¡Buenas! Después de mucho tiempo, por fin pude terminar este capitulo y encima en 12 de octubre ¡Que suerte! Les prometo que el próximo será más corto.

¡Disfrútenlo mucho y me cuentan si son Team Austria o Team España! ¿Quien tiene razón? Y no puedo decir más porque si no revelo ¡Que rabia!


Cambios

Nadie supo cuando Austria se había quitado máscara de frialdad. Cuando Venezuela había abandonado su desconfianza e irritabilidad. Cuando el profesor había decidido celebrar cada logro de su alumno con orgullo, cuando el pupilo se había atrevido a sonreír de verdad. O cuando el adulto había comenzado a sentarse a su lado para guiarlo con suaves órdenes para mejorar su desempeño.

Pocos adivinaron cuál fue el momento exacto en el que las clases de música dejaron de ser simples lecciones y pasaron a ser enseñanzas de vida: cómo vestirse, cómo arreglarse, cómo pararse, cómo caminar, cómo sentarse, cómo dirigirse a los demás…

Y lo que todos se dieron cuenta fue del sublime cambio que el ser más rebelde de la casa vivió y como este trastocó la vida de los demás. Quisieran o no

—Buenos días, niños— saludó Antonio sentándose en la mesa para desayunar.

—Buenos días, padre. Buenos días, Don Austria— contestaron en coro.

—Buenos días, niños.

—¿Estamos todos sentados? Si es así podemos empezar la oración —dijo juntando sus manos y disponiéndose cerrar los ojos.

—Buenos días, padre. Don Austria. Familia.

El español abrió los ojos y parpadeó varias veces antes de girarse hacia su espalda desconcertado. Reconocía la voz pero no el tono, conocía esos ojos más no esa mirada. De hecho, hasta había confundido esa manera de caminar con la Veneciano. No podía creer que el dueño de todos esos nuevos atributos fuera su hijo más peleón. Empero, allí estaba de pie lleno de una gracia y tranquilidad desconocida.

—Venezuela, ¿Qué hacéis allí?

—Oh —se inclinó humildemente hacia su progenitor y este deseó que alguien lo pellizcase—. Perdóneme padre, me quedé dormido y ahora es que acabo de arribar.

Fernández hubo de utilizar todo su autocontrol para no permitir que su mandíbula se abriera de la sorpresa—. No os preocupéis —dijo volviendo a su posición, mas al percatarse que su hijo seguía de pie se volvió nuevamente— ¿Qué os pasa? ¿Por qué no os sentáis?

—No puedo, las reglas dicen que si arribo tarde no puedo desayunar.

«Ahora sí que estoy soñando» intercambió una mirada rápida con su esposo en la que le pedía que le tirara un plato a la cabeza para que lo despertará, a lo que el austriaco calló una pequeña risa con su mano—. Olvidaros de las reglas por hoy, Venezuela…—comenzó y sintió como todos los niños y adolescentes sentados en la mesa dejaban de respirar y clavaban sus pupilas en él y en el recién llegado— Y sentaos con nos.

Para cerciorarse, el niño interceptó sus pupilas con las austriacas, quien la devolvió una mirada segura y orgullosa a la vez que con gestos pedía que le sirvieran un plato al niño. Entonces Venezuela, sonrió y comenzó a caminar raudo a su sitio. Sin embargo, a mitad se detuvo de golpe e hizo otra reverencia a su padre dándole las gracias y dejando aún más atónito al español.

—¿Podéis escucharme? Padre, hermanos, Don Austria, todo el mundo, escuchadme.

—Rio de la Plata, ¿qué hacéis encima de la mesa del comedor? ¡Bajaos de una vez! —dijo el español claramente preocupado ante la posibilidad de que su rubio mayor se diera un golpe fatal.

—No puedo, me he subido aquí para que todos me oigáis. He decidido que...

—¡Bajaos de una vez! —vociferó.

—Haced caso Rio de la Plata o no oiremos nada de lo que tengáis que decir—sentenció Eldestein cruzándose de brazos para enfatizar su mensaje.

—Está bien…—derrotado se sentó en la mesa y se dejó atrapar por los brazos de Romano que lo depositaron en el suelo.

—Que no se os ocurra nunca más volver a hacer eso. —El padre, que lo observaba con severidad, no se relajó hasta que su hijo asintió obediente— Y bien, ¿Qué queréis contarnos?

El niño, olvidándose de su reciente reprimenda, miró a los miembros de su familia con ojos brillantes y una sonrisa llena de ilusión—. Ya tengo lista la obra de teatro que interpretaremos en Navidad.

—¿Interpretaremos? —preguntó confusa Nicaragua.

—Así es, para llevarla a cabo necesitaré la ayuda de todos.

—¿Estáis hablando en serio?

La voz de su padre detuvo su entusiasmo en seco— ¿No puedo hacerla…?

—Dejadlo acabar. Puede ser una buena distracción durante los meses en que los niños no puedan salir al jardín y, al final, se habrán acostumbrado a estar en casa. —susurró Roderich

Fernández miró de soslayo al centroeuropeo sorprendido por la inteligente sugerencia. Tenía que admitir que, pasada la etapa de adaptación, Eldestein se había vuelto muy resolutivo y flexible con respecto al trato de los menores. No esperaba que fuera tan buen compañero. Si tan solo no fuera por Venezuela…—Contadnos más— dijo con tono neutro que a su hijo le sonó a victoria

—La obra será sobre el nacimiento de Jesucristo. Desde que María se queda encinta hasta que el Mesías recibe la visita de los Reyes Magos. Todavía no tengo nada escrito, mas contaba con que padre me ayudaría.

—Claro que sí —contestó Austria adelantándose al nombrado.

—¡Perfecto! Entonces, ya puedo repartir los personajes —hizo un pequeño silencio esperando a que sus hermanos retuvieran su entusiasmo. —San José lo hará…

Nueva España y Perú hincharon el pecho.

—¡Cuba!

—¿Un servidor? ¿Por qué? —inquirió confuso mientras los Virreinatos recogían sus expresiones de desconcierto.

—Porque eres el mayor, el más alto y tienes el cuerpo parecido San José—dijo con aplastante seguridad.

—Si vos lo decís…

—Y vuestra compañera será Española.

—¿Y porque no Puerto Rico? —sugirió con un hilo voz. Quizás lograba desembarazarse de esa responsabilidad.

—Si no queréis ese papel, yo lo haré con diligencia —intervino Guatemala con voz artificiosa y acercándose con una ridícula distinción que se ganó el bufido de su hermana mayor.

—No. Quiero que lo haga Española porque tiene una altura parecida a la Cuba. Y Filipinas hará de recién nacido —finiquitó viendo enternecido a la más pequeña de la familia mientras esta se retorcía en los brazos de una sirvienta.

