Luego de la celebración navideña, la felicidad de Kohaku parecía competir en brillo con el sol. Tanto era su entusiasmo por su nueva y propia sede de entrenamiento y enseñanza con Tsukasa, que no pudo aguantarse de esperar hasta después de año nuevo para empezar las reformas. Lo principal eran trabajos de pintura y limpieza, y otros pequeños arreglos, habían comprobado antes de comprarlo que la plomería y el sistema eléctrico estuviera en condiciones.

La misma tarde del veintiséis de diciembre Kohaku se dispuso a hacer las averiguaciones para comprar los botes de pintura y las herramientas. Pese a las protestas de Stan de que podían contratar un pintor además del albañil que haría los arreglos menores, la rubia no quiso ceder en que prefería ella misma pintarlo junto a Tsukasa, ya se lo había preguntado a la mañana y él había aceptado. Sería un tanto trabajoso, pero había algo muy satisfactorio en ser parte de poner el lugar en impecables condiciones, y no tendrían que preocuparse por Saori ya que su niñera Suika la cuidaría. El estadounidense no quedó conforme, y él tampoco podría ayudar aunque quisiera, ya que tenía las manos llenas con su proyecto de trabajo para lograr su ascenso.

Llamó a Tsukasa por teléfono sin que su esposa se enterara, para que el castaño reconsiderara esa idea, pero tuvo que resignarse cuando el luchador le dijo que pensaba parecido, pero él tampoco había podido disuadir a Kohaku. Cuando ella tenía una idea y entusiasmo tan fuerte por algo, era inútil la resistencia, su respuesta había sido algo como "si tú no quieres no hay problema, lo haré por mi cuenta". En lo que sí tanto Stan como Tsukasa tuvieron que ponerle un freno a la inspirada joven, fue al decirle que esperara unos días después que comenzara el año nuevo para empezar a trabajar en los arreglos, así como para contratar al albañil, ya que ella quería empezar esa misma semana. Pudieron convencerla de esperar para pintar, pero no de postergar también al trabajador, el argumento de ella había sido que sólo le preguntaría al hombre si podía empezar, y si estaba disponible le daría el trabajo, sin presionarlo.

Kohaku le pidió recomendaciones a su padre, que muy gustoso le pasó el contacto del obrero, quien resultó ser un hombre de mediana edad con mucha predisposición al trabajo, y no tenía problema en empezar de inmediato, y terminar su parte antes de año nuevo. Eso dejó más tranquila a la rubia, y Tsukasa aprovechó para tomarse unas vacaciones con su hermana Mirai en Nagano. El matrimonio había decidido quedarse en casa en esos primeros meses vacacionales, con Saori de tan sólo siete meses recién cumplidos y en pleno invierno con algunas nevadas, no querían hacerla pasar frío. Stan se tomó más relajado su proyecto de trabajo, al menos esa semana y la de Año nuevo para refrescarse y descansar, pasando más tiempo con su hija y su esposa, ya que en cuanto comenzara el año tanto él como Kohaku estarían bastante ocupados, ella con pintar y luego amueblar la sala, y él con su trabajo.

El fin de año lo pasaron tranquilos en familia, Stan, Kohaku, Kokuyo, Xeno y Tatyana juntos, ya que Ruri y Chrome se habían tomado unas vacaciones juntos en Kioto. Como la pareja de científicos estadounidenses no conocía la celebración típica de Japón, la propuesta especial de ese año fue hacerla de ese modo. Cenaron tarde, disfrutando el tradicional cuenco de soba que Kokuyo se ofreció a preparar, un plato sencillo de sopa de fideos con un poco de cebolleta picada por encima, aunque le pusieron un toque extra al agregar un crujiente tempura de verduras y mariscos para acompañar. Como eran pocos, cenaron cómodamente sentados alrededor del kotatsu, disfrutando de la abrigada manta que les cubría las piernas y los mantenía calentitos en esa noche invernal.

Luego de brindar con sus mejores deseos de prosperidad, se asomaron a las ventanas para observar los fuegos artificiales propios de la gran ciudad de Tokio, sin animarse a salir ya que podían ser muy ruidosos y asustar a Saori, mientras que Sam y Aki estaban ansiosos pero más acostumbrados, ellos solos se habían ido a la parte de la casa en la que estaban más tranquilos. Cuando a la media hora amainaron, llegó el momento en que Xeno y Tatyana decidieron volver a su departamento, aprovechando para pasear y disfrutar del festivo ambiente callejero.

- Fue una celebración muy elegante y especial, gracias por invitarnos –Dijo Xeno, siempre protocolar.

- Sí, muy serena y bonita, es de las pocas veces en que disfruté un ambiente tan familiar y cálido, me hizo más fácil el no extrañar a mi familia –Agregó Tatyana, mientras cargaba a Saori y la miraba con dulzura.

- Yo también me voy –Dijo Kokuyo, poniéndose de pie junto a los científicos– Mañana nos encontraremos en el santuario para compartir el hatsumōde.

- ¡Sí! –Asintió Kohaku entusiasmada– Esta vez será especial ya que será el primero de Saori, tenemos mucho que agradecer y celebrar.

- Ooh, oí de esa tradición, me gusta mucho –Intercedió Tatyana, interesada.

- ¿Quieren venir? Nosotros vamos a ir por la tarde temprano, ya que a la mañana está demasiado concurrido, en especial el Santuario Meiji. Aunque por suerte estamos muy cerca, a menos de dos kilómetros.

- ¡Me encantaría! –Contestó radiante la rusa, y miró a su novio– ¿Quieres, Xeno?

- Si tú quieres, vamos –Asintió el peliblanco– ¿Tenemos que hacer algún preparativo especial?

- No, aunque allí pueden comprar los amuletos y demás si gustan, o lleven un poco de dinero para la ofrenda. Nosotros vamos a ir vestidos en kimono, pero no es necesario que vayan así.

- Perfecto, gracias, ¡vayamos juntos! –Dijo Tatyana, radiante– Para Navidad me compré una yukata, y le regalé una a Xeno, así las estrenaremos mañana entonces, ¡qué emoción! Con algo de abrigo térmico abajo estaremos bien.

- ¡Genial! Nos vemos mañana entonces, si quieren venir aquí, vamos los cuatro juntos, mi padre va a ir más temprano, pero nos encontraremos un rato allí.

- Tengan en cuenta que vamos a estar varias horas, habrá mucha, mucha gente –Advirtió Stan– Pero será más divertido si estamos juntos, nos entretendremos.

Se despidieron en la puerta, luego de lo cual ya solos, la pareja se volvió a sentar junto al kotatsu. Stan le ofreció a su esposa que se acomodara entre sus piernas, y tapó la de ambas con la pesada manta, al tiempo que se cubría la espalda y la rodeó a ella y a la bebé con otra manta, bien envueltos y abrigados. Kohaku respiró profundo, con una sonrisa satisfecha en el rostro, y recostó su espalda sobre el amplio pecho de él.

- Qué bonito ha resultado todo en esta noche, fue un año maravilloso el anterior, y el que está empezando sé que lo será más –Dijo con voz calma la rubia.

- Así es. Si me preguntaran qué es la felicidad, diría que es aquí y ahora, siento que lo tenemos todo, al menos lo que verdaderamente importa. Familia, amigos, amor, prosperidad, salud, y nuestras metas y sueños al alcance de nuestras manos.

- Es tal como dices. Por eso agradeceremos mañana. ¿Tienes algún deseo más?

- Ya sería codicioso –Sonrió Stan– No, excepto que todo salga bien el día de la presentación de vuelo el mes próximo. Hmm, y mi otro deseo me lo guardo para unos años más tarde, ya te lo imaginas. Así que con el primero que te dije ya estoy bien. ¿Y tú?

- Gracias a ti y a los demás, este año lo dedicaré a darle forma al que ya se volvió parte de mi realidad. ¿Y tú, Saori? –Preguntó mirando a su hija en brazos– Aprenderás muchas cosas este año.

- Ella está tranquila y a su ritmo, los que no podemos esperar somos nosotros.

Stan reforzó el abrazo en el rodeaba a su esposa, y acarició las regordetas mejillas de su hija, con una sonrisa dulce en el rostro. Se quedaron así un rato más, disfrutando la calma del momento y la calidez del abrigo, hasta que Saori se quedó dormida. Los padres la miraron con amor y ternura, y se levantaron con cuidado para no despertarla, mientras la llevaban a su cuna para que durmiera bien. Cuando la bebé quedó bien arropada y profunda en sus sueños, Stan abrazó a Kohaku por atrás, apoyando su mentón sobre el hombro de ella.

- ¿Estás cansada?

- Depende para qué...

- Buena respuesta, preciosa –Rió Stan con tono grave, y le besó el cuello– ¿Qué te gustaría hacer?

- Me quedé con un poco de ganas de ver fuegos artificiales –Contestó Kohaku, batiendo sus pestañas con fingida inocencia, mirándolo a los ojos de reojo.

- No podemos empezar el año sin ellos. Y bien sabes que tenemos una forma de verlos, sin salir de casa.

- ¡Ja! Tú sí sabes, señor Snyder.

A primeras horas de la tarde del día siguiente se alistaron de una forma muy especial para salir. Una tradición japonesa que se había mantenido siempre en la familia de Kohaku, era celebrar el hatsumōde, la primera visita a un templo en el año, lo cual se solía hacer el primer día del año, o hasta el fin de la primera semana. Desde que Kohaku se había casado con Stan, él había aceptado acompañarla y ser parte de la tradición, aunque no fuera un hombre que soliera visitar templos. Aunque podían ir vestidos de forma casual, era bonito y especial vestirse con las ropas formales, y en esa ocasión el pesado y elegante kimono les servía más para el invierno que la veraniega yukata.

Stan se vistió con uno azul oscuro con un kaku obi blanco, y un haori negro encima, que le había regalado Kokuyo, mientras que Kohaku tenía uno rojo con unas delicadas flores de cerezo rosadas y blancas, y el obi blanco con un cordón de seda dorado. Ambos llevaban en sintonía su calzado, las sandalias geta con sus medias. La rubia se recogió el cabello en un rodete, para agregarse un simple y elegante accesorio colgante. Saori no quedó fuera de estilo, para Navidad Ruri le había regalado una adorable prenda que era como una mini yukata de color rosado por arriba, y un hakama rojo con botones a los lados y un gran moño a la altura del cinto. Le colocaron una vincha en la cabecita con unas florecitas, y quedó lista. Tan tierna se veía la hermosa bebé, rubia con sus grandes ojos azules, que se dedicaron a sacarle fotos hasta que sonó el timbre de la casa, anunciando la llegada de los científicos.

