Regresamos a Threed, en donde la luz del sol nos hizo una bienvenida sorpresa. Las nubes se habían ido, los zombis habían sido derrotados en su totalidad y nosotros fuimos recibidos como héroes. Según contaron los ciudadanos, el día anterior a esas nubes se disiparon dejando ver a unas monstruosas naves espaciales que salieron "huyendo" del lugar. En ese momento desaparecieron los fantasmas en el túnel. ¿Qué significaba eso para nosotros? Que podriamos tomar el autobus.

El plan de viaje: Una ida en carretera al aeropuerto de la ciudad más cercana y de ahí un vuelo directo a Fourside para llegar cuanto antes. Para eso compramos un mapa de Eageland.

En lo que esperábamos un autobús, sentados en una banca Jeff saca otro de sus cachivaches de la mochila: Una radio de auto que colocó sobre sus piernas, a esta le conectó unos auriculares que puso sobre su cabeza y un gameboy que sujetaba con la mano izquierda mientras que con la derecha sostenía una especie de antena conectada al gameboy. ¿Un Walkman hecho a mano?

«¿Un poco de música para esperar el autobús?» preguntado

«Estoy intentando rastrear algún tipo de ondas extrañas».

Ni Paula o yo supimos que decir.

«Cuando Paula me llamó similares, mi radar fue capaz de detectar la señal, aunque no la identificó como ondas de radio, pero cuando llegué a Threed el radar se llenó de señales. Ahora no hay nada. Por lo que puedo concluir que esas señales provenían de las naves que cubrían Threed. ―Jeff proyecta una sonrisa―. Puedo rastrear al enemigo y solo quizás pueda sintonizar alguna comunicación».

Aquella era una excelente noticia. Elogiamos a Jeff, pero en cierto momento él nos pidió silencio.

«¿Qué ocurre?» le pregunte.

Jeff puso sobre mi sus auriculares.

«… este ya van 17 avistamientos de OVNIS desde la desaparición del vuelo M894 a Fourside, ¿Será esto simple paranoia o el inicio de una invasión alienígena?».

La respuesta era obvia. Por lo visto, nuestros enemigos estaban intentando frenar nuestra ida a Fourside; Iríamos en autobús si fuera más seguro.


Atrás quedaron los campos verdes y los árboles frondosos. La arena ha tomado el papel protagónico del paisaje, algunos matorrales aún persisten en conservar un toque verde en el entorno, pero cada vez se ven menos, fuera de eso arena y cerros pelados es lo único que mi vista alcanza a ver a través de mi ventana; arena, matorrales y cerros pelados es lo que había bajo un cielo azul.

Dentro de mí aguardaba un "¿ya mero llegamos?" que si llegaba a salir me habría hecho sonar como un niño pequeño e impaciente, Hablando de eso, me preguntaba si Paula realmente me veía como un niño pequeño o solo lo hacía para molestarme. ¿Qué escondía esa cabeza? Voltee mi cabeza disimuladamente fingiendo buscar algo al otro lado del autobús.

«¿Sucede algo?».

«Eee… busco a Jeff» contesto apartando la mirada al frente.

«Estoy acá ―responde Jeff desde el asiento delante del mío―, desde hace como 3 horas».

Después de algún momento el autobús se detuvo. ¿Era este otro intento de Gyigas por detenernos?

«¡Una cosa tras otra!» exclamó el conductor.

Me acerqué a preguntar que ocurría. Resulta que nos hallábamos en la cola de un embotellamiento. ¿Qué podíamos hacer? Solo esperar.

Pasaron los minutos y ni el autobús ni la cola de vehículos parecían moverse.

«¿Y no hay nada que podamos hacer?» pregunté.

El conductor, que no parecía estar en sus mejores días me contestó: «Oye, mi trabajo es conducir, no resolver problemas de tráfico. Pero si quieres puedes bajarte del autobús y caminar.