España suspiró casi imperceptiblemente, ¿cómo harían para mantener quieta una niña que todos los días se despertaba como si se hubiera tomado 20 tazas de café?

—Entonces haré de Isabel —sentenció orgullosa la guatemalteca.

—Ese es el papel de Puerto Rico.

—¡¿Y por qué?!

—Porque son de la misma edad.

—¿Qué clase de respuesta es esa?! ¡Vuestro criterio…!

—¡Guatemala! —todos se enderezaron ante el latigazo que la barítona voz de Austria dio a la niña, quien juntó los dientes para acallar un rugido.

—¿Y quién será el ángel Gabriel? —intervino Nicaragua empujando suavemente a la regañada para acercarse a su hermano.

Rio de la Plata sonrió con suficiencia al ser el único que conocía aquella respuesta. Levantó su brazo y con su dedo índice señaló a la niña más callada de la familia. Esta, al percatarse de la verdad, fue abriendo los ojos a la vez que sus oscuras mejillas se coloreaban de rojo ante tamaña responsabilidad— ¿Y-yo? —musitó

—¡Un momento! —interrumpió Perú ligeramente molesto— San Gabriel es hombre, ¿cómo lo va a desempeñar Guayna?

—Los ángeles son asexuados, hijo —España tensó los labios ante la frustración de su vástago: le hubiera gustado que Perú hiciera un papel importante, pero la elección tampoco era equivocada.

La nueva San Gabriel miró a ambos lados y se dio cuenta de la expectativa que pululaba en el ambiente. Tenía que decidir algo—. E…Esta bien —y sonrió sintiéndose apenada y valorada por los vítores de su hermanos.

—Los Reyes Magos serán Alto Perú, Honduras y Quito.

—¡¿Y por qué él y no yo?!

De repente, a un lado del círculo, empujando con su cuerpo, arribó Salvador y se encaró a Rio de la Plata, quien asustado por la agresividad, la diferencia de altura y corpulencia, dio unos pasos había atrás.

—¡Vale ya, Salvador! ¿Qué forma es esa de tratar a vuestro hermano? —recriminó Fernández convirtiéndose en un muro entre ambos niños.

—Sí Salvador, oye a padre y acepta que sois peor actor que yooooooo.

—¡Honduras! ¿Acaso queréis que aumente vuestros deberes y os deje sin recreo? —rugió a la par que lo petrificaba con su mirada «esto se está liando. Si sigue así prohibiré esta idea»

—Los Reyes Magos entonces serán Salvador, Honduras y Alto Perú— susurró atemorizado el joven director disculpándose con la mirada con Quito, quien le quitó importancia con sus gestos al entender en que embrollo se había metido el menor; mientras que Alto Perú, que había celebrado su nombramiento con una expresión de superioridad, ahora lucía una desconsolada al saberse en medio de una batalla campal absurda y sin fin.

—Y yo-yo-yo-yo-yo— El pequeño Banda Oriental llegó hasta Rio de la Plata y se estiró hacia este para equipararse en altura. La expectación, el nerviosismo y la ilusión eran patentes.

—Vos…Vos seréis el ayudante del director. Mi ayudante. Os cerciorareis de que todo vaya bien

—Se lo acaba de inventar, la verdad es que no hará mucho —murmuró burlona Costa Rica antes de recibir un codazo recriminatorio de Panamá. Mas para Banda Oriental era complemente diferente, era un papel incluso mejor que el que se había imaginado y lo demostró comprometiendo cuerpo y alma a la causa.

—¿Y qué pasa con los demás? ¿Qué vamos a hacer el resto? —frustrado, mas guardando la compostura, elevó el tono de voz Nueva España para que su hermano lo escuchará.

—Mmmm, podéis ser pastores.

La frustración mutó a una indignación bastante audible, sobre todo entre las colonias más favorecidas por el reino y por tercera vez Antonio se planteó la obra si era una buena idea—Entended, para que sea lógico necesitamos actores secundarios que hagan de pastores y animales. Como Nueva Extremadura, vos podríais ser una linda oveja.

—Me va bien—dijo cruzándose de brazos complacido «mientras menos hable mejor»

—Además, necesitamos hacer los vestuario y atrezzo.

—Hijo, los sirvientes no tienen tiempo para tanto…

—¿Y quién dijo que ellos lo iban a hacer? Ellos serán el público. Es una función para ellos, Don Austria y usted, padre.

Los italianos, la nodriza y el resto de la servidumbre se conmovieron en silencio. Ese niño era un santo.

—¡Una obra de teatro! Nunca he visto una— Beatriz, que acababa de llegar, se regocijó especialmente al saber la noticia.

Por segunda, vez el corazón de «Carlos» se paró para luego bombear con más fuerza. Estaba decidido: iba a ser el mejor San José de la historia del teatro.

—Perdonad, Rio de la Plata. Entiendo que Quito os ayude con eso, pero la verdad es que un servidor es bastante malo con la aguja y el hilo, y tampoco tengo tanta habilidad pintando. No sé cómo os voy a ayudar —intervino Venezuela inseguro por primera vez.

El auto nombrado director sonrió satisfecho— no os preocupéis Venezuela. Vos quedáis al margen, ya que tenéis una misión más importante…

—¡¿Cómo?!— y los virreinatos pensaron que se iban a desmayar.

—Vos seréis el músico que tocará a lo largo de la obra.

España respiró profundamente la indignación que había vuelto a mutar en rabia. Era hora de pararlo todo—Mirad, Rio de la Plata, agradezco vuestro esfuerzo. La idea de la obra es…

—¡Maravillosa! —más de 20 pares de ojos viraron para estudiar a Austria con atención, todavía incrédulos que ese acceso de alegría hubiera surgido de él— ¡Es una idea increíble! Rio de la Plata contáis con mi apoyo. Este servidor compondrá una música que Venezuela tocará con brío y maestría.

—Don Austria…—empezó su alumno quien vio su mensaje cortado cuando su maestro tomó sus manos.

—Venezuela, ¡qué suerte tenéis! Esta es una gran oportunidad. ¡Vuestro primer concierto! Es un paso muy importante en vuestra carrera como músico!

En medio de toda la algarabía, Nueva Extremadura miró a su mejor amigo entrecerrando los ojos

—Una gran oportunidad… ¿En serio?

Alerta. Eso fue lo que interpretó el cerebro austriaco de esa frase lanzada por el español, por lo que se giró con una ceja levantada hacia el hombre que vestía la ropa para dormir igual que él— Sí, lo decía en serio. Para Venezuela será un gran momento— sonrió ambicioso—. Un paso memorable en su camino para pasar de ser un fino infante a un hombre elegante.