Kohaku se apresuró a la entrada, y en cuanto abrió la puerta, una doble y aguda exclamación de sorpresa y alegría resonó. Las dos mujeres tenían una enorme sonrisa al contemplarse, y Tatyana estaba impresionantemente bella, con su yukata color malva con flores blancas, y un obi gris perlado. Llevaba el cabello rubio semi-recogido en una trenza a un lado, y ella tan alta y esbelta estaba sumamente elegante y femenina. El ligero maquillaje remarcaba sus ojos verdes almendrados, estaba hermosa. Xeno, a su lado, vestía una sencilla y por supuesto elegante yukata negra con el cinto de tela rojo oscuro.

- Oh, dios, Tatyana, ¡qué bella estás! –Admiró Kohaku boquiabierta– ¡Podrías ser una modelo!

- ¡Lo mismo digo, Kohaku, estás divina! –Contestó la rusa, tomándole las manos y saludándola con tres efusivos besos. Luego tomó el brazo de Xeno, y lo acercó toda orgullosa y pícara– ¿Ya viste a mi hombre? ¿Qué guapo está?

- Xeno siempre destaca por su elegancia, y le queda muy bien también.

- Gracias, Kohaku, tú también lo estás –Aceptó y halagó Xeno con modestia.

- ¿No tienen frío así?

- Dejamos los abrigos en el coche, y nos pusimos algo más debajo, aunque no lo parece.

- ¡Bien! Pasen, por favor, así no pasan frío por demás.

En cuanto pasaron a la sala, los dos sonrieron ampliamente al ver a Stan, tan guapo y elegante también, y Tatyana no pudo contener un gemido de ternura al ver a Saori, y corrió hacia ellos para mirarla más de cerca.

- ¡Es una princesa! ¡Saori-hime! –Bromeó– Oh, chicos, de verdad que lo es, no puede estar más hermosa y adorable, ¡esa ropita!

- Sí es, ella es una princesita, la más linda de todas. Papi babea de orgullo y sin vergüenza.

- Y tú estás guapísimo también, Stan, te sienta muy bien el estilo.

- Gracias, un generoso regalo de mi suegro. Sólo que era inevitable que se me esté llenando de pelos a causa de Sam, pero haré lo mejor posible por dejarlo impecable antes de salir.

- Este buen chico no puede evitarlo, tiene tanto amor como pelos –Rió Tatyana, rascándole las orejas al perro, que se había acercado muy contento a saludarla– ¡Kohaku, ven, que les sacamos una foto aquí dentro!

La joven se acercó, y se abrazó a su esposo para que esa tener esa especial foto familiar, digna de imprimir para poner en un portarretratos. Luego, le hizo un gesto para que esperara.

- No sería una foto familiar si no estuvieran todos los integrantes en ella... ¡Sam! ¡Ven aquí!

Mientras el perro trotaba feliz a su encuentro, Kohaku fue a cargar en brazos a la gata Aki, que estaba demasiado cómoda durmiendo en el sofá como para hacerle caso e ir hacia ella. Se volvieron a acomodar, y sacaron la bonita foto, y luego Tatyana animó a Xeno a ponerse junto a Stan para también ser parte del recuerdo, familia de corazón y no de sangre.

- Tú también, Tatyana –La animó Kohaku.

- Luego, cuando estemos con tu padre le pedimos que nos saque una foto bonita, no te preocupes.

- Vayamos entonces, para que no se nos haga tarde, aprovechemos las horas de sol.

Mientras Stan se llevaba a Saori, Kohaku tomó el bolso de bebé y las cosas para cargar en el coche. Xeno se adelantó con su amigo, mientras que Tatyana la esperó. La rusa miró con una sonrisa a los dos hombres avanzar, y en confidencia le susurró en tono coqueto.

- ¿Sabes qué es lo mejor de nuestros dos hombres guapos así vestidos?

- ¿Que no llevan casi nada debajo? –Replicó con picardía Kohaku.

- Exacto. No sabes lo que me costó contenerme de meterle mano antes de salir, pero ya le dije que a la vuelta arreglamos cuentas.

- ¡Ja! Te entiendo, a mí me pasa lo mismo cuando veo a Stan así vestido. Y cuando se le desacomoda y se le descubre un hombro solamente...oh, dios. ¡Vivan las yukatas!

Riendo, Tatyana le guiñó un ojo y las dos soltaron una risilla llena de diablura, llamando la atención de los dos estadounidenses a la par, que presintieron que estaban hablando de ellos. Haciéndose las distraídas, las dos mujeres salieron junto a ellos, y luego de que Xeno sacara los abrigos de su coche, se subieron todos al de Stan y Kohaku. La distancia era corta, y encontrar un espacio de estacionamiento iba a ser más difícil, pero prefirieron ir así para mantener más calentita a la bebé y poder llevar el bolso y todo lo necesario para atenderla con más comodidad, si era necesario.

Una vez en los alrededores del santuario Meiji, que seguía bastante concurrido, Kohaku llamó a su padre, y él le contestó que iba a encontrarlos a donde estaban, ya había terminado con su participación en la tradición y estaba paseando por el lugar, esperándolos. Cuando se reunieron, el hombre no pudo más que quedarse congelado a medio camino en cuanto vio a su adorable nieta vestida cómo estaba, y se puso muy cariñoso con ella, cargándola en brazos y luego de saludar a su hija, yerno y los amigos de la pareja, se dedicó a hacer reír a carcajadas a Saori con sus caricias y cosquillas, además de pedir que le sacaran varias fotos.

Se hicieron compañía un buen rato, mientras hacían la larga fila para llegar a su turno del rezo en el santuario. Cuando habían avanzado la mitad del camino, Kokuyo se despidió para volver a su casa, ya que le había prometido a Lillian que la iba a visitar, ella estaba pasando esos días en la casa de su pareja Byakuya. Otro rato más tarde, al fin con el santuario frente a ellos, se acercaron a los puestos a comprar los amuletos protectores omamori, unas bonitas bolsitas de tela que contenían dentro una plegaria escrita por los sacerdotes de los templos. También cada uno compró una tabla de madera llamada ema, en la que ellos escribieron su mayor deseo para que se cumpliera durante ese año, para luego colgarla en el lugar designado del santuario. Por último, compraron un omikuji, una papeleta de la fortuna, que se elegía según la fecha de nacimiento, y compartieron las predicciones que contenía en los distintos ámbitos de sus vidas, la mayoría favorables.

Al llegar al fin su turno de rezar, se concentraron en silencio en sus agradecimientos y plegarias. Kohaku siempre se tomaba más tiempo, y su mirada se volvía de lo más apacible y cálida después, pero en esa ocasión le sorprendió que Stan se tomó incluso más tiempo que ella, y en sus ojos zafiro había un brillo aguado y una sonrisa de lo más bonita después. Al terminar cada uno, hicieron una reverencia, y mientras esperaban a Xeno y Tatyana, sin mediar palabra compartieron con su hija en medio un largo abrazo y dulces besos cortos, con una expresión muy serena y amorosa en los brillantes ojos azulados de ambos. Una vez terminado con ello la tradición, empezaba a sentirse el fresco de la tarde ya que el sol había bajado, por lo que tomaron unos vasos de sopa caliente y muy sabrosa para calentar el cuerpo. Saori ya estaba inquieta y manoteaba la ropa de su madre para pedirle el pecho, por lo cual se apresuraron a volver al coche para que ella pudiera ocuparse. En el regreso a la casa del matrimonio, Tatyana se acurrucó contra Xeno, entrelazando sus dedos, muy contenta.

- Qué hermoso año nuevo, gracias por invitarnos a celebrar esta tradición. Siento mucha paz y alegría. ¿Cómo te sientes tú, querido? –Preguntó a Xeno.

- Lo mismo digo, me encuentro muy sereno y motivado. Admito que no suelo hacerme el tiempo para cosas como estas, y es la primera vez que lo hago ya que antes no tenía la paciencia ni el gusto por ello, pero hoy lo he disfrutado mucho. Al contrario que en occidente, aquí lo celebran con mucha calma y profundidad el año nuevo, es elegante.

- Me pregunto si ya tienes un pie adentro al considerar quedarte en Japón también –Dijo Stan con una sonrisa, mientras manejaba.

- Bueno, ya no soy yo solo... –Murmuró el científico, con una sonrisa tímida.

- ¡Oooh! Me encantaría que pudieran quedarse más tiempo luego de que termine este año, seguro podría haber más proyectos de la NASA y Roscosmos con JAXA, ¿verdad? –Los animó Kohaku.

- No se entusiasmen, que Tatyana tiene también una familia en Rusia, y ella tiene menos vínculo con Japón que yo –Se quejó Xeno, un tanto incómodo, y suspiró– A decir verdad, en nuestro caso es más complejo. Mi lugar de trabajo principal es en la NASA, y el de ella también, más allá de la agencia rusa.

- Sí, es verdad, pero si ya me acostumbré a vivir fuera de mi país hace más de tres años, y me gusta hacerlo y viajar, ya no estoy tan apegada a un único lugar –Dijo Tatyana, reflexiva– Mientras pueda trabajar de mi profesión y mi vocación, y estar con la persona que amo, lo demás son detalles no imprescindibles.

- ¡Ja! ¿La oyes, Xeno? No voy a presionarlos, pero sería muy lindo que podamos estar cerca, si se adecúa a los planes de cada uno para su vida.

- Ahora es más fácil decirlo, porque sólo somos nosotros dos y podemos viajar a gusto, pero más adelante...

Xeno se calló abruptamente, sonrojándose, cuando se dio cuenta lo que había dejado entrever sobre lo que consideraba sobre su futuro con su actual novia. Tatyana no dijo nada, pero lo miró con amor y dulzura, abrazándolo más, mientras se oía un suave jadeo de sorpresa de parte de Kohaku, y Stan no estaba menos sorprendido.

- Ooooh, ¿así que funcionó la estrategia de tentarte a tener tu propio mini Wingfield? –Lo provocó Stan, juguetón– Incluso antes de hablar de casarte, no te tenía así. ¡Nada mal, Xeno!