Hicimos lo que nos sugirió el conductor malhumorado y nos pusimos a pensar en cómo podíamos resolver el problema del embotellamiento. Primero que nada, había que averiguar la razón del atasco.

Por lo que contaba la gente, había una manada de búfalos echados sobre la carretera.

«Bien, creo que tendremos que ir a ver» le dije a mis amigos.

«Ness, el sol está muy caliente, ―dijo Jeff entre jadeos de calor― no creo que sea buena idea exponernos a él de esta manera».

«Vamos, será algo rápido, ¿qué tan lejos puede estar?».

«Por lo menos veamos si podemos comprar algo en esa farmacia para evitar un golpe de calor».

Hicimos lo que sugirió Paula y después de eso iniciamos el camino a pie. Ante mis ojos tenía una región inexplorada pero hostil, en donde el mayor peligro era el sol. Cada uno de nosotros agarró una toalla húmeda y la colocó sobre su cabeza.

Saqué de mi bolsillo la piedra sonora y esperé recibir alguna señal. «¿Y si alguno de Mis Santuarios se encontraba aquí cerca?» pensaba, pero ¿cómo iba a exponer a mi equipo de esa manera? lo mejor que podíamos hacer era seguir la orilla de la intransitable carretera.

La arena cruje bajo nuestros pies, con cada paso que damos estábamos más cerca de nuestro destino, pero ¿cuál era nuestro destino? Nos habíamos acabado el agua y las toallas húmedas estaban más secas que el propio desierto. Jeff se colocó su saco sobre la cabeza y a Paula yo le presté mi casco de beisbol. Cualquier protección era poca. El calor no va a derrotarnos, no cuando hemos llegado tan lejos, el sol cree que puede con nosotros, se equivoca. «¡¿Eso es todo lo que tienes?!» le decía.

Jeff era el que peor parecía estarla pasando. Su tierra es fría y nunca antes se había expuesto a esta temperatura. Aun así, no puedo decir que nosotros 2 la estábamos pasando mejor. Mousketson al menos estaba a la sombra de mi cabeza.

Había una señora en un automóvil disfrutando del aire acondicionado mientras escuchaba la radio y tomaba una bebida enlatada. En otras circunstancias habríamos pasado de largo, pero esa vez decidimos tragarnos nuestra vergüenza y tocar a su ventanilla para preguntarle si no tenía algo de beber. Creo que aun estábamos en la edad en la que lográbamos dar algo de ternura porque la señora no solo nos regaló un par de bebidas frías, sino que también estaba dispuesta a darnos algo que comer, pero no quisimos abusar de su hospitalidad.

«Pequeños, ¿dónde están sus padres?».

«No importa, gracias».

«¿Cómo que no importa? ¿Qué hacen tres criaturas bajo el fuerte sol en medio de la nada?».

No quería ser cortante con la persona que nos había echado la mano, pero estaba cansado de responder este tipo de preguntas.

«Es una larga historia» contesto.

«¿Y a donde se dirigen?».

«A Fourside».

«¿Y al menos tienen como llegar hasta allá?».

«Solo que se acabe este embotellamiento».

Continuamos hacia adelante, y es qué no teníamos una sombra bajo la cual descansar.

Finalmente llegamos a lo que parecía ser el principio de la larga fila de coches, allí había algunos hombres con chalecos fosforescentes haciendo como si tuvieran todo bajo control, pero no haciendo gran cosa.

Tal como habían dicho había una manada de búfalos echados en medio de la carretera.

«Tengo que examinarlos mejor» dijo Jeff.

Jeff y yo decidimos acercarnos discretamente. Aunque Paula no estaba muy de acuerdo con esa idea. Aun así, sabíamos que no sería capaz de meternos en problemas con los agentes de tráfico.

«Descuida, por lo que leí, no son animales muy agresivos» le dijo Jeff a Paula.

«¿Muy?».

«Seremos cuidadosos, ya verás» dije yo.

