente cuando tu mamá te regañó el otro día- dijo Mirabel, quien había aprendido a no quedarse callada cuando la molestaba.

-Mocosa, te estoy haciendo el favor de hablar contigo, porque sé que ni tu familia te quiere hablar- dijo él sentándose a su lado en la banca y deslizándose hacia ella. Antes de que Mirabel pudiera levantarse para irse de ahí, Sergio tomó un puñado de su cabello para obligarla a volver a sentarse y le arrancó el moño de su cabello.

-Ay, ¡me duele!¡Déjame!- dijo ella tratando de hacer que soltara su cabello, mirando a su alrededor para que alguien la ayudara pero no había nadie cerca.

-Te veías ridícula con ese moño, te estoy haciendo un favor- dijo Sergio mientras que Mirabel trataba de soltarse de él.

-¡Suelta mi cabello!- dijo la joven. Sergio se estaba riendo cuando alguien más llegó a detenerlo.

-¡Hey!¡Déjala en paz!-

Mirabel sintió que Sergio la soltó de inmediato y se puso de pie como si estuviera asustado. Cuando la adolescente levantó la mirada se dio cuenta de que había sido Mariano Guzmán, quien caminó hacia ellos mirando seriamente al muchacho mayor.

-¿Qué quieres, Guzmán? Solo estamos bromeando- dijo Sergio inocentemente y dándole unas palmadas demasiado fuertes en la cabeza a Mirabel, provocándole un gesto de molestia.

-Ay-

-Dije que dejes a Mirabel en paz- repitió Mariano con voz firme.

-Ugh, que aburridos son los dos- dijo Sergio levantándose y sonriendo maliciosamente antes de irse- ni a quien le importe esa inútil-

Y ahí estaba otra vez esa palabra. Mirabel nuevamente tuvo esa horrible sensación que había tenido desde hacía siete años. Inconscientemente se abrazó a sí misma y parpadeó tratando de deshacerse de las lágrimas en sus ojos. Por un momento no fue consciente de que Mariano seguía ahí hasta que éste puso una mano en su hombro que lo hizo dar un respingo.

-Lo siento, lo siento- le dijo Mariano recogiendo su moño de la banca y poniéndolo en su mano- no quería asustarte, pequeñita-

Mirabel respiró aliviada de que Mariano estuviera ahí. No le gustaba que la llamara así pero no pudo evitar sentirse a salvo con ese muchacho.

-Gracias por lo que hiciste- dijo Mirabel forzando una sonrisa.

-No tienes nada que agradecer- dijo el muchacho entrecerrando los ojos y mirando molesto hacia donde el otro desapareció- Sergio es un idiota inseguro y no tiene nada más que hacer que molestar-

-De todos modos, gracias- dijo ella con una sonrisa un poco más sincera.

Mariano iba a decir algo más cuando Luisa llegó corriendo hacia donde estaba Mirabel. Tenía una expresión preocupada y sin decir nada la tomó con una mano, poniéndola bajo su brazo como si fuera un bulto.

-Woaaa…- dijo Mirabel- ¿Luisa?¿Qué sucede?-

-Tienes que regresar a casa inmediatamente, Mirabel- dijo Luisa comenzando a caminar hacia casita a toda prisa sin siquiera dejar que se despidiera de Mariano, quien miró preocupado a las hermanas sin decidirse si seguirlas o no.

-¿Qué pasó?- dijo Mirabel aun bajo el brazo de su hermana mayor- Luisa, me estás asustando-

-Alguien corrió el rumor de que tú ibas a destruir la magia- dijo Luisa seriamente- y Dolores escuchó a varias personas del pueblo están muy enojadas contigo. La abuela me mando a traerte de regreso a casa, tenemos que ponerte a salvo-

Mirabel sintió un horrible vuelco al escuchar eso. ¿Alguien había descubierto la visión de Bruno? Pero, ¿cómo? Solo Bruno, Alma, Agustín y ella misma sabían de qué se trataba. ¿Quién de ellos había dicho algo?

De ellos, estaba segura de que ni Bruno ni su padre revelarían eso a nadie, ni siquiera al resto de la familia. Pero cuando se trataba de su abuela no estaba segura de nada.

x-x-x

Casita

Poco después

Bruno estaba horrorizado al escuchar la noticia de que el pueblo había descubierto todo sobre su visión, la misma que había causado que la abuela siempre sospechara de Mirabel. No podía imaginar lo horrible que eso sería para su pobre sobrina. Todos en la casa estaban alarmados con lo que acababan de escuchar, todos excepto Mirabel, quien fue depositada en la entrada de la casa por Luisa y solo caminó automáticamente hacia el comedor, dejándose caer en su asiento e ignorando preguntas de su familia.

