Tú, yo y nosotros

Disclaimer:

Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.


Capítulo 24: De dominio público

BPOV

Dos semanas pasaron demasiado rápido y mañana será mi cumpleaños. Septiembre había empezado con el pie derecho y todo estaba listo y acomodado en mi vida; solo que aún faltaba que las últimas personas que me importaban supieran de mi nueva relación. Eso se arreglaría rápidamente.

Edward, Jared, Rebecca y yo nos iríamos hoy al atardecer para poder pasar mi cumpleaños en Forks con mi familia. Charlie estaba enterado de que llevaría gente conmigo, pero aún no sabía quién ni por qué. Edward y yo decidimos unánimemente que, para no darle molestias ni preinfartos a Charlie por conocer a su nuevo yerno, dormiríamos en el hotel de la ciudad.

—Está bien, cosita traviesa —dije, tocando la punta de la nariz de Rebecca causando que ella riera. Estaba sentada en su sillita de bebé en el coche de Edward, con Jared aun lado—. Voy a necesitar que te portes bien porque será un viaje largo, ¿okey?

—Otey —contestó, con su habitual tono adorable de bebé—. ¿Vedemos a abuelito Chadli?

—Así es, corazón —contesté, acariciando su mejilla rosada.

—¿Y Jaded y Ed idán con nosotros?

Sonreí.

—Sí, ellos nos van a llevar.

Ella se removió en su asiento y tocó el brazo de Jared, que estaba distraído jugando en su iPad. Él volteó a verla, prestándole toda su atención.

—¡Jad, vas a conoced a abe Chadli!

Jared le sonrió, pero se veía incómodo. Instantáneamente supe que algo no estaba bien.

—¿Estás bien, corazón? ¿Pasa algo? —le pregunté preocupada. Él me miró inseguro.

—¿Y si no le caigo bien a tu familia, Bella?

Me mordí el interior de la mejilla para no sonreír y que lo malinterpretara. Tonto niño demasiado adorable para su propio bien.

—Ellos te amarán como yo lo hago, Jad —le dije. Sus ojos verdes, idénticos a los de Edward, brillaron en cuanto dije eso.

—Yo también te quiero, Bella.

—Lo sé —estiré mi mano para acariciar su mejilla también, haciéndolo ruborizar—. Y estoy segura de que te caerá muy bien Seth, mi hermano. Incluso podrá enseñarte a jugar básquet, ¿te gusta?

Él frunció el ceño.

—Tío Em me quiso enseñar una vez pero no es muy bueno.

Me reí.

—Bueno, el grandulón no puede saber todo, ¿no crees? —él asintió—. No te preocupes, Seth es muy bueno. Y divertido.

Eso pareció tranquilizarlo y me di por bien servida, dejando a ambos niños jugar tranquilamente en la parte trasera del auto. Mientras concentré mis pensamientos en lo que le diría a Charlie al llegar a la casa y, sorprendentemente, no estaba nerviosa.

Le había marcado a Sue unos días antes explicándole las buenas nuevas y ella estaba ansiosa por conocer a Edward, especialmente cuando le dije lo guapo que es. De alguna manera sabía que mis papás lo aceptarían enseguida y sobre todo a Jared, porque él era un niño adorable. Charlie no lo decía, pero había disfrutado mucho criar a Seth, ya que con Jessica y conmigo no tuvo mucha suerte para llevarnos a pescar o a ver partidos. Ahora, conseguiría dos hombres más para sus actividades favoritas.

Lo único malo y a lo que me seguía rehusando aún después de dos meses de relación era a hablar con Renee. Sabía que en cuanto lo hiciera ella querría saber todo y trataría de meterse en mis asuntos, lo cual me pondría de los nervios. Había pasado tanto tiempo en Seattle siendo feliz e independiente, que a veces se me llegaba a olvidar el infierno que solía vivir en Jacksonville cuando estaba con ella y con Jessica.

No les había marcado desde hacía dos semanas y por alguna obra y gracia del destino ellas a mí tampoco. Aunque algo dentro de mí me advertía que eso solo significaba la calma antes de la tormenta.

Suspiré, tratando de quitarme esos pensamientos pesimistas de la cabeza. Todo a su tiempo, Bella.