Animales majestuosos, son como toros, pero más peludos, aun me pregunto cómo pueden sobrevivir al calor con esa cantidad de pelo. Herbívoros, pueden llegar a medir 1.60 metros de alto y 3 de largo (Estos últimos datos fueron proporcionados por nuestra enciclopedia viviente, Jeff).

Los búfalos me veían de forma extraña. ¿Recuerdan que dije que son como toros? Bien. Resulta que había una llamativa y brillante gorra roja sobre mi cabeza y a los búfalos les llamó la atención.

Jeff y yo salimos corriendo hacia el desierto mientras la manada de búfalos nos pisaba los talones.

«¡Solo quítate esa gorra!».

«Jamás».

Sin fijarnos en donde pisábamos caímos en un agujero. Me tallo la espalda y me quito la arena de mi cuerpo.

«¿Estas bien?» le pregunté a Jeff.

«Sí, eso creo».

Jeff había dejado caer su saco al salir corriendo de los búfalos, sin embargo, aquí abajo encontramos lo que habíamos estado buscando: Una sombra.

En el hoyo había una pala y un martillo de demolición, también una escalera hacia la superficie; alguien lo había excavado. La pregunta era quién y para qué.

Paula se acercó con el saco de Jeff en la mano. «Chicos, ¿están allí abajo?» preguntó.

«Paula, ven, hay sombra acá abajo».

Paula jadeó, algo llamó su atención allá arriba.

Escuchamos el sonido de un motor y junto con este una voz: «Oye, pequeña, aléjate de ese hoyo, ¿quieres? Te puedes caer.»

Paula no supo que contestar.

«¿Que ocurre?».

Ahí fue cuando nos vio. ¿Que podíamos hacer? Nada más que saludarlo desde la distancia evitando pensar en lo tonto que nos veíamos.

El sol se había ocultado y la temperatura en el desierto había bajado, en unas pocas horas el lugar de muerte lenta se había convertido en el escenario perfecto para encender una fogata en donde comer y cantar bajo las estrellas.

Gerardo Montague era un buscador de oro, Tiempo atrás, en su profesión de obrero encontró algo de oro enterrado en una obra de construcción y aunque no se lo pudo quedar, lo inspiró a dedicar su vida a buscar oro enterrado junto con su hermano George; para hacerlo contaban con una retroexcavadora. Ambos vivían provisionalmente en una cabaña en el desierto. Gerardo También era un experto tocando la armónica.

«Gerardo: ―Under the starry skaaay,

We will see us again.

Under the starry skaaay.

¡Todos juntos!

Ness:Under the starry skaaay.

Paula: ―Under the starry skaaay».

«¡Vamos Jeff!».

Jeff se encoje de hombros mientras niega con la cabeza.

« George: ―We will see us again.

Puente.

Gerardo: ―Under the starry skaaay».

«Vaya, nos hacían falta sus voces» nos dice Gerardo.

«Y estos sándwiches están increíbles. ¿Los hicieron ustedes?» agrega George.

«Sí ―contestó Paula―, es la receta de mi papá, fáciles de hacer, pero muy sabrosos, excelentes para un viaje».

«Pues les diré qué ―habló Gerardo―. Si encontramos oro, les daremos algo a ustedes».

«No es necesario» contestamos.

«Oh, yo insisto, tal vez digan que no lo necesitan ahora, pero en un viaje tan largo les puede ser de mucha ayuda. "Ayudamos a los que nos ayudan", ese es nuestro lema.

«Creí que nuestro lema era "Si hay oro lo encontraremos».

«Ese es nuestro otro lema, el oficial».

«Nos han ayudado bastante ―dijo Paula―. De no ser por ustedes probablemente seguiríamos en medio de la nada».

Ahora que los búfalos se movieron, el autobús puede seguir su camino ―comenté yo―, lo malo: Nos dejó atrás».

«Meh, no te preocupes por eso ―me dijo Paula― seguro mañana encontramos a alguien que nos dé un aventón al siguiente pueblo».