La abuela había llamado al resto de la familia en el comedor para hablar de lo sucedido. El cielo estaba nublado por los nervios de Pepa, amenazando con causar un huracán mientras que Félix trataba de calmarla. Isabela parecía enojada, cruzándose de brazos y mirando a Mirabel molesta. Luisa parecía un cachorrillo remojado, Dolores hacía muecas extrañas cada dos segundos, seguramente escuchando algo desagradable, y Camilo miraba preocupado a su prima mientras que cuidaba a su hermanito. Solo Antonio parecía estar feliz en el regazo de su hermano, extendiendo sus manitas hacia el otro lado de la mesa, donde estaba Mirabel.

-Midabed- dijo Antonio con una sonrisa que su prima no devolvió, no porque no quisiera sino porque estaba muy preocupada.

-Bien, tenemos un problema- dijo la abuela seriamente- y creo que es momentos que todos conozcan la verdad sobre este asunto-

Bruno sintió un escalofrío mientras que miraba de reojo a su sobrina. Mirabel estaba cabizbaja, sus cabellos cubrían sus ojos y tratando de desaparecer bajo la mesa. Agustín le puso una mano en el hombro, pero ella no reaccionó. Tampoco lo hizo cuando Antonio se deslizó al suelo de los brazos de Camilo y caminó hacia ella.

-Midabed…- dijo el niño con las manos en su regazo tratando de llamar su atención. La adolescente no se resistió y acarició sus cabellos automáticamente, preocupada por lo que la abuela estaba a punto de decir. Una mirada de desaprobación de la abuela hizo que Camilo suspirara y cargara al pequeño de nuevo.

-El día de la ceremonia fallida de Mirabel, Bruno tuvo una visión sobre ella- dijo Alma tras aclararse la garganta- vio que iba a destruir la magia…-

-Eso no fue lo que vi, mamá- la corrigió Bruno alzando la voz e ignorando su expresión ofendida- lo que vi fue que la magia iba a fallar y la casa se iba a romper…-

-Y con la figura de Mirabel delante de la casa rota- dijo Alma subiendo un poco la voz- parece que es obvio lo que eso significa-

Un murmullo de sorpresa recorrió a toda la familia. Julieta se volvió hacia su hermano con una expresión herida, y el resto miró a Mirabel como si le hubiera brotado un tercer ojo. Bruno se molestó y sacó la tableta de la visión que le había dado a Mirabel para mostrarla a la familia.

-Eso no es verdad, la visión cambia- dijo Bruno alzando la voz- el futuro aún no está escrito, o quizá significa que Mirabel va a reparar la magia en lugar de romperla. El significado de ésta visión es lo más distante a obvio-

Alma entrecerró los ojos, y la tensión se podía sentir en el comedor.

-Como imaginarán, de alguna manera todo el pueblo de alguna manera descubrió esa primera parte de la visión- dijo Alma en voz alta- lo que tenemos que averiguar es cómo vamos a resolver el problema de Mirabel-

-Disculpe, señora Alma, pero el problema es con el pueblo, a quienes no se les ha explicado que la visión de Bruno no es definitiva- dijo Agustín en voz alta con su mano aún en el hombro de su hija menor- porque todos aquí sabemos bien que Mirabel nunca haría nada que pudiera destruir la magia-

Bruno miró a Mirabel, quien estaba cada vez más hundida en su asiento a pesar de las palabras de su padre

-Creo que debes de reunir al pueblo y aclarar esta confusión, mamá. Y debes hacerlo antes de que suceda algo grave- dijo Julieta, hablando por fin- aún no conocemos el verdadero significado de la visión. Y como dijo Agustín, todos aquí sabemos bien que mi hija no haría nada para lastimar la magia-

-Y debemos asignar a alguien para proteger a Mirabel- dijo de pronto Dolores. Era raro que su sobrina interrumpiera o siquiera dijera algo espontáneamente- hay un par de personas que quieren… lastimarla-

Un fuerte trueno se escuchó cuando Dolores terminó su frase, y Bruno sintió que se le revolvía el estómago al escuchar eso. Pepa parecía estar a punto de levantarse para estrangular a alguien, y Bruno se sentía exactamente igual. ¿Había personas que querían lastimar a Mirabel, una niña inocente, solo para mantener la magia? Esos malditos no sabían que probablemente querían herir a quien los salvaría.

La expresión de Alma cambió al escuchar lo que dijo Dolores, palideciendo y contorsionándose en una mirada llena de horror. Bruno se sorprendió, porque llegó un punto en el que él había creído que su madre no era capaz de preocuparse por Mirabel.

-Reuniré al pueblo para explicarles que la visión de Bruno no es definitiva - dijo la abuela en un tono resignado, regresando a su habitual máscara de calma- supongo que Mirabel tendrá que quedarse en la casa y no salir a menos de que alguien la pueda acompañar mientras las cosas se calman. Sé que ella será prudente y no interrumpirá los deberes de los demás-

Bruno sintió un escalofrío al escuchar la manera en la que Alma lo dijo, como si fuera un trabajo desagradable tener que cuidar a Mirabel. Al parecer Julieta y Agustín lo captaron pero nadie más se dio cuenta de ello.