- Ah, no, eso es porque ya lo hablamos –Confesó Tatyana, ya que su novio estaba echando humo por las orejas de tan sonrojado– Yo le dije que sé que él es el hombre de mi vida, pero no tengo apuro en casarme, porque una vez que lo haga, no quiero tomar más medidas anticonceptivas. Por lo cual que sea cuando los dos estemos listos para formar una familia completa.

Ante eso, la misma expresión boquiabierta se reflejó en Stan y Kohaku, incrédulos de cuan directa y honesta había sido Tatyana. Una vez pasada la sorpresa, los dos sonrieron abiertamente, encantados de entender a base de eso que Xeno también parecía haber decidido que quería casarse con la rusa más adelante, sólo sería cuestión de tiempo y lugar.

- Claro, comprendo entonces que tengan que terminar primero este año aquí para decidir dónde quieren establecer su hogar definitivo –Dijo Stan, ya sin bromear– Bien, los felicito, me pone feliz saber que mi amigo-hermano tiene tanta felicidad en su panorama, y lo mismo para ti, Tatyana, ya eres parte de la gran familia.

- Gracias, Stan. Ustedes me hacen sentir eso también, y les agradezco su calidez y cariño conmigo desde el primer día en que nos conocimos.

- No hay de qué, así nos sentimos contigo –Contestó Kohaku con una sonrisa– Y donde sea que vivan, los apoyaremos y seguiremos siempre en contacto.

Una vez que llegaron a la casa, se despidieron de la pareja de científicos, que se subió a su coche y partieron de vuelta. Ya más tranquilos, Stan y Kohaku decidieron quedarse toda la tarde en casa a descansar, excepto ese primer momento en que él sacó a dar un largo paseo a Sam, mientras que ella se dormía una siesta con Saori, que ya había caído rendida al cansancio del día.

La primera semana del nuevo año transcurrió con calma, en general los habitantes de Japón se lo tomaban con relajo, por lo cual se sentía ese aire en la ciudad. Como Tsukasa estaba todavía de vacaciones, y el albañil había terminado su trabajo en la sala de entrenamientos, Kohaku también cedió a tomarse esa semana como si fueran vacaciones. Si bien hacía bastante frío, como Stan había decidido pausar toda esa semana su proyecto para el ascenso, aprovecharon todas las tardes con buen tiempo para hacer unos paseos por el parque, o en coche a otros lugares más alejados de la ciudad, proveyéndoles esa sensación de respirar un aire vacacional.

La siguiente semana, sin embargo, el cambio fue abrupto, para todos. Con la vuelta de Tsukasa, Kohaku volvió su atención a poder al fin dedicarse a pintar la sala, organizando con su amigo y entrenador para hacerlo juntos. Decidieron dedicar unos días completos, desde la mañana hasta que el cansancio les dijera "basta por hoy". La rubia volvió a llamar a Suika para que trabajara de niñera, y el primer problema se presentó cuando se dieron cuenta que el intenso olor a pintura iba a ser desagradable para la bebé, por lo que Kohaku le hizo una copia de las llaves de su casa para que la joven se quedara allí con Saori, y la madre estaría ida y vuelta cada un par de horas para atender a su hija cuando Suika la llamara. El segundo problema, aunque iba de la mano con el primero, fue que, con sus ocho meses, Saori empezó a ponerse muy inquieta cuando veía a Kohaku irse, lloraba angustiada y no había nada que la consolase, excepto los brazos de su madre. No sólo de la casa, sino a veces simplemente de la habitación.

Kohaku consultó con la pediatra, quién le dijo que era algo muy normal, una crisis de ansiedad por separación que tenían los bebés de esa edad, ya que comenzaban a ser más independientes, pero a la vez tenían mucha incertidumbre y necesitaban ver a la mamá cerca más que nunca. Eso resultó un tanto frustrante, pero no hubo más remedio que practicar la paciencia y contener a la niña lo mejor posible. Pensando que quizás Saori hallaría consuelo también con su padre, Stan aceptó cuidar a su hija en esas primeras horas al volver de su trabajo, postergando las tareas de su proyecto, ya que no podía dedicarle plena atención excepto cuando la bebé dormía una siesta.

Para su pesar, se encontró con que ni siquiera él podía consolarle el llanto por momentos, y en cuanto Kohaku volvía a casa al terminar el trabajo de pintura por el día, era como si la bebé no tuviera más que ojos para ella, parecía mucho menos interesada en él. Eso fue un tanto angustiante para Stan, aunque sabía que no podía echarle la culpa a nadie, pero su umbral de paciencia disminuyó notablemente, al tiempo que aumentaba su frustración también por lidiar con la fecha límite de su trabajo que estaba cada vez más cerca. Lo único que lo animaba era que su hija había empezado a gatear gracias a los juegos que él le proponía, y era de lo más adorable y lo llenaba de orgullo verla dar sus primeros pasos sola, aunque fuera "en cuatro patas". También estaba aprendiendo a decir "mamá", unas pocas veces lo había dicho con claridad, haciendo lagrimear a la rubia de tanta emoción, al fin escuchándola decir eso.

Una de esas tardes, cuando Kohaku llegó de la sala, Saori estaba en plena práctica de gateo, tratando de alcanzar los juguetes que Stan le ponía a cierta distancia. Sin embargo, en cuanto su madre entró en su campo de visión, una sonrisa radiante iluminó su rostro, y empezó a gatear hacia ella, sin importarle rasparse un poco las rodillas al salir del blando material sobre el que lo solía hacer.

- ¡Hola, bonita de mamá! –La saludó Kohaku, arrodillándose y estirando los brazos hacia ella, para animarla a acercarse.

- ¡AAAAAA! –Exclamó Saori, soltando un gritito estridente de felicidad.

- ¿Quién llegó? ¿Mamá? ¿Ma-má llegó?

En cuanto Saori alcanzó los pies de su madre, la miró con pura adoración y su más grande sonrisa con ojos zafiro brillantes. Iba a levantarla en brazos, cuando de pronto se sorprendió al ver que la beba se había aferrado con sus manitas a su pantalón, y se esforzaba por impulsarse hacia arriba.

- ¡Stan! ¡Mira! ¡Está tratando de ponerse de pie sola!

- Sí, la veo –Contestó él, igual de sorprendido que ella– Yo la suelo ayudar y la mantengo parada un minuto, pero no lo había intentado sola.

- ¡Oooh, mi pequeña! ¡Ven con mamá! ¡Tú puedes!

- Mmm...Mmm... ¡Maaaaaaa! –Repitió Saori.

- ¡Ja! Eso también, amor. ¡Mamá!

- Ma-maaa-maa.

Kohaku tuvo que contenerse de abrazarla y llenarla de besos, y en su lugar seguir animándola a que terminara de intentar ponerse de pie por sí sola. Luego de unos cuantos intentos y de jalarle el pantalón a su madre con todas sus fuerzas, sólo con un poquito de ayuda para que no se cayera, Saori lo logró.

- ¡Muy bien, Saori! ¡Lo hiciste, hija! Ven aquí, te ganaste los brazos de mamá.

Radiante de felicidad, Kohaku la alzó y la llenó de besos, haciéndola reír y sus ojitos zafiro brillando como dos soles. Stan también se puso de pie, acercándose a ambas.

- Cuando termines con ella, ¿qué tal saludar a tu esposo también?

Lo dijo con intención de broma, pero había una ligera tensión en su voz que la rubia no percibió de tan emocionada que estaba con el logro de su hija. Kohaku simplemente le guiñó un ojo, y se tomó otro minuto para llenar de besos y cosquillas a su bebé antes de prestarle la atención reclamada a Stan. Como el saludo fue sólo un casto beso en los labios, por más que fue acompañado de una dulce sonrisa, eso no bastó para contentar al estadounidense, que frunció ligeramente el ceño ya que estaba acostumbrado a un beso y abrazo más largo y sentido. Pero como ya estaba un tanto molesto, tampoco insistió, y en su lugar dijo que iba a dar una vuelta y sacar a pasear a Sam.

Esa fue también su excusa para llevarse consigo sus cigarrillos, definitivamente necesitaba al menos un par para serenarse un poco y calmar su ansiedad, y su perro no iba a juzgarlo. Había logrado dejar de fumar, o hacerlo solamente una vez por semana o a veces menos, pero esa semana en particular estaba con menos autocontrol que de costumbre, y ya era la tercera vez que lo hacía. Prefería eso antes que expresarle a Kohaku su malestar porque se entusiasmara tanto con la maldita pintura, que también le complicaba a él al restarle sus horas de dedicación a su proyecto de trabajo, justo en el momento en que su hija estaba con esa crisis de "mamitis". No quería ser egoísta cuando su esposa al fin estaba tan motivada en algo que era parte de sus sueños, al fin y al cabo, él había decidido regalarle eso, pero se mordía la lengua al pensar en decirle que podía al menos limitar las horas de pintura a cuando él no estaba, no tenía tanta urgencia como el plazo de entrega del trabajo para su ascenso.

Logró conciliar la calma por el resto de ese día, el paseo y el cigarrillo funcionaron como descarga. A pesar de ello, esa semana tampoco había estado de humor para ponerse cariñoso con su esposa por la noche, pero ella parecía no notarlo ya que también se rendía rápidamente al sueño por su cansancio, y no lo buscaba. Odiaba admitirlo, pero en el fondo Stan esperaba que ella también lo buscara como otras veces, que tuviera la iniciativa de mimarlo y acariciarlo. Suponía que eso pasaba eventualmente con todas las parejas con bebés, ya había leído que las discusiones y breves crisis de pareja no eran nada extrañas, por lo que trató de no darle mayor importancia y simplemente aguantarse hasta que esos días ajetreados terminaran.

Sin embargo, el día siguiente no logró ser tan conciliador. La buena noticia fue que Kohaku lo llamó por teléfono cuando estaba en su hora de almuerzo en el trabajo, diciéndole que ese día terminarían con la tarea de pintar, al fin, les había tomado una semana entera darle las dos capas de pintura y terminar con todos los detalles, listo para amueblar. Eso le restauró inmediatamente su buen humor, pensando que finalmente esa tarde volvería a poder dedicarse a su trabajo, en el cual se había retrasado más de lo que esperaba.