—Dejad de engañaros. Venezuela jamás será eso.

—Él es un infante dulce y sagaz.

—Estás viendo un espejismo. Él en su casa es mucho más irritable, rebelde. Nueva España y Perú están más cerca de…

—¡Venezuela tiene todas las cualidades para convertirse en un galante y distinguido muchacho! ¡No, de hecho tiene más que ellos dos porque tiene un talento musical que…! —La irritación de Austria fue detenida por la mano más morena de Antonio que le pedía paciencia, a la vez que se frotaba el puente de la nariz. Lo que menos quería era pelear con él a esas horas.

—No me estáis entendiendo. Aunque no comparto con vos la idea de que es un buen ejemplo a seguir, aún sigo pensando que tiene una máscara y vos estáis siendo ciego… No he terminado… La realidad es que él nunca podrá ser lo que vos vislumbráis porque no tiene los medios para eso: él es pobre. Su casa es pequeña, su ciudad es anodina y sin ninguna vida cultural. No como sucede con los Virreinatos, y vos sabéis tanto como yo que se necesita de los estímulos correctos para ello. En el fondo no sabéis nada de él.

Austria lo escuchó con un nudo creciente en la garganta y no pronunció palabra alguna. Todavía se negaba a creer que las palabras de su marido no fueran simples injurias a un hijo detestado y si contuvieran una pisca de verdad.

Ojos cerrados y oídos prestos al instrumento del que salía una de las melodías que Venezuela ejecutaría durante la obra. Eldestein abrió los ojos. Venezuela había parado.

—Lo siento. —Desvió la mirada culposa al sentir las orbes magenta sobre su rostro.

El profesor suspiró con brusquedad—. Al menos os diste cuenta esta vez— Austria no lo entendía: esta pieza era más difícil que las que el niño había tocado anteriormente, pero la habían estado practicando durante la última semana y no avanzaban. No obstante, tenían un problema aun mayor: estaban siendo tocadas sin «alma». Esto no le había pasado y no tenía idea de cómo solucionarlo. Dirigió la mirada a la izquierda y se percató de que Quito los observaba.

Desde que habían comenzado las clases de música, de tanto en tanto habían recibido visitas. Los niños, desorientados ante la elección de Austria y la decisión de Venezuela, habían ido apareciendo por la sala con diferentes intenciones: algunos como Guatemala habían ido averiguar de qué se trataba todo, y al darse cuenta de lo aburrido que era, se habían largado. Otros como Nueva España, habían ofrecido su talento coral, pero al ver que no se les trataría con preferencia, denostaron la clase altamente frustrados. Los más grandes, como Española y Puerto Rico, a veces iban allá cuando tenían un mal día o simplemente a maravillarse con sonidos desconocidos. Definitivamente Guayna caía en esa categoría, especialmente cuando se quedaba embelesada con la expresión de concentración del «director de música».

Y luego estaba Quito que, desde hacía un tiempo había adquirido como pasatiempo dibujar a los seres con los que convivía, por lo que cuando Venezuela comenzó a estudiar música, su hermano buscó la manera de acompañarlos y inmortalizar ese momento tan diario como extraordinario.

Ahora Don Austria lo estaba viendo, mas el quiteño sabía que lo que estudiaba eran sus pensamientos— Venezuela, ¿no os placen estas melodías?

—No es eso, Don Austria. —El niño levantó el rostro apenado-No entiendo porque lo que hago es harto importante. Si no estuviera la obra seguiría sin sobresaltos.

—¡Os equivocáis! —dijo claramente molesto, mas al ver como su reacción afligía mas al niño, se ajustó los lentes y volvió a mirar a Quito— ¿Podéis hacerme el favor de decirle a los sirvientes que preparen el carruaje?

—Claro…

Eldestein esperó a que Quito abandonara la estancia para dirigirse de nuevo a un confundido Venezuela— Vamos a la Villa de Madrid a ver una obra. Así entenderéis lo fundamental que es tu papel— manifestó con una convicción que obligó al venezolano a tragar grueso y dispuesto a cumplir todas las demandas de su maestro—. Ahora idos a cambiar de prendas.

El caribeño volvió a asentir, corrió hacia la puerta y se giró antes de atravesarla—¿nos no habríamos de esperar a Quito?

—No, únicamente nos partiremos.

El colono abrió los ojos ante tal honor, mas mayor fue su asombro cuando supo que Roderich había decidido que se sentarían en los asientos reservados a la nobleza. Pensándolo con más detenimiento, era lógico que se situaran allí, de hecho, ya habían estado allí en la última función con su familia. Y sin embargo, esta vez era completamente diferente porque solo estaban ellos dos. Eso significaba que la atención recaía únicamente en él. No podía sino regocijarse: que los vieran todos, que todos supusieran era un señorito tan fino como un príncipe, que…

—¿Veis eso? Los músicos han cambiado la melodía y con ella ha dado paso a otra escena. Ahora han cambiado de un andante a un allegro y la intensidad de toda la obra ha aumentado. Los actores conocen su guion, más la música les da fuerza y emocionalidad. Los actores necesitan a la música tanto como el músico necesita los actores. Sin eso este obra no arribaría a buen puerto.

El niño abrió impresionado sus ojos. ¿Cómo no se había dado cuenta? Austria era un genio— ¿El músico también les dice a los actores si se han perdido?

—Por supuesto, si un actor ha olvidado sus diálogos, puede recordarlos según la melodía que suene.

Venezuela apretó sus puños mientras una mueca firme se pintaba en su cara: estaba decidido, sería el mejor musico que su familia pudiera desear, ayudaría a todos sus hermanos a conducirse con gracia en el escenario y borraría cualquier probabilidad de despiste y vergüenza. Debía practicar y eso pensaba hacer cuando salió del teatro, mas parecía que Austria tenía otros planes. —¿Y el carruaje?

—Mmm… ¿Queréis iros a casa?

—He de practicar.

—Me complace veros tan comprometido, mas hay algo que debemos hacer.

Y si Venezuela se había sorprendido por la inesperada experiencia que había vivido, ahora la tarde lo pasmaría con regalo extra ¿Cómo demonios habían acabado en, posiblemente, la sastrería más cara de todo Reino? Y además… ¡¿Era todo para él?!

—Medias altas de algodón. Calzones. Jubón… La capa es un estorbo para tocar, no hará falta. Otro día tendremos que venir para los zapatos.

—¿De qué color desea su excelencia que sea el jubón y los calzones? —dijo el sastre mientras los aprendices solicitaban a Venezuela abrir los brazos y cantaban las medidas a su jefe.