-Dolores, ¿crees que puedas identificar quienes quieren lastimar a Mirabel?- dijo Bruno frunciendo el entrecejo.

-No, tío. Lo siento- dijo Dolores frustrada- fueron varias voces que no puedo distinguir. Pero intentaré identificarlo-

Mirabel se abrazó y dejó escapar un ruidito de miedo que hizo que Agustín la atrajera a sí mismo para abrazarla. ¡Pobre niña! No era justo que le pasara eso. Ya había tenido suficiente con la manera en la que Alma la trataba desde que no había obtenido un don, no quería que todo el pueblo lo hiciera también.

-Bueno, ya que todos están al tanto de lo que pasó, regresen a sus trabajos habituales- dijo la abuela.

Isabela se puso de pie casi de inmediato y salió, seguida del resto de la familia. Antes de irse, Agustín captó la mirada de Bruno quien asintió. Camilo puso a Antonio en brazos de Pepa y corrió a darle un abrazo a Mirabel antes de irse también.

-No te preocupes, Mira- le prometió Camilo antes de irse- yo te acompañaré cada vez que pueda, te lo prometo. Y golpearé a cualquier persona que sea mala contigo-

La niña no respondió y se quedó en su asiento hasta que quedó a solas con Bruno y Alma, quien se levantó y se dirigió al pueblo también.

-Oh, y algo más- dijo la abuela al ver el atuendo de Mirabel- ayudaría que comenzaras a vestirte como una señorita y no como una niña. Las jóvenes no visten tantos colores-

Aquellas eran críticas que Alma les dirigía a todos, no solo a ella, pero no era el mejor momento para ello. Mirabel no respondió y se quedó congelada en su sitio hasta que Bruno puso sus manos en sus hombros.

-Vamos, mariposita, no puedes quedarte aquí en el comedor todo el día- dijo Bruno animándola a ponerse de pie- fue un día difícil…-

Tras decir eso comenzó a conducir a Mirabel de regreso hacia la guardería mientras que ella caminaba en automático, con su vista fija al frente como si estuviera hipnotizada, seguramente procesando lo que acababa de pasar. Casita movió las tablas debajo de ellos para moverlos hacia el dormitorio de la adolescente y cuando por fin llegaron, Bruno le quitó las gafas y la hizo sentarse en su cama.

-Mirabel, mírame- dijo Bruno comenzando a preocuparse por la falta de respuesta de su sobrina- sé que tuviste un mal rato pero…-

-Sí- dijo Mirabel finalmente reaccionando con lágrimas en los ojos- quizá cuando despierte descubra que todo esto fue un mal sueño…-

-Por desgracia no lo es, mi niña, pero toda tu familia te quiere mucho y no va a dejar que nadie te haga daño- dijo Bruno.

-Mmhm-

-Sabes que eso es verdad, ¿no es cierto?- dijo Bruno- nadie quiere que te hagan daño, ni siquiera tu abuela-

-La verdad no creo que le importe tanto- dijo Mirabel en voz baja.

Bruno estaba aliviado de que su sobrina al menos hubiera vuelto a hablar, estaba comenzando a preocuparse.

-Claro que le importas, mariposita. Estoy seguro de que la abuela aclarará todo cuando hable con la gente del pueblo, todos sabrán que interpretaron mal mi visión y…-

Pero pronto fue evidente que Mirabel no lo estaba escuchando.

-Sergio tenía razón- dijo ella interrumpiéndolo con voz quebrada.

-¿De qué…?-

-Tenía razón. Sería mejor para todos que yo no existiera…- dijo antes de hacer un puchero. Bruno la acercó a sí mismo y la abrazó como hacía siempre que estaba triste.

-No pienses esas tonterías, chaparra- dijo Bruno sin dejar de acariciar sus cabellos- ya te lo dije antes, eres muy importante para muchas personas. Hay muchas personas que sufrirían mucho si no existieras, así que no vuelvas a decir eso…-

La joven siguió abrazando a Bruno sin decir nada.

x-x-x

La mañana siguiente

Mirabel se despertó esa mañana como un zombie y decidió quedarse en su habitación. Si su destino era quedarse encerrada en esa casa, más le valía irse acostumbrando. Nadie la vería más que como la niña que destruiría la magia del Encanto, y apenas había caído en cuenta de la gravedad del asunto cuando Dolores digo que había personas que quería lastimarla.

¡Si ella ni siquiera sabía que se podía destruir la magia antes de saber sobre esa visión!

Aquello había explicado bastante, sobre todo porqué su abuela la odiaba tanto (por más que su madre o tío Bruno quisieran decir lo contrario). Se dejó caer en la cama de nuevo. No valía la pena levantarse, literalmente no tenía nada que hacer. No tenía ningún propósito, nada. Camilo se había ofrecido a acompañarla al pueblo, pero la abuela se lo había prohibido diciendo que tenían que esperar a que se calmaran las cosas.

¿Por qué ese tenía que ser su destino, quedarse encerrada todo el tiempo en casita? ¿Había hecho algo malo de lo que no se había dado cuenta?