En la sala de entrenamiento, a media tarde, Tsukasa y Kohaku estaban igual de aliviados y alegres de terminar con el tedioso pero satisfactorio trabajo. A poco para terminar, la rubia no pudo evitar la tentación al ver a su amigo tan concentrado y detallista, quiso jugarle una broma, y se acercó sigilosamente para pasarle el rodillo cargado de pintura por la espalda de su camiseta de trabajo.

- ¡Aaaah! –Jadeó con sorpresa el castaño, sobresaltado por la fría y húmeda sensación– ¡¿Por qué hiciste eso, Kohaku?!

- ¡Perdón, perdón! –Rió ella con picardía– Es que te vi tan absorto, y ya estamos a poco de terminar, que no pude resistirme.

- Hmm... –La miró con los ojos entrecerrados y juzgadores, pero no estaba realmente enojado.

- Oh, vamos, no me mires así. Un poco de diversión no hace daño, es como un festejo.

Pretendiendo estar de acuerdo y dejándolo pasar, continuó con su tarea, aunque una pequeña sonrisa llena de diablura asomó a su rostro. En cuanto ella se acercó a su alcance, revisando con su afilada mirada si faltaba algo más que retocar, fue muy rápido y le devolvió la broma, pintándole el brazo.

- ¡Oye! ¡En la piel no! ¡Ahora tendré que bañarme apenas llegue a casa!

- Como si yo no tuviera que hacerlo, hasta el cabello me manchaste –Replicó con una sonrisa.

Con lo fácil que era provocar a Kohaku, y lo divertida y relajada que estaba, pronto empezaron a mirarse de reojo, con una sonrisa imposible de disimular, buscando el momento justo para agarrar desprevenido al otro y devolverle el "ataque". Ambos tan ágiles y con buenos reflejos, comenzaron una guerra de pintura con sus rodillos sin disimulo, hasta que Kohaku fue un paso más allá y se pintó la mano adrede, para tener dos oportunidades de alcanzarlo. Tsukasa no se quedó atrás, él también lo hizo, y como el piso estaba bien protegido por un enorme plástico, no se preocuparon por hacer un poco de enchastre y corretearse por la sala.

El juego de ambos fue tomado también como un entrenamiento, y no se detuvieron hasta quedar jadeando exhaustos de tanto perseguirse y luchar, quedando completamente manchados de blanco tanto en la ropa como la piel y el cabello, riendo a carcajadas. Una vez que lograron calmarse, continuaron trabajando, terminando una hora después con todo, y dedicaron otro rato a limpiar los rodillos y dejar todo ordenado. No se dieron cuenta que se les hizo un poco más tarde que de costumbre, y cuando estaban por salir de la sala, Kohaku tomó su teléfono y se frunció con culpa al darse cuenta demasiado tarde que tenía varios mensajes de Stan que no había alcanzado a oír, seguramente le habían llegado durante el juego, y cuando estaban limpiando, lejos de sus pertenencias. Le escribió que estaba ya regresando, para tranquilizarlo de que todo estaba bien, dada su inusual tardanza, y ella también suspiró con alivio al saber que su hija tuvo mayormente una buena tarde, luego de que habían compartido el almuerzo juntos con Suika y Tsukasa, y habían vuelto a la sala cuando la pequeña se había hecho una siesta, para que no llorara.

Se despidió con un fuerte abrazo de Tsukasa, los dos a puras risillas ya que estaban hechos un desastre entre tanta pintura, de seguro la gente los miraría raro en el camino. Se apresuró a volver, y en cuanto llegó a su casa, entró con una sonrisa radiante y los brazos abiertos, dispuesta a compartir la buena noticia de que habían terminado. Sin embargo, Stan abrió mucho los ojos al verla tan despeinada y sucia de pintura, y no tardó en imaginar que la demora había sido porque ella y Tsukasa se habían entretenido en jugar como niños. En lugar de tomárselo con humor, un súbito enojo se apoderó de él, y la miró frunciendo profundamente el ceño y con una mirada tan fría como ardiente por su ira.

- ¿Es una maldita broma? No puedo creerlo, te pasas de desconsiderada –Espetó, su tono grave como un gruñido.

- ¿Eh? –La sonrisa se le borró inmediatamente del rostro a Kohaku– Oye, tranquilo, Stan, ¿qué te sucede?

- ¿Qué me sucede...? No contestas el maldito teléfono, te tardaste casi dos horas más de lo usual sin avisar, y tal parece que estabas bien divertida y relajada jugando con Tsukasa, mientras yo estaba aquí cuidando a nuestra hija y esperando a que volvieses para ponerme a trabajar otra vez. ¿Te olvidaste también que tienes una bebé de menos de un año que te necesita, y que está insufrible porque es a su madre a quién más espera ver?

- Perdón, Stan... No nos dimos cuenta lo rápido que se pasó el tiempo, y era el último día. Pero ya está, terminamos al fin. Pensé que estaba todo bien aquí...

- Claro que lo estaba, al menos con Saori, porque yo sí fui un padre responsable con atenderla.

- ¡No lo digas como si yo no fuera responsable, ni que la tuviera abandonada, porque un día me tardé un par de horas más! –Replicó Kohaku, enojándose– Siempre estoy atenta, aun cuando la dejo con Suika, y voy y vengo seguido para asegurarme de satisfacer todas sus necesidades. Pero también tengo derecho a dedicar algo de tiempo a ser algo más que sólo una madre las veinticuatro horas del día.

- ¡Sí, lo estuviste haciendo y no te impedí, todo lo contrario! Me ofrecí a ceder mi tiempo de doble trabajo para que pudieras terminar lo tuyo más rápido, y que Saori estuviera más tiempo con sus padres que con una niñera. No estaba del todo de acuerdo porque estoy jugando al límite con la fecha de entrega y presentación para el ascenso, cuando bien sabías que yo iba a necesitar más tiempo de mis horas libres para ello, mientras que tú no tenías una urgencia real.

- Claro que lo sabía, pero tampoco te quejaste de eso en estos días, asumí que te ofreciste porque podías.

- Me contuve de decírtelo porque hice mi mayor esfuerzo por poder hacerlo.

- Si te lo guardas y no me lo dices, no puedo leerte la mente, Stan. No siempre puedes hacerlo todo, y claro que yo iba a buscar la forma de que resultara para los dos, como venimos haciendo hasta ahora.

- No pensé que tuviera que pedirte que fueras más considerada, es sentido común. Y para colmo, vuelves así, toda pintada y con una gran sonrisa, como si nada pasara. Al menos hubieras mostrado un poco de pena y pidiendo disculpas, y no actuando como una payasa.

A medida que la discusión se iba haciendo más ruidosa, ninguno de los dos se había dado cuenta que su hija lucía cada vez más incómoda, hasta que empezó a gimotear y estallar en llanto.

- ¡Bueno, basta ya, Stan, tampoco te pases! Perdón, y ya te dije que no fue adrede. Lo compensaré, así puedes dedicarte a lo tuyo.

- Sí, basta ya. Ocúpate tú ahora de nuestra hija, empieza por compensar con ella –Replicó todavía enojado.

Si había algo que Stan odiaba era perder los estribos, ya que además su nivel de ansiedad aumentaba al límite del autocontrol, y sabía que siempre terminaba arrepintiéndose de sus exabruptos. Necesitando un momento a solas para calmarse, por lo que fue a buscar su caja de cigarrillos, y como estaba medio vacía, tomó otra más que sacó de su mochila. Le devolvió una fiera mirada a su esposa cuando notó que ella lo miraba de forma juzgadora, a punto de cuestionarlo.

- Ni se te ocurra quejarte sobre esto, Kohaku, o no me verás la cara hasta mañana –Advirtió.

- No sabía que volviste a tener stock de reserva –Se limitó a decir.

- Lo empecé a necesitar esta semana para controlarme de no estallar antes.

Sin decir más, salió de la casa dando largos pasos, tomando sus llaves y dando un portazo. Kohaku resopló con fuerza, y trató de calmar su agitado ánimo mientras mecía a su hija para que dejara de llorar. Para colmo, estaba tan sucia de pintura que no quería que Saori apoyara sus manos o boca sobre su piel, pero tampoco podía bañarse ya que no tenía a quién pedirle que le echara un ojo a su hija. Lo resolvió dejando un minuto llorando a la bebé mientras iba a buscar una toalla con la cual cubrirse, al menos así podría volver a abrazarla y consolarla con su cercanía. Saori lloraba pelándose la garganta, ni siquiera interesada en tomar del pecho de su madre cuando se desvistió parcialmente para ofrecérselo, era probable que hasta le asustara verla tan rara con tanta pintura. Le tomó varios minutos a Kohaku al fin contenerla, y recién en ese momento la pequeña aceptó que la amamantara, más para calmarse que por hambre.

Luego jugó con ella, fingiendo sonreír y divertirse, aunque en el fondo tenía un nudo en el estómago pensando en su discusión con Stan, hacía tiempo que no lo veía tan furioso, y no podía negar que en parte ya era evidente en el último mes que él estaba un tanto estresado, en especial porque se presionaba demasiado a hacerlo todo perfecto y quería con todo su ser hacerlo impecable para tener ese ascenso. Se había dejado llevar por su impulsividad y entusiasmo, aunque eso no quitaba que tendrían que tener luego una conversación sobre ser más comunicativos y honestos, contenerse no llevaba a nada bueno.

En cuanto Saori recuperó completamente su ánimo y su sonrisa, Kohaku la sentó en su cochecito y la llevó consigo al baño, para al fin poder darse una ducha y quitarse la mayor cantidad de pintura en el menor tiempo posible. Dejó la cortina abierta para que su hija no se pusiera ansiosa al no verla, y se restregó la piel con brusquedad hasta dejársela roja para limpiarse, mientras le hablaba dulce y con tono juguetón a su bebé para mantenerla tranquila. Al terminar, se secó rápido y se vistió con su bata, mientras volvía a la sala de estar con ella. Stan no había vuelto todavía, había pasado más de una hora y empezaba a anochecer. Tratando de mantenerse tranquila, se dispuso a preparar la cena, interrumpiendo el quehacer para entretener a Saori. Tuvo que ignorar también a Sam, el pobre perro buscaba algo de atención, y se lo veía cauto, seguramente había percibido en el aire el ambiente tenso.