«Y si todo sale bien tal vez llegemos mañana a Fourside» le digo a mi equipo.

«¡Ja! Como se nota que este es su primer viaje a la Gran Banana. Fourside todavía está mínimo a 3 días de aquí» nos informó Gerardo.

George se levantó de su asiento y dijo: Bueno, «En ese caso deben descansar bien, yo voy a preparar la habitación, menos mal que no me he desecho de los sacos para dormir».

«Oye Winters, me dijeron tus amigos que eres bueno con las maquinas. ¿Será que le puedas echar ojo a una vieja radio que tenemos por allí? Tal vez la puedas hacer funcionar».

Casi susurrando Jeff contesta «Sera cuestión de saber que tiene».

Me quedo mirando las llamas que alumbraban la fría noche, intentando ahuyentar los pensamientos oscuros. El mundo era mucho más grande de lo que creía y eso me hacía sentir tan pequeño. ¿Cómo podría encontrar Mis Santuarios restantes?

«¿Y tú qué harías si encontraras oro?» me preguntó Paula.

Ni cuenta me había dado de que ya solo estábamos nosotros dos frente a la fogata. El ritmo de mi corazón cambió.

«No lo sé, ¿cambiarlo por fichas para el arcade y muchos caramelos?».

Paula le sonríe al suelo.

«Se lo daría a mi papá, así tal vez pueda dejar el trabajo y pasar más tiempo en casa».

«¿En qué trabaja tu papá?» me preguntó con una sonrisa y mirándome directo a los ojos.

Yo tenía otra pregunta: ¿Por qué de un tiempo para acá no podía mirar a Paula a los ojos sin que me provocara una taquicardia? Y ¿por qué a la vez me esforzaba tanto por hacerlo? Di mi respuesta en voz alta, pero baja a la vez: «Yo no lo sé».

«Oh bueno ―contestó Paula devolviendo la mirada al suelo―. ¿Sabes? A veces me pregunto por qué el dinero es tan importante para los adultos».

«Pues sin dinero nadie tendría que comer».

«Pues sí, pero creo que si el mundo fuera más generoso no haría falta el dinero».

«Los adultos son raros, y pensar que eso terminaremos siendo algún día…».

«Si salvamos la Tierra».

«Eso. Solo, me gustaría que algunas cosas no cambiaran».

Paula me volvió a mirar directamente a los ojos. «¿Como que cosaS?».

«… Nuestra amistad» contesté haciendo un esfuerzo por no ahogarme con mi propia saliva.

Tal vez es idea mía, pero Paula parecía estar más cerca. De repente una voz llamó a la distancia: «Chicos, ya está todo listo, cuando quieran venir a dormir recuerden apagar el fuego.

Paula lanzó algo de PSI Freeze a la hoguera.

«No creo que eso haya sido necesario» dije un poco desubicado.

«Lo lamento ―farfulló Paula―, no sé en donde tenía la…». Paula miró hacia el cielo.

«¿Qué ocurre? ¿Una nave espacial? … Wow».

El cielo parecía otra cosa, hasta donde alcanzaba la vista había millones de puntos blancos, como si Dios hubiera hecho un grafiti callejero en el cielo con pintura fosforescente, sin duda la noche más bella de toda mi vida y una obra de arte que el ser humano jamás logrará superar.

«Te confieso que estaba algo enojada contigo por hacernos caminar bajo el calor del desierto y casi dejarnos varado en medio de la nada. Pero esta noche valió la pena».

«Totalmente».


Nota del autor: Si haS llegado hasta aquí gracias. Aún queda un largo camino por recorrer y quiero ofrecer un producto de calidad. Por esa razón agradecería una reseña o una crítica objetiva, quÉ les gusta y que partes prefieren saltar, a que personaje les gustaría conocer mejor. Después de todo esto es la primera obra que publico y me ayudaría mucho para mejorar mi escritura.