Y fue entonces cuando tuvo una epifanía: ¡no, no las cosas no podían quedarse así! Su destino estaba en sus manos y no iba a dejar que su abuela o la gente del pueblo lo dictara. Era como todas esas heroínas de los libros que había leído con tío Bruno durante toda su vida. Ellas también eran obligadas a quedarse encerradas, pero creaban su propio destino. No podía depender siempre de sus papás, de Luisa o de tío Bruno.

Con esa idea, Mirabel se puso de pie y bajó las escaleras hacia la puerta principal, pero casita la cerró casi en sus narices.

-¡¿Casita, qué demonios…?!- dijo Mirabel. Los azulejos se movieron para decirle algo, pero Mirabel no estaba para escucharlo que decía la casa- no puedo quedarme encerrada todo el tiempo aquí dentro, tengo que salir el algún momento. Abre la puerta-

La casa obedeció, no sin antes darle una advertencia.

-Claro que tendré cuidado, no te preocupes- dijo Mirabel antes de irse por un camino no transitado hacia un sitio en la orilla de la selva desde donde podía ver muy bien el pueblo, solo tenía que pasar por un puente del pueblo.

"Solo tengo que tener cuidado de que nadie me vea", pensó ella "y que Dolores no me escuche, así no tendré problemas".

Eso fue pan comido, y cruzó el puente sin ningún tropiezo hasta su sitio en la selva. Desde ahí podría hacer lo que quisiera sin que nadie la molestara. Podía ver la mayor parte del pueblo desde ahí, la plaza principal llena de gente. Don Carlos en la tienda de telas, Osvaldo en su carreta llevando cosas por todos lados. El distintivo color púrpura de la abuela podía notarse a la mitad de la plaza, hablando con la señora Guzmán y Mariano.

Mirabel se sentó frente al borde y apoyó sus codos en las rodillas. Camilo había estado transformado en alguien más, porque no lo había notado antes. Pronto lo localizó, estaba entreteniendo a un grupo de niños y cerca estaba Valeria Guerrero, mirando a Camilo desde otro lado de la plaza, antes de caminar hacia donde estaba él.

Por un momento se sintió mal por "espiar" a su primo, así que se volvió hacia otro lado y fue cuando vio a Rafael Valencia. Su corazón dio un salto al ver lo cerca que estaba de ella, apenas a un par de minutos caminando. Estaba sentado en la orilla del arroyo junto al puente, mirando hacia el agua con una expresión que le pareció entristecida. Su lado preocupado por los demás comenzó a decirle que tenía que hablar con él para averiguar qué podía hacer para ayudarlo, pero pronto desistió. No sabía si Rafael era parte de los que querían hacerle daño por la visión.

"Lástima", pensó Mirabel sin poder quitar los ojos del muchacho.

Después de un rato que estuvo satisfecha con el tiempo que estuvo fuera, después de haber estirado las piernas y tomado aire fresco (además de que Rafael se había ido a casa), la adolescente comenzó a caminar de regreso a casita.

La casa la recibió con emoción (o regañándola, pero Mirabel prefirió interpretarlo así).

x-x-x

Poco después

Bruno regresó a casa después de su cita secreta con Marcela con una expresión culpable por haber dejado a Mirabel sola en la casa, sobre todo porque no podía salir. Quizá debió haberse quedado con ella o acompañarla a salir un poco. Seguramente la pobre estaría muy triste.

Pero cuando regresó la encontró sonriendo con normalidad, como si la tarde anterior no hubiera existido. O quizá estaba fingiendo estar bien, para lo que su sobrina era una experta.

-Hola tío- dijo Mirabel con una leve sonrisa- ¿cómo te fue?-

-Bien- dijo Bruno dudoso. No sabía que la tenía más animada que la noche anterior, pero no comentó nada.

Poco después llegó el resto de la familia a comer. Bruno vio a Camilo casi saltar sobre Mirabel para abrazarla y preguntarle cómo estuvo su día, y su sobrina respondió con normalidad. Solo Dolores parecía seria y se acercó a su prima para susurrar algo en su oído que hizo que Mirabel borrara su sonrisa y palideciera.

Y fue cuando Bruno cayó en cuenta de lo que había pasado y la razón de la escena que acababa de presenciar. Mirabel hizo algo que no debía, seguramente había salido de la casa a escondidas, y la mayor la estaba regañando. Se quedó helado al caer en cuenta de ello.

"¡Dios!", pensó Bruno. ¿En qué estaba pensaba su sobrina?

La comida transcurrió con normalidad, pero Bruno no pudo quitarse la idea de la cabeza y tan pronto como terminaron tomó la muñeca de su sobrina y casi la arrastró a su torre para hablar con ella.

-¿Tío?¿Qué sucede?-

-Tu y yo tenemos que hablar. Ahora- dijo Bruno más serio de lo que Mirabel lo había visto jamás con ella, y fue cuando supo que estaba en problemas.