Finalmente, tres cuartos de hora después se oyó la puerta de entrada, y Stan apareció. Kohaku buscó sus ojos, tratando de descifrar su ánimo, pero él apenas le dedicó una breve mirada seria y no dijo nada. Avanzó hacia el comedor, y cuando vio la mesa preparada para la cena, al fin habló.

- Perdón, pero no tengo hambre. Si quieres cena tú.

- Stan...

- Me voy a dar un baño. Luego hablamos –Se detuvo sobre sus pasos y la miró de reojo– ¿Saori necesita algo?

- No, está bien.

- De acuerdo.

El estómago de Kohaku también se cerró, siempre era horrible el ánimo después de una discusión, en especial cuando no acababan de resolverla en ese momento. Se dedicó una vez más a entretener a su hija, hasta que la pequeña le tanteó la ropa para pedirle el pecho, y esa vez sí se alimentó más tiempo. Stan volvió al rato, y se dejó caer pesadamente en el sofá, echando la cabeza hacia atrás. Kohaku acomodó a su hija para sostenerla con un solo brazo, y se acercó con seguridad hacia él, por más que estaba un tanto nerviosa. Se sentó a su lado, y en silencio le tomó la mano. Como no la rechazó, entrelazó sus dedos juntos, y apoyó su cabeza sobre el hombro de él. Luego de un largo silencio de ambos, se decidió a hablar.

- Perdón, Stan. Te amo. ¿Qué necesitas de mí?

Sólo dijo eso, pero conociéndolo, luego de tantos años y más de una discusión matrimonial, sabía que era suficiente. El rubio se tomó unos segundos más para contestar, luego de suspirar profundamente.

- Que desde mañana me apoyes con estar en casa a la hora en que regreso, para atender a Saori, y que yo pueda enfocarme en mi trabajo. Perdóname también, Kohaku. Te amo. ¿Qué necesitas tú de mí?

- Que me digas las cosas que te incomodan apenas las sientas, para que las resolvamos a tiempo, juntos.

Ambos se miraron y asintieron en silencio. Se quedaron allí sentados en la misma posición, hasta que Stan soltó sus dedos entrelazados sólo para rodearla en un abrazo por los hombros, y apoyando su cabeza contra la de ella de costado. La joven sonrió un poco, y se acurrucó contra él, aliviada. No dijeron más por un buen rato, hasta que se miraron de reojo, para luego conectar directamente sus miradas otra vez, mucho más serenos, y acercándose al mismo tiempo para darse un suave y largo beso.

- ¿Cenamos, Stan?

- Perdona, pero de verdad perdí el apetito. Me siento como la mierda cuando fumo tanto en tan poco tiempo. Ya me desacostumbré, y sumado a la culpa que siento al pensar en nuestra hija, me da náuseas. Si quieres te acompaño en la mesa, pero no comeré ahora.

- Entiendo –Murmuró– ¿Cuánto fumaste?

- Cinco. Pero no volverá a suceder.

Kohaku le observó el rostro y vio el pesar en sus ojos, de verdad parecía asqueado hasta consigo mismo. Le pidió si podía cargar a Saori en sus brazos, y cuando él lo hizo, ella cambió su posición para apoyar sus rodillas en el sofá y así quedar más alta. Él la miró, intrigado, y ella estiró las manos para rodearlo en un cálido abrazo, haciéndolo apoyar la cabeza contra su pecho. Cuando al fin el rubio sonrió y entendió su intención, Kohaku se inclinó para atrás llevándolo con ella, hasta que quedaron recostados en esa posición, con su hija en medio de ambos. Con ternura, ella le acarició el cabello húmedo, de una forma que su esposo encontró de lo más relajante, y respiró profundo. La joven sonrió al sentirlo al fin más tranquilo, su grande y fuerte cuerpo más laxo, y lo abrazó de una forma muy contenedora, como si lo estuviera arrullando, y luego le acarició la espalda.

- Qué maternal –Susurró Stan con una sonrisa– Nada mal.

- ¿Te sientes mejor?

- Mucho mejor. Tus brazos son mi hogar, amor. Extrañaba que tú me abrazaras... hace días.

- ¿Y por qué no me pediste un abrazo? –Preguntó Kohaku con una sonrisita– Eso tampoco te lo guardes para la próxima vez.

- Touché –Reconoció Stan– Somos hijos del rigor, damos las cosas por sentado, y nos damos cuenta cuánto valen cuando nos hacen falta. La próxima vez que me sienta así, pedirte un abrazo será lo primero que haré. Me calman la ansiedad mucho mejor con los cigarrillos, y me llenas de amor, gracias –Y añadió, con una media sonrisa– Ya veo por qué nuestra hija desea tanto estar siempre en tus brazos.

- Y en los tuyos, Stan, mírala. Está tranquila y a gusto, ella también ama estar junto a su padre. Y tú la cuidas tanto... Somos dos suertudas de tenerte, tus chicas Snyder.

- Yo lo soy más, créeme, preciosa.

Stan se acurrucó más contra su esposa, disfrutando el delicioso abrazo contenedor, de verdad que no encontraba nada más hermoso que ese momento, y no sabía que lo necesitaba tanto. No supieron cuánto tiempo pasaron así, tan serenos y disfrutando de una dulce reconciliación. Hubieran seguido sin inmutarse, pero el estómago de Kohaku tuvo otra idea, y sonó considerablemente.

- Tú sí tenías hambre, ¿verdad? –Preguntó Stan con una sonrisa culpable.

- Sí, gasté mucha energía hoy. Pero estar bien contigo es más importante que llenarme el estómago.

Ante esas dulces palabras, el estadounidense apretó los labios, todavía sintiendo un poco de culpa por su enojo previo. Quizás Kohaku era más impulsiva y enojona a primeras, pero rara vez se ponía furiosa en serio. En cambio, él solía contenerse más en su aparente control y serenidad, pero cuando no lograba manejar sus emociones negativas acumuladas, estallaba de una forma más dramática. Lo bueno era que estaban juntos y se amaban tanto, que habían aprendido a resolver las cosas en el mismo día, desde que se habían casado, nunca se habían peleado tanto como para distanciarse más de unas pocas horas, con el objetivo de encontrar la calma y no decirse cosas de las que luego se arrepintieran, por el exabrupto emocional.

- Te acompaño a comer. Sigo con el estómago medio cerrado, pero quizás pruebe un par de bocados, ya me siento mejor.

Esa noche la finalizaron conversando con más calma sobre cómo se organizarían las siguientes tres semanas, para que Stan pudiera dedicarse a su trabajo, ya que el 10 de ese segundo mes del año era la fecha de presentación final. Además, él tendría que quedarse algunas tardes a hacer unas horas extras de prácticas de su exhibición de vuelo, que sería una demostración de vuelo acrobático con técnicas y movimientos utilizados en las batallas aéreas, conocidas como dogfight, y lo haría con uno de sus mejores alumnos, para demostrar su capacidad como instructor. Por su parte, Kohaku le aseguró que organizaría durante la mañana y media tarde su tiempo entre los entrenamientos con Tsukasa, además de tomarse con más calma el diseño de la sala y la compra e instalación de todo lo necesario.

Las semanas pasaron, y una vez que Stan pudo enfocarse en lo suyo, avanzó de forma más productiva y eficiente, más tranquilo y confiado de que llegaría a tiempo. Cuando el día esperado llegó, todavía estaba oscuro afuera a las cinco de la mañana cuando él ya estaba listo con su impecable uniforme militar color azul oscuro con botones dorados, cinto y zapatos negros, todas sus insignias y medallas, y el sombrero estilo militar. Estaba guapísimo, demasiado, y Kohaku, que se había despertado con él para ayudarlo y desearle éxito, le susurró coqueta para provocarlo. Hacía tiempo que no lo veía así vestido, su uniforme diario de instructor era mucho más discreto y acorde a un piloto. Antes de dejarlo ir, lo abrazó por el cuello y lo jaló hacia ella para darle un apasionado beso y toquetearlo un poco por encima del uniforme, con la promesa de que a la vuelta de ese día le esperaba el resto, como celebración por su seguro ascenso.

Ya que lo primero era la entrega y revisión de su proyecto escrito, él tuvo que viajar a la oficina del predio militar de la base aérea de Hyakuri, en la ciudad de Omitama, dentro de la prefectura de Ibaraki, que se encontraba a una hora y media de su casa. Allí estaría a primera hora para presentarlo, mientras que a las 11hs de la media mañana sería la demostración de vuelo. Stan fue a trabajar en su coche, ya que Kohaku y Saori irían con Kokuyo y familia en el otro más cerca de la hora, y Xeno y Tatyana se habían pedido la mañana en JAXA para poder asistir también y apoyarlo. Tsukasa también había aceptado la invitación, y se sumó al coche de los estadounidenses.

El piloto estadounidense se presentó completamente confiado, con su imponente aura de ex-capitán que seguía teniendo a pesar de que ya no ejercía ese rol, todo serio y protocolar. Entregó la carpeta con su proyecto, y se quedó fuera tomando un café en la hora y media que llevó que sus superiores leyeran el contenido y lo discutieran. Luego lo llamaron dentro, y le pidieron que lo exponga personalmente, mientras le hacían preguntas y cuestionamiento. No le dieron una devolución, y con el mismo aire estricto y protocolar se despidieron con el saludo militar y lo dejaron ir a vestirse y prepararse para el vuelo. En ese momento, con un poco de inevitable ansiedad anclada en su estómago, llamó por teléfono a su esposa, como habían quedado.

- Hola, preciosa. Capitán Snyder reportándose aquí –Saludó en broma.

- ¡Stan! ¡¿Cómo te fue?!

- Confío en que todo salió bien, me siento satisfecho con mi presentación y proyecto. Trataron de ponerme en apuros con algunas preguntas y ejercicios desafiantes, pero no fue problema para mí.

- ¡Ja! ¡Ese es mi esposo! ¡Felicitaciones, Stan!

- Gracias, mi amor. Ahora viene lo interesante. ¿Están de camino?

- Sí, como hay bastante tiempo de viaje y para evitar problemas de tráfico, ya estamos casi a mitad de trayecto, los dos coches juntos.

- ¿Cómo se está portando mi princesa? ¿Se siente bien con el viaje?

- Ningún problema, tú tranquilo. Hace un rato se estaba riendo a carcajadas al ver los autos pasar al lado nuestro, ahora se calmó.

- Oh, me hubiera encantado verla.