Tanta atención lo tenía turbado. Le habían hecho trajes antes, empero jamás había tenido un ejército de sastres a su merced. No obstante, cuando los adultos sacaron las preciosas telas de lustrosos colores para elegir el que vestiría el día de la obra, Venezuela recordó ese antiguo anhelo que lo acompañaba desde su tierra—¡Rojo! ¡Carmín! —Y al ver que los adultos se giraban a escucharlo, prosiguió con su discurso seguro que esta sería su única oportunidad—¡Quiero un traje color carmín! ¡Por favor, Don Austria!

—Un traje de esa tonalidad destaca demasiado Venezuela y vos como músico, si bien eres importante, no debes albergar más presencia que los actores.

—Entonces… Entonces, cualquiera menos marrón o gris… Por favor…*

El blanco joven estudió a su pupilo, llevó una mano a su barbilla y se quedó en silencio. Súbito, una sonrisa surcó su rostro—Lapislázuli**

El caribeño, al no conocer dicho color ni su importancia, paseó sus iris turquesas de Austria al sastre. Observó con detenimiento la expresión de triunfo de su maestro y la atónita del sastre.

—¿Lapislázuli? —preguntó para confirmar el profesional

—Lapislázuli.

—Como guste

«Que bonitas son las rocas» Alto Perú sostuvo una en sus manos mientras la miraba con detenimiento. Desde hace un tiempo había comenzado a recolectar y coleccionar las que se encontraban en los terrenos de la mansión. Ninguna era una gema, mas no importaba, pues tampoco pensaba encontrarla.

Súbito, unos martilleos en su puerta lo sobresaltaron e hicieron que la roca conociera el piso. Gruñó. Al menos su colección era fuerte—Ade…

La puerta chocó contra la pared y el culpable fue un encolerizado Nueva España seguido de Perú en el mismo estado— ¡¿Os habéis enterado?!

El dueño de la habitación se cruzó de piernas y puso una mueca de tedio rezando porque los otros niños se dieran cuenta de lo poco que le interesaba el tema o su presencia. A quien quería engañar: era por todos sabido que esos dos, especialmente Nueva España, vivían en su mundo—¿Qué? —dijo con tono monótono.

—Don Austria se fue con Venezuela al teatro y le mando a cocer un traje ¡Un traje! ¡Cómo se atreve!

—Es normal que lo haga, Quito no le va a hacer un traje como al resto de los actores porque no tiene tiempo.

—¡Más para eso no requerís iros a la sastrería más cara y digna de la capital! —intervino el peruano.

—Don Austria siente estima especial por Venezuela.

—¡Pero ¿por qué?!-gritó furioso— ¿Qué le ve a ese…Ese?

Perú apartó a su hermano un momento y miró rabioso a Alto Perú—¡¿Es que no os importa que el… Lo que sea de padre se gaste dinero en ese salvaje?!

El alto peruano medio sonrió con una insolente indiferencia que pasmó y encolerizó aún más a los virreinatos— Sinceramente, no.

—¡¿Cómo?! —dijeron al unísono.

—Acaso pensáis más allá de vuestro ombligo alguna vez? Don Austria no es nadie en nuestras vidas, no tiene un verdadero poder. Solo tendremos relación con el durante este año. Después todo volverá a su curso.

«En cambio padre… Padre es el que determina cómo vivimos. Mientras mejores seamos, más nos querrá, más atención nos prestará y mejor viviremos. Por eso lo que haga Austria o deje de hacer, a quien favorezca o no me es indiferente. Mientras sea un hijo diligente, todo seguirá como siempre»— dijo entre cruzando sus dedos, apoyando el mentón entre sus manos, agudizando su mirada ante sus atónitos hermanos. Su expresión transmitía prepotencia y condescendencia, dejándoles claro que ellos podían ser virreinatos, mas para Alto Perú jamás serían competencia, porque el siempre sería superior.

Notas de música salían de un instrumento tocado por un concentrado niño de piel canela que ya casi ni veía la partitura. Ninguna de las que requería la obra. Por público asistían un sonreído austriaco y Quito.

Venezuela dejó de tocar y se giró hacia su maestro, quien lo felicito con creces, antes de salir por la puerta con el pretexto de ir a buscar una partitura olvidada. En ese momento el infante mayor se acercó a su hermano pequeño.

—Espero que os hayamos podido ayudar —dijo cálidamente el venezolano satisfecho y ligeramente sonrojado por la inusual atención recibida.

—Naturalmente. Gracias a vosotros no solo he dibujado lo que quería, sino que pude crear un bosquejo aún más increíble, y no estaba en mis planes. Os lo agradezco mucho —hizo un reverencia.

—Me place oír eso.

—Y también me permitió comprobar que los rumores son falsos: no sois un salvaje.

El desconcierto congeló la sonrisa del aprendiz de música, quien ante el sorpresivo comentario y lo rápido que se fue Quito y volvió su maestro, no encontró otra salida a su sentimiento que tomar su instrumento y bajar la cara para ocultar la desazón que empezaba a crecer en su cuerpo.

—¿Ya os vais? —preguntó curioso el adulto.

—Sí, voy a pintar a mi dibujo y para eso necesito mi escritorio.

—Muy bien —lo saludó e inmediatamente se percató del aire enrarecido que rodeaba a su pupilo—. Venezuela, ¿os pasa algo?

—N-no solo estaba afinando mi instrumento —mintió todavía ocultando su rostro.

Austria apretó sus labios y le dio la espalda. Había escuchado la última parte de la conversación y su desconcierto y curiosidad lo enfurecía y paralizaba a partes iguales. Por supuesto que no aprobaba que se refirieran así hacia su alumno, más al escuchar la misma idea sobre el niño en los labios de sus hermanos y descubrir que esto era una idea común en la familia, no pudo evitar dudar.

¿Había algo que él no había visto?

—Padre e-esto me da miedo.

—No seáis dramático, Rio de la Plata. Vuestro hermanos también pasaron por esto y ahora lo hacen sin problema.

—Banda Oriental no.

—Él es muy pequeño todavía.

Esta fue la escena que se encontró Roderich al ingresar a las caballerizas dispuesto a pedir una explicación: un caballo que comía hierba del suelo sujetado por Romano y que escuchaba tranquilo la discusión entre un rubio asustado y un padre utilizando la poca paciencia que tenía para confortar a su vástago.

—¡Antonio…!

Todos los seres giraron la cabeza hacia el recién llegado. La confusión en los ojos infantiles le advirtió de su craso error, la alarma en pupilas del sirviente le indicó que encontrará una salida ya, y la severidad en las de su marido que no lo volviera a hacer delante de sus hijos. Roderich carraspeó— España, ¿Qué hacéis?

—Enseño a mi hijo a montar a caballo, mas se está resistiendo un poco.