-¿De…de qué…?-

-Sabes bastante bien de qué quiero hablarte- dijo Bruno sin quitar su expresión seria- saliste de la casa cuando sabes que todo el pueblo cree que vas a destruir la magia. ¿En qué estabas pensando, Mirabel?-

Nunca la llamaba por su nombre, pero lo hizo para hacerle ver la gravedad de la situación. Mirabel parecía arrepentida de lo que había hecho y tenía una expresión que lo hizo sentir culpable por hablarle así, pero tenía que hacerlo antes de que se hiciera daño.

-Estaba harta de estar encerrada. Y tú… tú estás viéndote a escondidas con Marcela- respondió ella.

-Sí, pero yo arriesgo un regaño de tu abuela, tu arriesgas a que alguien te haga daño, o peor- dijo Bruno haciendo una mueca de solo imaginar que eso pasara- sabes que estaríamos devastados si algo te pasara-

La niña bajó la mirada e infló las mejillas frustrada.

-Estoy… estoy harta de esto, tío. No es justo…-

-No lo es, pero ahora vas a necesitar un poco de paciencia mientras que hacemos algo para arreglar esa situación- dijo Bruno- mientras que los rumores no se acaben y Dolores diga que estás a salvo, no habrá más salidas de la casa, ¿de acuerdo?-

-…-

-No te escuché, Mirabel- dijo Bruno alzando las cejas. Casi podía ver su lado testarudo pelear con su lado razonable en su mente, pero finalmente respiró hondo con una expresión resignada.

-Sí, tío- dijo ella.

Bruno respiró. Había tenido miedo que Mirabel no lo escuchara y tener que hablar con Agustín al respecto, pero afortunadamente no fue necesario. Aliviado de que su sobrina fuera razonable, se sentó en el sofá de su habitación y se masajeó las sienes. Tardó unos segundos en darse cuenta de que su sobrina se había sentado a su lado.

-Lo siento, tío. No quería hacerte enojar- dijo ella. Bruno levantó la cabeza y se volvió hacia ella. Ese día llevaba una blusa blanca sin adornos y una falda color verde del mismo color, sin ningún tipo de mejora tampoco. Aquello le pareció extraño pero prefirió no comentar en ello.

-No estoy enojado contigo, pero no tienes idea de lo mucho que me preocupé cuando supe que habías salido- dijo Bruno- no sé que haría si algo te llegara a pasar…-

Como respuesta, Mirabel apoyó su cabeza en el hombro de su tío y él puso un brazo alrededor de ella. Esperaba que hubiera comprendido el mensaje y no volviera a escaparse de la casa.

x-x-x

Una semana después

Mirabel suspiró en la puerta de casita mientras que toda su familia salía al pueblo a ser genial mientras que ella se quedaba en casa a… existir… por su propia seguridad.

Toda la semana Bruno se había quedado con ella, acompañándola y asegurándose de que no se sintiera sola, pero este día era cuando su tío iba a ver a Marcela y por un momento estuvo a punto de faltar a su cita para quedarse con ella, pero ella lo había hecho ir.

-No puedes decepcionarla, tío- le había dicho Mirabel- ya estuviste conmigo toda la semana, al menos tienes que pasar tiempo con ella-

Y por eso estaba sola en casita esa mañana. Ésta trataba de animarla, moviendo los azulejos para pasearla por toda la casa, pero eso no la iba a animar. La abuela ya había hablado con el pueblo pero nada había mejorado, Dolores seguía escuchando reportes alarmantes de un puñado de personas que querían hacerle daño, pero aún no podía identificar quién era.

-Quizá debería resignarme a quedarme aquí para siempre- dijo ella tumbada en el suelo del patio, con los brazos extendidos y mirando el cielo- la abuela nunca se va a esforzar por aclarar nada sobre la visión para que me dejen salir. Y nadie va a creerle a mis papás, menos a tío Bruno-

Eso era verdad, todo el mundo sabía que ella era la favorita de su tío. Había escuchado rumores de cómo ella probablemente era hija de Bruno o que él la había embrujado des que era muy pequeña, y sabía que todo el mundo le temía a su tío.

Casita le respondió que se animara, que pronto iba a volver a salir, pero ella no se sentía tan optimista.

De pronto escuchó que casita cerró la puerta principal de golpe y corrió los cerrojos, haciendo que Mirabel se incorporara dando un respingo de sorpresa.

-¿Casita?-

Escuchó los azulejos diciéndole que alguien intentó entrar a la casa. Su corazón dio un brinco de miedo al caer en cuenta de que quizá era una de esas personas que la habían querido lastimar. Mirabel se puso de pie y buscó con la vista la escoba de la abuela, pero no fue necesario, el misterioso visitante solo deslizó un papelito por debajo de la puerta.

Con manos temblorosas, Mirabel lo recogió y vio que era una nota.

Mirabel:

Hay algo importante de lo que deseo hablar contigo. Necesito tu ayuda. Te estaré esperando hoy en el puente cerca de donde me estabas mirando hace una semana.