—Ugh, Bella, ¿acaso empacaste piedras? —vi por el retrovisor del asiento del copiloto que Edward se quejó detrás del coche. Traía en sus manos una maleta con la ropa de Rebecca y mía y otra con la suya y la de Jared. Estaba batallando para abrir la cajuela con sus llaves, así que lo ayudé abriéndola desde dentro del auto.

—Una chica nunca sabe qué ponerse, Ed. Debes aprender eso —lo reprendí divertida. Sólo íbamos a quedarnos dos días y medio contando este, pero siempre había que ser precavido, especialmente si se tenían niños. Rebecca tendía a ensuciarse demasiado si la descuidabas – también si no lo hacías – y nunca estaba demás llevar ropa extra.

—Mujeres —rodó los ojos, echándose en el asiento del conductor. Tenía la respiración acelerada y estaba rojo por el esfuerzo. Me reí.

—¿Acaso no usaste el elevador?

—¡No! —graznó, y cuando se dio cuenta de que lo hizo me miró avergonzado—. Lo llamé pero estaba tardando demasiado, así que bajé por las escaleras de emergencias. Ya sabes que no me gusta dejarte en el coche con los niños sola mucho tiempo.

Retuve milagrosamente mi rodada de ojos. Algo protector, ¿eh, Edward?

—Está bien, corazón —le respondí dulcemente como hacía con Jared, causando que me diera una mala mirada. Él "odiaba" que le diera mis respuestas condescendientes como si fuera un niño pequeño. Era broma, por supuesto, porque cuando estábamos solos se pegaba a mí como estrella de mar y le encantaba acurrucarse. Edward era todo un personaje, quién lo diría.

Tomó su iPhone y lo colgó en el soporte que había comprado unos días antes. Se estaba preparando con todo para nuestro primer viaje familiar y eso incluía el gps para poderse guiar para ir a Forks. También había comprado varias chucherías para nuestro tiempo en el auto de cuatro horas, sabiendo perfectamente lo inquietos que nuestros hijos se podían poner.

—¿Listos, niños? —preguntó por el retrovisor. Jared y Rebecca soltaron un sonoro "¡sí!" y sonrieron, causando que Edward también lo hiciera—. Jad, ¿el cinturón, ya?

—Sí, papi —contestó, jalando el cinturón para que viera que ya estaba amarrado. Edward asintió.

—Bueno, en marcha —contestó, encendiendo el coche. Fingió tragar saliva—. A conocer al mayor de los Swan.

Me reí.

—Estarás bien, Ed —le respondí, poniendo una mano en su antebrazo derecho—. No dejaré que te dispare.

—Bueno, eso me tranquiliza —se burló sonriendo.

El viaje a pesar de ser largo y algo cansado pasó sin mayores contratiempos, exceptuando cuando Rebecca se puso a llorar porque estaba agotada de estar sentada, lo que nos costó veinte minutos más de estiramientos en Port Ángeles y un helado de chicle para un aburrido Jared. También uno de chocolate para Edward y fresita porque simplemente no podían resistirse.

Pronto llegamos a Forks y el sol ya había caído, por lo que cuando Edward se estacionó en la entrada de la casa ya pasaban de las siete de la noche. Estaríamos un rato ahí para cenar y después nos iríamos al hotel del pueblo para hacer check in.

La patrulla de policía ya estaba estacionada en el camino de entrada, así que bajamos a Rebecca y a Jared tranquilamente del auto. Ni siquiera habíamos dado dos pasos lejos del coche cuando la menuda figura de Sue abrió la puerta de la casa.

—¡Bella, fresita! —salió corriendo en nuestra dirección, tomando a Rebecca entre sus brazos quien la recibió gorgojeando feliz. Estaba cansada, pero nunca para su abuela—. Las he extrañado demasiado.

—Hola, Sue, nosotras también —sonreí. Un tímido Jared se pegó a mi costado, abrazando mi pierna y escondiendo su rostro en ella, lo que me devolvió a la realidad—. Tengo unas personitas importantes que presentarles, ¿dónde está papá y Seth?

Sue rodó los ojos.

—Fueron en mi coche al Thriftway por unas cosas que necesitaba. Ya sabes, les dije desde la tarde que lo hicieran pero esos hombres no entienden —se encogió de hombros.