—Es que me da miedo. Está muy alto —respondió quejumbroso.

—No es para tanto Rio de la Plata —dijo ligeramente irritado al no ver avances significativos en los últimos minutos.

—España, ¿me podéis explicar porque has cancelado mi clase de música de mañana sin mi consentimiento? Os recuerdo que no sois el único que manda en esta casa.

—¿Quién es Antonio? —preguntó el más pequeño logrando que los adultos se tensarán y Romano dibujara un sonrisa divertida en su rostro. Fernández y Eldestein se miraron brevemente antes que el austriaco se decidiera a contestar.

—Es el caballo.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué se llama así?

—Porque me gusta mucho ese nombre.

—¿Es su caballo, Don Austria?

-No, no lo es, mas he de admitir que lo monto a menudo.

—Sí, la verdad es que es muy aficionado a ello —murmuro burlonamente el italiano.

—¿Dijiste algo, Romano? —cuestionó España.

—Dije que es un buen nombre para un caballo.

—Entonces lo trataré con cariño —Rio de la Plata estaba complacido de que le hayan cedido un caballo de tanta estima.

Una vez pasada la crisis, ambos adultos relajaron sus cuerpos y Austria volvió a enfrentar a su marido—¿Por qué habéis anulado mi clase de mañana?

—Mañana tenéis audiencia con el Rey—. Al ver el tono pálido que iba a tomando la cara del otro hombre le dio unos momentos para que asimilara su olvido antes de continuar—. Además, tenía que hacerlo. ¿habéis visto el tiempo? Mañana es probablemente el último día que tendré oportunidad y tiempo. Por las fechas y la obra…

—¡Sí la obra es una empresa de harta importancia! —interrumpió petulante y sonriente el rioplatense, mas al ver la mirada de advertencia de los adultos se tapó las manos con la boca.

El caballo movió la cola, cambio de posición y siguió comiendo.

—Pues eso, que no tengo tiempo.

—¿Tiempo para qué? —inquirió cada vez más irritado por lo críptico que estaba siendo su esposo.

—Tiempo para verificar las habilidades en montura y lucha de los niños.

—¿No podríais haberlo hecho en primavera? —dijo poniendo los brazos en jarra y alzando una ceja.

—Quiero ver su nivel ahora, durante el invierno intentaré que aprendan lo que requieran y en primavera los separaré por grupos.

Roderich abrió los ojos como platos—. Pero, ¿dónde los vais a meter en invierno?

—Pues en las caballerizas.

—Se helarán de frío.

—Entonces en la sala de armas.

—¡¿Cómo?! ¿Dentro de casa?

—Entonces, ¿vais a ceder tu sala de música?

—¡Por supuesto que no!

—Pues será donde dije o ya buscaremos otro lugar. Ese no es el punto. Mañana, para que no estén aburridos en casa, me los llevare y harán ejercicio. Así todos ganamos.

—Venezuela no debe ir. No se puede lastimar las manos.

—Irá y os aseguro que no se lastimará nada que repercuta su actuación. De hecho, si os apuráis puede que lo veáis luchar.

El más blanco cerró sus puños y avanzó hacia el español lo suficiente para que sus susurros fueran escuchados— ¿Cuál es vuestro plan secreto?

Antonio siguió impertérrito— ¿Qué plan?

—Vamos, podríais haber hecho todo esto en primavera, ¿por qué ahora?

—Un servidor no tiene ningún plan, mas quizás vos si descubráis algo crucial de vuestro pupilo. Ah, y otra cosa, ¿no os parece que vamos a confundir a los niños si le regaláis una prenda de tanto valor a uno que no lo requiere.

Austria rechinó los dientes. No sé iba a dejar distraer por ese cambio de tema. Estaba claro a donde España iba. Y sabiendo que no podría impedirlo le advirtió—. Como le pase algo a los dedos de Venezuela…

—No le pasará nada.

De repente Antonio sintió algo caliente en su bota. Sus pupilas viajaron de las amatistas contenidas en las cuencas de Eldestein al suelo e inmediatamente empezó a agitar sus zapatos en todas direcciones alterado, consiguiendo que el resto se alejará y le increpará.

El caballo le había cagado encima.

Como un enjambre de abejas era la voz de Venezuela: las mismas palabras, el tono alto, la efervescencia en el timbre: todo acompaña a su pasional e hipnotizante discurso. El niño no paraba de dar pasos y gesticular. Era imposible no prestarle atención…

Sin embargo, para Nueva Extremadura ese acto era una pesadilla. Era la décima vez que le contaba sobre la chaqueta que Austria le había mandado a confeccionar: ya habían discutido sobre qué era el lapislázuli, si el azul complementaría su cuerpo, si sería suficientemente digno para la obra. Estaba harto.

No, lo que le hacía hervir la sangre era el comportamiento de su hermano y amigo ¡¿Qué le pasaba?!— ¿Quién sois?

El caribeño se detuvo en seco ante el ácido tono— ¿Cómo?

—¿Quién sois? —dijo acentuando sus palabras y mirada

El moreno tragó grueso desconcertado ante la actitud del otro—Soy Venezuela…

—¡No, no lo sois! —El alumno de música inspiró rápidamente y dejó de respirar de forma abrupta ante la agresiva e inesperada respuesta de Nueva Extremadura. Sin embargo, su hermano aun le iba a regalar alguna sorpresa más— ¡Siempre habéis odiado a los virreinatos y ahora os comportáis como ellos! —dijo poniéndose de pie y gritándole con rabia— ¡Riéndoos y bailando por una chaqueta! ¡Una simple chaqueta!

—Yo no…

—Desde que vais a esa clase de música, camináis como ellos, habláis como ellos, coméis como ellos…

—Yo no soy como ellos —se cruzó de brazos.

—¿Ah, no? El otro día no quisiste jugar cerca del riachuelo porque temíais que os ensuciarais los zapatos y la prendas.

—No puedo presentarme ante Don Austria sucio, no me daría clases.

—¿Eso quiere decir que es más importante sus clases que yo? —reclamó elevando el tono de voz ofendido y llevándose una mano al pecho…

Venezuela acompañó su negativa haciendo aspavientos— Es que, es que… ¡Ahhh! Lo entenderíais si fuerais un día a clase y vierais lo maravilloso que es.

—No, gracias.

El colono venezolano, cuya mirada expresaba pasión, volvió a observar a su hermano con asombro y enojo, mas permitió que el otro terminara— No deseo ver como mi amigo es transformado en uno de esos señoritos— y al tiempo que lo decía se giraba para la morada escondiendo las revueltas emociones que imploraban por salir. Ignorando las llamadas cada vez más desesperadas y enervadas de Venezuela.