Rafael Valencia.

La piel de Mirabel enrojeció más que la de una langosta al leer estas palabras. ¿Rafael se había dado cuenta de que lo había estado mirando desde el puente?¿Pero cómo?¡Qué vergüenza que la haya visto así! Ahora ya no le parecía tan malo tener que quedarse encerrada ahí por el resto de su vida sin ser vista de nuevo por ese muchacho, porque si lo hacía moriría de vergüenza.

-Aaaaaarrrgg…- gruñó Mirabel caminando en círculos y cubriéndose la cara.

Pero, ¿y si la llegada de esa carta era algo positivo?¿Y si eso significaba que Rafael la encontraba bonita y por eso le había pedido ayuda?

"Sí, claro… eso nadie jamás va a hacerlo", pensó ella cabizbaja "la única Madrigal no especial, la única que era corriente y no sobresaldría nunca".

A pesar de sus pensamientos, la esperanza de que el muchacho sintiera lo mismo que ella dio un salto de emoción. Vio la segunda línea de la nota. Rafael necesitaba su ayuda y los Madrigal ayudaban al pueblo.

-No, no pienses eso, Mirabel- dijo ella sacudiendo su cabeza. Pero desde que había leído eso su decisión había sido tomada. Alguien la necesitaba, ella tenía que ayudar. Eso era lo que hacía la familia Madrigal.

x-x-x

Más tarde

Mirabel tuvo dificultades para salir porque casita se puso pesada y ella no quería hablar para no alertar a Dolores de nuevo, pero por fin había llegado al puente del que había leído en la carta. Al llegar no había ninguna señal de Rafael por ningún lado.

"Extraño", dijo Mirabel mirando la nota que llevaba en su bolsillo "aún no tenía una hora apuntada, quizá llegué demasiado temprano".

La joven apoyó los antebrazos en el barandal de piedra del puente con cuidado de no ser vista desde el pueblo, y esperando a que el muchacho llegara mientras miraba el arroyo debajo de ella.

Pasaron los minutos y nadie llegó, pero Mirabel estaba optimista: a pesar de que no se había encontrado con Rafael, al menos había salido de casa y estirado las piernas un poco. Sintió una punzada de culpa: solo esperaba que su tío no se enterara, no podía soportar decepcionarlo de nuevo.

Estuvo a punto de rendirse y volver a casa cuando vio a Rafael sentarse en la orilla del arroyo, tomar una roca y tirarla al agua con calma. Aquello confundió a Mirabel, ya que su conducta no coincidía con la nota que había recibido. ¿Acaso no había dicho que necesitaba verla en el puente en su nota? El muchacho vio su reflejo en el agua y levantó la mirada hacia Mirabel antes de sonreír y saludarla con la mano, como si no se esperara verla ahí.

A pesar de que aquello no tenía sentido, el corazón de Mirabel volvió a saltar de emoción mientras que regresaba el saludo con su mano y una sonrisa sonrojada. Estuvo a punto de incorporarse para cruzar el puente y acercarse al muchacho, la adolescente sintió que una gran masa sobre su espalda la empujó hacia delante, de modo que su pecho y abdomen estaban siendo aplastados contra la parte alta de la barda.

-Ay…- trató de gritar, pero no tenía el suficiente aire por el peso sobre su espalda. No podía expandir su tórax.

-¡No te dejaré que destruyas la magia, bruja!- escuchó la voz de un hombre detrás de ella. Su corazón pareció detenerse al escuchar eso. ¡Esa era una de las personas que Dolores había escuchado, las que querían hacerle daño!

-¡No! Yo no…- comenzó a decir sin aliento tratando de soltarse, pero una mano se deslizó por delante de las piernas de la adolescente y las levantó al nivel del resto de su cuerpo. Mirabel supo lo que iba a hacer un segundo antes de que sucediera; sintió que el hombre levantó sus piernas aún más arriba y la empujó hacia delante, haciéndola caer de cabeza del puente.

Se escuchó a sí misma gritar mientras caía, y lo único que pudo ver fue la expresión pálida y asustada de Rafael, quien se puso de pie de inmediato gritando su nombre como si quisiera ayudarla a pesar de saber que nunca llegaría a tiempo. Mirabel no alcanzó a pensar mucho en ello porque su cuerpo golpeó el agua fría, y lo único que su grito consiguió fue que tragara una gran cantidad de agua, justo antes de golpear primero su brazo que extendió para amortiguar la caída, y luego su cabeza con una roca que estaba en el fondo del río y que todo se fuera a negro.

x-x-x

Al mismo tiempo

Bruno iba caminando de regreso a casita tras haber pasado la mañana con Marcela. La mujer lo había animado a regresar a casa y pasar tiempo con Mirabel mientras que ella se encontraba confinada a la casa, ya que lo necesitaba más.