- ¿Con quién te crees que hablas? Por supuesto que la filmé para ti, luego te mando el video.

- Nunca me desilusiona, señora Snyder. Me alegro que esté bien mi pequeña, lista para ver a papi volar... Aunque no lo sepa.

- También habrá video de ello para que lo vea en unos años, no lo dudes.

- Gracias, ahora estoy ansioso porque empiece, y lucirme para ustedes. Nos vemos más tarde, preciosa, adiós. Te amo.

- ¡Sí! Te mandan saludos y suerte aquí. ¡Te amo, hasta pronto!

Casi una hora después la familia y amigos llegaron, y en cuanto Kohaku se presentó como la esposa de Stan, les dieron las indicaciones para dirigirse con el coche al predio indicado. El lugar era enorme, no sólo funcionaba como aeropuerto sino también como base aérea de práctica para las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Encontraron un buen lugar para estacionar, lo más cerca posible de la pista, y Kohaku llevó a Saori en el cochecito, para que estuviera más cómoda y resguardada del frío. Siguiendo las indicaciones de otros operarios, finalmente alcanzaron a ver el impresionante avión de combate que Stan volaría, un F-2 enorme y aerodinámico. Y junto a él, ya vestido como piloto y conversando con un joven japonés que debía de ser su alumno, estaba el estadounidense.

Kohaku quería llamarlo con un grito entusiasmado, pero tuvo que contenerse. Sin embargo, su esposo debió sentir su energía, ya que casualmente en ese momento levantó la mirada y sonrió ampliamente. Lejos de todo estricto protocolo, fue él quien con una gran sonrisa se acercó al trote hacia ella, animando al joven a acercarse también. La pareja compartió un abrazo y un beso, y luego Stan saludó a Kokuyo, Ruri, Chrome, Tsukasa, Xeno y Tatyana, para luego poder sacar del cochecito a su hija y cargarla en brazos, dándole un sonoro beso en la mejilla.

- Les presento a Daisuke Matsumoto, él es mi alumno y acompañante hoy –Señaló, mientras el joven se inclinaba respetuosamente– Daisuke, ella es mi esposa Kohaku, su familia y mi mejor amigo Xeno, junto a su novia Tatyana, ambos son científicos espaciales que están trabajando con JAXA. Tsukasa es amigo de la familia y entrenador de mi esposa. Y esta bebé hermosa es mi princesita Saori.

- Un gusto conocerlos –Volvió a hacer otra breve reverencia– Será un honor para mí acompañar a Sensei Snyder.

- Oooh, "Sensei", qué lindo –Murmuró Kohaku, sin poder contener su expresión orgullosa.

- Y tiene una hija bella, felicitaciones, ya ansiábamos conocerla personalmente.

- ¿Eso significa que mi esposo les mostraba seguido muchas fotos? –Inquirió Kohaku riendo.

- Sí, muchas fotos –Admitió con timidez el joven piloto– Es un padre orgulloso, es admirable.

- Sí que lo es –Coincidió la rubia, poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla– Y hoy veremos por primera vez lo excelente piloto que es, también ansiábamos verlo personalmente.

Daisuke se despidió para dejarlos solo, dándole tiempo a Stan de poder hablar un poco con su familia y amigos. Para su sorpresa, unos minutos después oyeron el sonido de un helicóptero aterrizando a media distancia, en el lugar designado para ese tipo de aeronave. Y quién se acercó a ellos al rato, los dejó boquiabiertos.

- No me lo puedo creer... –Musitó Stan, con una sonrisa incrédula.

- ¡JAJA! ¡LLEGUÉ A TIEMPO PARA VERTE, STAN!

- ¿Ryusui? Sí que te gustan las entradas llamativas.

El siempre sonriente y confiado rubio avanzó como si la pista fuera el patio de su casa, impecablemente vestido con un costoso traje.

- No pensaba perderme este evento, Stan lo agendé desde que me lo comentaste. Desearía poder tomar clases contigo aquí, pero no soy militar, ya pregunté.

- ¿De verdad lo hiciste? Bueno, gracias por venir.

- ¿Pero en helicóptero? –Intercedió Kohaku, con una sonrisa nerviosa– ¿Era necesario?

- El tiempo vale oro, no iba a viajar casi dos horas por calles y autopistas, cuando tengo un helicóptero a mi disposición y llego en un cuarto del tiempo.

Luego de que Ryusui saludara a todos, conversaron un momento más hasta que Stan miró alrededor y sonrió animado.

- Si me disculpan, quiero presentarles mi princesita a mis superiores y todos los demás, ya llegaron. ¿Me quieres acompañar, preciosa? Es una buena carta de presentación que mi esposa también esté.

- ¡Claro!

Mientras Stan se acercaba a los jefes militares con su hija en brazos y su mujer al lado, los demás fueron caminando hasta la zona en la que el público podía acomodarse. Una vez que Stan estuvo satisfecho con su orgullo de presentarle su hermosa familia a todos sus compañeros, acompañó a Kohaku con los otros, ya que su jefe le había dicho que se preparara para subir al avión en unos minutos. Una vez llegaron, le devolvió la bebé a brazos de su madre, y se fundieron en un largo abrazo.

- Stan, mi maravilloso esposo, piloto y capitán, tú puedes hacer esto –Lo animó Kohaku, mirándolo con sus ojos aguamarina bien brillantes– Tres meses de duro trabajo, y más de una década de enseñar y de pilotar, es tu momento de deslumbrarlos, y demostrar que te mereces ese ascenso, y ser el jefe de toda la fuerza aérea si quisieras.

- Qué ambiciosa, señora Snyder, nada mal –Rió él, encantado– Por supuesto que puedo, y lo haré, dedicado a ti y a Saori. Así que mírame, mírame bien.

- No te perderé de vista, nunca lo hice –Replicó Kohaku con una sonrisa confiada– Te amo mucho, y te estaré esperando para cuando bajes de ese avión para darte un abrazo, y un beso que escandalizará a todos los militares presentes.

- Si lo prometes, lo cumples, preciosa –Susurró acaramelado contra sus labios– Pero mejor déjame gozar de una buena reputación y etiqueta aquí, y luego me podrás escandalizar a mí en casa, tenemos una cita.

- ¡Ja! Sí, la tenemos. Ahora ve, que quiero verte surcar los cielos como un pájaro de metal.

- Allí voy, tus deseos son órdenes. Te amo.

Luego de un último beso, Stan abrió el bolsillo de su chaqueta, y le mostró que tenía guardado el amuleto omamori que habían comprado en Año Nuevo, así como tenía una foto impresa del tamaño de una tarjeta de crédito, era la que se habían tomado ese día la familia completa, junto con Sam y Aki. A Kohaku se le derritió el corazón de ternura al ver que la llevaba junto a él en su uniforme, después de darle otro largo beso y alzar a Saori para que él la besara con cariño, se fueron separando sin dejar de mirarse a los ojos hasta que Stan tuvo que voltearse y enfocarse en lo suyo. Con un poco de ansiedad, Kohaku se sentó junto a su familia, esperando a que el evento comenzara. El único que lucía completamente tranquilo era Xeno.

- Tú eres el único suertudo que ya vio volar así antes a Stan, ¿cierto? –Le preguntó Kohaku.

- Sí, así es, aunque ya hace mucho tiempo de eso, de seguro sus habilidades habrán mejorado de una forma muy elegante.

- ¡Jaja! Ya me lo imagino, ¡y deseo sus habilidades! –Exclamó Ryusui con una gran sonrisa, chasqueando los dedos con entusiasmo.

- Tú, Kohaku, por otra parte, eres la única que ha volado junto a él.

- Dos veces, sí... Pero nada parecido a lo que va a hacer ahora, sólo fue un planeo tranquilo y recto ambas veces.

- Entonces esta vez podrás admirar las verdaderas habilidades de Stan.

Un cuarto de hora después, se anunció por un sonoro parlante que el evento estaba por comenzar. Como no era con fines recreativos sino solamente profesionales, eso fue una mera formalidad para que tanto familiares como otros pilotos se dispusieran a prestar atención. Kohaku miró hacia el avión de Stan, que era el que empezaría primero, luego se sumaría la participación de su alumno. Con su vista de águila, juraba que había alcanzado a ver a su esposo mirándola, y guiñándole un ojo, antes de que el avión comenzara a desplazarse por el suelo para hacer la carrera de despegue. Con el corazón ya martillando en su pecho en anticipada emoción, centró toda su atención en él.

Una vez en el aire, el avión de combate empezó a ganar altura, alejándose rápidamente hasta verse pequeño. Una vez allí, lo vieron hacer un amplio círculo para volver, el trayecto iba a ser como una pista ovalada invisible en el aire, para que todas sus maniobras fueran vistas por los presentes, y las más llamativas Stan las había calculado para hacerlas al frente de ellos, luciéndose. En la primera, hizo un vuelo recto mientras el avión mantenía una inclinación descendente hacia el ala izquierda, a la vez que la nariz de la aeronave apuntaba en un ángulo diagonal, con lo cual se evidenciaba el control del piloto para compensar y mantenerse en una perfecta línea recta. En lugar de enderezarlo para continuar con otra, hizo unos rápidos giros sobre su eje, mientras descendía varios metros, y en cuanto terminó con ellos, logró mantenerse en la misma inclinación de la primera maniobra. Kohaku miró de reojo a los superiores de su esposo, y no ocultó su sonrisa orgullosa cuando vio que varios de ellos habían alzado las cejas con interés.

El avión de pronto se posicionó para descender en picada, generando un alto nivel de ansiedad en los invitados cuando se acercaba cada más al suelo y no se enderezaba. Lo hizo a último momento, manteniendo un vuelo raso a muy bajo nivel, hasta que empezó a ascender en espiral.

- Oh, dios... Esto me hará mal al corazón –Murmuró Kohaku, tomando nerviosa la mano de Ruri a su lado.

- Te entiendo, hermana, es como que quieres ver, y al mismo tiempo no.

Luego de un breve planeo, vieron cómo el F-2 hacía un perfecto círculo en el cielo a medida que avanzaba, inclinándose hasta quedar boca abajo para luego continuar el giro y volver a la posición original.

- No tengo idea de lo que hace, pero igual me encanta verlo –Confesó Kohaku.

- No eres la única –Coincidió Tsukasa, dándole unas palmaditas tranquilizadoras en el hombro al notarla tan nerviosa– Tranquila, Kohaku, sabes que Stan lo hará más que bien.