Esa noche el niño más rebelde se acostó con lágrimas en sus ojos, pataleando y con la firme intención de cambiar el pensamiento de su gran aliado, algo que la dicha le ofreció a primera hora de la mañana cuando su padre anunció que todas las clases habían sido anuladas bajo la mal disimulada indiferencia de su esposo.

Este cambio repentino de planes, aclaró el progenitor, se debía a la idea de querer evaluar las habilidades defensivas de sus hijos. Un momento perfecto para recordar al nuevo extremeño quien era él. Lo primero que se les encargó después de desayunar fue ir al establo donde les esperaba un caballo a cada uno. Los mayores se montaron a las órdenes de su padre mientras que los más pequeños y los virreinatos esperaron ser ayudados. En eso estaba Austria con Rio de la Plata cuando se dio la vuelta para hacer los mismo con Venezuela y se encontró con que el caribeño ya se hallaba cómoda y elegantemente instalado encima del caballo.

—¿Cómo llegasteis ahí? —dijo más perplejo que asustado.

—Pasando una pierna por encima del lomo del caballo —contesto Venezuela confuso ante la obvia pregunta.

El austriaco observó por un momento a su pupilo y sonrió satisfecho ante el despliegue de buenas costumbres, para luego mirar a su esposo triunfante antes de irse. Este junto con los virreinatos y Nueva Extremadura los estudiaban con irritación.

Venezuela suspiró. Había perdido una oportunidad.

Una vez salieron de la morada, su padre los guio por el valle. Aunque el adulto había pedido silencio y discreción, ya que no quería llamar la atención de los aldeanos, estaba siendo particularmente difícil con las constantes peticiones de Banda Oriental de montar su propio caballo y no seguir con su padre, los quejidos asustadizos de Rio de la Plata, los intentos de los demás por calmarlo y los reclamos de La Española por tener que sentarse de lado y no de frente como su hermano Cuba.

A todo esto el caribeño mantenía el cuerpo erguido, la mirada en frente y la boca cerrada. Entonces, por instinto giró el rostro hacia ambos lados y vio la mirada la indignada de sus hermanos.

Otra oportunidad perdida.

Finalmente, llegaron un prado vestido con los colores otoñales donde los niños bajaron de sus monturas y se dirigieron hacia donde su padre señalaba.

—Niños, os he citado porque deseo conocer vuestras habilidades en la lucha. Como sabéis, somos el imperio más grande del mundo y por eso, muchos os codician. Además, vuestro padre es consciente de que queréis que protección. Sin embargo, por mucho que lo intente no puedo estar siempre para vosotros. Por ello, he de conocer vuestros puntos fuertes y débiles en la lucha armada para trabajarlos y evitar consecuencias nefastas.

—Padre —intervino Puerto Rico— ¿Las mozas también?

—No, claro que no. Vosotras practicareis como esconderos.

La Española bufó y atestiguó sin sorprenderse como todas sus hermanas celebraban la nueva buena con una sonrisa en sus rostros.

Los niños se agruparon por tamaño. España, mientras tanto iba pasando por los grupos y corrigiendo postura movimientos hasta que decidió que era suficiente y los convocó para realizar combates. Para que fuera más equitativo escogió parejas de nivel, edad o tamaño similar.

Los primeros en enfrentarse fueron Alto Perú y Quito. La pelea, para disgusto de España, apenas duro unos instantes por la distracción del segundo —Hijo, no podéis vivir con la cabeza en las nubes ¡Y menos cuando estáis siendo atacado! Si esta situación fuera real ya estarías muerto

—Lo siento padre.

El europeo suspiro mientras negaba con su rostro y le pidió que pensara seriamente en las consecuencias de sus acciones. —Nueva Granada, Perú, id al claro.

—Padre…—Su hijo más lector se acercó a él y, alternando su mirada entre la cara de su progenitor y la prepotente de su hermano, susurró—Perú es mayor que yo.

—Lo sé, hijo. Lo sé. Empero, veo que has mejorado. Creo que me daréis una sorpresa—la mano que puso en su hombro, la sonrisa en su cara y el brillo de sus ojos debió ser un embrujo. Eso pensaron todos, ya que después de esa muestra de afecto, Nueva Granada entró en la batalla firme y decidido y, con pocas estocadas, dejó fuera de combate a un humillado peruano—. Muy bien hecho nueva Granada, esto es una muestra de que el trabajo duro da sus frutos —Y se alegró ante la ovación con la que la que lo recibieron las chicas, especialmente Panamá que no duda en saltarle encima para abrazarlo, tumbándolo en el proceso—. Veamos a quien le toca ahora.

Venezuela vio como las verdes pupilas de su padre viajaban entre sus hijos quedándose algunos segundos más en él y en Nueva Extremadura, por lo ambos niños agarraron sus espadas de madera y caminaron hacia el bosque.

El caribeño encorvó su cuerpo: no quería pelear con su amigo en estas circunstancias. Solo deseaba hacer las paces, mas no tenía fuerzas para encararse a los deseos del adulto

Súbito, la voz de adulto los detuvo y los obligó a abrir los ojos.

De todos los escenarios en su cabeza, ese era el único que no que no había vislumbrado.

...

Como deseó Roderich deshacerse de las formalidades, más no podía. No frente al rey.

No debía arriesgarse a montarse en un caballo y arribar a Palacio despeinado, so pena de preocupar al débil hombre al ver a uno de sus vasallos más elegantes presentarse con las ropas desordenadas. Seguro pensaría que los estaban atacando cuando todo seguía en orden. Esa acción podía costarle el prestigio, incluso podían llegar a pensar que no le placía la compañía de su rey.

La corte siempre era un sitio de lo más venenoso. Sin embargo, esta vez las habladurías tendrían razón, pues Austria sí albergaba razones para no ir: el no comprender del todo el plan de su marido, el que incluyera a Venezuela y que no pudiera anticiparse lo tenía en vilo. Por ello, vehementemente deseó que el Rey hubiera olvidado su reunión.

Mas no fue así: él quería conversar con él, certificar con alegría el tamaño de su Reino, divertirse con el hecho de tener de vasallos a los portugueses*** y comentarle la nueva evento que pronto se pondría de moda en Europa: la ópera. Al parecer algo completamente nuevo y digno de ver.****

Bueno, al menos no lo citó para pedirle opinión sobre sus cortinas.

Una vez ya de vuelta en el carruaje exigió al cochero que corriera lo más más que pudiera por la villa y, al arribar a su morada cambió de caballo, mas específicamente al recién nombrado «Antonio», pidió indicaciones y subió por la montaña.