-Nunca es sabio dejar a una adolescente sola con sus pensamientos, sobre todo con todo lo que está pasando- le había dicho Marcela- y si ya se escapó de la casa una vez. ¡Pobre niña! Ella no es como tú, no va a soportar estar encerrada-

Bruno quería pensar que no sería así con su sobrina, pero aquello lo hizo pensar que sería mejor pasar un tiempo en casa con ella para asegurarse que estuviera a salvo, al menos mientras que las cosas se calmaban y Dolores les confirmaba que ya nadie la quería dañar . Quizá podía acompañarla fuera de la casa por un rato para que estirara las piernas, no creía que hubiera…

-¡Mirabel!-

El grito asustado de un muchacho lo alertó, y apresuró el paso en esa dirección rogando mentalmente que eso no signifique que Mirabel salió de casa, solo para encontrarse con una horrible escena cuando llegó a la orilla del arroyo. Había un adolescente delgado que Bruno nunca había visto antes a la mitad de la corriente del arroyo, con el agua hasta la cintura y tratando de mantener a una inconsciente Mirabel sobre la superficie. Bruno vio con horror vio que la mitad del rostro de su sobrina estaba cubierto de sangre.

"No", pensó Bruno horrorizado.

Se apresuró a donde estaba el muchacho y prácticamente arrebató a Mirabel de sus brazos, sacándola por completo del agua y caminando lo más rápido que pudo hacia la orilla para ponerla sobre el suelo y examinarla.

-¿Estará bien?- dijo el muchacho evidentemente sacudido, recordándole a Bruno de su presencia- ¿estará bien, señor Bruno?-

El adolescente había salid del arroyo tras él y se había arrodillado a la cabeza de la muchacha, pero Bruno no tenía tiempo para él. Las gafas de Mirabel se habían perdido bajo el agua, y ella tenía una herida en la frente que no había dejado de sangrar y se veía bastante más aparatosa de lo que realmente era, pero estaba completamente pálida, fría y no respiraba. Tenía la boca entreabierta pero su pecho no se movía.

-¿Estará bien?- repitió el adolescente. Bruno sacó un pañuelo completamente empapado del bolsillo de su pantalón y lo puso en la mano del muchacho.

-Toma, pon esto en la herida de su frente para que deje de sangrar- dijo Bruno en un tono severo mientras que posicionaba sus manos en el pecho de su sobrina y lo presionaba repetidamente, desesperado por hacerla respirar- vamos, Mirabel. ¡Respira!-

"No me hagas esto, mariposita", pensó desesperado mientras presionaba su pecho "no puedes hacernos esto… no puedes dejarnos…"

Después de varios largos y tensos segundos, Mirabel finalmente comenzó a toser y escupió una gran cantidad de agua. Tanto Bruno como el muchacho dejaron escapar un simultáneo suspiro de alivio.

-¿Qué pasó?- preguntó Bruno en un gruñido mientras Mirabel seguía tosiendo y escupiendo agua, frotando la espalda de la muchacha.

-Ella estaba arriba en el puente y alguien llegó a empujarla- dijo rápidamente el adolescente- no pude ver quién fue-

Bruno gruñó en voz baja mientras esperaba con paciencia a que su sobrina se recuperara. Mirabel siguió tosiendo hasta que escupió toda el agua que había tragado, apoyó su cabeza en el suelo, respiró hondo y abrió ligeramente los ojos.

-¿Mariposita?¿Te encuentras bien?- dijo Bruno dudoso, comenzando a acariciar su mejilla.

-¿Tío Bruno?- dijo ella con voz ronca, haciendo que él volviera a respirar aliviado. Su sobrina estaba viva a pesar de lo que acababa de pasar. Mirabel entrecerró los ojos como si tratara de enfocarlo- tío, no te veo bien…-

Se llevó una mano a la cara como si quisiera ajustarse los lentes antes de darse cuenta de que no los llevaba puestos. Bruno tenía lágrimas de alivio en sus ojos y la levantó del suelo para abrazarla.

-Oh, gracias a Dios- dijo Bruno dándole un apretón- ay, Mirabel, pensé que te iba a perder-

La adolescente parecía estar muy confundida por lo que había pasado, y el vez de ello dejó escapar un gruñido de dolor.

-Ay… me duele la cabeza… y el brazo…- dijo Mirabel en voz baja, volviendo a cerrar los ojos- ¿podemos ir a casa?-

Fue entonces cuando Bruno notó que tenía su antebrazo quebrado, seguro cuando quiso amortiguar la caída. Antes de que pudiera hacer algo, el muchacho se quitó el pañuelo alrededor de su cuello y se lo ofreció a Bruno para que hiciera una especie de cabestrillo e inmovilizara el brazo de Mirabel.