Me reí.

Ah, hogar dulce hogar.

—Está bien, ya se los presentaré después a ellos —sentí la alta figura de Edward ponerse detrás de mí y su mano posarse en mi hombro—. Sue, mira, te quiero presentar a Edward Cullen y a su hijo, Jared Cullen —la tímida cabecita rubia de Jared se despegó de mi pierna y miró directamente a mi segunda mamá.

—Oh, ¡hola, corazón! —Sue se agachó a su altura con Rebecca aún en brazos—. Me llamo Sue, soy mamá de Bella.

—Es mi abelita, Jad —Rebecca agregó, removiéndose de su agarre para poderse parar al lado de Jared y abrazarlo, dándole su apoyo al ver que Jared seguía portándose tímido. Él sonrió.

—Hola, Sue —dijo con una vocecita. Sue le sonrió y se irguió para pasar su atención a Edward quien ya estaba sonriendo también, mostrando su bonita dentadura blanca.

—Buenas noches, señora Swan —dijo ofreciéndole su mano, pero ella la ignoró y le dio un abrazo, tomándolo por sorpresa. No tomó mucho en devolvérselo y me reí.

—Hola, Edward. No te preocupes, puedes llamarme Sue —le dijo guiñándole—. Bella me ha hablado mucho de ti.

Las comisuras de los labios de Edward se alzaron en respuesta.

—Espero que sólo cosas buenas.

—¡Por supuesto! —hizo un gesto con la mano—. Vamos, hay que entrar o estos niños se van a enfriar. Espero que hayan empacado unos buenos suéteres, el clima está peor que otros años.

Sue tenía razón, estaba bastante frío aquí afuera. Jared y Rebecca ya tenían sus naricitas rojas, así que nos apresuramos a entrar en la casa.

El lugar estaba exactamente igual que como había estado cuando Fresita y yo los habíamos visitado hace unos meses. A excepción de una televisión de pantalla plana que ahora abarcaba gran parte de la pared de la sala.

Sue puso los ojos en blanco.

—Es el sueño de Charlie; deberías verlo cuando Billy viene a visitarlo. Las tardes de fútbol son su debilidad —le echó una ligera a ojeada a Edward y a los niños, que estaban distraídos viendo mis fotos de bebé y de adolescente, y finalmente se acercó para susurrar en mi oído—: Tal vez deberías dejar que Charlie y Seth convivan un poco con tu novio ese día, Bells. Ya sabes, para que se aclimaten.

Pegué un pequeño bufido y la acompañé a la cocina para comenzar a servir la comida.

—Espero que Charlie se lo tome bien —solté casi al aire, sacando algunos platos de la alacena—. Tal vez debí advertirle.

Sue negó, comenzando a servir la carne y la ensalada de zanahoria que había preparado.

—No te preocupes; lo tomará bien. Ya no eres una niña.

—Lo sé. Estoy exagerando.

Se encogió de hombros, mirándome por el rabillo del ojo y sonriendo.

—Es un buen prospecto el que tienes ahí, ¿sabes? —murmuró como si nada, con la vista fija otra vez en la estufa—. Es un hombre muy guapo.

Me sentí enrojecer.

—Lo es —admití—. Y es muy tierno, aunque no lo parece a primera vista. Edward es una persona muy seria o cerrada cuando no está con los niños o conmigo.

—Puedo entenderlo completamente, Bella. No tienes nada que justificar conmigo —me guiñó un ojo—. Ese hombre es tan parecido a Charlie en personalidad, que no creo que se lleven mal.

Solté una risita entre dientes.

—Que así sea.

Papá y Seth no tardaron más de quince minutos en llegar, y lo supimos por el estruendo que hicieron cuando regresaron. En ese pequeño rato que había pasado entre nuestra llegada a la casa y la de ellos había comenzado a llover a cántaros, algo muy típico de Forks. Ambos se habían olvidado de su paraguas, así que estaban empapados de pies a cabeza.

El bigote de Charlie se estaba moviendo ridículamente en molestia, hasta que posó su mirada en todos nosotros. Automáticamente sonrió cuando me vio.

—Bella, cariño. Hola —se acercó a darme un pequeño abrazo, pero se separó rápidamente—. Creí que llegarías más tarde.