Su sentido de la orientación era nefasto, pero su oído privilegiado y así, con las voces de los niños, se fue guiando hasta que llegó al claro y pudo ver con alarma como Nueva España y Venezuela estaban uno enfrente del otro en posición de ataque.

—¡¿Qué estáis haciendo?!—Si el exabrupto no había sido suficiente para sorprender a muchos, Eldestein desmontando de un brinco del animal dejó a todos desconcertados. Se posicionó al lado de su marido y demandó que su pupilo acudiera inmediatamente a su llamado

España frunció en entrecejo. «Eso sí que no»—. Venezuela, os quedáis donde estáis.

—Venid aquí a-ho-ra. —puntualizó señalando con su dedo índice el césped al lado de sus pies.

—Haced lo que os digo

Mientras tanto el niño tragaba grueso y alternaba sus pasos al igual que sus pupilas entre los dos adultos: primero hacia un lado y luego hacia el otro. Después fijaba la vista en su mordaz contendiente y gruñía. Él no era un «niño de papá»

Antonio, al ver la indecisión de su hijo se puso enfrente de su rabioso marido y le espetó—No minéis mi autoridad frente a ellos.

—Lo haré si estimo que estáis haciendo una locura—dijo entrecerrando los ojos para enfatizar su mensaje.

—Esto no es un locura.

—Si, lo es: Nueva España ya tiene casi once años y Venezuela va a hacer ocho. La diferencia es muy grande.

—¿Creéis que pondría a mis propios hijos en peligro?

Austria quiso contestar que sí. Que era un padre con una clara tendencia a apartar a quienes no seguían sus órdenes, pero se mordió los labios inconscientemente por la presencia de los infantes.

Antonio levantó una ceja. Hoy, definitivamente Roderich entendería su punto de vista—. Si estoy haciendo esto es porque estoy seguro que será instructivo.

—¿Para quién? —se cruzó de brazos

—Para ellos y para ti.

Ahora fue Roderich quien estiró la frente y trago un gruñido—Si a Venezuela le pasa algo. Si veo que va a sufrir un percance inminente, os juro que detendré toda acción.

—No pasará nada—murmuró con el campo de olivos inundando las amatistas un momento más para luego girarse hacia los contendientes y pedirles que pelearán.

Venezuela dirigió el Mar Caribe encerrado en sus ojos hacia su maestro y al ver su ligera inclinación de cabeza, buscó los achocolatados ojos de Nueva Extremadura. Al descubrir que era duramente juzgado se olvidó de sus hermanos, de su padre, de su querido profesor y solamente se enfocó en su altanero oponente: su sonrisa lo enervó

Y atacó.

Para sorpresa de muchos y temor de Austria, el niño más pequeño se fue de frente a su adversario quien evito salir despedido al chocarse con el tronco de un árbol. Al abrir los ojos, Nueva España vio como un enojado niño quería asestarle un golpe con su espada de madera y la única cosa que lo detenía era la espada que el utilizaba como escudo.

El empuje que efectuaba el venezolano era fuerte, pero no decisivo, por lo que cuando el nuevo español inclinó su cuerpo hacia adelante, Venezuela sintió que su ofensiva ya no funcionaba. De repente, un movimiento ascendente provocó que el aprendiz de música cayera de culo y que espada saliera disparada.

Nueva España volvió a sonreír hasta que también cayo a la hierba cuando Venezuela pateó sus tobillos y salió corriendo en dirección a su arma. Debido a la diferencia de edad y estatura, y aunque Venezuela corrió con todas sus fuerzas, fue rápidamente alcanzado por su hermano, que en plena persecución le pinchó el trasero con la espada de madera.

La espada del caribeño se hallaba en el suelo detrás de un árbol, por lo que en su huida pasó por debajo de una rama, la agarró con una mano, tiró de ella y la soltó provocando que le diera en la cara a Nueva España. El atacado chilló y blasfemó enfurecido: su hermano no solo estaba incumpliendo las reglas de la lucha armada, sino que lo estaba humillando delante de los demás.

No se lo iba a permitir.

En el instante en el que Venezuela agarró su espada y se dio la vuelta ya tenía a Nueva España encima, que le propinó un golpe seco en la muñeca que instintivamente lo hizo soltar su arma. «¡Por fin!» celebró el Virreinato. Sin embargo, en el mismo momento en que la espada caía, el caribeño le escupía en la cara.

Suficiente.

Iracundo, Nueva España saltó encima de Venezuela para amasarlo con los puños por su desfachatez. No obstante, no hubo la espalda del más pequeño tocado las hojas secas del otoño cuando el cuerpo del más grande comenzó a elevarse al igual que un ángel. Venezuela con la boca abierta ante la insólita situación, miró hacia arriba para comprender esa acción divina, encontrando a su padre como el causante de todo.

—Es todo. Separaos ¡He dicho que es suficiente Nueva España! —Cuando estuvo seguro que sus hijos no se matarían, Antonio se colocó enfrente a ellos, se cruzó de brazos, ladeó su cabeza y sonrió satisfecho—. Y bien, ¿qué habéis aprendido Nueva España?

—¡¿Ahhh?!— su hijo mayor hizo un esfuerzo para no caerse de la impresión.

España se tapó la boca para acallar la risa—. Os lo diré yo: os puse con Venezuela a propósito. Hijo, estáis muy acostumbrado a luchar siguiendo las reglas de etiqueta y eso está bien, pero la vida real es otra cosa y os podéis encontrar con cualquier tipo de adversario, como Venezuela quien no tiene una formación en esgrima y sin embargo se defiende sin problemas. Debéis ser flexible y amoldaros a la situación. ¿De acuerdo?

Nueva España murmuró algo ininteligible por debajo de su orgullo herido que a su padre le sonó bien y le permitió desaparecer entre sus hermanos. Mientras tanto, el caribeño todavía aturdido apenas emitió un gruñido cuando su padre le agradeció su participación.

Todavía no entendía lo que había pasado ¿Su padre lo había usado como un experimento ante Nueva España? ¿Estaba orgulloso de él por cómo se había desempeñado? ¿O lo estaba porque se había comportado justo como había querido? ¿Eso era un motivo para sentirse bien o no? ¿Qué exactamente le había agradecido su padre? Ya no se acordaba.

De repente recordó que no estaba solo. Observó a su alrededor y localizó los ojos orgullosos de sus hermanos mayores y de los que estaban hartos de los Virreinatos, así como los recelosos de los que ahora no les quedaba más remedio que aceptar su poder. Sus pupilas turquesas buscaron a Nueva Extremadura y dichosamente encontró el perdón, la admiración, el orgullo y la victoria.

Lo había recuperado, se sentía jubiloso y lo expreso con ímpetu hasta que vio a Austria y perdió la sonrisa: su maestro lo miraba desconcertado y lo analizaba con la cautela de quien se halla ante lo desconocido.