-Gracias, muchacho- dijo Bruno cuando terminó su trabajo, levantando a su sobrina en sus brazos. Mirabel entrecerró los ojos sin saber quien estaba con Bruno, pero no comentó nada más al respecto y dejó que su tío la llevara a casa- Dolores, sé que escuchaste lo que pasó, necesito verte en casita lo más pronto posible-

x-x-x

Habitación de Mirabel

Poco después

Tan pronto como recordó lo sucedido, Mirabel estaba segura de que Bruno jamás la perdonaría por haber faltado a su promesa. Se había quedado sola en su habitación después de que su madre la había curado y no se había atrevido a salir, ya que en esos momentos aún podía escuchar los gritos de toda la familia fuera de su cuarto mientras que ella miraba al techo como si fuera lo más fascinante del mundo.

"Me van a poner una cadena en el tobillo para que no salga de la casa", pensó ella "y me lo merezco, por traicionar la promesa que le hice a mi tío".

Se sentía terrible por haber salido después de haberle prometido a Bruno que no lo haría, y casi había muerto por ello. Dolores había llegado a la casa a ayudarla a quitarse la ropa mojada y darse un baño caliente mientras que su madre regresaba a la casa y curaba sus heridas.

Agustín se había enfurecido al escuchar lo que le había sucedido y había comenzando una pelea en el comedor con la abuela y Bruno, con algunos gritos de Julieta y relámpagos de tía Pepa en la mezcla. Mirabel encogió las piernas para abrazarlas y apretó los ojos al escuchar los gritos, temiendo el momento en que tío Bruno se volviera del lado de la abuela y no volviera a pasar tiempo con ella.

Momentos después la puerta de su habitación se abrió tras dos golpecitos y Mirabel se refugió debajo de sus sábanas dejando escapar un gemidito de miedo, segura de que ahí venía el regaño de alguno de sus familiares. Tras unos segundos sintió un peso al lado de la cama, y alguien tomó su mano.

-¿Cómo te encuentras, mariposita?- dijo su tío quitándole la sábana de su cabeza.

-Tío Bruno- dijo ella con lágrimas en los ojos. No podía ver su expresión y odiaba haber perdido sus lentes, ya que no podía ver si su tío estaba enojado con ella. Seguramente sí lo estaba- no te enojes conmigo, por favor. Me equivoqué, me engañaron y nunca debí haber salido…-

-Mirabel- la interrumpió retirando un mechón de cabello de su frente- no vengo a regañarte. Creo que ya tuviste suficiente con todo lo que pasó-

La adolescente no podía creer lo que acababa de escuchar. Bruno estaba acariciando sus cabellos con cariño como solía hacerlo desde que era una niña pequeña. Cada vez que lo hacía era transportada por unos momentos a una época distinta, cuando su abuela sí la quería, cuando nadie la odiaba y todos esperaban con ansias su don.

Pero cuando Bruno retiró su mano y ella abrió los ojos, Mirabel regreso a su decepcionante presente.

-Pero… los gritos…- comenzó a decir.

-Ah, eso- dijo Bruno apenado- tu papá no estaba muy feliz al escuchar lo que pasó y culpa a tu abuela, y ella se enfureció por el hecho de que alguien se hubiera atrevido a hacerte eso, así que llamó a una junta general del pueblo para aclarar lo que significa mi visión para resolver todo este problema. Todo va a estar bien a partir de ahora…-

-Mmhm… eso es difícil de creer, hasta que lo vea- dijo tristemente y bajando la cabeza. Bruno sonrió con suavidad y le dio un golpecito en la nariz que no se esperaba.

-No puedes ver, mariposita. Tendremos que conseguirte nuevos lentes…-

No terminó su frase cuando la puerta se escuchó de nuevo, y un extrañado Camilo entró por la puerta. Llevaba un paquete cuadrado envuelto por un papel color marrón.

-Alguien dejó esto en la puerta para ti- dijo Camilo, y se quedó de pie junto a ella por curiosidad sobre qué era el paquete. Sin saber qué pensar, Mirabel lo abrió y encontró sus propios lentes en su interior, pero habían sido reparados a la perfección, y tenía una tarjeta con lo siguiente:

Espero que te sientas mejor, me diste el peor susto de mi vida cuando te vi caer del puente. Me tomé la libertad de llevar estos al oculista para que los reparara antes de llevártelos. Espero verte pronto.

RV.

-Supongo que es el muchacho que te sacó del río- dijo Bruno

-¿Quién es RV?- preguntó Mirabel antes de levantar la mirada frotándose la cabeza- Camilo, ¿quien te lo dio?-

Camilo encogió los hombros antes de transformarse en el apuesto muchacho que había visto esa tarde antes de que la empujaran del puente. La expresión confundida de Rafael Valencia la hizo dejarse caer en la cama y ponerse la almohada en la cara.

-Aaaaarggg…- gruñó ella. Que el muchacho que le gustaba la hubiera visto a punto de morir ahogada la mortificaba.

x-x-x

CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Capítulo un poco largo. El contenido de la visión de Bruno se filtró al pueblo, y casi perdemos a Mirabel por culpa de ello. La buena noticia es que nuestros dos niños de doce años están enamorados. Ya verán que sucede con todo eso. Espero que les esté gustando. Nos leemos pronto.

Abby L.