- Esos movimientos de giros que hace sobre su eje se llaman "toneles" –Explicó Ryusui, que estaba sentado al otro lado– Y los espirales descendentes "barrenas". Lo que los jefes están evaluando seguramente sea el control y prolijidad de la maniobra, y cuán rápido se recupera para pasar a la siguiente. Stan es un excelente piloto, puedo verlo.

- Gracias, Ryusui. Tú explícanos si quieres, haz de comentador cada tanto, porque para mí son todos giros y giros.

Llegando a los "límites" de la pista aérea, Stan hizo un semi-círculo horizontal bastante cerrado para regresar, y luego, como si fuese una montaña rusa, hizo tres rizos casi consecutivos, dando un giro completo en un círculo vertical, para continuar en la misma línea recta. Y con un último medio rizo, cambió a un ascenso en diagonal, con la particularidad de que iba "boca abajo". Cuando puso el avión en su posición normal, sólo fue para empezar una "caída de ala", en la que la nave pareció detenerse y luego empezar a caer, pivotando alrededor del ala que estaba notoriamente hacia abajo.

Eso volvió a subirle el corazón a la boca de Kohaku, daba la impresión que se había averiado, y en ese momento lamentó no haber visto antes otros videos de vuelos de combate y también acrobáticos, para saber si era normal. Creyó que sí, hasta que el avión empezó a hacer unos giros inesperados e imprevisibles, girando en varias direcciones como si estuviera siendo arrasado por un huracán, mientras caía en línea recta.

- Oye, Ryusui... –Musitó Kohaku, el corazón martillándole, y le jaló del traje a su amigo muy nerviosa– Eso no es normal...

- No lo es, ¿verdad? –Coincidió, abriendo mucho los ojos.

El avión seguía descendiendo peligrosamente.

- Ryusui... No... ¡STAN!

- ¡JAJA! ¡Sí, Stan es un increíble piloto! ¡Lo deseo!

- ... ¿Eh? ¡¿Qué dices?! –Preguntó tan alterada como sorprendida

- Ah... ¿Pensabas que algo andaba mal? No te preocupes, lo está controlando, aunque no lo parezca. Dije que no es normal, porque es una maniobra arriesgada y muy difícil.

- ¡Oh, maldición! ¡Casi me matas de un infarto! –Exclamó Kohaku, con los ojos llenos de lágrimas– Y Stan también... Ya sé que está haciendo alarde de sus habilidades, pero ay, me cuesta verlo, porque no entiendo y me asusto.

- Tranquila –Miró al costado y sonrió con diablura– No eres la única que quedó impresionada, mira a sus jefes. Creo que eso le ganó el ascenso.

Kohaku siguió la mirada de su amigo, y notó cómo los hombres murmuraban y asentían, había evidente aprobación en sus expresiones.

- Sí, pero a qué costo... Vamos a tener que ir al hospital después de esto, más por mí que por él. ¿Así son los combates aéreos?

- No exactamente. Es decir, sí hay muchas maniobras similares, pero Stan está luciendo su control con las más acrobáticas, son aún más difíciles de hacer en ese avión, porque no está diseñado para ser acrobático. Considera que con esos movimientos bruscos y giros, es como evitan ser impactados por balas y misiles, necesitan confundir al enemigo, cambiar de posición y demás.

- Ya veo. Gracias, Ryusui.

Con el estómago revuelto aunque más tranquila, Kohaku volvió a fijar la mirada en su demasiado hábil esposo. En ese momento estaba empezando un vuelo vertical, unos perfectos noventa grados, que se imaginaba que debían ser muy intensos por la fuerza de gravedad. Realmente era admirable todo lo que hacía con el avión, y con tanta naturalidad que parecía un avión de metal sin dudas, muy grácil. Y cuando llegó a lo más alto, nuevamente el avión pareció caer, esa vez boca abajo, dando la imagen de una persona flotando panza arriba en el agua. Se recuperó en unos segundos, y fue entonces cuando oyeron el segundo avión despegar, el de su alumno Daisuke,

Un minuto después, la presentación se volvió magnética. Cuando los dos aviones se alinearon, hicieron unos movimientos en perfecta sincronía, y luego comenzaron a girar en espiral en una posición exactamente enfrentada, mientras ascendían, y en la bajada Stan mantuvo una picada en línea recta mientras Daisuke hacía la barrena descendente alrededor de él. Kohaku supuso que eso había sido como una "presentación amistosa", ya que lo siguiente comenzó a parecerse más a un combate aéreo. Los aviones cambiaron a unos giros como si se estuvieran persiguiendo mutuamente, y cuando el avión del alumno se posicionó en un amplio círculo horizontal, el de Stan respondió con otro círculo en ángulo oblicuo, por encima, recortando la distancia y dando la impresión de haberlo acechado. Luego de otro círculo del joven, servido para la demostración, el estadounidense hizo algo parecido a lo anterior, sólo que esa vez por debajo.

- Eso fueron dos maniobras de combate aéreo –Explicó Ryusui– "High yo-yo" y "Low yo-yo", respectivamente.

- Ooh, qué interesante.

Continuaron persiguiéndose mutuamente, aprovechando otras maniobras para ponerse detrás del otro, y el que quedaba delante hacía bruscos movimientos con las alas y giros rápidos para simular esquivar balas. De pronto el avión de Stan se colocó encima del de su alumno, boca abajo, planeando ambos en línea recta, perfectamente alineados. Describiendo un círculo más amplio, volvió a posicionarse de forma normal, y se posicionó delante. Eso generó curiosidad en los que observaban atentamente, ponerse delante era como entregarse a ser atacado por el otro.

- ¡Jaja! ¡Ya sé lo que pretende! Nunca lo había presenciado antes. ¡Deseo verlo! –Exclamó Ryusui con los ojos brillantes.

- ¿Qué, Ryusui?

- Sólo mira. Está loco, pero él puede hacerlo.

La misma expectativa se pudo ver en el rostro de todos, y antes de poder procesarlo, el avión de Stan hizo un corto, brusco y muy rápido movimiento vertical y ligeramente ascendente, incluso inclinándose en una posición invertida en unos ciento veinte grados con respecto a su "enemigo", y a la velocidad tan alta que iban, el que estaba atrás acabó pasando de largo. Como un torero con su manta roja, esquivando al toro que lo arremetía, en cuando el avión de Stan quedó encima y luego detrás del de su alumno, volvió a posicionarse nuevamente en un plano horizontal.

- Wow... Sucedió demasiado rápido, increíble... ¡¿Qué fue eso?! –Preguntó Kohaku boquiabierta.

- Esa es una maniobra súper profesional llamada "la cobra de Pugachev". Es la crema de la crema, me quito el sombrero frente a Stan, maravilloso.

Luego de esa impresionante actuación, los aviones se alinearon para volar a la par, y luego de alejarse, emprendieron la vuelta ya disminuyendo la altura, dando a entender que estaban dispuestos a aterrizar. Kohaku se moría de ganas por aplaudir ruidosamente, pero tuvo que contenerse por protocolo, ya que no veía a los militares hacerlo, sino solamente asentir en aprobación levemente. Eso no impidió que los invitados fueran ruidosos con expresar lo animados que estaban.

- Eso fue magnífico, no sabía que Stan podía pilotar a ese nivel, se me puso la gallina todo el rato. ¡Ese es mi yerno! –Dijo Kokuyo, con una amplia sonrisa.

- De verdad, ¡qué malote! –Coincidió Chrome– Creo que nunca vi nada tan emocionante en mi vida.

- ¿Estás bien, Kohaku? –Preguntó Xeno por cortesía, aunque tenía una fina sonrisa pícara en el rostro.

- Sí, no... No sé –Se miró las manos, y se las mostró a los demás– Me tiemblan mucho, siento que si me pongo de pie, se me vencerán las rodillas.

- Yo te tengo –Sonrió Tsukasa, agarrándola de los hombros en broma– Mira, ya aterrizó bien, allí está.

- ¡Ay, no me aguanto! ¡Quiero ver a Stan ahora mismo! ¿Quedará muy mal si corro a buscarlo?

- Eres la esposa, no creo que te miren mal por ello.

- ¡Bueno, voy! Sólo espero no parecer un cervatillo recién nacido –Soltó una risilla nerviosa, cuando sintió su cuerpo todavía temblar de emoción.

Kohaku se puso de pie, comprobando que tenía estabilidad, y se acercó a los jefes de su esposo, haciendo una breve reverencia.

- Les pido disculpas si lo que voy a hacer es inapropiado para el protocolo, pero hay algo que tengo que hacer.

Ante la expresión confundida de los hombres, la rubia sonrió y echó a correr a toda velocidad, la cual era bastante impresionante dada su inmensa agilidad. Con la mirada puesta en el avión de Stan, que se estaba abriendo el techo para que él saliera, ella corrió sin detenerse por la larguísima pista, llegando a él. El piloto estaba todavía distraído con lo suyo, saludando con un apretón de manos a su excelente alumno, cuando escuchó un grito llamándolo demasiado conocido.

- ¡STAAAAAN! ¡STAN!

- ¿Preciosa? –Abrió mucho los ojos, boquabierto– ¿Qué...?

Unos segundos después su esposa lo alcanzó, y sin detenerse se impulsó para saltar hacia él, enlazando sus piernas alrededor de su cintura, y abrazándolo con todas sus fuerzas.

- ¡Stan! ¡Estuviste increíble! ¡Estás bien! ¡Me volviste loca! ¡Me encantó y lo odié! ¡AAAAAAAAHHHH! ¡TE AMO!

Con la misma sonrisa de emoción que ella, y feliz de que todo hubiera salido bien y le hubiera gustado, él tampoco se molestó en comportarse con etiqueta militar, y la hizo girar junto a él, los dos radiantes. Aunque con ella ya trepada así, no podía desaprovechar la oportunidad de la broma.

- Señora Snyder, ¿viniste a darme ese beso escandaloso que prom...?

Antes de poder terminar de decirlo, Kohaku no lo dudó y le atrapó el rostro entre las manos, recortando las distancias para sin dudas darle un beso de lo más apasionado. Stan se lo correspondió gustoso, aunque procurando hacer un medio giro para darle la espalda a sus jefes, por más que estuvieran muy lejos. Sólo interrumpieron el beso cuando necesitaron volver a respirar, quedando jadeando ambos, con una sonrisa muy satisfecha.