—Papá, yo no soy impuntual como tú, ¿recuerdas? —le rodé los ojos, echándole una mirada a Seth detrás de él, que se sacudía el pelo como loco—. Tengo a unas personas que presentarles.

Los ojos de Charlie se iluminaron en curiosidad cuando vio a Rebecca en los brazos de Edward y a Jared pegado en su pierna.

—Eso veo, Bells —comentó como si nada, colgando su chaqueta en el perchero—. Seth, ¿por qué no vas a dejar esto en la cocina? —señaló las bolsas. Seth gimió en protesta, pero papá le dio una mirada y no le quedó de otra más que obedecer.

—Voy, papá —murmuró, antes de pasar a mi lado y darme un ligero abrazo—. Es bueno verte de nuevo, hermana. No me diste la oportunidad de extrañarte demasiado esta vez.

Le rodé los ojos.

—Corre a la cocina y luego sécate, Seth.

—Sí, patrona.

Seth y su figura larguirucha salieron pitando de la entrada y encaminé a Charlie a la sala, con Edward y los niños pisándonos los talones. El bigote de Charlie se seguía moviendo de forma graciosa y podía ver desde mi posición cómo Edward trataba, con poco éxito, de contener sus ganas de sonreír.

—Y bueno, muchacho —frunció el ceño—, ¿tú quién eres?

—¡Papá! —lo regañé, recibiendo una mirada cero culpable de su parte—. No seas grosero.

—No lo estoy siendo —se encogió de hombros.

Contuve mi resoplido.

—Papá, él es Edward. Edward Cullen. Es mi pareja.

Casi me pareció graciosa cómo Charlie se atragantó. ¡Ajá!

Seguramente se esperaba de todo menos eso. Pero fresita no lo dejó reaccionar completamente.

—Abelo, mami tiene novio —sonrió desde los brazos de Edward, completamente insconciente de los diez tonos de rojo en la cara de Charlie. Estaba comenzando a preocuparme acerca de eso—. Y tiene a Jaded, es mi mejod amigo.

—¿Ah, sí, fresita? —le preguntó, dándole una mirada a Edward, que ahora no paraba de sonreír.

—Síp.

—¿Y por qué no me has saludado, señorita?

—Podque tengo que cuidad a Edvad y a Jaded —dijo desde su posición, con bastante normalidad—. Mami dijo que te ibas a enojar.

Eso fue suficiente para que Edward resoplara con risa y diera un paso adelante, tanto como se lo permitieron ambos niños pegados a él. Extendió una mano libre para saludar a Charlie y éste lo saludó bastante rápido.

—Buenas noches, señor Swan. Soy Edward Cullen —sonrió, completamente divertido y pagado de sí mismo—. Y él es Jared, mi hijo —sacudió el cabello de Jared, que aún se estaba comportando demasiado tímido.

Charlie pareció reaccionar parpadeando.

—Bueno, hola. Esta es una noticia… grande. No me lo esperaba.

Me puse de puntitas, recargándome contra él.

—Lo sé, pero creí que sería mejor decirte en persona.

—¿Para poder ser partícipe de mi infarto?

Rodé los ojos.

—Papá…

Sonrió culpable.

—Perdón, estoy siendo un mal anfitrión —negó divertido; actuando otra vez como Charlie normalmente lo hacía—. Espero que no te moleste si hablamos un poco, Edward.

—Por supuesto que no, señor.

—Pero primero necesito, por supuesto, que mi nieta me salude bien.

Rebecca lo miró recelosa.

—¿Segudo, abelito?

—No le haré nada a tus amigos, fresita —sonrió, mostrando todos sus dientes—. ¿No le crees a tu abuelito?

Se encogió de hombros.

—Bien.

La promesa de seguridad hacia Edward y Jared fue suficiente para que se revolviera del agarre de Edward y por fin se acercara a abrazar a Charlie. Me sorprendía que, incluso en su mente infantil, Rebecca fuera bastante protectora con ellos. Se sentía justamente de la misma manera que yo.