El niño color canela percibió que su visión se emborronaba y se tragó los gemidos que sus turbulentas y contrapuestas emociones producían: el gozo de sentirse nuevamente aceptado por sus hermanos frente la desdicha por el silencioso rechazo de su maestro.

Silencio, eso es lo que siguió después de la vuelta a la morada, la cena, dormir a Filipinas y entrar en su cuarto. Eldestein se dejó caer sentado en la cama, sintiendo el frío entre sus desnudas piernas, pues aunque los italianos se afanaran en calentar la estancia, el avance del otoño se mantenía imperturbable.

Sus vellos se erizaron mas él no buscó el calor, dejando que la helada sorpresa que lo embargaba desde esa tarde se manifestará físicamente.

—Roderich.

El austriaco levantó el rostro al oír su nombre, se paró y se metió debajo de las sábanas dándole la espalda al español que suspiró. A Antonio le sabía mal que su ser querido estuviera sufriendo, pero no podía hacer nada. Además, era consciente que Eldestein no quería su ayuda, así que solo le quedaba dormir.

Las pupilas magenta captaron como el color de la vela era tragado por la oscuridad y como la respiración del otro hombre se volvía profunda y, en medio de esa calma, sus demonios le asaltaron.

La brusca transformación del niño lo había atolondrado. Era inconcebible que ambos caracteres pertenecieran a una sola persona: o el niño fingía delante de él (algo que se negaba en creer) o no lo conocía tanto como pensaba. Sea cual fuere el motivo, Antonio tenía razón. Para su disgusto, siempre la había tenido.

Era un verdadero misterio como Venezuela podía ser un infante refinado y al mismo tiempo una bestia. Tal y como sus hermanos decían «¡No! ¡Eso no es así!». Ahora que recordaba, a su llegada era descortés y retador con la autoridad, pero no vulgar. Era desconfiado y serio. Y sin embargo, debajo de esa capa podía mostrar una cara alegre, dulce y atenta. Las bestias no. Más aún, era increíblemente inteligente, astuto, creativo y, para horror del austriaco, travieso. Por todas esas razones él no era una bestia.

No obstante, si quería que salvarlo de convertirse en una tenía que educarlo, ya que con su nivel de ignorancia y el ambiente en donde se movía, era solo cuestión de tiempo que ese talento se perdiera. ¿Podría salvarlo?

Eldestein estiró el brazo fuera de las sábanas queriendo asir algo con angustia, mas solo atrapó el frío. Ambos eran tan diferentes y él no lo habia visto.

España tenia razón.

No lo conocía.

3:00 pm. Las campanas del reloj martillaron en su cerebro con crueldad, asustándolo y desesperándolo al mismo tiempo. Agarró el manillar de la puerta, lo giró y entró con la misma cantidad de miedo que la primera vez. Empero, esta distaba mucho de aquella: la ropa era distinta y la manera de obrar también.

Cerró la puerta tras de sí, vio la espalda de su maestro, lo saludó, escuchó el recibimiento distante del otro, esperó unos momentos de pie y al no obtener respuesta, se sentó en el asiento del clavecín, abrió la partitura en donde se había quedado la última vez y pusó los dedos en las teclas.

—Venezuela…

Ahí estaba: lo iban a echar. Se acabó el sueño dorado que había vivido hasta ahora. Con el corazón en la garganta y los ojos humedecidos, se dio la vuelta y miró hacia sus pies—. Yo… Lo siento, don Austria —aunque hizo todo su esfuerzo, su voz salió quebrada. Se secó las lágrimas con su brazo en un intento de no mojar nada.

—¡¿Por qué los sentís?! El que debería disculparse es un servidor—Al levantar la cara, sus ojos le devolvieron la visión de un sorprendido y preocupado adulto. El caribeño no lo podía creer. ¿No lo iban a regañar?

—Porque… Soy… Soy una bestia—dijo y el peso de esa idea le obligó a bajar nuevamente la cabeza. Ahora solo le esperaba escuchar la resolución del juicio a la que toda la casa le había sometido.

—Venezuela, las bestias no tocan con tanta maestría. —Allí desde las alturas, el adulto al que más estimaba lo observaba orgulloso y con una seguridad que aplastó todos sus temores. Y por si fuera poco le estaba tendiendo la mano.

—¡¿Entonces no me va a expulsar?! —cuestionó con fuerza por la incredulidad

—¡¿Pero que decís?! —rió con una suavidad que calentó el pecho del niño. Tomó su templada mano y lo guio hacia un sillón mientras ordenaba a los sirvientes que que depositaran la bandeja con las dos tazas y la tetera en la mesa de en medio. Después, el maestro de música se sentó quedando enfrente de las bebidas y su pupilo—Es cacao*****. Calmaos he pedido que le echaran canela y azúcar. A decir verdad, este servidor es quien os debe pedir perdón.

—Porque… ¡Ahh!

—¡No seáis impaciente! Ya se enfriará. En fin, quería pediros perdón. Os impuse la visión que tenía de vos sin preguntaros vuestra opinión.

El niño levantó una ceja: aunque había palabras que no entendía si captó el mensaje—No me molestó.

—Igualmente no está bien, por eso y para evitar esta situación en el futuro quiero conoceros. Y si vos queréis también podéis preguntar

El caribeño se acomodó en el asiento ligeramente incomodo por el repentino interés que alguien tenía en él. Todo era demasiado nuevo— ¿Y qué quiere que le cuente?

—Empecemos por vuestra casa, ¿cómo es?


*En la Edad Media e inicio del Renacimiento, las prendas de color verde, marrón o gris eran las más baratas porque eran colores fáciles de obtener.

**La piedra del lapislázuli era uno de los materiales que se utilizaban para obtener el color azul, pero dada su dificultad de extracción y la cantidad que se necesitaba se trataba de un color al que solo podían la personas de las clases más pudientes.

*** Durante la época de mayor expansión del Imperio Español, los portugueses también formaban parte de el.

****Dafne de Jacopo Peri fue la primera opera escrita y actuada de la historia. Fue escrita en 1597. Fue estrenada en Florencia.

*****Desde 1519 los españoles empezaron a tomar cacao, primero en las colonias y después en la Península partir de 1528 cuando llego el primer cargamento de estas semillas a la hecho Hernán Cortes afirmaba que con una sola tasa al día una persona podía mantenerse en pie muchas horas. Para prepararlo había utensilios especiales y se le solía agregar azúcar. La expansión al resto de Europa tomo más tiempo, precisamente a partir del 1619 cuando se introdujo en Francia a través del matrimonio de Luis XIII con la princesa española Anne de Austria