- Vaya, nada mal, mi amor. Lo cumpliste.

- Y no te preocupes por quedar mal, ya me disculpé por adelantado con tus superiores, que me echen la culpa a mí si quieren.

- Un poco de amor de mi preciosa esposa no hará daño, sólo por esta vez. Me lo merezco, ¿verdad?

- ¡Ja! Por supuesto.

Stan le ofreció su brazo a su esposa, y ella encantada lo tomó, volviendo así de una forma mucho más correcta, mientras hablaban de cómo había sido para ambos. Las altas autoridades miliares lo estaban esperando allí, los tres estoicos hombres alineados, por lo que Kohaku lo soltó y se hizo a un lado. El piloto estadounidense los saludó formalmente y se quedó en silencio y serio, a la espera de la devolución.

- Felicitaciones, Capitán Snyder. Con la evidencia de su destreza en el vuelo, así como la solidez del proyecto escrito que presentó, y con el satisfactorio desempeño del cadete Matsumoto que se encuentra bajo su enseñanza, estamos seguros de que está a la altura del puesto que le ofrecimos y al cual aspira. Comandante de escuadrilla, Stanley Snyder, esperamos mucho de usted. Mañana preséntese a primera hora para el acto oficial de su ascenso.

- Gracias, General Takanashi, General Fujiwara, Comodoro Ishikawa –Aceptó Stan, repitiendo el formal saludo, y luego se inclinó en una profunda reverencia ante los tres.

- Muy buen trabajo, contamos con que siga puliendo las habilidades de nuestros excelentes pilotos –Agregó el comodoro, que era el superior directo de él– Por cierto, tiene una buena familia y amistades, nos complace ver el apoyo que recibe de ellos, es un buen ejemplo.

- No sería el hombre que soy hoy sin mi amada y fiel esposa –Coincidió Stan, tomándole la mano a Kohaku y mirándola con calidez– Me acompaña a ser cada día un mejor hombre.

- Señora Snyder, felicitaciones, conocemos que usted es una de las principales representantes deportivas de nuestro país en las artes marciales, nada menos que campeona nacional, gracias por su excelencia.

- Oh... Gracias, señor– Kohaku se sonrojó intensamente ante el inesperado halago– Ahora no puedo decir que mantengo el título ya que estoy todavía dedicada a la maternidad con nuestra hija, y también me gusta la enseñanza, pero es un honor para mí.

- No se preocupe, es ejemplar también que se ocupe con tanta diligencia de su familia, y los profesores son quienes permiten la continuación de las disciplinas por generaciones.

- Gracias –La rubia se inclinó respetuosamente.

- Nos despedimos, hasta mañana Comandante Snyder.

Con un último saludo, Stan esperó a que sus superiores se fueran antes de moverse. Miró de reojo a su esposa, que seguía echando humo por las orejas.

- Nada mal, preciosa. Te tienen en alta estima, pese a tu acto apasionado que por suerte ignoraron.

- ¡Por dios! Que un general militar me haya dicho eso... Hasta me sentí muy importante y todo –Dijo con una risilla tímida.

- Es tal como dijo, así que eres muy importante también, no lo dudes. Y eres la persona más importante de mi mundo. Gracias por tu apoyo y amor incondicional, te amo muchísimo.

- Lo mismo digo, Stan. Ahora... Creo que los demás quieren oír las buenas noticias, y felicitarte también.

Luego de un cálido recibimiento de todos, en el que celebraron ya sin disimulo ni recato, felicitando profusamente al ahora comandante, conversaron un rato, expresando maravillados los mejores y más emocionantes momentos de la demostración de vuelo. Como le habían dado el resto del día libre a Stan para compensar con su duro trabajo, se dispusieron a volver a sus casas.

- Yo me despido aquí, tengo el helicóptero –Avisó Ryusui– Stan, deseo tus habilidades y tu fantástica técnica, no dudes que voy a contratarte más adelante para que me des algunas clases particulares de vuelo.

- Cuando quieras, pero ten en cuenta que mis honorarios de comandante son costosos –Contestó Stan con astucia.

- ¡JAJA! Como si fuera un problema para mí. Tú di la cifra, y tenemos un acuerdo. Ah, Tsukasa, ¿quieres venir conmigo en el helicóptero?

- Hmm, nunca viajé en uno –Contestó el castaño, dudoso.

- Con más razón, y es más divertido viajar con amigos.

- De acuerdo, gracias, Ryusui.

Los vieron irse a los dos, y el resto fue a buscar sus coches. En ese momento, mientras Stan llevaba el cochecito con Saori dentro, Kohaku sonrió con picardía.

- Ruri, ¿tienes ocupada las próximas horas de la tarde, para cuando lleguemos a casa?

- No, me organicé para tenerlo libre. ¿Qué necesitas, hermana?

- ¿Podrías cuidar de Saori un par de horas?

- ¡Sí, encantada! –Contestó Ruri con una amplia sonrisa– Extrañaba mucho cuidarla, ahora que tiene niñera.

- Oye, Ruri, yo tengo que pasear a Sam también –Dijo Chrome– Podemos llevarlo con nosotros, nos quedamos en casa, y luego lo llevo de paseo.

- ¡Eso sería ideal, buena idea, Chrome! –Lo animó Kohaku– Y Stan y yo podemos pasar a buscarlos a Saori y a él más tarde.

- Sí, está bien –Asintió la hermana mayor.

Allí volvieron a separarse y despedirse, ya que Stan tenía su coche en el estacionamiento del aeropuerto, mientras que los de los demás estaban a unos pocos metros. Stan y Kohaku se despidieron de Xeno y Tatyana, agradeciendo su presencia y apoyo, los científicos tenían que volver al trabajo en JAXA por la tarde. El matrimonio caminó el largo trayecto hacia el estacionamiento, en silencio, aunque ambos tenían una sonrisa juguetona en el rostro. Una vez que subieron al coche, donde Stan tenía su bolso con el resto de su ropa y pertenencias, Kohaku puso en claro sus intenciones en cuanto miró alrededor y vio que no había nadie más cerca. Se movió ágilmente para subirse a horcajadas de su esposo, rodeándole el cuello con sus brazos y mirándolo seductora.

- Ahora sí, tenemos la tarde a nuestra tranquila disposición para celebrar tu ascenso, comandante.

- Ya me parecía que pediste a tu hermana que haga de niñera por algo así... Nada mal, preciosa.

- Hmm, este uniforma de aviador me gusta mucho, y según recuerdo, tienes tu uniforme formal en el bolso, todo serio y sexy también, ¿cierto? Podrías cambiarte luego, para mí...

- Déjà vu. Esto me trae muy calientes recuerdos, señora Snyder.

- Serán más que recuerdos en un rato, amor –Susurró Kohaku, soltando el aire caliente de su respiración contra el oído de su esposo, haciéndolo estremecerse agradablemente.

- Oh, sí. Pero si me tientas así desde ahora, me vas a desconcentrar de manejar durante el viaje...

- Entonces... ¿Qué te parece un anticipo? –Ronroneó, bajando su mano para acariciarle la entrepierna– Nunca estuve con un "piloto", y tampoco con un comandante.

- ¿Anticipo? –Respondió Stan, alzando las cejas– Si nos ven jugar aquí, me van a echar tan pronto como recibí el ascenso, amor.

- No si no alcanzan a ver lo que sucede... Tú disimula, yo me ocupo, será rápido.

Sin esperar la respuesta, Kohaku le dio un profundo beso en los labios a su esposo, antes de volver a acomodarse en su asiento, e inclinarse lo más posible para ocultar su cuerpo mientras acercaba su rostro a la entrepierna de su esposo, rápidamente bajándole el cierre y exponiéndole lo justo y necesario. La sola imagen de lo que ella pretendía hacer alcanzó para empezar a excitarlo, la adrenalina por lo inapropiado del lugar también.

- Oh... Ooooh... –Gimió Stan, cuando sintió la tersa lengua de su amada sobre su miembro– Nada mal, preciosa, nada mal...

Disimular las excitantes sensaciones y fingir normalidad con su rostro era casi más difícil que algunas maniobras de pilotar el avión de hacía un rato, en especial con lo buena que era su esposa con esas húmedas y apasionadas atenciones inesperadas. Hizo de cuenta que atendía una llamada por teléfono para justificar que estaba dentro del coche sin encender el motor, disimulando así sus jadeos y gemidos. Kohaku no tuvo piedad, consintiéndolo en los puntos más sensibles, de verdad pretendía terminar rápido el trabajo, y él no tendría vergüenza alguna de dejarse ir en pocos minutos, era demasiado bueno.

Cuando estaba a punto de llegar al clímax, lo avisó en un gruñido gutural, y tuvo que bajar la cabeza para que no se viera su expresión de puro éxtasis incontenible, mientras su esposa recibía su descarga y no dejaba rastro alguno de ello, eso también había sido demasiado. Mirándolo a los ojos con sus orbes aguamarina llenos de satisfacción, Kohaku sonrió de forma felina y provocadoramente se recorrió el labio inferior con el dedo pulgar. Como si no hubiera pasado nada, se sentó tranquilamente en su asiento, le acomodó la ropa interior y el cierre del pantalón a Stan, que todavía estaba embotado de placer, recuperando su conciencia, y sonrió con fingida inocencia, batiendo sus pestañas.

- Eso fue por tu buen trabajo, piloto. Ahora, ¿Volvemos? El comandante me espera en casa.

.

.

.

Buenaaaas! He vuelto! Estoy con nuevos proyectos personales y profesionales, así que tuve menos tiempo para dedicar a la escritura. Muy feliz, pero ocupadita... Bueno, pensaba que este iba a ser el último capítulo, sin contar el epílogo, pero me inspiré con otras escenas y lo dejé fluir. Así que seguramente el próximo capítulo sí sea el último (anteúltimo, se entiende), para cerrar la historia de esta bonita pareja y familia, y el epílogo que sea el famoso "unos años después".

Gracias por leer, apoyar y dar amor, como siempre, y por la paciencia de esperar los capítulos jeje. En cuanto pueda me pondré con "Cautivos", y luego posiblemente el segundo capítulo (y final) de "Hot Ride", que quedó picando y gustó! Sin más, les deseo una buena semana!

Hasta el próximo capítulo!