Era extraño porque llevábamos poco tiempo juntos. Un par de meses y ya, y aún nos quedaba un buen camino por recorrer antes de que las cosas llegaran a otros puntos mucho más… serios. Y era aún más raro porque Edward ya estaba en esa etapa de su vida, donde se veía claramente que sus intenciones eran a largo plazo. Lo podía ver por las miradas que me daba cuando estábamos juntos; cuando cada vez más actuábamos como una familia.

Nuestro único problema antes había sido todo el remolino de emociones por el que estábamos pasando, pero lo habíamos logrado superar lentamente. Ahora estábamos en ese punto donde ambos buscábamos un poco de estabilidad y normalidad antes de platicar sobre otras cosas.

Pero Edward jamás se tendría que preocupar sobre mí siendo seria con él. Lo quería y punto. Lo quise desde el primer momento en que lo vi, si eso era posible, así que ya todo estaba decidido de mi parte.

Un rato después de la incómoda, pero graciosa presentación que tuvimos con Charlie, pude ver a Jared y a Edward soltarse con Seth y con él. Seth era un apasionado del baloncesto y oh, sorpresa, Edward también lo había sido cuando era joven. Ahora estaba en su camino para enseñarle a Jared, así que los cuatro estuvieron de acuerdo en ir a las canchas el domingo por la mañana para comenzar eso.

Me pareció sorprendente lo muy rápido que se acoplaron y me di cuenta de que yo, después de todo, sí había estado exagerando. Edward era bastante agradable, aunque algo serio, y Jared era tímido, pero juntos eran un dúo al que era imposible resistirse. Charlie y Seth no pudieron hacerlo.

La cena pasó como un soplo y pronto tuvimos que irnos, prometiendo que estaríamos de regreso mañana por la mañana para mi "comida de cumpleaños". Charlie había invitado a los Black y ugh, también a los Crowley.

Eso había sido una conversación divertida.

—¿Con los Crowley te refieres a Tyler Crowley? —pregunté, con mi cuchara con papa aun a unos centímetros de mi boca. Sue y Seth estaban conteniendo las ganas de reírse y Edward miraba el intercambio confundido.

—Tu papá se hizo muy amigo de Tyler hace unos meses cuando hubo un problema en la comisaría con las computadoras y él las compuso, cariño —Sue me explicó, apenas conteniendo su sonrisa.

Me tragué mi bufido.

—¿Tiene algo de malo, Bells? —papá preguntó, frunciendo el ceño. Le eché una mirada a Edward que me miraba confundido aún y le sonreí.

—No, nada, en realidad.

Más tarde esa noche, cuando los niños estaban dormidos en otra habitación de la suite y nosotros ya estábamos acostados en la cama, él volvió a hacer la pregunta.

—Hace unos veranos, cuando tenía 18, Tyler y yo tuvimos un enamoramiento —rodé los ojos—, bueno, lo mío fue fugaz. Pero él estaba obsesionado conmigo. Fue gracioso porque me vino a buscar muchas veces después de que me fui, y Sue y Seth siempre tenían que recordarle que yo vivía en Florida.

Sentí a Edward bufar detrás de mí, yo estaba recostada en su pecho.

—¿Así que después de todo si tendré que lidiar con ex novios de secundaria?

Rodé los ojos.

—Yo no lo llamaría de esa manera. Estuvimos por mucho un mes juntos.

—Parecía que tu papá está muy complacido con él —murmuró como si nada. Me volteé para ver sus ojos, que a pesar de la oscuridad, lucían celosos.

—Por Dios, Ed —resoplé—. No tienes idea; jamás podría mirar a alguien que no seas tú.

Me sostuvo con la mirada.

—¿Es así?

—Lo es —mis manos fueron hacia su cuello, rascando el cuero cabelludo detrás, causando que su piel se erizara—. Te amo demasiado como para hacerlo.

Sonrió, lanzándose hacia mis labios.

—Te amo muchísimo más —susurró contra mi boca—. Yo tampoco lo haría. Jamás.

—Lo sé.

Esa noche, su piel danzó contra la mía. Y me consumió completamente.


Hace unos días recibí muchos comentarios de hate hacia la Bella de esta historia jajaja, me parecieron graciosos y creo que hasta cierto punto tienen razón, pero XD me dieron risa. Sólo eso.

¿Qué les pareció este capítulo?

¿Merece review?